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sábado, 1 de enero de 2022

Jn 4,46b - 54

 

  • Jn 4,46b
  • Jn 4,47
  • Jn 4,48
  • Jn 4,49
  • Jn 4,50
  • Jn 4,51
  • Jn 4,52
  • Jn 4,53
  • Jn 4,54
  •  Episodio en paralelo con el de la boda en Caná, como segunda señal (54; cf 2,11). Constituye al mismo tiempo un segundo principio (segundo episodio programático).
  • El poder político (46b, el funcionario real) ve en Jesús un Mesías reformista y poderoso, según la interpretación de su persona y actividad dada en Jerusalén (2,17.23) (47). Preocupado por la situación del pueblo (el hijo) que depende de él, busca en Jesús un aliado del poder (le pidió que bajase a Cafarnaún) que procure una solución dentro del sistema de relaciones existente (subordinación). El poder, impotente para salvar (estaba por morirse). Jesús denuncia la mentalidad de los poderosos (no creéis); esperan la salvación de una demostración de poder (cf. Dn 3,31-33; 4,32), como en el antiguo éxodo (Ex 7,3.9; 11,9,10; 15,11). Jesús va a efectuar una liberación/éxodo, pero sin alarde de fuerza ni ostentación de poder (48). Chiquillo (49): cariño, pero dependencia (menor de edad). Jesús llama al enfermo tu hijo (50), subrayando la igualdad; la salvación implica la libertad, no puede efectuarse en la relación de dependencia. Su mensaje (sus palabras) son vida, que él comunica independientemente de la voluntad del poderoso (50-51).
  • El cambio de actitud de éste se manifiesta en el texto por los diferente modos de designarlo (46b.49: el funcionario; 50: el hombre; 53: el padre, cambio de relación). La hora séptima (52), que sigue a la sexta, hora de la muerte de Jesús (19,45), es aquella en que, terminada su obra, produce la vida con la entrega del Espíritu (19-30). Ambiente no judío; la salvación será universal y consistirá en comunicar vida al pueblo, independientemente del deseo de los dirigentes.
    Esta segunda señal anuncia un comienzo y un programa de actividad. Supone la de Caná y se realiza desde el mismo lugar. El objetivo es el mismo, manifestar la gloria/amor (2,11), pero, ante una institución que rechaza el plan de Dios, Jesús va a dar vida al hombre directamente, fuera del marco institucional (54).

Jn 4,54

 Esto hizo Jesús esta vez como segunda señal al llegar de Judea a Galilea.

La segunda señal es un nuevo punto de partida. Recuerda el principio de las señales (2,11), que anunciaba la sustitución de la alianza y el don del amor; éste establecerá la nueva relación entre Dios y el hombre y creará la nueva comunidad humana. La señal de la boda queda siempre en vigor; lo que cambia es el modo como Jesús va a realizar su obra después del rechazo de los suyos. Por eso la segunda señal supone la anterior y se realiza como ella desde Caná. El objetivo va a ser el mismo, manifestar la gloria / amor (2,11); pero ante una institución que rechaza el plan de Dios, Jesús va a dar vida al hombre directamente, fuera del marco institucional judío, realizando así su éxodo.

La señal es segunda, no porque haga serie con la primera, sino porque anuncia, como ella, un comienzo y un programa de actividad. Por eso las que hizo en Jerusalén (2,13-23) y lo mismo las que seguirán a partir del capítulo 5º, siendo continuación o explicitación de las programáticas, no son de su mismo género ni hacen número con ellas. Como después de la primera, Jesús va a subir a Jerusalén, pero con otro propósito.

SÍNTESIS.

El episodio anuncia el modo como Jesús va a emprender su tarea de salvación. En el primer ciclo, en el contexto de la antigua alianza con Israel, había propuesto el cambio de relación entre Dios y el hombre, con la desaparición de todas las antiguas instituciones, sustituidas por su persona, para comenzar la nueva época de la humanidad. Ante el rechazo y la incomprensión de los jefes, Jesús cambia su programa. No se dirigirá más a las instituciones; en lo sucesivo irá en busca del hombre necesitado de vida, prescindiendo del marco institucional en que se encuentra. Usando una figura del pasado de Israel, esta actitud se expresa en categoría de éxodo.

Sin embargo, las acciones de Jesús carecerán de toda ostentación de poder. No será la suya una actividad que ayude al hombre de manera extrínseca, sino la comunicación de una fuerza de vida que lo renueve desde dentro. Su acción no necesitará su presencia física; será su mensaje el que comunique vida.

La clave antropológica de este ciclo está puesta de relieve por el desplazamiento progresivo que se nota en la narración evangélica: desde Judea, el pueblo de la antigua alianza, región de los suyos que no lo reciben, a Samaría, el pueblo cismático procedente del tronco de Israel, que lo acepta, para terminar con un hombre y su casa, realidad común a toda cultura.


Jn 4,53

 Cayó en la cuenta el padre de que había sido aquella la hora en que le había dicho Jesús: <<Tu hijo vive>>, y creyó él con toda su familia.

El hombre ve la eficacia de las palabras de Jesús. Éste no ha accedido a su deseo, pero no se ha desentendido del enfermo. Cuando constata que no se trataba de mejoría, sino de curación (se le quitó la fiebre), comprende todo el alcance de las palabras de Jesús, y que es <<su hijo>> el que vive. A esta comprensión puede corresponder la denominación <<el padre>>, explicada en el prólogo como la de aquel que comunica al hijo único toda su riqueza, haciéndolo igual a él (1,14; 3,35). Esta interpretación revela la causa que privaba de vida al enfermo/pueblo: el dominio del poderoso, que creaba la dependencia y suprimía la libertad. La dependencia expresada al principio ha desaparecido. Entonces cree en Jesús, él y toda su familia. Al percibir la vida que da Jesús, la manifestación de su gloria (2,11), llega a la fe, le da su adhesión verdadera.

La entrevista del funcionario con Jesús y la aceptación de su palabra puede representar el horizonte final que se abre ante el éxodo de Jesús, no sólo fuera de las instituciones, sino también fuera de los límites del Israel tradicional (11,54 Lect.). Así se explicaría la frase: creyó él y toda su familia / casa. En los episodios precedentes se hablaba de Judea (3,21) o de Samaría (4,4). Entre los paganos, sin embargo, para designar una comunidad no se la podía mencionar como <<raza>> o <<pueblo>>, había que recurrir a la unidad <<casad / familia>>, común a todos los pueblos. El término evoca, por contraposición, <<la casa de Israel>>, la de los suyos que no lo recibieron. La perspectiva se ensancha: cualquier <<casa>> puede recibir el mensaje de vida.

Jn 4,52

 Les preguntó a qué hora se había puesto mejor, y ellos le contestaron: <<Ayer a la hora séptima se le quitó la fiebre>>.

El hombre, que había escuchado las palabras de Jesús, al recibir la noticia con una frase casi idéntica a la empleada por éste, desea confirmar la coincidencia entre aquellas palabras y el hecho. Al principio, sin embargo, pregunta por la mejoría, según la petición que él mismo había hecho: evitar la muerte del chiquillo (4,49).

La hora de la curación coincide con la de las palabras de Jesús, demostrando su eficacia (cf. 5,25). En aquel tiempo, la una de la tarde se contaba como la hora séptima del día. La determinación de tiempo tiene, como de ordinario, un sentido particular. En el primer episodio programático, el de la boda (2,1-11), se hace mención por primera vez de <<la hora>> de Jesús (2,4), aún no llegada. En ella dará él su propio vino (el amor). Esa <<hora>> coincide con ésta, en la que él comunica vida: el Espíritu-amor que él comunicará al hombre, sacándolo de su situación de muerte.

<<La hora>> de Jesús es, por tanto, <<la sexta>> en cuanto señala su muerte (19,14 Lect.); <<la séptima>> en cuanto, terminada su obra, produce la vida con la entrega del Espíritu (19,30).

Jn 4,51

 Cuando iba ya bajando lo encontraron sus siervos, y le dijeron que su chico vivía.

Caná estaba en la sierra, Cafarnaún en la orilla del lago; el hombre va bajando la cuesta, va poniéndose al nivel del enfermo. Es entonces cuando encuentra a sus siervos (muestra de la clase social a la que pertenecía) que iban a darle la noticia. Los siervos llaman al enfermo tu chico; como <<chiquillo>>, también <<chico>> denota dependencia.

Los siervos, que no habían escuchado las palabras de Jesús, utilizan, sin embargo, su misma expresión: vive. La diferencia está en que para ellos el que vive es <<tu chico>>, mientras que para Jesús era <<tu hijo>>.

Jn 4,50

 Jesús le dijo: <<Ponte en camino, que tu hijo vive>>. Se fio el hombre de las palabras que le dijo Jesús y se puso en camino.

Jesús no necesita bajar a Cafarnaún. Él comunica vida con su palabra, que, siendo palabra creadora (1,3), no está circunscrita a un lugar, sino que puede llegar y llega a todo lugar. Da vida al enfermo directamente, sin exigir condición alguna. La vida del hombre interesa a Jesús tanto como al padre.

Jesús no habla de curación, sino de vida. Se insinúa con esto que la vida que él ha comunicado al enfermo no es una mera restitución de la salud, una continuidad de la vida recibida del padre, sino una nueva calidad, la vida definitiva, como aparecerá en los episodios que siguen. Es una vida que no depende de la que el padre le había dado y que lo hace, por tanto, independiente de él. La liberación que hace Jesús de todo factor de muerte se efectúa de manera positiva por la comunicación de vida al hombre mismo; es la vida nueva la que permite al hombre quedar libre de lo que le impedía vivir. Al aceptar la denotación de <<chiquillo>> como <<menor>>, la frase de Jesús recuerda al funcionario su verdadera relación con el enfermo: no es un <<chiquillo>>, sino un <<hijo>>, un igual.

La anterior confesión de impotencia por parte del poderoso y la palabra de Jesús que comunica vida muestran ser él el único salvador del hombre, en toda su extensión: todo factor de muerte, desde la opresión hasta la enfermedad y la muerte física quedan superadas por la calidad de vida que sólo él puede comunicar.

Jesús dice al funcionario que se ponga en camino y vea la realidad de lo sucedido. Con su invitación, lo pone a prueba, para ver si renuncia a su deseo de señales espectaculares. Si el hombre acepta la invitación de Jesús, verá que su hijo ha salido de su situación de muerte.

Él que pedía a Jesús como poderoso, cree ahora como <<hombre>>; antes se definía por su función, ahora por su condición humana, presupuesto para toda relación personal (4,7-8 Lect.). Se fía de las palabras de Jesús y, sin más, se pone en camino. Ha renunciado a su mentalidad de poder y a las señales portentosas. Jesús ha actuado sin ostentación de fuerza.

Con su respuesta indica Jesús que la salvación que él trae no requiere la colaboración del poderoso. Él va a ocuparse directamente del hombre, en su condición de debilidad y de muerte.

Jn 4,49

 El funcionario le insistió: <<Señor, baja antes que se muera mi chiquillo>>.

El funcionario insiste, tratando a Jesús respetuosamente, reconociendo su superioridad. Con su petición renovada confiesa la impotencia del poderoso ante la debilidad y la muerte. Es un caso extremo, el enfermo es su hijo, y el recurrir a Jesús muestra su interés por él; a pesar del poder que ejerce, no puede dar solución al problema decisivo del hombre. El poder es impotente para salvar. Espera la solución de este poder superior al suyo y de calidad diferente.

La muerte del muchacho es inminente, de ahí la urgencia de su petición. Piensa que la salvación del chiquillo depende de la presencia física de Jesús y de la realización de un prodigio.

El funcionario no llama al enfermo <<mi hijo>>, sino <<mi chiquillo>>. No es imposible que esta denominación tenga un significado particular, en oposición a <<su hijo>>, como lo ha llamado el narrador (4,46b). El término <<chiquillo>> (gr. paidion) por un lado indica afecto (forma diminutiva) y por otro denota claramente la dependencia propia del menor. Aunque unido al enfermo por el cariño, el hombre del poder no ha establecido con él una verdadera relación paterno-filial, lo trata desde su condición de poderoso. Dado el amplio significado de la enfermedad, que, además de lo físico, abarca el área de la opresión, el término <<chiquillo>> indica desigualdad y dependencia.


Jn 4,48

 Le contestó Jesús: <<Como no veáis señales portentosas, no creéis>>.

Con su respuesta, descubre Jesús la mentalidad del funcionario real, que le es común con los de su clase (no creéis). Este extraño plural, que señala la categoría de los instalados en el poder, es otro dato que hace penetrar más allá de la superficie episódica. Jesús, en el funcionario, se dirige a los poderosos y, más en general, a aquellos que esperan la salvación de la demostración de poder. Para ellos, la fe sólo puede tener como fundamento el despliegue de fuerza, el espectáculo taumatúrgico. El funcionario estará dispuesto a adherirse a él cuando vea los efectos prodigiosos de su acción. Como individuo poderoso sólo entiende el lenguaje del poder. Busca en Jesús la intervención del Dios omnipotente que actúa sin contar con el hombre y que, con un acto espectacular, remedia la situación desde fuera.

La expresión señales portentosas y la designación <<funcionario real>> aluden a diversos pasajes del libro de Daniel. Así Dn 3,31-33: <<El rey Nabucodonosor, a todos los pueblos ... Quiero contar los signos y prodigios ( = señales portentosas) que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Qué grandes son sus signos, qué admirables sus prodigios!>>. Y la alabanza del rey a Dios después que recobró la razón fue ésta (4,32): <<Su reino es eterno, su imperio dura de edad en edad; no cuentan los que habitan la tierra, y trata como quiere al ejército del cielo; nadie puede atentar contra él ni exigirle cuentas de lo que hace>>. El rey absoluto se rinde ante un Dios a quien concibe como más poderoso y más absoluto que él mismo. El poder reconoce a un poder superior.

Respecto al funcionario, la expresión de Jesús ha puesto al descubierto su mentalidad de poderoso; pero muestra, al mismo tiempo, cómo Jesús mismo rechaza un determinado modo de remediar la debilidad del hombre y, por contraste, la manera como él va a efectuarla.

De hecho, la expresión señales portentosas (signos y  prodigios) es también típica de la actuación de Dios por medio de Moisés para salvar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, Éx 7,3: <<Yo ponderé terco al Faraón y haré muchos signos y prodigios ( = señales portentosas) contra Egipto>>. Lo miso en 7,9; 11,9.10; 11,11 (LXX).

La negativa de Jesús a ejercer una actividad parecida a la de Moisés muestra el sentido del episodio. Su tema es, como en el Éxodo, la liberación de una esclavitud. En el funcionario aparece la figura del poder, en el muchacho enfermo la del hombre en situación extrema y próximo a la muerte (correspondiente del antiguo Israel en Egipto); la figura de Jesús se opone a la de Moisés, que salvó al pueblo de manera prodigiosa, insinuando que el Mesías del que se esperaba la renovación de los prodigios del éxodo lo realizará de forma diversa.

Jesús no accede al deseo del funcionario de que baje a Cafarnaún ni al despliegue de poder que él cree necesario para que el hijo escape de la muerte. No propone la imagen de Dios reflejada en el Éxodo ni en el libro de Daniel. El esplendor del Mesías no será el de los signos prodigiosos, sino el del amor fiel (1,14).

La respuesta de Jesús contiene uno de los temas centrales de la perícopa: su actividad excluye las señales portentosas. Jn <<desmitifica>> ya de antemano las señales que van a seguir; según él mismo, no serán prodigios; Jesús, para salvar, no hará ningún alarde de poder.

    DANIEL. CAPÍTULO 3.

Jn 4,47

 Al oír éste que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo y le pidió que bajase y curase a su hijo, que estaba para morirse.

El funcionario va a ver a Jesús movido por la necesidad. No le expresa adhesión personal, pero necesita su ayuda.

El hijo tiene una enfermedad grave, está a punto de morir. Como solución al peligro de muerte, el funcionario pide una intervención directa de Jesús: que baje en persona y lo cure. Yendo a ver a Jesús muestra su interés por el enfermo; por su parte, se considera impotente ante la enfermedad y la muerte que se avecina; lo espera todo de la intervención de Jesús.

Sabe que éste ha estado en Judea y va a verlo atraído por su fama (Al oír), que, en Galilea, se basa exclusivamente en lo sucedido en Jerusalén durante las fiestas de Pascua (4,45). El, que representa el poder político, ve, por tanto, en Jesús, que ha sido capaz de enfrentarse con el centro de la institución judía (2,13ss), un Mesías político reformista y poderoso, según la interpretación dada en Jerusalén (2,23). Al deducir de ello que Jesús puede curar a su hijo, amplía el significado de la enfermedad y de la curación, incluyendo la interpretación sociopolítica al lado de la enfermedad física y convirtiendo al hijo-enfermo en una figura representativa. El funcionario está preocupado por la situación desesperada del hombre que depende de él y viene a buscar solución en Jesús, el Mesías poderoso, capaz de ponerle remedio, aunque sin proponerse modificar el sistema de relaciones ya existente.

Jn 4,46b

 Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún.

Para este episodio, programático de toda la actividad de Jesús con el hombre, escoge Jn como protagonista un hombre que ejerce autoridad y que, por eso, puede ser figura de cualquier tipo de poder.

El autor señala desde el principio la relación de sangre existente entre el funcionario y el enfermo. Este es hijo único; prepara así Jn el carácter representativo del personaje. El funcionario reside en Cafarnaún, la ciudad más importante de la Galilea judía.

El muchacho está enfermo. Por primera vez, el conflicto vida-muerte se presenta a Jesús. Esto anuncia el tema de su actividad con el hombre.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Jn 4,45-46a

 

  • Jn 4,45
  • Jn 4,46a
  • Resonancia nacional de la actividad de Jesús en Jerusalén. Se cierra el ciclo en que Jesús ha propuesto la sustitución de las antiguas instituciones y ha sido rechazado. Va a comenzar una nueva etapa de su actividad, con un cambio de táctica.

Jn 4,46a

 Llegó así de nuevo a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

La vuelta de Jesús a Caná cierra un ciclo que incluye su actuación en Jerusalén y sus bautismos en Judea. Su primer contacto con el centro han provocado reacciones equivocadas (2,23ss) y, además, abierta hostilidad en los círculos adictos a la Ley (4,1-3). En suma, incomprensión. La vuelta al lugar de su primera señal pone fin a su primera etapa y va a constituir un nuevo principio.

Jn 4,45

 Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, por haber visto personalmente todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Jesús vuelve a Galilea, la región menos hostil, donde puede moverse con libertad (cf. 1,43). La acogida de los galileos está inspirada por su actuación en Jerusalén, que había tenido resonancia nacional. Se muestran favorables a Jesús; continúa la adhesión que él no había aceptado en la capital (2,23-25), por fundarse en una idea mesiánica reformista. Tampoco los galileos lo comprenden; aunque en menor grado que Judea, contrastan también ellos con Samaría, que ha aceptado su mensaje y reconocido su universalismo (el salvador del mundo), por encima de las barreras nacionalistas. Hasta ahora, únicamente los heterodoxos han recibido al Mesías en su verdadero carácter.

Jn 4,4-44

 

  • Jn 4,4
  • Jn 4,5
  • Jn 4,6
  • Jn 4,7-8
  • Jn 4,9
  • Jn 4,10
  • Jn 4,11
  • Jn 4,12
  • Jn 4,13-14a
  • Jn 4,14b
  • Jn 4,15
  • Jn 4,16-17a
  • Jn 4,17b-18
  • Jn 4,19-20
  • Jn 4,21
  • Jn 4,22
  • Jn 4,23a
  • Jn 4,23b
  • Jn 4,24
  • Jn 4,25-26
  • Jn 4,27
  • Jn 4,28-29
  • Jn 4,30
  • Jn 4,31-32
  • Jn 4,33-34
  • Jn 4,35
  • Jn 4,36
  • Jn 4,37-38
  • Jn 4,39-40
  • Jn 4,41-42
  • Jn 4,43-44
  • Contraste con el rechazo en Judea: la región infiel y despreciada por los judíos reconoce su situación y acepta al salvador. TEMA CENTRAL: en la nueva relación con Dios desaparece el culto localizado y ritual (templos); el culto verdadero es la práctica del amor, expresión del Espíritu.
  • Tierra que conserva los recuerdos de los orígenes de Israel (Jacob, José; cf Gn 33,19; 48,22; Jos 24,32), Sicar, la antigua Siquén (Gn 33,18-20; Jos 24,32; Os 6,9) (5).
  • El manantial de Jacob (6), más adelante llamado el pozo (11.12), que en la tradición judía se convierte en un elemento mítico, que sintetiza los pozos de los patriarcas y el manantial que Moisés abrió en la roca del desierto; cf. Gn 29,2-10; Nm 21,16-18. Es figura de la Ley, de la que brota el agua viva de la sabiduría.
  • La mujer (7-8) no tiene nombre propio; representa a Samaría, que pretende apagar su sed en su antigua tradición. Encuentro del Mesías con Samaría a solas (cf. Os 2,15s). Dame de beber: Jesús pide una muestra de solidaridad en el nivel humano elemental, que une a los hombres por encima de las culturas y de las barreras políticas y religiosas (9).
  • Jesús quiere superar la enemistad ofreciendo un don mayor que el que pide. El don de Dios es Jesús mismo (3,16). El agua viva (10) simboliza el Espíritu. Extrañeza de la mujer, como la de Nicodemo (3,5); no conoce más agua que la de la Ley (el pozo) y piensa que ha de extraerse con esfuerzo humano. No se imagina un don de Dios gratuito (11). Conoce el don de Jacob (nos dio), pero no el de Dios (12). Insuficiencia del don hecho por Jacob (13); la Ley no satisface al hombre (cf. Eclo 24,21-23); Jesús ofrece a todos su agua/Espíritu (Is 55), que puede satisfacer las aspiraciones mas profundas del hombre (14); el Espíritu es un manantial interno, no externo como la Ley/pozo; el hombre recibe vida en su raíz misma (dentro); manantial perenne que da vida y fecundidad, desarrollando a cada uno en su dimensión personal. La ley, externa y genérica, despersonaliza; el Espíritu personaliza y comunica una vida que supera la muerte (definitiva). La mujer, dispuesta a abandonar el pozo de la Ley/tradición, que no calma su sed.
    Obstáculo para recibir el agua/Espíritu. Cinco maridos (16-18), trasfondo del libro de Oseas, donde la prostituta (Os 1,2) y la adúltera (3,1) son símbolos del reino de Israel, que tenía a Samaría por capital. Prostitución y adulterio: la idolatría, haber abandonado al verdadero Dios (Os 2,4.7-9.15). Alusión a 2 Re 17,24-41, donde se narra el origen de la idolatría de los samaritanos y se mencionan cinco ermitas de dioses, además del culto a Yahvé (2 Re 17,29-32). A estas cifras aluden las palabras de Jesús.
  • Piensa que la relación con Dios es cultual (19-20). No se trata de elegir entre templos, ha terminado esa época; no hay lugar privilegiado (2,19-2). Mujer (21) significa esposa (cf 2,4). En contraste con la madre de Jesús, que representaba al Israel fiel, la samaritana representa al Israel infiel. Nuevo nombre de Dios: el Padre (21), el dador de vida. Nueva relación, establecida por la comunidad de Espíritu entre Dios y el hombre; excluye todo particularismo (12: nuestro padre Jacob; 20: nuestros padres). Vínculo familiar y personal; el culto será también personal, en el marco de la relación hijo-Padre.
  • Lo que no conocéis (22), alusión a la infidelidad/idolatría de los samaritanos (cf Dt 13,7). La salvación que proviene de los judíos es Jesús mismo como Mesías (26), salvador de la humanidad entera (cf 11,52).
  • El verdadero culto a Dios (23) suprimirá el culto samaritano y el judío. No se dará a un Dios lejano, sino al Padre, unido al hombre por una relación personal. Se da culto, se honra al Padre siendo como él, colaborando en su obra creadora, actuando en favor del hombre. Los antiguos cultos y templos sustituidos por el amor leal al hombre (cf. 1,14.17) (el culto con Espíritu y lealtad), que prolonga el del Padre. Urgencia del amor del Padre (el Padre busca). Dios es Espíritu (24), dinamismo de vida/amor; el hombre/hijo ha de comportarse como su Padre: sintonía que lleva a la semejanza. El culto antiguo subrayaba la distancia, humillando al hombre ante Dios; el nuevo (la práctica del amor fiel) tiende a suprimirla, haciendo al hombre cada vez más semejante al Padre. Revelación del Mesías (25-26).
  • Los discípulos: inferioridad de la mujer (27). La respuesta de la samaritana (28-30) y la de los habitantes abre el horizonte de la cosecha inmediata.
    Para mí es alimento (cf. Sal 119,103; Prov 9,5, de la Ley) (34): el designio del Padre es comunicar a los hombres el Espíritu; en otras palabras, terminar la creación del hombre comunicándole la capacidad de amar.
  • Realizar el designio del Padre se expresa ahora en términos de siembra y siega (36), que están en función del fruto. El salario, el fruto mismo.
  • Al ocupar la tierra prometida, Israel gozó de bienes que no había trabajado (Dt 6,10s; Jos 24,13). Así ocurrirá ahora a los discípulos, quienes gozarán de la vida en la comunidad mesiánica, nueva tierra prometida, sin esfuerzo propio (37-38), mientras Israel, que rechaza a Jesús, se verá privado de ella (Dt 28,30; Miq 6,15).
    La noticia dada por la mujer (39-40) hace comprender a los samaritanos que ha llegado para ellos la hora de la misericordia de Dios (Os 7,1). Dos días, cf Os 6,2: En dos días nos hará revivir. La fe, fruto del contacto personal con Jesús (41-44). Salvador del mundo, cf. 1,29: el que quita el pecado del mundo; 3,16. El tema del profeta rechazado por los suyos se había hecho proverbio (Mt 13,57; Mc 6,4; Lc 4,24; Jr 12,6-9; cf. Jn 1,11).
  • Síntesis. El programa universalista de Jesús comienza a realizarse con la llamada del Israel heterodoxo. Los marginados responden, mientras los instalados en el régimen judío lo han rechazado. Jesús supera las barreras creadas por los particularismos étnicos y religiosos (templos); su labor es la personalización del hombre (el designio del Padre), que se alcanza cuando éste posee una nueva calidad de vida/amor (el Espíritu), una nueva actitud respecto a los hombres y al mundo. Dios/el Padre no exige presentes ni dones, él es el dador que comunica vida. El homenaje al Padre ya no consiste, por tanto, en un culto ritual. No hay dos esferas, la de Dios y la de la vida. La existencia misma, dedicada al bien de los demás, que prolonga en el mundo la acción creadora, es el culto que honra al Padre. El amor forma inmediatamente la nueva comunidad humana.
  • Dios se define como principio dinámico de amor (Espíritu). El sustrato del universo es un amor personal, activo y sin fronteras, hecho presente en Jesús y que por él llega a todo hombre que lo acoge en su realidad humana.
    En el hombre, el Espíritu/amor es un nuevo principio vital que toma el puesto de la Ley externa; es constitutivo del hombre y lo que va llevando a su plenitud. El espíritu es único, el de Jesús; por eso crea la unidad en la diversidad.

Jn 4,43-44

 Al cabo de los dos días salió de allí para Galilea, pues Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia tierra.

Insiste el evangelista sobre la estancia de Jesús en Samaría, para subrayar la vivificación de aquel pueblo. Irse a Galilea significaba, por otra parte, alejarse de Judea. La razón contrasta con lo sucedido en Samaría. Los samaritanos lo han reconocido; en Judea, en cambio, no ha recibido el honor de un profeta (4,19): vino a su casa, pero los suyos no lo acogieron (1,11) y, entre los suyos, destaca Jerusalén, que personificaba la nación y era el lugar del Mesías. Él, que se había manifestado en el templo, experimentó la oposición de los dirigentes (2,18) y, más tarde, la hostilidad de los fariseos (4,1).

El tema del profeta rechazado por los suyos se había convertido en proverbio (Mt 13,57; Mc 6,4; Lc 4,24). En el AT el caso más claro es el de Jeremías, sospechoso para sus mismos familiares: <<También tus hermanos y tu familia te son desleales, también ellos te calumnian a la espalda>> (12,6); <<He abandonado mi casa y desechado mi heredad, he entregado el amor de mi alma en manos enemigas, porque mi heredad se había vuelto contra mí>> (12,7-8). La figura de Jesús Mesías sintetiza trazos de los diversos enviados de Dios en la antigua alianza (1,21 Lect.).

SÍNTESIS

La perícopa define el contenido del designio divino que Jesús ha de ejecutar: la comunicación del Espíritu al hombre como nuevo principio vital que sustituye a la Ley externa.

El Espíritu, que se hace constitutivo del hombre, lo desarrolla y lo fecunda, dándole la capacidad de amar generosamente. Lo eleva al nivel de existencia que se llama vida definitiva, propio de la creación terminada, completando así su ser. Lo capacita para realizar el proyecto de Dios en sí mismo, la plenitud de vida personal. El Espíritu es único, el de Jesús; por eso, aunque constituye un principio vital en cada individuo, crea la unidad en la diversidad.

Dios se define como Espíritu, es decir, como principio dinámico de amor. El sustrato del universo es un amor personal, activo y sin fronteras, hecho presente en Jesús y que por él llega a todo hombre que lo acoge en su realidad humana.

Por ser fuente de vida y amor por esencia, Dios-Espíritu es llamado Padre. Esta denominación suprime las discriminaciones, dejando en la sombra el origen étnico y los condicionamientos culturales. El único Padre de la humanidad entera crea la hermandad y la igualdad de todos. La superioridad que busca pretexto en las peculiaridades o tradiciones nacionales o religiosas queda eliminada. Reconocer a Dios como Padre exige renunciar a los particularismos.

La denominación <<Padre>> hace pasar a Dios de la esfera de lo sacro a la de la familia. Él se propone formar la familia humana. Cesa, por tanto, el culto a Dios en los templos. El Padre no exige presentes o dones, él es el dador que comunica vida. Su voluntad y designio es que ésta se extienda y florezca lo más posible. El homenaje al Padre ya no consistirá, por tanto, en un culto ritual, al estilo de Israel. No hay dos esferas, la de Dios y la de la vida. La existencia misma, dedicada al bien de los demás, es el culto al Padre, que vive con el hombre, prolongando con él su actividad en el mundo. El amor forma inmediatamente la nueva comunidad humana, que muestra al mundo la realidad de la obra de Dios.

Es el pueblo marginado quien responde a Jesús. Mientras los instalados en el régimen judío no lo han comprendido, e incluso lo han forzado a marcharse de Judea, los despreciados lo acogen.



Jn 4,41-42

 Muchos más creyeron por lo que dijo él, y decían a la mujer: <<Ya no creemos por lo que tú cuentas, nosotros mismos lo hemos estado oyendo y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo>>.

La eficacia del anuncio queda eclipsada por la palabra de Jesús. La fe ya no se funda en la experiencia de la mujer, sino en la experiencia personal de ellos, que lo han oído y han llegado a la persuasión de que es realmente el salvador del mundo. Para ellos, Jesús no es un Mesías nacional, destinado a su pueblo o al judío; han comprendido que su misión es universal, pues ha sido capaz de superar la enemistad entre los dos pueblos. Para él no hay diferencias. La nueva era sin templos anula los reductos del nacionalismo religioso. El nuevo manantial, que sustituye al antiguo, hace indiferente la ascendencia israelita (Jacob). El nuevo Padre, Dios, que sustituye a los antepasados, es común a la humanidad entera. El título de Mesías, ligado a la tradición particular de un pueblo, necesitaba ser explicado al extenderse su misión fuera de la cultura judía. El nuevo título, que responde al nombre de Jesús (Dios salva, cf. 4,22), anuncia la misión entre los paganos (11,54 Lect.).

El salvador del mundo está en paralelo con 1,29: el Cordero de Dios, que va a quitar el pecado del mundo, y con la universalidad del amor de Dios (3,16): así demostró Dios su amor al mundo (cf. 3,17; 12,47; Is 49,6; 1 Jn 4,14; 2 Cor 5,19). Los samaritanos, heterodoxos, han comprendido el mensaje de Jesús, mientras los judíos ortodoxos, como Nicodemo, no han sido capaces de captarlo. La fe aparece como el resultado del contacto personal con Jesús; sólo él lleva a la confesión plena. 

Comparando este pasaje con la estancia de Jesús en Judea, resalta la diferencia. En Judea predominaban los aspectos negativos: Jesús no se confiaba a ellos (2,24); al describir la misión de Jesús se hacía notar el doble resultado, aceptación y rechazo (3,17ss); al final de la estancia en Judea resuena casi una amenaza: quien no hace caso al Hijo no sabrá lo que es vida; no, la reprobación de Dios queda sobre él (3,36). En este pasaje, en cambio, los aspectos son positivos: la mujer ha reconocido su situación de pecado (4,29.39) y ha ido a comunicar a otros su experiencia. Si, al principio, los discípulos se quedaron con Jesús (1,39), cuando aún no tenían fe en él (cf. 2,11), aquí es Jesús el que se queda con los samaritanos, que han creído: según la alusión a Os 6,2, se queda para darles vida, es decir, para realizar en ellos el designio del Padre (4,34). Nicodemo esperó que fuese el Mesías-maestro para Israel; éstos lo ven como el Mesías-salvador para el mundo entero.

Los temas tratados desde Caná (2,1) hasta la salida de Judea (4,1-3) se repiten en este episodio, pero en sentido positivo: según la figura de la alianza / boda, el Mesías encuentra a la esposa infiel y la atrae a sí de nuevo. Él es el nuevo santuario del que mana el agua del Espíritu. La Ley de Moisés queda sustituida por el espíritu y la lealtad, que son la norma de vida y el culto al Padre. Los antiguos intermediarios, representados por Jacob, que habían dado el pozo, quedan superados.

Jn 4,39-40

 Del pueblo aquel muchos de los samaritanos le dieron su adhesión por lo que les decía la mujer, que declaraba: <<Me ha dicho todo lo que he hecho>>. Así, cuando llegaron los samaritanos adonde estaba él, le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días.

La noticia dada por la mujer hace comprender a los samaritanos que ha llegado para ellos la hora de la misericordia de Dios (Os 7,1; Jn 4,28-29 Lect.). Al llegar adonde estaba Jesús, su reacción inmediata es el deseo de su presencia, rompiendo toda barrera de prejuicios raciales o religiosos. La reconciliación está hecha, Jesús accede, interrumpe su viaje y se queda en el lugar dos días; según Os 6,2: <<En dos días nos hará revivir>>. Jesús, cuya misión es dar vida, la comunica a los que han respondido a su anuncio con la fe.

Jn 4,37-38

 Con todo, en esto tiene razón el refrán, que uno siembra y otro siega: yo os he enviado a segar lo que no os ha costado fatiga; otros se han estado fatigando y vosotros os habéis encontrado con el fruto de su fatiga.

En contraste con el versículo anterior, donde se describía la alegría común de sembrador y segador por la participación en el mismo fruto, Jesús afirma ahora otro hecho: también es verdad que otros no van a gozar del fruto de su fatiga. Al no aceptar el programa del Mesías, la sustitución de las antiguas instituciones, el pasado de Israel queda frustrado y el fruto de las promesas lo cosecharán otros, la nueva comunidad de Jesús. Se recoge aquí el tema de la maldición que recaería sobre el pueblo infiel a la alianza: ser excluidos del fruto del propio trabajo (Dt 28,30: <<Te plantarás una viña y no la vendimiarás>>; Miq 6,15: <<Sembrarás y no segarás, pisarás la aceituna y no te ungirás; pisarás la uva y no beberás vino>>; cf. Lv 26,16; Am 5,11). Equivale este dicho al que terminaba la estancia de Jesús en Judea: la reprobación de Dios queda sobre él (3,36).

Por otra parte, los discípulos gozan ya de bienes que no les han costado fatiga. Esto corresponde a lo que sucedió a Israel al ocupar la tierra prometida (Dt 6,10-11: <<Cuando el Señor tu Dios te introduzca en la tierra ... con viñas y olivares que tú no has plantado, etcétera>>; Jos 24,13: <<Les di una tierra por la que no habían sudado (LXX: fatigado), ... viñedos y olivares que no habían plantado y de los que ahora comen>>).

Como para Israel la tierra fue un don de Dios, así los discípulos de Jesús van a recibir como don la realidad mesiánica, nueva tierra prometida. Ésta es la bendición inicial, el fruto sin trabajo, que se continuará con lo expresado anteriormente (4,36), el gozo de la cosecha compartido con el que siembra (cf. Am 9,13-14: <<Mirad que llegan días ... cuando el que ara seguirá de cerca al segador y el que pisa uvas al sembrador; fluirá licor por los montes y ondearán los collados. Cambiaré la suerte de mi pueblo Israel: ... plantarán viñedos y beberán su vino, cultivarán huertos y comerán sus frutos>>).

Jn 4,36

 <<El segador cobra salario reuniendo fruto para una vida definitiva; así se alegran los dos, sembrador y segador>>.

El designio del Padre (4,34) se expresa ahora en términos de siembra y siega, que están en función del fruto. Esta palabra no reaparecerá hasta 12,24: si el grano de trigo, caído en la tierra, no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. La hora de la siega estará precedida de la hora de su muerte, cuando quede terminado el proyecto de Dios (19,30: Queda terminado). Esa será la siembra del grano. Esa será la siembra del grano. Jesús es aquí el sembrador y el trigo que se siembra. En 12,24, el fruto estará en relación con los griegos que se acercan, aquí con los samaritanos. Es Judea, el reducto del nacionalismo y de la Ley (2,23-25; 3,1-21), la que no escucha. El fruto, que es el hombre nuevo, no es transitorio, tiene vida definitiva; se va constituyendo la nueva creación, la de los hijos de Dios dispersos que la muerte de Jesús reunirá en uno (11,52). Es una labor en la que han de colaborar los discípulos (15,16).

El fruto se reúne para una vida definitiva. Siendo un nombre colectivo (cosecha), subraya la unidad de los que han recibido el agua del Espíritu y poseen esa vida (4,14), que se hace visible y se desarrolla en la comunidad donde se ejerce el amor muto (13,34s). Esa calidad de vida forma el grupo de los que viven en medio del mundo injusto sin pertenecer a él (17,14.16); ellos son las primicias del reino de Dios, la nueva sociedad en marcha.

El segador cobra ya su salario, que es el mismo fruto que recoge y que alegra lo mismo a él que al que hizo la siembra. El trabajo de uno y otro distaban en el tiempo, pero la alegría es simultánea. Ambos han trabajado mirando a la cosecha; la finalidad era la misma, por eso la alegría es común.

La alegría está en relación con el fruto. Tal fue la de Juan Bautista, al ver que el esposo tenía ya a la esposa, que el Mesías reunía a su pueblo (3,29). Pero, sobre todo, tal es la de Jesús. Por eso el tema de la alegría aparecerá en los capítulos 15-16, en los que él trata de la misión de su comunidad (15,8.16: fruto; 15,11; 16,20-22: alegría). 

Jn 4,35

 <<Vosotros decís que aún faltan cuatro meses para la siega, ¿verdad? Pues mirad lo que os digo: Levantad la vista y contemplad los campos dorados para la siega>>.

La estación del año sirve a Jesús para hacer una oposición metafórica, comparando dos cosechas: la del campo, todavía lejana, y la de la fe de Samaría, ya a punto de ser recogida.

Invita a sus discípulos a darse cuenta de la nueva realidad. La presencia y el mensaje de la mujer a los suyos han sido la siembra profetizada en Os 2,25: <<Y me la sembraré en el país, me compadeceré de Incompadecida y diré a No-pueblo-mío: ´Eres mi pueblo´ y él responderá: ´Dios mío´>>.

Las palabras de Jesús son un canto de triunfo. La esterilidad de Jerusalén y de Judea se ha cambiado en la fecundidad de Samaría. El Mesías / Esposo ha encontrado aquí a la esposa. Si en Judea nadie aceptaba su testimonio (3,32), aquí, en cambio, ya están en camino los que lo aceptan (4,30). La cosecha ya presente invita a la siega y es un estímulo para los discípulos. La frase de Jesús explica y confirma lo sucedido con la mujer.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...