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martes, 18 de julio de 2023

Jn 18,38b-40

 

  • Jn 18,38b
  • Jn 18,39
  • Jn 18,40
  • Pilato sale sin esperar una respuesta (Dicho esto) (38b). Deja su terreno para encontrarse de nuevo con los que quieren la muerte de Jesús. Como juez, declara a Jesús inocente. Los dirigentes habían condenado a Jesús por considerar que su actividad podría ocasionar la destrucción del templo y de la nación por parte de los romanos (11,48). El gobernador romano les asegura que no ve peligro en Jesús, quitando todo fundamento a aquella sentencia. Pero el móvil real de la hostilidad contra Jesús no era el peligro romano, sino el propio interés (11,50: “os conviene”).
  • La Pascua fue en su origen la fiesta de la liberación de Egipto. Soltar un preso (39) recordaba la antigua liberación y simbolizaba su permanencia. A pesar de su veredicto de inocencia, Pilato no se atreve a poner en libertad a Jesús. Cede a la presión de los dirigentes judíos; para no ofenderlos, propone una solución de compromiso. La propuesta provoca la protesta clamorosa de las autoridades (40). No quieren la libertad de Jesús a ningún precio. Ellos tienen sus propuestas: al dador de vida prefieren el violento y homicida (bandido, denominación que se aplicaba a los zelotas).
  • Síntesis. La figura de Barrabás, el bandido, simboliza la violencia; los dirigentes la ejercen sobre el pueblo mediante sus instituciones. La actividad de Jesús pone en peligro su poder. Él no usa la fuerza, pero da vida al hombre. El sistema opresor ve en esto su propia ruina; eligiendo a Barrabás, deja la vía libre a su propia violencia.

Jn 18,40

 Esta vez empezaron a dar gritos: <<A ése, no; a Barrabás>>. Y Barrabás era un bandido.

La respuesta de Pilato provoca la protesta clamorosa de las autoridades. No quieren la libertad de Jesús a ningún precio. El grito de Jesús había hecho salir a Lázaro del sepulcro (11,43); las multitudes habían aclamado a Jesús como Mesías salvador (12,13). Comienza ahora los gritos de los dirigentes, que acabarán pidiendo la cruz para Jesús. Al grito de vida y a los de esperanza oponen las autoridades sus gritos de odio y de muerte (18,40; 19,6.15).

Pilato no había propuesto alternativa. Son ellos los que mencionan a otro individuo, que, al ser presentado sin introducción alguna, muestra seles bien conocido. El nombre, Barrabás, que significa <<hijo del Padre>>, contiene sin duda una alusión a las controversias en el templo. Mientras los dirigentes pretendían tener por padre a Dios (8,41), Jesús denunció quién era su verdadero padre, el Enemigo homicida (<<el diablo>>, 8,44 Lect.). En lugar de Jesús, el Hijo de Dios, proponen como alternativa que sea puesto en libertad el hijo del diablo. Al dador de vida (10,10) prefieren el dador de muerte (homicida).

Así lo expresa Jn al identificar a Barrabás: era un bandido. Esta denominación, que significa violento y homicida, se usó también para designar a los zelotas. Jn, por su parte, la ha aplicado a los dirigentes, los explotadores del pueblo (10,1.8), equiparando así la violencia institucional a la de aquellos que combatían la institución.

<<Los judíos>> detentadores del poder consideran más peligrosa la libertad de Jesús, que rechaza la violencia, pero cuya vida y actividad es una denuncia de su opresión (7,7) y un descrédito de sus sistema (12,11), que la del violento que usa sus mismas armas. El sistema represivo (4,1-3; 5,16.18; 7,1.19.25.32.44; 8,37.40; 9,22.34; 10,33.39; 11,48.53; 12,10; 15,18-25; 16,2; 18,3.12) no tolera al que ofrece una alternativa de libertad. Con su elección manifiestan una vez más que su poder no es más que violencia.

No niegan que Jesús sea inocente; no aducen acusaciones que hagan rectificar el veredicto del juez. Su saña muestra la incompatibilidad entre el sistema que forman y Jesús. Se cumple el dicho escrito en su Ley: Me odiaron sin razón (cf. 15,25).

En este relato, Barrabás, el hijo del Enemigo/diablo, aparece como tipo de la violencia, encarnada como institución en el sistema judío. Por eso es éste y no Pilato quien propone su nombre. La opción real es entre la libertad de ellos, tipificados por Barrabás, y la de Jesús. Éste, con su actividad, no deja vivir a los opresores (10,24 Lect.). Para conservar su propia libertad de acción tienen que suprimirlo.

SÍNTESIS

La figura de Barrabás, el bandido, simboliza en esta perícopa la violencia, de la que es instrumento la institución judía. La libertad de Jesús la pone en peligro. Él es el rey que no se apoya en la fuerza y que viene a dar vida al hombre. El sistema opresor ve en eso su propia ruina y confirma su camino de violencia oponiéndose a que sea puesto en libertad.

Jn 18,39

 <<Pero tenéis por costumbre que os suelte a uno por Pascua, ¿queréis que os suelte al rey de los judíos?>>.

La Pascua fue en su origen la fiesta de la liberación de Egipto y de la constitución del pueblo. Soltar un preso en la fiesta recordaba la antigua liberación y simbolizaba su permanencia.

A pesar de su veredicto de inocencia, Pilato no se atreve a dar el paso que exigiría la justicia: poner a Jesús en libertad. Él mismo no es libre, siente la presión de las autoridades judías y cede a ella. Propone entonces una solución de compromiso que deje bien a todos: los dirigentes renunciarán a su acusación y él mismo podría poner a Jesús en libertad sin ofenderlos.

Jn 18,38b

 Dicho esto, salió de nuevo adonde estaban las autoridades judías y les dijo: <<Yo no encuentro ningún cargo contra él>>.

Pilato sale sin haber escuchado la voz de Jesús (Dicho esto) ni haberse pronunciado en favor de la verdad. Así, deja su terreno para encontrarse de nuevo con los que lo presionan para que dé muerte a Jesús. Su falta de adhesión a la verdad lo priva de libertad (cf. 8,32) y lo hace vulnerable.

El interrogatorio de Jesús le ha hecho ver que no hay motivo para pronunciar sentencia condenatoria. El acusado declara que la violencia no entra en su programa. Como juez, declara a Jesús inocente. Jesús no es un malhechor (10,30). Pilato expresa el pensamiento del evangelista. Frente a su actitud destaca la saña de las autoridades judías.

Los dirigentes habían condenado a Jesús por considera que su actividad podría ocasionar la destrucción del templo y de la nación por parte de los romanos (11,48). El gobernador romano les asegura que él no ve peligro en ella, quitando todo fundamento a su sentencia anterior. Queda al descubierto que el móvil de la hostilidad contra Jesús no era el peligro romano, sino la amenaza de los propios intereses (11,50: os conviene).

Jn 18,33-38a

 

  • Jn 18,33
  • Jn 18,34
  • Jn 18,35
  • Jn 18,36
  • Jn 18,37a
  • Jn 18,37b
  • Jn 18,37c
  • Jn 18,38a
  • Pilato entra en su residencia, donde se encuentra al abrigo de la presión judía (33). Jesús ha sido detenido como “el Nazareno” (18,5.7), es decir, como el pretendiente al trono de David. Pilato quiere informarse de primera mano. El pagano no dice “el rey de Israel” (1,49; 12,13), sino el rey de los judíos, de la nación; implicación mesiánica (¿Tú eres?). Jesús quiere que Pilato razone su postura, que examine si está siendo manipulado y considere su responsabilidad como juez (34).
  • Pilato no quiere reconocer la presión de los judíos y niega que la cuestión le afecte personalmente (35). Rechaza toda responsabilidad; son otros los acusadores, los jefes religiosos y, detrás, el pueblo que no ha sabido optar por Jesús y en contra de sus autoridades opresoras (12,34). Los títulos de Jesús no interesan a Pilato, pero si su actividad (¿Qué has hecho?), que puede suponer una amenaza para el poder que representa.
  • Jesús no responde directamente a la segunda pregunta de Pilato, sino a la primera: “¿Tú eres el rey de los judíos?” (36). Afirma claramente su calidad de Rey, pero niega todo parecido con los reyes que Pilato conoce. Al descartar la realeza que se apoya en la fuerza queda patente que no pretende ocupar el trono y que no es un rival del emperador. Él practica el servicio a los hombres y rechaza el poder. Los reyes del mundo imponen su dominio. Para Jesús, la violencia pertenece a la esfera de la injusticia. Él se ha entregado voluntariamente y ha cortado en seco la violencia de Pedro (18,11). Ha probado no ser rey como los otros.
  • Extrañeza de Pilato (37) y nueva afirmación de Jesús. Explica su función como rey: no dominar, sino dar testimonio de la verdad; con estas palabras condensa el significado de su vida y actividad. Jesús comunica vida (Espíritu) y la experiencia de esa vida es la verdad sobre Dios/el Padre, que se manifiesta como amor sin límite, y sobre el hombre, llamado a ser hijo de Dios. Su muerte en cruz, máxima expresión de amor, resumirá y hará culminar todo su testimonio. Los que están a favor de la vida/verdad, de la plenitud humana, responden a su llamada. Pilato se desentiende (38a). Al constatar que Jesús no pretende el poder, no lo considera peligroso y no se preocupa más. Es hombre de poder, pertenece “al orden este”, no a la verdad, y no puede escuchar la voz de Jesús. No sabe lo que es la verdad porque no conoce la vida.
  • Síntesis. El poder/dominio y el uso de la violencia pertenecen al orden injusto, enemigo de Dios y del hombre. Para realizar su obra, la nueva humanidad y la sociedad alternativa, Jesús no se apoya en la fuerza, sino en el deseo y la experiencia de vida; los que lo sigan, lo harán libremente.

Jn 18,38a

 Le dice Pilato: <<¿Qué es eso de ´verdad´?>>.

Pilato se desentiende. Al constatar que Jesús no pretende el poder, no lo considera peligroso y no se preocupa más. No le interesa su persona, sólo quería averiguar si había reato.

Para lo demás está ciego y sordo. Es hombre de poder, pertenece <<al orden este>>, no a la verdad, y no puede escuchar la voz de Jesús. El ofrecimiento implícito de Jesús lo deja insensible. No sabe lo que es la verdad porque no conoce la vida.

SÍNTESIS

Explica Jesús en esta perícopa la calidad de su mesianismo, tema que se ha ido presentando a lo largo de la narración y que ha dado lugar a equívocos por parte de los discípulos y de las multitudes.

Condena Jesús todo uso de la violencia como perteneciente <<al orden este>>, es decir, al mundo injusto enemigo de Dios y del hombre. Para realizar su obra, el Rey-Mesías no se apoya en la fuerza ni ejerce el dominio; él no tiene guardias ni subordinados; los que lo sigan, lo harán libremente.

El Mesías que Dios ofrece a Israel cumplirá las promesas de modo muy superior y diverso al imaginado por la expectación popular. No ocupará el trono, coartando con su poder la libertad de sus súbditos, sino que ofrecerá una vida que, haciendo conocer la verdad sobre Dios y sobre el hombre, los hará libres.

Jn 18,37c

 <<Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz>>.

Jesús no obtiene la adhesión del hombre por la grandeza humana o por el uso de la fuerza, sino ofreciendo la verdad de la vida. Los que están a favor de ella responden a su llamada.

<<Pertenecer a la verdad>> se opone a <<pertenecer al orden este>> (18,36). Excluye, por tanto, profesar sus principios y hacerse cómplice de su injusticia. La pertenencia a la verdad precede al hecho de escuchar la voz de Jesús y es condición para ello. Hasta el último momento recalca Jn su gran principio: para escuchar y dar adhesión a Jesús se requiere una disposición previa de amor a la vida y al hombre o, en otras palabras, que la vida sea la luz del hombre (1,4). Esta condición indispensable ha sido formulada anteriormente de diversas maneras: practicar la lealtad (3,21), escuchar y aprender del Padre (6,45), querer realizar el designio de Dios (7,17), conocer al Padre (16,3 Lect.). La verdad de que Jesús da testimonio es la respuesta a la aspiración central del hombre: el deseo de plenitud. La luz que ha venido al mundo en Jesús es la concreción y expresión suma del proyecto creador de Dios, intrínseco al hombre mismo, que suscita y nutre su deseo de vida. Los que se integran en el sistema de injusticia y muerte o profesan sus principios son enemigos de la vida; por eso no pertenecen a la verdad ni escuchan la voz de Jesús, es decir, no le dan su adhesión (10,26).

La frase: escucha mi voz, pone este pasaje en relación con 10,16.27, donde Jesús afirmaba que sus ovejas escuchan su voz. Hay que leer, por tanto, su realeza sobre el trasfondo de la alegría del Pastor modelo que se entrega por los suyos (10,11.15), llamados después <<sus amigos>> (15,13), y para reunir a los dispersos (11,52); de ellos no perderá a ninguno (18,9). Él, como rey, es el David prometido, el pastor único (Ez 34,23: <<Les daré un pastor único que las pastoree: mi siervo David; él las apacentará, él será su pastor>>). El texto alude, por tanto, no sólo a la realeza de Jesús, sino a la oposición del pastor modelo a los ladrones y bandidos (10,1.8.10). Por eso la verdad de que Jesús ha venido a dar testimonio se opone a la mentira de los dirigentes (8,44.55).

Los que lo reconocen como rey están en medio del mundo (13,1; 17,11.15; cf. 12,25), como él mismo lo estaba, pero sin pertenecer a él (17,14-16). La comunidad que él constituye, el reino de Dios (3,3.5), toma una forma completamente distinta de la esperada. Los movimientos mesiánicos habían tendido a realizarlo dentro de las categorías de la monarquía temporal (cf. 12,13.34). Jesús, el Mesías-Rey, no ejerce su reinado como los reyes del orden este. Esto no quiere decir que no tenga incidencia sobre la realidad social; la comunidad que él forma se presenta precisamente como una alternativa no sólo distinta, sino opuesta a los sistemas de este mundo. La relación que rige entre Jesús y los suyos no es la de señor-súbditos. sino la del que propone la verdad y de los que la aceptan libremente (cf. 15,13-15), y su ofrecimiento se extiende a toda época y lugar.

La comunidad de Jn se siente ligada a Jesús por la adhesión a él como verdad, porque en él resplandece la plenitud de vida. Se remiten a Jesús como a su rey. Este término, heredado del AT y común en aquella cultura, pierde en boca de Jesús sus connotaciones de poder y dominio.

jueves, 6 de julio de 2023

Jn 18,37b

 <<Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad>>.

Explica Jesús su función como rey, que deriva de la calidad de su realeza; no consiste en dominar o gobernar, al estilo de los reyes de este mundo, sino en dar testimonio de la verdad. Con estas palabras condensa Jesús ante el juez el significado de su vida y actividad.

Yo para esto he nacido es frase que se relaciona con 3,6.8: del Espíritu nace espíritu ... Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu. Jesús ha recibido la plenitud del Espíritu (1,32s), que es el Espíritu de la verdad (14,17; 15,26; 16,13), por eso su misión es dar testimonio de la verdad. Pero la frase está también en relación con varias designaciones utilizadas en el evangelio: el únicos Dios engendrado (1,18), el Hijo único (1,14; 3,16.18) y, más en general, el Hijo de Dios (1,34, etcétera) o simplemente el Hijo (3,35, etc.). Implícitamente se une aquí la idea mesiánica con el Espíritu que habita en Jesús y lo hace Hijo de Dios (1,32-34; 10,36).

La frase: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo (cf. 16,28: Salí del Padre y he venido al mundo), expone la misión en términos de posterioridad respecto al nacimiento. Es solamente posterioridad lógica: nacimiento y misión se identifican con la bajada del Espíritu sobre Jesús (1,32; cf. 10,36); es ella la que realiza en él el proyecto creador y lo constituye Hijo de Dios (1,34); es al mismo tiempo su consagración para la misión mesiánica (10,36 Lect.).

Haber venido al mundo es frase que se aplica dos veces a la luz (3,19; 12,46); la segunda vez, Jesús la refiere explícitamente a su persona. La verdad de que da testimonio, que es él mismo (14,6), se identifica, por tanto, con la luz, el resplandor de la vida (1,4).

En el evangelio, el testimonio de Jesús se refería: a lo que hemos visto (3,11), a lo que ha visto personalmente y ha oído (3,32), a su denuncia del mundo por su modo de obrar perverso (7,7) y a su  misma persona en relación con su misión (8,14). En su aspecto positivo, la verdad de que Jesús da testimonio es, por tanto, su propia experiencia (3,11.32; 8,14b Lect.), la del Espíritu que es vida y amor. Poseyendo él la plenitud del Espíritu, él mismo es la vida y, en consecuencia, la verdad (14,6). Es la verdad del amor de Dios al mundo (3,16), manifestado en su persona y actividad; su misión revela la vida que él tiene y comunica. Así es Jesús la verdad sobre Dios, por manifestar su amor, y la verdad sobre el hombre, por ser la realización del proyecto de Dios sobre él. De esa verdad da él testimonio.

Sin embargo, la forma verbal que se encuentra en el texto concentra en un acto su testimonio: será su muerte en la cruz la que resuma y haga culminar todo el testimonio de su vida. Ella será su obra máxima, que dará el máximo testimonio (5,36); será la suprema manifestación de la gloria (17,1) y terminará la realización del proyecto creador (19,30).

La frase de Jesús: para esto he venido al mundo, muestra que su misión se realiza en la historia. Su realeza se diferencia de la del <<mundo>> como sistema injusto, pero se ejerce necesariamente dentro de la historia humana; es más, viene a dar su verdadera orientación a esa misma historia, porque su misión se inserta en la obra creadora para darle remate (5,17; 19,30a Lects.). Concuerda esto con la petición de Jesús al Padre en la Cena: no te ruego que te los lleves del mundo, sino que los guardes del Perverso (17,15).

La comunidad de Jesús, que se encuentra en medio del mundo, no es, por tanto, un refugio que permita al hombre evadirse de la historia, sino que lleva en sí el dinamismo del Espíritu que la consagra para una misión dentro de ella; su actividad será igual a la de Jesús y provocará la misma hostilidad por parte del mundo (15,18ss). Consistirá en promover la realización en los hombres del proyecto creador, liberándolos de las fuerzas que lo sofocan; se construye así el estadio definitivo de la humanidad (20,17 Lect.).

Las dos características de Jesús rey, su renuncia al uso de la fuerza y su misión de dar testimonio de la verdad, muestran cómo ejerce su acción liberadora.

Jesús se encuentra ante un mundo cuyo motor es la ambición de dinero y poder (8,44; 13,2: el Enemigo). Esta ambición da origen a una ideología contraria a la verdad de Dios (8,44: el padre de la mentira; 8,40: la verdad que aprendí de Dios); ella justifica un orden social que priva al hombre de libertad y plenitud de vida en beneficio de los que lo dominan. Cristaliza, por otra parte, en una estructura social injusta (8,23: el orden este / el mundo), respaldada por la ideología. La política del círculo dirigente está inspirada por la misma ambición de dinero y poder (8,44: vuestro padre es el Enemigo), que los hace actuar corporativamente (12,32; 14,30; 16,11: <<el jefe del orden este>>). El pueblo, víctima de este orden social, sufre la opresión (5,3; 10,10a Lects.), sometido por el miedo (7,13; 9,22) y dócil a la enseñanza que se le propone (7,26s; 12,34; cf. 7,48s).

Para sacar al pueblo de la opresión en que se encuentra Jesús no combate el orden injusto oponiendo violencia a violencia (18,36); la opresión tiene como causa última la asimilación de la ideología por el pueblo; Jesús lo libera haciéndole ver la falsedad de lo que creen: no es voluntad de Dios que el hombre sea esclavo, sino libre (8,34-36 Lects.). Sin embargo, a la falsa ideología no enfrenta él otra ideología verdadera, sino la experiencia del amor que comunica vida (8,32: la verdad que hace libres). Realizando <<las obras del Padre>> (10,37) hace descubrir al hombre la verdad sobre Dios y sobre sí mismo: el amor que Dios le tiene y la dignidad y libertad a que lo llama; cambia así su visión de Dios, de sí mismo y del mundo y el hombre comprende la opresión en que ha vivido; abandona entonces la ideología que lo privaba de vida y con ella el <<mundo>> de la injusticia (17,14.16).

Jn 18,37a

 Le preguntó entonces Pilato: <<Luego, ¿tú eres rey?>>. Contestó Jesús: <<Tú lo estás diciendo, yo soy rey>>.

La declaración de Jesús produce extrañeza en Pilato. No puede comprender a un rey que se declara tal y que, al mismo tiempo, renuncia al uso de la fuerza para defender su derecho. Con las preguntas sucesivas de Pilato va introduciendo Jn respuestas de Jesús, hasta completar el contenido de su realeza.

En primer lugar, en conformidad con su declaración anterior, Jesús afirma claramente su calidad de rey. No añade, sin embargo, <<de los judíos>>; este título equivale al de Mesías, pero su mesianismo no se limita a Israel, se extiende a la humanidad entera (10,16; 11,52: no sólo por la nación ( = los judíos), sino también para reunir en uno a los hijos de Dios dispersos). El reino de Dios, en el que Jesús tiene la función de rey mesiánico, está abierto a todo hombre que nazca <<de arriba>>, de agua y Espíritu (3,3.5).

Pero, además, la indeterminación en que deja Jesús su título: yo soy rey (en lugar de yo soy el rey), en paralelo con la acusación que harán los dirigentes judíos: todo el que se hace rey se declara contra el César (19,12), muestra que el título tampoco es exclusivo. Al comunicar a sus discípulos su unción y su misión mesiánica (17,17s; cf. 9,6.11), los hace participar con eso de su condición real: son hombres libres, hijos de Dios y dueños de la creación, el don de su amor. En la escena de la crucifixión aparecerán junto a Jesús otros dos crucificados: él será el centro de los que, junto al Hijo, se hagan hijos de Dios (1,12), dando su vida por amor al hombre (19,18 Lect.).

Jn 18,36

 Contestó Jesús: <<La realeza mía no pertenece al orden este. Si perteneciera al orden este la realeza mía, mis propios guardias habrían luchado para impedir que me entregaran a las autoridades judías. Ahora que la realeza mía no es de aquí>>.

Jesús no responde directamente a la segunda pregunta de Pilato: ¿Qué has hecho?, sino a la primera: ¿Tú eres el rey de los judíos? Al descartar la realeza que se apoya en la fuerza quedará patente que no pretende ocupar el trono, como podría sugerirlo el título que le ha dado: el rey de los judíos.

Afirma claramente su calidad de rey, pero niega tener parecido alguno con los reyes que Pilato conoce. La expresión: La realeza mía no pertenece al orden este, está en paralelo con la que había dicho de sí mismo: yo no pertenezco al orden éste (8,23), en un contexto donde inmediatamente después afirma su calidad de Mesías: yo soy lo que soy (8,24b Lect.). El orden este, <<el mundo>>, es el sistema de injusticia, el que oprime al hombre, y la adhesión a él es el pecado (8,23 Lect.). Jesús practica el servicio al hombre y rechaza el poder (6.10.15); como rey será el Hombre levantado en alto, que dará su vida por salvar al hombre (12,13.15.32.34; cf. 3,3.5.14). La figura de Jesús, el rey que no pertenece al orden este, se opone a la del <<jefe del orden este>> (12,32; 16,11), personificación del círculo de poder.

Jesús caracteriza a los reyes del orden este por apoyarse en la fuerza de las armas e imponer así su dominio: Si perteneciera al orden este la realeza mía, mis propios guardias habrían luchado por impedir que me entregaran a las autoridades judías. Jesús considera el uso de la violencia como perteneciente a la esfera de la injusticia y del pecado. En eso precisamente se distingue su realeza de las demás. La oposición entre su postura y la del <<orden este>> es clara; él se ha entregado voluntariamente y ha cortado en seco la violencia de Pedro (18,11). Renunciando al uso de la fuerza, ha probado no ser rey como los otros. No se ha constituido en rival de sus adversarios, disputándoles el poder, sino que se ha entregado en sus manos.

Su realeza no tiene su origen en ninguna legitimidad de este mundo: la realeza mía no es de aquí. Tiene un fundamento completamente distinto que no se expresa en el lenguaje jurídico de derecho-sumisión. El dicho está en paralelo con el de 8,23: Vosotros pertenecéis a lo de aquí abajo, yo pertenezco a lo de arriba. <<No ser de aquí>> equivale, por tanto, a <<no pertenecer al orden este>>. Su realeza pertenece a <<lo de arriba>>, la esfera del Padre y del Espíritu; es, por tanto, una realeza que por amor comunica vida, en vez de producir muerte con la opresión (4,47.49 Lects.). Él es el Mesías, el Rey designado y ungido por Dios, pero no va a imponer su reinado; los que lo acepten como rey será por haber hecho una opción libre.

El respeto de Jesús por la libertad se había hecho patente en la Cena, al poner su vida en manos de Judas, como supremo acto de amistad (13,26b Lect.). Fue en aquel momento cuando Jesús se entregó voluntariamente a la muerte (13,31 Lect.).

Jn 18,35

 Replicó Pilato: <<¿Acaso soy yo judíos? Tu propia nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?>>.

Por no confesarse instrumento de la autoridad judía, niega que la cuestión le afecte personalmente: él no es judío de raza; Jesús le ha sido entregado por su nación y, en particular, por sus máximas autoridades. Rechaza toda responsabilidad en lo que sucede, no ha provocado él la situación.

El autor recalca la responsabilidad de los jefes; subraya la traición que han cometido entregando al poder extranjero a uno de su misma raza y pueblo (18,30). La gravedad del paso muestra hasta dónde llegaba el odio de los dirigentes contra Jesús (cf. 7,7; 15,23). Lo odian a él más que al invasor, a quien hacen ahora instrumento para satisfacer su odio.

Pero la traición va más allá. No entregan a Pilato solamente un connacional, sino precisamente a aquel que se presenta como Mesías, y al que ellos mismos han planteado la cuestión (10,24). Éste es el motivo de su maquinación, según se desprende del apelativo <<el Nazareno>> (18,5.7) y de la pregunta de Pilato: ¿Tú eres el rey de los judíos? El de Jesús no es, además, el mesianismo de un agitador político, sino el que sigue la línea liberadora atestiguada por las Escrituras (5,39). La traición que comenten no lo es solamente contra su pueblo y raza, sino contra Dios mismo, como quedará patente en su opción final por el César (19,15; cf. 15,23).

Pilato afirma que su nación y los sumos sacerdotes han entregado a Jesús. Los responsables de su condena y de su prendimiento han sido únicamente los jefes (11,53; 18,3.12). Pero el pueblo que, en el momento decisivo, después que se promulgó la orden de delación de Jesús (11,57), no supo optar por el Mesías liberador en contra de sus autoridades opresoras, es también responsable de esta traición y, de hecho, se ha dejado arrastrar a ella por sus dirigentes. Los sumos sacerdotes pueden considerarse los representantes de la nación y hablar en su nombre.

Se consuma con esta entrega el rechazo anunciado desde el prólogo: los suyos no lo acogieron (1,11), y desarrollado en el ciclo de las instituciones (2,1-4,46a), donde Jesús anunciaba ya esta <<hora>> (2,4). Judea, que se niega a hacer caso al Hijo, queda bajo la reprobación de Dios (3,36). El pueblo de las promesas deja de serlo, aunque quedará un resto que será integrado en la comunidad del Mesías (19,25-27).

Al descargar la responsabilidad en la nación y los sacerdotes, Pilato quiere rebajar la cuestión de la realeza de Jesús a un asunto interno de los judíos. Los títulos de Jesús no le interesan, pero sí su actividad: ¿Qué has hecho? La pregunta coloca en el contexto de la acusación anterior: un malhechor. Jesús apelaba precisamente a sus obras como credenciales de la legitimidad de su misión mesiánica (5,36; 10,25.38; 14,11). Pilato, sin embargo, va a considerarlas solamente en cuanto pueden suponer una amenaza para el poder que él representa.

Jn 18,34

 Contestó Jesús: <<¿Dices tú eso como cosa tuya o te lo han dicho otros de mí?>>.

Jesús le pregunta a su vez si ha llegado él mismo a esa conclusión o si repite simplemente lo que otros le han dicho, es decir, si ha actuado por propia convicción o como instrumento de otros. Quiere que su interlocutor razone su postura y lo invita a considerar su propia responsabilidad de juez.

Jn 18,33

 Entró de nuevo Pilato en la residencia, llamó a Jesús y le dijo: <<¿Tú eres el rey de los judíos?>>.

Pilato entra en su residencia, donde se encuentra en su terreno propio, al abrigo de la presión judía. Hace llamar a Jesús que estaba fuera con sus acusadores.

El hecho de que el batallón haya participado en la captura de Jesús muestra que Pilato sabía quién era y de qué se le acusaba. La insistencia de las autoridades judías le ha impedido esquivar este proceso y quiere informarse de primera mano.

Lo llama <<el rey de los judíos>>, en lugar de <<el rey de Israel>>, modo de hablar tradicional (1,49; 12,13). En boca del romano, la denominación <<los judíos>> indica la diferencia racial y religiosa, la nación como tal, no sólo la casta dirigente. Equivalente a <<el rey de Israel>>, el título <<el rey de los judíos>>, con su determinación (el), designa a un rey conocido, al Mesías objeto de la expectación popular. La cuestión del mesianismo de Jesús, que se identifica con la de su realeza, y que ha aparecido ya con frecuencia en la narración evangélica (1,41.49; 3,28s; 6,15; 7,26s.41s; 9,22; 10,24; 12,13.15.34; cf. 18,5.7: el Nazareno), se propone ahora oficialmente.

Jesús ha sido llamado por última vez <<el rey de Israel>> al proponerse la cuestión de su mesianismo ante el pueblo (12,13); a partir de entonces, la expresión queda sustituida por <<el rey de los judíos>>. <<Israel>> era la denominación teológica, que recordaba la elección del pueblo y las promesas hechas a los patriarcas. Ahora, por su rechazo del Mesías, cumplimiento de las promesas, ese pueblo de ser Israel: es un pueblo como los demás, caracterizado no ya por la elección divina, sino por la raza (los judíos; cf. 4,40: los samaritanos; 11,48: los romanos).

El pronombre inicial: ¿Tú eres ...?, identifica a Jesús entre otros posibles pretendientes al título. Pilato quiere saber si Jesús afirma ser ese personaje.

Jn 18,28-32

 

  • Jn 18,28a
  • Jn 18,28b
  • Jn 18,29
  • Jn 18,30
  • Jn 18,31a
  • Jn 18,31b
  • Jn 18,32
  • No se narra lo sucedido en casa de Caifás. Ahora quieren que la causa de Jesús pase a la jurisdicción del poder invasor y pagano (28). Comienza el día decisivo (19,14: centro del día, 19,42: su fin): es el “sexto día” (12,1), el de la creación del hombre. Los opresores del pueblo ponen cuidado en observar las prescripciones legales (no contaminarse).
  • Primer movimiento de Pilato (29); salir es ya una concesión: el poder romano se pliega en cierto modo al judío. Sabe muy bien quién es Jesús, puesto que el batallón ha participado en la captura (18,3); pide, sin embargo, una acusación formal.
  • Toman a mal que Pilato les exija una acusación definida (30). Debería fiarse de ellos; pretenden que ratifique su decisión (11,53). Malhechor: para la institución, dar fuerza y libertad al hombre es un crimen. Pilato no acepta la propuesta (31). Comienza el forcejeo entre los dos poderes. Al remitirlos a su Ley, Pilato, sin saberlo, los está acusando. Su Ley no permitía juzgar a un hombre sin primero escucharlo (7,51). La respuesta de los dirigentes pretende forzar a Pilato a intervenir. Doble sentido de la frase: a) no tienen la facultad de condenar a muerte (cf. 19,11); b) alusión al quinto mandamiento: “No matarás”; van a cometer un homicidio por mano ajena, bajo apariencias legales.
  • Se hace posible la predicción de Jesús, morir levantado en alto (2,14; 8,28; 12,32s) (32), muerte que será al mismo tiempo su exaltación.

Jn 18,32

 <<Así tendría cumplimiento el dicho de Jesús, cuando indicaba con qué clase de muerte iba a morir>>.

Al rehusar las autoridades judías encargarse de la ejecución de Jesús, se hace posible el cumplimiento de su predicción sobre el modo de su muerte: levantado en alto (3,14; 8,28; 12,32s). Es con esa muerte, que será al mismo tiempo su exaltación, como él atraerá a todos hacia sí (12,32).

Se ve aquí la preocupación del evangelista por justificar la muerte de Jesús en cruz. Era una muerte fuera de las categorías legales judías e, incluso para los romanos, tan denigrante, que no podía condenarse a la cruz a un ciudadano romano.

La muerte en la cruz significaba por sí misma la exclusión tanto de la sociedad judía como de la romana. Aparece aquí otro elemento de ruptura con la tradición de Israel. El Mesías, que sale del territorio de Israel para fundar su comunidad (10,40-42), muere también fuera de Israel. Pero su muerte significa también el rechazo por parte del poder romano. Ninguna institución admite a este Mesías.

Para explicar esta muerte, Jn, en todo su evangelio, le da el significado de una exaltación; de ahí que vea en el Hombre levantado en alto, fuente de vida, el cumplimiento de un tipo del AT (3,14-15), y la demostración suprema del amor de Dios a la humanidad (3,16).

El hecho de que esta muerte haya de cumplir la predicción de Jesús pone de manifiesto su voluntariedad, que coloca a Jesús por encima de la disputa entre los poderes. Él es dueño de su vida para entregarla; nadie se la quita (10,18).

SÍNTESIS

La detención de Jesús se ha hecho con la complicidad de todos los poderes, de los cuales el más fuerte es el poder judío, representado por Anás. Sin embargo, a la hora de ejecutar la muerte ya acordada, cada una de las partes, el poder judío y el romano, quieren esquivar la responsabilidad directa. <<Los judíos>> pretenden que Pilato corrobore su decisión sin celebrar un juicio en regla. Pilato intenta devolver la causa a la jurisdicción judía. La Ley sirve para el juego de ambos, pero quedan victoriosos los dirigentes judíos, que afirman su supremacía.

La acusación genérica <<malhechor>>, aplicada a Jesús, encubre el verdadero motivo, que sólo aparecerá más tarde: la acusación de hacerse rey, implícita desde el principio. Se abre así el tema de la realeza de Jesús, que ocupará toda la secuencia.

Jn 18,31b

 Le dijeron entonces las autoridades judías: <<A nosotros no nos está permitido matar a nadie>>.

La respuesta de <<los Judíos>> pretende forzar a Pilato a intervenir. La frase que pronuncian tiene un doble sentido. Por una parte, si se compara con la que más tarde (19,11) dirigirá Pilato a Jesús: está en mi mano soltarte y está en mi mano crucificarte, los judíos afirman que no tienen la facultad de condenar a muerte. No puede decidirse si la clara afirmación de Jn corresponde a una realidad histórica. El sentido histórico, sin embargo, está subsumido por otro teológico: la frase, paralela de la de 5,10: Es descanso, no te está permitido cargar con tu camilla, alude, como allí, a un mandamiento del Decálogo, en este caso: <<No matarás>>.

Al remitir a <<los Judíos>> la responsabilidad de condenar a Jesús según la Ley, Pilato les hace confesar la contradicción de su conducta con el principio enunciado en el Decálogo. Irónicamente, pone Jn en boca de las autoridades judías la declaración de su propia culpabilidad.

Con su respuesta, las autoridades revelan su intención. No han traído a Jesús ante Pilato para que lo juzgue, sino para que le dé muerte. Ellos, que desde que comenzó la actividad de Jesús habían concebido el propósito de matarlo (5,18) y que lo han decidido así en sesión oficial (11,53), no quieren hacerlo por su propia mano.

Es posible que la negativa a ejecutar por su mano la sentencia contra Jesús tenga también por motivo evitar la impureza legal causada por el derramamiento de sangre. En el Consejo celebrado para condenarlo sólo se había aducido razones de oportunismo político (11,47-50), que, en un juicio, no habrían servido para probar su culpabilidad. Ellos saben muy bien que van a cometer un simple homicidio con apariencias legales (8,44: homicida desde el principio). Piensan poder librarse de la impureza que esto les acarrearía cometiéndolo por mano de un tercero. Se recoge aquí la pregunta que les hizo Jesús: ¿No fue Moisés quien os dejó la Ley? Y, sin embargo, ninguno de vosotros cumple esa Ley. ¿Por qué tratáis de matarme? (7,19). Ellos han deformado la Ley de Moisés y la han convertido en <<su Ley>> (19,7).

Jn 18,31a

 Les dijo entonces Pilato: <<Lleváoslo vosotros y juzgadlo conforme a vuestra Ley>>.

Pilato no acepta la propuesta de las autoridades judías. No quiere refrendar sin más la decisión que han tomado. Comienza el forcejeo entre los dos poderes. El judío no tiene prisa por acabar con Jesús; el romano, de quien ellos pretendían que podía venir el peligro a causa de la actividad de Jesús (11,48), se resiste a tomar una medida.

Al remitirlos a su Ley, Pilato, sin saberlo, los está acusando. Su Ley no permitía juzgar a un hombre sin primero escucharlo para saber lo que ha hecho. Tal fue el reproche de Nicodemo a sus colegas fariseos (7,51). Su Ley les impediría condenarlo sin juicio formal.

miércoles, 5 de julio de 2023

Jn 18,30

 Le contestaron así: <<Si éste no fuese un malhechor, no te lo habríamos entregado>>.

Sólo para obtener la cesión final de Pilato pronunciarán <<los Judíos>> la acusación que traen contra Jesús (19,12: Todo el que se hace rey se declara contra el César). Toman a mal que Pilato les exija una acusación definida. Ellos, las autoridades supremas de Israel, no le pedirían que condenase a un inocente. No pretenden que juzgue a Jesús, sino que ratifique la decisión que ellos han tomado (11,53).

Califican a Jesús de <<malhechor>>. En la reunión del Consejo habían expresado su alarma diciendo: Este hombre realiza muchas señales (11,47), y de hecho, muchos de los suyos salían de su esfera de influencia y se pasaban a Jesús (12,11; cf. 12,19). Resumen ahora la actividad de Jesús calificándola de criminal. El sumo sacerdote lo interrogó sobre su doctrina (18,19), pero lo que realmente los inquieta es su actuación. Jesús se había remitido repetidamente a sus obras, hechas en favor del hombre (5,36), y ellos habían sido capaces de condenarlas (10,33). Para los dirigentes, sin embargo, dar fuerza y libertad al hombre es un crimen. Desde su situación de poder se arrogan la facultad de definir lo que es bueno y malo; establecen así una moral oficial al servicio de los intereses de su institución (11,50: os conviene).

El verbo <<entregar>> ha sido usado hasta ahora solamente de Judas (6,64.71; 12,4; 13,2.11.21; 18,2.5); la traición maquinada por éste es acabada por <<los Judíos>>. Aparece de nuevo la semejanza entre Judas y <<los Judíos>> (13,2 Lect.).

Jn 18,29

Salió Pilato fuera, adonde estaban ellos, y les preguntó: <<¿Qué acusación presentáis contra este hombre?>>.

Primer movimiento de Pilato. Salir es ya una concesión; el poder romano se pliega en cierto modo ante el judío, que ha demostrado ya su superioridad, disponiendo del batallón (18,3.12). El término del movimiento: adonde estaban ellos, anuncia la trayectoria que va a seguir la postura de Pilato; su debilidad aflora desde el principio de la entrevista.

No usa Pilato fórmulas de cortesía, su pregunta es directa. Jesús no es para él un desconocido, puesto que sus tropas han participado en la captura. Sabe muy bien de qué lo acusan, pues lo han detenido como <<el Nazareno>>, es decir, el descendiente de David, el Mesías prometido. Así lo demostrará en su interrogatorio, cuya primera pregunta será: ¿Tú eres el rey de los judíos? Sin embargo, como juez, pide acusación formal.


Jn 18,28b

 <<Era por la mañana temprano. Ellos, sin embargo, no entraron en la residencia del gobernador, para no contaminarse y poder celebrar la comida de pascua>>.

La mañana indica la llegada del nuevo día, el decisivo, del que se señalan el principio, el fin (19,42) y la hora central (19,14). Es <<el sexto día>> (cf. 12,1), el de la creación del hombre. Cf. <<La Hora final>>.

<<Ellos>> son los sumo sacerdotes (18,35; 19,6), llamados también <<los Judíos>> (18,31.36.38b; 19,7.12). Esta última denominación ha incluido también a los fariseos (18,3.12). Los sumos sacerdotes representan a todos los círculos de poder de su nación (cf. 19,21); ellos son la autoridad oficial.

Los jefes judíos evitan contaminarse entrando en casa de un pagano; si contrajera impureza no podrían celebrar la fiesta, centrada en la comida del cordero. Los opresores del pueblo (5,1ss) ponen cuidado en observar las prescripciones legales. Señala Jn con esto el significado de la Pascua oficial: la antigua fiesta de la liberación ha pasado a ser un mero rito.

Gracias a Jesús, sin embargo, aquel año va a celebrarse la verdadera pascua; Judas ha preparado lo necesario: la muerte del Cordero pascual (13,29), y Caifás ha profetizado que Jesús va a morir para constituir el nuevo pueblo (11,50; 18,14). Ellos ahora van a hacer que pueda comerse el verdadero Cordero y celebrar la verdadera Pascua (6,51). Jesús va a quitar el pecado del mundo (1,29), liberando de la esclavitud con el éxodo definitivo.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...