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miércoles, 16 de agosto de 2023

Jn 20,20a

 <<Y dicho esto les mostró las manos y el costado>>.

Jesús muestra a los discípulos los signos de su amor y su victoria. Equivale este gesto a las palabras que les dirigió cuando lo abandonaron: Soy yo, no tengáis miedo (6,20). Jesús se les da a conocer como el que les demuestra su amor hasta la muerte; tal era su identidad en aquella ocasión y sigue siéndola (13,1: él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor hasta el extremo). Por ellos ha entregado su vida y la ha recobrado (10,18).

El que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Les asegura así que las palabras de paz que les ha dirigido son verdaderas. Si tenían miedo a la muerte que podían infligirles <<los Judíos>>, ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él les comunica. La mención del costado prepara el don del Espíritu (20,22), simbolizado por el agua que salió de él (19,34).

Al mostrarles las señales de su muerte, se les manifiesta Jesús como el Cordero de Dios, el de la Pascua nueva y definitiva, que ha sido inmolado y cuya sangre, en esta noche de su éxodo, los librará definitivamente de la muerte (Éx 12,12: <<Esa noche atravesaré todo el territorio egipcio ... La sangre será vuestra contraseña en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora>>).

Es el Cordero preparado para ser comido esta noche (Éx 12,8: <<Esa noche comeréis la carne>>); la carne y la sangre de Jesús han quedado preparadas en la cruz, para que los suyos puedan asimilarse a él.

La permanencia de las señales en las manos y el costado indica la permanencia de su amor; se perpetúa la escena de la cruz; Jesús será para siempre el Mesías-rey crucificado, del que brotan la sangre y el agua.

Lo que el discípulo describió en el Calvario como un signo a la vista del mundo entero, el Hombre levantado en alto del que fluía la vida, se propone aquí ahora como experiencia de Jesús en el ámbito de la comunidad.

Es curioso que el evangelista menciona las manos, de las que nada había dicho en las escenas de la crucifixión. En el decurso del evangelio se ha afirmado que el Padre lo ha puesto todo en las manos de Jesús (3,35; 13,3) y que nadie podría arrebatar a las ovejas de su mano, como tampoco de la del padre (10,28s). Éstas son las manos que dan seguridad a los discípulos, las que representan la potencia de Jesús que los defiende; las manos libres, signo de su victoria y de su actividad; las que tienen plena disposición de todo, porque todo lo ha puesto el Padre en ellas. El costado, que había sido traspasado por la lanza, es la muestra de su amor sin límite; son sus manos las que han de llevar a cabo la obra de ese amor.

domingo, 21 de mayo de 2023

Jn 15,20a

 <<Acordaos del dicho que yo mismo os cite: ´No es un siervo más que su señor´. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán>>.

Jesús repite la primera parte del proverbio que había citado con ocasión del lavado de los pies (13,16). Allí lo utilizó para inculcarles que amor significa servicio mutuo, a ejemplo suyo. Ahora, para mostrarles las consecuencias inevitables de ese proceder: suscitará la persecución, por ser la negación y denuncia del sistema.

Aparece por segunda vez el verbo <<perseguir>>. En 5,16 comenzaba la persecución a Jesús, cuyo motivo era su actividad liberadora frente a la Ley, instrumento de opresión en manos de los dirigentes (5,16 Lect.). Ahora anuncia Jesús a los suyos que ellos correrán su misma suerte. Las causas de la persecución han de ser las mismas: sus discípulos continuarán aquella actividad.

sábado, 6 de agosto de 2022

Jn 8,20a

 Estas palabras las dijo enseñando en el Tesoro, en el templo.

Última mención de la enseñanza de Jesús, que termina la secuencia y que será recordada en el interrogatorio ante el sumo sacerdote (18,20). Es significativo que Jn yuxtaponga la mención de la sala del Tesoro a la discusión con los fariseos. Éstos eran grandes defensores de la institución, cuyo símbolo supremo era el templo, ya acusado por Jesús de ser un mercado (2,16). En el Tesoro o almacenes del templo se guardaban los frutos de la explotación del pueblo.

Jesús está en el templo, que es para él la zona de máximo peligro. El Hijo de Dios se encuentra menos seguro precisamente en la casa que debiera ser la de su Padre (cf. 2,16). El vocabulario es significativo. De las doce veces que aparece en Jn el verbo <<matar>> (apkteinô), seis veces (7,19.20.25; 8,22.37.40) se encuentra en esta sección, donde Jesús actúa en el templo. De las ocho veces que Jn usa <<prender>> (piazô), cuatro (7,30.32.44; 8,20) se encuentran en esta sección. Este vocabulario revela por sí mismo la gran tensión que dentro del recinto del templo opone, de una parte, a Jesús, por haber realizado una señal de vida obrando en conformidad con el Padre (7,21-23; cf. 5,17-21) y, por otra, a los dirigentes, que, por la misma razón, lo quieren matar. La oposición es, pues, entre la vida, Jesús, y la muerte, los dirigentes. Pero es significativo que el enfrentamiento tenga lugar en el templo, administrado por ellos.

Jesús había llegado a él clandestinamente (7,10), y saldrá de él, ante la amenaza de muerte, para volver a la clandestinidad (8,59). Jesús, el verdadero santuario de Dios (2,19-21), es incompatible con el templo del que su Padre ha sido desbancado para ser sustituido por el lucro. A esa incompatibilidad van a sacrificarlo a las autoridades, optando por la muerte de Jesús antes de poner en peligro el beneficio económico en que fundan su poder (11,48). Es significativo que, en este omento de máximo enfrentamiento, Jesús se presente hablando en el Tesoro, centro del templo, su verdadero santuario. En efecto, el dios del templo ya no es su Padre, sino el dinero, que ha ocupado su puesto (2,16). En el Tesoro se encontraba la Sala de los Sillares, donde se reunía el Consejo Supremo de Israel. Esta mención del Tesoro prepara la denuncia que sigue; su significado quedará patente en 8,41-47.


domingo, 5 de septiembre de 2021

Jn 3,20a

 Todo el que obra con bajeza, odia la luz.

Este principio general extiende el enunciado fuera de las fronteras de Israel y del tiempo de Jesús. La luz, resplandor de la vida, denuncia por comparación la bajeza de conducta que se opone a la vida. Ya en su sentido primario, la luz expone y denuncia la maldad oculta. Por eso existe una respuesta de odio al amor de Dios. La opción por la tiniebla no se hace por el valor que tenga en sí misma, sino por el odio a la luz y éste nace por miedo a ser desenmascarado. No se opta aquí imparcialmente entre términos equiparables; hay una repulsión a la vida en aquel que es cómplice de la muerte. Se odia la bondad de la luz. La maldad no puede soportar su vista y pretende sofocarla. Los agentes de injusticia y muerte no pueden soportar su denuncia (1,5; 11,53; 12,10; 19,15).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...