domingo, 6 de marzo de 2022

Jn 5,16-30

 Jn 5,16

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  • Jn 5,30
  • Comienza la persecución (16). Ante la oposición de los dirigentes judíos, que invocan la Ley como expresión de la voluntad divina, Jesús expone el fundamento de su actividad liberadora. Su obra se identifica con la de Dios creador, que continúa trabajando para llevar al hombre a la plenitud de vida (17); el amor del Padre está siempre activo. Esto significa que Dios no ha establecido en el mundo un orden cerrado, sino que sigue abierta la tarea de la creación del mundo y del hombre. No se puede someter a los hombres a una organización social que se considera definitiva, hay que estar en perpetuo trabajo de eliminación de todo obstáculo que en esta sociedad impida la plenitud humana. Mientras haya oprimidos y hombres privados de libertad, no está realizado el designio creador. La actividad de Jesús –la del amor leal (1.14)- es la misma de Dios y encarna su voluntad y designio. Esta concepción hace derrumbarse por su base el sistema cerrado por la Ley absolutizada, es decir, considerada como la manifestación definitiva e irreformable de la voluntad divina.
  • Al llamar Jesús a Dios su propio Padre, afirma que Dios está con él y en contra de ellos, que se le oponen; en consecuencia, la institución regida por ellos, que se arroga autoridad divina, es ilegítima. Entran en conflicto de intereses: uno, el bien del hombre; el otro, el prestigio de la institución. Los dirigentes no dudan: deciden matar a Jesús.
  • Identidad de la acción de Jesús y la del Padre (20). No todo está dicho ni hecho; en la creación abierta hay que esperar novedad.
  • Acaba de levantar a un inválido (5,8); está dando vida a un pueblo muerto (cf. 1,4; Ez 37,11s) (21); se dibuja un horizonte de vida para la humanidad; a los que quiere no expresa discriminación, sino libertad para obrar; nadie puede impedir su actividad.
  • Dar sentencia (22), actividad que el Padre delega en Jesús (al contrario que en Dn 7,9-12, donde Dios mismo juzga); no se trata de un juicio más allá de la historia; el juicio se está celebrando ya (3,18), la sentencia se la da el hombre mismo. La expresión dar sentencia indica la separación que la presencia de Jesús provoca entre los que están a favor o en contra del hombre.
  • No existen otros principios o códigos de moralidad o de conducta –ni siquiera la Ley mosaica- que puede pretender autoridad divina; no se puede apelar contra Jesús en nombre de la Ley. Estar con Jesús es estar con Dios; estar contra él es estar en contra de Dios (23). Jesús mismo, expresión plena y total del proyecto de Dios, es el criterio: su persona y actividad disciernen entre bien y mal. Imposible recurrir a Dios para oponerse a Jesús (24); ha pasado de la muerte a la vida, el éxodo de Jesús, saliendo del dominio de la tiniebla.
  • Su propósito es invitar a la plenitud a los que son muertos en vida (25), a los que viven en la zona de la tiniebla/muerte; su voz, su mensaje (24). Como el Padre, Jesús posee la vida y dispone libremente de ella (26-27). La comunicación de vida supone una opción personal, Jesús la provoca. Para elegir entre muerte y vida se necesitaba un punto de referencia, y éste es Jesús, precisamente por ser hombre. Es decir, la actitud ante el hombre va a decidir la suerte de los hombres; no hay situación ante Dios que no dependa de la opción frente al hombre. La norma que sustituye a la Ley es el hombre; el juicio es la confrontación con el hombre.
  • Este criterio vale también para el pasado (28-29): es la opción a favor o en contra del hombre la que juzga a los hombres de toda época. Practicar el bien = practicar la lealtad/amor fiel (3,21); vida para siempre: la vida que Dios da al que opta por ella no está limitada por la muerte; obrar con bajeza, actuar en contra del hombre; a la vida para siempre se opone la no vida para siempre, que es la sentencia o derrota (Dn 12,2), frustrando el proyecto de Dios. Su sentencia es necesariamente justa, pues no busca su propio interés; su único criterio es el bien objetivo del hombre (30).

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