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viernes, 8 de septiembre de 2023

Jn 21,15a

 <<Cuando acabaron de almorzar, le preguntó Jesús a Simón Pedro>>.

En el episodio anterior se ha descrito el cambio de actitud de Pedro desde su punto de vista personal (21,7b Lect.). Jesús, sin embargo, no se ha hecho echo de su gesto ni se ha dirigido a Pedro para ponerlo de relieve; se diría que lo ha ignorado. Ha estado entre los suyos como un amigo; les ha ayudado en la pesca y, luego, les ha preparado y ofrecido de comer. El pastor modelo sigue dando a los suyos vida abundante (10,10).

Terminada la comida comunitaria, se dirige Jesús a Pedro, de modo parecido a como había hecho con Tomás (20,27). Tanto aquí como allí evita que el problema personal interfiera en su contacto con la comunidad.

La escena se desarrolla dentro del mismo grupo que ha terminado de comer y en estrecha conexión con la comida que acaba de celebrarse. Representa, por así decir, la exigencia que plantea al discípulo haber participado en la eucaristía, que, siendo la aceptación del don de Jesús, es, al mismo tiempo, el compromiso del discípulo a asimilarse a la vida y muerte del Señor.

Es Jesús quien toma la iniciativa. No bastaba el acto individual de Pedro en el episodio anterior. Hay que notar que mientras en 21,1-14 el nombre de Jesús aparecía nueve veces (21,1.4 bis.5.7.10.12.13.14) y tres el apelativo <<el Señor>> (21,7 bis.12), en estos cinco versículos (21,15-19), a pesar de tener por contenido exclusivo el diálogo entre Jesús y Pedro, aparece solamente una vez el nombre de Jesús, en la presentación de la escena. En cambio, en los cuatro vv. de la perícopa siguiente (21,20-23), se encontrará cuatro veces (21,20.21.22.23).

La ausencia del nombre en este diálogo pone más de relieve la voz de Jesús que su persona (nueve veces el verbo <<decir>> o su equivalente <<preguntar>> en boca de Jesús), como si se tratase de la interpelación de Jesús a Pedro a través de la voz profética del Espíritu que resuena en el grupo.

sábado, 22 de julio de 2023

Jn 19,15a

 Ellos entonces empezaron a dar gritos: <<¡Quítalo, quítalo de en medio! ¡Crucifícalo!>>.

Hay un forcejeo que alarga la escena y hace más dramática la opción de los jefes judíos. Muestran un odio desaforado, que no tolera ya ni la vista de Jesús. El rey que quiere dar su vida por el pueblo (11,50; 18,14) es rechazado por ellos mismos. Piden para él la pena de muerte. Jesús viene a eliminar el pecado del mundo; los representantes del pecado (8,21) quieren eliminar a Jesús. Ante el rey que, en vez de dominar, quiere liberar del dominio, los opresores se rebelan.

El grito del odio contra Jesús es el del odio contra Dios: Odiarme a mí es odiar a mi Padre (15,23). Se va revelando la incompatibilidad entre el Dios verdadero y la institución de Israel, que culminará en la opción final.

lunes, 3 de julio de 2023

Jn 18,15a

 <<Seguía a Jesús Simón Pedro y, además, otro discípulo>>.

Con su seguimiento, Pedro contradice el aviso que le había dado Jesús: Adonde me marcho, no eres capaz de seguirme ahora (13,36). No hace caso de estas palabras. Jesús ha comenzado su marcha hacia el Padre (13,3), entregándose para dar su vida por el pueblo (18,14). Pedro, en cambio, no estaba dispuesto a dar la vida por el pueblo, sino por Jesús (13,37), para evitar su muerte (18,11). No está preparado para seguirlo, porque no tiene un amor semejante al suyo. Por eso, este seguimiento acabará en el fracaso.

Sigue también a Jesús otro discípulo, sin nombre. La figura de este discípulo aparece a primera vista como una incógnita, pero Jn ofrece datos suficientes para comprender su significado.

A partir de la cena, Jn asocia cinco veces a la figura de Pedro la de otro discípulo innominado, designado cuatro veces como <<el discípulo a quien quería Jesús>> y esta vez como <<otro discípulo>>. En la escena del sepulcro se mezclan las dos designaciones: va a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien quería Jesús (20,2); el otro discípulo corrió más de prisa que Pedro (20,4).

El discípulo ha sido caracterizado en la Cena como aquel que experimenta el amor que Jesús le tiene; es su confidente y goza de tal intimidad que puede reclinarse sobre el pecho de Jesús, gesto de familiaridad absoluta (13,23.25). En esta perícopa, la segunda vez que aparece, muestra el evangelista el amor con que el discípulo corresponde a Jesús, y que manifiesta siguiéndolo en su camino hacia la muerte. En este caso suprime Jn la denominación habitual (el discípulo a quien Jesús quería) para hacer resaltar su respuesta.

Más importante que identificar a este discípulo con uno o varios personajes históricos es definir la función que desempeña en el relato evangélico, es decir, su significado teológico.

Aparecía en la Cena, en contraste con Pedro, como el confidente de Jesús, por su cercanía a él (13,23s). También en contraste con Pedro, se le describe aquí como el que entra con Jesús preso, dispuesto a correr su misma suerte (18,15). Se dirigirá al sepulcro, de nuevo junto con Pedro y, en contraste con él, comprenderá las señales y creerá en la resurrección (20,2-10). En la pesca, donde acompaña a Pedro, será él quien reconozca al Señor (21,7). Por última vez aparecerá junto a Pedro en la escena final del evangelio (21,20-22).

La comunidad afirma que el evangelio entero es su testimonio (21,24). Éste integra, por tanto, el dado al pie de la cruz por el que presenció la gloria de Jesús (19,35); es este discípulo quien, en el momento cumbre, se mantiene junto al Mesías crucificado. Al ver cumplida la declaración de Juan Bautista sobre el Cordero de Dios (1,29.36), al que no lo quebrarán ni un hueso (19,36), su testimonio final (19,35) completa el que pronunció Juan anunciando la misión del Mesías (1,32-34). Enlaza así esta figura con la del discípulo anónimo que, habiendo escuchado el testimonio de Juan, siguió a Jesús y se quedó a vivir con él (1,35-39). Su permanencia al lado de Jesús le permite ahora entrar con él para llegar hasta la cruz, donde acogerá a la madre (19,26s) y se convertirá en testigo (19,35).

Resumiendo su significado, es el discípulo que, habiendo roto con la institución judía (discípulo del Bautista), sigue a Jesús y vive con él. Es por eso su confidente, el que lo acompaña hasta la muerte, da testimonio de su gloria, reconoce su resurrección y percibe su presencia en la comunidad. De ahí su función de testigo ante el mundo. Sus rasgos retratan en este evangelio los del discípulo y la comunidad según el ideal que Jesús propone.

domingo, 14 de mayo de 2023

Jn 15,15a

 <<No, no os llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos>>.

En 13,13s, Jesús declaraba ser el maestro y el señor, pero de modo nuevo. En el lavado de los pies se había hecho el primero en la tarea de servicio que todos deben practicar. Manifestaba allí Jesús la relación de amor y solidaridad que él instaura entre los hombres (4,7-8 Lect.). Aquí aparece lo mismo desde otro punto de vista: el amor mutuo hace hijos de Dios y pone a los discípulos al nivel de Jesús. Él que los llama aquí amigos, los llamará también hermanos (20,17).

Jesús requiere, por tanto, que la relación entre sus discípulos y él sea de amistad. Siendo el centro del grupo, no se coloca por encima de él. Quiere ser compañero de los suyos en la tarea común. En el contexto de misión, la amistad con Jesús significa la colaboración en un trabajo que se considera común a todos y responsabilidad de todos; por eso la alegría de la misión se comparte con Jesús (15,11). Los discípulos no son siervos a sueldo de un señor, sino amigos que voluntariamente colaboran en la tarea (cf. 12,26). El grupo de amigos vive en su compañía, en comunicación y confianza. Él está con ellos y comparte su vida (14,23 Lect.).

La relación de amistad es la propia del grupo respecto a Jesús y entre sus miembros. Antes, hablando de Lázaro (11,11), lo había llamado <<nuestro amigo>>. Jesús se integra en su grupo. La igualdad y el afecto crean libertad. Este es el testimonio de los suyos ante el mundo y la alternativa que ofrecen. De esto depende el fruto.

sábado, 6 de agosto de 2022

Jn 8,15a

 <<Vosotros dais sentencia ateniéndoos a lo humano>>.

Como Nicodemo fariseo (3,1), estos fariseos tampoco perciben el Espíritu y quedan en la esfera de <<la carne>>, es decir, del hombre sin Espíritu (3,6; cf. 6,63). Son los que profesan la realización del hombre por la observancia de la Ley, incapaz de llevarlo a su plenitud (3,6). No comprenden que en Jesús haya otro origen y otro principio de vida.

El que no percibe el Espíritu, juzga a Jesús según la mera realidad humana y no lo entiende. No sabrá nunca de dónde procede ni adónde se dirige. Ellos, que se mueven en el ámbito de la <<carne>>,no pueden salir de él; sus cálculos quedan dentro de ese estrecho horizonte.

Partiendo de ese concepto incompleto del hombre, el Mesías que ellos esperan es el restaurador de las glorias de Israel y el realizador de su victoria sobre los demás pueblos.

Desde esta perspectiva, los fariseos rechazan la pretensión mesiánica de Jesús, pues su persona y actividad no corresponden a los presupuestos que ellos sostienen.

Jesús, con su respuesta, les demuestra que no tienen autoridad para juzgar, pues su punto de vista es erróneo. Su criterio no corresponde al designio de Dios (5,30 Lect.). El Mesías que esperan no es más que la personificación de sus ambiciones y de su deseo de revancha.

viernes, 27 de agosto de 2021

Jn 2,15a

 y haciendo como un azote de cuerdas.

El azote era un símbolo proverbial para designar los dolores que inaugurarían los tiempos mesiánicos. Se representaba al Mesías con el azote en la mano para fustigar los vicios y malas prácticas. El gesto de Jesús era, pues, una señal mesiánica y transparente: se revela en el templo como Mesías, respondiendo al texto de Zac 14,21, donde, anunciando el día del Señor, se afirma: <<y ya no habrá mercaderes en el templo del Señor de los ejércitos aquel día>>. La manifestación de Jesús es inequívoca.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...