sábado, 23 de enero de 2021

Jn 1,17

porque la Ley se dio por medio de Moisés, el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.

La conjunción explicativa <<porque>> no se refiere exclusivamente al verso anterior, sino que introduce un resumen explicativo de toda la sección precedente. Juan expone sintéticamente, mediante paralelismos antitéticos, la superación de la antigua economía por la nueva y el contraste entre ambas: la Ley / el amor  y la lealtad. En el verso siguiente subyace implícitamente la misma contraposición de las dos alianzas y la de sus mediadores respectivos: Moisés (siervo de Dios) / Jesús (hijo único del Padre).

La primera parte de este versículo es clara: la Ley se dio por medio de Moisés. La segunda, en cambio, necesita explicación: el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías. La construcción de la frase la pone en paralelo con 1,3: mediante ella existió todo, y 1,10: el mundo existió mediante ella. Como en estos dos casos, se trata, pues, de una actividad creadora: la creación del hombre llevada a su término por medio de Jesús Mesías, la Palabra hecha hombre.

Gracias a la actividad de Jesús Mesías han existido el amor y la lealtad en los hombres. Se había mencionado, en primer lugar, la plenitud existente en la Palabra hecha hombre: plenitud de amor y lealtad. A continuación, se han expuesto el don que hace a los suyos, comunicándoles de su plenitud un amor que responde a su amor (1,16). Ahora se explica que este amor recibido es la obra propia del Mesías. Representa, al mismo tiempo, la culminación de la obra creadora de Dios, realizada, desde el principio, por medio de su Palabra, y la característica de la nueva alianza, a diferencia de la de Moisés.

Se pueden analizar ahora las tres oposiciones que se establecen entre los dos miembros del versículo: Ley - amor y lealtad / se dio - ha existido / Moisés - Jesús Mesías.

a) La primera oposición se establece entre la Ley, exterior al hombre, y el amor leal, realidad interior al hombre que lo transforma, haciéndose constitutivo de su ser. Se aprecia inmediatamente la resonancia del conocido texto de Jr 31 (LXX 38), 31-34, donde se anuncia la nueva alianza en estos términos: <<Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré una alianza nueva con Israel y con Judá; no será como la alianza que hice con sus padres cuando los agarré de la mano para sacarlos de Egipto; la alianza que ellos quebrantaron y yo mantuve -oráculo del Señor-; así será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro -oráculo del Señor-: Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo "Tienes que conocer al Señor", porque todos, grandes y pequeños, me conocerán -oráculo del Señor-, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados>>.

La sustitución de la alianza caducada, anunciada en el texto de Jeremías, es la que Jn constata en este versículo como ya verificada. Ha sido Jesús Mesías el instaurador de la nueva alianza. En el pasaje profético, la diferencia fundamental entre ambas es la que media entre una Ley externa, como la que dio Moisés, y una Ley interna grabada en el corazón. Esta Ley nueva es precisamente el amor leal, obra de Jesús Mesías. El amor, grabado en el corazón, pasa a ser componente del hombre; su comunicación entra por ello en el ámbito de la obra creadora, efectuada desde el principio por la Palabra, encarnada ahora en Jesús.

El amor y la lealtad, atribuidos aquí a la obra creadora del Mesías, son el mismo amor que la comunidad ha recibido en su plenitud (1,16). La obra de Jesús Mesías consiste en comunicar la realidad divina presente en él mismo; es lo que antes se ha llamado <<nacer de Dios>> (1,13). Comienza entonces, según la profecía (todos ... me conocerán), un conocimiento nuevo, inmediato y experimental, en cada uno de los que reciben este amor: la intimidad con Dios, propia de los hijos (17,3; cf. 10,15).

Otro aspecto de la alianza nueva, anunciado por el profeta y que estará presente en el evangelio, es el de la purificación. El pecado, obstáculo a la intimidad con Dios, quedará perdonado y olvidado, haciendo inútiles las purificaciones de la antigua alianza (2,6; 13,10; 15,3).

La Ley mosaica se contrapone al amor y la lealtad, como lo externo y caduco a lo constitutivo y permanente. Ante la nueva realidad del hombre, el código externo pierde su validez y su razón de ser. La Ley nueva será una inclinación interior del mismo hombre, fruto del Espíritu que recibe. Es conocido el pasaje de Ezequiel 36,25-28, inspirado en el de Jeremías 31 antes citado: <<Os rociaré con agua pura que os purificará; de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y pongáis por obra mis mandamientos. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres; vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios>>.

La transformación que Dios efectúa en el hombre está simbolizada por el cambio de corazón (de piedra / de carne). La Ley interior de que hablaba Jeremías se identifica en Ezequiel con el don del Espíritu. Así, Jn 1,17 está en paralelo con 7,39: aún no había espíritu, porque la gloria de Jesús aún no se había manifestado. <<Espíritu>> en este pasaje significa el fruto del nuevo nacimiento (f. 3,6: de la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu), es decir, el hombre que por haberlo recibido, ha sido creado del todo y es capaz de amar haciéndose hijo de Dios (1,12). <<No había espíritu>> porque el amor y la lealtad, es decir, el hombre nacido de arriba (3,3), existió por primera vez cuando Jesús manifestó su gloria, en la hora de su muerte (17,1s; 19,30.34).

Se notará en estos pasajes proféticos el simbolismo del agua pura y purificadora, que corresponde a la simbología del Espíritu en Jn (3,5; 4,14; 7,37-39; 19,34).

b) La segunda oposición se establece entre se dio y ha existido. La forma impersonal (se dio) reduce al mínimo la actividad de Moisés, mero transmisor (Dt 9,11; 10,4). La Ley era separable del legislador, un legado suyo al pueblo (7,19: ¿No fue Moisés quien os dejó la Ley?). El amor leal, en cambio, procede de la acción de Jesús; éste no es mero transmisor, sino agente de la existencia de esta nueva realidad. Y esta acción no se interrumpe; la comunicación del Espíritu es incesante (15,5), creando una comunicación de vida como la que existe entre él y el Padre (17,1 Lect.).

c) El título Mesías aplicado a Jesús (cf. Mc 1,1) lo pone en relación con el cumplimiento de las promesas y el término de la etapa de la Ley. El Mesías había de realizar el éxodo definitivo, inaugurando la nueva edad que desembocaría en el reinado de Dios. Ante el Mesías, la antigua alianza, promulgada por Moisés, queda clausurada.

Ha empezado la nueva alianza, no fundada en la Ley externa, sino en el corazón nuevo. No es contractual, basada en un código que delimite las obligaciones de los contrayentes y se interponga entre ellos; su estatuto es la relación personal del amor, demostrado por Dios en Jesús Mesías y comunicado por él a los suyos, que responden con el mismo amor (1,16). De ahí que para designar a esta alianza se emplee únicamente la imagen nupcial (1,15 Lect.).

Jn va delineando la imagen del Mesías, que quedará completada en el verso siguiente: el único Dios engendrado. El liberador que Dios envía a la humanidad, el Mesías, es la realización de su proyecto creador (1,14), es decir, posee la plenitud de la vida (1,4) por la comunicación del ser de Dios (1,14: el amor leal; 1,32: el Espíritu), y así él mismo es Dios (1,1c.18; 20,28). Su obra liberadora consistirá en dar vida (1,16-17: amor leal; 1,13: nacer de Dios), para que el hombre por el libre ejercicio del amor llegue a ser hijo de Dios (1,12), realizando en sí mismo el proyecto divino (1,1c). Jesús creará la alternativa al <<mundo>> (sistemas opresores) que impide la vida del hombre y comenzará una humanidad nueva y definitiva (nueva alianza).

Aunque Jn utiliza para Jesús el antiguo título <<Mesías>>,, se descubre la distancia que media entre esta concepción y la que había transmitido la tradición judía. El Mesías no sigue la línea de la Ley, viene a sustituirla por el amor y la lealtad, no será un dominador temporal, sino que, dando su vida, completará la creación del hombre para que éste sea libre y autónomo en el amor; la obra mesiánica se dirige a todo hombre, no a un pueblo particular. Su acción con los suyos será comunicarles vida de su propia plenitud, para que ellos recorran con él el camino que él traza.

La concepción del Mesías que Jn presenta explica la incomprensión por parte de aquellos que se aferran a la concepción tradicional (1,45; 2,17; 3,2; 6,15; 7,27; 8,19.25; 9,16; 10,24; 12,34; 13,8.37; 18,10).

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