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martes, 5 de septiembre de 2023

Jn 21,6

 Él les dijo: <<Echad la red al lado derecho de la barca y encontraréis>>. La echaron y no tenían en absoluto fuerzas para tirar de ella por la muchedumbre de los peces.

Jesús les indica el lugar donde hay que echar la red. Faltándoles la intuición del Espíritu, no habían dado con él. Los discípulos siguen la indicación de Jesús y la red se llena de peces.

El fruto se debe a la docilidad de las palabras de Jesús, que representan su mensaje. Pero hay también una indicación local precisa: al lado derecho de la barca; hay un lugar favorable para la pesca, donde se encuentra la muchedumbre de peces que cogerán con la red.

El término muchedumbre ha aparecido solamente una vez en Jn, en una frase paralela a ésta: la muchedumbre de los enfermos (5,5) / de los peces (21,6). Es posible que el paralelo sea pretendido por el evangelista. En tal caso, Jesús les indica que, para obtener resultados, han de dirigirse al pueblo oprimido y abandonado que ha perdido prácticamente la esperanza. Con ellos han de trabajar, para hacer hombres libres, como hizo él con el inválido de la piscina. En esa masa humana el fruto será abundante. Si realmente es ésta la intención del evangelista, sería al mismo tiempo una ejemplificación de lo que había dicho Jesús: Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, las obras que yo hago también él las hará, y las hará mayores (14,12).

sábado, 1 de julio de 2023

Jn 18,6

 <<Al decirles: <<Soy yo>>, se echaron atrás y cayeron a tierra.>>

<<Echarse atrás>> es lenguaje simbólico para significar derrota. La entrega de Jesús no es su derrota, es el mundo el derrotado, y Judas con él. El Mesías (Soy yo) muestra que el jefe del mundo no tiene poder alguno sobre él (14,30), sino que él se entrega para que el mundo sepa que ama al Padre y que cumple exactamente su encargo (14,31).

Jesús se entrega libremente, es dueño de la situación. La escena está en consonancia con el relato que sigue: la muerte de Jesús no será la condena denigrante de un criminal, sino la manifestación de su gloria. Su muerte será un comienzo, no un fin (6,62 Lect.; 10,17s).

domingo, 19 de marzo de 2023

Jn 13,6

 Al acercarse a Simón Pedro, éste le dijo: <<Señor, ¿tú a mí lavarme los pies?>>.

Extrañeza y protesta de Pedro. Lo llama <<Señor>>, título de superioridad, en contraste con <<lavar>>, servicio de un inferior. Su extrañeza y protesta se expresan por la contigüidad de los pronombres (¿tú a mí?). Pedro ha comprendido que la acción de Jesús invierte el orden de valores admitido. Reconoce la diferencia entre Jesús y él y la subraya para mostrar su desaprobación. Interpreta el gesto en clave de <<humildad>>.

Él, como los demás, tiene a Jesús por un Mesías que debe ocupar el trono de Israel (cf. 6,15; 12,13; 18,10), por eso no acepta su servicio. Él es súbdito, no admite la igualdad. Se figura el reino mesiánico como una sociedad parecida a la antigua. No comprende la alternativa de Jesús.

Mientras los otros discípulos aceptan el gesto de Jesús, Pedro se singulariza entre ellos.

sábado, 4 de febrero de 2023

Jn 12,6

 Dijo esto no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban.

Judas es mentiroso; en realidad, los pobres no le importan; pretendía sacar ventaja de la venta del perfume. En el fondo, no opone Jesús a los pobres, sino a su propio interés. Le molesta el amor demostrado a Jesús porque impide su provecho personal. No sabe lo que significa amar, no siente agradecimiento a Jesús, porque no ha aceptado su don ni, por tanto, ha recibido la vida.

No podía recibir la vida nueva porque no ha roto con los valores del sistema opresor. Jesús lo había calificado de enemigo (<<diablo>>, 6,70s), y lo es por ser ladrón como los dirigentes (10,1.8.10). Como ellos, tiene por padre al Enemigo, el poder del dinero (8,44a Lect; cf. 13,2.27), por eso es embustero y será homicida. Se pondrá de acuerdo con ellos (18,3) y volverá descaradamente al mundo al que pertenecía. El aliado de las tinieblas (13,30) será el agente de muerte. Por no haber recibido la vida, no tiene nada que celebrar y la fiesta le parece inoportuna.

El que pretende ocuparse de los pobres, en vez de compartir, acapara (se llevaba/cogía lo que echaban), cuando acaparar es la razón de que haya pobres. Hay una oposición con el episodio de los panes, donde la puesta en común se convierte por medio de Jesús en alimento para todos (6,11). El ladrón, Judas, hace lo contrario: lo que pertenece a todos pasa a ser propiedad de uno, invirtiendo el movimiento de la vida, que es difusivo. No sólo roba, sino que, bajo pretexto de ayudar a los pobres, pretende robar aún más. En vez de darse él mismo, como Jesús, para dar vida, despoja a los demás y retiene para sí, causando muerte. Quitar la vida no es más que el robo llevado a su extremo, el despojo total. El ladrón acaba en asesino. En el grupo, Judas es el exponente del sistema enemigo de Jesús.

domingo, 16 de octubre de 2022

Jn 11,6

 Al enterarse de que estaba enfermo, se quedó, aún así, dos días en el lugar donde estaba.

El retraso de Jesús es deliberado. Con su pasividad, deja que el hecho de la muerte se consume. Él no ha venido a alterar el ciclo normal de la vida física, liberando al hombre de la muerte biológica, sino a dar a ésta un nuevo sentido. Comunica una vida cuya potencia supera la muerte misma y anula sus efectos. Así, la muerte deja de ser motivo de temor.

sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 10,6

 Esta semejanza les puso Jesús, pero ellos no entendieron a qué se refería.

Los dirigentes no entienden la semejanza; no ven porque están ciegos; no conocen su voz, porque no son de sus ovejas (10,26), y no entienden su lenguaje porque no son capaces de escuchar el mensaje de vida que los privaría de su situación y seguridad (8,43).

Instalados en sus instituciones y con la conciencia de ser los jefes legítimos del pueblo, no son capaces de entender la denuncia que Jesús hace de ellos ni la necesidad o posibilidad del éxodo que va a realizar.

domingo, 14 de agosto de 2022

Jn 9,6

 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, le untó su barro en los ojos.

Jesús pasa a la acción. No le consulta porque, siendo ciego de nacimiento, no sabe lo que es la luz ni puede siquiera desearla. No pretende, sin embargo, suprimir su libertad; va a ponerle ante los ojos el proyecto de Dios sobre el hombre. La decisión de obtener la vista quedará en sus manos; él tendrá que ir por propia iniciativa a lavarse a la piscina.

El barro alude a la creación del hombre. Aunque en Gn 2,7 se dice que Dios lo <<modeló>> del <<polvo>> de la tierra (arcilla del suelo), en ogtros pasajes del AT se usa la palabra <<barro>>; así en Job 10,9: <<Recuerda que me modelaste de barro>>; Is 64,7: <<Señor, tú eres nuestro padre, nosotros el barro/arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano>>. Con el uso del barro, Jesús reproduce simbólicamente la creación del hombre. Recuérdese que <<el día del Mesías>> es el día sexto (2,1 Lect.), en que el hombre fue creado.

Jesús hace barro con su saliva. Hay un elemento preexistente, la tierra (escupió en tierra), y uno suyo personal. Se pensaba que la saliva transmitía la propia fuerza o energía vital. En este contexto toma el puesto del agua necesaria para hacer el barro, resultado de la mezcla de ambos elementos. Por eso, a continuación habla Jn del <<barro de Jesús>>. Se percibe claramente la intención del evangelista: hacer barro con la saliva significa la creación del hombre nuevo (simbolismo del día sexto), compuesto de la tierra/carne y la saliva/Espíritu de Jesús.

De ahí la frase siguiente: le untó su barro en los ojos. El barro modelado con el Espíritu es el proyecto de Dios realizado, cuyo modelo es Jesús mismo, su propia humanidad llena de la gloria/amor de Dios. Esto es lo que pone ante los ojos del que nunca ha visto y no sabe lo que es ser hombre.

Jn usa dos verbos para indicar la aplicación del barro en los ojos del ciego: en esta perícopa, el verbo untar/ungir (9,6.11); más adelante, sencillamente aplicar (9,15). La diferencia ha de ser notada. El primer verbo está en relación con el apelativo de Jesús <<el Mesías/el Ungido>> (1,41; 4,25). Resumiendo todos los aspectos contenidos en la acción, Jesús pone ante los ojos del ciego el hombre ungido por el espíritu. Al mismo tiempo. él, como Ungido por excelencia, realiza su obra ungiendo al hombre. Al untarle las ojos, lo invita a ser hombre acabado, ungido e hijo de Dios por la comunicación del Espíritu (17,17-19 Lect.).

sábado, 30 de julio de 2022

Jn 7,6

 Jesús les contestó: <<Para mí, todavía no es el momento; para vosotros, en cambio, cualquier momento es bueno>>.

La expresión <<el momento>> de Jesús es ambivalente. Por una parte, no es para él el momento de subir a esta fiesta, pero, por otra, no ha llegado todavía <<su hora>> (cf. 2,4; 7,30; 8,20), en la que él se presentará públicamente en Jerusalén y que lo llevará a la muerte (12,12.23). Es entonces cuando realizará su obra, la manifestación de la gloria que ha de suscitar la fe de los discípulos (19,35).

Ellos, por el contrario, que no están en situación de conflicto con la institución de Jerusalén, pueden ir y venir voluntariamente. A continuación va a explicar Jesús el porqué de la diferencia.

sábado, 29 de enero de 2022

Jn 5,6

 A éste, viéndolo Jesús echado y notando que llevaba mucho tiempo, le dice: <<¿Quieres ponerte sano?>>.

No se indica que Jesús vaya a la piscina ni que entre en su recinto. Sólo se ha dicho que subió a Jerusalén y que dentro de la ciudad había una piscina. Sin más explicación, se encuentra Jesús entre la muchedumbre de los enfermos. La piscina es la ciudad misma; su muchedumbre, la masa marginada que existe en Jerusalén.

Las señales de la larga enfermedad son visibles; Jesús se da cuenta de lo avanzado del mal. A este hombre/pueblo él quiere dar la salud: al hombre sin fuerzas, incapaz de movimiento y acción, víctima de su enfermedad; hombre en condición infrahumana, sin creatividad ni iniciativa. Jesús le abre una esperanza de salud, ofreciéndosela implícitamente. Cumple su programa, actuando sin forzar la libertad. No es un líder que proponga una ideología. Su propuesta toca lo esencial del hombre, la vida, en cuanto ésta es capacidad de libertad de acción.

domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 4,6

 estaba allí el manantial de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se quedó, sin más, sentado en el manantial. Era alrededor de la hora sexta.

El manantial citado en este verso se llamará luego <<el pozo>> (4,11.12). Situado cerca de Siquén y único en la región, era un pozo profundo que, según los datos arqueológicos, estuvo en uso desde el año 1000 a. C. hasta el 500 d. C.

En el AT, la única relación de Jacob con un pozo se encuentra en Gn 29,2-10, en su encuentro con Raquel en Harán; Jacob quita la piedra que cubría el pozo y abreva el ganado (29,10). Sin embargo, <<el Pozo>> en la tradición judía se convierte en un elemento mítico, que sintetiza los pozos de los patriarcas y el manantial que Moisés abrió en la roca del desierto. Es figura de la Ley misma, que se consideraba observada ya por los patriarcas y formulada más tarde por Moisés. El texto más comentado en la tradición rabínica, además del ya citado de Gn 29,2-10, es el de Nm 21,16-18: <<Desde allí se trasladaron a El Pozo. Este agua. Los israelitas cantaban esta canción: ¡Brota, pozo! Cantadle. Pozo que cavaron príncipes, que abrieron jefes del pueblo con sus cetros, con sus bastones>>.

Del pozo de la Ley brota el agua viva de la sabiduría. EL pozo de Jacob en Harán se identifica por una parte con el de Moisés en el desierto y, por otra, con Sión, el centro del culto judío. De ahí la mención en los profetas del agua viva que había de salir de Jerusalén (Zac 14,8) y del templo (Ez 47). El Pozo llega a significar prácticamente todas las instituciones judías, la Ley, el templo, la sinagoga y su centro, Jerusalén.

Fatigado del camino. El término fatigado pone en relación este verso con 4,38, donde <<fatiga, fatigar>> aparecen tres veces (nunca más en el evangelio). En 4,38 se habla de una fatiga pasada, siembra y labranza, mientras los discípulos se encuentran con el fruto de la fatiga de los sembradores. La fatiga de Jesús es, por tanto, resultado de la siembra que está haciendo, es el trabajo necesario para que se produzca el fruto (12,24: si el grano de trigo ... muere, da mucho fruto). En este verso, sin embargo, la fatiga está relacionada con el camino / viaje de Jesús. La siembra y el camino se identifican. De hecho, la obra de Jesús se expresa en Jn en términos de marchar, caminar, ir, y, en particular, él mismo alude siempre a su camino (adónde voy, 8,14.21.22; 13,33.36; 14,4-5) que es un ir hacia Dios (13,3) o hacia el Padre (14,28; 16,10.17) que lo envió (16,5). Su vida es un continuo ir, marchar o caminar. Ese es su camino y su fatiga.

Por otra parte, el evangelista señala que era alrededor de la hora sexta (mediodía). Es la misma frase que se emplea en 19,14 en el momento que lo condenan a muerte. Allí Jesús habrá terminado su camino. De modo parecido al de Caná, se anticipa aquí <<la hora>> de Jesús (cf. 2,4). Así aparecerá en la expresión: se acerca la hora, o mejor dicho, ha llegado, referida al culto con espíritu y lealtad (4,23). Este culto será posible cuando él haya entregado el Espíritu (cf. 7,39; 19,30), el agua viva que él ofrece a la mujer (4,14) y que brotará de su costado abierto (19,34). La actividad de Jesús anticipa su hora (cf. 5,25). Como en el episodio de Nicodemo (3,3.5ss), el evangelista presenta en la escena de Samaría el fruto de la muerte de Jesús. Esto le permite unir el tiempo de Jesús con el de la comunidad, que lee la vida de Jesús después de su muerte y resurrección, y ve en su actividad anterior la anticipación de la realidad que ella vive.

Jesús se queda sentado en el manantial, ocupa su puesto. La frase indica la sustitución que va a tener lugar, marcada por el evangelista al decir se quedó sentado, en lugar del simple se sentó; Jesús va a ocupar permanentemente el puesto del antiguo manantial. De hecho, él va a ofrecer un agua que brotará del manantial abierto en su costado (19,34). Él mismo es el verdadero manantial, que toma el puesto de la Ley, de la tradición y del templo. Ezequiel anunciaba que del templo futuro correría un manantial de agua creciente (Ez 47). Jesús mismo va a identificarse con ese templo del que corre el torrente de agua (cf. 7,37-39 Lect.) y, ahora, con su gesto, adelanta la identificación. De ahí que él, el nuevo santuario que sustituye al de Jerusalén (cf. 2,19), anuncie en este episodio el fin de los templos y defina las características del nuevo culto (4,21-24).

Es la segunda alusión a Jacob en el evangelio. En la primera (1,51), anunció Jesús que la escala vista por Jacob iba a ser realidad en su persona; aquí, el manantial que había dado Jacob queda sustituido por otro que es Jesús mismo.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Jn 3,6

 De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu.

Jesús continúa explicando el sentido de su frase, ahora mediante una oposición. Hay dos principios de vida: la carne y el Espíritu; cada uno transmite la vida que posee. La carne, concepto estático, denota la condición humana débil, el hombre inacabado, no terminado de crear; en consecuencia, transitorio, mortal, sin éxito. El Espíritu, concepto dinámico, denota la fuerza vital de Dios y el hombre acabado.  Sólo lo que está animado por la fuerza divina tiene éxito. La Ley, que pretende dar nacimiento al hombre perfecto, pero no puede acabar su creación, lleva al fracaso. Las metas, ideales, aspiraciones fariseas fundadas en su tradición y en su observancia son <<carne>>: debilidad, frustración. Nunca se conseguirá realizar con ello el proyecto de Dios.

El hombre, nacido de la carne, tiene que renacer del Espíritu. Es la misma unión que ha existido en Jesús, la Palabra/proyecto divino hecho carne/hombre (1,14). En esa carne, al bajar el Espíritu (1,32s), se realizó el proyecto divino. El que vive por haber nacido del Espíritu, es espíritu, es decir, fuerza de vida, amor leal (1,17).

La carne es, por tanto, el hombre sin plenitud, no terminado, incapaz de realizar el proyecto de Dios sobre él. Jesús viene a terminar al hombre; pasado este umbral de la plenitud humana, podrá comenzar su actividad.

Nicodemo, como fariseo, piensa que la creación no continúa, que Dios ha terminado su tarea. Por eso el fariseo tiene como mandamiento principal el sábado, el día de descanso divino una vez terminada la creación (cf. 9,13ss). Se figura que en estas condiciones el hombre puede llegar a su meta guiado por la Ley. Jesús no reconoce el descanso (5,17: mi Padre sigue trabajando); la creación no está terminada.

La carne es el barro del que Dios hace al hombre (20,22 Lect.), mientras Nicodemo la considera como su estado definitivo. El Espíritu le da forma, vida y fuerza.

Nicodemo reconocía que Dios estaba con Jesús y que esa asistencia daba a Jesús la posibilidad de actuar. Pero Jesús afirma que el que nace del Espíritu es espíritu. En él existe una nueva realidad, muy distinta de la que piensa Nicodemo. Éste concebía la ayuda de Dios desde fuera, como una yuxtaposición de Dios y el hombre. Así esperaban la ayuda de Dios al pueblo; Dios como aliado. Jesús afirma otra cosa: el hombre mismo ha de ser espíritu, pertenecer a la esfera divina; eso le dará la posibilidad de actuar y realizar.

Existen, pues, para el hombre, dos posibilidades: o bien nacer del Espíritu y ser espíritu (=amor leal), ver acabada en sí mismo la obra creadora de Dios y comenzar su camino para realizar en sí el proyecto divino de plenitud de vida (cf. 1,12: hacerse hijo de Dios; 14,6: el camino hacia el Padre), o bien no responder a la invitación de Dios y quedarse en la esfera de la carne, es decir, en la debilidad y la impotencia.

Según 2,24-25, Jesús no se confiaba a ellos porque conocía lo que el hombre llevaba dentro, es decir, veía la futilidad y el vacío de aquellos ideales mesiánicos. Aquel movimiento, uno de cuyos representantes es Nicodemo, quedaba en la esfera de la <<carne>>.

miércoles, 25 de agosto de 2021

Jn 2,6

 Estaban allí colocadas seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los Judíos; cabían unos cien litros en cada una.

Se interrumpe la narración para señalar la presencia de las tinajas destinadas a la purificación. La descripción es minuciosa: se precisa su número (seis), el material de que estaban hechas (de piedra) y su capacidad, unos cien litros (literalmente, de 80 a 120 litros cada una); con esto resultan prácticamente inamovibles. La expresión estaban allí colocadas acentúa su estaticidad y su fijeza; su finalidad (destinadas a la purificación de los judíos) se coloca en el centro de la frase, para darle todo su relieve. Las tinajas, enormes y ocupando narrativamente el centro del episodio, lo dominan; ellas presiden la boda/alianza.

El determinativo de piedra evoca inmediatamente las tablas o losas de piedra en que fue escrita la Ley; ser la piedra es precisamente el epíteto constante que se les aplica (Ex 31,18; 32,15; 34,1.4; Dt 4,13; 5,22; 9,9.10.11; 10,1.3; 1 Re 8,9). Con estas tinajas, Jn representa la Ley de Moisés, código de la antigua alianza. En relación con el cambio de alianza, la piedra recuerda también el texto de Ezequiel: <<Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os dará un corazón de carne>> (36,26). A la ley de piedra, la antigua alianza, corresponde el corazón de piedra, sin amor.

La finalidad de las tinajas, la purificación, era un concepto que dominaba la Ley antigua. Esta Ley creaba con Dios una relación difícil y frágil, mediatizada por ritos. La necesidad continua de purificación procedía de la conciencia de impureza, es decir, de indignidad, creada por la Ley misma. Esta obsesión con la indignidad del hombre ante Dios explica la posición central de este versículo en el episodio de la boda y la insistencia en la capacidad y estabilidad de las tinajas. Ellas son el personaje central, que invade el espacio.

La necesidad continua de purificación revela un Dios susceptible, que rechaza al hombre por cualquier causa. La Ley no refleja su verdadero ser (1,17 Lect.), pues a través de ella no puede percibirse su amor; la Ley propone la imagen de un Dios impositivo, celoso guardián de su distancia respecto al pueblo y al individuo, y que no pierde ocasión de subrayarla.

En estas condiciones, cuando, según la Ley, Dios está continuamente alejando al hombre de sí, y, en consecuencia, el hombre se siente siempre indigno, sometido a un esfuerzo constante de reconciliación con él, no puede existir amor. Ni se manifiesta el amor de Dios al hombre, ni éste se siente unido a Dios por un vínculo de amor, sino de temor y dependencia. La Ley no es mediación, sino obstáculo. Es ella, por tanto, la que hace faltar el vino en esta boda, o el amor en esta alianza.

Las purificaciones son calificadas de los Judíos, los dirigentes del régimen o sus adictos.

Era el sacerdocio el mediador de la purificación legal (Lv 12-16). Ésta, por tanto, que se apoyaba en la conciencia de pecado creada por la Ley, era un instrumento de poder en manos de los dirigentes, con el que tenían sometido al pueblo (5,10 Lect.).

No se dice, sin embargo, que las tinajas contuvieran agua. De hecho, tendrán que ser llenadas siguiendo la orden de Jesús. El aparatoso ritual purificatorio está vacío. Las purificaciones, prescritas por la Ley, eran sólo aparentes y, por lo mismo, inútiles e ineficaces; no era realmente medio de restaurar la relación con Dios. El sistema religioso propugnado por los Judíos es, al mismo tiempo, opresor (conciencia constante de pecado, tinajas de piedra) e ineficaz (ausencia de agua). Existe sólo lo externo, sin contenido real.

El número seis es la cifra de lo incompleto, por oposición al siete, que indica la totalidad. Seis será el número de las fiestas judías registradas en el evangelio (tres Pascuas: 2,13; 6,4; 11,55; una fiesta anónima: 5,1; la fiesta de las Chozas, 7,2; la de la Dedicación del templo 10,22), indicando también su carácter de provisionalidad, pues van a ser sustituidas por la pascua de Jesús preparada con su muerte (19,42 Lect.). La actividad de Jesús se desarrolla el sexto día, precisamente porque la creación no está acabada. El número de seis tinajas indica de nuevo la ineficacia de la purificación y la imperfección de la Ley, que no alcanza su objetivo de unir al hombre con Dios.

Es la Ley, por tanto, la que produce la tristeza de la antigua alianza, donde falta el vino del amor. La primera señal que va a realizar Jesús, el nuevo Esposo, anunciará el cambio de alianza y la supresión del antiguo código legal. Lo hace ofreciendo una muestra de su vino.

martes, 1 de diciembre de 2020

Jn 1,6

 Apareció un hombre enviado de parte de Dios, su nombre era Juan.

En este estado permanente de la humanidad, el de la dialéctica luz / tinieblas, hay un acontecimiento: se presenta un mensajero. Se le describe sucesivamente, en primer lugar, como hombre; luego como enviado, determinando quién lo envía; finalmente, se pronuncia su nombre propio.

Esta sección, que describe la figura de Juan y el contenido y significado de su misión, tiene un evidente carácter polémico. Irrumpe bruscamente en el desarrollo del tema de la Palabra. Representa un cambio en la estructura (ritmo diverso) y estilo de las frases (v.g.: desaparición de la serie de coordinadas, y uso de la subordinación). Contiene elementos antitéticos con respecto a lo que se había afirmado de la Palabra: la palabra existía en el principio (forma durativa) / Juan apareció, vino (formas puntuales); la Palabra estaba junto a Dios / Juan fue enviado por él: la Palabra era Dios / Juan era un hombre; la Palabra contenía la vida-luz / Juan no era la luz.

Juan Bautista era visto por algunos como oponente de la Palabra (en realidad, históricamente, Jesús fue considerado como competidor de Juan Bautista, que había aparecido antes en el tiempo, cf. 3,25-30), de ahí el significado de la contraposición que Jn establece en esta sección y que va in crescendo hasta la formulación breve y taxativa del último paralelismo: no era él la luz (1,8). Sin embargo, Jn no hace de Juan Bautista un oponente de la Palabra: de rasgos contrapuestos a ella, Juan es, sin embargo, el aliado de la Palabra; pero su significado se agota en la misión de testimoniar, subsidiaria de la Luz.

Para transmitir su mensaje, Dios escoge a un hombre, sin más calificación de pueblo, condición social ni estado religioso. Un hombre, para quien la vida es la luz (1,4), va a dar testimonio a los hombres acerca de la luz-vida. Su misión le viene directamente de Dios, al margen de las instituciones religiosas.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...