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domingo, 5 de febrero de 2023

Jn 12,14-15

 Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba escrito: <<No temas, ciudad de Sión, mira a tu rey que llega montado en un borrico>>.

El gesto de Jesús, montarse en un borriquillo, muestra su reacción a la aclamación que ha precedido. El autor lo interpreta aludiendo a temas expuestos por los profetas y utilizando sus textos. 

El primero es de Sof 3,16, cambiando el nombre de Sión por su equivalente ciudad de Sión. Crea así una personificación femenina que facilita el símbolo de Mesías-Esposo (cf. 1,27.30; 3,29), aparente en el texto de Sofonías 3,17: <<el Señor tu Dios goza y se alegra contigo, renovando su amor>>. La profecía tiene al mismo tiempo un carácter universalista que hace de Jerusalén la capital del mundo, desbordando las fronteras de Israel: <<Entonces purificaré los labios de los pueblos para que invoquen todos el nombre del Señor y lo sirvan de común acuerdo>> (Sof 3,9). La frase no temas, que sustituye a la de Zac 9,9: Alégrate, ciudad de Sión, se dirige a la ciudad, no ya como capital gloriosa, sino como capital de un pueblo pobre y humilde, un resto de Israel que acogerá al Señor (Sof 3,13.18s). El Mesías viene a liberar a los oprimidos del temor. No es un guerrero que salve con la fuerza ni causando muerte, él dará libertad y vida.

En la profecía de Zac 9,9: <<Mira a tu rey que llega, justo, victorioso, humilde, cabalgando un asno, una cría de borrica>>, suprime Jn las características que se atribuyen al rey que llega (justo, victorioso, humilde), para dejar solamente el rasgo que corresponde al gesto de Jesús: montado en un borrico. El texto de Zac era interpretado mesiánicamente e indicaba lo no violencia del Mesías después de su triunfo (Zac 9,10: Destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; destruirá los arcos de guerra y dictará paz a las naciones>>). Al tomar el borrico por montura quiere desmentir Jesús toda pretensión de violencia y de realeza mundana que la multitud pudiera esperar de él. La cabalgadura de los reyes de Israel era la mula, no el asno (1 Re 1,33.38.44).

Estos textos proféticos tienen puntos comunes. En primer lugar, la promesa de liberación (Sof 3,15ss; Zac 9,9ss). Luego, el tema de la reunión de los dispersos (Sof 3,19s; Zac 9,12). Zacarías, por su parte, añade la idea de la universalidad del reino (9,10) y el carácter pacífico del reinado (9,9s).

El texto de Miq 4,6-8 está muy cercano de los anteriores: expone el tema de la realeza del Señor <<aquel día>> (4,7b), menciona la capital Jerusalén (4,8 [LXX]: thugatêr Siôn, y la reunión de los inválidos y dispersos (4,6-8); expresa la misma idea del rebajo que Sof 3,19.

viernes, 6 de enero de 2023

Jn 11,14-15

 Entonces Jesús les dijo abiertamente: <<Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que lleguéis a creer. Ea, vamos a verlo>>.

Ante la incomprensión de los discípulos, Jesús les aclara el sentido de sus palabras: Lázaro ha muerto. Paradójicamente, une la noticia de la muerte con una manifestación de alegría: me alegro por vosotros. Muestra así que la muerte no es definitiva, como lo había hecho ver con la metáfora del sueño; la paradoja muerte-alegría anuncia la victoria de la vida; ante esta evidencia, los discípulos llegan a creer.

Es significativo que Jn, después de haber afirmado en el episodio de Caná (2,11) que los discípulos dieron su adhesión a Jesús, insista ahora en que deben llegar a creer. De hecho, no habían alcanzado una fe plena; ésta será posible solamente después de la muerte de Jesús, cuando se haya hecho visible la plenitud de su amor al hombre y la victoria definitiva de la vida (cf. 16,30-32). La falta de fe es la que causa su temor. La resurrección de Lázaro, que anticipa la de Jesús, va a mostrarles el entero fundamento de la fe: percibirán todo el alcance del amor de Dios viendo que la vida supera la muerte.

Jesús habla de Lázaro como si estuviese vivo (Ea, vamos a verlo). No se propone ir a consolar a las hermanas, sino a encontrarse con Lázaro mismo.

domingo, 21 de agosto de 2022

Jn 10,14-15

 <<Yo soy el modelo de pastor; conozco a las mías y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre; por eso me entrego yo mismo por las ovejas>>.

Describe Jesús su relación con los suyos. Antes afirmaba un conocimiento personal de cada uno, a quien él llamaba por su nombre para sacarlo del recinto (10,4). Ahora declara que entre él y la comunidad como suma de individuos existe una relación personal de conocimiento profundo e íntimo. Por parte de la comunidad significa conocer a Jesús, que ha dado la vida por sus amigos y les ha comunicado el Espíritu, es decir, conocer su amor. Por eso la expresión conozco a las mías y las mías me conocen a mí indica la relación de amor entre Jesús y los suyos que crea la participación de su Espíritu (1,16).

Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu (1,32; 4,24). La misma realidad se describirá más adelante en términos de identificación entre los discípulos, Jesús y el Padre (14,20) o de unidad con Jesús y el Padre (17,21). La pertenencia a la comunidad de Jesús no es una afiliación externa, se basa en esa experiencia. En esto consiste precisamente la vida definitiva, en conocer personalmente al Padre y a su enviado Jesús Mesías (17,3 Lect.). Su conocimiento-amor a los suyos y al Padre lleva a Jesús a dar la vida por las ovejas.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Jn 3,14-15

 Lo mismo que, en el desierto, Moisés levantó en alto la serpiente, así tiene que ser levantado este Hombre, para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva.

La misión del Mesías consistirá en conferir al hombre el amor y la lealtad (1,17), la vida propia y peculiar del reino. Por ello, su triunfo es la cruz, demostración suprema del amor a que lleva el dinamismo del Espíritu. <<Subir al cielo para quedarse>> se identifica con ser levantado en alto, pues la cruz no será para Jesús un estado pasajero, sino el comienzo de la efusión de amor y vida que ha de durar para siempre (19,34; 20,25.27: el costado abierto). <<El cielo>> o esfera divina se sitúa en la cruz, donde el Padre está presente en Jesús y manifiesta su amor. De ahí que <<ser levantado>> signifique al mismo tiempo su muerte y su exaltación definitiva, la manifestación perenne de su gloria, que es la del padre (17,1).

Este hecho se explica con un episodio del éxodo, donde Moisés no aparece como el maestro de Israel, sino como aquel que, con su acción, crea un tipo del Mesías (5,46: de mí escribió él). El texto se refiere a Nm 21,9 cuando, ante la plaga de serpientes venenosas, fabrica Moisés, por indicación de Dios, una serpiente de bronce y la levanta en un poste. Quien era mordido, al mirar a la serpiente alzada quedaba curado, o, según la expresión hebrea, vivía. Sobre este antiguo episodio se construye un paralelo, que se desarrolla en una comparación (3,14: lo mismo ... así) de los hechos y de sus resultados. En el caso de Moisés, la vida que se obtenía era transitoria; aquí, definitiva.

La primera partícula (lo mismo) anuncia la semejanza de lo que ha de suceder con el hecho ya sucedido. De éste se menciona el agente, Moisés; se conoce el tiempo y el lugar, en el desierto. En el segundo miembro (así) no hay agente, tiempo, ni lugar definido; se expresa sólo una necesidad (tiene que) que ha de verificarse en un futuro no precisado. Sin embargo, el paralelismo es claro: a la serpiente del primer miembro corresponde <<el Hombre>> en el segundo; al <<levantar>> el <<ser levantado en alto>> (3,14) indica una señal visible, destinada a ser vista y mirada, la localización de una esfera salvadora. El Hombre levantado en alto será la presencia salvadora de Dios, el punto de confluencia de todos los que miran, el lugar de donde mana la vida divina.

Se explica así como se nace de arriba (3,3.7). Esa localización (arriba) está determinada por la imagen de la serpiente alzada que liberó de la muerte. También el Hombre tiene que ser levantado, y todo el que se adhiera a él en esa situación suya, aceptando su amor y el don de su amor, obtendrá vida definitiva, es decir, nacerá de arriba, recibiendo el Espíritu que brota de su costado (19,34).

Este signo, del que brota la vida, es la expresión del amor de Dios a la humanidad (3,16), y está alzado de modo que el mundo entero pueda verlo. Toma el puesto de la Ley, que falsamente prometía vida (cf. 1,17).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...