domingo, 20 de febrero de 2022

Jn 5,9b - 5,15

 Jn 5,9b

Jn 5,15

 El hombre notificó a los dirigentes judíos: <<Es Jesús quien me ha dado la salud>>.

Una vez que ha conocido a Jesús y ha recibido su aviso, el hombre va a ver a los dirigentes, que le habían prohibido ser libre invocando el precepto. Su frase se contrapone a la que ellos habían pronunciado: Es descanso y no te está permitido; el hombre responde: Es Jesús quien me ha dado la salud, aludiendo a la frase anterior: el que me dio la salud fue quien me dijo: <<Carga con tu camilla>>. Jesús es la norma en lugar del sábado. Él, que da la vida, sustituye la Ley de muerte. Por boca de este hombre, el pueblo liberado atribuye su salvación a Jesús ( = Dios salva, libera), y da testimonio de ella ante sus antiguos opresores. La insistencia en el nombre de Jesús en estos episodios (5,1.6.8.14.15) se convierte en una confesión de su misión liberadora.

En la primera subida a Jerusalén denunció Jesús la institución del templo, provocando una adhesión numerosa, pero equivocada (2,23s). Sucede ahora la segunda, anónima, en la que Jesús libera al pueblo sin estrépito ni señales portentosas (4,48), sin aparecer como líder. Ha visitado ahora el templo sin darse a conocer; comunica vida al pueblo, quitando adictos a la institución judía y alentando a la ruptura. Ella es causa de la postración del pueblo y sólo a su pesar llega la salud. En todo caso, hay ya quien puede andar. Se hace posible comenzar el éxodo.

SÍNTESIS

En esta etapa de su actividad, Jesús prescinde por completo de los dirigentes y de la institución manejada por ellos, que habían rechazado su denuncia y su propuesta. Para él, lo único que importa es el hombre, por eso va adonde éste se encontraba reducido a la miseria y la impotencia. Procede así haciendo caso omiso de las prescripciones religiosas, y del todo indiferente a la opinión de las autoridades.

Capacita al hombre para la actividad haciéndolo caminar por su cuenta. La experiencia de su integridad recobrada le da la libertad frente a las instituciones. Jesús no provoca una rebelión, su misión no se define por oposición a aquel sistema político-religioso, sino por su aspecto positivo: comunicar salud y fuerza. Se propone formar una comunidad humana alternativa, creando el ambiente de la libertad y de la vida, donde el hombre pueda entrar abandonando el régimen de opresión y de muerte. El pecado es quedar voluntariamente en la tiniebla, o volver a ella, renunciando a realizar el proyecto de Dios. Se perfila el éxodo del Mesías.


Jn 5,14

 Algún tiempo después, Jesús fue a buscarlo en el templo y le dijo: <<Mira, has quedado sano. No peques más, no sea que te ocurra algo peor>>.

Ha pasado algún tiempo y Jesús se encuentra con el hombre a quien había liberado de su enfermedad. La localización, en el templo, recoge la del verso anterior, en el lugar. El templo ha dejado de ser el lugar donde está Dios y Jesús se propone sacar de él al pueblo (2,15b Lect.). Mantenerse en su recinto significa aceptar ser explotado y renunciar a la libertad. Ese templo y su culto han de desaparecer (4,21); es incompatible con Jesús, cuya persona va a sustituirlo (2,19). El templo, además, impone la Ley al pueblo entero, reduciéndolo a la miseria y a la impotencia (5,2 Lect.).

Al encontrarlo allí, Jesús le da un aviso: No peques más, no sea que te ocurra algo peor. Estas palabras indican, en primer lugar, que su enfermedad, y, lo mismo la de los demás enfermos, el pueblo, estaba causada por su pecado. Por otra parte, su contrario, la salud, viene de la palabra de Jesús y significa fuerza que libera, permitiéndole salir de la postración causada por el dominio de los que controlan la Ley. El pecado consiste, pues, en aceptar voluntariamente el dominio de la institución, avalando con la sumisión el régimen de injusticia.

El pecado de este hombre era el pecado del mundo (1,29), es decir, la renuncia voluntaria a la vida, la sumisión a las tinieblas no reconociendo la luz (1,10). Jesús lo ha liberado de las tinieblas-muerte, del sistema opresor. Para los dirigentes, pecado era ir contra su Ley; para Jesús, ir contra la vida, que va realizando el proyecto creador de Dios.

Sí, después de haber descubierto la libertad, sigue dando su adhesión al régimen injusto, puede sucederle algo peor, no ya la enfermedad sino la muerte misma. Jesús, sin embargo, no fuerza su decisión; lo mismo que dejó a su iniciativa el levantarse, cargar con su camilla y echar a andar, ahora no le impide dar un paso atrás, que sería definitivo. Frente al dominio e imposición de los dirigentes, Jesús se presenta como el que restablece la libertad respetándola. Él no se impone al hombre ni lo domina. Lo mismo sucederá al final con Judas; Jesús pondrá en sus manos su propia vida, dejándole la opción de adherirse a él o de entregarlo a la muerte (13,26s Lect.).

Jn 5,13

 El que había sido curado no sabía quién era, pues, como había mucha gente en el lugar, Jesús se había escabullido.

Se insiste en el hecho de la curación (El que había sido curado). El enfermo se había fiado de un hombre (5,12: Quién es el hombre) y ha encontrado su liberación. El que había perdido la esperanza de encontrar un hombre que le ayudase (5,7) lo ha encontrado en Jesús y, al fiarse de él, ha recobrado su propia humanidad. Antes no hallaba solidaridad, es decir, amor. La Ley no lo había dado; al contrario, utilizada por los dirigentes, lo impedía (cf. 2,4: no tienen vino). Ahora, en Jesús, comienza a brillar el amor leal de Dios.

<<El lugar>> es expresión consagrada para designar el templo (4,20; 11,48), donde debería haberse manifestado la gloria de Dios. Pero Dios no está ya presente en aquel templo, convertido en un mercado (2,16). Este <<lugar>> comprende la piscina (la ciudad), simbólicamente abarcada por los pórticos del templo que la domina (5,2); es el atrio (10,1) donde están las ovejas (2,14s; 5,2: la Ovejera) destinadas a la muerte. Es allí donde hay <<mucha gente>>, la muchedumbre descrita al principio (5,3).

Jesús se había escabullido. No busca popularidad, sólo pretende dar vida. Ha devuelto al hombre su fuerza, sin exigirle nada. Amor es don gratuito.

Jn 5,12

 Le preguntaron: <<¿Quién es el hombre que te dijo: ´Carga y echa andar?´>>.

La réplica del hombre alarma a los dirigentes; no se trata ya de una violación particular cometida por un individuo poco religioso, existe alguien que se arroga el derecho de eximir de la Ley. No reaccionan ante la noticia de la curación. El bien del hombre no les importa; en cambio, le preguntan inmediatamente quién puede ser ese que se atreve a dispensar a los otros de sus obligaciones religiosas.

Aparecen aquí dos mundos: el de los dirigentes, pendientes sólo de imponer la observancia, y el de la muchedumbre, que ansía aprovechar la mínima esperanza de salir de su estado (5,6). Son dos esferas incomunicadas, aunque no independientes, porque los dirigentes se arrogan el dominio sobre la masa del pueblo. Ellos no buscan soluciones a la desesperada situación; añaden encima otra esclavitud: la de los preceptos. La suerte de aquellos desgraciados les es indiferente; pero apenas advierten una erosión de su autoridad, intervienen sin tardar. La esfera legal es el ámbito de su poder; la Ley, el instrumento de su dominio. No cuenta para ellos que el hombre esté sano o enfermo; lo único que pretenden es conservar su hegemonía. En 2,13ss aparecía la Pascua del régimen como una explotación económica del pueblo; en 5,1ss la fiesta del régimen resulta una farsa. Hay una fiesta oficial, mientras existen multitudes abandonadas en su miseria. Un caso como el presente, el de un inválido curado, sería verdadero motivo de alegría en consonancia con la fiesta; pero los dirigentes la amargan invocando la obligación. La libertad de un hombre los irrita, y el hecho de que haya quien libere, los alarma. Ese tal es para ellos evidentemente <<el hombre>> enemigo de Dios dador de la Ley, pues se atreve a oponerse a ella.

Al preguntar quién le ha dado esa orden, los dirigentes ya no mencionan la camilla (Carga). Hacen resaltar, en el plano simbólico, la obra liberadora de Jesús. Haber puesto al hombre por encima de la obligación del descanso (la camilla) equivale a ponerlo por encima de toda norma que se oponga a su libertad de acción. Ven claro que, suprimida la sujeción al precepto, el hombre queda enteramente libre de su dominio.

La fiesta es contingente, ocasional, mientras la miseria es permanente. El pasaje subraya la total despreocupación de los dirigentes respecto al pueblo. El templo celebra sus fiestas sin cuidarse en absoluto de la situación real; es más, cuando surge un vislumbre de libertad, los adictos al régimen lo reprimen. Quieren apagar la vida, que es la luz (1,5; cf. 10,8).

Jn 5,11

 Él replicó: <<El que me dio la salud fue quien me dijo: ´Carga con tu camilla y echa a andar´>>.

El hombre da su explicación. Él hace lo que le han dicho. Se ha sentido libre de la Ley, porque el que fue capaz de darle la salud podía darle con más razón la libertad.

Jn 5,10

 Dijeron, pues, los dirigentes judíos al que había quedado curado: <<Es descanso y no te está permitido cargar con tu camilla>>

Aparecen los dirigentes judíos, los que controlan la fiesta y el sábado. Estos sí son bien conscientes del día de fiesta, e inmediatamente se dirigen al hombre curado.

No les interesa su persona ni los motivos que pueda tener para ir cargado; se preocupan tan sólo de la observancia de la Ley y, en nombre de ella, le recuerdan que está prohibido llevar la camilla. Su prohibición se opone palabra por palabra a la orden de Jesús (5,8: carga con tu camilla).

La importancia del tema que aquí se aborda está en paralelo con la que asumía entre los judíos la observancia del sábado, prototipo del descanso obligatorio. Según Éx 20,8-11, se fundamentaba el precepto en el descanso de Dios acabada la creación. En el libro apócrifo de los Jubileos, anterior al NT (siglo II a. C.), se presenta el precepto del sábado como la primera ley recibida por los hombres y, por consiguiente, como el punto central de toda la Ley. Por eso, su violación por el trabajo tenía pena de muerte. Según la doctrina rabínica, este precepto obligaba tanto como todos los otros preceptos de la Ley juntos y aún más que ellos.

La observancia del sábado equivalía, pues, a la de toda la Ley; su violación o desprecio lo era de la Ley entera. Llevar la camilla a cuestas, sabiendo que era día de precepto, significaba no reconocer la Ley, considerarse libre de sus obligaciones y de la autoridad de sus custodios e intérpretes, los dirigentes.

Controlada por ellos, la Ley no tolera la libertad del hombre; éste no es dueño de sus acciones, tiene que atenerse a lo que está mandado. Invocando el día sacro, máximo precepto de la Ley, quieren quitarle la libertad que le ha dado Jesús. Es más, si éste hubiese observado la Ley, el hombre seguiría inválido.

Al incluir en las palabras / mensaje de Jesús, que curan al inválido, una violación del precepto (carga con tu camilla), indica Jn la relación existente entre la Ley y la invalidez, ya insinuada anteriormente al colocar la multitud de enfermos en los pórticos que representaban la Ley (5,2-3 Lects.). Siendo ésta utilizada como instrumento de opresión, era la causa de la enfermedad y prohibía la curación. Por su medio se tenía al pueblo reducido a la impotencia. La Ley estaba al servicio del poder y, como podía deducirse del caso del funcionario real, era e poder el que tenía al hijo / pueblo al borde de la muerte (4,49.53 Lects.).

La camilla, lugar de la inactividad, se identifica con el sábado, precepto de la inactividad; es éste, y con él, la Ley entera, la causa y el aliado de la invalidez. La sumisión al régimen encarnado en la Ley es lo que convertía a la camilla en <<tu camilla>> (5,8.9.10.11). Jesús ha dado al hombre la facultad de desembarazarse de su sujeción, de disponer de lo que lo tenía subyugado. Se alían, por un lado, la fiesta de los Judíos (5,1), en la que el pueblo constituye un espectáculo de dolor y miseria (5,3); por otro, el precepto del descanso, que quiere impedirle la libertad, y con él la Ley, que, manejada por las autoridades, causa la postración del pueblo.

No se indica que el hombre hubiera salido del recinto de la piscina ni dónde se encontró con los dirigentes. Esto confirma que la piscina representaba la ciudad (5,2-3 Lects.).

Jn 5,9b

 Era descanso de precepto aquel día.

No se había mencionado hasta este momento que aquel día fuese descanso obligatorio. Jesús ha procedido como si no existiese, sin tener en cuenta para nada las disposiciones de la Ley ni la interpretación que de ella se daba. Muestra su absoluta independencia respecto a las instituciones de Israel, cuya desaparición, con la de la alianza, había anunciado en Caná (2,1-11). Su propuesta había sido rechazada de plano por los dirigentes. Ahora él ignora absolutamente la existencia de las instituciones, que ellos controlan. Se ha colocado al margen del sistema religioso. Su actividad en favor del hombre no está limitada por ninguna Ley.

La violación del descanso será la piedra de escándalo para los dirigentes judíos. Jesús no suscita la cuestión del día festivo ni pretende hacer polémica contra él; usa de su libertad y continúa su tarea. Para él cuenta sólo el bien del hombre en cualquier circunstancia.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25