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jueves, 11 de agosto de 2022

Jn 8,31-59

 

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  • A los judíos que le han dado fe, Jesús los invita a practicar su mensaje; no le bastan adhesiones de principio (31); es posible dar crédito a Jesús sin sacar las consecuencias. La práctica del mensaje/amor, rompiendo con el orden injusto, les dará libertad (32), pues comunica el Espíritu/vida (3,34), dando la experiencia de la vida/verdad: en ella el hombre percibe a Dios como Padre y a sí mismo como hijo. Esta nueva relación hace libres. Así se constituye el verdadero discípulo.
  • La libertad que comunica Jesús sobrepasa la mera posibilidad de opción; sitúa al hombre en su verdadero rango: partícipe de la libertad del Padre; como él, es señor de sí mismo. Quien no tiene experiencia del Padre es esclavo, porque concibe a Dios como un Soberano que somete al hombre, legitimando con eso toda tiranía. Reacción indignada (33): orgullo de raza; basta pertenecer al linaje de Abrahán para ser libre. Respuesta (34): ese linaje no garantiza la libertad, pues no impide que cometan el pecado, dando su adhesión a un sistema esclavizador. Alusión a los dos hijos de Abrahán (35): Isaac, libre; Ismael, esclavo. En paralelo, Dios Padre y Jesús Hijo (36), que, siendo libre, puede dar la libertad a los que son esclavos, dándoles el Espíritu.
  • No basta la descendencia para ser hijo (37), hay que demostrarlo con el modo de obrar. Al quererlo matar a él se oponen al Padre, el Dios que ama al hombre (38). Insinúa que tienen otro padre que no es Abrahán ni tampoco Dios. Nueva reacción (39), afirmando su ascendencia. Respuesta (40): no tienen por padre a Abrahán, pues no se portan como él.
  • Al comprender que los acusa de idolatría (41: prostitución), se profesan fieles al único Dios. Tampoco son hijos de Dios, porque no quieren a Jesús (43), el Hijo que, como el Padre, da vida al hombre. Imposibilidad de comunicar, porque Jesús es la negación misma de todo su sistema. Su modo de proceder muestra de quién son hijos (44): quieren matar a Jesús, luego están imitando a su padre que es un homicida, el Enemigo (el diablo) (44), el mentiroso y homicida desde el principio (alusión a la serpiente, que causó la muerte con el engaño). La mentira, opuesta a la verdad propuesta por Jesús de parte del Padre. La verdad, la experiencia de la vida, que da la libertad; la mentira, la ideología que exige sumisión y reprime la vida. El sistema judío es la mentira y el crimen institucionalizados, y todo el que se identifica con un orden injusto se hace cómplice de su mentira y homicidio. El Enemigo nunca dirá la verdad.
  •  Encarnado en el Tesoro, el dios del templo, la acumulación explotadora, se opone al compartir, señal y vehículo del amor (6,11). Es por esencia la negación del amor creador. Los que ejercen la opresión no pueden creer la verdad del amor (45). Desafío de Jesús, que muestra su seguridad (46); en él no hay injusticia, porque no busca su propio interés; perfecta coherencia entre su mensaje y su conducta (7,18). A pesar de eso, no le creen. La razón última es que no proceden de Dios, les falta la experiencia de lo que Dios es, por eso no escuchan las exigencias de Dios, que toman el puesto de los mandamientos de Moisés (3,34) y formulan el dinamismo del Espíritu-amor (47).
  • Contraataque (48). Faltándoles argumentos, pasan al insulto: samaritano, raza bastarda y gente heterodoxa; excomulgan a Jesús; loco o endemoniado. Del primer insulto no se defiende, porque no lo considera tal; los samaritanos han aceptado el mensaje (4,4ss). Niega el segundo; él está destruyendo la imagen falsa de Dios, mostrando su verdadero rostro (honro a mi Padre), aunque no le importa el concepto que tengan de él mismo, pues no busca su prestigio personal (50). Les expone el fruto del amor al hombre, de las exigencias de Dios. A los que lo quieren matar quiere atraerlos a la vida. La actividad a favor del hombre (Quien cumpla mi mensaje) (51), a la que lleva el Espíritu, es fuente de vida, hasta el punto de excluir toda experiencia de muerte. Ésa no existe para el que sigue a Jesús. La muerte física no interrumpe la vida ni es una experiencia de destrucción. La vida que Jesús comunica no conoce fin (3,16; 4,34; 5,21).
  • No responden a la invitación, continúan oponiéndose a Jesús (52). Piensan haber encontrado la prueba final de su locura. Han muerto hasta los hombres más cercanos a Dios (Abrahán y los profetas; cf. Zac 1,5). Insisten en la idea de la muerte inevitable (53). Le preguntan de nuevo por su identidad; no piensan por un momento que sea el Mesías. Jesús no pretende arrogarse títulos (54); le basta el amor/gloria del Padre que resplandece en él. Conocer a Dios (55) significa practicar la justicia y el derecho (Jr 22,15b-17; Os 4, 1-2); nunca lo han practicado. Jesús sabe que Dios es el Padre cuyo designio es comunicar vida al hombre. Se distancia de nuevo de los israelitas (Abrahán, vuestro padre) (56); no quiere particularismos; no reconoce más Padre que Dios. Se pensaba que, cuando Dios hizo la alianza con Abrahán, le había revelado el lejano futuro, que podía incluir los días del Mesías. Jesús es superior a Abrahán por ser el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo.
  • Abrahán se alegró al ver este futuro; ellos se enfurecen con Jesús: no son hijos de Abrahán. No entienden la alusión mesiánica y responden con el sarcasmo (57). A los cincuenta años terminaba la vida activa. Cambian la perspectiva: no preguntan si Abrahán vio el día de Jesús/el Mesías, sino si Jesús ha visto a Abrahán. Declaración solemne (58). No se detiene en la cuestión que ellos proponen, su afirmación es más genérica y también toma pie de las opiniones del tiempo sobre el Mesías. Se afirmaba que, desde antes de la creación, Dios había concebido el proyecto de Israel, la Ley y el Mesías (cf. Sal 72,17). Jesús, el Mesías, fue siempre un determinante de la historia, pues en él había de brillar la gloria/amor de Dios (17,1) y realizarse su proyecto (1,14).
  • No pueden tolerar que se haga superior a Abrahán (59). Los que buscaban su muerte (7,1) se aprestan a ejecutarla (cf. Éx 17, 1-7): son hijos legítimos del asesino (8,44). Jesús vuelve a la clandestinidad (cf. 7,10.14). La gloria de Dios se aleja del templo, dejándolo vacío (Ez 10,18).
  • SíntesisLa experiencia de Dios como Padre, obtenida por la práctica del amor fiel, inaugura un nuevo sistema de relaciones. Ella descubre al hombre la verdad de Dios, el Padre que por amor le comunica incesantemente su propia vida; la verdad sobre sí mismo y los demás hombres, objeto del amor incondicional de Dios y llamados a ser hijos suyos, alcanzando una plenitud igual a la de Jesús. Quien no tiene experiencia de Dios como Padre, lo concibe como un Dios de poder que somete al hombre.
  • El sistema opresor tiene como dios el poder del dinero. Se encarna en un círculo de poder y se justifica mediante una ideología (la mentira, la tiniebla) que propone sus principios: la inviolabilidad del poder y la necesidad de la correlativa sumisión. Su acción es la opresión y la muerte para el hombre. Quien acepta esa ideología (el pecado) se hace esclavo.

Jn 8,59

 Cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se ocultó saliendo del templo.

No pueden tolerar aquella afirmación de Jesús, que se hace superior a Abrahán. Los que buscaban su muerte se aprestan a ejecutarla. Muestran ser hijos legítimos del asesino (8,44). Es un paroxismo de furia el que los lleva a intentar apedrearlo. Pero Jesús se escondió y salió del templo. No deja que la descarguen sobre él.

Jesús se oculta. Esta frase hace inclusión con 7.10.14: la subida a Jerusalén, no manifiesta sino clandestinamente, para presentarse en el templo. Jesús vuelve ahora a la clandestinidad dejando el templo. Allí la gloria de Dios se ha manifestado en él, no con gestos de poder para ganar publicidad, como le proponía su gente (7,4), sino con una oferta de salvación, expresión del amor de Dios. Al salir Jesús del templo es la misma gloria de Dios la que se aleja de él, dejándolo vacío (cf. Ez 10,18).

La denuncia del templo hecha por Jesús al principio de su actividad (2,132ss) no había tenido eco. Entonces, con un gesto clamoroso y simbólico, había echado a todos del templo. Ahora Jesús, el Hijo, sale de allí ante el peligro de muerte que lo amenaza. Decididamente ya no es la casa del Padre; el asesino y embustero ha ocupado su puesto.

Podría aludir esta escena a lo sucedido con Moisés en el desierto (Éx 17,1-7). Los israelitas, por la falta de agua en el desierto, <<se habían careado con el Señor y lo habían tentado preguntando: ¿Está o no está en medio de nosotros el Señor?>>. E intentaron apedrear a Moisés. Los dirigentes judíos intentan apedrear a Jesús, que ha ofrecido el agua viva (7,37-39), y en el templo, de pie (cf. Éx 17,6), es la manifestación de la presencia de Dios en medio de ellos (cf. 1,27).

SÍNTESIS

Con la capacidad de darse a los demás, el Espíritu da la experiencia de Dios como Padre y constituye el verdadero discípulo. De hecho, la adhesión a Jesús por la que se recibe el Espíritu pone el bien del hombre por encima de toda institución humana y determina dedicarse a él sin reservas, rompiendo con los sistemas opresores. La experiencia del Padre da al hombre la libertad de hijo, que lo capacita para realizar en sí mismo el proyecto creador.

Quien no tiene esa experiencia del amor es esclavo, ante todo porque, al no conocer a Dios como Padre, lo concibe como un Dios de poder que somete al hombre, legitimando con eso toda tiranía.

Cada uno se define por su opción: o bien se pone incondicionalmente a favor del hombre, como Jesús, y es así hijo de Dios, o bien contra el hombre, haciéndose cómplice de la opresión. Esta opción radical inspira la conducta, que va construyendo o destruyendo al hombre: cuál es la opción de cada uno, se revela en el modo de obrar, más allá de lo que afirman las palabras o los credos.

Jn 8,58

 Les contestó Jesús: <<Pues sí, os lo aseguro: Desde antes que existiera Abrahán, soy yo lo que soy>>.

Jesús responde con una declaración solemne. No se detiene en la cuestión planteada por sus adversarios; su afirmación es más genérica, pero, como antes, toma pie de las opiniones del tiempo sobre el Mesías. En la literatura rabínica se afirma con frecuencia que, desde antes de la creación del mundo, Dios había concebido el proyecto de varias realidades posteriores, entre ellas la Ley, Israel y el Mesías. Respecto al Mesías se apoyaba esta opinión en el Sal 72,17: <<que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol>>; interpretado por los comentadores: <<antes que existiera el sol brotó su nombre>>. Jesús, el Mesías, fue desde siempre un determinante de la historia, pues en él había de brillar la gloria de Dios (17,1), realizarse su proyecto y resonar la Palabra divina primordial (1,14).

Jn 8,57

 Los dirigentes le replicaron: <<¿No tienes todavía cincuenta años y has visto a Abrahán en persona?>>.

No entienden la alusión mesiánica de Jesús. Interpretan con sarcasmo su afirmación, como de un conocimiento personal e inmediato de Abrahán, y quieren mostrar su absurdo. A los cincuenta años termina la vida activa (Nm 4,3.39; 8,24s). Siendo aún un hombre joven, pretende haber sido contemporáneo de Abrahán. Jesús les había dicho que Abrahán había visto su día; ellos, en cambio, le preguntan si él ha visto a Abrahán. Con el cambio de perspectiva quieren subrayar la superioridad de Abrahán sobre Jesús.

Jn 8,56b

 <<saltó de gozo porque iba a ver este día mío, lo vio y se llenó de alegría>>.

Era tradición admitida que, cuando Dios hizo alianza con Abrahán (Gn 15,9-21), le había revelado el lejano futuro, que podía incluir los días del Mesías. Es de notar que Jesús habla de su día, no de <<sus días>>, que era la expresión rabínica ordinaria (los días del Mesías), pues en Jn la actividad del Mesías se desarrolla en un día, el de la creación del hombre, el sexto, comenzado en Caná (cf. El Día Sexto, p.139). Jesús es superior a Abrahán, por ser el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo. Abrahán miraba con alegría el día en que la bendición prometida se hacía realidad; ellos no, al contrario, los enfurece (8,59). Muestran de nuevo no ser hijos de Abrahán.

Jn 8,56a

 <<Abrahán, vuestro padre...>>.

Jesús se distancia de nuevo de los israelitas; él no se considera hijo de Abrahán, como antes no había reconocido a Jacob por padre (4,21 Lect.). No reconoce más Padre que Dios (4,21.23s). La novedad que él trae está por encima de todo particularismo y privilegio de raza. Para rebatirles su argumento y recordarles la promesa, llama a Abrahán <<vuestro padre>>, como lo han llamado ellos (8,39a.53), aunque su conducta niega su descendencia (8,39b).

Jn 8,55b

 <<Yo, en cambio, sé quién es y, si negase saberlo, sería un mentiroso parecido a vosotros. Pero sé quién es y cumplo su mensaje>>.

Jesús sabe quién es Dios: el Padre cuyo designio es comunicar vida al hombre. Si él desistiese de su actividad, negando esa realidad de Dios, se haría cómplice de la mentira de ellos, quienes presentan un Dios que apoya la opresión que ejercen. Jesús, identificado con el Padre por la comunión del mismo Espíritu-amor (1,32s), explica quién es Dios con su persona y actividad.

Ese amor hace imposible que Jesús pueda ceder a la presión de ellos ni aprobar su sistema. Si fuera un impostor, podría retractarse dándoles la razón y sería un embustero como ellos, cuya conducta y doctrina no nacen de la experiencia de Dios, pues no la tienen de su amor (5,42): hablan de él sin conocerlo y, en su nombre, imponen sus propios preceptos y someten al pueblo.

Jesús menciona el mensaje del Padre, el que ellos no conservan (5,38); aunque atestiguado por la Escritura, no hacen caso a su testimonio (5,39s). Era el mensaje del Dios liberador, el que por su amor sacó al pueblo de la opresión de Egipto y a lo largo de su historia se puso siempre de parte del pobre y del oprimido (5,37b-38 Lect.). Jesús cumple este mensaje: toda su actividad se desarrolla en favor del hombre, para darle libertad y vida; pero ellos no quieren reconocerlo. También sus discípulos lo cumplen (14,23-24; 17,6.14) y ese mensaje los consagra (17,17).

Jn 8,54b-55a

 <<el que vosotros decís que es Dios vuestro, aunque nunca lo habéis conocido>>.

El Padre que honra a Jesús es aquel que ellos llaman su Dios, y al oponerse a Jesús se oponen a él. Vuelven a mostrar que no tienen a Dios por Padre (8,42).

Jesús muestra la contradicción entre la religión que externamente profesan y su conducta, los acusa de no conocer al Dios que llaman suyo. No se trata de un conocimiento intelectual, la frase tiene un trasfondo profético. Jr 22,15b-17 (LXX): <<Sería mejor para ti practicar la justicia y el derecho. No han llegado a conocer, no han hecho justicia al pobre ni al indigente. ¿No significa eso que tú no me conoces? -dice el Señor-. Mira, ni tus ojos ni tu corazón son rectos: los tienes para tu propio lucro, para derramar sangre inocente, para el abuso y el asesinato>>. Os 4,1-2: <<El Señor pone pleito a los habitantes del país, que no hay verdad ni lealtad ni conocimiento de Dios en el país, sino juramento y mentira, asesinato y robo>>. Con sus palabras: nunca lo habéis conocido, repite Jesús la denuncia hecha antes sobre el padre homicida y mentiroso (8,44). Los que viven para su propio interés no conocen al verdadero Dios ni pueden conocerlo (5,37; 8,19) y, al imponer su doctrina en nombre de Dios (5,10), deforman su imagen.

Jn 8,54a

 Repuso Jesús: <<Si yo mismo me procurase gloria, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me la procura>>.

Contra lo que insinúan, Jesús no pretende arrogarse títulos; él no viene a buscar su gloria (5,41.43; 7,18; 8,50) ni necesita una gloria exclusiva suya. Quien tal hace demuestra la falsedad de su doctrina y delata su propia injusticia (7,18), mientras en Jesús no hay pecado, opresión ni explotación del hombre (8,46). Es el Padre quien lo honra, haciendo brillar en él su amor y lealtad (1,14).

Jn 8,53

 <<¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Quién pretendes ser?

Insisten en la idea de la muerte inevitable. Los causantes de muerte (8,40.44) son incapaces de comprender una promesa de vida. Sospechan que Jesús se pone por encima de Abrahán, al que llaman de nuevo <<nuestro padre>> (cf. 8,39a), aun cuando Jesús les ha negado su condición de hijos (8,39b). La respuesta está construida como la de la samaritana: ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob? (4,12). Cada pueblo apela al antecesor ilustre, que le da su identidad. Pero así como la mujer recordaba a Jacob como dador de un pozo, éstos no se acuerdan de que Abrahán era el receptor de una promesa; sólo mencionan su muerte. Para ellos es ya sólo un pasado, no una esperanza. Abrahán no los lleva al Mesías, cumplimiento de la promesa.

También los profetas murieron, los que anunciaban la restauración, sobre cuyos escritos se había edificado la esperanza mesiánica. Ni por parte de Abrahán ni de los profetas esperan nada del futuro, todos han muerto. Para ellos sigue vivo únicamente Moisés, de quien se profesan discípulos (9,28); pero han deformado sus escritos, cercenando de ellos la esperanza que anunciaban (5,46) y utilizando la Ley para oprimir al hombre, contra lo que pretendió Moisés (7,19-24). Por eso él mismo los acusa (5,45).

Los dirigentes no se preguntan si Jesús será el Mesías, que, al menos en el judaísmo más reciente, se consideraba superior a Abrahán. Le preguntan de nuevo por su identidad (cf. 8,25), pero ahora con tono escéptico: ¿Quién pretendes ser? No llegan nunca a una conclusión propia (8,19.25), porque rehúsan examinar los hechos (cf. 7,31).

Jn 8,52

 Replicaron entonces los dirigentes: <<Ahora estamos seguros de que estás loco. Abrahán murió y los profetas también, ¿y tú sales diciendo que quien cumpla tu mensaje no probará nunca la muerte?>>.

Como la primera vez en el templo (2,18), los dirigentes no responden a la invitación de Jesús; al contrario, continúan su oposición, afirmando haber encontrado la prueba final de su locura. Han muerto hasta los hombres más cercanos a Dios, como Abrahán y los profetas (cf. Zac 1,5: <<Vuestros antepasados, ¿dónde están?; vuestros profetas, ¿viven para siempre?>>), y Jesús afirma que su mensaje exime de la muerte. Interpretan su dicho de la muerte física. Jesús había negado a ésta su calidad de muerte. Ellos la ven como una experiencia amarga (probar/gustar) de la que nadie puede librarse.

Jn 8,51

 <<Pues sí, os lo aseguro: Quien cumpla mi mensaje, no sabrá nunca lo que es morir>>.

Jesús, sin embargo, no ha venido a dar sentencia; a todos les ofrece la vida. Con esta declaración expone a los dirigentes el fruto del amor al hombre, de las exigencias de Dios que son su mensaje. A los que lo quieren matar no responde con odio ni los excluye de su acción salvadora. Ha denunciado con fuerza su injusticia y su idolatría, pero ahora les da de nuevo la ocasión de rectificar (2,16 Lect.). Su pecado los lleva a la muerte (8,21.24a). Jesús les enseña de nuevo (8,24b) la manera de escapar de ella: renunciar a su pecado dedicándose al bien del hombre. Esto los hará libres e hijos de Dios, y con ello los librará de la muerte.

La actividad en favor del hombre, a la que lleva el Espíritu, es fuente de vida, hasta el punto de excluir toda experiencia de muerte. Esta no existe para el discípulo. La muerte física no interrumpe la vida ni es una experiencia de destrucción. La vida que Jesús comunica no conoce fin (3,16; 4,34; 5,21). Tal es el designio de Dios (6,39s).

Jn 8,50

 <<aunque yo no busco mi gloria; hay quien se encarga de eso y es juez en el asunto>>.

A Jesús no le importa el concepto que tienen de él, pues no busca su prestigio personal. Con esto les indica que no se acobarda por su ofensiva; seguirá actuando como hasta ahora. No son ellos el último tribunal.

Jn 8,49

 Replicó Jesús: <<Yo no estoy loco, sino que honro a mi Padre; en cambio, vosotros queréis quitarme la honra a mí>>.

Del primer insulto (samaritano) Jesús no se defiende porque no lo considera tal. Los heterodoxos de Samaría aceptaron su mensaje (4,4ss), mientras los ortodoxos de Judea intentan matarlo. Responde, en cambio, al segundo (loco).

Lo que él está haciendo es precisamente defender la honra de su Padre, reivindicar su fama, destruyendo la imagen falsa de Dios que ellos han creado. Defiende el honor de Dios, mostrando su verdadero rostro. Ellos no lo conocen ni conservan su mensaje (5,37s); en vez de aceptar con alegría la manifestación del amor del Padre, presente en Jesús, se oponen a éste intentando desacreditarlo. Su dios es el reflejo de lo que ellos son, no un Dios-amor, sino un dios-tirano. El verdadero Dios es para ellos una herejía y una insensatez (samaritano, loco).

miércoles, 10 de agosto de 2022

Jn 8,48

 Repusieron los dirigentes: <<¿No tenemos razón en decir que eres un samaritano y que estás loco?>>.

Los dirigentes no tienen argumentos que oponer a los de Jesús, replican con insultos. Jesús acaba de <<excomulgarlos>> como idólatras, que tienen por dios el propio interés, principio de mentira y homicidio. Ellos toman su revancha, creyendo <<excomulgar>> a Jesús al llamarlo samaritano. Para los judíos, los samaritanos eran una raza bastarda e idólatra (hijos de prostitución, cf. 8,41). No pudiendo cogerlo en falta (8,46), les resulta imposible atacarlo de frente ni responder a sus denuncias. Su única escapatoria es acusarlo de heterodoxia y de insensatez.


Jn 8,47

 <<El que procede de Dios escucha las exigencias de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no procedéis de Dios>>.

Termina Jesús dando la razón última de la incredulidad de los dirigentes; a pesar de su pretensión de tener a Dios por padre (8,41b), no proceden de Dios; la prueba es que no escuchan sus exigencias. <<Las palabras/exigencias de Dios>> era expresión consagrada para designar los mandamientos dados por medio de Moisés. Ya en 3,34 se había dicho de Jesús: el enviado de Dios propone las exigencias de Dios, puesto que comunican el Espíritu sin medida. Por eso se identifican con el mensaje (8,31.37.43) y con la verdad que se descubre en la experiencia que da el Espíritu (8,31-32 Lect.), y hacen caducas las de la Ley antigua. Al comunicar el Espíritu colocan al hombre en la línea del amor que fructifica en la actividad. Las exigencias no hacen más que formular el dinamismo de Espíritu-amor que ha hecho nacer de Dios (1,13; 3,5s). Ellos, cuyo móvil es el Enemigo, el anti-amor, siguen sin escuchar a Dios (5,37). No reconocen la voz del Espíritu (3,8 Lect.) porque no proceden de Dios.

Jn 8,46b

 <<Si digo la verdad, ¿por qué razón vosotros no me creéis?>>.

A pesar de todo, ellos no creen la verdad que les propone Jesús. Tienen su propia <<verdad>>, con la que mantienen una coherencia que los llevará a matarlo. Admitir un principio absoluto por encima del bien del hombre lleva inevitablemente a sacrificarlo en aras de ese principio (cf. 19,7). Cuando su admisión se ve como natural, la opresión se hace connatural y lógica. Si, además, el principio se identifica con la voluntad de Dios, esa <<verdad>> hace cómplice de la opresión a Dios mismo. Es la perversión de la idea de Dios, que Jesús denuncia como <<la mentira>>. Dios, el Padre, es el principio de vida; busca incesantemente el bien del hombre (5,17) hasta dar a su Hijo para que el hombre tenga vida (3,16); así lo demostrará Jesús con su muerte.

Jn 8,46a

 <<¿Quién de vosotros puede echarme en cara pecado alguno?>>.

El desafío de Jesús muestra su seguridad. <<Pecado>> significa para él oposición al designio de Dios, injusticia contra el hombre (7,18; 8,23 Lect.). Según esta norma de moralidad, Jesús cambia radicalmente el concepto de pecado. Ellos, en cambio, proponen la Ley como norma absoluta por encima del bien del hombre, interpretada además según sus propios intereses (cf. 7,18.24). Jesús afirma que en él no hay injusticia, precisamente porque no busca su gloria ni su propio interés; él ha estado siempre en favor del hombre y los desafía a probar lo contrario. Subraya la coherencia inatacable entre su  mensaje y su conducta; no hay distancia entre su decir y su obrar. Por eso la incredulidad de ellos no tiene excusa (cf. 15,22.24) ni la persecución de que lo hacen objeto tiene fundamento (5,18; 7,1.19ss).

Jn 8,45

 <<A mí, en cambio, porque digo la verdad, no me creéis>>.

Ellos, que enseñan la mentira, se niegan a aceptar la verdad (8,40), porque demuestra la falsedad en que viven y que practican y denuncia sus verdaderos motivos. Esta frase está en paralelo implícito con 5,43: Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me aceptáis; si otro viniese en su propio nombre, a ése lo aceptaríais. Él dice la verdad precisamente porque no viene en su propio nombre ni busca su gloria (5,41). Jesús condena implícitamente la actitud de sus adversarios. Si él viniese buscando satisfacer su propia ambición y afirmándose a sí mismo, lo aceptarían; entonces diría la mentira, como ellos (8,53).

Jn 8,44b

 <<Él ha sido homicida desde el principio y nunca ha estado en la verdad, porque en él no hay verdad; cuando expone la mentira le sale de dentro, porque es mentiroso y el padre de la mentira>>.

Alude Jesús al relato de los orígenes, según el cual la serpiente (Gn 3,1ss), identificada más tarde con <<el diablo/enemigo>> (Sab 2,24), causó la muerte al hombre (homicida) con el engaño. Los dirigentes, que tienen por padre al Enemigo (diablo), representan el linaje de la serpiente (Gn 3,15). Pero Jesús, a su vez, identifica al Enemigo del hombre con el dinero, motor oculto, pero todopoderoso, de la institución corrompida. Al orden basado sobre el poder del dinero atribuye él la maldad y la hostilidad contra el hombre propias de la serpiente primordial.

Ellos son homicidas (8,40: tratáis de matarme a mí, hombre), como lo es el Enemigo, que encarnado en sistemas opresores han sacrificado siempre (desde el principio) el hombre al interés económico. Ellos son mentirosos (8,55), porque el Enemigo que los inspira lo es y lo ha sido siempre.

Ese orden y los dirigentes que lo representan proponen la mentira, contraria a la verdad expuesta por Jesús de parte del Padre (8,40). La verdad se refiere a un modo de obrar que favorece la vida (8,31 Lect.); la mentira, por tanto, al que favorece la muerte. Presentar como un valor lo que mutila y disminuye al hombre, ésa es la mentira. La verdad de Jesús es plenitud de vida y libertad; la mentira de ellos es esclavitud y supresión de vida. Al enseñarla como voluntad de Dios, amputan la tendencia fundamental del hombre, vaciándolo del deseo de plenitud humana, objetivo del designio creador. Le hacen aceptar como verdad un dinamismo suicida. Responde esto a la actividad de la serpiente en Gn 3,1-5; ella engaña y causa la muerte precisamente por proponer la idea falsa de un Dios tirano y rival del hombre.

Jesús aseguraba que los que practicasen su mensaje descubrirían la verdad (8,32). Ahora denuncia al sistema judío como la mentira y el crimen institucionalizados. Pero, además, la acusación de Jesús implica que todo aquel que se identifica con un orden injusto se hace cómplice de esa mentira y homicidio.

El Enemigo nunca dirá la verdad. Encarnado en el Tesoro, la acumulación explotadora, se opone al compartir, señal y vehículo del amor (6,11 Lect.). Es por esencia la negación del amor creador.

En 7,18 habían propuesto Jesús el criterio para juzgar de la validez de una doctrina: Quien habla por su cuenta busca su propia gloria; en cambio, quien busca la gloria del que lo ha mandado, ése es de fiar y en él no hay injusticia. Es falsa la doctrina del que busca promover sus propios intereses. De ahí que la institución basada en el interés económico no puede proponer más que una mentira. Sólo el que está libre de injusticia puede decir la verdad (7,18b), y el orden aquel es radicalmente injusto.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...