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lunes, 23 de agosto de 2021

Jn 1,43-51

 PARA QUE SE MANIFIESTE A ISRAEL

  • Jn 1,43a
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  • Jn 1,51
  • Cuarto día. Se completa la manifestación a Israel, objetivo de la actividad de Juan Bautista (1,31). Mientras los discípulos de éste siguieron a Jesús espontáneamente (1,37), a Felipe, que no pertenece al círculo de Juan ni conoce su testimonio sobre el Mesías, Jesús lo invita a seguirlo (43). Reacción entusiasta de Felipe. Describe a Jesús ante Natanael como la mera realización de lo predicho en el AT, sin darse cuenta de la novedad (45). Escepticismo de Natanael; la historia reciente le hace desconfiar de los mesianismos procedentes de Galilea. Felipe lo invita a tener contacto personal con Jesús (1,35) (46).
    Jesús describe a Natanael como a modelo de israelita. La mención de la higuera alude a Os 9,10 (LXX): “Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres”. El profeta describía la elección del pueblo; Natanael representa precisamente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios; Jesús renueva la elección (47-48). Reacción entusiasta de Natanael: Rabbí: maestro fiel a la tradición (cf. V.45: Moisés en la Ley); Hijo de Dios: Mesías, el rey mesiánico (v.45: los profetas), interpretando como rey de Israel, el prometido sucesor de David (Sal 2,2.6s; 2 Sm 7.14; Sal 89,4s.27), que restauraría la grandeza del pueblo, no como en boca de Juan Bautista (1,33-34; el Hijo de Dios_ el portador del Espíritu).
  • La obra del Mesías no se limita a la elección de Israel (higuera). Primera declaración de Jesús sobre sí mismo. Alude a la visión de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Promesa (51: Veréis): la comunicación permanente con Dios en Jesús (el cielo quedar abierto). El Hombre (el portador del Espíritu): el proyecto salvador de Dios no se basa en la realeza davídica (49, de Natanael), sino en la plenitud humana (51). La promesa se realizará en la cruz, cuando vean al que traspasaron (19,37), en quien brilla la gloria/amor (cf. 19,34: sangre y agua).

Jn 1,51

 Y le dijo: <<Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por este Hombre>>.

Al término de la sección introductoria, pronuncia Jesús su primera declaración solemne, que se refiere a su propia persona. Está dirigida a Natanael (le dijo), pero inmediatamente pasa al plural (os lo aseguro), considerándolo representante de los israelitas fieles, cuya concepción mesiánica quiere corregir Jesús. El hecho de dirigirse a Natanael en singular muestra que las palabras de Jesús miran directamente a este grupo, no al anterior formado por los discípulos de Juan. Esto se confirma por la identidad del verbo <<veréis>> en 1,39 y 1,51. Jesús anuncia a Natanael que su grupo verá lo que los otros ya han visto (1,39: vieron donde vivía). La declaración, por tanto, explica la experiencia propia de la entera comunidad de Jesús.

La imagen usada por Jesús alude a la visión de Jacob en Betel. Jacob (= Israel) había contemplado en aquel lugar una comunicación entre Dios y el mundo (Gn 28,11-17) y en el mismo lugar, en otra visión divina, recibió el cambio de nombre (Jacob/Israel, Gn 35,9-10). La primera visión se describe así: <<Tuvo un sueño: Una rampa que arrancaba del suelo y tocaba el cielo con la cima. Mensajeros (= ángeles) de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie en lo alto y dijo: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac>> (Gn 28,12s).

La primera parte de la declaración de Jesús: Veréis el cielo quedar abierto, indica que la comunicación de que él habla no será ocasional, sino permanente. El cielo figura la esfera divina y su frontera. El cielo permanentemente abierto significa, por tanto, la continua accesibilidad de Dios. El lugar de comunicación será la persona misma de Jesús.

La frase siguiente: y a los ángeles de Dios subir y bajar por este Hombre, alude al tema de la gloria. Los Targumin del Génesis en sus dos recensiones palestinenses tratan de explicar la actividad de los ángeles. A este respecto dicen que vienen a ver <<al hombre justo cuya imagen está grabada en el trono de la gloria>>. Esto concuerda perfectamente con el tema de la <<visión>>, central en este capítulo: la respuesta de Jesús a los discípulos de Juan fue una invitación a ver (1,39: venid y lo veréis, ... vieron dónde vivía); la invitación de Felipe a Natanael hace eco a la anterior de Jesús (1,46: ven a verlo); Juan Bautista funda su testimonio en la experiencia de la visión del Espíritu (1,32: he contemplado al Espíritu; 1,34: pues yo en persona lo he visto); la comunidad creyente apela a la misma experiencia visual (1,14: hemos contemplado su gloria). A la tradición targúmica que coloca la gloria de Yahvé sobre Jacob en el episodio de Betel, ha respondido Jn afirmando que la gloria habita en Jesús y lo llena (1,14). El objeto, pues, de la visión es el hombre que tiene la plenitud de la gloria. Siendo éste la culminación del proyecto creador de Dios (1,14a), nada tiene de extraño que use aquí la expresión <<este Hombre>>, que, si bien enlaza primariamente con los pasajes citados de los Targumin (<el hombre justo cuya imagen está grabada ...>>), se remonta a través de ellos a la idea del hombre creado a imagen de Dios. En efecto, el Targum Neofiti cuenta así la creación del hombre: <<Creemos al hijo del hombre (la expresión es idéntica a la de Jn) a nuestra semejanza, como semejante a nosotros... La Palabra de Yahvé creó al hijo del hombre a semejanza suya (Gn 1,26-27)>>. Así, la promesa a Natanael vuelve a expresar la idea ya expuesta por Jn: el lugar de la manifestación de la gloria es Jesús mismo como realización de la presencia de Dios. Él es el templo, la casa de Dios.

Así como Jacob/Israel no sabía que Dios se encontraba en aquel lugar (Gn 28,16), los discípulos representados por Natanael no saben aún que Jesús realiza la presencia de Dios entre los hombres. Para dirigirse a este resto de Israel ha escogido Jesús precisamente una imagen que recuerda lo sucedido con el padre del pueblo, Jacob/Israel.

Jesús había renovado la elección aludiendo a un texto profético (1,48); ahora interpreta su calidad de Mesías tomando pie de un texto de <<la Ley>> (el Pentateuco) escrita por Moisés; así responde al anuncio de Felipe a Natanael (1,45: Ley, profetas).

Al título de <<el Hijo de Dios, rey de Israel>> que le han sido aplicados por Natanael, opone Jesús el de <<el Hombre>> (<<el Hijo del hombre>>).

La oposición de <<el Hombre>> (levantado en alto) y <<el rey de Israel>> volverá a establecerse en 12,13.23.34, confirmando que el título <<el Hijo de Dios>> está interpretado por Natanael en categoría de rey mesiánico. Pero Jesús va a ser la presencia de Dios no en cuanto rey de Israel, sino  en cuanto es <<el Hombre>>. Este título que se aplica Jesús formula de otro modo la expresión del prólogo: La palabra/proyecto se hizo hombre, realidad humana (1,14). El Mesías-salvador es el hombre llegado a su plenitud, que, por lo mismo, es el Hijo de Dios, el Hombre-Dios. No es solamente el mediador privilegiado entre Dios y los hombres, sino la presencia misma de Dios con los hombres. Él no será rey de Israel dominando como los reyes de la historia, sino por la máxima realización del hombre, manifestando su amor-gloria con el don de su vida (18,36; 19,19). El proyecto salvador de Dios no se basa en la realeza davídica, sino en la plenitud humana. La unción del Mesías ha sido la del Espíritu, y ésta lo ha constituido <<el Hombre>> acabado y <<el Hijo de Dios>>. Él es la realidad y la presencia de la gloria-amor del Padre (1,14), que no puede conocerse más que por experiencia (1,14.39.51).

La promesa de Jesús describe, por tanto, en otros términos el contenido de 1,14: hemos contemplado su gloria ... plenitud de amor y lealtad, y el de la visión del Bautista (1,32): He contemplado al Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo; y se quedó sobre él. Ésta será la voluntad de Jesús para los suyos: Quiero que también ellos, lo que me has dado, estén donde estoy yo, para que contemplen mi gloria (17,24). Antes de comenzar su actuación propone Jesús la característica de su comunidad, la de aquellos que viven con él (1,39) en la zona de la vida, que es la del Espíritu.

¿Cuándo verán los discípulos esta realidad? Anticipadamente se ha dado por realizada para algunos en 1,39, pero la manifestación a Israel (1,31), que es la que aquí promete Jesús, se irá realizando durante el entero día del Mesías (2,1-11.54), que se abre y se cierra con una manifestación de su gloria (2,11), que es la del Padre (11,4.40=, y culminará en la cruz. En esta perícopa hay dos promesas de visión futura. En 1,50 se ha prometido a Natanael que <<verá>> cosas mayores; en 1,51, en cambio, se utiliza el plural, <<veréis>>, que siempre incluye al entero grupo de discípulos. Cada uno de estos verbos tendrá su correspondiente más adelante. El primero, en la perícopa de Lázaro, último episodio del día del Mesías, unida a ésta por el paralelo entre 1,44 y 11,1 (cf. Lects.); allí se dice a Marta que <<verá>> la gloria de Dios (11,40), que es la de Jesús (11,4), en el don de la vida definitiva. Pero esta señal, como toda la actividad de Jesús, anticipa lo que ha de llevarse a efecto en <<su hora>>; Jesús quedará como manifestación definitiva de Dios en la tierra y comunicación entre Dios y el hombre, cuando sea levantado en alto, entre el cielo y la tierra (3,14; 8,28; 12,32; cf. 7,37). Entonces se cumplirá la segunda promesa: mirarán al que traspasaron (19,37), de cuyo costado abierto fluye sangre y agua; el amor demostrado (sangre derramada) y el amor comunicado (agua-Espíritu, cf. 1,16.32.33). Su costado quedará abierto como comunicación continua de su amor a los suyos (20,25.27). Los discípulos han de experimentar continuamente su gloria-amor, la que el Padre ha comunicado a Jesús (17,24).

En los últimos episodios, los discípulos han aplicado a Jesús los títulos de Maestro (1,38.49) y Mesías en sus diversas interpretaciones (1,41.45.49). La declaración final (1,51) señala, sin embargo, que el grupo no se reúne alrededor de Jesús solamente para aprender o para seguir a un caudillo, sino, ante todo, para residir en el ámbito de Dios, que es el de la vida.

SÍNTESIS

Se describe en esta perícopa otro grupo de los que integran la comunidad de Jesús. Se distingue de los dos anteriores en que estos hombres no han efectuado la ruptura con las instituciones, sino que son fieles a la tradición, penetrados como están de AT. Muestran una preparación insuficiente al mensaje de Jesús por no haber salido de la antigua mentalidad. No habiendo sido discípulos de Juan, no han recibido su bautismo ni conocen su testimonio. Conciben al Mesías en la línea del AT, piensan que cumplirá las promesas restaurando lo antiguo en toda su pureza; no ven la novedad de su alternativa; representa para ellos la continuidad con el pasado.

Se retrata aquí la comunidad judaizante. Jesús la llama y le anuncia su integración en la comunidad mesiánica, pero le avisa y le promete que también ellos han de llegar al punto donde los otros han llegado, a vivir en su alternativa, la esfera de la comunicación divina. El Mesías no es el que domina al pueblo, sino el que lleva al hombre a su plenitud.

Con la constitución de la comunidad de Jesús, compuesta por grupos de mentalidad muy diversa, termina la sección introductoria. En ella se ha expuesto el verdadero concepto del Mesías (1,29-34) y se han descrito las actitudes de los diferentes discípulos, que encarnan grupos cristianos. Empieza a continuación la actividad del Mesías, la manifestación del amor leal.

Jn 1,50

 Jesús le contestó así: <<¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees? Pues cosas más grandes verás>>.

Jesús calma el entusiasmo de Natanael. Al que exultaba por la renovada elección de Israel le declara que eso es poco al lado de lo que significa su misión de Mesías. De hecho, en 21,2 Natanael se encontrará integrado en la comunidad de discípulos que trabajan entre los paganos (Tiberíades, los siete, 21,1-2 Lect.); podrá apreciar que la salvación del Mesías no se limita al antiguo pueblo, que la elección (me fijé en ti) no significaba exclusividad.

Jn 1,49

 Natanael le respondió: <<Maestro tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de Israel>>.

Natanael comprende que aquel que renueva la elección de Israel es el que va a dar cumplimiento a las promesas, de ahí su alegría y entusiasmo. Como los discípulos de Juan, se dirige a Jesús con el título de respeto (Rabbí) que se daba a los maestros (1,38), reconociéndolo por maestro suyo y declarándose dispuesto a seguir sus enseñanzas.

Sin embargo, así como en boca de los discípulos de Juan, situados ya fuera de las antiguas instituciones, el término Rabbí (1,38), indicaba el reconocimiento de Jesús como maestro en lugar de Juan, en boca de Natanael, el hombre fiel a la Ley (1,45), denota al Mesías-maestro en la línea del pasado (cf. 3,2). Jn señala la ambigüedad que se esconde bajo los títulos aplicados a Jesús, visible también en el siguiente.

Natanael califica a Jesús de dos maneras que, sin embargo, están unidas: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de Israel. La primera expresión había sido pronunciada por Juan Bautista, pero mientras éste la proponía como conclusión de la visión del Espíritu, para Natanael es solamente la premisa para otra conclusión: tú eres rey de Israel. La misma frase adquiere, pues, un sentido diferente.

Tal diferencia de contenido podría insinuar la existencia de dos interpretaciones del título <<el Hijo de Dios>> en tiempos de Jn: Para la primera, en la línea de la declaración del Bautista, el Hijo de Dios significaría el que posee la plenitud del Espíritu, el que realiza la presencia de Dios en la tierra. Para la segunda, la de Natanael, el Hijo de Dios representaría el rey mesiánico, según las categorías del AT (<<al descrito por Moisés en la Ley, y por los profetas>>), es decir, el sucesor prometido a David (cf. Sal 2,2.6-7; 2 Sm 7,14; Sal 89,4s.27), que efectuaría una salvación sociológica. El horizonte de Natanael es nacionalista, Jesús es para él el rey esperado, el predilecto de Dios, que va a restaurar la grandeza del pueblo, implantando el régimen justo prometido por los profetas.

   

   2 SAMUEL. CAPÍTULO 7

    

Jn 1,48

 Natanael le preguntó: <<¿De qué me conoces?>>. Jesús le contestó así: <Antes que te llamara Felipe, estando tú bajo la higuera, me fijé en ti>>.

El juicio positivo de Jesús deja perplejo a Natanael, persuadido de que Jesús no lo conocía. La respuesta a su pregunta es, a primera vista, enigmática; Jesús afirma haberlo elegido antes que Natanael lo conociese. El llamamiento de Natanael no es en realidad obra de Felipe; su elección estaba efectuada. Esto confirma de nuevo que Natanael figura a los israelitas fieles, según la alusión contenida en las palabras de Jesús (estando tú bajo la higuera). La mención de la higuera, que sigue a la afirmación <<verdadero israelita>>, muestra que estas palabras aluden a Os 9,10 (LXX): <<Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres; pero ellos fueron a Baal Fegor, se consagraron a la ignominia y los amados (de Dios) se igualaron a los abominables>>.

En este pasaje describe el profeta dos épocas en la historia del pueblo: la de la elección y la de la apostasía. La calificación <<verdadero israelita>> que aplica Jesús a Natanael, el hombre sin falsedad, lo califica como uno que conserva la autenticidad de la primera época y no ha traicionado a su dios. Así, como antiguamente escogió Dios al antiguo Israel, ahora Natanael, es decir, los israelitas fieles, han sido escogidos por Jesús para formar parte de su comunidad.

Estas palabras de Jesús precisan el concepto de Israel en boca de Juan Bautista: cuando afirmaba que su bautismo con agua tenía por objeto que el que llegaba se manifestase a Israel, aludía en primer lugar a la parte del pueblo que se había mantenido fiel a Dios y a la esperanza de sus promesas (cf. Sof 3,12s: <<Dejaré en ti un pueblo pobre y humilde, un resto de Israel que se acogerá al Señor, que no cometerá crímenes ni dirá mentiras, ni tendrá en la boca una lengua embustera>>). Natanael representa a este pueblo y lo simboliza. <<Israel>> en es Jn la denominación noble del pueblo de la antigua alianza, opuesta a <<los judíos>>, que designa a aquellos que por su adhesión al sistema injusto dominante en la época de Jesús son de hecho infieles a Dios y han renunciado a sus promesas (1,19).

Muestra Jesús su intención de integrar al verdadero Israel en la comunidad mesiánica, renovando la elección hecha por Dios antiguamente (Os 9,10 LXX).

Jn 1,47

 Jesús vio a Natanael, que se le acercaba, y comentó: <<Mirad un israelita de veras, en quien no hay falsedad>>.

La frase <<acercarse a Jesús>> asumirá un sentido técnico en boca de Jesús mismo (6,35: al que se acerca a mí no lo echo fuera), equivalente a la adhesión a Jesús. Aquí se trata de un paso preliminar. Al aceptar la invitación de Felipe, Natanael demuestra su deseo de ver cumplidas las promesas y está dispuesto a comprobar personalmente la afirmación de Felipe.

Jesús toma la iniciativa y lo describe como un modelo de israelita. La razón de esta alabanza es que en Natanael no hay falsedad. El sentido de esta frase quedará claro al explicar las siguientes palabras de Jesús.

Jn 1,46b

 Felipe le contestó: <<Ven a verlo>>.

Ante el escepticismo de Natanael, Felipe se remite a la experiencia. Invita a Natanael con palabras casi iguales a las que usó Jesús para invitar a los dos discípulos de Juan a ver dónde vivía. Sin embargo, aquí la invitación se refiere a la persona, no al lugar. Los discípulos de Juan, instruidos ya acerca de la persona de Jesús (1,35), pueden dar el segundo paso, ver dónde vive y quedarse a vivir con él, en la esfera del Espíritu. Los que no conocen a Jesús tienen primero que conocerlo. Nótese que Jesús nunca se define a sí mismo: el contacto con él irá haciendo comprender su persona. Aunque la idea que el discípulo se haga esté equivocada, él espera y los va instruyendo con el mismo desarrollo de los acontecimientos. En fin de cuentas, serán su muerte y su resurrección las que hagan comprender (2,22; 12,16).

Jn 1,46a

 Natanael le replicó: <<¿De Nazaret puede salir algo bueno?>>

Por lo pronto, la reacción de Natanael es negativa. La conexión entre el Mesías y Nazaret le parece inverosímil. No se podía esperar un Mesías procedente de Galilea, la región periférica, de población mezclada. El evangelista, sin embargo, al repetir en boca de Natanael la mención de Nazaret, ironiza sobre su actitud. Será <<el Nazareno>> el Mesías anunciado.

Es posible que con la frase despectiva de Natanael quiera reflejar el evangelista la desconfianza que habían provocado los movimientos mesiánicos, surgidos sobre todo en la región de Galilea, a los cuales va a oponerse el mesianismo de Jesús.

Jn 1,45c

 <<Es Jesús, hijo de José, el de Nazaret>>.

Felipe identifica a Jesús por su familia y lugar de procedencia. En 6,42, Jesús volverá a ser identificado por sus adversarios como <<el hijo de José>>. Allí, con artículo (<<el hijo>>), denota, en efecto, su paternidad legal.

Aquí, en cambio, sin artículo, podría aludir al anuncio profético contenido en Ez 37,15-28. Dios encarga al profeta que ejecute una acción simbólica: cogiendo dos varas que escriba en una <<Judá>> y en la otra <<José>>, y que las ate para formar una sola vara. La acción se explica con la promesa de unir los dos reinos, Judá e Israel, congregar a los israelitas expatriados y establecer un solo rey sobre todos. Cesará la idolatría, Dios los purificará de sus pecados y se establecerá la relación armónica entre Dios y el pueblo (37,23: <<Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios>>). El futuro rey se identifica con David, único pastor de todos. Quedará asegurada la fidelidad a la Ley (37,24: <<Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra>>). Dios hará una alianza perpetua de paz con ellos (37,26), los acrecentará, pondrá su santuario entre ellos para siempre, y eso será para las naciones paganas la prueba de que Dios consagra a Israel.

El contenido de este texto profético responde perfectamente a la descripción de Jesús hecha por Felipe a Natanael: Al descrito por los profetas, que sugiere el Mesías davídico; Jesús sería para Felipe el David redivivo, que habría realizar la unidad de Israel, asegurar el cumplimiento de la Ley, llevar el pueblo a la prosperidad y la nación a la gloria. La misma repetición del nombre de Nazaret (1,46) parece insinuar algo más que la mera indicación de origen. Al ser el único dato que recoge Natanael en su pregunta, el autor atrae la atención del lector sobre ese detalle. De hecho, el título derivado (ho nazôraios) tiene una importancia especial en el momento cumbre del prendimiento (18,5.7); la afirmación repetida de que buscan <<al Nazareno>> parece resumir todas las razones de la captura (18,5). En el letrero de la cruz, finalmente, esa denominación está asociada al título de rey (19,19); y allí queda como un título perenne, como la escritura única y definitiva de la comunidad cristiana (cf. 19,19ss Lect.). En su evangelio, Mateo (2,23) asocia el título <<Nazareno>> a Nazaret y ve cumplidas en él las profecías mesiánicas (cf. Is 11,1: neșer). El pensamiento de Jn parece estar en la misma línea; de ahí la confesión final de Natanael: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel (1,49), que anticipa el título de la cruz.

Jn 1,45b

 y le dijo: <<Al descrito por Moisés en la Ley, y por los Profetas, lo hemos encontrado>>.

La identificación de Jesús que hace Felipe a Natanael, pensando que puede atraerlo, muestra que ambos se mueven en la esfera de las antiguas instituciones. Son israelitas adictos a la Ley que veneran la antigua Escritura, en la que ven el anuncio y la figura del Mesías que viene.

Felipe habla también plural (cf. 1,41, Andrés). Con sus palabras revela Jn la mentalidad existente en un grupo de discípulos: Jesús, el Mesías, no representa novedad, es el continuador de la antigua tradición, en la que está retratado. Su misión será, por tanto, perfeccionar y llevar a término la antigua alianza. Estos discípulos, que no lo han sido de Juan Bautista, no han percibido la ruptura con las instituciones que éste preconizaba como preparación a la llegada del Mesías. Embebidos de su tradición, conciben al Mesías como el modelo perfecto del justo según la Ley, su cumplidor exacto y el continuador de Moisés.

Los profetas, por su parte, habían descrito a menudo la futura salvación en términos de restauración de la monarquía davídica. De sus textos, comentados más tarde, había ido tomando cuerpo la idea de un Mesías político, sucesor de David y renovador de las instituciones de la antigua alianza.

En la mención de los profetas estriba, sin embargo, la diferencia entre el grupo representado por Felipe y los dirigentes judíos. Para éstos, los profetas habían muerto (8,52s) y se proclaman discípulos únicamente de Moisés (9,28s), en quien tienen su esperanza (5,45b). Era la tradición profética la que mantenía la expectación del Mesías; ella es parte esencial de la Escritura que da testimonio de Jesús (5,39). De hecho, éste se revelará aludiendo a un texto profético (1,48 Lect.).

Teniendo en cuenta el prólogo, donde Jesús Mesías sustituye con su alianza a Moisés y la Ley (1,17), la descripción de Felipe adquiere todo su relieve. Él y los que representa son los discípulos que no van a entender el papel mesiánico de Jesús. De hecho, el desconocimiento que manifiesta ahora Felipe será el que Jesús le reproche en la Última Cena (14,9). Ni Felipe ni Natanael salen del marco de la palabra escrita, mientras Jesús va a rebasarla. Él no es la palabra del Dios legislador, sino la del Dios creador (1,14). En la primera ocasión en que vuelva a aparecer Felipe, Jesús lo pondrá a prueba y él mostrará no haber comprendido la novedad del Mesías (6,5s).

Jesús afirmará más tarde que Moisés ha escrito de él (5,46), pero sin referencia a la Ley. Dado que el Mesías había de realizar el éxodo definitivo, el éxodo descrito por Moisés era tipo de la obra de Jesús. Estos discípulos, en cambio, consideran la antigua Escritura, más que como preparación y figura, como programa del Mesías (al que describió).

Jn 1,45a

 Fue a buscar Felipe a Natanael.

La necesidad de comunicar la experiencia de Jesús, visible antes en Andrés (1,41), aparece ahora en Felipe. Va a buscar a Natanael. Este personaje, al contrario que los demás, no beneficia de presentación alguna por parte del evangelista. Sin embargo, se le menciona como personaje conocido (en griego, con artículo). Este hecho, unido al significado de su nombre: <<Dios ha dado>>, hacen de él una figura representativa. De hecho, al dirigirse a él, Jesús le hablará en plural (1,51 Lect.). El resto de la perícopa confirmará que Natanael personifica el grupo israelita creyente.

Por otra parte, todos los discípulos que aparecen en estas perícopas desempeñarán un papel en el relato evangélico, excepto Natanael, que será mencionado únicamente después de la resurrección, integrado en el grupo de los siete (21,2). Esta ausencia de Natanael pone más en evidencia su carácter representativo. Como se verá más tarde, a esta figura masculina corresponde la femenina de la madre de Jesús (2,1 Lect.); de hecho, en 21,1 se pondrá a Natanael en relación con Caná de Galilea, el lugar donde se menciona a la madre por primera vez (21,2 Lect.).

Jn 1,44

 Felipe era de Betsaida, del pueblo de Andrés y Pedro.

Betsaida estaba situada en la parte norte del lago de Galilea, en la orilla oriental de la desembocadura del Jordán, en la ruta hacia la región pagana de Cesarea e Filipo (cf. Mc 8,22.27). Políticamente no pertenecía a Galilea, sino a la Gaulanítide (12,21 Lect.), fuera del territorio propiamente judío, aunque la población judía debía ser numerosa.

El nombre Betsaida significa <<Pesquería/lugar de pesca>>. Al mencionar Jn la común procedencia de Felipe y los dos hermanos Andrés y Pedro, insinúa para los tres una relación con este oficio. De hecho, puede referirse a un dato histórico (Andrés y Simón, según los sinópticos, eran pescadores; cf. Mc 1,16ss y parl.), pero esto no excluye un sentido figurado de la pesca misma, la captación de adeptos al mensaje de Jesús. De hecho, con una nueva mención de Betsaida, Felipe y Andrés aparecerán en el episodio de los griegos que quieren ver a Jesús (12,20s), primicias de la misión entre los paganos, y, más tarde, Simón Pedro irá a pescar seguido de otros seis discípulos, figurando también la misión entre los paganos (21,1 Lect.). La procedencia de Betsaida puesto de frontera de población mezclada, insinúa ya la capacidad de estos discípulos para el trabajo entre los no judíos.

Este verso (1,44) presenta un estrecho paralelo redaccional con 11,1, que establece un puente entre las dos perícopas. La actividad de Jesús, que reúne aquí un grupo de discípulos, se ejercerá con un grupo semejante en 11,1ss. Allí terminará su manifestación a Israel, dando cumplimiento a la promesa que hará Natanael en esta perícopa (1,15 Lect.).


Jn 1,43b

 y fue a buscar a Felipe. Y le dijo Jesús: <Sígueme>>.

La decisión de salir para Galilea interrumpía el contacto de Jesús con el círculo de Juan. La llamada de nuevos discípulos después de este hecho indica que estos hombres no pertenecían al contorno inmediato del Bautista.

Los dos discípulos de Juan habían seguido a Jesús espontáneamente, pues el mensaje de Juan orientaba hacia Jesús. Felipe, en cambio, recibe la invitación directamente de él. No ha sido preparado por el Bautista, pero la actividad de éste tenía por objetivo la manifestación del Mesías a todo Israel (1,31). La esperanza anunciada por Juan desbordaba el círculo de sus discípulos y Jesús sigue llamando israelitas fuera de este ámbito.

Jn 1,43a

 Al día siguiente decidió salir para Galilea.

Nueva datación, el cuarto día a partir de la declaración de Juan (1,19). Continúa la sucesión de días que culminará en la perícopa siguiente.

En las dos perícopas anteriores aparecía Jesús más allá del Jordán, donde se encontraba Juan Bautista, región que, como se ha visto, simbolizaba la tierra prometida (1,28 Lect.). Jesús se había presentado allí, cumpliendo el anuncio de Juan (1,27.30), y ha tomado el puesto que le correspondía, aceptando como suyos a los discípulos de Juan que captaban su mensaje de precursor (1,35ss). Ahora decide salir para Galilea, para comenzar la liberación anunciada. El lugar donde se encuentra, más allá del Jordán, será el término de su itinerario, no el principio (10,40-42). Su labor liberadora tiene que preceder la entrada en la tierra prometida.

Era Galilea la región del norte, no sujeta a la administración romana y lejana del poder central judío, afincado en Jerusalén. Allí se podía gozar de mayor libertad de movimientos (7,1), por no estar sujeta a la inspección policial de las autoridades de Jerusalén (cf. 1,19). Desde Galilea, donde realizará las señales que definan su programa de acción (2,1-11; 4,46b-54), bajará Jesús a Judea para ejecutarlo (2,13ss; 5,1ss). A Galilea volverá cuando lo amanece la presión farisea (4,1-3.43-46a). Allí propondrá su proyecto de comunidad (6,1ss) y se quedará esperando el momento propicio, mientras en Judea se le amenaza de muerte (7,1ss).

domingo, 22 de agosto de 2021

Jn 1,35-42

 SE PONE DELANTE DE MÍ

  • Jn 1,35
  • Jn 1,36
  • Jn 1,37
  • Jn 1,38a
  • Jn 1,38b
  • Jn 1,39a
  • Jn 1,39b
  • Jn 1,40
  • Jn 1,41
  • Jn 1,42
  • Tercer día. Jesús camina, ha empezado su misión. Los dos discípulos de Juan oyen la declaración de éste (36), que resume la pronunciada antes (1,29-34); comprenden al Mesías como portador y comunicador del Espíritu, y siguen a Jesús.
  • Jesús vive en la esfera del Espíritu, que es la de Dios y que no puede conocerse más que por experiencia (39: lo veréis). Los dos discípulos se quedan con él en esa esfera. Anticipa Jn el estado ideal de la comunidad cristiana. La hora décima (las cuatro de la tarde) está cerca del final del día (la hora duodécima): Israel está para terminar su historia.
  • Un discípulo, Andrés (=el varonil; cf. 1,30: un varón), el hombre llegado a su madurez, ha escuchado a Juan (37.40). Simón Pedro, figura conocida, no lo ha escuchado, y no conoce la calidad del Mesías (40).
  • Andrés le habla de Jesús como Mesías, indicando así cuál era la expectación de su hermano Pedro (41). Éste se deja conducir. Jesús le anuncia que será llamado Piedra, pero no lo invita a seguirlo ni Pedro se ofrece. Al contrario que Andrés, Pedro no manifiesta reacción alguna después de su contacto con Jesús.

Jn 1,42

 Lo condujo a Jesús. Jesús, fijando la vista en él, le dijo: <<Tú eres Simón, el hijo de Juan; a ti te llamarán Cefas>> (que significa <<Piedra>>).

Simón no se acerca a Jesús por propia iniciativa, se deja llevar pasivamente por su hermano. No comenta la frase de Andrés ni muestra entusiasmo alguno por Jesús. En toda la escena no pronuncia una sola palabra.

Jesús fija la mirada en Pedro, como Juan Bautista la había fijado en él mismo al principio del episodio (1,36). No se trata, pues, de una mirada de elección, sino de penetración. Lo mismo que Juan, fijando la vista en Jesús lo había definido como el Cordero de Dios, Jesús, fijando la mirada en Pedro, pronuncia su nombre y lo define como <<el hijo de Juan>>.

El hecho de que este patronímico difiera del que propone Mateo (16,17: Simón Bariona, hijo de Jonás) y la ausencia de artículo en el de Jesús (1,45: hijo de José) hacen dudar de que la expresión <<el hijo de Juan>> indique el patronímico de Simón. Por otra parte, el artículo (<<el hijo>>) querría decir que Simón era hijo único, mientras que acaba de aparecer en el texto que era hermano carnal de Andrés (1,41). Excluida, pues, la interpretación como patronímico, hay que notar que el nombre de Juan alude a las recientes menciones de Juan Bautista (1,35.40). De hecho, establece una inclusión entre 1,35 y 1,42, reforzada por 1,40. Dado el amplio significado de la expresión <<hijo de>>, que puede significar cualquier clase de relación, en este caso parece significar <<adepto de Juan>> y, articulado (en 21,15ss, sin artículo), <el gran adepto de Juan>>. Simón, por tanto, por una parte, pertenece al círculo de Juan Bautista, pero, por otra, no ha escuchado sus palabras, es decir, su testimonio de Jesús, ni ha seguido a Jesús como los dos anteriores. Se ha quedado en la adhesión al movimiento de protesta y expectación suscitado por Juan, pero sin comprender qué clase de Mesías anunciaba éste. Se ve que la repetición: uno de los que escucharon a Juan y siguieron a Jesús (1,40), preparaba por contraste la presentación de Pedro. Este aparece, pues, desde el principio, como el discípulo que ignora la idea del Mesías y de su misión descrita por Juan; no conoce la alternativa de Jesús ni tiene experiencia de ella.

Jesús anuncia a Simón que será conocido por un apelativo. Jn es el único evangelista que da el término arameo: Cefas (cf. 1 Cor 1,12; 3,22; 9,5; 15,5; Gál 1,18; 2,9.11.14), traduciéndolo a continuación al griego. El arameo cefas (kepha), como el griego petros, es un nombre común, que significa <<piedra>>.

Jesús no cambia el nombre a Simón, le anuncia que será conocido por un sobrenombre o apodo: Piedra. Nunca Jesús lo llamará Pedro; en la única otra ocasión que se dirija a él por su nombre (21,15ss), volverá a llamarlo <<Simón de Juan>>. El evangelista, en cambio, sí lo llama Piedra/Pedro, ordinariamente junto con el nombre propio: Simón Pedro (1,40; 6,8.68; 13,6.9, etc.).

No hay  datos para establecer si este sobrenombre tenía un significado obvio en aquella cultura. Para determinar su sentido habrá que prestar atención a los pasajes donde el evangelista emplea como designación el sobrenombre solo, no acompañado del nombre <<Simón>> (1,44; 13,8.37; 18,11.16.17.18.26.27; 20,3.4; 21,7.17.20.21). Solamente al final del evangelio podrá llegarse a una conclusión.

El sobrenombre <<Pedro>> proporciona una clave de lectura, ya conocida por los lectores (1,40: Simón Pedro), que de algún modo anuncia su modo de ser y de actuar. Por parte de Jesús, la escena muestra que es bien consciente desde el principio de cuál va a ser la actitud de Pedro en lo sucesivo (cf. 6,64).

La entrevista de Jesús con Simón Pedro es muy singular, como se ve. No hay llamada de Pedro por parte de Jesús, ni invitación a seguirlo; Pedro, por su parte,, tampoco se ofrece. Solamente en 21,19 después que haya profesado tres veces su amor a Jesús, le dirigirá éste la invitación que hace a Felipe desde el principio (1,43).

Andrés y el innominado (1,35.40) se han pronunciado por Jesús antes que comience su actividad, por la experiencia que nace del contacto personal con él (1,39: se quedaron a vivir con él; 1,41: el Mesías). Pedro, aunque establece contacto con Jesús, no se pronuncia. Su actitud queda en suspenso; es el único de los cuatro discípulos mencionados por su nombre, en esta parte introductoria (Andrés, Simón Pedro, Felipe, Natanael), que no expresa reacción alguna favorable respecto a Jesús.

SÍNTESIS

Aparecen en esta perícopa dos tipos de hombres que han sido discípulos de Juan Bautista y que, por tanto, han recibido su bautismo, símbolo de ruptura con las instituciones y de adhesión al Mesías esperado. Sin embargo, el evangelista marca la diferencia entre ambos.

Los del primer tipo no sólo han roto con la situación, esperan al Mesías descrito por Juan: el que, por haber recibido la plenitud del Espíritu, es el Hijo de Dios, el que con su muerte va a inaugurar la nueva alianza y, comunicando el Espíritu, va a quitar el pecado del mundo, es decir, va a liberarlo de la esclavitud, conduciéndolo con un nuevo éxodo a la alternativa de la vida. Los discípulos así preparados siguen espontáneamente a Jesús. Su deseo queda completado por la iniciativa de éste, que los interpela, y experimentan el lugar donde vive, es decir, conocen la alternativa que él propone: la de la cercanía e intimidad con Jesús, y optan por ella. Estos discípulos representan un sector de las comunidades cristianas, los que de veras comprenden a Jesús y su mensaje y han roto definitivamente con las estructuras caducadas de la antigua alianza.

El segundo tipo está representado por Simón Pedro. Éste, aunque discípulo ferviente de Juan Bautista, no escucha su mensaje ni sigue a Jesús, se deja llevar pasivamente a su presencia. Ha roto con las instituciones, pero no conoce la calidad ni la misión de Jesús como Mesías y no sabe la alternativa que propone. Así como Andrés expresaba su propia experiencia personal de Jesús con el término <<el Mesías>>, concebido a la manera de Juan, Pedro no tiene comentario alguno sobre su encuentro.

 

Jn 1,41

 fue a buscar primero a su hermano carnal Simón y le dijo: <<Hemos encontrado al Mesías>> (que significa <<Ungido>>).

La experiencia de Andrés en su contacto con Jesús provoca en él inmediatamente la necesidad de darlo a conocer. En primer lugar va a dar la noticia a su hermano carnal, Simón. La precisión <<primero> indica que la actividad de Andrés no acabó con la invitación a su hermano.

Simón Pedro, aunque, como Andrés, era de Betsaida, en el norte del país (1,44), se encuentra en aquellos parajes atraído por el movimiento suscitado por Juan (1,42 Lect.), pero no ha escuchado su mensaje (cf. 1,37a.40a) ni, por tanto, ha seguido a Jesús (cf. 1,37b.40b).

Andrés da la noticia a Simón Pedro en los términos: Hemos encontrado al Mesías; este título, aplicado a una persona concreta, debía hacer impresión sobre él. Pedro participaba, pues, en la expectación del Mesías, cuya llegada estaba siendo anunciada por Juan Bautista (1,27). Andrés le anuncia que la espera ha terminado, el Mesías está presente.

En boca de Andrés, el concepto de Mesías ha de interpretarse atendiendo a dos factores:

a) la frase que ha oído a Juan Bautista (1,36: el Cordero de Dios), y

b) la traducción ofrecida por el evangelista (1,41: el Ungido). 

Andrés concibe a Jesús Mesías como el inaugurador de la nueva Pascua (cordero) el que con su sangre va a liberar de la muerte. Espera una nueva alianza y ha comprendido la caducidad de la antigua con todas sus instituciones. Por otra parte, el Ungido hace referencia en el texto a la bajada y permanencia del Espíritu sobre Jesús. La identificación del Espíritu con la gloria-amor (1,32s Lect.) hace ver que Andrés, que vive con Jesús, es decir, que experimenta su amor, lo concibe exactamente según lo ha descrito Juan Bautista. La frase inicial de éste: Mirad el Cordero de Dios (1,36) resumía, en efecto, toda su declaración anterior (1,29-34).

Andrés y el innominado, modelos de discípulo, han comprendido el mesianismo de Jesús. El título de Mesías, aplicado a Jesús, ha aparecido solamente en 1,17, en contraposición con Moisés. Ellos, con su experiencia del amor leal, entienden la sustitución que Jesús viene a efectuar. Andrés habla en plural: Hemos encontrado. La experiencia del Mesías es comunitaria. Él y el grupo que representa, antiguos discípulos de Juan y, por tanto, bautizados por él rompiendo con la institución existente, han penetrado el alcance del título que aplican a Jesús.

Jn 1,40

 Uno de los dos que escucharon a Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.

Al identificar a uno de los dos discípulos, el evangelista menciona de nuevo el proceso descrito antes (1,37): habían escuchado a Juan y seguido a Jesús. Insiste en el resultado de la misión de Juan Bautista: escucharlo de veras lleva necesariamente a Jesús.

El otro discípulo no será identificado en todo el evangelio. Lo mismo que Jan ha descrito el modelo de encuentro con Jesús, presenta la figura modelo de discípulo, el que se queda con Jesús para no separarse más de él. Lo acompañará incluso al interior del palacio del sumo sacerdote, dispuesto a morir con él (18,15 Lect.). Este discípulo, quien, por vivir con Jesús, experimenta la gloria-amor (1,39b Lect.), se identificará con el discípulo a quien Jesús quería (cf. 20,2.3.4.8) y estará también al pie de la cruz (19,26s). El que vive con Jesús es objeto de su amor y se siente amado por él. Aparece como tipo de la comunidad cristiana en cuanto unida a Jesús por un vínculo de profunda amistad (15,14s). Es el personaje masculino que representa a la comunidad ideal, como lo representará María Magdalena en el papel de esposa del Mesías (20,16 Lect.).

De los dos, el discípulo identificado por el evangelista es Andrés, el hermano de Simón Pedro, el que reaparecerá en la escena de los panes (6,8) y en el episodio de los griegos que quieren ver a Jesús (12,22), en ambos casos en relación con Felipe (cf. 1,44).

Al demorar hasta este momento la identificación de Andrés muestra el autor que la escena anterior es paradigmática; describe el itinerario de todo aquel que hace caso del mensaje de Juan Bautista: sin vacilar, da la adhesión definitiva a Jesús (se quedaron a vivir con él).

Se menciona a Simón Pedro como a un personaje conocido de los lectores, y se usa para designarlo no sólo por su nombre (Simón), sino también el apelativo que va a anunciarle Jesús a continuación. Se describe la escena desde el punto de vista de la comunidad posterior.

Jn 1,39b

 Llegaron, vieron dónde vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él; era alrededor de la hora décima.

Los dos que van a ser sus primeros discípulos establecen contacto con el lugar donde vive Jesús. La experiencia directa los persuade a quedarse con él. Han pasado a la zona de la luz-vida.

En este primer episodio describe Jn el modelo de encuentro con Jesús. Comienza aquí la nueva comunidad, la del Mesías, compuesta por los que van a recibir la vida (1,13.16.17.33; el Espíritu) y van a hacerse hijos de Dios (1,12). Es la comunidad de aquellos que están donde está Jesús y contemplan su gloria (1,14; cf. 17,24). De ahí la importancia el momento, señalada con la determinación de la hora que ve nacer la nueva comunidad. De ella son primicias los dos que se quedan a vivir con Jesús.

La hora décima (en nuestro cómputo, las cuatro de la tarde) no estaba lejos del principio del nuevo día, que comenzaba a la puesta del sol (la hora duodécima). El nuevo día marcará el fin del antiguo pueblo y el comienzo de la nueva humanidad. Entre tanto, existirá la comunidad incipiente, hasta que el antiguo Israel sea sustituido definitivamente y desaparezca como pueblo de Dios. El final del día coincidirá con el gran sábado (cf. 19,31); éste señalará el fin de una época y el principio de otra, simbolizada por el primer día de la semana (20,1), el que inaugura la Pascua de Jesús.

El antiguo pueblo se encuentra ya cerca de su fin, y es entonces cuando Jesús comienza su grupo. El salvador llega a tiempo para salvar a Israel de la ruina (5,5 Lect.).

Como en los sinópticos (Mc 1,16 y paral.), el primer encuentro de Jesús es con dos hombres. No va a ser él un maestro espiritual de individuos aislados, va a constituir una nueva comunidad humana.

Jn 1,38b

 Le contestaron: <<Rabbí (que equivale a <<Maestro>>), ¿dónde vives?>>.

Los discípulos contestan con otra pregunta. Dan a Jesús el título respetuoso de <<Rabbí>> ( = maestro), indicando que lo toman por guía, dispuestos a seguir sus instrucciones. Reconocen que Jesús tiene algo que enseñarles que ellos no conocen aún. Han sido discípulos de Juan; pero aquella situación era provisional, en espera del anunciado.

La relación maestro-discípulo no se limitaba en aquel tiempo a la transmisión de una doctrina, se aprendía un modo de vivir. La vida del maestro era pauta para la del discípulo. Estos quieren conocer dónde vive Jesús, su habitación, diferente del lugar donde estaba Juan. Se distancian de su antiguo maestro. Están dispuestos a dar el paso, a estar cerca de Jesús y vivir bajo su influjo. Esto consumará la ruptura simbolizada por el bautismo con agua.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...