domingo, 16 de octubre de 2022

Jn 11,12-13

 Le dijeron los discípulos: <<Señor, si se ha dormido, se salvará>>, (Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural).

Los discípulos, en su temor, encuentran pretexto para disuadir a Jesús de su propósito. Es buen síntoma que un enfermo concilie el sueño. Para ellos <<salvarse>> significa evitar la muerte física. Jesús, en cambio, ha usado este verbo como sinónimo de <<tener vida definitiva>>, la que vence la muerte. Ésta es el destino de <<la carne>> débil y perecedera: el que ha nacido del Espíritu (3,6) ha superado la condición de <<carne>> y ha obtenido la verdadera salvación: la muerte física no pone fin a su existencia. Los discípulos no han comprendido aún la calidad de vida que comunica Jesús, siguen aferrados a la antigua concepción de la muerte. De ahí su temor al riesgo que pueden correr en Judea.

El equívoco en que caen los discípulos es además un recurso literario que subraya la interpretación de la muerte como sueño dada por Jesús.

Jn 11,11

 Esto dijo y después añadió: <<Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero voy a despertarlo>>.

Después de haber quitado los motivos de temor, Jesús expone la razón para ir a Judea; informa a los discípulos de la muerte de Lázaro con un lenguaje ambiguo, aunque conocido; en su boca no es un mero eufemismo, pues para él la muerte no es definitiva. Este modo de hablar era común en las comunidades cristianas (1 Cor 7,39; 11,30; 15,6.18.20.51; 1 Tes 4,13; etc.).

<<Amigo>>, como <<hermano>>, era un modo de llamarse los cristianos entre sí, al menos en las comunidades joánicas (cf. 3 Jn 15: Recuerdos para ti de los amigos. Saluda tú a los amigos uno por uno). Jesús designa a Lázaro como un miembro de su grupo y, en continuidad con las expresiones anteriores (11,3.5; cf. 15,14s), señala cuál es la relación entre los discípulos y él. No establece diferencias: Jesús se hace miembro de su comunidad de iguales (nuestro amigo).

Estas palabras indican el motivo de su ida a Judea: no abandonar al amigo. Es el pastor que desafía el peligro por amor a los suyos (10,12). Jesús va a despertar a Lázaro. Ha llegado el momento de mostrar hasta dónde llega el designio del Padre (6,39s).

 

 

 

Jn 11,9-10

 Replicó Jesús: <<¿No hay doce horas de día? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, si uno camina de noche, tropieza, porque le falta la luz>>.

Jesús responde, en primer lugar, al miedo de los discípulos. Las doce horas de día representan el período de su actividad, la duración del día <<sexto>>, que simbólicamente comenzó en Caná (2,1) y al que ha aludido más tarde (8,56: este día mío). Su actividad va a terminar con la resurrección de Lázaro y la decisión de matarlo por parte de las autoridades (11,54); entonces comenzará <<su hora>>, la hora final de su día, cuando llevará a término su obra con el don de su vida. Mientras dure el día, sigue la actividad, y hay que aprovechar la ocasión para realizar las obras del Padre (9,3s), sin miedo al peligro.

Para su explicación Jesús toma pie del ritmo natural. El período de actividad para el hombre es el día, mientras la noche no es propia para el trabajo por la carencia de luz. <<El día>> designa, por tanto, el tiempo de su vida, en que él realiza su obra. En este nivel de lenguaje, la luz expresa la posibilidad de trabajo para Jesús, como la noche significará la cesación de su actividad (cf. 13,30). La frase la luz de este mundo no tiene, por tanto, aquí el mismo significado que Yo soy la luz del mundo (8,12); el evangelista añade el demostrativo precisamente para evitar el paralelo.

Sin embargo, dado que este principio se aplica también a los discípulos, la comparación adquiere un segundo sentido. Para ellos, el tiempo de la actividad requiere la presencia de Jesús, que es su luz; indirectamente, por tanto, la comparación revierte al simbolismo de la luz expresado en 8,12 (21,3 Lect.).

Jn 11,8

 Los discípulos le dijeron: <<Maestro, haca nada querían apedrearte los judíos, y ¿te marchas otra vez allí?>>

Los discípulos objetan. Tienen miedo por Jesús (cf. 10,31-39), piensan que su muerte será el final de todo y debe ser evitada a toda costa. No llegan a comprenderla. Sólo ven el peligro, no el motivo y, mucho menos, el fruto de una muerte aceptada por amor. No creen que Jesús disponga de su propia vida (10,18) ni que sea capaz de vencer la muerte. Quieren protegerlo del peligro, y, al mismo tiempo, protegerse ellos.

Jn 11,7

 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: <<Vamos otra vez a Judea>>.

Jesús escoge su momento, su acción se realiza cuando él lo decide. 

El término Judea evoca la oposición a Jesús. Tuvo que abandonar aquella región ante la sospecha farisea (4,1-3.47.54); tuvo que mantenerse alejado de ella porque los dirigentes judíos trataban de matarlo (7,1). Judea estaba bajo el control inmediato de Jerusalén, donde había tenido el último encuentro con sus adversarios en el templo (10,22-39), después del cual se había retirado Jesús a la Transjordania. Ahora, sin embargo, decide volver allá, para no abandonar a su amigo.

Jn 11,6

 Al enterarse de que estaba enfermo, se quedó, aún así, dos días en el lugar donde estaba.

El retraso de Jesús es deliberado. Con su pasividad, deja que el hecho de la muerte se consume. Él no ha venido a alterar el ciclo normal de la vida física, liberando al hombre de la muerte biológica, sino a dar a ésta un nuevo sentido. Comunica una vida cuya potencia supera la muerte misma y anula sus efectos. Así, la muerte deja de ser motivo de temor.

Jn 11,5

 Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Se describe la relación de Jesús con el grupo de hermanos. Las hermanas habían afirmado el amor de Jesús por el enfermo (11,3), y se había descrito la muestra de afecto de María hacia Jesús (11,2). Ahora, abarcando a los tres, se subraya una vez más el vínculo de Jesús con ellos.

En la enumeración, sin embargo, se omite el nombre de María, antes en primer lugar (11,1.2); ésta es ahora presentada como la hermana de Marta. Lázaro, que ocupaba al principio el primer lugar (11,1), queda ahora en el último. El cambio de orden y la omisión del nombre indican la unidad del grupo. No existe precedencias, la igualdad es tal que da lo mismo comenzar por uno o por otro. Cada uno de los personajes es central en el grupo según los momentos. Son comunidad y cada uno representa un aspecto de ella. El gesto de María (11,2), atribuido naturalmente a un personaje femenino, expresaba el amor del grupo a Jesús; Jesús corresponde al amor de cada uno (11,3) y al del grupo (11,5).

Hay una ligera diferencia entre los verbos usados en el texto. Las hermanas han expresado el amor de Jesús a Lázaro en términos de amistad, que colocan en primer lugar la relación de afecto; en cambio, el verbo usado en este versículo es <<amar>> (traducido <<querer>>), e indica un amor que se traduce en actividad y que comunica vida (cf. 14,15). Jesús, por tanto, no sólo está unido a los suyos por un vínculo de afecto, sino por una actividad de amor.

Jn 11,4

 Al oírlo, dijo Jesús: <<Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios; así se manifestará por ella la gloria del Hijo de Dios>>.

Jesús comenta la noticia recibida. Esta enfermedad, por ser de uno que ha dado su adhesión a Jesús, no tiene como término la muerte. El encuentro con Jesús cambia la situación y el futuro del hombre. Él entiende que hay otra enfermedad que lleva a la muerte, cuyo tipo es la del paralítico (5,5), causada por el pecado: la sumisión a la Ley de un sistema injusto. De ahí la severa advertencia que, después de la curación, Jesús le hizo al encontrarlo en el templo: No peques más (pecado = sumisión), no sea que te ocurra algo peor, la muerte (5,14 Lect.).

<<Muerte>> significa cesación de vida, la que produce <<el pecado>> (8,21). Para los que han salido del pecado, es decir, han dado su adhesión a Jesús, la vida ya no cesará, pues él comunica vida definitiva. Ésta al ser percibida manifestará la gloria de Dios y la del Hijo de Dios, presencia de Dios entre los hombres.

La mención de la manifestación de la gloria-amor alude a la escena de Caná (2,11), donde, por primera vez, manifestó Jesús su gloria. El fruto del amor, que allí prometía para <<su hora>> (2,4), se anticipa con la resurrección de Lázaro. Como todas las señales que Jesús realiza (2,11 Lect.), también ésta anticipa los efectos de su muerte (10,18) para dar vida a los suyos. Será entonces, el último día (6,39; 7,37 Lects.), cuando Jesús, al comunicar el Espíritu (19,30.34), dará al que se adhiere a él la vida y la resurrección.

La frase, sin embargo (Esta enfermedad no es para muerte), era susceptible de ser mal interpretada; los discípulos pueden pensar que Lázaro no está en peligro de morir.

Jn 11,3

 Las hermanas le enviaron recado: <<Señor, mira que tu amigo está enfermo>>.

Se menciona a las hermanas sin dar sus nombres y sin añadir el posesivo (<<sus hermanas>>); quedan así elevadas a categoría para significar la comunidad de Jesús, que muestra su interés por uno de sus miembros. En este contexto de amor fraterno va a ejercerse la acción de Jesús.

No hay petición explícita, les basta con informarlo (cf. 2,3). La comunidad se dirige a él con el título de <<Señor>>. Tiene plena confianza en él, porque conoce su amor y sabe que no puede dejar de acudir a la necesidad. No mencionan el nombre del hermano, sólo recuerdan a Jesús la relación que lo une con él (tu amigo / aquel a quien tú quieres). El vínculo de Jesús con cada uno de los suyos se describe como una relación de afecto y amistad (cf. 11,11; 15,14s). La enfermedad que lo lleva a la muerte no se debe a la falta de amor de Jesús.

Jn 11,2b

 (y su hermano Lázaro estaba enfermo).

María vuelve a ser el centro: lo mismo que Marta era <<su hermana>>. Lázaro es <<su hermano>>. Se subraya el carácter inclusivo de la figura de María en cuanto comunidad. Sobre el parentesco carnal de los tres personajes, prevalece así la común pertenencia a la comunidad de Jesús, señalada ya desde el principio (11,1: era de Betania). El vínculo de amor, implícito en <<hermano>>, estará fundado en el amor que Jesús les tiene (11,5).

Jn 11,2a

 (María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con el pelo...).

María es un personaje conocido de los lectores por el homenaje que rindió a Jesús. Se anticipa en la escena de 12,1-3, donde se describen las mismas acciones casi en los mismos términos; sólo allí se dirá que ungió con perfume los pies de Jesús, mientras aquí la unción tiene como término su persona. La unción con perfume, símbolo de vida y amor, señala el amor de la comunidad hacia Jesús, que le ha dado la vida; la mención de los cabellos, por su parte, significa el amor de Jesús por su comunidad (12,3 Lect.). Se indican aquí, brevemente, las relaciones de intimidad y afecto que existen entre Jesús y los suyos, y que nacen del don de la vida y de la gratitud que experimentan los discípulos. En 12,1-3, la descripción será más detallada.

Jn 11,1

 Había cierto enfermo, Lázaro, que era de Betania, de la aldea de María y Marta su hermana.

Con el episodio de Lázaro, Jn, por decirlo así, enlaza con la narración de 1,43ss, donde después que Jesús invita a Felipe a seguirlo, se añade: Felipe era de Betsaida, del pueblo de Andrés y Pedro. El episodio de Lázaro va a mostrar, por tanto, la acción de Jesús con los que lo siguen, la comunicación de una vida que vence a la muerte (8,51). Allí tuvo lugar la llamada, aquí va a describirse el alcance de la obra de Jesús con los que responden a ella. Va a realizarse lo dicho por Jesús a Natanael: cosas más grandes verás (1,50).

El enfermo Lázaro resume y personifica, por una parte, a todos los enfermos presentados hasta ahora, comenzando por el hijo del funcionario, que estaba a punto de morir (4,46b). La enfermedad de Lázaro representa la amenaza de la muerte física, de la cual no está exento el discípulo.

Se describe una situación. De los tres personajes mencionados, María ocupa el centro. Es una figura más conocida que Lázaro; se puntualiza que Betania era su aldea; Marta se pone en relación con ella por ser hermana. Por el momento, de Lázaro sólo se afirma que es de la misma aldea, aunque pronto se dirá que era hermano suyo (11,2). Los tres personajes forman, por tanto, un grupo de iguales, son todos hermanos y del mismo pueblo.

Se omite la mención de que Lázaro fuese hermano de María y Marta para establecer el paralelismo con 1,44, donde Felipe es presentado solamente como coterráneo de Andrés y Pedro. El autor quiere mostrar que Lázaro, como Felipe, es discípulo de Jesús.

Es la primera vez que un enfermo tiene nombre propio; el hijo del funcionario (4,46b), el inválido (5,3ss) y el ciego (9,1) han sido personajes anónimos: nuevo rasgo que caracteriza a Lázaro como ya perteneciente a la comunidad de Jesús, que lo ha llamado por su nombre para sacarlo fuera de la institución judía (cf. 10,3).

La localización de <<Betania>> pone el episodio en relación con el anterior, donde Jesús se había establecido más allá del Jordán, en el lugar donde Juan había estado bautizando al principio (19,40). Aquel lugar se llamaba Betania (1,28). La coincidencia de nombres indica una topografía simbólica. Betania es la localización de la comunidad creada por Jesús.

Marta era hermana de María. <<Hermano>> es uno de los modos de llamarse entre los discípulos e indica, como ya el lugar (Betania), la pertenencia de Marta a la comunidad de Jesús y la relación de amor y de igualdad vigente entre sus miembros. Otro modo de llamarse será <<amigo>> (cf. 11,11).

Jn 10,40-42

 

Jn 10,42

 Y allí muchos le dieron su adhesión.

<<Allí>>, en oposición a Jerusalén y al templo, donde han querido apedrearlo (10,31) y prenderlo (10,39). Los que acuden han visto en la actividad de Jesús la del Padre y, en ella, la manifestación de su amor fiel al hombre (2,11). Reconocen por sus obras su calidad de Mesías (10,25) y le dan su adhesión.

Para dársela han de pasar una frontera. Ya durante la actividad del Bautista era Betania un lugar de ruptura. Los que no salgan, no creerán.

SÍNTESIS

Como expresa Jn con diferentes formulaciones, la comunidad de Jesús, alternativa al mundo de opresión y muerte, no se confunde con éste, tiene su frontera, representada simbólicamente por el Jordán. Es la tierra donde el hombre goza de libertad y vida, en la actividad y la entrega del amor a los demás. El alejamiento de Jesús es simbólico, sus comunidades estarán en medio del mundo, pero sin pertenecer a él. Para creer en Jesús hay que seguirlo en su éxodo.

Jn 10,41b

 y decían: <<Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste era verdad>>.

Se vuelve a insistir en el papel de Juan, precursor del Mesías. Su actividad fue un testimonio; no hizo señales porque no era él el realizador de la esperanza, sólo su anunciador. Es Jesús quien puede invocar la realidad de sus obras. Juan era sólo una voz (1,23), pero esa voz fue veraz; Jesús ha cumplido plenamente lo que anunciaba Juan: él había de ser el portador del Espíritu, que quitaría el pecado, la esclavitud del mundo, la sumisión de la humanidad a la tiniebla.

Hasta aquí, la actividad de Jesús ha mostrado la salvación que propone y ha atraído a un pueblo que no lo conocía. La que sigue (11,1ss) describirá la realización del designio de Dios en los que ya se han acercado a él.

Jn 10,41a

 Acudieron a él muchos.

Si en la primera etapa del éxodo fue una multitud la que acudió a Jesús (6,5), aquí, en la segunda etapa, los que acuden están individualizados (muchos); el éxodo de Jesús empieza a ser una realidad, la nueva comunidad comienza a existir. Son los que él ha hecho salir de la institución; él va delante y ellos lo siguen, porque conocen su voz (10,4), que es su mensaje de vida. Han optado por él frente a aquellos que lo persiguen a muerte.

Jn 10,40b

 al lugar donde Juan había estado bautizando al principio, y se quedó allí.

Este lugar se llama Betania (1,28). El pasaje ilumina el contenido del anuncio de Juan y el sentido de su bautismo con agua. Al situarse más allá del Jordán, Juan anunciaba la comunidad mesiánica. Ejercía su actividad en el término del éxodo de Jesús para pedir adhesión a la realidad que se avecinaba. Su localización significa, por tanto, un alejamiento de la institución judía y una exhortación a la ruptura con ella. Fue su presencia y actividad en aquel lugar la que motivó el interrogatorio a que fue sometido (1,19ss). Es la última mención de Juan en el evangelio. Se cierra un arco y se torna al lugar de los primeros acontecimientos.

Jesús se quedó allí. Se responde a la pregunta de los dos discípulos: Maestro, ¿dónde vives? (1,38s). Jesús, que no pertenece al orden aquel (8,23), reside fuera de la institución judía, creando el lugar del Espíritu. La frase: y aquel mismo día se quedaron a vivir con él (1,39) significa que los discípulos entraron a formar parte de su comunidad, que optaron por Jesús separándose de su pasado. Donde está el pastor está el rebaño (10,16).

Jn 10,40a

 Se fue esta vez al otro lado del Jordán.

Como se ha dicho explicando el contenido, Jesús, después del rechazo definitivo por parte de la institución judía, efectúa la segunda etapa de su éxodo, simbolizando la entrada en la tierra prometida. Esta representa su propia comunidad, el lugar de la vida plena (5,24b; 6,21 Lect.; 10,9.10b). Sin embargo, atraviesa el río en sentido contrario al de Josué, saliendo de los límites de Israel, pues la que fue tierra prometida se ha convertido en tierra de esclavitud (6,1 Lect.).

sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,22a-39

 

Jn 10,39

 Otra vez intentaron entonces prenderlo, pero se les escapó de las manos.

Ya no responden, porque ha puesto al descubierto sus verdaderas motivaciones, y no tienen respuesta. Como de costumbre (otra vez: cf. 7,30; 8,20.59), apelan a la violencia, pero Jesús se les escapa.

Jesús sale definitivamente del templo, la ciudadela del sistema judío que rechaza al Mesías de modo irrevocable. Ya no volverá a tratar con los dirigentes, hasta que no llegue su hora, cuando lo detengan para matarlo (18,1ss). Jesús sale para marcharse más allá del Jordán, la nueva etapa de su éxodo.

SÍNTESIS

En este episodio, ante el interrogatorio oficial, define Jesús su condición de Mesías. Pero, en vez de aplicarse el título, se describe como el Hijo de Dios, es decir, como el Consagrado por el Padre por medio del Espíritu para una misión salvadora. Esta consagración confiere un dinamismo, que es la misma fuerza de Dios. De ahí que sus credenciales no sean jurídicas, sino que nazcan de su actividad, igual a la del Padre.

Las obras de Jesús, que realizan el plan creador, son las del Padre, cuyo amor comunica vida al hombre. No enseña doctrinas sobre Dios, muestra quién es a través de su acción misma. Se le enfrentan en la escena los dirigentes judíos, que de palabra respetan a Dios, mientras en su conducta son opresores del hombre.

En el trasfondo se oponen dos cadenas de realidades: vida (Dios), cuya actividad, el amor, produce vida: muerte, cuya actividad, el odio, produce muerte (8,44: homicida). Es la oposición entre Dios y <<el Enemigo>> (8,44), que se identifica con el poder del dinero (8,20).

Jn 10,38b

 <<así sabréis de una vez que el Padre está identificado conmigo y yo con el Padre>>.

De las obras deben deducir la unidad entre Jesús y el Padre (cf. 8,46); ambos tienen el mismo objetivo: dar vida al hombre. Como había aparecido al principio del episodio, Jesús no admite ser reconocido por Mesías sin que eso lleve al compromiso con él y con el Padre. No acepta una discusión teórica de su mesianismo. Si reconocen que su actividad es de Dios, lo que implica ponerse a favor del hombre, él es indiscutiblemente el Mesías. Si, en cambio, porque son opresores, no quieren reconocer que su actividad es de Dios, la discusión no llevaría a ninguna parte. No hay fe en Jesús sin que precede la opción en favor del hombre.

Jn 10,37-38a

 <<Si yo no realizo las obras de mi Padre no me creáis; pero si las realizo, aunque no me creáis a mí, creed a las obras>>.

Desafío final de Jesús a los dirigentes. La calidad del hombre se prueba por la de sus obras. Él dice ser el enviado del Padre e Hijo de Dios, y lo demuestra con las obras que hace.

La frase de Jesús los condena indirectamente. Ellos, los embusteros y asesinos (8,44; cf. 10,1.8.10), no pueden de ningún modo representar a Dios. Tienen credenciales jurídicas, pero ésas para Jesús no cuentan. Las únicas que atestiguan su misión divina no son siquiera sus palabras (no me creáis), sino las obras que realiza.

Jn 10,36

 <<de mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿vosotros decís que blasfemo porque he dicho: ´Soy hijo de Dios´?>>.

Sobre las premisas establecidas antes, Jesús construye su argumento. Él no es uno de tantos a quien Dios haya dirigido su palabra. Él es aquel a quien el Padre consagró y envió al mundo. La consagración, efectuada por el Espíritu, que bajó y quedó sobre Jesús (1,32), estaba en función de la misión. El Espíritu recibido con entera plenitud lo constituyó Hijo de Dios, según la declaración del testigo, Juan Bautista (1,34). Ésta fue su unción (cf. Sal 2,2.6.7), su consagración mesiánica (cf. 6,69). Por ella es él quien consagra con el Espíritu (1,33: ése es el que va a bautizar con Espíritu Santo; cf. 17,17 Lect.) y aquel cuyas obras responden al dinamismo del Espíritu.

Contesta Jesús indirectamente a la pregunta del principio: Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente (10,24). El diálogo está colocado en el contexto de la dedicación/consagración del templo; al declarar Jesús ser él el consagrado por el Padre está afirmando que toma el lugar del templo. La comunicación del Espíritu, vida-amor de Dios, es la comunicación de la gloria del Padre (1,14). Jesús es por eso la Tienda del Encuentro (ibíd.), el Santuario donde brilla la gloria y que sustituye al antiguo (2,19.21). La consagración por el Espíritu (1,32; cf. 6,27) resume y verifica en Jesús todos los antiguos símbolos de Israel, que no pretendían sino expresar la presencia permanente de Dios en su pueblo.

Sin embargo, la semejanza que da el Espíritu no es la del poder, como suponía el texto del salmo (10,34), sino la del amor. El Espíritu es la actividad del amor creador. Ahí está la igualdad y la unidad entre Jesús y el Padre (10,30).

Jn 10,35

 <<Si llamó dioses a aquellos a quienes Dios dirigió su palabra, y ese pasaje no se puede suprimir...>>.

Con esta frase recuerda Jn lo dicho en el prólogo: y la Palabra se dirigía a Dios (1,1). Los destinatarios del salmo habían recibido de Dios un mensaje, palabra o nombramiento momentáneo y circunstancial. Pero existe otra Palabra primordial y permanente, que en el principio se dirigía a Dios y que se hizo hombre (1,14), la palabra primera y definitiva, expresión máxima del amor de Dios creador. Esa palabra divina se ha realizado en Jesús. Si el apelativo <<dioses>> ha podido aplicarse a hombres, por haber sido objeto de una comunicación divina transitoria, Jesús, en quien se realiza la palabra/proyecto total y primigenio de Dios, podrá bien aplicarse con mayor razón ese mismo título (1,18).

Jn 10,34

 Les replicó Jesús: <<¿No está escrito en vuestra Ley: ´Yo he dicho: Sois dioses´?>>.

Jesús los rebate con su propia Ley, distanciándose de nuevo de las instituciones de Israel (vuestra Ley: cf, 7,19; 8,17; 15,25). El término <<Ley>> designa a menudo el AT entero o cualquier parte de él (cf. 12,34; Mt 5,18; Lc 16,17) y, de hecho, Jesús cita como <<Ley>> un salmo.

El pasaje aducido pertenece a Sal 82,6: Yo declaro: Sois dioses e hijos del Altísimo todos. El salmo contiene una requisitoria a los jefes; se les llama dioses por haber recibido un nombramiento divino para ejercer una función, la de juez, que competía primordialmente a Dios (cf. Éx 7,1: <<El Señor dijo a Moisés: Mira, te hago un dios para el Faraón>>; Dt 1,17; 19,7.17).

El título divino no era, por tanto, exclusivo; se aplicaba a aquellos a quienes se atribuía una particular semejanza con Dios; en el AT, a quienes reflejaban su poder. Por eso se distancia Jesús del texto que cita. La semejanza con Dios no está en el poder, sino en el amor.

     

     

     

Jn 10,33

 Le contestaron los dirigentes: <<No te apedreamos por ninguna obra excelente, sino por blasfemia; porque tú, siendo un hombre, te estás haciendo Dios>>.

Jesús les propone sus obras. Ellos, que, sin admitirlas, no pueden negar ya su calidad, pretenden disociarlas de sus palabras (por blasfemia), sin reconocer que las declaraciones de Jesús exponen simplemente lo implicado en su acción.

No reaccionan invocando la Ley (5,10; 9,14), la controversia sobre el sábado ha quedado ya expuesta (5,16ss; 7,21-24). Jesús responde ahora a la segunda acusación que le habían hecho en su visita anterior a Jerusalén (5,18), repetida ahora: porque tú, siendo un hombre, te estás haciendo Dios.

Ellos, que se contentan con palabras, hablan de blasfemia. Haber convertido la casa de Dios en un mercado (2,16), explotar al pueblo y tenerlo moribundo (5,3) no cuenta, con tal de tener en los labios el nombre de Dios. Es el respeto de palabra y el asesinato de hecho (8,44). Son el prototipo de lo que decía Is 1,14s: <<Sus solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extienden las manos, cierro los ojos; aunque multipliquen las plegarias, no los escucharé; sus manos están llenas de sangre>>; y 29,13: <<Este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí y su culto a mí es precepto humano y rutina>>.

En la acusación se trasluce la ironía de Jn. La expresión que ellos tachan de blasfemia describe exactamente el proyecto de Dios (1,1c Lect.). Ellos, que no aman, sino que odian (7,7), no tienen experiencia del amor de Dios (5,42) ni, por tanto, de su plan. Acusan a Jesús de hacerse Dios siendo hombre. No comprenden el amor del Padre.

Jn 10,32

 Les replicó Jesús: <<Muchas obras excelentes os he hecho ver, que son del Padre; ¿por cuál de esas obras me apedreáis?>>.

Ante su intento, Jesús le pregunta el motivo. Él no ha presentado más credenciales que sus obras, no tiene ninguna otra pretensión ni reclama ningún privilegio. Son, pues, sus obras las que merecerán alabanza o condenación. Si ellos las condenan, deben explicar cuál de ellas es la que merece la muerte. Las obras vuelven a ser caracterizadas como propias del Padre, Dios, en favor del hombre.

Jesús no arguye ni legitima su misión con declaraciones de palabra. Su enseñanza o sus discursos explican sus obras y exponen las consecuencias que de ellas se deducen (cf. 5,16ss; 6,26ss; 9,39ss).

El adjetivo excelente denota la calidad de las obras que procuran la integridad del hombre. Tales han sido hacer caminar al inválido y dar la visión al ciego. Acción buena, excelente, es la que suprime la indigencia, el dolor, la debilidad, la incompletez del hombre; la que lo acrecienta, haciéndolo adulto, libre y responsable.

El adjetivo contiene además una alusión a la obra divina de la creación. Las obras de Jesús la continúan y la llevan a término, porque el Padre sigue trabajando y él también trabaja (5,17). Son obras que crean vida, según el designio creador (1,4). Malo es lo que impide o destruye la vida, la anticreación.

Jn 10,31

 Los dirigentes cogieron de nuevo piedras para apedrearlo.

Son los mismos dirigentes que ya una vez habían intentado apedrear a Jesús (8,59), porque no podían admitir que él fuera la realización del plan de Dios (8,58 Lect.). Son los que tienen por Padre al Enemigo, los mentirosos y homicidas (8,44). Como corresponde a lo que son, su reacción es la violencia y la muerte. En cuanto Jesús identifica su actuación con la del Padre, lo rechazan de plano, porque tal declaración los acusa de ser enemigos de Dios, de quien ellos se llaman representantes.

En el templo mismo, la antigua casa del Padre, ahora casa de negocios (2,14-16), quieren matar al enviado de Dios, al Hijo, nuevo santuario donde brilla la gloria (2,21). Ellos, que la han expulsado de su templo, no pueden tolerar su manifestación en Jesús. El Mesías es para ellos un enemigo.

Jn 10,30

 <<Yo y el Padre somos uno>>.

Jesús, el nuevo santuario (2,19-21), hace presente al Padre. El Espíritu, el amor leal que lo llena, es el principio de su actividad (1,14.32). El Padre está presente y se manifiesta en Jesús y, a través de él, realiza su obra creadora, que lleva a cumplimiento su designio (5,17.30; 6,38-40). Jesús se entrega a la realización de este designio sin reservarse nada. Nada hay en él que se mantenga fuera de la actividad del Espíritu. Todo él es expresión del Padre (12,45; 14,9). La identificación entre él y el Padre excluye toda instancia superior a él mismo. La crítica a Jesús es crítica a Dios; la oposición a él es oposición a Dios. No pueden apoyarse en nada para juzgarlo. Ante él no hay más que aceptación o rechazo, sabiendo que la una o el otro incluyen la misma opción respecto a Dios.

Jn 10,29

 <<Lo que me ha entregado mi Padre es lo que más importa y nadie puede arrancar nada de la mano del Padre>>.

Para Jesús, como para el Padre, lo más importante es el fruto de su obra, la nueva humanidad, que el Padre le ha entregado (6,37.44.65) para que le comunique vida definitiva. Los previene que no intenten recuperar lo que han perdido, porque nadie puede arrancarlas de la mano del Padre. Jesús les da de nuevo este aviso (10,5). En el episodio del ciego, ellos han querido <<arrancarlo de la mano de Dios>>, pero no lo han conseguido, y estar en las manos de Jesús equivale a estar en las manos del Padre (cf. Is 43,13: <<No hay quien libre de mi mano; lo que yo hago, ¿quién lo deshará?>>).

Jn 10,27-28

 <<Las ovejas mías escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi mano>>.

Ante los dirigentes, que se niegan a responder a Jesús, describe él lo que significa ser de los suyos. Tienen por característica escuchar su voz, es decir, le prestan adhesión, no verbal ni de principio, sino de conducta y de vida (me siguen), comprometiéndose con él y como él a entregarse sin reservas al bien del hombre. El don de Jesús a los que lo siguen es la vida definitiva, el nuevo nacimiento por el Espíritu (3,3.5s), que acaba en ellos la obra creadora y les da la capacidad de hacerse hijos de Dios (1,12). Esos no se perderán nunca, pues la calidad de vida que él comunica supera la muerte (3,16; 8,51); pero, además, estarán al seguro (6,39; 10,9), no perecerán a manos de ladrones (10,10), ni serán arrebatados por el enemigo (cf. 10,12b), porque Jesús es el pastor que defiende a los suyos hasta dar la vida (10,11).

Jn 10,26

 <<Pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías>>.

No son de sus ovejas porque no responden a su llamada, que es la del Padre (6,45 Lect.). Nunca han escuchado la voz de Dios (5,37b), por eso no escuchan la de Jesús.

No conocen a Dios (5,37-38; 8,55) y no pueden reconocer sus obras (7,17), porque son ladrones y bandidos que explotan al pueblo (10,1.8.10). No aprenden del Padre (6,45) ni quieren realizar su designio (7,17), por eso no son de Jesús. No perciben la voz del Espíritu (3,8; cf. 8,14; 14,17).

Jn 10,25

 Les replicó Jesús: <<Os lo he dicho, pero no lo creéis. Las obras que yo realizo en nombre de mi Padre, ésas son las que me acreditan>>.

La respuesta de Jesús es neta. Aunque sin pronunciar el título, se ha declarado Mesías muchas veces y con suficiente claridad: en primer lugar, con su afirmación constante de ser el enviado del Padre; en segundo lugar, ha declarado que los antiguos símbolos e instituciones dejaban de existir para ser sustituidos por su persona (7,37: dador del agua/Espíritu = nuevo templo, Ley; 8,12: la luz del mundo = Mesías, Ley; 10,11.14; pastor modelo = nuevo David, cf. Ez 43,23; Sal 78,70-71). Pero Jesús no se aplica título ni reclama derechos. Tampoco prueba su misión de Mesías apoyándose en la Escritura. Sus únicas credenciales son sus obras; ellos deben considerarlas y concluir por sí mismos, comprometiéndose con un acto libre. Piden, en cambio, una solución a nivel de enunciado.

El mesianismo de Jesús no se propone en abstracto para someterlo a discusión. Para hablar de él se exige una condición previa: reconocer que la actividad de Jesús es la de Dios mismo, la del Padre. Dado que sus obrar procuran la dignidad, libertad y vida plena del hombre, por encima de toda institución o doctrina, quien pretenda abordar la cuestión de su mesianismo tendrá que pronunciarse primero sobre esta cuestión fundamental: si el hombre y su bien valen más y están por encima de toda otra realidad social e institucional; reconocer que sólo procede de Dios y es designio suyo aquello que favorece la libertad y la vida del hombre, y que toda Ley, institución o sistema que no cumpla estas condiciones no puede pretender en absoluto ser reconocido por Dios (cf. 5,36).

Al proponer las obras como credenciales, Jesús les está pidiendo que definan su actitud. Mientras no contesten a esta pregunta preliminar no puede tratarse la cuestión de su mesianismo. Pero ésta es la pregunta a la que ellos no responderán nunca, porque o bien tendrían que renegar de sus intereses o bien confesar que están contra el hombre y contra Dios. No quieren reconocer su propia injusticia.

El mesianismo de Jesús no es una cuestión académica como ellos quieren hacerla, sino vital. Quieren discusión sin compromiso, y Jesús no la acepta.

Las credenciales que él ofrece no son jurídicas, sino objetivas; son hechos, sus obras en favor del hombre. Demuestra su derecho con su fidelidad al designio del Padre. Por eso dirá más adelante que no crean a sus palabras, sino a sus obras (10,38). Es más, como ha afirmado en otra ocasión, el criterio para distinguir la pretensión auténtica de la falsa está en que el individuo obre o no con justicia (cf. 5,43; 7,18). Jesús tira abajo toda legitimidad que no se apoye en el modo de obrar: quien está con el hombre sin reservas, está con Dios; quien está de alguna manera contra el hombre, aunque invoque el nombre de Dios, está contra él.

Tampoco legitima Jesús su calidad de Mesías apelando a una tradición (5,34ss). La acción de Dios se discierne en el presente, porque el criterio es siempre el mismo: donde hay amor y lealtad al hombre, allí está Dios, que es Padre (cf. 1,14.17).

Jn 10,24

 Lo rodearon entonces los dirigentes judíos y le dijeron: <<¿Hasta cuándo vas a no dejarnos vivir? Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente>>.

En el lugar sacrosanto de Israel, centro y símbolo de su institución religioso-política, Jesús, el Mesías, la esperanza de Israel (cf. 1,41.49), se ve rodeado por los dirigentes que se habían propuesto matarlo (5,18; 7,1.19.25). En estas circunstancias, la expresión lo rodearon adquiere sentido hostil.

Proponen su pregunta con angustia e irritación (¿Hasta cuándo vas a no dejarnos vivir?), que podría reflejar la situación anterior de división entre ellos (10,19-21). Jesús ha anunciado que va a dar su vida libremente (10,18), ahora ellos lo acusan de estar quitándoles a ellos la vida; las frases son paralelas. Jesús va a dar su vida para dar al hombre vida plena (10,10b), y eso pone en peligro su institución. Dar vida a los oprimidos es quitárselas a ellos. No los deja vivir, porque viven para sí a costa del pueblo (2,16 Lect.).

Quieren forzarlo a declararse Mesías. Pero Jesús nunca toma en sus labios este título; sólo se había dado a conocer abiertamente como tal a la mujer samaritana (4,26). La pregunta que le hacen está en paralelo con la hecha a Juan Bautista por los emisarios de Jerusalén (1,19 Lect.) y por <<los Judíos>> a Jesús mismo en el templo (8,25).

El paralelo con el interrogatorio de Juan Bautista hace que la pregunta incluya en boca de los dirigentes una sospecha parecida a la que contenía entonces. Según la concepción común, que más tarde será expresada por la multitud (12,13; cf. 1,49), el Mesías debía ser el rey de Israel. Los dirigentes temen, por tanto, que Jesús pretenda apoderarse del trono. Dado, por otra parte, el enfrentamiento de Jesús con las instituciones que ellos apoyan y que son el instrumento de su poder, la entronización de Jesús como rey-Mesías significaría para ellos la ruina (cf. 11,47s; 12,19). Como ya varias veces has intentado hacer, en particular cuando muchos de la multitud comenzaban a reconocerlo por Mesías (7,31-32), su declaración habría provocado la detención inmediata. Así lo intentarán de nuevo al final del episodio (10,39).

Jn 10,23

 y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Como antes había andado por Galilea, la región de la libertad (7,1), se pasea ahora Jesús en el templo, el lugar donde lo quisieron apresar (7,30.32.44; 8,20). En él había denunciado el poder opresor (8,21-58) e intentaron apedrearlo (8,59). Es el reducto de sus enemigos, los que quieren darle muerte (7,1.19.25; 8,37.40). Jesús muestra su libertad paseándose públicamente.

La mención del pórtico pone esta escena en relación con la de la primera piscina (5,2: cinco pórticos). El templo es el lugar de los dirigentes, la piscina era su prolongación: el lugar del pueblo moribundo, oprimido por ellos por medio de la Ley (5,2 Lect.).

El pórtico de Salomón corría por la fachada oriental del gran patio exterior. La mención del nombre del rey, constructor del primer templo, recuerda la primera consagración o dedicación, que tuvo lugar precisamente en la fiesta de las Chozas. Nuevo vínculo entre ambas fiestas. Por otra parte, la mención de Salomón recuerda también su ascendencia, a su padre David, el Ungido (Mesías) del Señor (Sal 18,51; 132,17).

Jn 10,22b

 Era invierno.

Esta precisión del evangelista es sorprendente, pues la fiesta caía siempre en invierno y, además, no ha indicado antes la estación en que se celebra ninguna otra, suponiéndolas conocidas por sus lectores. Esto induce a pensar que le atribuya un segundo sentido. Las alusiones al Cantar de los Cantares en episodios sucesivos (12,1-3; 20,11ss) hacen probable que Jn esté usando lenguaje de ese libro: <<Ha pasado el invierno ... brotan flores en la vega ... apuntan los frutos de la higuera, la viña en flor difunde perfume>> (2,11-13). El Cantar describe la estación en que la vida florece. La precisión cronológica de Jn podría indicar, por contraste, la muerte que reina en Jerusalén y en el templo. Será la comunidad de Jesús el lugar de la vida (11,25.44).

Jn 10,22a

 Se celebró por entonces la Dedicación en Jerusalén.

La fiesta celebraba la dedicación o consagración del templo, renovada en tiempos de Judas Macabeo (165 a.C), después de la profanación cometida por Antíoco Epífanes (cf. 1 Mac 4,36-59; 2 Mac 1,9.18; 10,1-8). Caía en diciembre y duraba ocho días. Se encendían también en ella los grandes candelabros de la fiesta de las Chozas (8,12a Lect.) y llegó a llamarse la fiesta de las Luces o de las Chozas de invierno. Era también una fiesta muy popular. Concernía directamente al templo como lugar consagrado a Dios, pero incluía el simbolismo mesiánico de la otra fiesta. El texto, por otra parte, no la llama fiesta ni le añade la determinación <<de los Judíos>>, como en los casos anteriores (2,13; 5,1; 6,4; 7,2); esto podría explicarse porque en la escena no aparecerá para nada el pueblo, cuya opresión indicaban esas expresiones. Será un enfrentamiento entre Jesús y los dirigentes, a solas.

domingo, 21 de agosto de 2022

Jn 9,39a-10,21

 

Jn 10,19-21

Estas palabras causaron de nuevo división entre los dirigentes judíos. Muchos de ellos decían: <<Está loco de atar, ¿por qué lo escucháis?>>. Otros, en cambio: <<Esas no son palabras de loco; ¿es que puede la locura abrir los ojos a los ciegos?>>.

Las opiniones están divididas. Unos siguen acusándolo de loco (7,20; 8,48.52), ahora con más furor que antes (loco de atar), porque la denuncia ha sido más explícita. Otros dudan. Jesús derriba sus seguridades. El plural <<ciegos>> alude a la escena paradigmática de 5,3, localizada junto a la Ovejera; esto confirma que la figura del ciego tipifica la actividad de Jesús.

                                 *      *      *

En esta perícopa ha descrito Jesús su misión mesiánica bajo la imagen del pastor modelo (10,11.14), el único pastor (10,16), con clara referencia al nuevo David anunciado (Ez 34,23). Él, sin embargo, confiere a sus discípulos la unción mesiánica (17,17 Lect.) y los asocia a su misión (17,18; cf. 20,21: Igual que el Padre me ha enviado a mí, os mando yo también a vosotros). También ellos habrán de entrar en el atrio, dispuestos a afrontar la muerte, para hacer resonar el mensaje de vida y hacer salir a las ovejas del lugar de la opresión (10,3s).

Este principio da la clave para interpretar la escena en <<el atrio>> del sumo sacerdote, donde un discípulo muestra su amor a Jesús entrando con él, dispuesto a correr su misma suerte, mientras Pedro interrumpirá su seguimiento y negará a Jesús (18,15-18). A la orilla del mar de Tiberíades invitará Jesús a Pedro a rectificar, asociándose a su misión y aceptando dar la vida por las ovejas (21,15-18). Es así como Pedro podrá finalmente seguirlo (21,19; cf. 13,36).

SÍNTESIS

Jesús denuncia el pecado de los dirigentes: la mentira que consiste en llamar vida a lo que es muerte, luz a lo que es tiniebla. Ésta nace de su propia mentira interior, pues ellos se niegan a ver los hechos y a reconocer la evidencia; el motivo profundo de este modo de obrar es su interés personal, por el que son opresores del pueblo.

Muestra Jesús su incompatibilidad con la institución judía y anuncia su propósito de sacar fuera a los que escuchen su mensaje, para formar una comunidad humana libre que goce de la plenitud que él comunica.

Con otra formulación, traza Jesús de nuevo la línea que divide a los hombres: estar a favor o en contra de la vida humana, es decir, estar dispuesto a darse a sí mismo o, por el contrario, ser ladrón y homicida, privando al hombre de sus bienes y de su vida.

Su muerte voluntaria demuestra que quien se desprende de la vida por amor a los demás no la destruye, sino la lleva a su máximo, por hacerse semejante al Padre, que es don gratuito y generoso. Quien se da a sí mismo se convierte en dador de vida.

Jn 10,18b

 <<Este es el mandamiento que recibí de mi Padre>>.

El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad; como Hijo dispone de sus actos (cf. 3,35; 13,3). La relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor. Es obrando libremente como muestra su unidad con el Padre y le expresa su amor. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo; es más, la unidad de propósito que nace de la sintonía en el Espíritu.

La relación de Jesús con el Padre es modelo para la de los suyos con él (10,14s). El discípulo cumple el mandamiento de su maestro (13,34), que tampoco es una orden, sino que nace de una identificación interior (14,15: si me amáis, cumpliréis mis mandamientos).

Jn utiliza el término <<mandamiento>> para oponerlo a los de la antigua Ley. Moisés recibió de Dios numerosos mandamientos (Éx 24,12; Dt 12,28, etc.); Jesús recibe uno solo, el del amor hasta el extremo (cf. 13,1). Este <<mandamiento>> que Jesús recibe lo propone a los hombres y significa vida definitiva (12,49s; cf. 8,28); será el mismo que dé a sus discípulos (13,34: Igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros). Es el mandamiento suyo (15,12), el único que él formula. Se subraya de nuevo la diferencia entre las dos alianzas (1,17). 

El mandamiento que Jesús recibe para sí (10,18; 14,31) se diversifica en <<los mandamientos>> (15,10): realizar las obras del Padre (5,36; 10,37s). Asimismo, el mandamiento que los discípulos reciben de Jesús y que constituye la comunidad (13,34; 15,12.17) se despliega en <<los mandamientos>> (14,15.21; 15,10) que los impelen a trabajar en favor del hombre (9,4).

Jn 10,17-18a

 <<Por eso el Padre me demuestra su amor, porque yo entrego mi vida y así la recobro. Nadie me la quita, yo la entrego por decisión propia. Está en mi mano entregarla y está en mi mano recobrarla>>.

El designio de Dios es dar vida a la humanidad (6,39s). Jesús lo hace suyo (4,34; 5,30; 6,38) y así es uno con el Padre (10,30). Toda su existencia, a partir del momento en que el Padre, con el Espíritu, le confiere la misión (1,32s), está enteramente dedicada a llevarlo a cabo, identificando su actividad con la del Padre (5,17). Jesús se expresa y se realiza por esa asimilación al designio, de ella adquiere significado su vida (4,34). En su actividad, no señala límite a su entrega (10,11); el móvil de su actuación no es su propio interés o gloria (5,41; 7,1; 8,50), sino sólo y totalmente el bien del hombre.

Jesús se entrega y así se recobra, porque darse uno mismo significa adquirir la plenitud del propio ser. En lugar de perderse, se recobra con su plena identidad, la de hijo de Dios: dándose a sí mismo participa del dinamismo del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo (1,12b Lect.).

Su identidad de Hijo hace a Jesús partícipe y destinatario del amor del Padre. Esa demostración continua de amor se realiza en la actividad incesante del Espíritu en él, y se manifiesta en su obrar. Jesús es así, el Hijo de Dios, igual al Padre, y, al mismo tiempo, el modelo de hombre (el Hijo del hombre).

Como Jesús, quien se da a sí mismo hasta la muerte por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como premio a este sacrificio (mérito), sino con la certeza de poderla tomar de nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida sin límite, pues el amor es la vida. Quien dispone de su vida para darla sabe que dispone de ella para recobrarla acabada por el Espíritu, indestructible y definitiva como el mismo Espíritu. Para quien ama no hay muerte: ésta es el último gesto de una vida de entrega, que sella definitivamente su condición de hijo. Dar la vida significa creer hasta el fin en la verdad y potencia del amor como fuerza de vida.

Jesús afirma su absoluta libertad en el don de su vida. Nadie puede quitársela, él la da por propia iniciativa (19,11 Lect.). Nótese que en el evangelio de Jn ningún signo caracteriza a Jesús resucitado, excepto las huellas de su muerte en las manos y en el costado (20,20.27), que señalan precisamente la continuidad: Jesús es para siempre el que ha entregado su vida humana. Su entrega no ha sido algo accidental, ella lo muestra definitivamente como Hijo de Dios (20,17), el Dios engendrado (20,28; cf. 1,18).

Ante su auditorio de dirigentes judíos (10,19), que lo odian (7,7) e intentan matarlo (7,1.19; 8,37.40), Jesús afirma que es precisamente su prontitud para morir lo que hace manifestarse en él el amor del Padre.

Jn 10,16

 <<Tengo además otras ovejas que no son de este atrio; también a ésas tengo que conducirlas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor>>.

Jesús descubre el horizonte de su futura comunidad. Su misión no se limita al pueblo judío, se extiende a otros (11,52.54 Lects.). Este universalismo está en consonancia con la concepción de Jn, que, desde el prólogo, sitúa su evangelio en el contexto de la creación. El amor de Dios que la realiza tiene por término la humanidad entera (1,9: la luz que ilumina a todo hombre; 3,16: así demostró Dios su amor al mundo / humanidad; 4,42: el salvador del mundo; 8,12: la luz del mundo). Los discípulos procedentes de otros pueblos formarán con los que vengan de Israel una sola comunidad; ha terminado el privilegio del pueblo elegido (19,25 Lect.). La unidad de todos se verificará por la convergencia en el único pastor, Jesús.

La ausencia de coordinación (y) o de la preposición relacional (con) entre los dos miembros de la frase: un solo rebaño, un solo pastor, reduce al mínimo la dualidad de ambos. La relación del rebaño con Jesús no es la de yuxtaposición ni la de compañía; la existencia del rebaño lleva en ´si la presencia de Jesús, pastor, pues él, con su muerte, quedará constituido en fuente de vida única y perenne para los suyos, según la relación íntima de conocimiento-amor ya descrita antes.

Jesús forma un rebaño, pero no crea una institución/templo (atrio) paralela y opuesta a la judía, de la que saca a los que escuchan su voz. Su comunidad, que es universal, no está encerrada en institución nacional ni cultura alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabada por el Espíritu. De ella nacerán sus diferentes expresiones.

Jn 10,14-15

 <<Yo soy el modelo de pastor; conozco a las mías y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre; por eso me entrego yo mismo por las ovejas>>.

Describe Jesús su relación con los suyos. Antes afirmaba un conocimiento personal de cada uno, a quien él llamaba por su nombre para sacarlo del recinto (10,4). Ahora declara que entre él y la comunidad como suma de individuos existe una relación personal de conocimiento profundo e íntimo. Por parte de la comunidad significa conocer a Jesús, que ha dado la vida por sus amigos y les ha comunicado el Espíritu, es decir, conocer su amor. Por eso la expresión conozco a las mías y las mías me conocen a mí indica la relación de amor entre Jesús y los suyos que crea la participación de su Espíritu (1,16).

Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu (1,32; 4,24). La misma realidad se describirá más adelante en términos de identificación entre los discípulos, Jesús y el Padre (14,20) o de unidad con Jesús y el Padre (17,21). La pertenencia a la comunidad de Jesús no es una afiliación externa, se basa en esa experiencia. En esto consiste precisamente la vida definitiva, en conocer personalmente al Padre y a su enviado Jesús Mesías (17,3 Lect.). Su conocimiento-amor a los suyos y al Padre lleva a Jesús a dar la vida por las ovejas.

Jn 10,12-13

 <<el asalariado, que no es pastor y de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y dispersa; porque siendo asalariado no le importan las ovejas>>.

Como antes la imagen de la puerta (10,8-9), también la figura del pastor (cf. 10,2) aparece primero en oposición a una figura representativa, aquí la del asalariado o mercenario (10,11-13) y, a continuación, en su relación con los suyos (10,14-15). La oposición entre el pastor y el asalariado se funda en la motivación: el pastor presta su servicio por amor, renunciando al propio interés, dispuesto a dar la vida por las ovejas; el asalariado lo hace por dinero y, en el peligro, deja que las ovejas mueran.

El lobo es otra figura negativa en paralelo con la de los ladrones y bandidos: las arrebata y las dispersa. En el rebaño hace el mismo estrago que aquéllos. Su obra es contraria a la de Jesús, reunir a los hijos de Dios dispersos (11,52).

Jn 10,11

 <<Yo soy el modelo de pastor. El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas>>.

Jesús se ha presentado como puerta por ser él mismo el acceso a la vida, la alternativa a la muerte; pastor, en cambio, es término que describe su actividad con los que el Padre le ha dado (6,39). No es Jesús un pastor más, sino el modelo, el verdadero, y la característica del pastor es dar la vida por los suyos (cf. 15,13). Quien no ama hasta dar la vida no es pastor (cf. 21,16).

Existe un estrecho paralelismo entre la frase del verso anterior y ésta: Jesús viene a dar vida rebosante y para ello se da a sí mismo. Darse es comunicar vida. El mismo principio será enunciado en 12,24 con la imagen del grano de trigo. Para comunicar la plenitud de vida, Jesús se entregará hasta la muerte. La vida sólo la comunica el amor, que es don de sí a los demás (15,13). El máximo don de sí es su comunicación plena.

sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 10,10b

 <<Yo he venido para que tengan vida y les rebose>>.

Jesús opone su figura a los dirigentes del pueblo. Si ellos procuran muerte, él, por el contrario, tiene por misión y designio que los hombres gocen de vida plena (6,40); éste es su testimonio en favor de la verdad (cf. 18,37). Lo mismo al inválido (5,6) que al ciego (9,6), él ha dado esperanza y comunicado vida, sin poner más condición que el deseo de ella.

Jn 10,10a

 <<El ladrón no viene  más que para robar, sacrificar y destruir>>.

De nuevo echa Jesús en cara a los dirigentes su conducta homicida. Describe la actividad perversa del ladrón (cf. 10,8), en términos que remiten a la escena del templo (2,15s). El ladrón no sólo roba, es decir, despoja al pueblo de lo que es suyo, es además asesino (bandido), sacrifica a las ovejas. Alude claramente al ganado preparado en el templo para el sacrificio y expulsado simbólicamente por él. Las verdaderas víctimas del culto no son los animales, sino el pueblo mismo; mientras el templo se ha convertido en una casa de negocios (2,16) y acumula sus bienes en el tesoro (8,20), el pueblo está reducido a la miseria y a punto de muerte (5,3). Con esta imagen denuncia la violencia y dureza de los dirigentes que explotan al pueblo sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25