<<Os voy a decir esto para que, unidos a mí, tengáis paz: en medio del mundo tenéis apuros; pero, ánimo, que yo he vencido al mundo>>.
Este versículo termina el desarrollo sobre la persecución de los discípulos por parte del mundo, comenzada en 15,18: Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me ha tomado odio a mí.
Jesús quiere tranquilizar a los suyos (cf. 14,1.27). La paz que les deseaba como despedida (14,27) debe ser una realidad en ellos gracias a la unión con él. Es la paz de su comunidad, asegurada por la presencia de Jesús y del Padre en ella. Responde a la alegría que nadie les podrá quitar (16,22).
Esta paz inalterable que Jesús desea para los suyos está cercada por la presión de <<el mundo>>, el orden injusto en medio del cual ellos se encuentran (12,25; 13,1). Jesús da por descontado el hecho de la persecución; si los discípulos se mantienen fieles a él, ésta es inevitable (15,18-25). Pero, para la comunidad de Jesús, la hostilidad del mundo no es señal de derrota. La victoria ya está conseguida, el sistema injusto ha recibido su sentencia (12,31; 16,11). De ahí la posibilidad de la alegría continua y de la paz; cada vez que el mundo cree vencer, confirma su fracaso.
La muerte de Jesús le quitará toda la legitimación religiosa en que se apoya (15,21; 16,3) y pondrá al descubierto hasta dónde llega su maldad intrínseca. Para el que cree en Jesús, el orden injusto quedará desacreditado para siempre.
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