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viernes, 8 de septiembre de 2023

Jn 21,24-25

 

  • Jn 21,24a
  • Jn 21,24b
  • Jn 21,25
  •  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. Esta afirmación asegura al lector que la figura de Jesús descrita en el Evangelio responde al significado profundo de su persona. La comunidad ha aceptado este testimonio y lo refrenda; sus miembros saben lo que es digno de fe, es decir, que corresponde a su experiencia personal de Jesús.
  •  Hipérbole (25): lo escrito es sólo una muestra de lo que hizo Jesús. Para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica, basta penetrar su significado profundo.

Jn 21,25

 <<Pero hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, pienso que los libros que se escribieran no cabrían en el mundo>>.

La hipérbole usada tiene su sentido. Declara que lo escrito es sólo una muestra de las muchas cosas que hizo Jesús. No interesa saber, por tanto, todo lo que hizo, sino penetrar su significado.

En el primer colofón se afirmaba que el escrito ofrece datos suficientes para dar la adhesión a Jesús como Mesías e Hijo de Dios (20,31). La declaración es aquí más explícita: para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica, basta llegar a su interior y comprender su significado esencial. Importa conocer cuál es la incidencia de Jesús sobre el hombre y su vida; la obra ha condensado la vida de Jesús, pero ha dado su entero mensaje, expresado íntegramente en el mandamiento del amor. Por eso ha expuesto su figura como la manifestación y realización del amor de Dios al hombre.

SÍNTESIS

La comunidad define la obra del evangelista como un testimonio y se hace garante de su veracidad; con esto afirma tener una experiencia propia, que confirma la verdad del testimonio, e invita a participar de ella.

Testimonio es la declaración del que ha presenciado un hecho o tiene experiencia directa de algo ocurrido. Pero el testimonio acerca de Jesús no se limita a declarar que ciertos hechos, materialmente presenciados, se han verificado; se refiere al efecto que éstos han producido en el testigo.

Así, el evangelista, testigo de la muerte de Jesús (19,35), ve en lo sucedido el cumplimiento de profecías (19,36-37); esto supone una visión que va más allá de lo inmediatamente perceptible. Percibe esa muerte como un acto de amor y una fuerza que se comunica, y expresa esa experiencia bajo los símbolos de la sangre y el agua que salen del costado.

De modo semejante, el testimonio de la comunidad, que ratifica el del evangelista, extendiéndolo a la obra entera (21,24), no es tampoco una constatación material de la correspondencia exacta de los hechos narrados con episodios de la vida de Jesús, sino que se sitúa en la misma línea de experiencia. Habiendo aceptado el testimonio dado por el evangelista, ha llegado a una vivencia semejante, que le confirma la veracidad del primer testigo.

De hecho, para poder dar esta clase de testimonio hay que entrar en la esfera de Jesús, la del amor, mediante la opción en favor del hombre. Para ser testigo de que Jesús es el enviado de Dios hay que haber aceptado su obra y experimentado su eficacia (3,34; 17,6-8). No hay testimonio humano que pueda llevar a esa certeza (5,34), sólo es válido el testimonio del Padre (5,32.36s), que en sus obras manifiesta la actividad de su Espíritu; éstas son las obras de Jesús, que continúan y despliegan la eficacia de su obra suprema, su muerte en cruz, fuente de vida; ellas transforman al hombre, y la experiencia de esa transformación es el contenido del testimonio (cf. 1,16).

El evangelio, por tanto, no pretende ser una mera enseñanza doctrinal o la exposición de una ideología, ni tampoco la formulación jurídica de una norma de vida a la que hay que ajustarse. Es, ante todo, el testimonio de una comunidad que se ha visto transformada por el seguimiento de Jesús, es decir, por una experiencia de amor, a través de la cual ha descubierto que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (20,31 Lect.).

La experiencia es intransferible. El testimonio sólo pretende, por tanto, invitar al encuentro con Jesús, que producirá una experiencia semejante en el que acepta su Espíritu y practica el amor.

Jesús no es una figura del pasado, sigue presente entre los suyos como centro de donde irradia la vida de su comunidad y la capacita para entregarse como él al servicio del hombre hasta la muerte.

No basta, para llegar a la adhesión a Jesús, la mera reconstrucción histórica de su actividad y enseñanza, si por ello se entiende hacer la crónica de su vida. El hecho cristiano se remite, sin duda alguna, al personaje histórico Jesús, que murió condenado en la cruz por las autoridades de su tiempo. Pero su verdadera dimensión histórica se expresa en la capacidad transformadora que deriva de aquel acontecimiento. Queda anclado en la historia, pero no aprisionado en su momento histórico ni encerrado en un período. El lugar natural de su manifestación y presencia es la comunidad humana que a él se remite. Aceptando el testimonio de aquellos que han experimentado su acción transformadora, se puede llegar, por el encuentro con él, a la misma experiencia.

Jn 21,24b

 <<y sabemos que su testimonio es digno de fe>>.

La comunidad ha recibido y aceptado el testimonio del evangelista y lo refrenda. Sus miembros saben que ese testimonio es verdadero y digno de fe, es decir, declaran que corresponde a su propia experiencia personal de Jesús. El plural: sabemos, enlaza con la declaración de la comunidad al principio del evangelio, donde, junto con el evangelista, afirmaba su común contemplación y participación de la gloria de Jesús (1,14: hemos contemplado su gloria; 1,16: todos nosotros hemos recibido). 

<<Contemplar la gloria>> significa tener la experiencia del amor que se recibe; ella le permite ratificar que el testimonio es verdadero. Dar testimonio de Jesús no consiste simplemente en relatar una historia pasada, sino en transmitir la vivencia de la relación con él, hecho presente por el Espíritu. Cada comunidad puede darlo así de primera mano.

Jn 21,24a

 <<Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito>>.

El autor de la obra es identificado con el discípulo a quien quería Jesús (21,20-23). Con esta afirmación se autentica su escrito, no sólo como obra de un determinado individuo, sino, sobre todo, como el testimonio de aquel que era confidente de Jesús y que, por haberlo seguido, presenció la manifestación de su gloria (19,35). Esta afirmación asegura al lector que la figura de Jesús descrita en este evangelio responde al significado profundo de su persona.

La comunidad considera la obra como un testimonio del discípulo y como tal la ofrece al lector. Conecta así la totalidad del escrito con el testimonio dado por el discípulo al pie de la cruz (19,35).

El discípulo es testigo de los hechos en cuanto son señales (20,30) y, por tanto, en cuanto han constituido para él una experiencia vital, que ahora brinda a sus lectores. Con esto muestra que la misión requiere la experiencia personal de Jesús muerto y resucitado.

Jn 21,15-23

 

  • Jn 21,15a
  • Jn 21,15b
  • Jn 21,15c
  • Jn 21,15d
  • Jn 21,15e
  • Jn 21,16a
  • Jn 21,16b
  • Jn 21,17a
  • Jn 21,17b
  • Jn 21,17c
  • Jn 21,18
  • Jn 21,19a
  • Jn 21,19b
  • Jn 21,20
  • Jn 21,21
  • Jn 21,22a
  • Jn 21,22b
  • Jn 21,23
  •  En el episodio anterior (21,7), Jesús no se ha hecho eco del gesto de Pedro.
  •  Terminada la comida se dirige a él (cf. 20,27, con Tomás) (15). Evita que el problema personal interfiera en su contacto con la comunidad. Iniciativa de Jesús (le preguntó). Simón de Juan. Cf. 1,42. Ha pretendido destacarse del grupo ostentando ser el primero en la adhesión a Jesús (13,37). La pregunta (¿me amas más que éstos?), enfrenta a Pedro con su actitud, en presencia de los demás. Después de sus negaciones, Pedro evita toda comparación; te quiero, amor de amigo, en lugar de “te amo”, amor de identificación. Se remite al conocimiento de Jesús (tú sabes). Apacentar, procurar alimento, que, como el que da Jesús, es el don de la propia persona (14,15.21); corderos, los pequeños; ovejas, los grandes: totalidad del rebaño.
  • Segunda pregunta (16), más breve e incisiva: si realmente está identificado con él y lo toma por modelo, renunciando a todo otro ideal de Mesías. Igual respuesta de Pedro. Pastorear, dar la vida por las ovejas, como hace el pastor modelo (10,11); disposición propia de todo discípulo.
  • La tercera vez (17) recuerda la triple negación. Pedro había profesado dos veces ser amigo de Jesús (“tú sabes que te quiero”); “ser amigo”; renunciar a la idea de un Mesías de poder (18,10), a la relación de inferior a superior (13,6-8), al trabajo como siervo o asalariado (15,15). Se puso triste: Jesús parece desconfiar de sus afirmaciones anteriores y le hace recordar su obstinación (Pedro/Piedra). Tú lo sabes todo, nueva rectificación (cf. 13,37s). Apacienta mis ovejas sintetiza los dos encargos anteriores.
  • Pedro dará la vida en la cruz, como Jesús (18-19). Así se asociará hasta el final a su misión de pastor. Cuando era joven, actuaba a su arbitrio, sin objetivo (ibas adonde querías); desde ahora tendrá que ser coherente con el seguimiento, aunque le cueste (adonde no quieres).
  • Jesús lo invita a comenzar el seguimiento (cf. 13,36). Es la invitación que hizo a Felipe al principio del Evangelio (1,43); Pedro tiene que volver a los principios y aprender todo lo que no había aprendido. Pedro se vuelve, para comenzar su seguimiento, y ve al que nunca ha dejado de seguir a Jesús. Reacción (21): inseguro, quiere saber qué será del otro, para imitarlo y no desviarse. No importa lo que pase con el otro (22); la ruta de cada uno es independiente; mientras sigo viniendo, haciéndose presente en la comunidad, hasta que acabe la creación de la humanidad (20,17). No hay más modelo que Jesús ni más camino que el suyo (Tú sígueme a mí). El Espíritu identifica con él. Se deshace un equívoco (23). Hermanos, apelativo de los cristianos.
  • Síntesis. La mentalidad tipificada por Pedro, la del Mesías/la Iglesia de poder es el gran obstáculo para el seguimiento; considera a Jesús un líder a quien se presta una adhesión independiente de la comunidad y del mundo. Libertad y responsabilidad del discípulo en el seguimiento. Vínculo personal de amistad con Jesús. Cada cual ha de recorrer su propio camino y asumir su propia responsabilidad. La presencia de Jesús está asegurada.

Jn 21,23

 De ahí que se corriera la voz entre los hermanos de que el discípulo aquel no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: <<Si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa?>>.

Se deshace un equívoco. Los cristianos se llaman ahora <<hermanos>>. En esta escena final, el evangelista designa a Jesús por su nombre, no por el título de <<Señor>> que le han dado los discípulos (21,7.12). En la comunidad de hermanos, Jesús es un hermano (20,17).

Termina el evangelio repitiendo el dicho de Jesús que recuerda a todos la libertad que él da, y extiende a todos la advertencia hecha a Pedro. Recalca así la dignidad de cada discípulo y su vinculación a Jesús.

SÍNTESIS

Explica esta perícopa el seguimiento de Jesús y el obstáculo que a él presenta cierta mentalidad, tipificada por Pedro.

Hay una actitud que lleva a abandonar a Jesús: considerarlo como un líder a quien se debe el sacrificio de sus súbditos y a quien se presta una adhesión personal independiente de la comunidad y del mundo. Esta concepción es incompatible con la realidad de Jesús, quien, por el contrario, considera a los suyos no súbditos, sino amigos, y se pone a su servicio, como ellos han de hacer unos con otros. Y no existe verdadera adhesión sino se traduce en la entrega a una labor como la suya, llegando hasta el don de la vida.

Sólo renunciando a toda ambición de preeminencia, por saber adónde lleva el camino que Jesús traza y aceptarlo como manifestación del amor salvador de Dios, se puede comenzar su seguimiento. Sólo en esta óptica adquiere sentido la vida y muerte de Jesús y se orienta la propia existencia. Tal es el compromiso expresado en la eucaristía.

Para terminar el relato evangélico subraya el evangelista la libertad y responsabilidad del discípulo en su seguimiento de Jesús. El vínculo de amistad con él es personal. Cada cual ha de recorrer su propio camino y afrontar su propia responsabilidad expresándole así su amor. Su presencia está asegurada. El discípulo se va realizando con su seguimiento en la espera de la etapa definitiva junto al Padre, que verá la culminación del proyecto de Dios en la creación terminada.

Jn 21,22b

 <<Tú sígueme a mí>>.

Jesús repite con mayor énfasis su invitación anterior (20,19). No admite que se le pueda seguir a través de un intermediario, aunque sea el discípulo modelo, el más cercano a él. Pedro dudaba del amor de Jesús, que lo quiere consigo, inmediato a él, como lo estaba el otro discípulo en la Cena (13,23). Debe responder a la cercanía e intimidad que Jesús le ofrece y responde a ella siguiéndolo: Jesús es el único camino hacia el Padre (14,6). Cada discípulo está unido directamente a él, es objeto de su amor y recibe de Jesús el Espíritu que identifica con él e impulsa a seguirlo. Seguir a otro discípulo acabaría en el fracaso; todo intermediario impediría la comunicación íntima que Jesús establece con los suyos (10,14s; 14,21). Sólo él conoce a cada uno por su nombre (10,3), penetra en su interior (2,25) y puede comunicarle la fuerza de su amor. No se puede tener otro guía, ni siquiera el más cercano a Jesús.

Los discípulos coinciden todos en la dirección del seguimiento, detrás de Jesús, el único modelo, para llegar a la entrega total. En la tarea común, que cumple la misión encomendada, trabajando en favor del hombre (9,4), cada uno va expresando su propia respuesta.

La escena caracteriza la vida del discípulo como un compromiso con Jesús (seguir) que nace de la vinculación a él (a mí) y que se ejerce en la libertad ( ¿a ti qué te importa?). Jesús afirma de nuevo ser el centro de la comunidad. Los vínculos entre los suyos, que la forman, son los del amor y la entrega mutua.

En la escena anterior (21,15-19a) Pedro había aceptado a Jesús como Señor: el que demuestra su amor a los suyos levantándolos a su nivel (21,17a; 13,5 Lects.). Ahora ha de aceptarlo también como único Maestro: el que enseña y capacita a cada uno a amar como él ha amado (13,14s).

Jesús ha respondido a <<Pedro>>; la mención del sobrenombre sólo deja el episodio abierto al futuro: la respuesta a la invitación de Jesús la dará la historia personal del discípulo.

Jn 21,22a

 Le respondió Jesús: <<Y si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti que te importa?>>.

Jesús no contesta a la pregunta. Afirma en primer lugar que el porvenir del otro discípulo depende de él y que no es cosa que interese a Pedro; ya ha anunciado a éste la clase de muerte que va a coronar su seguimiento (21,19). Le contrapone la hipótesis de que el otro discípulo no muera, solamente para subrayar la independencia de la ruta de cada uno. Lo que importa es seguirlo fielmente entregándose a los demás. Aun en el caso de que el otro discípulo no hubiese de morir, para Pedro el único itinerario es el que Jesús le ha marcado: manifestar la gloria de Dios dejando que le arrebaten la vida por amor a las ovejas.

Jesús ve el futuro de su comunidad como el período en que acaece su venida. La expresión mientras sigo viniendo enlaza las venidas futuras con las que han tenido lugar a partir de la primera, cuando constituyó la nueva comunidad (20,19: llegó Jesús haciéndose presente en el centro), dándole la misión y el Espíritu (20,21.22). La segunda representaba el modo habitual como Jesús se hace presente en su comunidad reunida (20,26: llegó / llega Jesús); la tercera era el paradigma de sus llegadas futuras en la eucaristía (21,13), momento privilegiado que corona su presencia continua en la misión (21,4). Misión y eucaristía constituirán la vida de la comunidad en medio del mundo, tejiendo la historia del amor que responde a su amor (1,16). Esta situación se prolongará en el tiempo hasta un momento que Jesús no precisa. Es la etapa en que irá realizándose el reino de Dios, terminándose la obra creadora en la humanidad; es el día último, el primero y el octavo, el de la plenitud que se va extendiendo, hasta que se realice el proyecto divino en todos aquellos que en épocas sucesivas respondan al mensaje de la vida. La primera venida de Jesús para cada individuo le da su capacidad de desarrollo (1,12: los hizo capaces de hacerse hijos de Dios), y él vive con los suyos (14,23). Pero llegará un momento en que terminará el ciclo de la creación. Entonces, cuando la muerte quede vencida en todos para siempre (19,41b Lect.), tendrá realidad plena la creación terminada. Esta humanidad acabada será la que, según la imagen utilizada por Jesús (20,17), subirá con él para quedarse con el Padre, constituyendo el reino definitivo. Será la etapa final, la total realización del designio de Dios creador.

Jn 21,21

 Pedro, entonces, al verlo, le preguntó a Jesús: <<Señor, y éste, ¿qué?>>.

Ver al otro discípulo provoca en Pedro (entonces) una reacción. Está seguro de la fidelidad de este discípulo, que nunca ha abandonado a Jesús; pero, después de su seguimiento fracasado en el atrio del sumo sacerdote (18,15-19), no lo está de la suya propia. Había ya llegado al sepulcro siguiendo a este discípulo (20,6); ahora que, finalmente, Jesús lo ha invitado a seguirlo y le ha anunciado como meta una muerte como la suya, piensa hacerlo con mayor seguridad yendo detrás de aquel que lo acompañó hasta la cruz (19,26s). Por eso pregunta por la ruta del otro; imitándolo a él evitará toda desviación.

Jn 21,20

 Al volverse, Pedro vio al discípulo a quien quería Jesús, que iba siguiendo, el mismo que en la Cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: <<Señor, ¿quién es el que te va a entregar?>>.

El gesto de Pedro, que cambia la dirección de su marcha, expresa su decisión de seguir a Jesús; es su respuesta a la invitación que ha recibido (21,19). Al comenzar ve al discípulo a quien Jesús quería, el que nunca ha dejado de seguirlo (cf. 1,38; 18,15 Lect.), que continúa su seguimiento.

En esta escena, Jn caracteriza a este discípulo recordando el episodio de la Cena, donde su intimidad con Jesús, expresada por su gesto (se había apoyado en su pecho), lo hizo el único confidente de la identidad del traidor (13,25s). Con estos datos da Jn la clave para interpretar la escena: marca la diferencia entre este discípulo y Pedro en la cercanía a Jesús y la confianza con él; por otra parte, recuerda al traidor (cf. 6,71 Lect.) en el momento en que Pedro acaba de rectificar renunciando a la postura que lo había llevado a negar a Jesús. Pedro ha estado en peligro de perderse, pero no ha rechazado hasta el final el amor de Jesús, y éste lo ha rescatado.

Son dos los que ahora siguen a Jesús: el que nunca había dejado de seguirlo y Pedro, el que ahora comienza. Aquel discípulo no pronunciará palabra; será Pedro el que plantee una cuestión; el uso del sobrenombre solo indica que su actitud no es aún la que Jesús espera, como aparecerá a continuación.

Jn 21,19b

 Y dicho esto, añadió: <<Sígueme>>.

La invitación de Jesús a Pedro está estrechamente ligada a su predicción anterior (dicho esto), que ha expuesto el desenlace del seguimiento, y a la explicación de la misma (Esto lo dijo), que le ha dado su sentido (manifestar la gloria de Dios). Ahora que Pedro sabe el final del camino, Jesús lo invita por primera vez a comenzarlo (cf. 13,36: Adonde me marcho no eres capaz de seguirme ahora, pero me seguirás finalmente).

Esta invitación que hace Jesús a Pedro al final del evangelio es la misma que hizo a Felipe antes de comenzar su actividad. Los dos primeros discípulos, preparados por Juan Bautista, siguieron espontáneamente a Jesús (1,37). Felipe lo siguió respondiendo a su llamada (1,43). Pedro, en cambio, aún no lo había seguido. Intentó hacerlo, pero se detuvo por miedo (18,15ss). La profesión de fe que hizo en Cafarnaún en nombre del grupo (6,68s) no se había traducido en la práctica. Sólo ahora que sabe y acepta la meta de su seguimiento podrá seguir a Jesús.

Una vez que, renunciando a su Mesías imaginario, se ha vinculado a Jesús, ha aprendido de nuevo su mensaje bajo la figura del pastoreo y ha deshecho sus negaciones con su triple profesión de amistad, tiene que recomenzar su discipulado y seguir los pasos de Jesús en su vida y en su muerte. Dejada aparte su obstinación, que le impedía comprender a Jesús, tiene que volver al principio, adonde estaba Felipe, e ir aprendiendo de nuevo toda la vida de Jesús hasta llegar a la cruz, como él. Jesús lo invita al seguimiento del que es símbolo la eucaristía: asimilarse a su vida y muerte.

Jn 21,19a

 <<Esto lo dijo indicando con qué clase de muerte iba a manifestar la gloria de Dios>>.

Esta frase está en paralelo con la que se dijo de Jesús: Esto lo decía indicando con qué clase de muerte iba a morir (12,33; cf. 18,32). La gloria de Dios se manifiesta como lo hizo Jesús, dando la vida por los demás: en el don total del hombre resplandece el amor de Dios. Ocupar un puesto al lado de Jesús en la cruz es el término del camino de todo discípulo, allí culmina su entrega (19,18). Jesús ha mostrado a Pedro adónde va a conducirlo su adhesión a él; pero es muerte no es una derrota, como no lo ha sido la suya. En la manifestación de Dios brilla la vida. La muerte de Pedro será su resurrección.

Jn 21,18

 <<Sí, te lo aseguro: Cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás los brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde no quieres>>.

Jesús, que ha exhortado a Pedro a demostrarse su amistad entregándose al servicio del hombre, dispuesto a dar incluso su vida, le predice ahora qué va a significar en concreto su aceptación: dará la vida en la cruz, como él la ha dado. Pedro llegará a morir con Jesús como los dos que fueron crucificados con él (19,18.32). Así se asociará hasta el final a la misión del pastor.

<<Extender los brazos>> se refiere probablemente a la costumbre de que los que iban a ser crucificados llevasen sobre los hombros el travesaño de la cruz; el cinturón sería la cuerda atada a la cintura con que eran conducidos. 

Jesús caracteriza al Pedro de pasado (Cuando eras joven) como al que actuaba a su arbitrio, sin ir guiado por un objetivo (ibas adonde querías). Le anuncia, sin embargo, un hecho futuro (cuando llegues a viejo) que condiciona su presente (adonde no quieres). Pedro no puede obrar ya sin orientación; tiene que aceptar desde ahora la suerte que le espera en el seguimiento de Jesús y obrar coherentemente, aunque le cueste (adonde no quieres). Si la cruz, el suplicio infamante, va a ser el desenlace de su vida, ya desde ahora debe renunciar a todo afán de ser protagonista. Y ha de orientar su vida hacia un servicio que pueda culminar, como el de Jesús, en la suprema manifestación de su amor por el hombre.

Jn 21,17c

 Le dijo: <<Apacienta mis ovejas>>.

La invitación de Jesús, al tomar un término de cada una de las dos anteriores (21,15: apacienta; 21,16: mis ovejas), las sintetiza. Pide a Pedro que considere misión suya hacer que los hombres encuentren la vida y que, para eso, esté dispuesto a entregarse hasta el final.

Este pasaje explica, al mismo tiempo que el caso de Pedro, el contenido de la misión que Jesús confiere a los suyos y para la cual les comunica el Espíritu (20,19-23). Expone el significado de la frase: Igual que el Padre me ha enviado a mí, os mando yo también a vosotros (20,21). 

Jn 21,17b

 Pedro se puso triste porque la tercera vez le había preguntado: <<¿Me quieres?>>, y le respondió: <<Señor, tú lo sabes todo, tú conoces que te quiero>>.

La pregunta de Jesús, que parece mostrar desconfianza hacia sus afirmaciones anteriores, entristece a Pedro, haciéndole recordar su obstinación. El evangelista la indica con el uso del sobrenombre; después de la introducción inicial (21,15a), es la única vez que aparece en la perícopa el nombre de Pedro, indicando ser el momento decisivo para éste (cf. 21,7, también en el centro del episodio). La pregunta ha resumido toda su historia de oposición al designio de Jesús. Cuando Jn describió las negaciones no señaló reacción alguna de Pedro al canto del gallo (18,27) predicho en la cena (13,38); es ahora cuando por fin se da cuenta cabal de lo que había hecho. De ahí su tristeza.

Al repetir el evangelista la pregunta de Jesús: ¿me quieres?, muestra su importancia. Hay adhesiones que no son las que él pide; Pedro se la había mostrado como a líder; pero esto no respondía a lo que es Jesús ni a su programa. Era la adhesión del que renuncia a su libertad para ponerse a las órdenes de un jefe. La que pide Jesús es la que da libertad, por fundarse no en la subordinación, sino en la amistad.

La frase con que Pedro se remite a Jesús: tú lo sabes todo, es otra rectificación. Como se ha dicho (21,15c Lect.), en la Cena había pretendido conocerse mejor que Jesús mismo (13,37s). Ahora comprende que Jesús no necesita declaraciones, pues conoce lo que hay dentro del hombre (2,25). Los discípulos habían ya reconocido una vez que Jesús lo sabía todo (16,30) y en la ciencia de Jesús fundaban su fe en su origen divino. Pero aquellas palabras provocaron el comentario escéptico de Jesús; anunció que iban a dejarlo solo (16,32), porque aquella fe no incluía la aceptación de su muerte. El caso extremo ha sido el de Pedro. Ve que no puede tener secretos para Jesús y que éste conoce perfectamente la calidad de su adhesión.

Jn 21,17a

 La tercera vez le preguntó: <<Simón de Juan, ¿me quieres?>>.

La expresión La tercera vez, que se repite inmediatamente después para subrayar su importancia, pone en estrecha relación esta pregunta de Jesús con su predicción de la triple negación de Pedro (13,38: me habrás negado tres veces; cf. 18,15-18.25-27). Con la triple pregunta, Jesús está llevando a Pedro a una rectificación total.

Sin embargo, la tercera no es idéntica a las anteriores, como lo indica su misma introducción: La tercera vez le preguntó; se omite además la indicación de nuevo, que ponía la segunda pregunta en paralelo con la primera. La tercera pregunta no es una más en la serie; no dice, en efecto, <<por tercera vez>>, de modo indeterminado (21,16: por segunda vez), sino determinado, destacándola de las otras dos. Con ella, Jesús va a llegar a la raíz de la actitud que causó la defección de Pedro.

Al preguntarle Jesús si lo amaba, Pedro había profesado dos veces su cariño a Jesús como amigo (21,15.16: tú sabes que te quiero); Jesús cambia ahora el verbo <<amar>>, que había utilizado antes, por el verbo usado por Pedro mismo: ¿me quieres? Con ello lo hace fijarse en lo que ha dicho y le pregunta si está seguro de lo que afirma. No omite tampoco en esta ocasión llamarlo Simón de Juan, apelativo que sigue recordando su antigua postura.

Pedro ha afirmado dos veces ser amigo de Jesús, que había dicho: Vosotros sois amigos míos si hacéis lo que os mando (15,14), amar como él hasta dar la vida por los amigos (15,12s). Con su pregunta hace Jesús recapacitar a Pedro; <<ser amigo>> significa renunciar para siempre al ideal mesiánico que se había forjado, el de un Mesías poderoso, apoyado en el poder y la fuerza (18,10); a una relación de inferior a superior (13,6-8); a un trabajo de siervos o asalariados al servicio de un señor (15,15). Jesús no pretende ser servido como señor; con él y como él, el servicio ha de prestarse a todos (13,14). El camino de Jesús no ha sido el de la grandeza humana (19,2-3 Lect.), sino el de la cruz, porque la única grandeza es la del amor dispuesto a darse hasta el final (19,21b Lect.). Pedro ha de tener esto presente para responder a Jesús por tercera vez, que será la definitiva, como lo fue su tercera negación. Fue su obstinación en no aceptar este tipo de mesianismo la que lo llevó hasta renegar de Jesús.

Jn 21,16b

 Le respondió: <<Señor, sí; tú sabes que te quiero>>. Le dijo: <<Pastorea mis ovejas>>.

La respuesta de Pedro es la misma, afirmando su vinculación a Jesús como amigo y remitiéndose a su saber. El encargo que Jesús le da difiere del anterior en sus dos palabras principales: en vez de <<corderos>>, menciona <<ovejas>>, en lugar de <<apacentar>>, <<pastorear>>. Esta frase recoge varios temas anteriores. En primer lugar, recuerda el expresado en 10,11: Yo soy el modelo de pastor. El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas. Jesús está indicando a Pedro la necesidad de seguir sus pasos, de estar dispuesto a dar la vida por los hombres: Quien entra por la puerta es pastor de las ovejas (10,2). Pedro ha de entrar, siguiendo a Jesús, para sacar a las ovejas del recinto donde son explotadas y sacrificadas (10,3-4). El dicho hace alusión directa a la negación de Pedro, pues éste negó a Jesús precisamente por miedo a seguirlo arriesgando su vida cuando él iba a darla (18,17 Lect.). Pide Jesús a Pedro que le demuestre su amor siguiendo el camino que no se atrevió a seguir en aquella ocasión; que se confiese discípulo, en vez de negarlo.

La comunidad de Jesús continúa su obra y su presencia en el mundo. A ella ha hecho él participar de todo lo suyo: serán hijos de Dios (1,12), estando donde está él (17,24), sus amigos (15,15) y hermanos (20,17), los consagrados (17,17; cf. 10,36), los portadores de la gloria de Jesús y del Padre (17,10.22), los que proclaman su mismo mensaje (17,20) y producen su fruto (15,16). También los asocia a su oficio de pastor, que tiene como característica entregarse por las ovejas (10,11).

Se ve aquí que las dos metáforas que usa Jesús en este pasaje: <<apacentar>>, <<pastorear>> describen de nuevo lo ya expresado valiéndose de otras imágenes; en particular con la de <<comer su carne y beber su sangre>>, en cuanto el discípulo, al recibir el don de Jesús, toma por norma su vida y muerte, expresión de su amor hasta el extremo (13,1). Jesús exhorta de nuevo a Pedro a traducir en su vida el compromiso de la eucaristía en que acaba de participar (21,13).

Como la imagen del pastor (10,2-3 Lect.), también el verbo <<pastorear>> se usaba en el sentido de <<gobernar>> (cf. Sal 78,70s: <<Escogió a David, su siervo, lo sacó de los apriscos del rebaño; de andar tras las ovejas, lo llevó a pastorear a su pueblo>>). Pero Jesús ha cambiado el significado del pastoreo, como el del señorío y la realeza. Ser Pastor, Señor, Rey, significan para él una sola cosa: entregarse por amor. Ha eliminado de aquellos títulos todo rasgo de superioridad o dominio. Así lo recalcará en la tercera pregunta a Pedro.

Las ovejas de Jesús han de ser reunidas (cf. 11,52). Él tiene ovejas que no están en el recinto de Israel, es decir, que pertenecen a otros pueblos. También esos hombres aceptarán su mensaje y habrán de formar un solo rebaño con los de origen judío (10,16). Esa labor de reunión toca a sus discípulos, y eso significa la pesca. Las ovejas de Jesús no son sólo, por tanto, los miembros de la comunidad, sino todo hombre dispuesto a responder a su mensaje, aunque no lo conozca todavía. El pastoreo que ejercen los suyos no concierne las relaciones intracomunitarias, donde todos tienen el mismo vínculo con Jesús y es él el centro de quien todos directamente reciben vida (6,54-57; 7,37-39; 10,10; 14,23; 15,4.5-9); se refiere a la misión que ofrece la vida a los que escuchan la voz de Jesús. Los que responden a su llamada lo siguen fuera de la institución opresora (10,4-5). Los discípulos tendrán que hacer resonar esa voz para que otras ovejas puedan formar parte de la nueva comunidad.

Para la misión, Jesús es el modelo de pastor (10,11), porque él se entrega por las ovejas; para la comunidad formada es el único pastor (10,16), por ser su centro (20,19.26), de donde irradia el amor y la vida (17,24; cf. 1,14.16).

Jn 21,16a

 Le preguntó de nuevo, por segunda vez: <<Simón de Juan, ¿me amas?>>.

Al repetir el apelativo: Simón de Juan, recuerda de nuevo Jesús a Pedro la actitud que lo llevó a negarlo. Su pregunta es ahora más breve y, por ello, más incisiva. No compara ya adhesiones, va más a fondo; le pregunta si realmente está identificado con él, si de verdad lo toma por modelo, renunciando a todo otro ideal o prototipo de Mesías que se hubiera forjado.

Jn 21,15e

 Le dijo: <<Apacienta mis corderos>>.

Ante la declaración de amistad de Pedro, Jesús le pide una muestra de ella, que no puede consistir más que en su entrega a los demás. 

La pesca representaba la misión en cuanto movimiento hacia dentro, la recogida del fruto (4,36), la integración de otros en la comunidad. Ahora Jesús emplea otra imagen, la del pastoreo, que la representa como movimiento hacia fuera, la entrega del discípulo. <<Apacentar>> significa procurar alimento; ahora bien, la comunidad lo procura compartiendo el suyo propio y dándose a sí misma en el don, como Jesús había mostrado en el episodio de los panes (6,11), recordado en el episodio anterior (21,9.13). Los discípulos, como Jesús, han de dar el doble alimento: el pan que se acaba y el que dura dando vida definitiva, es decir, en su don han de darse ellos mismos (cf. 6,27); así, en su amor, se hará presente el de Jesús y el del Padre, comunicando la vida.

Los términos usados en este pasaje: corderos, ovejas, lo ponen en relación con 10,1ss. La condición para encontrar pasto es <<entrar por la puerta>>, que es Jesús (10,9), es decir, seguir su modo de actuar prestando servicio hasta la muerte. Procurar pasto o alimento es comunicar vida, y esto solamente puede hacerse estando dispuesto a darlo todo (12,24). Llevar a pastar significa colaborar con Jesús en esta labor de dar vida, pues los corderos son suyos, y sólo puede hacerse en unión con Jesús, que es la vida (14,6) y el dador de vida (10,10). Es Jesús mismo la vida que hay que comunicar, secundando el dinamismo de su Espíritu, que lleva a la entrega personal.

En sus tres exhortaciones (vv. 15-17) usa Jesús dos términos figurados para designar a los destinatarios de la misión: corderos y ovejas, ambos sin connotación de género. Indican, en el rebaño, a los pequeños y a los grandes y, con esta oposición, se engloba la totalidad del rebaño. Traduciendo a términos personales, indican que la misión se dirige a toda clase de hombres, sin discriminación basada en su importancia.

En primer lugar, sin embargo, utiliza Jesús el término que designa a los pequeños, contraponiéndolo a la pretensión de Pedro de ser el primero. La prueba de su amor será ponerse al servicio de los más humildes.

Esta primera exhortación de Jesús se opone directamente a la actitud de Pedro en el lavado de los pies, cuando consideraba indigno de Jesús ponerse al servicio de sus <<inferiores>>. Jesús destruyó en aquella ocasión toda idea de superioridad y precedencia, creando una comunidad de iguales, en las que él mismo, aun siendo su centro, se pone al nivel de amigo (15,13-15). Pedro ha de aceptar esta lección y obrar en consecuencia.

Jn 21,15d

 Le respondió: <<Señor, sí; tú sabes que te quiero>>.

La respuesta de Pedro es afirmativa, pero la matiza evitando toda comparación, que, dado su historial, resultaría en disfavor suyo. Con el verbo que emplea, diverso del que ha usado Jesús, profesa su cariño de amigo.

Pedro empieza a comprender; Jesús es el centro, pero sin ser líder; no es el superior que se impone (13,5.14), sino la fuente de vida y amor que se comunica (15,4); no es el señor que domina, sino el amigo de los suyos (15,15).

Pedro ni siquiera afirma simplemente su amistad con Jesús, se remite al conocimiento que Jesús tiene (tú sabes); él puede juzgar la veracidad de su afirmación. En la Cena pensaba Pedro que su juicio valía más que el de Jesús y que éste no lo conocía bastante para poder apreciar sus capacidades (13,37: ¿por qué razón no soy capaz de seguirte ahora?). Su obstinación ha cedido, reconoce que  no hay fundamento para su pretensión de singularidad.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...