sábado, 29 de enero de 2022

Jn 5,1-5,9a

 Jn 5,1

Jn 5,9a

 E inmediatamente se puso sano el hombre, cargó con su camilla y echó a andar.

La orden de Jesús se cumple inmediatamente y a la letra. El hombre ejecuta lo que le ha dicho y echa a andar, cargado con su camilla. Es como un muerto resucitado (5,21.25). Aparece Jesús como el que es capaz de dar vida a un pueblo muerto, levantar a los sometidos, realizar la esperanza. No ha puesto más condición que el deseo de la salud. Ahora deja al hombre plena libertad. No lo llama a ser discípulo, sencillamente lo ha hecho hombre. Ya liberado, debe encontrar su propia ruta.

Ni siquiera se le ha dado a conocer. La curación se debe, más que a la presencia física de Jesús, a su palabra esperanzadora (5,6) y eficaz (5,8), es decir, a su mensaje, no circunscrito a un lugar (4,50 Lect). El hombre encuentra en él la capacidad de acción (levántate, se puso sano), la liberación de un pasado (cargó con su camilla) y la libertad para el futuro (echó a andar).

SÍNTESIS

Este episodio preludia el éxodo del Mesías, la salida de la tierra de esclavitud. Para ello se requiere capacidad de caminar; por eso, la primera obra de Jesús es hacer andar al enfermo, figura del pueblo oprimido. Lo libera de la sujeción que lo tenía postrado y al borde de la muerte. Da al hombre la libertad para que decida sobre su propio camino.

Jesús ofrece verdadera salud y libertad a todo el pueblo, que antes ponía su esperanza en vanas agitaciones populares. Esto desencadenará la persecución de los dirigentes contra él.

Jn 5,8

 Le dice Jesús: <<Levántate, carga con tu camilla y echa a andar>>.

Jesús responde al deseo. La situación sin salida puede remediarla él. Inmediatamente le da la salud y con ella la capacidad de actuar por sí mismo, sin depender de otros: le llega de donde no se lo esperaba, sin clamor. El hombre puede disponer de la camilla que lo tenía inmóvil y puede caminar a donde quiera. La camilla, mencionada cuatro veces (5,8.9.10.11), adquiere un relieve particular. Ella cargaba con el hombre inválido; ahora, curado, el hombre carga con ella. La palabra de Jesús es la que cura (4,50 Lect.), dando fuerza y libertad.

Jesús no lo levanta, lo capacita para que se levante él mismo y camine. Su orden es triple: Levántate, carga con tu camilla y echa a andar. Bastaría la primera, y, si acaso, la última, para indicar la curación y la libertad. La repetida intercalación de la frase: carga con tu camilla y echa a andar. Bastaría la primera, y, si acaso, la última, para indicar la curación y la libertad. La repetida intercalación de la frase: carga tu camilla (5,8.9.10.11) muestra su importancia en la narración. Jesús lo hace dueño de aquello que lo dominaba, le hace poseer aquello que lo poseía. El hombre estaba sometido y privado de iniciativa propia; ahora puede disponer de sí mismo, con plena libertad de acción (echa a andar). De un hombre inutilizado hace un hombre libre.

Jn 5,7

 Le contestó el enfermo: <<Señor, no tengo un hombre que, cuando se agita el agua, me meta en la piscina; mientras yo llego, otro baja antes que yo>>.

En cuanto enfermo, no tenía esperanza. Responde respetuosamente (Señor); sigue pensando que su salvación está en la piscina y expone a Jesús su situación de dependencia. No puede ir él solo y nadie se presta a ayudarle. El agua de la piscina se agitaba de cuando en cuando, y esto se consideraba una señal prodigiosa que habría curado cualquier enfermedad. De hecho, se atribuían a la agitación del agua de la piscina propiedades curativas. Pero este agua no sirve a Jesús, como no servía la del pozo de Jacob (4,13). Aquélla no apagaba la sed, ésta no cura. No se afirma que los que bajaban quedasen curados.

El verbo que usa Jn, <<agitarse>>, se refiere siempre (en el NT, 17 veces) a personas, no a elementos. Indica, en particular, la agitación producida en un grupo o multitud (Hch 15,24; 17,8.13; Gál 1,7; 5,10). La agitación del agua representa, por tanto, la ilusión del pueblo oprimido por encontrar remedio en agitaciones populares. Es el señuelo de una liberación que nunca llega a efectuarse. Anhelos esporádicos, vanas revueltas mesiánicas que surgían en la multitud desamparada, sin resultado alguno. Ponían su esperanza en el uso de las fuerzas o en la presión sobre el poder.

La mención del agua entronca con las menciones anteriores y anuncia las que van a seguir. El agua es factor de vida, pero hay aguas, como la del pozo de Jacob (4,13) y ésta, que, aunque la prometen, no la pueden dar. El agua de vida es la del Mesías (4,14), el Espíritu que brotará de él como de nuevo templo (7,37-39), las aguas mansas de Siloé, la piscina del Enviado (9,7 Lect.) situada fuera de la ciudad, en oposición a ésta. La curación resultaba imposible (Zac 10,2: <<porque no había curación>>). El enfermo la deseaba, pero estaba fuera de su alcance. Ahora, pensando aún en la piscina, es decir, en obtener una solución sin salir de los límites de la institución en cuyos principios cree (cf. 5,14), espera ayuda de Jesús , pero él le dará la salud de otro modo.

CAPÍTULO 10. ZACARÍAS.

Jn 5,6

 A éste, viéndolo Jesús echado y notando que llevaba mucho tiempo, le dice: <<¿Quieres ponerte sano?>>.

No se indica que Jesús vaya a la piscina ni que entre en su recinto. Sólo se ha dicho que subió a Jerusalén y que dentro de la ciudad había una piscina. Sin más explicación, se encuentra Jesús entre la muchedumbre de los enfermos. La piscina es la ciudad misma; su muchedumbre, la masa marginada que existe en Jerusalén.

Las señales de la larga enfermedad son visibles; Jesús se da cuenta de lo avanzado del mal. A este hombre/pueblo él quiere dar la salud: al hombre sin fuerzas, incapaz de movimiento y acción, víctima de su enfermedad; hombre en condición infrahumana, sin creatividad ni iniciativa. Jesús le abre una esperanza de salud, ofreciéndosela implícitamente. Cumple su programa, actuando sin forzar la libertad. No es un líder que proponga una ideología. Su propuesta toca lo esencial del hombre, la vida, en cuanto ésta es capacidad de libertad de acción.

Jn 5,5

 Había un hombre allí que llevaba treinta y ocho años con su enfermedad.

Era un inválido que apenas podía moverse (5,7) y que, como aparecerá en seguida, estaba postrado en una camilla o camastro. Este hombre tiene una enfermedad. Dos veces aparece en Jn este sustantivo (astheneia); la segunda vez designará la enfermedad de Lázaro, que no era para muerte (11,4). Esta sí lo es, como se verá a continuación por el significado de los <<treinta y ocho años>>. La entera muchedumbre sufre de la misma enfermedad, pues las tres precisiones (ciegos, tullidos, resecos) se aplican a todos los individuos que la componen. Esto señala al enfermo como figura representativa: este hombre encarna la muchedumbre. La curación que va a efectuar Jesús no va dirigida únicamente a un individuo, es el signo de la liberación de la multitud de marginados, miserables, sometidos a la Ley. Así se explica la violenta reacción de los dirigentes, que, inmediatamente, pensarán en matarlo (5,18).

La cifra treinta y ocho ha de interpretarse en su relación con cuarenta. Cuarenta años equivalían a una generación; en el AT se usa esta cifra para indicar un período largo y homogéneo, por ejemplo, el de un reinado o un tiempo de paz. En este contexto equivaldrían a la vida entera del individuo, en su condición de invalidez. Está, pues, al final de su vida, y es en este momento cuando se le acerca Jesús. Referidos al pueblo, recuerdan sobre todo los cuarenta años de estancia en el desierto, donde murió la entera generación que había salido de Egipto (Nm 32,13; Jos 5,6; Sal 95,10), sin llegar a la tierra prometida. La situación de esta muchedumbre es la de quienes van a morir sin haber salido del desierto, sin haber conocido la felicidad que Dios prometía. La precisión de los treinta y ocho años se encuentra en Dt 2,14,indicando el tiempo que duró aquella generación; esto muestra de nuevo el carácter representativo del inválido: los treinta y ocho años de enfermedad significan que el pueblo está a punto de muerte, como lo estaba el enfermo de Cafarnaún (4,46b).

Sin embargo, la expresión <<en su enfermedad>> (en lugar de simplemente <<enfermo>>, indica que él es de algún modo responsable de ella; de hecho, este individuo <<ha pecado>> (5,14: No peques más): esto es lo que produce su estado de muerto en vida. No es solamente ciego (cf. 9,1-3), sino que su ceguera lo lleva a la invalidez y a la falta de vitalidad. Representa, por tanto, al pueblo que da fe a la ideología propuesta por los dirigentes (<<los Judíos>>), a la doctrina oficial de la Ley (la tiniebla), y no reconoce el proyecto divino sobre el hombre (1,10). Al reprimir la aspiración a la vida, se ve reducido a un estado de muerte (5,24), que lo llevará a la muerte definitiva. Aparece así el episodio como una escenificación de lo anunciado por Juan Bautista a propósito de Jesús: el que va a quitar el pecado del mundo (1,29).

Jn 5,3

 en ellos yacía una muchedumbre, los enfermos: ciegos, tullidos, resecos.

Contraste enorme entre la fiesta de los dirigentes y la muchedumbre que se describe: una masa de gente enferma, sin fuerza ni actividad, tirada por el suelo. La denominación genérica de enfermos los pone en relación con el hijo enfermo del episodio anterior, programático de este ciclo (4,46b), quien, como se ha visto, era figura del pueblo sometido al poder. El uso del término <<muchedumbre>>, que denota una masa de gente mayor que <<multitud>> (cf. 12,12), incluye a la gran mayoría del pueblo, como contradistinta de los dirigentes.

Los enfermos tienen tres características: son ciegos por haber hecho suya la doctrina de la Ley (la tiniebla), que les impide conocer el proyecto de Dios sobre el hombre (1,5 Lect.); tullidos, sin libertad de movimientos ni de acción; resecos, sin vida. Esta última designación remite a la visión de los huesos resecos o calcinados de Ez 37,1-14, que también eran figura del pueblo sin vida . Las dos primeras características son las citadas en 2 Sm 5,8 como excluidas del templo (Por eso se dice: <<Ni cojo ni ciego entren en el templo>>). La tercera es la del que no puede moverse. La multitud tirada en los pórticos está, por tanto, excluida de la fiesta. Así se representa la situación del pueblo, insinuada en el verso anterior. Para éste, impotente, enfermo, miserable, no hay celebración ni alegría.

La situación de esta muchedumbre explica la oposición de Jesús al sistema religioso-político (2,13ss). En su primera visita a Jerusalén fue directamente al templo, ciudadela del régimen, para denunciarlo; ahora, en cambio, va a encontrarse en el lugar donde yacen las ovejas enfermas y derrengadas. Recuerda el pasaje el texto de Zac 10,2-3 (LXX): <<Por eso fueron arrebatados como ovejas y maltrechos, porque no había curación. Contra los pastores se exacerbó mi ira; pero yo me cuidaré de los corderos y visitará el Señor ... su rebaño>>; cf. Ez 34.

Jn 5,2

 Hay en Jerusalén, junto a la Ovejera, una piscina que en la lengua del país llaman El Foso, con cinco pórticos.

Comienza el episodio por la descripción de un ambiente. En ella alude Jn a temas que aparecen en otros pasajes del evangelio.

<<La Ovejera>> es una denominación elíptica de <<la Puerta Ovejera>>, por donde entraban los rebaños en la capital. La supresión deliberada de <<Puerta>> priva a la denominación de su sentido dinámico; se convierte en el lugar de las ovejas. Se alude a las que Jesús expulsó del templo y que eran símbolo del pueblo (2,14s Lects.) y al discurso sobre el pastor y las ovejas (10,1ss); se prepara así de antemano la identificación de la multitud que aparecerá en el verso siguiente con el pueblo, abandonado por los dirigentes antes mencionados (5,1: los Judíos). Por otra parte, el término pórticos establece una relación entre este lugar y el templo (10,23: el pórtico de Salomón, en el mismo contexto de ovejas y pastor, cf. 10,26ss). El templo y la piscina son dos realidades relacionadas: el primero, el templo explotador (2,14ss), sede del culto antiguo que ha de desaparecer (4,21), es el lugar de la fiesta y el reducto de los dirigentes (los Judíos); la piscina, en cambio, es el ámbito del pueblo, circundado por la institución centrada en el templo (los pórticos), que lo priva de vida.

Los cinco pórticos de la piscina responden a una realidad histórica. Sin embargo, la mención de este detalle, innecesario para la narración, pero que establece la relación entre piscina y templo, insinúa un sentido más allá del histórico. Los pórticos del templo eran el lugar de la enseñanza oficial de la Ley de Moisés, que hacía de Jerusalén la ciudadela del saber teológico-jurídico del judaísmo, adonde acudían alumnos de todo el mundo conocido (cf. Hch 5,34; 22,3). Al mismo tiempo, la orden que Jesús va a dar al inválido estará en contradicción con la Ley (5,10); el tema del capítulo es la sustitución de la Ley por la persona de Jesús (5,22-23 Lectes.) y, al final, se hará mención de Moisés (5,45s), el dador de la Ley (1,17); esto hace ver que los cinco pórticos son un símbolo de los cinco libros de la Ley, bajo cuya opresión vivía el pueblo.

Jn 5,1

 Algún tiempo después era fiesta de los Judíos y subió Jesús a Jerusalén.

Intervalo de tiempo indeterminado. Una fiesta que no se precisa, pero que, como la Pascua de 2,13, se califica de <<fiesta de los Judíos>>, fiesta del régimen, dirigida y controlada por los dirigentes. Su indeterminación la hace genérica; se trata de una fiesta cualquiera, es la situación ordinaria. Las que reciben nombre (6,4: Pascua; 7,2: Chozas; 10,22: Dedicación) incluyen simbolismos particulares a los que se aludirá en el texto de Jn. Como en la primera pascua, la determinación <<de los Judíos>>, hace que se vea la fiesta desde fuera, no desde el círculo dirigente. Es la denominación dada por aquellos que no participan en ella. La fiesta no es para el pueblo. Jesús sube a Jerusalén por segunda vez.

sábado, 1 de enero de 2022

Jn 4,46b - 54

 

Jn 4,54

 Esto hizo Jesús esta vez como segunda señal al llegar de Judea a Galilea.

La segunda señal es un nuevo punto de partida. Recuerda el principio de las señales (2,11), que anunciaba la sustitución de la alianza y el don del amor; éste establecerá la nueva relación entre Dios y el hombre y creará la nueva comunidad humana. La señal de la boda queda siempre en vigor; lo que cambia es el modo como Jesús va a realizar su obra después del rechazo de los suyos. Por eso la segunda señal supone la anterior y se realiza como ella desde Caná. El objetivo va a ser el mismo, manifestar la gloria / amor (2,11); pero ante una institución que rechaza el plan de Dios, Jesús va a dar vida al hombre directamente, fuera del marco institucional judío, realizando así su éxodo.

La señal es segunda, no porque haga serie con la primera, sino porque anuncia, como ella, un comienzo y un programa de actividad. Por eso las que hizo en Jerusalén (2,13-23) y lo mismo las que seguirán a partir del capítulo 5º, siendo continuación o explicitación de las programáticas, no son de su mismo género ni hacen número con ellas. Como después de la primera, Jesús va a subir a Jerusalén, pero con otro propósito.

SÍNTESIS.

El episodio anuncia el modo como Jesús va a emprender su tarea de salvación. En el primer ciclo, en el contexto de la antigua alianza con Israel, había propuesto el cambio de relación entre Dios y el hombre, con la desaparición de todas las antiguas instituciones, sustituidas por su persona, para comenzar la nueva época de la humanidad. Ante el rechazo y la incomprensión de los jefes, Jesús cambia su programa. No se dirigirá más a las instituciones; en lo sucesivo irá en busca del hombre necesitado de vida, prescindiendo del marco institucional en que se encuentra. Usando una figura del pasado de Israel, esta actitud se expresa en categoría de éxodo.

Sin embargo, las acciones de Jesús carecerán de toda ostentación de poder. No será la suya una actividad que ayude al hombre de manera extrínseca, sino la comunicación de una fuerza de vida que lo renueve desde dentro. Su acción no necesitará su presencia física; será su mensaje el que comunique vida.

La clave antropológica de este ciclo está puesta de relieve por el desplazamiento progresivo que se nota en la narración evangélica: desde Judea, el pueblo de la antigua alianza, región de los suyos que no lo reciben, a Samaría, el pueblo cismático procedente del tronco de Israel, que lo acepta, para terminar con un hombre y su casa, realidad común a toda cultura.


Jn 4,53

 Cayó en la cuenta el padre de que había sido aquella la hora en que le había dicho Jesús: <<Tu hijo vive>>, y creyó él con toda su familia.

El hombre ve la eficacia de las palabras de Jesús. Éste no ha accedido a su deseo, pero no se ha desentendido del enfermo. Cuando constata que no se trataba de mejoría, sino de curación (se le quitó la fiebre), comprende todo el alcance de las palabras de Jesús, y que es <<su hijo>> el que vive. A esta comprensión puede corresponder la denominación <<el padre>>, explicada en el prólogo como la de aquel que comunica al hijo único toda su riqueza, haciéndolo igual a él (1,14; 3,35). Esta interpretación revela la causa que privaba de vida al enfermo/pueblo: el dominio del poderoso, que creaba la dependencia y suprimía la libertad. La dependencia expresada al principio ha desaparecido. Entonces cree en Jesús, él y toda su familia. Al percibir la vida que da Jesús, la manifestación de su gloria (2,11), llega a la fe, le da su adhesión verdadera.

La entrevista del funcionario con Jesús y la aceptación de su palabra puede representar el horizonte final que se abre ante el éxodo de Jesús, no sólo fuera de las instituciones, sino también fuera de los límites del Israel tradicional (11,54 Lect.). Así se explicaría la frase: creyó él y toda su familia / casa. En los episodios precedentes se hablaba de Judea (3,21) o de Samaría (4,4). Entre los paganos, sin embargo, para designar una comunidad no se la podía mencionar como <<raza>> o <<pueblo>>, había que recurrir a la unidad <<casad / familia>>, común a todos los pueblos. El término evoca, por contraposición, <<la casa de Israel>>, la de los suyos que no lo recibieron. La perspectiva se ensancha: cualquier <<casa>> puede recibir el mensaje de vida.

Jn 4,52

 Les preguntó a qué hora se había puesto mejor, y ellos le contestaron: <<Ayer a la hora séptima se le quitó la fiebre>>.

El hombre, que había escuchado las palabras de Jesús, al recibir la noticia con una frase casi idéntica a la empleada por éste, desea confirmar la coincidencia entre aquellas palabras y el hecho. Al principio, sin embargo, pregunta por la mejoría, según la petición que él mismo había hecho: evitar la muerte del chiquillo (4,49).

La hora de la curación coincide con la de las palabras de Jesús, demostrando su eficacia (cf. 5,25). En aquel tiempo, la una de la tarde se contaba como la hora séptima del día. La determinación de tiempo tiene, como de ordinario, un sentido particular. En el primer episodio programático, el de la boda (2,1-11), se hace mención por primera vez de <<la hora>> de Jesús (2,4), aún no llegada. En ella dará él su propio vino (el amor). Esa <<hora>> coincide con ésta, en la que él comunica vida: el Espíritu-amor que él comunicará al hombre, sacándolo de su situación de muerte.

<<La hora>> de Jesús es, por tanto, <<la sexta>> en cuanto señala su muerte (19,14 Lect.); <<la séptima>> en cuanto, terminada su obra, produce la vida con la entrega del Espíritu (19,30).

Jn 4,51

 Cuando iba ya bajando lo encontraron sus siervos, y le dijeron que su chico vivía.

Caná estaba en la sierra, Cafarnaún en la orilla del lago; el hombre va bajando la cuesta, va poniéndose al nivel del enfermo. Es entonces cuando encuentra a sus siervos (muestra de la clase social a la que pertenecía) que iban a darle la noticia. Los siervos llaman al enfermo tu chico; como <<chiquillo>>, también <<chico>> denota dependencia.

Los siervos, que no habían escuchado las palabras de Jesús, utilizan, sin embargo, su misma expresión: vive. La diferencia está en que para ellos el que vive es <<tu chico>>, mientras que para Jesús era <<tu hijo>>.

Jn 4,50

 Jesús le dijo: <<Ponte en camino, que tu hijo vive>>. Se fio el hombre de las palabras que le dijo Jesús y se puso en camino.

Jesús no necesita bajar a Cafarnaún. Él comunica vida con su palabra, que, siendo palabra creadora (1,3), no está circunscrita a un lugar, sino que puede llegar y llega a todo lugar. Da vida al enfermo directamente, sin exigir condición alguna. La vida del hombre interesa a Jesús tanto como al padre.

Jesús no habla de curación, sino de vida. Se insinúa con esto que la vida que él ha comunicado al enfermo no es una mera restitución de la salud, una continuidad de la vida recibida del padre, sino una nueva calidad, la vida definitiva, como aparecerá en los episodios que siguen. Es una vida que no depende de la que el padre le había dado y que lo hace, por tanto, independiente de él. La liberación que hace Jesús de todo factor de muerte se efectúa de manera positiva por la comunicación de vida al hombre mismo; es la vida nueva la que permite al hombre quedar libre de lo que le impedía vivir. Al aceptar la denotación de <<chiquillo>> como <<menor>>, la frase de Jesús recuerda al funcionario su verdadera relación con el enfermo: no es un <<chiquillo>>, sino un <<hijo>>, un igual.

La anterior confesión de impotencia por parte del poderoso y la palabra de Jesús que comunica vida muestran ser él el único salvador del hombre, en toda su extensión: todo factor de muerte, desde la opresión hasta la enfermedad y la muerte física quedan superadas por la calidad de vida que sólo él puede comunicar.

Jesús dice al funcionario que se ponga en camino y vea la realidad de lo sucedido. Con su invitación, lo pone a prueba, para ver si renuncia a su deseo de señales espectaculares. Si el hombre acepta la invitación de Jesús, verá que su hijo ha salido de su situación de muerte.

Él que pedía a Jesús como poderoso, cree ahora como <<hombre>>; antes se definía por su función, ahora por su condición humana, presupuesto para toda relación personal (4,7-8 Lect.). Se fía de las palabras de Jesús y, sin más, se pone en camino. Ha renunciado a su mentalidad de poder y a las señales portentosas. Jesús ha actuado sin ostentación de fuerza.

Con su respuesta indica Jesús que la salvación que él trae no requiere la colaboración del poderoso. Él va a ocuparse directamente del hombre, en su condición de debilidad y de muerte.

Jn 4,49

 El funcionario le insistió: <<Señor, baja antes que se muera mi chiquillo>>.

El funcionario insiste, tratando a Jesús respetuosamente, reconociendo su superioridad. Con su petición renovada confiesa la impotencia del poderoso ante la debilidad y la muerte. Es un caso extremo, el enfermo es su hijo, y el recurrir a Jesús muestra su interés por él; a pesar del poder que ejerce, no puede dar solución al problema decisivo del hombre. El poder es impotente para salvar. Espera la solución de este poder superior al suyo y de calidad diferente.

La muerte del muchacho es inminente, de ahí la urgencia de su petición. Piensa que la salvación del chiquillo depende de la presencia física de Jesús y de la realización de un prodigio.

El funcionario no llama al enfermo <<mi hijo>>, sino <<mi chiquillo>>. No es imposible que esta denominación tenga un significado particular, en oposición a <<su hijo>>, como lo ha llamado el narrador (4,46b). El término <<chiquillo>> (gr. paidion) por un lado indica afecto (forma diminutiva) y por otro denota claramente la dependencia propia del menor. Aunque unido al enfermo por el cariño, el hombre del poder no ha establecido con él una verdadera relación paterno-filial, lo trata desde su condición de poderoso. Dado el amplio significado de la enfermedad, que, además de lo físico, abarca el área de la opresión, el término <<chiquillo>> indica desigualdad y dependencia.


Jn 4,48

 Le contestó Jesús: <<Como no veáis señales portentosas, no creéis>>.

Con su respuesta, descubre Jesús la mentalidad del funcionario real, que le es común con los de su clase (no creéis). Este extraño plural, que señala la categoría de los instalados en el poder, es otro dato que hace penetrar más allá de la superficie episódica. Jesús, en el funcionario, se dirige a los poderosos y, más en general, a aquellos que esperan la salvación de la demostración de poder. Para ellos, la fe sólo puede tener como fundamento el despliegue de fuerza, el espectáculo taumatúrgico. El funcionario estará dispuesto a adherirse a él cuando vea los efectos prodigiosos de su acción. Como individuo poderoso sólo entiende el lenguaje del poder. Busca en Jesús la intervención del Dios omnipotente que actúa sin contar con el hombre y que, con un acto espectacular, remedia la situación desde fuera.

La expresión señales portentosas y la designación <<funcionario real>> aluden a diversos pasajes del libro de Daniel. Así Dn 3,31-33: <<El rey Nabucodonosor, a todos los pueblos ... Quiero contar los signos y prodigios ( = señales portentosas) que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Qué grandes son sus signos, qué admirables sus prodigios!>>. Y la alabanza del rey a Dios después que recobró la razón fue ésta (4,32): <<Su reino es eterno, su imperio dura de edad en edad; no cuentan los que habitan la tierra, y trata como quiere al ejército del cielo; nadie puede atentar contra él ni exigirle cuentas de lo que hace>>. El rey absoluto se rinde ante un Dios a quien concibe como más poderoso y más absoluto que él mismo. El poder reconoce a un poder superior.

Respecto al funcionario, la expresión de Jesús ha puesto al descubierto su mentalidad de poderoso; pero muestra, al mismo tiempo, cómo Jesús mismo rechaza un determinado modo de remediar la debilidad del hombre y, por contraste, la manera como él va a efectuarla.

De hecho, la expresión señales portentosas (signos y  prodigios) es también típica de la actuación de Dios por medio de Moisés para salvar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, Éx 7,3: <<Yo ponderé terco al Faraón y haré muchos signos y prodigios ( = señales portentosas) contra Egipto>>. Lo miso en 7,9; 11,9.10; 11,11 (LXX).

La negativa de Jesús a ejercer una actividad parecida a la de Moisés muestra el sentido del episodio. Su tema es, como en el Éxodo, la liberación de una esclavitud. En el funcionario aparece la figura del poder, en el muchacho enfermo la del hombre en situación extrema y próximo a la muerte (correspondiente del antiguo Israel en Egipto); la figura de Jesús se opone a la de Moisés, que salvó al pueblo de manera prodigiosa, insinuando que el Mesías del que se esperaba la renovación de los prodigios del éxodo lo realizará de forma diversa.

Jesús no accede al deseo del funcionario de que baje a Cafarnaún ni al despliegue de poder que él cree necesario para que el hijo escape de la muerte. No propone la imagen de Dios reflejada en el Éxodo ni en el libro de Daniel. El esplendor del Mesías no será el de los signos prodigiosos, sino el del amor fiel (1,14).

La respuesta de Jesús contiene uno de los temas centrales de la perícopa: su actividad excluye las señales portentosas. Jn <<desmitifica>> ya de antemano las señales que van a seguir; según él mismo, no serán prodigios; Jesús, para salvar, no hará ningún alarde de poder.

    DANIEL. CAPÍTULO 3.

Jn 4,47

 Al oír éste que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo y le pidió que bajase y curase a su hijo, que estaba para morirse.

El funcionario va a ver a Jesús movido por la necesidad. No le expresa adhesión personal, pero necesita su ayuda.

El hijo tiene una enfermedad grave, está a punto de morir. Como solución al peligro de muerte, el funcionario pide una intervención directa de Jesús: que baje en persona y lo cure. Yendo a ver a Jesús muestra su interés por el enfermo; por su parte, se considera impotente ante la enfermedad y la muerte que se avecina; lo espera todo de la intervención de Jesús.

Sabe que éste ha estado en Judea y va a verlo atraído por su fama (Al oír), que, en Galilea, se basa exclusivamente en lo sucedido en Jerusalén durante las fiestas de Pascua (4,45). El, que representa el poder político, ve, por tanto, en Jesús, que ha sido capaz de enfrentarse con el centro de la institución judía (2,13ss), un Mesías político reformista y poderoso, según la interpretación dada en Jerusalén (2,23). Al deducir de ello que Jesús puede curar a su hijo, amplía el significado de la enfermedad y de la curación, incluyendo la interpretación sociopolítica al lado de la enfermedad física y convirtiendo al hijo-enfermo en una figura representativa. El funcionario está preocupado por la situación desesperada del hombre que depende de él y viene a buscar solución en Jesús, el Mesías poderoso, capaz de ponerle remedio, aunque sin proponerse modificar el sistema de relaciones ya existente.

Jn 4,46b

 Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún.

Para este episodio, programático de toda la actividad de Jesús con el hombre, escoge Jn como protagonista un hombre que ejerce autoridad y que, por eso, puede ser figura de cualquier tipo de poder.

El autor señala desde el principio la relación de sangre existente entre el funcionario y el enfermo. Este es hijo único; prepara así Jn el carácter representativo del personaje. El funcionario reside en Cafarnaún, la ciudad más importante de la Galilea judía.

El muchacho está enfermo. Por primera vez, el conflicto vida-muerte se presenta a Jesús. Esto anuncia el tema de su actividad con el hombre.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25