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domingo, 3 de septiembre de 2023

Jn 20,27

 Luego dice a Tomás: <<Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel>>.

La indicación de posteridad (Luego) divide la aparición de Jesús a la comunidad del caso de Tomás. Jesús viene para todos y es en esa reunión, y no independientemente del grupo, donde Tomás se encontrará con Jesús y hallará solución a su problema. Él había manifestado su incredulidad ante los otros discípulos; Jesús toma la iniciativa y lo invita a tocarlo, como había pretendido; acepta su desafío y lo exhorta a creer.

Muestra Jesús de nuevo su amor a los suyos. Lo mismo que había tomado la iniciativa cuando lo abandonaron (6,19-21), la toma también ahora para impedir que se pierda Tomás (17,12), que le había dado su adhesión sincera, mostrándose dispuesto a morir con él (11,16).

Siempre que Jesús se hace presente entre los suyos lleva en sí el recuerdo de su muerte por sus amigos (15,13). Su amor hasta el extremo, simbolizado por las señales de los clavos y de la lanza, es connatural a su presencia e inseparable de ella. La señal del costado significa, además, el don incesante del Espíritu.

Jn insiste fuertemente en el aspecto físico de la prueba que Tomás requiere y que Jesús está dispuesto a concederle. Con esto subraya la continuidad entre el pasado y el presente de Jesús, sin embargo, tiene una cualificación: es el que ha pasado a través de la muerte y así quedará siempre, en su estado definitivo.

Quiere decir, por tanto, en primer lugar, que la resurrección no lo despoja de la condición humana anterior, ni significa el paso a una condición de ser superior a la humana, sino que es la condición humana llevaba a su cumbre y asume toda su historia precedente. Ésta no ha sido simplemente una etapa preliminar; ella ha realizado el estado presente de Jesús.

Se aprecia de nuevo en esta escena el tema eucarístico. Tocar las manos y el costado de Jesús significa una comunión con su carne y su muerte, recibiendo por ella su misma vida. La comunidad reunida contempla su gloria (17,24), el esplendor de su amor.

domingo, 30 de abril de 2023

Jn 14,27

 <<´Paz´ es mi despedida; paz os deseo, la mía, pero yo no me despido como se despide todo el mundo. No estéis intranquilos ni tengáis miedo>>.

Jesús se despide deseándoles la paz. Éste era el saludo ordinario al llegar y al despedirse. Su paz, sin embargo, es diferente: no es un saludo trivial. Tampoco se despide como todos, porque él se va, pero no va a estar ausente. Esto debe darles la serenidad y quitarles todo temor. Cierra Jesús esta parte de su instrucción como la había comenzado (14,1).


domingo, 8 de enero de 2023

Jn 11,27

 Ella le contestó: <<Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo>>.

La fórmula que usa Marta para expresar su fe la inserta Jn en el primer colofón del evangelio; es la fe a que él pretende llevar al lector (20,31). Es, por tanto, la perfecta profesión de fe cristiana. Jesús es el Mesías, el Ungido, el Consagrado por Dios con el Espíritu, el Hijo de Dios, el Hombre que es Dios (1,18: el único Dios engendrado).

Que Jesús es el Hijo de Dios fue el testimonio dado por Juan Bautista después de presenciar la bajada del Espíritu, que significaba al mismo tiempo la consagración mesiánica (1,34; cf. 10,36). Con este significado, el título Mesías había sido aplicado a Jesús por Andrés (1,41). Natanael recogió la denominación dada por el Bautista, <<el Hijo de Dios>>, pero interpretándola en términos de <<rey de Israel>> (1,49). La fórmula de Marta devuelve el título Mesías su pleno significado: la unción, que es el Espíritu, hace de Jesús el Hijo de Dios, la presencia del Padre entre los hombres.

El último miembro de la frase de Marta: el que tenía que venir al mundo, fue empleado por la multitud cuando reconoció a Jesús como <<el Profeta>> (6,14). El uso que ahora hace Marta, aplicándolo a Jesús Mesías, muestra la diferencia entre su mentalidad anterior y la propia del discípulo. La gente esperaba al Profeta, continuador de la tradición del AT, a un enviado que hablase en nombre de Dios, un segundo Eliseo, aunque mayor que éste (6,9 Lect.). También Marta había interpretado al Mesías en términos de <<el Profeta>> al afirmar que Dios le concedería todo lo que le pidiera (11,22; cf. 4,19; 9,17; 9,35b Lect.). Ahora, en cambio, comprende cuál era el verdadero objeto de la esperanza: el Mesías Hijo de Dios, que da a todos los que creen en él la vida que no conoce muerte. Comprende ahora que el amor del Padre no es ocasional, sino universal y permanente. Ha captado el sentido de las promesas del AT (el que tenía que venir al mundo) y en qué modo la Escritura daba testimonio de Jesús como dador de vida (5,39s). Es la fe propia del cristiano.

SÍNTESIS

En el ámbito de la muerte se presenta Jesús como la resurrección y la vida. El proyecto creador de Dios no es hacer un hombre destinado a la muerte, sino a la vida plena y definitiva, comunicándole la suya propia. Tal es el designio del Padre y la obra mesiánica de Jesús.

Se inaugura así la etapa última y definitiva de la creación. Para el que ha recibido el Espíritu de Dios no existe interrupción de vida, la muerte es sólo una necesidad física. Tal es la fe cristiana y la realidad que existe ya en los que pertenecen a Jesús.

martes, 16 de agosto de 2022

Jn 9,27

 Les replicó: <<Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?

Querían encontrar una escapatoria. La réplica del hombre los asocia a los sordos de Is 42,18: <<Sordos, escuchad y oíd; ciegos, mirad y ved>>. El pueblo está ciego, porque no lo dejan ver; los dirigentes, sordos, porque no quieren oír. Ante aquella obcecación, el hombre se permite la ironía: ¿Es que queréis haceros discípulos suyos también vosotros?

domingo, 7 de agosto de 2022

Jn 8,27

 No comprendieron que les hablaba del Padre.

Siguen sin entender: ellos no ven ningún vínculo entre Jesús y Dios. Según su idea de Dios, Jesús no puede ser su enviado (7,28; 8,18s; 9,16). Su Dios somete al hombre, mientras el de Jesús es el Padre, el que está a favor del hombre (5,16-18).

domingo, 31 de julio de 2022

Jn 7,27

 <<Pero éste sabemos de dónde procede, mientras, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde procede>>.

Ellos mismos, sin embargo, desechan tal posibilidad, basándose en las concepciones del tiempo sobre la llegada del Mesías. Se pensaba que procedería de la casa de David y que nacería en Belén (7,42), pero antes de su manifestación triunfante, nadie, ni él mismo, podría saber que estaba designado Mesías; además, debería aparecer en público súbitamente, sin que se supiera de dónde venía. Jesús, en cambio, va y viene de Galilea, es una persona conocida. Estas venidas suyas no pueden tener relación con la del Mesías, que había de ser por sorpresa y ocasionar un cambio inmediato y definitivo.

domingo, 24 de abril de 2022

Jn 6,27

 <<Trabajad, no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a dar este Hombre; pues a éste el Padre, Dios, lo ha marcado con su sello>>.

Jesús les da un aviso: hay que trabajar, hay que ganarse el alimento, pero no sólo el que se acaba, sino el que dura sin acabarse y da así vida definitiva. Hay que comprender que el pan contiene el amor, y éste es el alimento que realmente mantiene y desarrolla la vida del hombre, el que lo construye y lo realiza.

En la oposición establecida por Jn entre carne y espíritu, que constituyen al hombre completo, el Espíritu es el que acaba al hombre y lo lleva a su plenitud. Es un dinamismo nuevo que viene de lo alto y produce una nueva condición, que recibe también el nombre de <<espíritu>> (3,6 Lect.), y se identifica con la capacidad de amar, participando del dinamismo divino del amor (4,24).

El reproche de Jesús es que han limitado su horizonte: el alimento que se acaba da solamente una vida que perece; poner toda la esperanza en ese alimento es negar en el hombre la dimensión del Espíritu y reducirlo a la <<carne>>, aceptando la propia destrucción.

Los invita, pues, a superar esta dimensión que mutila el designio creador de Dios. El pan era señal que expresaba el amor y lo contenía. No hay amor sin don de sí mismo; no hay don de sí sin una real comunicación de bienes. Para que el don del pan adquiera su sentido, ha de ser expresión del amor; y éste no puede expresarse más que en el don del pan. Pero había que leer en la señal su contenido, y esto no lo ha hecho la multitud. Aquel pan repartido era la expresión de Jesús mismo. En él la carne contiene el Espíritu, con el que ha sido sellado (1,32s): la señal contenía el amor como la carne al Espíritu. Ellos ven el pan sin comprender el amor y, en Jesús, ven la carne, sin descubrir el Espíritu.

El sello de Dios en la humanidad de Jesús es el Espíritu que ha hecho de él <<el Hombre>>. Jesús, el modelo de Hombre, es capaz de dar el alimento que dura por ser el portador del Espíritu. A través de sus señales, Jesús expresa su ser; ellas hacen visible el Espíritu que en él da su acabamiento a <<la carne>> y a la obra que realiza (1,14.32). Sus señales son así manifestaciones del amor-Espíritu que lo llena: éste adquiere su visibilidad a través de ellas y ellas adquieren a su vez su plenitud por el Espíritu que contienen y comunican.

Jesús promete ese alimento para el futuro. De hecho, todas las obras de Jesús anticipan su obra definitiva, su don total de sí mismo en la cruz, manifestación suprema del amor que comunica la vida (19,34 Lect.).

El Espíritu que sella a Jesús es el de Dios como Padre, es decir, como dador de vida que culmina la obra creadora. Así él, lleno de este Espíritu, con este alimento la completa en el hombre.

Para comprender la señal no basta presenciarla pasivamente, hay que entrar en el significado que contiene. Pero el amor no puede ser reconocido si no existe la voluntad de amar. Ésta es la que Jesús designa como <<trabajar para ganarse el alimento>>. La sintonía del amor hace comprender la señal y lleva a la adhesión a Jesús.


domingo, 14 de noviembre de 2021

Jn 4,27

 En esto llegaron sus discípulos y se quedaron extrañados de que hablase con una mujer, aunque ninguno le preguntó de qué discutía o de qué hablaba con ella.

El asombro de los discípulos supone la inferioridad de la mujer en aquella sociedad; pero Jesús no acepta tal desigualdad. No le preguntan nada; se acentúa así la intimidad de la conversación que ha precedido, del encuentro con Samaría. Él se la ha llevado a la soledad y le ha hablado al corazón para ganársela de nuevo (Os 2,16).

La primera suposición de los discípulos es que Jesús pueda haber estado discutiendo con la mujer. Delatan su mentalidad judía. Tampoco comprenden de qué puede hablar con ella. No ven por qué Jesús tiene que dirigirse a Samaría. No han olvidado la discriminación. No se les ocurre que Jesús pueda manifestarle su amor, como había hecho con ellos en Caná. Sin embargo, así ha sido; también a ella ha ofrecido el Espíritu, allí simbolizado por el vino (2,9), y ha sido aceptado.

martes, 12 de octubre de 2021

Jn 3,27

 Replicó Juan: <<Nadie puede apropiarse cosa alguna si no se le concede del cielo>>.

Reacción de Juan: lo que sucede con Jesús es designio divino. El principio que cita se aplica también a él mismo: él no tiene derecho a llevarse nada, pues no le ha sido concedido del cielo. La expresión <<del cielo>> pone este dicho en relación con la bajada del Espíritu sobre Jesús (1,32: He contemplado al Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo, y se quedó sobre él). Atribuye Juan la misión de Jesús como Esposo a la bajada del Espíritu, su investidura mesiánica, por la cual lo había reconocido como el Hijo de Dios (1,34). Sólo el que posee el Espíritu puede atribuirse este título. Recuérdese que nunca se menciona el agua en relación con el bautismo de Jesús, mientras se insiste en ella a propósito del bautismo de Juan (1,26.31.33; 3,23). El bautismo propio del Mesías será el del Espíritu (1,33), y Juan prevé que los que se adhieren a Jesús han de recibirlo. Él, que no ha recibido el don del cielo, no puede pretender comunicar el Espíritu (cf. 3,34).

Juan reafirma, pues, su misión de precursor (1,22s): él ha venido para dar testimonio de la luz (1,7). El autor pone en contraste la fidelidad de Juan al encargo recibido con la obstinación de sus discípulos, que se empeñan en considerarlo el personaje definitivo. El evangelista refleja probablemente en todo este pasaje una situación posterior. Existen grupos en su tiempo que se aferran a la figura de Juan y que ven en Jesús un rival que ha suplantado al que tenía el derecho. Es un conflicto de atribuciones mesiánicas: los seguidores de Juan ven a él al Mesías. De ahí la insistencia en la pureza del testimonio de Juan.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...