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viernes, 30 de junio de 2023

Jn 17,16-17a

 <<No pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo. Conságralos con la verdad>>.

Jesús expresa de nuevo la ruptura de los discípulos correspondiente a la suya propia; introduce así la petición siguiente, que constituye el punto culminante de esta oración.

Al pedir al Padre que consagre a los discípulos con la verdad, ésta toma el lugar de la unción ritual. Los términos emparentados: <<santo, consagrado, consagración>>, son escasos en Jn. <<Santo>> se aplica en primer lugar al Espíritu (1,33; 14,26; 20,22) y, como se ha visto, significa al mismo tiempo santo y santificador, el que está separado y el que separa (14,26). Se aplica a Jesús, el consagrado por Dios (6,69; 10,36: a quien el Padre consagró y envió al mundo). Este hecho funda su título y actividad de Mesías (10,24), su función histórica de liberación y fundación del nuevo pueblo (11,50-52). Finalmente, se ha aplicado al Padre (17,11b), del que procede el Espíritu (15,26) y es fuente de toda consagración; él consagró a Jesús para su misión (10,36) y posee la plenitud que sólo él puede comunicar.

Jesús pide al Padre que consagre a los discípulos de manera semejante a la suya, es decir, para una misión.

La consagración de Jesús se ha hecho por el Espíritu que permanece sobre él como unción mesiánica (1,32 Lect.). Pero el Espíritu Santo es, al mismo tiempo, el Espíritu de la verdad (14,17; 15,26; 16,13); existe, pues, una relación entre consagración y verdad; Jesús la enuncia en este pasaje.

El Espíritu es la vida-amor del Padre, es principio de vida (3,6); al ser comunicado al hombre, lo hace nacer de nuevo, dándole el amor que responde al de Jesús (1,16). Produce una nueva experiencia de vida que, en cuanto percibida y formulada, es la verdad (8,31-32 Lect.). <<La verdad>> es, por tanto, la realidad de Dios en Jesús, su amor sin límite, conocido por experiencia y de alguna manera formulado. Ese amor, en cuanto recibido, es el Espíritu.

<<Consagrar con la verdad>> significa, por tanto, comunicar el Espíritu que hace descubrir la verdad sobre Dios y sobre el hombre (14,17; 14,16-17a Lect.).

El Padre, que es Espíritu (4,24), consagra comunicando (1,32) o haciendo participar de su Espíritu (3,6: Del Espíritu nace espíritu). La consagración se hace para una misión (10,36: A quien el Padre consagró y envió al mundo), que realiza el designio de Dios, su obra salvadora con la humanidad. Por eso Jesús es el Consagrado por excelencia (6,69: El Consagrado por Dios), el Mesías (1,17) Hijo de Dios (1,34). La consagración de los discípulos viene del Padre (17,17), de quien procede el Espíritu (15,26); pero, como toda la obra del Padre, se hace por medio de Jesús (1,33: Él va a bautizar con Espíritu Santo; 20,22: Recibid Espíritu Santo), pues el Espíritu brotará de él (7,38s) traspasado en la cruz (19,34: el agua). Por eso puede Jesús enviar a los discípulos con una misión como la suya (17,18; 20,21).

Jesús pide que su comunidad participe de lo que es propio suyo: ahora, de la unción mesiánica para la misión mesiánica. Como Hijo, ha hecho a los suyos capaces de hacerse hijos de Dios (1,12; 17,2); en cuanto lugar de la gloria, la ha comunicado a la comunidad, que continúa manifestando al mundo la presencia del Padre (17,10). Ahora, para la misión, pide al Padre que los consagre con su misma unción, el Espíritu. La comunidad mesiánica recibe la consagración del Mesías y perpetúa su obra en la historia (9,9b Lect.). El óleo de consagración es la verdad, es decir, la experiencia del Espíritu. La evidencia de la vida que experimentan y la respuesta a su dinamismo de amor serán las que mantengan su autenticidad en medio del mundo. La petición de 17,11c: guárdalos unidos a tu persona, desemboca ahora en la misión. Son los dos aspectos inseparables de Jesús mismo: <<el Hijo>> (17,1), su relación con el Padre (= 17,11c: guárdalos unidos a tu persona), y <<el Mesías>> (17,3), su misión en la humanidad (=17,17: conságralos con la verdad).

domingo, 23 de abril de 2023

Jn 14,16-17a

 <<yo, a mi vez, le rogaré al Padre y os dará otro valedor que esté con vosotros siempre, el Espíritu de la verdad>>.

Jesús ejerce una actividad mediadora ante el Padre para la comunicación del Espíritu a los suyos. Es una mediación futura, hecha desde su nueva condición junto al Padre, y mediación necesaria. La comunidad recibe el Espíritu solamente a través de Jesús.

El término <<valedor>>, aplicado al Espíritu, significa el que ayuda en cualquier circunstancia. De hecho, tiene un doble papel: dentro de la comunidad, mantener vivo e interpretar el mensaje de Jesús (14,26); en el enfrentamiento de la comunidad con el mundo, dar seguridad a los discípulos y guiarlos interpretándoles los acontecimientos (16,7-15).

El Espíritu será otro valedor. Mientras ha estado con los suyos, Jesús les ha enseñado y los ha protegido (17,12). Desde ahora será el Espíritu su valedor permanente. Es el Espíritu de la verdad, porque él es la verdad y la comunica. La ambivalencia del término griego (alêtheia): verdad, lealtad, pone la verdad en conexión con el amor. Es la verdad sobre Dios, por ser y manifestar la fuerza de su amor, y sobre el hombre, por ser el amor y la vida comunicados, que hace conocer al hombre el proyecto de Dios sobre él y lo capacita para realizarlo. Por ser el Espíritu de la verdad lo es de la libertad, pues la verdad hace libres (8,31-32); él continuará el proceso de liberación. Jesús es la verdad (14,6), y el Espíritu, la fuerza de la verdad. Al ser experiencia de vida, da la sensibilidad para distinguir lo que es vida y lo que es muerte.

domingo, 17 de abril de 2022

Jn 6,16-17a

 Al anochecer bajaron sus discípulos al mar, se montaron en una barca y se dirigieron a Cafarnaún.

Cae la noche. Los discípulos han estado esperando hasta entonces en el lugar de la comida, pero la oscuridad hace ya imposible toda manifestación mesiánica. Cuando ven que toda esperanza se ha esfumado, bajan al lago, se montan en una barca y se dirigen a Cafarnaún. La barca, que reúne y unifica al grupo, no es la de ellos ni la de Jesús, sino una barca cualquiera.

Quieren volver a la ciudad, a la vida de todos, en vez de quedarse con Jesús al otro lado del lago. Ya no lo siguen, eligen ellos su propio itinerario: desandar el éxodo que habían hecho con él. Como Jesús se niega a secundar sus planes, desertan y lo abandonan. Llegada la crisis, bajan en la noche. El mar y la noche se oponen a la altura del monte, donde se ha quedado Jesús.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Jn 4,16-17a

 Él le dijo: <<Ve a llamar a tu marido y vuelve aquí>>. La mujer le contestó: <<No tengo marido>>.

El paso brusco de la temática anterior, la del agua/Espíritu, a la de los maridos resulta incomprensible en el plano meramente histórico. No es que Jesús quiera mostrar a la mujer su poder de adivinación para hacerle comprender que no era un hombre cualquiera. Tampoco trata de darle una lección de moralidad; el tema queda bruscamente cortado (4,18-19), sin que Jesús vuelva sobre él. Este trozo del diálogo cobra sentido sobre el trasfondo profético, en particular de Oseas.

En este profeta, la prostituta (Os 1,2) y la adúltera (3,1) son símbolo del reino de Israel, que tenía a Samaría por capital. Su prostitución y adulterio consistían en haber abandonado al verdadero Dios (2,4.7-9.15; 3,1). El origen de la idolatría de los samaritanos se narra en 2 Re 17,24-41, donde se mencionan cinco ermitas de dioses, y, además, el culto a Yahvé. A estas cifras harán alusión las palabras de Jesús.

Así cobra sentido el paso al tema matrimonial. Samaría insatisfecha, no encuentra solución en el pasado y ve un horizonte nuevo en el ofrecimiento de Jesús. Pero Jesús quiere que reconozca su situación para que rompa con ella; la ruptura no puede ser genérica (no volver más al pozo), tiene que responder a la situación concreta. Va a descubrirle cuál es su verdadera sed: Ve a llamar a tu marido y vuelve aquí. En el plano en que se mueve la narración, el marido (recuérdese la palabra Baal = marido/señor) tiene una connotación religiosa; representa la busca de seguridades opuestas al designio de Dios, toda alianza contraria a la suya, la pretensión engañosa de encontrar solución fuera de él. Samaría había traicionado a Dios, el esposo del pueblo, buscando otros apoyos (Os 2,7: <<Su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los engendró. Se decía: Me voy con mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi vino y mi aceite>>; 9,1: <<No te alegres, Israel, no te regocijes como los paganos, porque te has prostituido abandonando a tu Dios>>). El conato, sim embargo, fue infructuoso: Dios no dejó que encontrase paz (Os 2,8-9: <<Pues bien, voy a vallar su camino con zarzales y le voy a poner delante una barrera para que no encuentre sus senderos. Perseguirá a sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los encontrará, y dirá: Voy a volver con mi primer marido, porque entonces me iba mejor que ahora>>). Jesús le está preparando para lo que estaba anunciado (Os 2,18: <<Aquel día ... me llamarás esposo mío, ya no me llamarás Baal mío (ídolo mío). Le apartaré de la boca de los nombres de los baales y sus nombres no serán invocados>>).

Ante la petición de agua por parte de la mujer, Jesús la invita, pues, a tomar conciencia de que su culto está prostituido; esto explica que ella pase a continuación al tema de los templos.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...