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miércoles, 2 de agosto de 2023

Jn 19,36

 Pues estas cosas sucedieron para que se cumpliese aquel pasaje: <<No se le romperá ni un hueso>>.

El evangelista ve en lo sucedido el cumplimiento de dos textos de la Escritura. El primero está tomado de Éx 12,46: <<Cada cordero se ha de comer ... y no le romperéis ni un hueso>> (cf. Nm 9,12). Vuelve a aparecer Jesús como Cordero de Dios, cuya figura fue el cordero pascual (1,29) de la antigua alianza.

El texto del Éxodo se refiere a la comida del cordero. Jesús ha sido preparado como alimento de los que se suman a su éxodo. Serán discípulos suyos los que coman la carne de este cordero y beban su sangre (5,53-58), es decir, los que se identifican con este amor de Jesús expresado en su vida y culminado en su muerte. Éstos tienen la vida definitiva (6,54) según el designio del Padre (6,39-40).

Está presente el pan bajado del cielo, que dará vida al mundo (6,51).

jueves, 6 de julio de 2023

Jn 18,36

 Contestó Jesús: <<La realeza mía no pertenece al orden este. Si perteneciera al orden este la realeza mía, mis propios guardias habrían luchado para impedir que me entregaran a las autoridades judías. Ahora que la realeza mía no es de aquí>>.

Jesús no responde directamente a la segunda pregunta de Pilato: ¿Qué has hecho?, sino a la primera: ¿Tú eres el rey de los judíos? Al descartar la realeza que se apoya en la fuerza quedará patente que no pretende ocupar el trono, como podría sugerirlo el título que le ha dado: el rey de los judíos.

Afirma claramente su calidad de rey, pero niega tener parecido alguno con los reyes que Pilato conoce. La expresión: La realeza mía no pertenece al orden este, está en paralelo con la que había dicho de sí mismo: yo no pertenezco al orden éste (8,23), en un contexto donde inmediatamente después afirma su calidad de Mesías: yo soy lo que soy (8,24b Lect.). El orden este, <<el mundo>>, es el sistema de injusticia, el que oprime al hombre, y la adhesión a él es el pecado (8,23 Lect.). Jesús practica el servicio al hombre y rechaza el poder (6.10.15); como rey será el Hombre levantado en alto, que dará su vida por salvar al hombre (12,13.15.32.34; cf. 3,3.5.14). La figura de Jesús, el rey que no pertenece al orden este, se opone a la del <<jefe del orden este>> (12,32; 16,11), personificación del círculo de poder.

Jesús caracteriza a los reyes del orden este por apoyarse en la fuerza de las armas e imponer así su dominio: Si perteneciera al orden este la realeza mía, mis propios guardias habrían luchado por impedir que me entregaran a las autoridades judías. Jesús considera el uso de la violencia como perteneciente a la esfera de la injusticia y del pecado. En eso precisamente se distingue su realeza de las demás. La oposición entre su postura y la del <<orden este>> es clara; él se ha entregado voluntariamente y ha cortado en seco la violencia de Pedro (18,11). Renunciando al uso de la fuerza, ha probado no ser rey como los otros. No se ha constituido en rival de sus adversarios, disputándoles el poder, sino que se ha entregado en sus manos.

Su realeza no tiene su origen en ninguna legitimidad de este mundo: la realeza mía no es de aquí. Tiene un fundamento completamente distinto que no se expresa en el lenguaje jurídico de derecho-sumisión. El dicho está en paralelo con el de 8,23: Vosotros pertenecéis a lo de aquí abajo, yo pertenezco a lo de arriba. <<No ser de aquí>> equivale, por tanto, a <<no pertenecer al orden este>>. Su realeza pertenece a <<lo de arriba>>, la esfera del Padre y del Espíritu; es, por tanto, una realeza que por amor comunica vida, en vez de producir muerte con la opresión (4,47.49 Lects.). Él es el Mesías, el Rey designado y ungido por Dios, pero no va a imponer su reinado; los que lo acepten como rey será por haber hecho una opción libre.

El respeto de Jesús por la libertad se había hecho patente en la Cena, al poner su vida en manos de Judas, como supremo acto de amistad (13,26b Lect.). Fue en aquel momento cuando Jesús se entregó voluntariamente a la muerte (13,31 Lect.).

sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,36

 <<de mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿vosotros decís que blasfemo porque he dicho: ´Soy hijo de Dios´?>>.

Sobre las premisas establecidas antes, Jesús construye su argumento. Él no es uno de tantos a quien Dios haya dirigido su palabra. Él es aquel a quien el Padre consagró y envió al mundo. La consagración, efectuada por el Espíritu, que bajó y quedó sobre Jesús (1,32), estaba en función de la misión. El Espíritu recibido con entera plenitud lo constituyó Hijo de Dios, según la declaración del testigo, Juan Bautista (1,34). Ésta fue su unción (cf. Sal 2,2.6.7), su consagración mesiánica (cf. 6,69). Por ella es él quien consagra con el Espíritu (1,33: ése es el que va a bautizar con Espíritu Santo; cf. 17,17 Lect.) y aquel cuyas obras responden al dinamismo del Espíritu.

Contesta Jesús indirectamente a la pregunta del principio: Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente (10,24). El diálogo está colocado en el contexto de la dedicación/consagración del templo; al declarar Jesús ser él el consagrado por el Padre está afirmando que toma el lugar del templo. La comunicación del Espíritu, vida-amor de Dios, es la comunicación de la gloria del Padre (1,14). Jesús es por eso la Tienda del Encuentro (ibíd.), el Santuario donde brilla la gloria y que sustituye al antiguo (2,19.21). La consagración por el Espíritu (1,32; cf. 6,27) resume y verifica en Jesús todos los antiguos símbolos de Israel, que no pretendían sino expresar la presencia permanente de Dios en su pueblo.

Sin embargo, la semejanza que da el Espíritu no es la del poder, como suponía el texto del salmo (10,34), sino la del amor. El Espíritu es la actividad del amor creador. Ahí está la igualdad y la unidad entre Jesús y el Padre (10,30).

miércoles, 17 de agosto de 2022

Jn 9,36

 Contestó él: <<Y ¿quién es, Señor, para dársela?>>.

El hombre ha dado ya su adhesión interior al ideal de hombre que Jesús le había hecho descubrir, pero no sabía que se realizara plenamente en él. Ante la pregunta de Jesús, desea identificarlo para expresarle su fe. De la experiencia del don recibido se llega a la adhesión al dador de cuya plenitud se recibe.

lunes, 8 de agosto de 2022

Jn 8,36

 <<Por tanto, si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres>>.

El hijo vive en la casa por su propio derecho y puede disponer de lo que hay en ella (3,35). Sólo él, que es dueño, puede dar la libertad a un esclavo, hacerlo pasar a la condición de hijo y partícipe de la herencia. Sólo Jesús, el Hijo libre, el único heredero, puede dar la libertad, dando el Espíritu.

Jesús, como Hijo de Dios, se mueve en la libertad que esta condición le confiere. A la luz de su relación inmediata con el Padre, todo queda relativizado: la Ley (5,16.23 Lect.), Moisés (5,46; 7,19), Abrahán (8,56.58), las instituciones (7,37b-39 Lect.). Nada se interpone entre él y su Padre. Es su conciencia de Hijo la que le da libertad frente a las autoridades a las que desenmascara ante el pueblo (7,19) y la que lo hace libre ante la muerte (10,17s).

Desde esta experiencia suya, Jesús invita a dejarse liberar, a recibir la condición de hijos, para vivir con el Padre en una relación semejante a la suya. Dios no será ya el Soberano que hace sentir al hombre su inferioridad y lo somete, sino el Padre que le comunica su vida y lo hace libre.

domingo, 24 de abril de 2022

Jn 6,36

 <<Pero os dije que me habéis tenido delante y que no creéis>>.

La introducción de Jesús os dije alude a la frase anterior, que ha de ser necesariamente la de 6,26: No me buscáis por haber visto señales. Las señales se identifican ahora con la persona de Jesús, que se expresa a través de su actividad. Sus obras manifiestan que ha sido sellado con el Espíritu (6,27) y por eso en ellas puede reconocerse el testimonio del Padre (5,36; cf. 12,45; 14,9). Ellos las han presenciado, pero no han descubierto su persona, en el hombre no descubren al Hijo. Desean el pan que ofrece Jesús, pero no dan el paso; no se acercan a él. Desean un don suyo, pero no el de su persona; se mantienen a distancia. Pretenden separar el don del amor que contiene, haciéndolo perder su sentido. Por eso quieren recibir, pero se niegan a amar.

Son numerosos los paralelos entre esta exposición de Jesús y el episodio de la samaritana. En ambos casos hay una mirada al pasado, con la mención de los padres y sus hechos, y una comparación desafiante con Jesús (4,12; 6,31). Al aceptar Jesús el desafío y superar la obra del pasado, lo anula, dando comienzo a una nueva realidad.

En uno y otro caso se niega la eficacia del don de los padres (4,13; volverá a tener sed; 6,49: murieron) y se afirma la eficacia del de Jesús (4,14: nunca más tendrá sed; 6,35: nunca pasará hambre, nunca pasará sed). Los interlocutores manifiestan el deseo de recibir el don de Jesús (4,15: dame agua de ésa; 6,34: danos pan de ése). Jesús se define (4,26: Soy yo [el Mesías]; 6,35a: Yo soy el pan de la vida).

Estos paralelos, que tiene por motivo común la comida-bebida/agua desarrollan el tema de la vida (4,14; 6,27: dando vida definitiva). Lo que Jesús quiere transmitir es la vida definitiva, que se identifica con el Espíritu (agua-alimento que en él se contiene); la condición para recibirla no es la aceptación de una doctrina que él proponga, sino la adhesión a su persona (4,39; 6,29), manifestada en una actividad como la suya.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Jn 4,36

 <<El segador cobra salario reuniendo fruto para una vida definitiva; así se alegran los dos, sembrador y segador>>.

El designio del Padre (4,34) se expresa ahora en términos de siembra y siega, que están en función del fruto. Esta palabra no reaparecerá hasta 12,24: si el grano de trigo, caído en la tierra, no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. La hora de la siega estará precedida de la hora de su muerte, cuando quede terminado el proyecto de Dios (19,30: Queda terminado). Esa será la siembra del grano. Esa será la siembra del grano. Jesús es aquí el sembrador y el trigo que se siembra. En 12,24, el fruto estará en relación con los griegos que se acercan, aquí con los samaritanos. Es Judea, el reducto del nacionalismo y de la Ley (2,23-25; 3,1-21), la que no escucha. El fruto, que es el hombre nuevo, no es transitorio, tiene vida definitiva; se va constituyendo la nueva creación, la de los hijos de Dios dispersos que la muerte de Jesús reunirá en uno (11,52). Es una labor en la que han de colaborar los discípulos (15,16).

El fruto se reúne para una vida definitiva. Siendo un nombre colectivo (cosecha), subraya la unidad de los que han recibido el agua del Espíritu y poseen esa vida (4,14), que se hace visible y se desarrolla en la comunidad donde se ejerce el amor muto (13,34s). Esa calidad de vida forma el grupo de los que viven en medio del mundo injusto sin pertenecer a él (17,14.16); ellos son las primicias del reino de Dios, la nueva sociedad en marcha.

El segador cobra ya su salario, que es el mismo fruto que recoge y que alegra lo mismo a él que al que hizo la siembra. El trabajo de uno y otro distaban en el tiempo, pero la alegría es simultánea. Ambos han trabajado mirando a la cosecha; la finalidad era la misma, por eso la alegría es común.

La alegría está en relación con el fruto. Tal fue la de Juan Bautista, al ver que el esposo tenía ya a la esposa, que el Mesías reunía a su pueblo (3,29). Pero, sobre todo, tal es la de Jesús. Por eso el tema de la alegría aparecerá en los capítulos 15-16, en los que él trata de la misión de su comunidad (15,8.16: fruto; 15,11; 16,20-22: alegría). 

domingo, 22 de agosto de 2021

Jn 1,36

 y, fijando la vista en Jesús, que caminaba, dijo: <<Mirad el Cordero de Dios>>.

El día anterior, Juan había visto a Jesús que llegaba; ahora, estando en el mismo lugar, ve a Jesús que pasa. Jesús se le pone delante, toma el puesto que le corresponde por derecho (1,15.30), Juan queda atrás. Es el momento del cambio, deja de ser precursor porque el anunciado va a comenzar su actividad.

Juan pronuncia su declaración en presencia de dos discípulos. Al repetir el incipit de la declaración anterior (1,29: Mirad el Cordero de Dios), hace ver el autor que Juan comunica a sus discípulos el entero contenido de aquélla. Ellos conocen así la calidad del Mesías; saben que ha de inaugurar la nueva pascua y alianza y realizar la liberación definitiva; al mismo tiempo, que es el Hijo de Dios, el portador del Espíritu, y que, comunicándolo, va a quitar el pecado del mundo. Él dará realidad a la expectación significada en el bautismo de Juan.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...