sábado, 29 de julio de 2023

Jn 19,28-30

 

  • Jn 19,28
  • Jn 19,29
  • Jn 19,30a
  • Jn 19,30b
  •  Constituida la nueva comunidad universal (28: Después de esto), todo va quedando terminado, sólo falta la expresión del amor hasta el extremo. Libertad de Jesús: tiene conciencia de su misión y va realizando su obra (consciente Jesús). Expresa su necesidad (Tengo sed; cf. 4,7). A los que han obtenido su condena, pide una muestra de solidaridad humana elemental, que le permita que le permita responder comunicándoles vida (4,10, con la samaritana). Les demuestra que su amor no ha sido vencido por el odio. Paralelo con el caso de Judas (13,26). Amor sin límite, lealtad al hombre hasta el extremo. Jn se refiere al pasaje citado en 15,25: “Me odiaron sin razón”.
  • El jarro allí colocado (29) recuerda las tinajas de Caná, figura de la Ley (2,6: “Estaban allí colocadas”). El vinagre se opone al vino que ofreció Jesús en aquella boda: el odio opuesto al amor (cf. 19,7). El hisopo se usaba para rociar la sangre liberadora del cordero pascual (Ez 12,21ss). El odio de los homicidas va a derramar la sangre del Cordero de Dios; el hisopo recogerá esta sangre que va a liberar a la humanidad de la muerte. Nueva Pascua.
  • Tomó el vinagre (30): acepta, sin desmentir su amor, la muerte causada por el odio. Últimas palabras: Queda terminado; ha dado remate a la obra del Padre (4,34). Con su amor invencible, ha realizado en sí mismo la plenitud del Hombre igual a Dios (20,28), el proyecto creador (1,1). En este momento, la presencia del Padre brilla como nunca en Jesús; toda muerte queda excluida por esa presencia: la muerte de Jesús no interrumpirá su vida. Es éste “el último día” (6,39), que termina la creación y abre el mundo definitivo; será también “el primero” (20,1), a partir del cual ese mundo ya empezado se irá completando.
  • Reclinando la cabeza: Jesús se duerme, metáfora de una muerte (11,11-13) que no interrumpe la vida. El gesto espontáneo, que indica la voluntariedad de su muerte, está subordinado a la entrega del Espíritu. Jesús no muere por morir, sino para salvar a los hombres. El amor extremo, rompe, por decirlo así, los límites de su humanidad y lo convierte en dador de vida, como el Padre. El Espíritu que había recibido (1,32s) puede ahora comunicarse a los hombres. Él realizará el reino universal (19,23) y constituirá la humanidad nueva (19,25-27).

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