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sábado, 4 de febrero de 2023

Jn 11,55a-57

 

  • Jn 11,55a
  • Jn 11,55b
  • Jn 11,56
  • Jn 11,57
  • Tercera y última vez que se menciona la cercanía de la Pascua (2,13; 6,4) (55). Recogiendo las dos anteriores, la Pascua y el templo antiguos van a quedar definitivamente sustituidos por la nueva Pascua y el nuevo santuario (2,19), de donde brotará el agua del Espíritu (7,39; 19,34). La gente sube a purificarse (2 Cr 30,15-20); gracias a la muerte de Jesús va a existir la posibilidad de verdadera purificación (Zac 13,1; 14,8). Sin moverse del templo (56): son las ovejas que sólo Jesús puede sacar (2,14s; 10,3s). Expectación; Jesús no irá a esta fiesta que, según la narración evangélica, nunca será celebrada. Él va a celebrar su propia Pascua. Orden oficial de delación y captura (57).

Jn 11,57

 Por su parte, los sumos sacerdotes y los fariseos tenían dada la orden de que si alguien se enteraba de dónde estaba, que avisara, para prenderlo.

La situación es crítica, hay ya una orden oficial de delación y captura. Jesús está considerado por las autoridades como un criminal peligroso (11,50). Ha dado vida, hay que darle muerte y extinguir la esperanza. El sistema político-religioso es agente del Enemigo homicida (8,44).

Jn 11,56

 Buscaban a Jesús y comentaban entre ellos, sin moverse del templo: <<¿Qué os parece?, ¿que no vendrá a las fiestas?>>.

Esperaban encontrar a Jesús en la ciudad; ahora, para las ceremonias de la purificación, permanecen en el templo, en el atrio (10,1) donde están las ovejas que el ladrón roba, sacrifica y destruye (10,10).

La figura de Jesús está en boca de todos. Se preguntan si tendrá valor para ir a las fiestas. Ellos, sometidos a sus instituciones, buscan, sin embargo, a Jesús, que se ha colocado frente a ellas y frente a los dirigentes. Pero no pueden salir solos del recinto donde se encuentran, siguen sumisos, sufriendo la explotación. Sólo Jesús puede sacarlos de allí (10,3-4).

Es ésta la última escena situada en el templo. En lo sucesivo será mencionado una sola vez, por Jesús ante Anás, refiriéndose a su enseñanza pasada (18,20).

Jesús no irá a esta fiesta, que, en la narración evangélica, nunca será celebrada. Él ha de celebrar su propia Pascua.

Jn 11,55b

 y subieron muchos del campo a Jerusalén, antes de la Pascua, para lavar su impureza.

Mucha gente de la provincia sube a la capital antes de la fecha de Pascua para someterse a los ritos de purificación impuestos por el sistema religioso (cf. 2 Cr 30,15-20). Los que estaban en estado de impureza no podían celebrar la Pascua en la fecha fijada, tenían que esperar al mes siguiente. En Nm 9,1-14 se narra que algunos la retrasaron por haber tocado un cadáver.

La gente del campo sube a Jerusalén, el lugar de la explotación (2,13ss); creen aún en sus instituciones. Están sometidos a sus sacerdotes, que han decidido matar a Jesús (11,53).

La expresión lavar su impureza, que dice relación al agua, y la mención de Jerusalén ponen este texto en relación Zac 13,1 (hebr.), donde el profeta anuncia la apertura de Jerusalén de una fuente contra los pecados e impurezas. La promesa se encuentra entre las que se cumplirán <<el día del Señor>>, donde se inserta la mención del Traspasado (Zac 12,10). Jn, que sigue el texto hebreo, ve en el Traspasado a Jesús (19,37), de cuyo costado abierto brota el agua junto con la sangre (19,34), asociando al Traspasado en la cruz la promesa de la fuente abierta en Jerusalén contra los pecados e impurezas (Zac 13,1; cf. 14,8). 

La gente del campo sube a purificarse a Jerusalén sin saber que, por primera vez, va a existir la posibilidad de hacerlo realmente; suben a celebrar la Pascua de los Judíos, ignorando que va a celebrarse por primera vez una pascua nueva, con el Cordero que quita el pecado del mundo.

Van a purificarse de lo que consideran pecados, las manchas legales, mientras, sin darse cuenta, están sometidos a la tiniebla que les impide vivir. De ella, que es y causa el pecado del mundo, van a librarlos el Cordero de Dios.

Jn 11,55a

 Estaba cerca la Pascua de los Judíos.

Es la tercera y última vez que Jn menciona la cercanía de la Pascua (1,13; 6,4; 11,55). En la primera (2,13) tuvo lugar la denuncia hecha por Jesús de la institución del templo; en la segunda (6,4), Jesús no subió a Jerusalén, se quedó en Galilea y anticipó la futura pascua mesiánica; en la tercer (11,55), de nuevo en Jerusalén, culminará la narración, por coincidir con <<la hora>> de Jesús (2,4; 12,23). Recogiendo las dos anteriores, la Pascua y el templo antiguos van a quedar definitivamente sustituidos por la nueva pascua y el nuevo santuario (2,19): se inmolará el Cordero de Dios (1,29) y brotará del nuevo santuario el agua del Espíritu (7,39; 19,34).

Jn 11,54

 Por eso Jesús dejó de andar en público entre los judíos y se fue de allí a la región cercana al desierto, a Efraín, una ciudad así llamada, y allí se quedó con los discípulos.

Ante la sentencia de la institución judía contra él, Jesús, desde Betania, donde muchos partidarios del régimen habían visto su actuación, se marcha a una ciudad cercana al desierto.

Como en las ocasiones anteriores (6,1; 10,40), Jn da al alejamiento de Jesús un sentido figurado, utilizando de nuevo el lenguaje del AT. En este caso, Jesús (nombre hebreo y en griego se identifica con el de Josué), se va a una ciudad llamada Efraín. Él, como Moisés, ha pasado el mar, es decir, ha salido de la tierra de la esclavitud (6,1) y, como Josué, ha atravesado el Jordán, llegando a la tierra prometida (10,40). Ahora, ante el rechazo definitivo de la institución judía, Jesús, como Josué, recibe su heredad por voluntad de Dios; cf. Jos 19,49-50 LXX: <<Los israelitas dieron a Josué, hijo de Nun, una heredad en medio de ellos. Siguiendo la orden del Señor, le dieron la ciudad que pidió: Timná Séraj, en la tierra de Efraín. Él construyó la ciudad y se instaló allí>>. Las autoridades de Israel no admiten a Jesús en medio de ellos, pero, por orden de Dios, él tiene su heredad fuera de <<los suyos>> (1,11). Jn la identifica con Efraín, otro nombre de Samaría, el pueblo que lo recibió (4,30.39). Jesús fue reconocido allí como salvador del mundo (4,42). Efraín se opone al mundo judío. Es fuera de él donde Jesús tendrá su ciudad. Su comunidad emigra, pues donde está él están sus discípulos, que pertenecerán a la tierra entera (10,16; 11,52).

En el texto de Jr 38,8 (LXX), donde se prometía la reunificación para el día de la pascua (11,52 Lect.), Dios llama a Efraín su primogénito (Jr 31,9; 38,9 LXX). Jn alude también aquí a este texto profético: entre los hijos de Dios, que serán reunidos por Jesús, la primacía será Efraín, es decir, Samaría, que ya lo ha recibido.

Con esta mención de Efraín/Samaría termina el segundo ciclo, como había terminado el primero. En ambos casos, al rechazo de los suyos (4,1-3; 11,47-53) responde la acogida de los demás pueblos, representados por el primogénito.

domingo, 15 de enero de 2023

Jn 11,47a-53

 

  • Jn 11,47a
  • Jn 11,47b
  • Jn 11,48a
  • Jn 11,48b
  • Jn 11,48c
  • Jn 11,49a
  • Jn 11,49b-50
  • Jn 11,51-52
  • Jn 11,53
  • Reunión oficial en ambiente pesimista (47). Señal, hecho que apunta a una realidad superior, que ellos se niegan a reconocer; las señales son liberadoras y ellos, los opresores, las ven como un peligro para su hegemonía (48). Que los hombres pierdan el miedo a la muerte alarma al sistema de poder. Buscan en el terreno político (los romanos) un motivo que justifique su oposición a Jesús: un alboroto mesiánico habría provocado la intervención romana. No se preguntan si Jesús es verdaderamente el Mesías; Dios no entra en sus cálculos.
  • Caifás (49), el que actúa como jefe del pueblo. Ejerce su función proponiendo una salida: sacrificar a un hombre en beneficio del pueblo. Habla con rudeza, sin respeto al Consejo (no tenéis idea), pero apela al interés corporativo (os conviene) (cf. 2 Sm 17, 2-3) (50): pueblo, los sujetos de la alianza (Éx 19,5); nación, la organización política teocrática, centrada en el templo.
  • En Israel, el sumo sacerdote había sido instituido para ser intermediario entre Dios y el pueblo. Último mensaje de Dios por su medio (51-52); anuncia ciegamente el designio de Dios, sin comprenderlo. Usan la injusticia para defender el templo y la nación; quieren derramar sangre inocente (cf. Jr 7, 5-7). Queda sellado el rechazo de Jesús: “los suyos no lo acogieron” (1,11). Las palabras de Caifás son profecía: “el pueblo” a que él se ha referido abarcará hombres de otras razas y pueblos. Su distintivo no será la consanguinidad con Abrahán (8,33.37.39), sino la consanguinidad con Dios (los hijos de Dios), por haber nacido de él (1,13) mediante el Espíritu (3,6). Reunir en uno, cf. 10,30; 17,22.33; “lo uno”, “la unidad” son la expresión de Jn para designar el reino de Dios. La muerte de Jesús por el pueblo universal será la de pastor que da la vida para defender a sus ovejas, para darles vida (10,10).
  • Éxito del discurso de Caifás (53); sentencia unánime. Tienen por padre al Enemigo, homicida desde el principio (8,44).
  • Síntesis. El sistema de poder judío identifica la supervivencia del pueblo con la suya propia. Pretende justificar el asesinato de Jesús con el pretexto del bien nacional. Así justifica su oportunismo político y la injusticia que comete. Como institución religiosa, él mismo se destruye, pues deja de ser realidad significativa de la presencia de Dios en la humanidad. La actividad de Jesús a favor de los débiles lo ha interpelado seriamente, pero ahoga la interpelación, intentando eliminar a Dios mismo. Al firmar la sentencia contra Jesús, la institución religiosa deja de existir.

Jn 11,53

 Así aquel día acordaron matarlo.

El discurso de Caifás tiene pleno éxito, la adhesión es unánime. El líder ha formulado lo que todos llevaban dentro (11,47: ¿Qué hacemos? ... Si lo dejamos seguir así ...). Han formulado su sentencia, y saben lo que tienen que hacer; la muerte de Jesús no se hará por un linchamiento, como han intentado en otros casos (8,59; 10,31), sino por una decisión oficial y fría, políticamente justificada.

No han celebrado un juicio formal, pero no era necesario, porque no pretendían hacer justicia, sino defender sus propios intereses. La condenación de Jesús es un hecho, aunque no lo han escuchado, como exigía Nicodemo de acuerdo con su Ley (7,51). Pero ellos, que la defienden y la utilizan, no la cumplen (7,19a), y menos que nunca cuando buscan matarlo (7,19b). Tienen por padre al Enemigo, homicida desde el principio (8,44).

SÍNTESIS

El sistema de poder judío identifica la supervivencia del pueblo con la suya propia. Así justifica su oportunismo político y la injusticia que comete. Como institución religiosa, esa táctica lo lleva a su propia ruina, pues deja de ser realidad significativa de la presencia de Dios en la humanidad. La actividad de Jesús en favor del hombre lo ha interpelado seriamente; es la de Dios que trabaja en la historia. Pero ellos ahogan la interpelación aniquilando al mismo Dios. La institución queda vacía de su presencia. Al firmar la sentencia contra Jesús, deja de existir.

Jn 11,51-52

Esto no lo dijo por cuenta propia; siendo sumo sacerdote el año aquel profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios dispersos.

La institución del sumo sacerdocio creaba un intermediario entre Dios y el pueblo. Dios le da ahora su último mensaje, que anuncia la verdad de Dios y al mismo tiempo denuncia la traición de los dirigentes. La profecía de Caifás resume la historia de la infidelidad de Israel. Anuncia ciegamente el designio de Dios, sin comprenderlo.

Con esto se cierra la historia de la institución judía. Queda sellado el rechazo: los suyos no lo acogieron (1,11), por boca del máximo representante del pueblo. Quieren derramar sangre inocente (Jr 7,5-7: <<Si juzgáis rectamente los pleitos ... si no derramáis sangre inocente en este lugar ... entonces habitaré con vosotros en este lugar>>). Usan la injusticia para defender la nación y el templo (nuestro lugar). Ellos mismos provocan su destrucción.

Explica Jn en qué sentido las palabras de Caifás son profecía. <<El pueblo>> que será objeto de la nueva alianza de Dios con la humanidad no se limitará a Israel, <<la nación>>, sino que abarcará hombres de otras razas y pueblos.

A la nación, la muerte de Jesús va a dar la posibilidad de salir de la opresión que sufre; ella echará a las ovejas fuera del recinto (10,3s; cf. 18,5 Lect.); será el fin de la institución judía, que en esta sesión firma su propia sentencia de muerte.

El Mesías va a congregar la nueva comunidad humana, compuesta por todos aquellos que le den su adhesión. Su distintivo no será la consanguinidad con Abrahán (8,33.37.39), sino la consanguinidad con Dios (los hijos de Dios), habiendo nacido de él (1,13) por el Espíritu (3,6). No estará encerrada en un país, sino desparramada por el mundo, conservando su vínculo de unidad (reunir en uno), formando el único rebaño (10,16; 19,23 Lect.).

Alude el texto a Jr 31,8 (38,8 LXX), que describe la reunión del pueblo disperso: <<Yo los traeré del país del norte, los reuniré de los confines del mundo>>. Los LXX añaden: <<en la fiesta de Pascua>>, que se convierte en signo de la futura liberación. Jn hace suya esta interpretación de la versión griega (cf. 13,1; 19,31.42).

La muerte de Jesús por el pueblo será la del pastor que muere por defender a sus ovejas, para darles vida (10,10s). Por parte de los hombres será la máxima injusticia, por parte de Dios la máxima manifestación de su gloria, de su amor por el hombre. Sin ella nunca habría podido conocerse quién es Dios, ni el alcance de su amor. 

La unidad a que llevará Jesús a los que proceden de Israel y a los hijos de Dios dispersos es la suya con el Padre (10,30: yo y el Padre somos uno), como lo expresará claramente en el discurso de la Cena (14,20: conoceréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros) y en la oración final (17,21: que todos sean uno, como tú, Padre, estás identificado conmigo y yo contigo, para que también ellos lo estén con nosotros). Esa es la unidad del único rebaño.

Jn 11,49b-50

les dijo: <<Vosotros no sabéis nada: ni siquiera calculáis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera>>.

El líder ejerce su función, proponiendo una salida. Corta la discusión brutalmente, habla con rudeza, sin respeto al Consejo, pero apela al interés personal: os conviene. Con esto les evoca la amenaza de su propia ruina, les recuerda que es su autoridad la que está en juego, y así gana su voluntad y su voto.

La frase de Caifás: que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera, recuerda un episodio de la vida de David: Ajitófel, consejero de Absalón, propone a éste, en presencia del Consejo, dar muerte a David: <<Cuando quede solo, lo mataré y te traeré a todos como una esposa vuelve al marido. Tú quieres matar sólo a una persona y que todo el pueblo quede en paz>> (2 Sm 17,2-3). Sigue apareciendo el trasfondo mesiánico en que se mueve la persecución a Jesús, el Mesías, nuevo David (10,24).

Que la muerte de aquel hombre fuera la salvación para el pueblo era precisamente el designio de Dios, que Caifás enuncia sin darse cuenta y del que los otros no saben nada.

En la frase de Caifás se contraponen dos términos: pueblo y nación. <<Pueblo>> es palabra teológica y denota el conjunto de hombres con los que Dios establece su alianza y que, por ese hecho, quedan constituidos en pueblo de Dios (cf. Éx 19,5: <<Si queréis obedecerme y guardar mi alianza, entre todos los pueblos seréis mi propiedad>>, y passim). <<Nación>>, por el contrario, designa en Jn al pueblo judío en cuanto se diferencia de los demás, no sólo racionalmente, sino en cuanto se diferencia de los demás, no sólo racialmente, sino sobre todo por su organización teocrática. De hecho, la nación está ligada al templo (11,48) y gobernada por los sumos sacerdotes (18,35: cf. Éx 19,6: <<Seréis un pueblo sagrado, regido por sacerdotes>>). 

Haciendo que un hombre muera por el pueblo, quiere salvar a la nación, es decir, quiere impedir que se derrumbe el sistema teocrático en el que ejerce la autoridad suprema.

jueves, 12 de enero de 2023

Jn 11,49a

 Pero uno, que era de ellos, Caifás, siendo sumo sacerdote el año aquel...

Entra en escena el que actúa como jefe del pueblo, que es único (uno) y que preside el Consejo. Él toma la iniciativa. Se le identifica por su nombre, que era en realidad un sobrenombre. Al mismo tiempo, es uno de ellos, solidario con los demás. El jefe encarna a la corporación. Se subraya la responsabilidad de Caifás, sumo sacerdote el año decisivo (el año aquel), cuando Israel va a rechazar al Mesías. La frase, sin embargo, tiene también otro sentido. Caifás es una figura efímera, es uno de tantos en la serie de sumos sacerdotes, representante momentáneo de una institución y ejecutor de sus designios. No es la última instancia; detrás de él un poder del que es instrumento (18,13 Lect.).

Jn 11,48c

 <<y quitarán de en medio nuestro lugar sagrado e incluso nuestra nación>>.

Ven en Jesús un peligro para sus instituciones y su propia raza en caso de conflicto con el poder invasor. El templo es <<el lugar>> de ellos, desde donde ejercen su dominio; en 5,13, <<el lugar>> designaba la ciudad oprimida por el templo. Para salvar <<su lugar>> van a oponerse a Dios. Han construido su sistema y quieren conservarlo cueste lo que cueste. Pretextan, sin embargo, asegurar la permanencia del lugar sagrado, es decir, defender a Dios, como si él fuera impotente. Para ellos no es él quien sostiene al hombre, son las instituciones las que lo sostienen a él; pretenden defenderlo defendiendo su propio sistema. Por eso cuando, en la persona de Jesús, Dios interviene en la historia, lo consideran sospechoso y peligroso.

Su táctica política se equivoca: no hay seguridad fuera de Dios y de Jesús; lo que ellos temen que suceda si la gente sigue a Jesús, la destrucción de su templo, sucederá precisamente por rechazarlo. Va a verificarse lo anunciado por Jr 7,4ss: <<No os hagáis ilusiones con razones falsas, repitiendo: ´el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor´.... ¿de modo que robáis, matáis ... y después entráis a presentaros ante mí en este templo, que lleva mi nombre, y decís: ´Estamos salvados´, para seguir cometiendo tales abominaciones? ... Por eso trataré al templo que lleva mi nombre y os tiene confiados, y al lugar que di a vuestros padres y a vosotros lo mismo que traté a Siló; a vosotros os arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, la estirpe de Efraín>>. 

Jn 11,48b

 <<y vendrán los romanos>>.

Buscan un motivo que racionalice su oposición a Jesús y lo encuentran en el terreno político. Ciertamente, un alboroto mesiánico habría provocado la intervención romana, y temen ser despojados de su privilegio. No se preguntan ni por un momento si es Jesús el Mesías enviado por Dios y apoyado por él (10,24.36). Dios no entra en sus cálculos. Lo han encuadrado en una administración religiosa y en una Ley y no le reconocen actividad propia.

Jn 11,48a

 <<Si lo dejamos seguir así, todos van a darle su adhesión>>.

Para ellos, las señales de Jesús representan sólo una amenaza para su hegemonía. Temen que todos se vayan con él, reconociendo sus señales. Jesús se ha mostrado su adversario declarado y ha pronunciado las más graves acusaciones: los ha llamado embusteros y homicidas (8,44), ha declarado que son esclavos (8,34) y denunciado ser el dinero el verdadero señor de su templo (2,16; 8,20; 8,44 Lect.). Les ha dicho que ellos, los representantes de Dios, no lo conocen (8,54-55), que no cumplen la Ley de Moisés (7,19) y que la doctrina que proponen no viene de Dios, pues buscan su propia gloria (7,18). La adhesión del pueblo a Jesús significaría el fin de su propio dominio.

Jn 11,47b

 y decían: <<¿Qué hacemos?, porque ese hombre realiza muchas señales>>.

Los congregados comentan con pesimismo la situación. Nunca mencionan a Jesús por su nombre (ese hombre). Son ellos <<los Judíos>> que habían preguntado a Jesús en el templo si era el Mesías (10,24) y habían querido apedrearlo porque, siendo un hombre, se hacía Dios (10,33). Jesús había apelado a sus obras (10,38), que son <<las muchas señales>> a que ahora se refieren y que motivan su alarma. Ellos mismos las llaman <<señales>>, pero, aunque <<señal>> significa un hecho que apunta a una realidad superior, el círculo de poder se niega a reconocerlo. Se dan perfecta cuenta de que tales acciones no proceden de un hombre cualquiera, pero eso no cuenta para ellos, buscan sólo su propio interés. Jesús da vida, libertad y autonomía al hombre. Ellos son los opresores; la oposición entre ellos y Jesús es la de la muerte-tiniebla a la vida-luz. Se preguntan lo que deben hacer. No será nada positivo, sino negativo; contrarrestar la actividad de Jesús, impedir el plan creador de Dios.

 

Jn 11,47a

 Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron entonces una sesión del Consejo.

Es la segunda vez que Jn nota la fuerza del grupo fariseo, capaz de poner en movimiento el aparato de poder (cf. 7,32). Se convoca una reunión oficial en la que participan los sumos sacerdotes, poder político-religioso, y los fariseos, grupo al cual pertenecían la mayor parte de los letrados del Consejo y que detentaba el influjo espiritual sobre el pueblo. Unos y otros pasan por representantes de Dios, los primeros por su cargo, los segundos por su ciencia y su observancia ejemplar de la Ley. Son los mismos dos grupos que dieron orden de detener a Jesús en el templo (7,32.45).

Jn 11,38b-46

 

  • Jn 11,38b
  • Jn 11,39
  • Jn 11,40
  • Jn 11,41a
  • Jn 11,41b
  • Jn 11,41c
  • Jn 11,42
  • Jn 11,43
  • Jn 11,44
  • Jn 11,45
  • Jn 11,46
  • Sepulcro-cueva (38b), de los patriarcas (Gn 49,29-32; 50,13), ligado a los orígenes del pueblo. Es el antiguo sepulcro, el de la muerte, donde todos han sido puestos, en oposición al sepulcro nuevo de Jesús, el de la vida, donde nadie había sido puesto todavía (19,41). Lázaro ha sido enterrado a la manera y según la concepción judía, “para reunirse con sus padres” (Gn 15,15). La losa, que cierra el paso, simboliza la definitividad de la muerte.
  • Jesús pide a la comunidad que se despoje de esa creencia (Quitad la losa) (39) que relega la resurrección al final de los tiempos, separando a los vivos de los muertos. Marta no ve diferencia entre la muerte de un discípulo y la que ha sufrido la humanidad desde siempre (cuatro días, cf. 11,17). Su fe (11,27) vacila ante la cruda realidad (ya huele mal). Jesús le reprocha su incredulidad (40); la vida que vence la muerte manifiesta la gloria/amor de Dios. Ante el reproche, la comunidad se decide a dejar su idea de la muerte (41: quitaron la losa).
  • El gesto de Jesús (41: levantó los ojos) muestra su comunicación con la esfera de Dios. Jesús no ora ni pide nada al Padre, le da gracias, porque el Padre se lo ha dado todo (3,35). Tiene conciencia permanente (siempre) de su relación con el Padre (42). El agradecimiento, expresión del amor. La fe de los presentes será efecto de la manifestación. Con su orden (43), saca a Lázaro del lugar de la muerte, que no le corresponde, pues el creyente sigue viviendo (11,25; 19,41).
  •  Como el hedor (39), también las vendas y el sudario (44) subrayan la realidad de la muerte física. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad. Paradoja: el que sale está muerto, pero sale él mismo, porque está vivo. La exhortación a quitarle las vendas invita a la comunidad a traducir en la práctica la nueva convicción de que el discípulo no está sometido al poder de la muerte.
  • Jesús no devuelve a Lázaro a la comunidad, lo deja marcharse, pero ya libre. El camino de Lázaro lleva al Padre, con quien está vivo. La narración escenifica el cambio de mentalidad frente a la muerte que Jesús les pide; son ellos los que lo han atado y a ellos les toca desatarlo. Como la losa encerraba al muerto en el pasado, en el sepulcro de Abrahán, las vendas le impedían llegar a la casa del Padre. Se describe dramáticamente la concepción judía del destino del hombre, que impedía a la comunidad comprender el amor de Dios manifestado en Jesús. No es que Lázaro tenga aún que irse con el Padre, son ellos los que tienen que dejarlo ir, comprendiendo que Lázaro está vivo en la esfera de Dios, en vez de retenerlo en su mente como un difunto sin vida.
  • Al desatar a Lázaro “muerto” son ellos los que se desatan del miedo a la muerte que los paralizaba. Se liberan todos de la esclavitud a la muerte. Sólo ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrá la comunidad entregar su vida como Jesús, para recobrarla (10,18).
  • Reacción natural, la adhesión a Jesús (45); mientras tenía miedo a la muerte, la comunidad no interpelaba ni se veía diferencia alguna entre los judíos y los discípulos de Jesús. Ahora, la comunidad es un testimonio de amor de Dios que libra al hombre del temor más profundo, raíz de todas las esclavitudes. En cambio, los incondicionales del orden injusto (46) dan la noticia a los fariseos, que controlan la situación (9,13). Que el hombre tenga vida y sea libre es para ellos motivo de inquietud.
  • Síntesis. l designio de Dios sobre el hombre es comunicarle una vida que cambia cualitativamente la que el hombre posee: vida que supera la muerte. Ésta seguirá siendo un hecho biológico, pero no señalará el fin.
  • La muerte como final de la vida es la expresión máxima de la debilidad humana, que incluye todas las demás debilidades y humillaciones. El miedo a la muerte como desaparición definitiva deja al hombre impotente ante la opresión y funda el poder de los opresores. Liberándolo de este miedo radical, Jesús hace al hombre radicalmente libre, dándole la capacidad de entrega generosa y total.

Jn 11,46

 Algunos de ellos, sin embargo, fueron a ver a los fariseos y les refirieron lo que había hecho Jesús.

Son los incondicionales del orden injusto, los que no se rinden ante los hechos porque no desean la vida, los muertos que buscan la muerte. De nuevo se lleva la noticia a los fariseos, que controlan la situación (9,13). Que el hombre tenga vida y sea libre es un escándalo para ellos, un motivo de inquietud.

Jn elimina aquí la ambigüedad anterior: denuncian lo hecho por Jesús. Él es el responsable de la existencia del hombre nuevo.

SÍNTESIS

El designio de Dios sobre el hombre , que realiza Jesús, es la comunicación de una vida que cambia cualitativamente la que el hombre posee: vida definitiva, que supera la muerte. Ésta seguirá siendo un hecho biológico, pero no señalará el fin. Culmina así el designio del amor creador. Jesús invita a penetrar esa realidad del amor de Dios y a descubrir su alcance. Exhorta a fiarse de su palabra, a quitar la losa y soltar las ataduras de las antiguas concepciones de la muerte, que oprimían al hombre reduciendo su destino a la condición de cadáver.

La muerte como final de la vida es el punto máximo de la debilidad humana, que incluye todas las demás debilidades y humillaciones. El miedo a la muerte como desaparición definitiva hace al hombre impotente para resistir la opresión, y funda el poder de los opresores. Liberándolo de ese miedo radical, Jesús lo hace radicalmente libre. El hombre no puede estar dispuesto a dar su vida como Jesús si no está convencido de que es indestructible. Sólo la certeza de poseerse plenamente más allá de la muerte libera en él la capacidad de entrega generosa y total.

Jn 11,45

 Muchos de los judíos que habían ido a ver a María y habían presenciado lo que hizo, le dieron su adhesión.

La reacción natural al hecho era la adhesión a Jesús. La vida es la aspiración suprema del hombre, su luz (1,4; 8,12), y Jesús ha mostrado que él comunica la vida que vence a la misma muerte. De los que habían ido a ver a María, muchos se ponen de su parte. Impotentes ante la muerte, habían ido a expresar su solidaridad en el dolor (11,19.31). Con Jesús ha amanecido la esperanza; la muerte no es la última palabra. Ahora, entre su institución y Jesús, el rechazado por ella, optan por éste. Conocen el sistema religioso judío y saben que no da la solución al gran problema del hombre; Jesús, en cambio, presencia y actividad del amor de Dios, la ofrece. 

María, figura de la comunidad (11,2d Lect.), es la única que ahora se menciona. La frase y habían presenciado lo que hizo puede aplicarse lo mismo a Jesús que a María. La ambigüedad podría ser intencionada: por una parte, Jesús les ha presentado a Lázaro vivo, haciéndoles ver el amor del Padre; pero, por otra, es la comunidad la que lo ha soltado y dejado marcharse, es decir, ella ha percibido la calidad de vida que posee y no se asusta ya ante la muerte. Ha visto la gloria y ésta brilla ahora en su conducta. Mientras tenía miedo a la muerte, la comunidad no interpelaba, ni se veía diferencia alguna entre los Judíos y los discípulos de Jesús. Ahora la conciencia de la vida y la certeza de su continuidad en la muerte hacen de la comunidad un testimonio del amor de Dios que libra al hombre del temor más profundo, raíz de todas sus esclavitudes. Este testimonio lleva a los otros a creer en Jesús.

domingo, 8 de enero de 2023

Jn 11,44

 Salió el muerto con las piernas y los brazos atados con vendas; su cara estaba envuelta en un sudario. Les dijo Jesús: <<Desatadlo y dejadlo que se marche>>.

Los detalles del texto, vendas y sudario, hacen resaltar la realidad de la muerte, como antes lo había hecho la resistencia de Marta a quitar la losa. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad.

Expone el texto una paradoja. El que sale está muerto y ostenta todos los atributos de la muerte, pero sale él mismo, porque está vivo. 

Al ordenarle que salga fuera, Jesús lo presenta ante los circunstantes, invitándolos a cambiar su concepción. La exhortación a quitarle las vendas los invita a traducir en la práctica la nueva convicción de que el muerto está vivo, que no está sometido al poder de la muerte.

Jesús no devuelve Lázaro a la comunidad, lo deja marcharse, pero ya libre. El camino de Lázaro lleva al Padre con quien Lázaro está vivo. La narración escenifica el cambio de mentalidad frente a la muerte que Jesús les pide. Son ellos los que lo han atado y ellos han de desatarlo. Como la losa que habían puesto encerraba al muerto en el pasado, en el sepulcro de Abrahán, las vendas con que lo habían atado le impedían llegar a la casa del Padre. Se describe dramáticamente la concepción judía del destino del hombre, que impedía a la comunidad comprender el amor que el Padre les había manifestado en Jesús. No es que Lázaro tenga aún que irse con el Padre, son ellos los que tienen que dejarlo ir, comprendiendo que Lázaro está vivo en la esfera de Dios, en vez de retenerlo en su mente como un difunto sin vida.

Al desatar a Lázaro muerto son ellos los que se desatan el miedo a la muerte que los paralizaba. Salen así todos fuera del sepulcro, que los sometía a la esclavitud de la muerte. Sólo ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrá la comunidad entregar su vida como Jesús, para recobrarla (10,18; cf. 6,61-62 Lect.).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...