- Jn 20,24
- Jn 20,25a
- Jn 20,25b
- Jn 20,26a
- Jn 20,26b
- Jn 20,27
- Jn 20,28
- Jn 20,29
- Mellizo (24), cf. 11,16: parecido con Jesús por su prontitud para acompañarlo en la muerte. Los Doce, en Jn, la comunidad cristiana en cuanto heredera de las promesas de Israel (6,70); esta cifra no designa a la comunidad después de la muerte-resurrección de Jesús, cuando las promesas se han cumplido (cf. 21,2: siete nombres, comunidad universal). Tomás no había entendido el sentido de la muerte de Jesús (14,5); la concebía como un final, no como un encuentro con el Padre. Separado de la comunidad (no estaba con ellos), no ha participado de la experiencia común, no ha recibido el Espíritu ni la misión. Es uno de los Doce, con referencia al pasado.
- La frase de los discípulos (Hemos visto al Señor, cf. 20,18) formula la experiencia que los ha transformado. Esta nueva realidad muestra por sí sola que Jesús no es una figura del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. Tomás no acepta el testimonio. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido. Exige una prueba individual y extraordinaria.
- Ocho días después (26): el día permanente de la nueva creación es “primero” por su novedad y “octavo” (número que simboliza el mundo futuro) por su plenitud. En él va surgiendo el mundo definitivo. Dentro, en la esfera de Jesús, la tierra prometida. Las puertas atrancadas ya no indican temor; trazan la frontera entre la comunidad y el mundo, al que Jesús no se manifiesta (14,22s). Llegó, lit. “llega”; ya no se trata de fundar la comunidad (20,19: “llegó”), sino de la presencia habitual de Jesús con los suyos. Jesús se hace presente a la comunidad, no a Tomás en particular. Jn menciona solamente el saludo (Paz con vosotros), que en el episodio anterior abría cada una de las partes. No siendo ya éste el primer encuentro, el saludo remite al segundo saludo, anterior (20,21): cada vez que Jesús se hace presente (alusión a la eucaristía), renueva la misión de los suyos comunicándoles su Espíritu.
- Luego (27) divide la escena; ahora va a tratarse con Tomás. Unido al grupo encontrará solución a su problema. Jesús, demostrándole su amor, toma la iniciativa y lo invita a tocarlo. La insistencia de Jn en lo físico (dedo, manos, mano, meter, costado) subraya la continuidad entre el pasado y el presente de Jesús: la resurrección no lo despoja de su condición humana anterior ni significa el paso a una condición superior: es la condición humana llevada a su cumbre y asume toda su historia precedente. Ésta no ha sido solamente una etapa preliminar; ella ha realizado el estado definitivo.
- Respuesta (28) tan extrema como la incredulidad anterior. El Señor es el que se ha puesto al servicio de los suyos hasta la muerte (13,5.14); es así como en Jesús ha culminado la condición humana (19,30). La expresión Señor mío reconoce esa condición. Tomás ve en Jesús el acabamiento del proyecto divino sobre el hombre y lo toma por modelo (mío).
- Después del prologo (1,18: “Hijo único, Dios”) es la primera vez que Jesús es llamado simplemente Dios (cf. 1,34.49, etc.: “el Hijo de Dios”; 3,16.18, etc.: “el Hijo único de Dios”). Con su muerte en la cruz ha dado remate a la obra del que lo envió (4,34): realizar en el Hombre el amor total y gratuito propio del Padre (17,1). Se ha cumplido el proyecto creador: “un Dios era el proyecto” (1,1). Tomás descubre la identificación de Jesús con el Padre (14,9.20). Es el Dios cercano, accesible al hombre (mío).
- La experiencia de Tomás no es modelo (29). Jesús se la concede para evitar que se pierda (17,12; 18,9): a él no se le encuentra sino en la nueva realidad de amor que existe en la comunidad. La experiencia de ese amor (sin haber visto) es la que lleva a la fe en Jesús vivo (llegan a creer).
- Síntesis. La fe de la comunidad reconoce en Jesús al Hombre-Dios; tal es la formulación de su experiencia. Toda generación cristiana puede participar de ella por la comunicación del Espíritu/vida.
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