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domingo, 21 de agosto de 2022

Jn 9,39a-10,21

 

  • Jn 9,39a
  • Jn 9,39b
  • Jn 9,40
  • Jn 9,41
  • Jn 10,1
  • Jn 10,2-3
  • Jn 10,4
  • Jn 10,5
  • Jn 10,6
  • Jn 10,7-8
  • Jn 10,9
  • Jn 10,10a
  • Jn 10,10b
  • Jn 10,11
  • Jn 10,12-13
  • Jn 10,14-15
  • Jn 10,16
  • Jn 10,17-18a
  • Jn 10,18b
  • Jn 10,19-21
  •  No es misión de Jesús juzgar a la humanidad (3,17; 12,47), pero su presencia y actividad denuncian el modo de obrar del orden opresor (7,7; 8,23) y abren un proceso contra él (39): quienes estén por la liberación y la vida se pondrán de parte de Jesús. Se van a trastornar las situaciones establecidas (los que no ven, verán, etc.): los que nunca han podido conocer, como el ciego, experimentarán la acción/amor de Dios, y conocerán. Los que podían conocer, pero engañaban con una falsa doctrina, al consumar su rechazo de Jesús perderán para siempre la luz de la vida.
  • Los fariseos (40), jueces del ciego (9,13): pregunta irónica, con incredulidad y autosuficiencia: los que poseen el conocimiento basado en la Ley tienen la luz y nunca podrán perderla. Jesús los coge con su misma afirmación (41): no es pecado ser ciego (cf 9,3), sino serlo voluntariamente, rechazar la evidencia, como han hecho ellos (9,16.24). Además, imponen su mentira como verdad (cf. Is 5,20). Doble mala fe. Ejercen la opresión con plena conciencia de lo que hacen. Se obstinan en su mentira (vuestro pecado persiste; cf 8,23).
  • De nuevo el tema de las ovejas/pueblo (10,1; cf. 2,15; 5,2). Hay un solo modo legítimo de acercarse al pueblo, abiertamente y con sinceridad; el disimulo o la ocultación delatan al explotador (cf. 12,6: Judas; 2,13ss) y violento (18,40: Barrabás). Los dirigentes son explotadores que usan la violencia para someter al pueblo manteniéndolo en un estado de miseria.
  • A los ladrones y bandidos se opone el pastor (2), figura mesiánica (Ez 34,11s.15) que Jesús se aplica; es el único que tiene derecho a entrar (le abre); la autoridad que se arrogan los dirigentes es ilegítima. El pastor propone un mensaje de liberación (3: la voz) y saca al pueblo de la institución judía (éxodo, cf. 2,16), librándolo de la muerte. El pueblo no podía salir solo, porque no había alternativa (4). Conocimiento y relación personal con cada uno (las llama por su nombre). La voz de los dirigentes (los extraños) anuncia explotación y violencia (5). No entienden (cf 8,43) (6).
  • Jesús, la puerta (7): sólo asumiendo su actitud se puede uno acercar legítimamente al pueblo. Hasta ahora, sus líderes han usado siempre el dominio y la violencia para explotarlo (8). El pueblo no los sigue; está sometido por el miedo (7,13; 9,22). Para el individuo, entrar por esta puerta (9) significa dar la adhesión a Jesús y asimilarse a él en la entrega por el bien del hombre; quedará a salvo, porque él da la vida definitiva (3,15s; 5,21.24.40; 6,17.40.51.54; 7,37ss). Esta puerta se abre a la tierra de la vida, del amor leal; el hombre quedará libre de la explotación. Jesús es la alternativa al orden injusto, crea el ámbito de la libertad y de la vida/amor; punto de llegada de su éxodo. Podrá entrar y salir, actividad, libertad de movimientos; encontrará pastos, cf. 6,34: nunca pasará hambre: él mismo es el pan de vida.
  • Repite la denuncia (10); alude al ganado para el sacrificio; la verdadera víctima es el pueblo. Violencia y dureza de los dirigentes, que explotan al pueblo sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida. Opone su propia figura. Si ellos procuran muerte, su misión es que el hombre tenga vida plena.
  • Pastor (11) describe su actividad. No es un pastor más, sino el modelo: su característica es dar su vida para dar vida a los suyos. Figura negativa (12-13), el asalariado, el que mira a su ganancia.
  • Relación de Jesús con los suyos (14-15). Antes afirmaba un conocimiento personal de cada uno (4), ahora, de la comunidad; conocimiento profundo e íntimo; relación de amor en el mismo Espíritu (1,16), tan profunda que la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu. Su conocimiento/amor a los suyos y al Padre lo lleva a dar la vida para así comunicarla a los que le dan su adhesión.
  • Horizonte de la futura comunidad (16): la humanidad entera (1,9; 3,16; 4,42; 8,12). Jesús forma una comunidad humana (rebaño), pero no funda una nueva institución (recinto, lit. “atrio”, alusión al templo) opuesta a la judía. Su comunidad universal no está encerrada en institución nacional o cultural alguna. Su base son los hombres acabados por el Espíritu; ellos, según los tiempos y los lugares, encontrarán las expresiones adecuadas a la realidad que viven.
  • Jesús se entrega a sí mismo y así se recobra (17), porque darse a sí mismo significa adquirir la plenitud del propio ser. Se recobra con la plena identidad del Hijo, al que el Padre demuestra su amor. Absoluta libertad de su entrega (18). Jn utiliza el término mandamiento para oponer este encargo del Padre a los mandamientos de la antigua Ley; la relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor que identifica; el encargo del Padre expresa la unidad de designio que nace de la sintonía en el Espíritu (5,30). Moisés recibió muchos; Jesús, uno solo. Será propuesto a los hombres (12,49s; cf 13,34).
  • Las opiniones están divididas (19). Unos siguen acusándolo de loco (7,20; 8,48.52) (20). Otros dudan (21). Jesús derriba sus seguridades.
  • Síntesis. El pecado de los dirigentes es la mentira que invierte la escala de valores: llaman mal a la libertad y bien a la sumisión. Este pecado procede de su propia mentira interior, pues se niegan a ver los hechos y a reconocer su evidencia. El motivo último de este modo de obrar es su interés personal, que los hace opresores y explotadores del pueblo.
  • Jesús es incompatible con la institución religiosa judía; se propone sacar fuera de ella a los que escuchen su mensaje, para formar una comunidad humana libre que goce de la plenitud que él comunica.
  • Su muerte voluntaria demuestra que quien se entrega por amor a los demás no se destruye, sino que llega a su máximo, por hacerse semejante al Padre, que es don gratuito y generoso. Quien se da a sí mismo se convierte en dador de vida.

sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 9,41

 Les contestó Jesús: <<Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero es ahora cuando decís que veis: vuestro pecado persiste>>.

Jesús los coge con su misma afirmación. No es pecado ser ciego (cf. 9,3), sino serlo voluntariamente, es decir, rechazar la luz cuando ésta brilla ante los ojos. Con estas palabras describe lo ocurrido con los fariseos con motivo del proceso del hombre curado. La división en el grupo fariseo (9,16s), que reflejaba la lucha interna ante la interpelación planteada por la curación del ciego, ha mostrado que no eran incapaces de ver. Ellos, ante el hecho que los interpelaba (9,16), podían haber abierto los ojos a la luz, pero los han cerrado, rechazando la evidencia (9,24). Alardean, sin embargo, de una visión, que es falsa (9,24b: A nosotros nos consta). No sólo no quieren ver, sino que imponen su mentira como verdad; así lo expresaba Is 5,20: <<¡¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!>>. Su pecado se apoya, por tanto, en una doble mala fe: por un lado, distinguen la luz y la rechazan; por otro, proponen como luz lo que saben ser contrario a la luz que conocen. Hacen una opción consciente y torcida (3,19: la luz ha venido al mundo, y los hombres han preferido la tiniebla a la luz, porque su modo de obrar era perverso). Son ciegos voluntarios que buscan cegar a los demás. Son la tiniebla, que, proponiendo la mentira, apaga la verdad y con ella la vida.

No obran inconscientemente, saben muy bien lo que pretenden. Son ellos los que van a quedar definitivamente ciegos, excluyéndose para siempre de la luz-vida; cuando llegue la noche (9,4), que ellos mismos van a provocar con su rechazo definitivo de Jesús, su sentencia será irrevocable.

Su pecado es el mismo que Jesús había denunciado en 8,21: vuestro pecado os llevará a la muerte (8,23 Lect.). Ellos se obstinan en su mentira, y su pecado permanece. Habían declarado a Jesús pecador (9,24), mientras son ellos los que conscientemente practican el pecado (8,34). Los que en nombre de Dios expulsan son los reprobados por Dios.

El ciego de nacimiento no tenía pecado (9,3). Los fariseos, que tienen la posibilidad de responder a la luz, lo tienen. Aparece la diferencia entre oprimidos y opresores. El oprimido es ciego porque lo han privado de la posibilidad de ver. El opresor, en cambio, propone la mentira (8,44), y con ella ciega al pueblo. Viendo los efectos de su acción (5,3: una muchedumbre, los enfermos; ciegos, tullidos, resecos), deberían rectificar, pero no tienen amor (5,42); no les importa el hombre, sino su posición y su dominio (5,44). Su pecado persiste.

miércoles, 17 de agosto de 2022

Jn 9,40

 Se enteraron de esto aquellos fariseos que habían estado con él, y le preguntaron: <<¿Es que también nosotros somos ciegos?>>.

Estos fariseos se han hecho jueces del ciego y lo han expulsado. Han obrado así en nombre de su Ley, utilizada injustamente (7,24) en contra del hombre. Su pregunta delata incredulidad y autosuficiencia. Jesús había predicho que, como consecuencia del proceso que él abre, quedarían ciegos; ellos preguntan irónicamente si lo son ya, negándose a creer que quienes poseen el conocimiento basado en la Ley puedan ser ciegos ni vayan a perder nunca la luz.

Jn 9,39b

 <<así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos>>.

El proceso que instituye Jesús va a trastornar las situaciones establecidas: aquellos que nunca han podido conocer, como el ciego de nacimiento, conocerán, porque van a experimentar la acción de Dios, y con ella su amor. En cambio, los que podían conocer, pero engañaban y explotaban al pueblo con una falsa doctrina, van a quedar ciegos, al consumar su rechazo de Jesús (3,19s Lects.).

Jn 9,39a

 Añadió Jesús: <<Yo he venido a abrir un proceso contra el orden este>>.

La frase de Jesús anuncia el efecto de su venida. No es misión suya juzgar a la humanidad (3,17; 12,47), pero su presencia y su actividad denuncian el modo de obrar del <<mundo>> (7,7) y abren un proceso contra el orden opresor. El proceso está ya incoado, pues obliga a definirse; quienes estén por el hombre estarán de parte de Jesús, sus opresores se ponen en contra. Los fariseos y los dirigentes judíos han expulsado al ciego curado por no renegar de Jesús (9,34b). Éste, que había desafiado a los dirigentes a echarle en cara pecado alguno (8,46), acciones contra el bien del hombre, ahora va a echarles en cara su pecado, la explotación y opresión del pueblo. La mención de <<el orden este>> recoge la frase de 8,23b: vosotros pertenecéis a este orden, yo no pertenezco al orden este. Ese orden es incompatible con Jesús (17,14), lo odia (7,7) y quiere matarlo (7,1.19.25; 8,37.40). La actitud de los dirigentes es ya resultado del proceso que Jesús ha abierto. Su desenlace será la sentencia que ellos mismos se darán (12,48; cf. 3,19).

Jn 9,35a-38

 

  • Jn 9,35a
  • Jn 9,35b
  • Jn 9,36
  • Jn 9,37
  • Jn 9,38
  • Jesús no abandona al que ha sido fiel a la nueva visión de sí mismo y del mundo (35). Con su pregunta va a acabar la labor de iluminación que había comenzado. El Hombre se identifica con el modelo de hombre que Jesús le puso ante los ojos con su barro (9,6), la imagen de su misma persona, que descubría al ciego una nueva condición humana que antes desconocía. Jesús le pregunta si mantiene su adhesión al ideal que ha visto. El hombre no sabía que ese ideal estuviera realizado (36) y desea identificar al que lo realiza. Jesús se revela a él (37).
  •  Adhesión personal (38), se postra: expulsado de la institución judía, encuentra en Jesús el nuevo santuario (2,19-21), donde brilla la gloria/amor del Padre; es un adorador de los que el Padre busca (4,23).

Jn 9,38

 Él declaró: <<Te doy mi adhesión, Señor>>. Y se postró ante él.

El verbo <<postrarse>> es en griego el mismo que en 4,20s se ha traducido <<dar culto/adorar>>. Jesús había anunciado a la samaritana que el culto en Samaría y Jerusalén sería abolido por el culto al Padre con espíritu y lealtad. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia del Padre (2,19-21; cf. 12,45; 14,9). El antes ciego, expulsado de la sinagoga como pecador, enemigo de Dios, ha quedado excluido de las instituciones religiosas (sinagoga, templo), que monopolizan el culto a Dios. A cambio, encuentra el nuevo santuario, Jesús, donde se rinde el culto anunciado a la samaritana. Éste no se localiza en un edificio, sino en el Hombre, porque consiste en la práctica del amor leal (4,23a Lect.), en trabajar con Jesús realizando las obras del que lo envió (9,4). La adhesión a Jesús ha desembocado en la adhesión al hombre (9,4 Lect.). Es un adorador de los que el Padre busca (4,23).

SÍNTESIS

En el episodio del ciego se expone el aspecto central de la liberación que Jesús lleva a cabo en el hombre y que funda su éxodo. Consiste en devolverle la conciencia de su propio valor y, en consecuencia, del valor de todo hombre. Esto no lo hace Jesús a través de una enseñanza doctrinal, sino a través de su acción, al manifestar al hombre el amor de Dios, expresado en su designio sobre él. Son las obras de Dios el vehículo de su amor; ellas hacen descubrir la propia dignidad y libertad, y muestran en Jesús la meta de la plenitud humana. En esto consiste el verdadero saber, la luz.

El encuentro con Jesús es un encuentro con Dios en el hombre o con el hombre que hace presente a Dios como actividad de amor. Esta experiencia desplaza el culto del templo al Hombre, que es ahora el lugar de la manifestación de Dios.

Pueden relacionarse con estos conceptos otros encontrados antes en el evangelio. Dios, el Padre, se manifiesta en el interior del hombre como un dinamismo de amor que lleva a una respuesta de amor (1,16: un amor que responde a su amor), es decir, se experimenta desde dentro como fuerza que impulsa hacia los demás.

A esta presencia dinámica Jn la llama Espíritu, y quien la acepta en sí nace de Dios, tiene una nueva vida. Al ser experimentada, revela al hombre su propia profundidad humana, que en él adquiere realidad y dimensión gracias a ese Dios que en él actúa, haciéndolo consciente de u propia dignidad y libertad; en otras palabras: de su condición de hijo. Es una vivencia directa de su entera realidad (carne y Espíritu), que lo coloca por encima de toda definición y sujeción esclavizadora.

                                   *    *       *   *       *    *

Los capítulos 5 y 9 describen dos acciones de Jesús con el hombre que presentan muchos rasgos comunes y, al mismo tiempo, una diferencia fundamental: el inválido (afectado también de ceguera, cf. 5,3), había pecado (5,14); el ciego de nacimiento, no (9,3). Son tipos de dos situaciones humanas: la de los que están privados de vida y actividad (5,3: tullidos, resecos) por haber dado su adhesión a una ideología opresora (5,3: ciegos) y la de los que viven bajo la opresión sin haber conocido nunca otra posibilidad de existencia (9,1: ciego de nacimiento).

En el caso del inválido y en el del ciego la iniciativa pertenece a Jesús, el hombre experimenta el efecto de su acción como un bien físico: salud y libertad de movimientos en el caso del inválido, visión e independencia en el caso del ciego. En ambos casos desaparece Jesús de la escena y el individuo curado no sabe quién es o dónde está; este recurso literario común subraya el desinterés, la gratuidad del beneficio; pone en primer plano el favor concedido, despojándolo de toda intención proselitista. Finalmente, por iniciativa de Jesús, se produce un encuentro con él y el reconocimiento de su persona.

Además de acentuar la gratuidad, la distancia temporal entre la experiencia del bien recibido y el reconocimiento de Jesús señala también, de forma paradigmática, el proceso psicológico del sujeto. En primer lugar ha tenido la experiencia de un bien humano (salud, visión) independientemente de toda profesión de fe; ha recibido ese bien gratuitamente, pues Jesús ha tomado la iniciativa y no ha puesto condiciones para obtenerlo; la conclusión primera a que llega es la bondad del don y el amor del dador. Sólo más tarde, como segundo paso, descubre en Jesús, realizador de ese bien, una presencia más que humana, reconociéndolo como el hombre en el que vive Dios y en quien se le rinde culto. Es en este momento cuando el ciego adquiere la visión completa. No descubre, sin embargo, algo nuevo; solamente es capaz de dar nombre al amor que ya había experimentado.

En ambos casos, por tanto, el contacto con Jesús no se hace a nivel de ideas o doctrina, sino a través de la experiencia de un bien recibido, que se percibe simplemente como un bien humano. Esa experiencia es innegable, se impone por sí misma, más allá de toda ideología. Así, pues, el primer contacto se verifica con Jesús-hombre (9,11) que actúa en favor del hombre. El segundo paso descubre, a través de la experiencia del bien recibido, la plenitud del amor de Dios, el dinamismo de Dios creador que llena a Jesús y que en él actúa; se le reconoce entonces como santuario de Dios (9,38).

La manifestación del amor de Dios en Jesús, o manifestación de la gloria, que funda la fe, se hace gratuitamente, sin exigir respuesta. El amor no se vende ni la fe se compra. La manifestación de amor a escala humana, al ser aceptada por el hombre, le descubrirá interiormente una nueva dimensión de su ser y del de los demás, que antes no sospechaba. Acabará descubriendo la calidad del amor, que de hecho procede de Dios mismo. Formulará o no esta conclusión: sólo el encuentro con Jesús la llevará a su plena claridad.

La diferencia que establece el hecho de haber pecado (inválido) o no (ciego) muestra que Jn desarrolla en estos episodios dos aspectos de la obra de Jesús. En el caso del inválido, el más común (85,3: una muchedumbre), expone cómo Jesús quita el pecado del mundo (1,29) dando al hombre la fuerza (el Espíritu, cf. 1,33) para salir de la opresión en que vive (5,14: el templo).

En el caso excepcional del ciego (9,1: un hombre ciego de nacimiento) no se trata de quitar el pecado, que no existe, sino de completar la creación: del hombre-carne, débil y víctima de toda opresión, hace Jesús el hombre-espíritu (3,6: de la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu). Éste, por la libertad que le da su nueva visión de Dios y del hombre, se emancipa del dominio de los dirigentes (9,30-33) y resulta incompatible con su sistema (9,34: y lo echaron fuera).

Jn 9,37

 Le contestó: <<+Si lo has visto, y es él, el que está hablando contigo!>>.

Jesús se revela al hombre como lo había hecho a la samaritana (4,26). Como luz del mundo, le muestra la meta que Dios le propone; como liberador y salvador, le da la posibilidad de alcanzarla, comunicándole su Espíritu, el agua del Enviado (4,14; 7,37-39; 9,7).

Jn 9,36

 Contestó él: <<Y ¿quién es, Señor, para dársela?>>.

El hombre ha dado ya su adhesión interior al ideal de hombre que Jesús le había hecho descubrir, pero no sabía que se realizara plenamente en él. Ante la pregunta de Jesús, desea identificarlo para expresarle su fe. De la experiencia del don recibido se llega a la adhesión al dador de cuya plenitud se recibe.

Jn 9,35b

 y le dijo: <<¿Das tú tu adhesión al Hombre aquel?>>.

La pregunta está en conexión con lo sucedido anteriormente al ciego curado. <<El Hombre>> se identifica con el modelo de hombre que Jesús le había puesto ante los ojos con su barro (9,6 Lect.),  la imagen de su misma persona. Él es la luz que brilla en el mundo, porque su persona muestra al hombre el proyecto de Dios. Su acción había hecho descubrir al ciego en sí mismo una nueva condición humana, que antes desconocía. Esto le ha dado un nuevo saber, una nueva conciencia de sí, que lo ha hecho juez de la misma Ley y libre frente a la coacción de los jefes. Pero aún no ha verificado que lo experimentado por él se deriva de la acción de Jesús y que tiene en él su cumplimiento ideal, por coincidir con el designio de Dios sobre el hombre, realizado plenamente en Jesús.

En este pasaje, al identificarlo con el <<barro>> de Jesús, explica Jn el sentido que da a la expresión llevada a su máximo por la comunicación del Espíritu (1,32; 9,6 Lect.). Como la samaritana, el ciego había visto en Jesús un profeta (9,17; 4,19). Después de este reconocimiento inicial, Jesús se reveló a ella como el Mesías (4,25s) y ahora, al antes ciego, como <<el Hombre>>. Se ve el paralelo entre aquel título y esta designación de Jesús (cf. 4,26: Soy yo, el que hablo contigo; 9,37: el que está hablando contigo). En la clave antropológica propia de este ciclo, y precisamente fuera de las instituciones religiosas, que han expulsado lo mismo a Jesús (8,59) que al ciego (9,34), el enviado de Dios se autodefine como <<el Hombre>>, de significado universal. Jesús es el Mesías para la humanidad entera en cuanto es el modelo de hombre.

Jesús pregunta al curado si mantiene su adhesión al ideal que ha visto. Subraya el pronombre tú, en oposición a los dirigentes, que no creen (cf. 9,28). La fe consiste en adherirse a Jesús, el Hombre, que transparenta la gloria o amor indefectible del Padre.

Jn 9,35a

 Se enteró Jesús de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo.

La iniciativa es de Jesús, como había sucedido con el inválido (5,14). A diferencia de este último. Jesús no va a prevenir al hombre para que no peque, pues ha resistido ya la prueba, enfrentándose con los dirigentes hasta encontrarse expulsado. Él ha visto la luz y no cede ya a la tiniebla.

Jesús no abandona al que ha sido fiel a la nueva visión de sí mismo y del mundo. Con su pregunta, va a acabar la labor de iluminación que había comenzado.

martes, 16 de agosto de 2022

Jn 9,13-34b

 

  • Jn 9,13
  • Jn 9,14
  • Jn 9,15
  • Jn 9,16a
  • Jn 9,16b
  • Jn 9,17
  • Jn 9,18-19
  • Jn 9,20-21
  • Jn 9,22
  • Jn 9,23
  • Jn 9,24
  • Jn 9,25
  • Jn 9,26
  • Jn 9,27
  • Jn 9,28
  • Jn 9,29
  • Jn 9,30-33
  • Jn 9,34a
  • Jn 9,34b
  • Los fariseos, enemigos de Jesús (7,47; 8,13) (13). Para Jesús no cuentan los preceptos de la Ley (14). Interrogatorio (15): a los fariseos no les interesa el hecho ni se alegran por él, quieren saber el cómo, para ver si ha habido infracción de la Ley. División de opiniones (16): un grupo toma como criterio de juicio la observación de la Ley (no guarda el precepto); otro parte de los hechos y descubre en ellos el poder de Dios (señales). Opinión del hombre (es un profeta) (17): no ha descubierto toda la realidad de Jesús, pero afirma que su actividad es de Dios (cf. 4,19).
  • Ahora los dirigentes, que incluyen a los fariseos (18). Ante el insoluble problema se refugian en la incredulidad. No quieren ver el hecho, que derriba los fundamentos de su sistema teológico. Doble pregunta a los padres (19): si su hijo nació ciego y, en caso afirmativo, cómo ha recobrado la vista; oculta esperanza de que el hecho sea falso. Los padres afirman el hecho que saben (20); los padres tienen miedo, el hijo no va a tenerlo (21); mayor de edad (21.23), capaz de hablar con libertad: la madurez dada por el Espíritu (cf. 6,10: “hombres adultos”). Presión de los dirigentes sobre el pueblo para evitar la adhesión a Jesús (22-23).
  • Ante la imposibilidad de negar el hecho, recurren a su autoridad doctrinal (24) y definen que la acción de Jesús es contraria a Dios (pecador). Quieren evitar el testimonio del hombre a favor de Jesús, que desprestigiaría a su institución. Intentan que reniegue de Jesús, pero él, con la nueva vida que experimenta, se niega a someterse. El hombre no se mete en cuestiones teológicas; opone el hecho a la teoría (25). Intranquilidad de los dirigentes (26). Réplica (cf. Is 42,8: “Sordos, escuchad y oíd”). Pregunta irónica (¿queréis haceros discípulos suyos?).
  • La violenta reacción (28) muestra que la pregunta ha tocado en lo vivo. Están intentando rechazar la evidencia. Se refugian en el pasado (Moisés); optan por la Ley sin amor y en contra del amor fiel (1,17). No quieren leer directamente la realidad, donde se manifiesta el amor de Dios; la miran a través de una ideología rígida que la deforma. Quieren denigrar la persona de Jesús (no sabemos de dónde procede) (29). Los que exaltan la liberación antigua (Moisés) se oponen a la nueva. El hombre ridiculiza el argumento de los dirigentes (30-33). Su dicho es irrebatible; los dirigentes, acorralados, pasan al insulto (cf. 7,52) (34); soberbia (a nosotros). El hombre debería cegarse de nuevo para darles la razón. Sigue la violencia (y lo echaron fuera); el hombre que ha tenido la experiencia de vida es un obstáculo para su dominio.
  • Síntesis. Los representantes del poder religioso-político se encuentran desconcertados ante la obra de Jesús, que echa abajo su teología. Reacción típica: después del impacto inicial, quieren neutralizar el hecho. Pretenden negar su existencia; al no poder hacerlo, recurren a su autoridad doctrinal para definir que lo que el hombre experimenta como bien y como vida es contrario a lo que Dios quiere. Aferrados a su ideología niegan la evidencia e invierten los valores, llamando al bien mal y al mal bien. Detrás de la ideología está su situación de privilegio, que defienden a toda costa. Al fracasar la coacción moral, recurren a la violencia, que muestra su irracionalidad y su mala voluntad.

Jn 9,34b

 Y lo echaron fuera.

Ahora, al fallar la coacción moral, toman la medida violenta. Lo expulsan de su comunidad, porque no niega su propia experiencia ni renuncia al bien que ha recibido. La sinagoga, regida por los dirigentes, es el lugar de la tiniebla. Con su mentira oficial han querido apagar la luz, que es la vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede quedar dentro. A los responsables no sólo les es indiferente el bien del hombre, les resulta un estorbo, un obstáculo para su dominio. Rechazan a Jesús y a los que se le adhieren. No hay compromiso posible; como Jesús tuvo que salir del templo, los suyos son incompatibles con la sinagoga.

SÍNTESIS

Los representantes del poder religioso-político judíos se encuentran desconcertados ante la obra de Jesús, que derriba los presupuestos teológicos de su sistema. La reacción es típica: después del impacto inicial, que produce una vacilación, se conciertan para neutralizar el hecho. En primer lugar, pretenden negar su existencia, considerándolo un fraude. En vista de lo inútil de la empresa, recurren a la autoridad doctrinal que se arrogan, para definir que lo que el hombre experimenta como bien y como vida es contrario a lo que Dios quiere, y que, por tanto, no debe considerarse un beneficio ni a su autor como un enviado de Dios.

Aferrados a su ideología niegan la evidencia e invierten los valores, llamando al bien mal y al mal bien, a la tiniebla luz y a la luz tiniebla. Detrás de esa ideología se encuentra su posición de privilegio y de dominio, que defienden a toda costa, aun oponiéndose a los hechos. Para todo tiene argumentos su teología, fundada sobre el concepto de un Dios que, entre el bien del hombre y la observancia de su Ley, opta por esta última.

Ante el fracaso de la coacción moral, recurren a la violencia, último argumento, que muestra, al mismo tiempo, su irracionalidad y su mala voluntad. Pretendiendo poseer la luz, se ciegan ellos mismos y buscan cegar a los demás.

Jn 9,34a

 Le replicaron: <<Empecatado naciste tú de arriba abajo, ¡y vas tú a darnos lecciones a nosotros!>>.

Los dirigentes, acorralados, pierden los estribos. Vuelven a afirmar su superioridad (cf. 9,24: A nosotros nos consta). No discuten el argumento del ciego, que es irrebatible; pasan al insulto, como hicieran con Nicodemo (7,52) y con Jesús (8,48). Este había dicho que el ciego no tenía pecado; ellos, en cambio, recurren a su falso principio y achacan a su pecado congénito el haber estado ciego. En realidad, eran ellos los opresores, los culpables de la ceguera (9,41); son ellos la tiniebla que la produce, pero descargan la culpa en él. Con su afirmación, vuelven a deformar la realidad, esta vez la del hombre mismo. Si no se somete al parecer de ellos, negando la evidencia, está a mal con Dios. Tendría que volver a cegarse para darles la razón.

Los dirigentes no tienen nada que aprender (vas a darnos lecciones), lo saben todo y encuentran respuestas teológicas para todo, hasta para negar la evidencia.

Jn 9,30-33

 Les replicó el hombre: <<Pues eso es lo raro, que vosotros no sepáis de dónde procede, cuando me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que lo respeta y realiza su designio a ése lo escucha. Jamás se ha oído decir que nadie haya abierto los ojos a uno que nació ciego; si éste no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada>>.

El hombre ridiculiza el argumento de los dirigentes. Les propone un criterio muy simple para salir de la dificultad. Usando una teología admitida por todos (sabemos), concluye que Dios no puede conceder a un descreído realizar una obra tan extraordinaria. La conclusión es obvia; si éste no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. Jn, por boca del ciego, está describiendo a la letra la actividad de Jesús: realizar el designio del que lo envió (4,34; 6,38). Los dirigentes, en cambio, se oponen a él; por eso no pueden percibir la verdad del mensaje de Jesús (7,17).

Jn 9,29

 <<A nosotros nos consta que a Moisés le estuvo hablando Dios; éste, en cambio, no sabemos de dónde procede>>.

Dan su argumento para rechazar a Jesús. De Moisés nos consta; de ése, no. No pudiendo negar el hecho, quieren denigrar la persona. Como de costumbre, designan a Jesús por un pronombre despectivo. Su nombre les evoca su propia historia. Jesús (Josué), sucesor de Moisés, introdujo al pueblo en la tierra prometida. Su nombre significa <<Dios salva>>, y ellos no pueden admitir que Jesús sea un salvador enviado por Dios.

Les consta que a Moisés le habló Dios por unos libros que conservan una epopeya del pasado, cuando Dios, por su medio, había liberado al pueblo. No quieren reconocer la necesidad de una nueva liberación ni que el pueblo se encuentra oprimido, pues ahora son ellos los opresores. Los que cantan la liberación antigua se oponen a la presente. Al Dios que en otro tiempo los sacó de la esclavitud le prohíben ahora sacar a otros de la esclavitud que ellos procuran. Si el éxodo de Egipto había sido obra del amor de Dios a su pueblo (mi hijo, Éx 4,22s; Os 11,1), ellos interponen ahora la Ley de Moisés para evitar toda manifestación de su amor. No están dispuestos a reconocerlo cuando se muestra en Jesús.

Jn 9,28

 Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: <<Discípulo de ése lo serás tú, nosotros somos discípulos de Moisés>>.

La respuesta indica que la intervención del ciego ha tocado el nervio de su dilema, poniéndolos al descubierto. Están intentando rechazar la evidencia. Jn describe cómo las tinieblas no recibieron la luz y cómo se esfuerzan por apagarla en si mismos. Se refugian en su tradición para no aceptar la novedad. Se apoyan en el pasado, sobre el que han construido su sistema teológico, que Jesús tira abajo. Jn subraya la opción entre Moisés y Jesús, entre la Ley sin amor y el amor fiel (1,17). Ya había propuesto la cuestión en 3,31-36, concluyendo: Quien no hace caso al Hijo no sabrá lo que es vida: no, la reprobación de Dios queda sobre él.

Hacen de Moisés un absoluto. En vez de comprender que sus escritos anunciaban la realidad que trae Jesús (5,46), ven en ellos una Ley definitiva e inmutable y leen la realidad a través de ese código: lo que no cuadra con él no tiene validez. Con la Ley en la mano, ellos saben lo que Dios puede y no puede hacer. Pero el Dios creador no se manifiesta en la Ley, sino en la vida del hombre, liberándolo y salvándolo; no es codificable. Por eso, para creer, hay que leer las señales, las obras de Jesús, que son las del Padre (5,36; 9,4).

Dios pide adhesión a la vida que surge por obra de Jesús (inválido que se levanta, ciego que ve). Se plantea así una opción para el hombre: o leer directamente en la vida, donde se manifiesta la acción de Dios, dispuesto a aceptar lo nuevo e imprevisible, o, de lo contrario, empeñarse en leer la vida a través de una ideología rígida que la suplente; se ve así en trance de negar la realidad o de no reconocer en ella la acción de Dios.

Jn 9,27

 Les replicó: <<Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?

Querían encontrar una escapatoria. La réplica del hombre los asocia a los sordos de Is 42,18: <<Sordos, escuchad y oíd; ciegos, mirad y ved>>. El pueblo está ciego, porque no lo dejan ver; los dirigentes, sordos, porque no quieren oír. Ante aquella obcecación, el hombre se permite la ironía: ¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?

Jn 9,26

 Insistieron: <<¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?>>.

A pesar de la seguridad que han demostrado antes, no están tranquilos. Jn sigue empleando la frase (abrir los ojos) que alude a la liberación anunciada por Isaías: el hecho descrito en términos proféticos intranquiliza a estos conocedores de la Escritura. Al insistir, delatan su mala conciencia.

Jn 9,25

 Replicó entonces él: <<Si es pecador o no, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo>>.

El hombre opone el hecho a la teoría. Él no se mete en cuestiones teológicas. Lo que sabe es que su estado actual es indiscutiblemente mejor que el de antes; eso no puede negarlo.

El ciego experimenta en sí mismo la libertad y la integridad humana como un bien. Su experiencia ha sido la del amor gratuito, la de una relación personal comunicadora de vida. Es esto lo que le abre en realidad los ojos y lo hace más sabio que los maestros fariseos. Él sabe ahora (más allá de aquella teología y moral legalista) lo que es el hombre y lo que es Dios. Él ve, los maestros están ciegos. Es curioso que, mientras ellos le hablan de Dios, él, ante su propia evidencia, se desentiende de lo que le predican. Se diría que no le importa ese Dios, sino <<el hombre>> en quien ha <<visto>> el amor gratuito. En Jesús está presente el Padre.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...