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domingo, 4 de junio de 2023

Jn 17,7-8

 <<Ahora ya conocen que todo lo que me has dado procede de ti; porque las exigencias que tú me entregaste se las he entregado a ellos y ellos las han aceptado, y así han conocido de veras que de ti procedo y han creído que tú me enviaste>>.

En el centro de este pasaje se encuentra la razón que hace saber y conocer: las exigencias ... las han aceptado. Hay una decisión de la voluntad, aceptar las exigencias, que precede al conocimiento y es condición para él.

En relación con el versículo anterior, la aceptación de que aquí se habla señala el momento inicial del cumplimiento del mensaje (17,6). La relación entre <<el mensaje>> y <<las exigencias>> es la de lo particular a lo general; <<las exigencias>> expresan la práctica del mensaje (14,10; 15,7; 3,34 Lect.; 6,63). El plural indica que el mensaje ha sido aceptado no como un principio teórico, sin previniendo la multiplicidad de sus implicaciones.

Repite aquí Jesús el principio enunciado en la controversia del templo: El que quiera realizar el designio de Dios, apreciará si esta doctrina es de Dios o si yo hablo por mi cuenta (7,17). La misma precedencia de la decisión respecto al conocimiento la expresó dirigiéndose a los Judíos que le habían dado crédito: Para ser de verdad mis discípulos tenéis que ateneros a este mensaje mío: conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (8,31). No hay conocimiento sin previa decisión de la voluntad, no se sale de la duda sin comprometerse por el bien del hombre.

No se puede conocer a Jesús ni dale adhesión sin darla al hombre; su mandamiento y sus exigencias se refieren al amor de los demás; sus obras, que son el argumento decisivo para probar la autenticidad de su misión (5,36; 10,38; 14,11), no son obras para honrar a Dios, sino para ayudar al hombre. Los discípulos han llegado a la certeza porque han aceptado la exigencia del amor; entonces han conocido el origen de Jesús y han creído en su misión.

Este pasaje está en relación con 3,33s: Quien acepta su testimonio pone su sello, declarando: <<Dios es leal>>; y es que el enviado de Dios propone las exigencias de Dios, dado que comunican el Espíritu sin medida. Al aceptar las exigencias y llevarlas a la práctica, los discípulos experimentan la acción del Espíritu en ellos: esto los convence de la misión divina de Jesús y de que lo que tiene procede del Padre.

La certeza de la fe no se funda, por tanto, en un testimonio externo, sino en la experiencia de vida (el Espíritu) que comunica la práctica del mensaje de Jesús, creando la comunión con él. Apoyada en esta evidencia, la fe no necesita más prueba y puede resistir todo ataque. Aparece de nuevo implícitamente lo que es la verdad: la evidencia de la vida experimentada.

Esta fe, por otra parte, que se refiere a Jesús, lo acepta plenamente, descubriendo el origen divino de su persona y misión (que de ti procedo ... y que tú me enviaste); se descubre además que no hay en Jesús nada que no proceda de Dios, que cada aspecto de su persona, mensaje y modo de obrar refleja exactamente lo que es el Padre (8,29: la prueba es que yo hago siempre lo que a él le agrada; 12,50: lo que yo propongo, lo propongo exactamente como me lo dejó dicho el Padre; 14,24: El mensaje que estáis oyendo no es mío, sino del que me mandó, del Padre; 14,30: Que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que me mandó). Se llega así, a través de Jesús, a conocer el único Dios verdadero (17,3).

sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 10,7-8

 Entonces añadió Jesús: <<Pues sí, os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos, pero las ovejas no les han hecho caso>>.

En esta unidad utiliza Jesús de nuevo el símbolo de la puerta, pero aplicado ahora a sí mismo. Ha hablado de la puerta antigua, la del recinto de Israel, que sirve sólo para dejar entrar a Jesús y sacar las ovejas. Es una puerta cuyo papel habrá terminado una vez que se efectúe el éxodo del Mesías.

Se declara él ahora la nueva puerta, en primer lugar en relación con los dirigentes, en segundo lugar en relación con los que lo siguen.

En relación con los dirigentes, declara ser él el único lugar de acceso legítimo a las ovejas. Esta afirmación tiene dos sentidos: Primero, no hay ni ha habido legitimidad si no es en función del Mesías, como preparación a su venida, que era el papel de la Ley misma. Esto conduce al segundo sentido: sólo asumiendo la actitud del Mesías, la disposición a dar la vida, se puede tener acceso a las ovejas. Ellos habían concebido su relación con el pueblo como la de poder y dominio (cf. 4,46bss) que llevaban a la explotación y causaban la muerte (ladrones y bandidos). Hay que cambiar la concepción y la praxis. Entrar por Jesús significa poner el bien del hombre como valor supremo (8,31-32 Lect.) y, por tanto, entregarse sin límite a procurarlo. Quien no adopta ese principio es inevitablemente un opresor (8,46b Lect.).

La declaración de Jesús es muy dura. Los que se han atribuido ser líderes del pueblo han usado el dominio y la violencia para explotarlo (cf. 2,16). El present4e <<son>>, en lugar de un pasado, refiere el dicho de Jesús, sobre todo, a la época contemporánea suya. Pero las ovejas no les han hecho caso. El pueblo está sometido por el miedo (7,13; 9,22), no por convicción.

domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 4,7-8

 Llegó una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: <<Dame de beber>>. (Sus discípulos se habían marchado al pueblo a comprar provisiones).

La mujer no tiene nombre propio ni se afirma que venga de Sicar; su único rasgo es su pertenencia a la región; la mujer samaritana es la representante de Samaría, que va a apagar su sed en el manantial de Jacob, es decir, en su antigua tradición. Jesús está solo, sus discípulos habían ido a buscar de comer. Es el encuentro del Mesías con Samaría, la prostituta, la que tiene hijos bastardos (Os 1,2: <<Dijo el Señor a Oseas: Anda, toma una mujer prostituta y ten hijos bastardos, porque el país está prostituido, alejado del Señor>>). Vuelve el tema del Mesías-Esposo de la perícopa anterior (3,29), que ahora va a buscar a la esposa infiel. Dios no la abandona, va a ganársela de nuevo (Os 2,15-16: <<Le tomaré cuentas de cuando ofrecía incienso a los baales y se endomingaba con aretes y gargantillas para ir con sus amantes, olvidándose de mí -oráculo del Señor-. Por tanto, mira, voy a seducirla llevándomela al desierto y hablándole al corazón>>). Las alusiones a Oseas serán frecuentes en este episodio; él fue el profeta de Samaría, en su tiempo reino de Israel, por oposición al de Judá.

El encuentro comienza con una petición de Jesús: Dame de beber. Por ser hombre, Jesús siente necesidad y es, así, solidario de la necesidad de todo hombre. Pide una muestra de solidaridad en el nivel humano más elemental, que une a los hombres por encima de las culturas y de las barreras políticas y religiosas. La solidaridad con Jesús lo es con el hombre. Es la muestra del amor; la necesidad es la ocasión de manifestarse en favor del hombre; responder a ella es la condición para recibir el don de Dios.

Dar agua, elemento escaso y, por tanto, precioso, era señal de acogida y hospitalidad (cf. Mt 10,42; Mc 9,41). Al pedirla, cansado del camino, Jesús, que llega de Judea (1,11: su casa; 4,44: su propia tierra), donde ha sido rechazado, pide ser acogido en Samaría; a cambio de la hospitalidad, él dará su propia agua. Volverá a tener sed en la cruz, pero allí los suyos, por última vez, le negarán la acogida, respondiendo al amor con el odio (19,28s).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...