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jueves, 4 de agosto de 2022

Jn 7,32-52

 

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  • Reacción de los fariseos a los comentarios favorables de la gente; la aceptación de Jesús como Mesías los alarma, pues derribaría el sistema legal en que ellos se apoyan. Para eliminar a Jesús, se alían los adversarios (sumos sacerdotes y fariseos). Pasan a la acción; pretenden detener a Jesús. El templo es recinto de muerte (32).
  • Jesús da a todos un aviso, subrayando la urgencia de responder a su ofrecimiento (33); alude a Prov 1,27s, donde se predice la cercanía de la ruina (34). El lugar donde él está es la esfera del Padre; para estar en ella hay que dar un paso que sus oyentes no quieren dar: romper con el sistema injusto y dar la adhesión a su persona y alternativa. Comentario desorientado de sus adversarios (35-36): creen que se ha convencido den que en su patria no tiene porvenir. Repiten frases de Jesús sin entenderlas. No tienen conciencia de lo crítico de la situación.
  • El mismo día, cuya datación se coloca aquí por motivos teológicos (37-38), Jesús, nueva Sabiduría (Prov 1,21), grita ofreciendo el agua del Espíritu (cf. Is 32,15-18; 44,3-5) que toma el lugar de la antigua Ley. El grito está en relación con los ritos de agua que se celebraban en la fiesta (cf Neh 3,15) y con los textos leídos en ella (Ez 47,1-12; Sal 78,15; Zac 13,1-14-8). Él es la roca de donde fluyen los ríos de agua viva; es el nuevo Moisés que proclama la Ley nueva, el Espíritu, fundamento de la nueva alianza; él es el templo profetizado por Ezequiel, del que saldrá el agua vivificante, y la fuente anunciada por Zacarías, que correrá de mar a mar. Invita así a adherirse a él como Mesías, que, con su éxodo funda la nueva comunidad humana, única esperanza de salvación para Israel.
  • Invitando a beber, promete calmar la sed del hombre (cf Is 55,1). La condición es sentirla; los instalados no se acercan. Anticipa lo que ha de suceder en el momento de su muerte (el último día), cuando manifestará su gloria/amor. Refiriéndose al Espíritu, el que habita en Jesús (1,32), que es la gloria, el amor leal del Padre (1,14); espíritu, el hombre nuevo, que ha recibido el Espíritu de Jesús (cf. 3,6: del Espíritu nace espíritu). Aún no hay hombres nuevos, porque no se ha dado el Espíritu.
  • División de opiniones en el pueblo (40-41a); dos son positivas, pero un grupo niega el mesianismo de Jesús, basándose en el pretendido origen y lugar de nacimiento. El evangelista no decide; para él, lo único importante es la misión divina (41b-43). Tercer grupo, hostil a Jesús (44).
  • La vuelta de los guardias con las manos vacías (45) provoca la indignación de los fariseos. Impresión de los guardias (46) y exasperación de los fariseos (47); tachan a Jesús de impostor (engañar); según ellos, la opinión oficial es normativa para todos; los individuos no tienen derecho a formarse un juicio (cf. 7,13.26). Desprecio del pueblo, maldito, porque no conoce la Ley y no puede practicarla; sólo quienes estudian pueden estar a bien con Dios; religión de élite. Confunden el conocimiento de la Ley con el conocimiento de Dios (49). Nicodemo, fariseo (3,1), apoyándose en la Ley, exige un juicio justo (Dt 1,16-17) (50-51); son las obras (lo que hace), no los prejuicios, las que han de decidir. No se da cuenta de que los fariseos han hecho de la Ley un instrumento de injusticia (cf. 19,7).
  •  Invectiva a Nicodemo (52): No responden a la cuestión que ha planteado, no atienden a razones; quieren insultar a Nicodemo (galileo, como Jesús); lo tachan de ignorante (Estudia) (para un profeta de Galilea, cf. 2 Re 14,25). Están obnubilados por su aversión a Jesús. Ni consideran la posibilidad de que sea el Mesías (un profeta).
  • Síntesis. Ante la ruina que amenaza, por la situación de injusticia y opresión existente, Jesús propone su alternativa: la nueva comunidad humana. El único principio para construirla es el amor leal. Para ello hace falta un hombre nuevo, el que ha sido completado con la capacidad de amar hasta el fin.
  • Jesús se ha presentado como la Sabiduría. Pero lo que él comunica no es un saber teórico, sino el Espíritu, vida y fuerza de amor. El conocimiento que da el amor saca de la ambigüedad a toda sabiduría, impidiéndole convertirse en culto de sí mismo y en instrumento de opresión. La única respuesta de los dirigentes es la violencia.
  • Nota crítica.- La perícopa 7,53-8,11, que contiene el episodio de la adúltera, aunque ciertamente conserva un relato muy primitivo, no pertenece al Evangelio de Juan. No se encuentra en los mejores testigos del texto, en los codd. que la contienen no ocupa siempre el mismo lugar, el vocabulario que en ella aparece no corresponde al de Jn, y ningún Padre griego la comenta. Un documento la atribuye al Evangelio de Lucas. Por esta razón se pondrá al final del Evangelio.

Jn 7,52

 Le replicaron: <<¿Es que también tú eres de Galilea? Estudia y verás que un profeta, de Galilea, no sale>>.

Los fariseos no responden a la cuestión planteada por Nicodemo. Ellos, los más activos entre <<los Judíos>>, no pretenden juzgar a Jesús, sino matarlo (7,1.19.25). Su actividad (5,1 ss) los exaspera (7,21) y el odio los gobierna (7,7). No atienden a razones, se atrincheran en su aversión hacia Jesús. En lugar de responder a Nicodemo, lo insultan; lo llaman galileo, como uno del vulgo despreciable. Con sus insultos quieren encubrir su postura. Ellos prescinden de la Ley cuando estorba a sus intereses.

Tratándolo como a un ignorante, recomiendan a Nicodemo que estudie. Llegan a querer apoyar su prejuicio en la Escritura: verás que un profeta, de Galilea, no sale. Están obnubilados por su aversión a Jesús, que pone en peligro su influjo; hay que perseguirlo a muerte. Nótese que ni por un momento hablan de Jesús como Mesías, aunque nadie mejor que ellos, los versados en la Escritura, podían comprender las alusiones contenidas en la declaración anterior. Una parte de la gente lo ha identificado con <<el Profeta>> (7,40). Ellos, a lo más que llegan es a <<un profeta>>, para negarlo rotundamente.

En 5,39 Jesús había afirmado que el estudio de la Escritura debería haber llevado a los dirigentes a darle fe, pues daba testimonio de su persona. Ahora, los fariseos recomiendan a Nicodemo el estudio de la misma Escritura para disuadirlo de tomar partido por Jesús. Se trasluce aquí la controversia entre comunidad cristiana y sinagoga acerca del valor profético de la Escritura. Ésta, como toda señal, es ambigua; su interpretación despende de la disposición profunda del hombre, de los objetivos que se proponga (5,42-44). No en vano ha señalado Jesús la insuficiencia de todo criterio que no sean sus obras en favor del hombre (5,36s); pero incluso éstas no serán entendidas por aquel que no esté de antemano dispuesto a secundar el designio de Dios creador (7,17 Lect.).

SÍNTESIS

Ante la ruina que amenaza, por la situación de injusticia y opresión existente, Jesús propone su alternativa: la nueva comunidad en la que él será el centro como dador del Espíritu. No se puede reformar una sociedad cuyos principios básicos son injustos y se oponen a la plenitud del hombre.

El único principio para construir la sociedad según el designio de Dios es el amor leal. Para ello hace falta un hombre nuevo, el que ha sido completado con la capacidad de amar que sólo Jesús comunica.

Jesús se ha presentado como la Sabiduría que invita a acercarse a ella. Pero lo que él comunica no es un saber teórico, sino el Espíritu, fuerza del amor del Padre. La corriente sapiencial del AT había desarrollado la reflexión sobre el hombre, buscando una norma de conducta moral que lo llevase a la perfección. Jesús da el saber con el don del amor, el único que realmente permite penetrar el significado del hombre, objeto del amor del Padre. El conocimiento que da el amor saca de la ambigüedad a toda sabiduría, impidiéndole convertirse en culto de sí mismo y en instrumento de opresión.

Ante el ofrecimiento, los representantes del poder se endurecen, no toleran este mensaje, que haría cesar las situaciones de privilegio. Su única respuesta es la violencia, usando la Ley como arma represiva.

Jn 7,50-51

 Los interpeló Nicodemo, el que había ido a verlo al principio, y que era uno de ellos: <<¿Es que nuestra Ley condena al hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace?>>.

Nicodemo, miembro del gran Consejo y fariseo, vuelve a aparecer aquí entre los de este grupo. Conocía personalmente a Jesús; ahora muestra su preocupación por la justicia y reprocha a sus correligionarios hacer caso omiso de las prescripciones de su misma Ley (Dt 1,16-17; cf. Jn 7,19). Su protesta en este pasaje ilumina lo sucedido en el capítulo 3 y su falta de acuerdo con Jesús. Este no hace suya la Ley (7,19.23; cf. 8,17; 10,34; 15,25), mientras Nicodemo la considera cosa propia; nuestra Ley (cf. 19,7). Este hombre, sin embargo, aun perteneciendo a la clase dirigente, era sensible a la injusticia; por eso fue a ver a Jesús, a quien consideraba un reformador, un maestro al servicio de la Ley (3,2). Ahora protesta de que se intente condenar a Jesús sin haberlo escuchado ni haber examinado su actividad. Nicodemo sigue el principio de Jesús: son las obras, no los prejuicios, las que han de decidir en pro o en contra de la persona (5,36); pero su criterio para juzgar es la Ley, no el bien del hombre (cf. 7,24).

Piensa que la Ley puede usarse como instrumento de justicia. No se da cuenta de que, en manos de los dirigentes, es sólo un medio de dominio y de venganza. En nombre de esa Ley será crucificado Jesús (19,7). Su protesta ineficaz contra esta última injusticia consistirá en dar sepultura a su cuerpo (19,39ss).

Jn 7,49

 <<En cambio, esa plebe que no conoce la Ley está maldita>>.

Manifiestan su desprecio por la multitud ignorante. El pueblo no cuenta para ellos, ni su opinión tampoco. No conoce la Ley porque no la estudia; en consecuencia, no puede practicarla, y así, según ellos, tampoco agradar a Dios: están malditos. Los fariseos habían creado una religión de élite; sólo quienes estudian pueden estar a bien con Dios. Aplicaban con todo rigor las brutales maldiciones insertas en el Deuteronomio contra los que no observasen todos los preceptos de la Ley.

Como en 5,10, lo que cuenta para ellos es la observancia, prescindiendo del bien del hombre. Como custodios de la Ley, la consideran como la mediación necesaria y única. Por eso el acceso a Dios es imposible para la gente; han de ser ellos, los entendidos, quienes enseñen lo que él exige y requiere para asegurar su benevolencia. Así tienen en su mano el poder religioso y el dominio sobre la masa, que carece de opinión personal.

Jn, en este pasaje, está retratando a los fariseos, y subrayando su contraste con Jesús. Este ha curado y liberado al inválido/pueblo, ha alimentado a la gente de Galilea, mostrándoles un Dios con rostro humano, al que ellos pueden conocer, pues responde al deseo de vida del hombre. Ha invitado a todos sin distinción a acercarse para recibir el Espíritu, sin más condición que reconocer la necesidad y dar adhesión a su persona. Dios no impone leyes, pide sólo amor fiel, para lo que él da la fuerza (el Espíritu). Los fariseos han cavado un abismo entre ellos y el pueblo. Mientras Jesús se hizo servidor de la multitud (6,11), ellos se han colocado por encima de ella y afirman con arrogancia su superioridad.

Ellos se sienten seguros en la Ley, que es su dominio y su sabiduría. Confunden el conocimiento de la Ley con el conocimiento de Dios, que se manifiesta a través de su obra con el hombre. Para ellos, los que están fuera de su ámbito están desviados, y su sistema dogmático los excomulga. Son ellos, sin embargo, los que han sido extraviados por la Ley. La única desviación que conoce Jesús consiste en separarse del hombre y de su bien, separándose así de Dios, el Padre, primer valedor del hombre; equivale a situarse en el campo de la muerte y hacerse agentes de ella.

Jn 7,48

 <<Es que alguno de los jefes le ha dado su adhesión o alguno de los fariseos?>>.

Muestran su suficiencia; pretenden que la opinión oficial sea normativa para todos. Los individuos no tienen derecho a formarse un juicio (cf. 7,13.26), sólo los jefes detentan el poder ideológico.

Jn 7,47

 Les replicaron los fariseos: <<¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar?>>

En el grupo de autoridades, son los fariseos los más impacientes (cf. 1,24) y los que llevan la iniciativa. Su reacción es típica. Jesús, que se les opone, es por lo mismo un impostor, y el que se deja convencer por él, se deja engañar. También vosotros alude a la parte de la multitud que se muestra favorable a Jesús (7,31.40s); los fariseos no pueden soportar que la gente escape de su dominio. Al enterarse ellos de la cantidad de adeptos que hacía Jesús, éste tuvo que abandonar Judea (4,1-3).

Jn 7,46

 Replicaron los guardias: <<Nunca hombre alguno ha hablado así>>.

La réplica de los guardias es elocuente. Han quedado impresionados por el modo como habla Jesús, hasta el punto de haber perdido los ánimos para detenerlo. Nueva alusión a la enseñanza anterior, la de la Sabiduría que gritaba invitando al pueblo.

Jn 7,45

 Volvieron entonces los guardias adonde estaban los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les preguntaron: <<¿Se puede saber por qué no lo habéis tratado?>>.

Los guardias no habían llevado a efecto el encargo recibido de las autoridades. El texto reúne a sumos sacerdotes y fariseos en un solo grupo (un solo artículo), mostrando su comunidad de intereses. Aunque antagonistas entre sí, forman cuerpo contra Jesús.

Las autoridades se indignan de que no hayan cumplido la orden, y preguntan el motivo.

Jn 7,44

 Algunos de ellos querían prenderlo, pero nadie le puso las manos encima.

Las dos opiniones expresadas eran positivas, pero existe todavía un tercer grupo de adversarios decididos de Jesús que, ya anteriormente, habían tratado de echarle mano, con ocasión de su primera declaración mesiánica (7,30). Estos anónimos no pueden soportar que Jesús se declare Mesías. La oposición nace precisamente de haber entendido su declaración. Son, por tanto, los que defienden el templo y la Ley, cuya sustitución ha anunciado. Tal Mesías, que no continúa la tradición, les resulta insoportable. Representan el mundo que odia a Jesús (7,7), son <<los hombres>> que, ante la luz, eligen las tinieblas, porque su modo de obrar es perverso (3,19): los que están de acuerdo con la opresión.

Jn 7 41b-43

 Pero aquéllos decían: <<¿Es que el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice aquel pasaje que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?>>. Se produjo división entre la gente a propósito de él.

Los que lo han identificado con el Profeta proponen su objeción: Ellos saben que Jesús viene de Galilea y que allí ha residido. No encuentran manera de combinar este dato con las profecías que anunciaban un Mesías de la casa de David (2 Sm 7,12; Sal 89,4-5; Is 11,1ss) y que nacería en Belén, la ciudad de David (Miq 5,1-2). El evangelista, sin embargo, no da importancia al origen humano de Jesús, a su lugar de nacimiento y ascendencia davídica; de hecho, no pode ninguna respuesta en boca de Jesús mismo: el problema queda a nivel de la gente. Aproximando este pasaje a 7,25ss, se aprecia que para Jn lo único que importa de Jesús en su misión divina, demostrada con sus obras (cf. 5,36-40). Al Mesías no se le reconoce sólo por referencia al pasado, sino, sobre todo, por el presente: es su manera de obrar la que lo revela como enviado de Dios. La división no se resuelve.

Jn 7,40-41a

 Al oír estas palabras, decían algunos de entre la gente: <<Ciertamente éste es el Profeta>>. Decían otros: <<Este es el Mesías>>.

Ante las palabras de Jesús la multitud reacciona, pero las opiniones divergen. Unos, como antes en Galilea (6,14), reconocen en Jesús al Profeta, según Dt 18,15.18; es decir, no ven en él novedad alguna (1,21b; 6,14 Lects.); no han entendido su declaración. Otros, en cambio, lo reconocen por Mesías; han comprendido las alusiones contenidas en ella.

Jn 7,39

 Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que le dieran su adhesión (aún no había espíritu, porque la gloria de Jesús aún no se había manifestado)

La invitación central de Jesús será realidad en el momento de la manifestación de su gloria.

Jesús en la cruz será el nuevo templo, de donde corre el agua del Espíritu (19,34). A él los dirigentes judíos no pueden acercarse (7,34: donde yo estoy, vosotros no sois capaces de venir). Pueden ir en procesión al antiguo, como lo hacen en la fiesta, pero no hasta Jesús, porque en este templo nuevo no se celebra ya el culto ceremonial, sino el culto con espíritu y verdad, es decir, el amor leal al hombre, a imitación del Padre (4,24).

Invitando a beber, Jesús promete calmar la sed del hombre. La condición es sentirla: el satisfecho, el instalado no se acerca a él porque no siente la sed. Resuena en su invitación el texto de Is 55,1: <<Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero>>. En el templo, convertido en un mercado, eran objeto de compraventa los dones de Dios (2,16 Lect.). Jesús ofrece el verdadero don de Dios, el Espíritu, sin más condición que esta sed que no sólo implica la necesidad de agua, sino que, por lo mismo, denota la carencia. <<Sentir la sed>> significa darse cuenta de que la antigua institución no ofrecía el agua del Espíritu, como ya apareció en el episodio de la Samaritana, con referencia a la Ley (4,13-14a Lect.), y no podía, por tanto, responder a la necesidad del hombre. Es la misma carencia expresada en Caná bajo la imagen de la falta de vino (2,3 Lect.).

<<Acercarse>> (7,37b) equivale a darle adhesión a él, en cuya persona quedan sustituidas todas las antiguas instituciones y realizadas las promesas. La fe en Jesús implica, por tanto, la ruptura y realizadas las promesas. La fe en Jesús implica, por tanto, la ruptura con el antiguo templo (5,13s Lects.) y con la  antigua Ley (5,23 Lect.). La fe es un encuentro con Jesús como dador del agua-Espíritu. El creyente es el que acepta el amor de Jesús manifestado en la cruz y se asimila a él (beber). De su costado brotará la sangre, símbolo de su amor por el mundo, que lo lleva hasta dar la vida, y el agua, símbolo del Espíritu, el don de amor que él comunica a los hombres (1,16), dándoles la vida y la capacidad de amar como él amó (13,34).

Existe en este versículo una doble mención del Espíritu. La primera, con artículo, se refiere al que habita en Jesús (1,32), que es la gloria, el amor leal del Padre (1,14); la segunda, sin artículo, designa al espíritu recibido por el hombre y a ése mismo en cuanto, al recibirlo, se convierte en <<espíritu>>. Corresponden las dos menciones a las de 3,6: del Espíritu nace espíritu. El hombre-espíritu, que no existía, llegó a existir a través de Jesús: el amor y la lealtad (en el hombre) han existido por medio de Jesús Mesías (1,17). Si el Espíritu es el amor de Jesús, el <<espíritu>> que se recibe de él y constituye al hombre nuevo es el amor que responde a su amor (1,16). Por eso puede afirmar Jn que aún no había espíritu, es decir, hombre acabado; la creación del hombre no será terminada por el Espíritu hasta que éste no brote del costado de Jesús en la cruz (19,34; 20,22 Lect.).

lunes, 1 de agosto de 2022

Jn 7,37b-38

 Jesús, puesto de pie, gritó: <<Si alguno tiene sed, que se acerque a mí, y que beba quien me da su adhesión. Como dice aquel pasaje: ´De su entraña manarán ríos de agua viva´>>.

Nueva alusión a Prov 1,21, donde la Sabiduría (la Sensatez) grita. Estas palabras de Jesús hacen alusión a los ritos de la fiesta. Cada día de las festividades se celebraba por la mañana una procesión, llevando al templo, en un recipiente de oro, agua de la fuente de Gihón. Durante el recorrido se cantaba Is 12,3: <<Sacaréis agua con gozo del manantial de la salvación>>. Se entraba al templo por la Puerta de la Fuente (Neh 3,15), agitaban todos los ramos propios de la fiesta (12,13 Lect.) y se cantaba el Hallel egipcio (Sal 113-118), propio también de la fiesta de Pascua; recordaba la liberación del pueblo, y su último salmo era mesiánico. Rodeaban a continuación el altar de los holocaustos, agitando los ramos al canto de Sal 118,25: <<Señor, danos la salvación; Señor, danos la prosperidad>>. El sacerdote subía al altar y vertía el agua en un embudo de plata, de donde se derramaba en el suelo. El séptimo día se daban siete vueltas al altar.

Los textos del AT que se leían en la fiesta eran Ez 47,1: <<Me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar>>. El texto continúa describiendo la crecida del agua, hasta convertirse en un torrente imposible de vadear (47,5). A la vera del río crecerá toda clase de frutales, será un agua de vida (47,12).

Se ponía en relación el templo con la roca del desierto, Sal 78,15-16: <<Hendió la roca en el desierto, y les dio a beber raudales de agua; sacó arroyos de la peña, hizo correr las aguas como ríos>>. Esta roca, según la leyenda, acompañó a los israelitas por el desierto (cf. 1 Cor 10,3-4), y se identificaba con la roca que servía de base al templo (4,6 Lect.).

Se leía también Zac 13,1-14.8. Se promete allí un manantial, que será abierto en Jerusalén. Es particularmente interesante este texto, porque a la hora de cumplirse esta promesa, al manifestar Jesús su gloria (7,39), se cita un texto que pertenece a esa misma sección de Zacarías, el texto del Traspasado (Zac 12,10), que se identificará con Jesús mismo (Jn 19,33.34.37). Así, de <<su entraña>> brotan los ríos de agua viva (7,38).

Jesús es así la roca de la que mana el agua (Sal 78,16), el nuevo templo (Ez 47) y la fuente abierta en Jerusalén (Zac 13,1; 14,8). La identificación con el Traspasado hace que todos estos símbolos se concentren en su cuerpo (cf. 2,21), y en la hora en que manifiesta su gloria, que es la de su muerte.

La fiesta de las Chozas tenía también relación particular con el templo, pues en ella se había celebrado la dedicación del templo de Salomón (1 Re 8,2). De ahí que la fiesta de la Dedicación, instituida después de la profanación de Antíoco IV (Jn 10,22 Lect.), se llamase las Chozas de diciembre.

Ya en el AT el Espíritu de Dios se compara con el agua que produce la fecundidad de la tierra estéril (el pueblo), dando fruto de justicia, paz y fidelidad a Dios, él había de crear un pueblo de profetas y producir la purificación.

En la tradición rabínica, aunque el agua sigue siendo símbolo del Espíritu, se aplica, sin embargo, con más frecuencia a la Ley.

Resumiendo las alusiones que contiene este pasaje, Jesús se presenta como la nueva Sabiduría que grita ofreciendo el agua del Espíritu en lugar de la antigua Ley; él es la roca de la que fluyen los ríos de agua y que acompaña al pueblo en su éxodo hacia la tierra prometida; es el nuevo Moisés que proclama la nueva Ley, el Espíritu, fundamento de la nueva alianza (1,17), que es expresada en el nuevo mandamiento: igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros (13,34); él es el templo profetizado por Ezequiel, del que saldrá el río de agua vivificante, y la fuente anunciada por Zacarías, que Dios abrirá en Jerusalén y que correrá de mar a mar.

Jesús invita, por tanto, a adherirse a él como Mesías, que, con su éxodo, funda la nueva comunidad, única esperanza de salvación para Israel.

Jn 7,37a

 El último día, el más solemne de las fiestas.

Jn señala la fecha de la declaración, subrayando su importancia y su conexión con los ritos de la fiesta, según se verá. Como ya se ha expuesto (6,39 Lect.), la frase el último día tiene un doble sentido. Por una parte, cronológico; por otra, teológico. El segundo, el más importante, desplaza la datación a este lugar.

Este episodio forma parte de una unidad mayor, que abarca toda la actividad de Jesús en el templo (7,14: subió al templo; 8,59: salió del templo). En ella se encuentran dos dataciones, una inicial (7,14: mediadas ya las fiestas) y otra mediana (7,37: el último día), sin que la segunda haya sido precedida de una interrupción; por el contrario se sitúa en el centro de una unidad menor, marcada por el envío de los guardias (7,32) y su vuelta (7,45). Es la intención teológica, primaria en Jn, la que constituye esta unidad; los mismos datos cronológicos tienen sentido teológico. El primero (7,14) quiere indicar la negativa de Jesús a participar en la fiesta. El segundo (7,37) hace que toda la actividad de Jesús en el templo esté bajo el signo del último día. No se trata, por tanto, de la crónica de lo sucedido, sino de la reflexión unitaria, a partir de los motivos teológicos que la fiesta ofrecía, sobre la invitación de Jesús y el rechazo del pueblo, en particular de los dirigentes.

El sentido teológico del último día está indicado por el autor al dar la interpretación de las palabras de Jesús (7,39), refiriéndolas al futuro: el agua que ofrece se dará cuando manifieste su gloria, es decir, en su muerte (19,34). El grito de Jesús adquiere así un carácter de promesa; invita anticipadamente a lo que será realidad más tarde en la cruz. De ahí que el último día denote una doble fecha: por una parte, el último día de la fiesta de las Chozas, donde se anuncia cuál será la obra de Jesús Mesías con el hombre; por otra, el de su muerte, a partir de la cual se verificará lo anunciado. Por tanto, este día último y solemne, el de Jesús en la cruz. Será último, porque en él todo quedará terminado (19,30: Queda terminado); será el más solemne de la fiesta, porque en él se inaugurará el nuevo santuario (2,21), en el que se manifestará la gloria de Dios (17,1; cf. 19,35) y del que fluirán los ríos del agua del Espíritu (19,34).

Jn 7,35-36

 Comentaron entre ellos los dirigentes judíos: <<¿Adónde querrá irse este, para que nosotros no podamos encontrarlo? ¿Querrá irse con los emigrados en países griegos para enseñar a los griegos? ¿Qué significa eso que ha dicho: ´Me buscaréis, pero no me encontraréis´ y ´Donde yo estoy, vosotros no sois capaces de venir´?>>.

Los hombres del régimen han oído las palabras de Jesús y las comentan. No las han entendido. Jesús ha mencionado al que lo envió (7,16. 28.33), pero ellos no se dan por enterados; no prestan la menor fe a su misión divina.

Sospechan que, en vista de la oposición en Jerusalén, querrá dedicarse a convertir paganos; en su patria no tiene porvenir; al contrario, se encuentra en peligro y querrá escapar yéndose al extranjero. No están seguros de su hipótesis, sin embargo; no acaban de entender lo que Jesús ha dicho. Jn repite en boca de ellos las frases de Jesús para subrayar la total incomprensión. La clara alusión a la Sabiduría les ha pasado inadvertida, no tienen conciencia de lo crítico de la situación; se encuentran seguros en la institución que dominan y que los apoya. La segunda frase: <<Donde yo estoy>>, les resulta también enigmática; no aceptan ni conocen a Jesús y no pueden entender que, de parte de Dios miso, esté ofreciendo la única alternativa a la ruina.

La alusión a los griegos es otra ironía del evangelista. <<Los griegos>> se presentarán efectivamente en 12,20 como las primicias de un fruto abundante (12,24), mientras se perfila el rechazo de <<los suyos>> (12,37ss).

Jn 7,34b

 <<y es que donde yo estoy, vosotros no sois capaces de venir>>.

El lugar donde está Jesús es la esfera del Padre. En el mismo lugar estarán también sus discípulos (12,26; 14,3; 17,24), cuando, como fruto de su ida al Padre, es decir, de su muerte-exaltación, reciban el Espíritu (14,2s; 20,17). Para estar donde está Jesús hay que dar un paso que sus oyentes no quieren dar: romper con el sistema injusto en que viven (cf. 8,23; 17,14-16) y adherirse a su persona. Les propone seguirlo en su éxodo (6,1 Lect.), cuya etapa final será el don de su vida (13,1; 17,1). Tendrían que cambiar de actitud, poniéndose en favor del hombre (7,24 Lect.), pero no están dispuestos a ello. De ahí les vendrá su ruina. Cuando ésta llegue, buscarán un Mesías que los salve; son incapaces de aceptar al verdadero, porque la cruz representa el fin de toda su concepción mesiánica.

Jn 7,34a

 <<Me buscaréis, pero no me encontraréis>>.

La decisión es urgente, pues llegará el día en que necesiten un salvador y ya no estará a su alcance.

Continúa la alusión al discurso de la Sabiduría, que había comenzado con el grito de Jesús (7,28):

<<Cuando los alcance como tormenta el terror,

cuando les llegue como huracán la desgracia,

cuando los alcancen la angustia y la aflicción,

entonces llamarán, y no los escucharé;

me buscarán y no me encontrarán>> (Prov 1,27-28).

Es la llamada de la Sabiduría o Sensatez, para prevenir una ruina que no está lejos.

Jn 7,33b

 <<Todavía voy a estar un poco de tiempo entre vosotros y luego me marcho con el que me mandó>>.

Jesús no se turba ante los que van a prenderlo, pues sabe que aún no ha llegado su hora (7,30). El desenlace, sin embargo, está cerca: conoce el odio (7,7) y las intenciones de matarlo que abrigan los dirigentes (5,18; 7,1.19). Exhorta a no perder tiempo, a aprovechar la ocasión. El está para marcharse con el Dios que ellos no conocen /7,28), su misión está para terminar. Mientras él está presente se puede optar. Pone el acento sobre la brevedad del plazo disponible, que es tiempo de salvación (cf. 12,35). Los apremia a aprovechar la oportunidad que él les ofrece. Este <<poco tiempo>> que el pueblo lleva oprimido, sin capacidad de movimiento (5,5s). La presencia de Jesús ofrece la posibilidad de curar males inveterados; Dios se manifiesta en él y está presente como Padre (5,36s; 14,9 Lect.). Él está <<entre ellos>>, pero no lo conocen, como había afirmado Juan (1,26).

Jn 7,33a

 Dijo, pues, Jesús.

No se señalan los oyentes. La declaración es general y comprende lo mismo a la multitud que a los guardias, representantes de las autoridades, y a los fariseos presentes (7,32).

Jn 7,32

 Oyeron los fariseos estos cuchicheos de la gente; entonces, los sumos sacerdotes y los fariseos mandaron guardias a prenderlo.

Los fariseos, defensores de la Ley, se dan cuenta del rumor que circula en el pueblo. La aceptación de Jesús como Mesías los alarma, pues derribaría el sistema legal, en que ellos se apoyan (5,17 Lect.; 7,19). Aunque en política eran adversarios, los maestros espirituales del pueblo (fariseos) se alían con la autoridad religioso-política de Israel (sumos sacerdotes), pues Jesús pone en peligro las bases del poder de ambos. Por primera vez envían guardias a prenderlo (cf. 18,3). Para ellos, el pueblo debe someterse a su autoridad. Todo lo que la disminuya es un peligro que atajar inmediatamente (cf. 2,18; 5,10).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...