sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,22a-39

 

Jn 10,39

 Otra vez intentaron entonces prenderlo, pero se les escapó de las manos.

Ya no responden, porque ha puesto al descubierto sus verdaderas motivaciones, y no tienen respuesta. Como de costumbre (otra vez: cf. 7,30; 8,20.59), apelan a la violencia, pero Jesús se les escapa.

Jesús sale definitivamente del templo, la ciudadela del sistema judío que rechaza al Mesías de modo irrevocable. Ya no volverá a tratar con los dirigentes, hasta que no llegue su hora, cuando lo detengan para matarlo (18,1ss). Jesús sale para marcharse más allá del Jordán, la nueva etapa de su éxodo.

SÍNTESIS

En este episodio, ante el interrogatorio oficial, define Jesús su condición de Mesías. Pero, en vez de aplicarse el título, se describe como el Hijo de Dios, es decir, como el Consagrado por el Padre por medio del Espíritu para una misión salvadora. Esta consagración confiere un dinamismo, que es la misma fuerza de Dios. De ahí que sus credenciales no sean jurídicas, sino que nazcan de su actividad, igual a la del Padre.

Las obras de Jesús, que realizan el plan creador, son las del Padre, cuyo amor comunica vida al hombre. No enseña doctrinas sobre Dios, muestra quién es a través de su acción misma. Se le enfrentan en la escena los dirigentes judíos, que de palabra respetan a Dios, mientras en su conducta son opresores del hombre.

En el trasfondo se oponen dos cadenas de realidades: vida (Dios), cuya actividad, el amor, produce vida: muerte, cuya actividad, el odio, produce muerte (8,44: homicida). Es la oposición entre Dios y <<el Enemigo>> (8,44), que se identifica con el poder del dinero (8,20).

Jn 10,38b

 <<así sabréis de una vez que el Padre está identificado conmigo y yo con el Padre>>.

De las obras deben deducir la unidad entre Jesús y el Padre (cf. 8,46); ambos tienen el mismo objetivo: dar vida al hombre. Como había aparecido al principio del episodio, Jesús no admite ser reconocido por Mesías sin que eso lleve al compromiso con él y con el Padre. No acepta una discusión teórica de su mesianismo. Si reconocen que su actividad es de Dios, lo que implica ponerse a favor del hombre, él es indiscutiblemente el Mesías. Si, en cambio, porque son opresores, no quieren reconocer que su actividad es de Dios, la discusión no llevaría a ninguna parte. No hay fe en Jesús sin que precede la opción en favor del hombre.

Jn 10,37-38a

 <<Si yo no realizo las obras de mi Padre no me creáis; pero si las realizo, aunque no me creáis a mí, creed a las obras>>.

Desafío final de Jesús a los dirigentes. La calidad del hombre se prueba por la de sus obras. Él dice ser el enviado del Padre e Hijo de Dios, y lo demuestra con las obras que hace.

La frase de Jesús los condena indirectamente. Ellos, los embusteros y asesinos (8,44; cf. 10,1.8.10), no pueden de ningún modo representar a Dios. Tienen credenciales jurídicas, pero ésas para Jesús no cuentan. Las únicas que atestiguan su misión divina no son siquiera sus palabras (no me creáis), sino las obras que realiza.

Jn 10,36

 <<de mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿vosotros decís que blasfemo porque he dicho: ´Soy hijo de Dios´?>>.

Sobre las premisas establecidas antes, Jesús construye su argumento. Él no es uno de tantos a quien Dios haya dirigido su palabra. Él es aquel a quien el Padre consagró y envió al mundo. La consagración, efectuada por el Espíritu, que bajó y quedó sobre Jesús (1,32), estaba en función de la misión. El Espíritu recibido con entera plenitud lo constituyó Hijo de Dios, según la declaración del testigo, Juan Bautista (1,34). Ésta fue su unción (cf. Sal 2,2.6.7), su consagración mesiánica (cf. 6,69). Por ella es él quien consagra con el Espíritu (1,33: ése es el que va a bautizar con Espíritu Santo; cf. 17,17 Lect.) y aquel cuyas obras responden al dinamismo del Espíritu.

Contesta Jesús indirectamente a la pregunta del principio: Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente (10,24). El diálogo está colocado en el contexto de la dedicación/consagración del templo; al declarar Jesús ser él el consagrado por el Padre está afirmando que toma el lugar del templo. La comunicación del Espíritu, vida-amor de Dios, es la comunicación de la gloria del Padre (1,14). Jesús es por eso la Tienda del Encuentro (ibíd.), el Santuario donde brilla la gloria y que sustituye al antiguo (2,19.21). La consagración por el Espíritu (1,32; cf. 6,27) resume y verifica en Jesús todos los antiguos símbolos de Israel, que no pretendían sino expresar la presencia permanente de Dios en su pueblo.

Sin embargo, la semejanza que da el Espíritu no es la del poder, como suponía el texto del salmo (10,34), sino la del amor. El Espíritu es la actividad del amor creador. Ahí está la igualdad y la unidad entre Jesús y el Padre (10,30).

Jn 10,35

 <<Si llamó dioses a aquellos a quienes Dios dirigió su palabra, y ese pasaje no se puede suprimir...>>.

Con esta frase recuerda Jn lo dicho en el prólogo: y la Palabra se dirigía a Dios (1,1). Los destinatarios del salmo habían recibido de Dios un mensaje, palabra o nombramiento momentáneo y circunstancial. Pero existe otra Palabra primordial y permanente, que en el principio se dirigía a Dios y que se hizo hombre (1,14), la palabra primera y definitiva, expresión máxima del amor de Dios creador. Esa palabra divina se ha realizado en Jesús. Si el apelativo <<dioses>> ha podido aplicarse a hombres, por haber sido objeto de una comunicación divina transitoria, Jesús, en quien se realiza la palabra/proyecto total y primigenio de Dios, podrá bien aplicarse con mayor razón ese mismo título (1,18).

Jn 10,34

 Les replicó Jesús: <<¿No está escrito en vuestra Ley: ´Yo he dicho: Sois dioses´?>>.

Jesús los rebate con su propia Ley, distanciándose de nuevo de las instituciones de Israel (vuestra Ley: cf, 7,19; 8,17; 15,25). El término <<Ley>> designa a menudo el AT entero o cualquier parte de él (cf. 12,34; Mt 5,18; Lc 16,17) y, de hecho, Jesús cita como <<Ley>> un salmo.

El pasaje aducido pertenece a Sal 82,6: Yo declaro: Sois dioses e hijos del Altísimo todos. El salmo contiene una requisitoria a los jefes; se les llama dioses por haber recibido un nombramiento divino para ejercer una función, la de juez, que competía primordialmente a Dios (cf. Éx 7,1: <<El Señor dijo a Moisés: Mira, te hago un dios para el Faraón>>; Dt 1,17; 19,7.17).

El título divino no era, por tanto, exclusivo; se aplicaba a aquellos a quienes se atribuía una particular semejanza con Dios; en el AT, a quienes reflejaban su poder. Por eso se distancia Jesús del texto que cita. La semejanza con Dios no está en el poder, sino en el amor.

     

     

     

Jn 10,33

 Le contestaron los dirigentes: <<No te apedreamos por ninguna obra excelente, sino por blasfemia; porque tú, siendo un hombre, te estás haciendo Dios>>.

Jesús les propone sus obras. Ellos, que, sin admitirlas, no pueden negar ya su calidad, pretenden disociarlas de sus palabras (por blasfemia), sin reconocer que las declaraciones de Jesús exponen simplemente lo implicado en su acción.

No reaccionan invocando la Ley (5,10; 9,14), la controversia sobre el sábado ha quedado ya expuesta (5,16ss; 7,21-24). Jesús responde ahora a la segunda acusación que le habían hecho en su visita anterior a Jerusalén (5,18), repetida ahora: porque tú, siendo un hombre, te estás haciendo Dios.

Ellos, que se contentan con palabras, hablan de blasfemia. Haber convertido la casa de Dios en un mercado (2,16), explotar al pueblo y tenerlo moribundo (5,3) no cuenta, con tal de tener en los labios el nombre de Dios. Es el respeto de palabra y el asesinato de hecho (8,44). Son el prototipo de lo que decía Is 1,14s: <<Sus solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extienden las manos, cierro los ojos; aunque multipliquen las plegarias, no los escucharé; sus manos están llenas de sangre>>; y 29,13: <<Este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí y su culto a mí es precepto humano y rutina>>.

En la acusación se trasluce la ironía de Jn. La expresión que ellos tachan de blasfemia describe exactamente el proyecto de Dios (1,1c Lect.). Ellos, que no aman, sino que odian (7,7), no tienen experiencia del amor de Dios (5,42) ni, por tanto, de su plan. Acusan a Jesús de hacerse Dios siendo hombre. No comprenden el amor del Padre.

Jn 10,32

 Les replicó Jesús: <<Muchas obras excelentes os he hecho ver, que son del Padre; ¿por cuál de esas obras me apedreáis?>>.

Ante su intento, Jesús le pregunta el motivo. Él no ha presentado más credenciales que sus obras, no tiene ninguna otra pretensión ni reclama ningún privilegio. Son, pues, sus obras las que merecerán alabanza o condenación. Si ellos las condenan, deben explicar cuál de ellas es la que merece la muerte. Las obras vuelven a ser caracterizadas como propias del Padre, Dios, en favor del hombre.

Jesús no arguye ni legitima su misión con declaraciones de palabra. Su enseñanza o sus discursos explican sus obras y exponen las consecuencias que de ellas se deducen (cf. 5,16ss; 6,26ss; 9,39ss).

El adjetivo excelente denota la calidad de las obras que procuran la integridad del hombre. Tales han sido hacer caminar al inválido y dar la visión al ciego. Acción buena, excelente, es la que suprime la indigencia, el dolor, la debilidad, la incompletez del hombre; la que lo acrecienta, haciéndolo adulto, libre y responsable.

El adjetivo contiene además una alusión a la obra divina de la creación. Las obras de Jesús la continúan y la llevan a término, porque el Padre sigue trabajando y él también trabaja (5,17). Son obras que crean vida, según el designio creador (1,4). Malo es lo que impide o destruye la vida, la anticreación.

Jn 10,31

 Los dirigentes cogieron de nuevo piedras para apedrearlo.

Son los mismos dirigentes que ya una vez habían intentado apedrear a Jesús (8,59), porque no podían admitir que él fuera la realización del plan de Dios (8,58 Lect.). Son los que tienen por Padre al Enemigo, los mentirosos y homicidas (8,44). Como corresponde a lo que son, su reacción es la violencia y la muerte. En cuanto Jesús identifica su actuación con la del Padre, lo rechazan de plano, porque tal declaración los acusa de ser enemigos de Dios, de quien ellos se llaman representantes.

En el templo mismo, la antigua casa del Padre, ahora casa de negocios (2,14-16), quieren matar al enviado de Dios, al Hijo, nuevo santuario donde brilla la gloria (2,21). Ellos, que la han expulsado de su templo, no pueden tolerar su manifestación en Jesús. El Mesías es para ellos un enemigo.

Jn 10,30

 <<Yo y el Padre somos uno>>.

Jesús, el nuevo santuario (2,19-21), hace presente al Padre. El Espíritu, el amor leal que lo llena, es el principio de su actividad (1,14.32). El Padre está presente y se manifiesta en Jesús y, a través de él, realiza su obra creadora, que lleva a cumplimiento su designio (5,17.30; 6,38-40). Jesús se entrega a la realización de este designio sin reservarse nada. Nada hay en él que se mantenga fuera de la actividad del Espíritu. Todo él es expresión del Padre (12,45; 14,9). La identificación entre él y el Padre excluye toda instancia superior a él mismo. La crítica a Jesús es crítica a Dios; la oposición a él es oposición a Dios. No pueden apoyarse en nada para juzgarlo. Ante él no hay más que aceptación o rechazo, sabiendo que la una o el otro incluyen la misma opción respecto a Dios.

Jn 10,29

 <<Lo que me ha entregado mi Padre es lo que más importa y nadie puede arrancar nada de la mano del Padre>>.

Para Jesús, como para el Padre, lo más importante es el fruto de su obra, la nueva humanidad, que el Padre le ha entregado (6,37.44.65) para que le comunique vida definitiva. Los previene que no intenten recuperar lo que han perdido, porque nadie puede arrancarlas de la mano del Padre. Jesús les da de nuevo este aviso (10,5). En el episodio del ciego, ellos han querido <<arrancarlo de la mano de Dios>>, pero no lo han conseguido, y estar en las manos de Jesús equivale a estar en las manos del Padre (cf. Is 43,13: <<No hay quien libre de mi mano; lo que yo hago, ¿quién lo deshará?>>).

Jn 10,27-28

 <<Las ovejas mías escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi mano>>.

Ante los dirigentes, que se niegan a responder a Jesús, describe él lo que significa ser de los suyos. Tienen por característica escuchar su voz, es decir, le prestan adhesión, no verbal ni de principio, sino de conducta y de vida (me siguen), comprometiéndose con él y como él a entregarse sin reservas al bien del hombre. El don de Jesús a los que lo siguen es la vida definitiva, el nuevo nacimiento por el Espíritu (3,3.5s), que acaba en ellos la obra creadora y les da la capacidad de hacerse hijos de Dios (1,12). Esos no se perderán nunca, pues la calidad de vida que él comunica supera la muerte (3,16; 8,51); pero, además, estarán al seguro (6,39; 10,9), no perecerán a manos de ladrones (10,10), ni serán arrebatados por el enemigo (cf. 10,12b), porque Jesús es el pastor que defiende a los suyos hasta dar la vida (10,11).

Jn 10,26

 <<Pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías>>.

No son de sus ovejas porque no responden a su llamada, que es la del Padre (6,45 Lect.). Nunca han escuchado la voz de Dios (5,37b), por eso no escuchan la de Jesús.

No conocen a Dios (5,37-38; 8,55) y no pueden reconocer sus obras (7,17), porque son ladrones y bandidos que explotan al pueblo (10,1.8.10). No aprenden del Padre (6,45) ni quieren realizar su designio (7,17), por eso no son de Jesús. No perciben la voz del Espíritu (3,8; cf. 8,14; 14,17).

Jn 10,25

 Les replicó Jesús: <<Os lo he dicho, pero no lo creéis. Las obras que yo realizo en nombre de mi Padre, ésas son las que me acreditan>>.

La respuesta de Jesús es neta. Aunque sin pronunciar el título, se ha declarado Mesías muchas veces y con suficiente claridad: en primer lugar, con su afirmación constante de ser el enviado del Padre; en segundo lugar, ha declarado que los antiguos símbolos e instituciones dejaban de existir para ser sustituidos por su persona (7,37: dador del agua/Espíritu = nuevo templo, Ley; 8,12: la luz del mundo = Mesías, Ley; 10,11.14; pastor modelo = nuevo David, cf. Ez 43,23; Sal 78,70-71). Pero Jesús no se aplica título ni reclama derechos. Tampoco prueba su misión de Mesías apoyándose en la Escritura. Sus únicas credenciales son sus obras; ellos deben considerarlas y concluir por sí mismos, comprometiéndose con un acto libre. Piden, en cambio, una solución a nivel de enunciado.

El mesianismo de Jesús no se propone en abstracto para someterlo a discusión. Para hablar de él se exige una condición previa: reconocer que la actividad de Jesús es la de Dios mismo, la del Padre. Dado que sus obrar procuran la dignidad, libertad y vida plena del hombre, por encima de toda institución o doctrina, quien pretenda abordar la cuestión de su mesianismo tendrá que pronunciarse primero sobre esta cuestión fundamental: si el hombre y su bien valen más y están por encima de toda otra realidad social e institucional; reconocer que sólo procede de Dios y es designio suyo aquello que favorece la libertad y la vida del hombre, y que toda Ley, institución o sistema que no cumpla estas condiciones no puede pretender en absoluto ser reconocido por Dios (cf. 5,36).

Al proponer las obras como credenciales, Jesús les está pidiendo que definan su actitud. Mientras no contesten a esta pregunta preliminar no puede tratarse la cuestión de su mesianismo. Pero ésta es la pregunta a la que ellos no responderán nunca, porque o bien tendrían que renegar de sus intereses o bien confesar que están contra el hombre y contra Dios. No quieren reconocer su propia injusticia.

El mesianismo de Jesús no es una cuestión académica como ellos quieren hacerla, sino vital. Quieren discusión sin compromiso, y Jesús no la acepta.

Las credenciales que él ofrece no son jurídicas, sino objetivas; son hechos, sus obras en favor del hombre. Demuestra su derecho con su fidelidad al designio del Padre. Por eso dirá más adelante que no crean a sus palabras, sino a sus obras (10,38). Es más, como ha afirmado en otra ocasión, el criterio para distinguir la pretensión auténtica de la falsa está en que el individuo obre o no con justicia (cf. 5,43; 7,18). Jesús tira abajo toda legitimidad que no se apoye en el modo de obrar: quien está con el hombre sin reservas, está con Dios; quien está de alguna manera contra el hombre, aunque invoque el nombre de Dios, está contra él.

Tampoco legitima Jesús su calidad de Mesías apelando a una tradición (5,34ss). La acción de Dios se discierne en el presente, porque el criterio es siempre el mismo: donde hay amor y lealtad al hombre, allí está Dios, que es Padre (cf. 1,14.17).

Jn 10,24

 Lo rodearon entonces los dirigentes judíos y le dijeron: <<¿Hasta cuándo vas a no dejarnos vivir? Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente>>.

En el lugar sacrosanto de Israel, centro y símbolo de su institución religioso-política, Jesús, el Mesías, la esperanza de Israel (cf. 1,41.49), se ve rodeado por los dirigentes que se habían propuesto matarlo (5,18; 7,1.19.25). En estas circunstancias, la expresión lo rodearon adquiere sentido hostil.

Proponen su pregunta con angustia e irritación (¿Hasta cuándo vas a no dejarnos vivir?), que podría reflejar la situación anterior de división entre ellos (10,19-21). Jesús ha anunciado que va a dar su vida libremente (10,18), ahora ellos lo acusan de estar quitándoles a ellos la vida; las frases son paralelas. Jesús va a dar su vida para dar al hombre vida plena (10,10b), y eso pone en peligro su institución. Dar vida a los oprimidos es quitárselas a ellos. No los deja vivir, porque viven para sí a costa del pueblo (2,16 Lect.).

Quieren forzarlo a declararse Mesías. Pero Jesús nunca toma en sus labios este título; sólo se había dado a conocer abiertamente como tal a la mujer samaritana (4,26). La pregunta que le hacen está en paralelo con la hecha a Juan Bautista por los emisarios de Jerusalén (1,19 Lect.) y por <<los Judíos>> a Jesús mismo en el templo (8,25).

El paralelo con el interrogatorio de Juan Bautista hace que la pregunta incluya en boca de los dirigentes una sospecha parecida a la que contenía entonces. Según la concepción común, que más tarde será expresada por la multitud (12,13; cf. 1,49), el Mesías debía ser el rey de Israel. Los dirigentes temen, por tanto, que Jesús pretenda apoderarse del trono. Dado, por otra parte, el enfrentamiento de Jesús con las instituciones que ellos apoyan y que son el instrumento de su poder, la entronización de Jesús como rey-Mesías significaría para ellos la ruina (cf. 11,47s; 12,19). Como ya varias veces has intentado hacer, en particular cuando muchos de la multitud comenzaban a reconocerlo por Mesías (7,31-32), su declaración habría provocado la detención inmediata. Así lo intentarán de nuevo al final del episodio (10,39).

Jn 10,23

 y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Como antes había andado por Galilea, la región de la libertad (7,1), se pasea ahora Jesús en el templo, el lugar donde lo quisieron apresar (7,30.32.44; 8,20). En él había denunciado el poder opresor (8,21-58) e intentaron apedrearlo (8,59). Es el reducto de sus enemigos, los que quieren darle muerte (7,1.19.25; 8,37.40). Jesús muestra su libertad paseándose públicamente.

La mención del pórtico pone esta escena en relación con la de la primera piscina (5,2: cinco pórticos). El templo es el lugar de los dirigentes, la piscina era su prolongación: el lugar del pueblo moribundo, oprimido por ellos por medio de la Ley (5,2 Lect.).

El pórtico de Salomón corría por la fachada oriental del gran patio exterior. La mención del nombre del rey, constructor del primer templo, recuerda la primera consagración o dedicación, que tuvo lugar precisamente en la fiesta de las Chozas. Nuevo vínculo entre ambas fiestas. Por otra parte, la mención de Salomón recuerda también su ascendencia, a su padre David, el Ungido (Mesías) del Señor (Sal 18,51; 132,17).

Jn 10,22b

 Era invierno.

Esta precisión del evangelista es sorprendente, pues la fiesta caía siempre en invierno y, además, no ha indicado antes la estación en que se celebra ninguna otra, suponiéndolas conocidas por sus lectores. Esto induce a pensar que le atribuya un segundo sentido. Las alusiones al Cantar de los Cantares en episodios sucesivos (12,1-3; 20,11ss) hacen probable que Jn esté usando lenguaje de ese libro: <<Ha pasado el invierno ... brotan flores en la vega ... apuntan los frutos de la higuera, la viña en flor difunde perfume>> (2,11-13). El Cantar describe la estación en que la vida florece. La precisión cronológica de Jn podría indicar, por contraste, la muerte que reina en Jerusalén y en el templo. Será la comunidad de Jesús el lugar de la vida (11,25.44).

Jn 10,22a

 Se celebró por entonces la Dedicación en Jerusalén.

La fiesta celebraba la dedicación o consagración del templo, renovada en tiempos de Judas Macabeo (165 a.C), después de la profanación cometida por Antíoco Epífanes (cf. 1 Mac 4,36-59; 2 Mac 1,9.18; 10,1-8). Caía en diciembre y duraba ocho días. Se encendían también en ella los grandes candelabros de la fiesta de las Chozas (8,12a Lect.) y llegó a llamarse la fiesta de las Luces o de las Chozas de invierno. Era también una fiesta muy popular. Concernía directamente al templo como lugar consagrado a Dios, pero incluía el simbolismo mesiánico de la otra fiesta. El texto, por otra parte, no la llama fiesta ni le añade la determinación <<de los Judíos>>, como en los casos anteriores (2,13; 5,1; 6,4; 7,2); esto podría explicarse porque en la escena no aparecerá para nada el pueblo, cuya opresión indicaban esas expresiones. Será un enfrentamiento entre Jesús y los dirigentes, a solas.

domingo, 21 de agosto de 2022

Jn 9,39a-10,21

 

Jn 10,19-21

Estas palabras causaron de nuevo división entre los dirigentes judíos. Muchos de ellos decían: <<Está loco de atar, ¿por qué lo escucháis?>>. Otros, en cambio: <<Esas no son palabras de loco; ¿es que puede la locura abrir los ojos a los ciegos?>>.

Las opiniones están divididas. Unos siguen acusándolo de loco (7,20; 8,48.52), ahora con más furor que antes (loco de atar), porque la denuncia ha sido más explícita. Otros dudan. Jesús derriba sus seguridades. El plural <<ciegos>> alude a la escena paradigmática de 5,3, localizada junto a la Ovejera; esto confirma que la figura del ciego tipifica la actividad de Jesús.

                                 *      *      *

En esta perícopa ha descrito Jesús su misión mesiánica bajo la imagen del pastor modelo (10,11.14), el único pastor (10,16), con clara referencia al nuevo David anunciado (Ez 34,23). Él, sin embargo, confiere a sus discípulos la unción mesiánica (17,17 Lect.) y los asocia a su misión (17,18; cf. 20,21: Igual que el Padre me ha enviado a mí, os mando yo también a vosotros). También ellos habrán de entrar en el atrio, dispuestos a afrontar la muerte, para hacer resonar el mensaje de vida y hacer salir a las ovejas del lugar de la opresión (10,3s).

Este principio da la clave para interpretar la escena en <<el atrio>> del sumo sacerdote, donde un discípulo muestra su amor a Jesús entrando con él, dispuesto a correr su misma suerte, mientras Pedro interrumpirá su seguimiento y negará a Jesús (18,15-18). A la orilla del mar de Tiberíades invitará Jesús a Pedro a rectificar, asociándose a su misión y aceptando dar la vida por las ovejas (21,15-18). Es así como Pedro podrá finalmente seguirlo (21,19; cf. 13,36).

SÍNTESIS

Jesús denuncia el pecado de los dirigentes: la mentira que consiste en llamar vida a lo que es muerte, luz a lo que es tiniebla. Ésta nace de su propia mentira interior, pues ellos se niegan a ver los hechos y a reconocer la evidencia; el motivo profundo de este modo de obrar es su interés personal, por el que son opresores del pueblo.

Muestra Jesús su incompatibilidad con la institución judía y anuncia su propósito de sacar fuera a los que escuchen su mensaje, para formar una comunidad humana libre que goce de la plenitud que él comunica.

Con otra formulación, traza Jesús de nuevo la línea que divide a los hombres: estar a favor o en contra de la vida humana, es decir, estar dispuesto a darse a sí mismo o, por el contrario, ser ladrón y homicida, privando al hombre de sus bienes y de su vida.

Su muerte voluntaria demuestra que quien se desprende de la vida por amor a los demás no la destruye, sino la lleva a su máximo, por hacerse semejante al Padre, que es don gratuito y generoso. Quien se da a sí mismo se convierte en dador de vida.

Jn 10,18b

 <<Este es el mandamiento que recibí de mi Padre>>.

El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad; como Hijo dispone de sus actos (cf. 3,35; 13,3). La relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor. Es obrando libremente como muestra su unidad con el Padre y le expresa su amor. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo; es más, la unidad de propósito que nace de la sintonía en el Espíritu.

La relación de Jesús con el Padre es modelo para la de los suyos con él (10,14s). El discípulo cumple el mandamiento de su maestro (13,34), que tampoco es una orden, sino que nace de una identificación interior (14,15: si me amáis, cumpliréis mis mandamientos).

Jn utiliza el término <<mandamiento>> para oponerlo a los de la antigua Ley. Moisés recibió de Dios numerosos mandamientos (Éx 24,12; Dt 12,28, etc.); Jesús recibe uno solo, el del amor hasta el extremo (cf. 13,1). Este <<mandamiento>> que Jesús recibe lo propone a los hombres y significa vida definitiva (12,49s; cf. 8,28); será el mismo que dé a sus discípulos (13,34: Igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros). Es el mandamiento suyo (15,12), el único que él formula. Se subraya de nuevo la diferencia entre las dos alianzas (1,17). 

El mandamiento que Jesús recibe para sí (10,18; 14,31) se diversifica en <<los mandamientos>> (15,10): realizar las obras del Padre (5,36; 10,37s). Asimismo, el mandamiento que los discípulos reciben de Jesús y que constituye la comunidad (13,34; 15,12.17) se despliega en <<los mandamientos>> (14,15.21; 15,10) que los impelen a trabajar en favor del hombre (9,4).

Jn 10,17-18a

 <<Por eso el Padre me demuestra su amor, porque yo entrego mi vida y así la recobro. Nadie me la quita, yo la entrego por decisión propia. Está en mi mano entregarla y está en mi mano recobrarla>>.

El designio de Dios es dar vida a la humanidad (6,39s). Jesús lo hace suyo (4,34; 5,30; 6,38) y así es uno con el Padre (10,30). Toda su existencia, a partir del momento en que el Padre, con el Espíritu, le confiere la misión (1,32s), está enteramente dedicada a llevarlo a cabo, identificando su actividad con la del Padre (5,17). Jesús se expresa y se realiza por esa asimilación al designio, de ella adquiere significado su vida (4,34). En su actividad, no señala límite a su entrega (10,11); el móvil de su actuación no es su propio interés o gloria (5,41; 7,1; 8,50), sino sólo y totalmente el bien del hombre.

Jesús se entrega y así se recobra, porque darse uno mismo significa adquirir la plenitud del propio ser. En lugar de perderse, se recobra con su plena identidad, la de hijo de Dios: dándose a sí mismo participa del dinamismo del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo (1,12b Lect.).

Su identidad de Hijo hace a Jesús partícipe y destinatario del amor del Padre. Esa demostración continua de amor se realiza en la actividad incesante del Espíritu en él, y se manifiesta en su obrar. Jesús es así, el Hijo de Dios, igual al Padre, y, al mismo tiempo, el modelo de hombre (el Hijo del hombre).

Como Jesús, quien se da a sí mismo hasta la muerte por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como premio a este sacrificio (mérito), sino con la certeza de poderla tomar de nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida sin límite, pues el amor es la vida. Quien dispone de su vida para darla sabe que dispone de ella para recobrarla acabada por el Espíritu, indestructible y definitiva como el mismo Espíritu. Para quien ama no hay muerte: ésta es el último gesto de una vida de entrega, que sella definitivamente su condición de hijo. Dar la vida significa creer hasta el fin en la verdad y potencia del amor como fuerza de vida.

Jesús afirma su absoluta libertad en el don de su vida. Nadie puede quitársela, él la da por propia iniciativa (19,11 Lect.). Nótese que en el evangelio de Jn ningún signo caracteriza a Jesús resucitado, excepto las huellas de su muerte en las manos y en el costado (20,20.27), que señalan precisamente la continuidad: Jesús es para siempre el que ha entregado su vida humana. Su entrega no ha sido algo accidental, ella lo muestra definitivamente como Hijo de Dios (20,17), el Dios engendrado (20,28; cf. 1,18).

Ante su auditorio de dirigentes judíos (10,19), que lo odian (7,7) e intentan matarlo (7,1.19; 8,37.40), Jesús afirma que es precisamente su prontitud para morir lo que hace manifestarse en él el amor del Padre.

Jn 10,16

 <<Tengo además otras ovejas que no son de este atrio; también a ésas tengo que conducirlas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor>>.

Jesús descubre el horizonte de su futura comunidad. Su misión no se limita al pueblo judío, se extiende a otros (11,52.54 Lects.). Este universalismo está en consonancia con la concepción de Jn, que, desde el prólogo, sitúa su evangelio en el contexto de la creación. El amor de Dios que la realiza tiene por término la humanidad entera (1,9: la luz que ilumina a todo hombre; 3,16: así demostró Dios su amor al mundo / humanidad; 4,42: el salvador del mundo; 8,12: la luz del mundo). Los discípulos procedentes de otros pueblos formarán con los que vengan de Israel una sola comunidad; ha terminado el privilegio del pueblo elegido (19,25 Lect.). La unidad de todos se verificará por la convergencia en el único pastor, Jesús.

La ausencia de coordinación (y) o de la preposición relacional (con) entre los dos miembros de la frase: un solo rebaño, un solo pastor, reduce al mínimo la dualidad de ambos. La relación del rebaño con Jesús no es la de yuxtaposición ni la de compañía; la existencia del rebaño lleva en ´si la presencia de Jesús, pastor, pues él, con su muerte, quedará constituido en fuente de vida única y perenne para los suyos, según la relación íntima de conocimiento-amor ya descrita antes.

Jesús forma un rebaño, pero no crea una institución/templo (atrio) paralela y opuesta a la judía, de la que saca a los que escuchan su voz. Su comunidad, que es universal, no está encerrada en institución nacional ni cultura alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabada por el Espíritu. De ella nacerán sus diferentes expresiones.

Jn 10,14-15

 <<Yo soy el modelo de pastor; conozco a las mías y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre; por eso me entrego yo mismo por las ovejas>>.

Describe Jesús su relación con los suyos. Antes afirmaba un conocimiento personal de cada uno, a quien él llamaba por su nombre para sacarlo del recinto (10,4). Ahora declara que entre él y la comunidad como suma de individuos existe una relación personal de conocimiento profundo e íntimo. Por parte de la comunidad significa conocer a Jesús, que ha dado la vida por sus amigos y les ha comunicado el Espíritu, es decir, conocer su amor. Por eso la expresión conozco a las mías y las mías me conocen a mí indica la relación de amor entre Jesús y los suyos que crea la participación de su Espíritu (1,16).

Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu (1,32; 4,24). La misma realidad se describirá más adelante en términos de identificación entre los discípulos, Jesús y el Padre (14,20) o de unidad con Jesús y el Padre (17,21). La pertenencia a la comunidad de Jesús no es una afiliación externa, se basa en esa experiencia. En esto consiste precisamente la vida definitiva, en conocer personalmente al Padre y a su enviado Jesús Mesías (17,3 Lect.). Su conocimiento-amor a los suyos y al Padre lleva a Jesús a dar la vida por las ovejas.

Jn 10,12-13

 <<el asalariado, que no es pastor y de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y dispersa; porque siendo asalariado no le importan las ovejas>>.

Como antes la imagen de la puerta (10,8-9), también la figura del pastor (cf. 10,2) aparece primero en oposición a una figura representativa, aquí la del asalariado o mercenario (10,11-13) y, a continuación, en su relación con los suyos (10,14-15). La oposición entre el pastor y el asalariado se funda en la motivación: el pastor presta su servicio por amor, renunciando al propio interés, dispuesto a dar la vida por las ovejas; el asalariado lo hace por dinero y, en el peligro, deja que las ovejas mueran.

El lobo es otra figura negativa en paralelo con la de los ladrones y bandidos: las arrebata y las dispersa. En el rebaño hace el mismo estrago que aquéllos. Su obra es contraria a la de Jesús, reunir a los hijos de Dios dispersos (11,52).

Jn 10,11

 <<Yo soy el modelo de pastor. El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas>>.

Jesús se ha presentado como puerta por ser él mismo el acceso a la vida, la alternativa a la muerte; pastor, en cambio, es término que describe su actividad con los que el Padre le ha dado (6,39). No es Jesús un pastor más, sino el modelo, el verdadero, y la característica del pastor es dar la vida por los suyos (cf. 15,13). Quien no ama hasta dar la vida no es pastor (cf. 21,16).

Existe un estrecho paralelismo entre la frase del verso anterior y ésta: Jesús viene a dar vida rebosante y para ello se da a sí mismo. Darse es comunicar vida. El mismo principio será enunciado en 12,24 con la imagen del grano de trigo. Para comunicar la plenitud de vida, Jesús se entregará hasta la muerte. La vida sólo la comunica el amor, que es don de sí a los demás (15,13). El máximo don de sí es su comunicación plena.

sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 10,10b

 <<Yo he venido para que tengan vida y les rebose>>.

Jesús opone su figura a los dirigentes del pueblo. Si ellos procuran muerte, él, por el contrario, tiene por misión y designio que los hombres gocen de vida plena (6,40); éste es su testimonio en favor de la verdad (cf. 18,37). Lo mismo al inválido (5,6) que al ciego (9,6), él ha dado esperanza y comunicado vida, sin poner más condición que el deseo de ella.

Jn 10,10a

 <<El ladrón no viene  más que para robar, sacrificar y destruir>>.

De nuevo echa Jesús en cara a los dirigentes su conducta homicida. Describe la actividad perversa del ladrón (cf. 10,8), en términos que remiten a la escena del templo (2,15s). El ladrón no sólo roba, es decir, despoja al pueblo de lo que es suyo, es además asesino (bandido), sacrifica a las ovejas. Alude claramente al ganado preparado en el templo para el sacrificio y expulsado simbólicamente por él. Las verdaderas víctimas del culto no son los animales, sino el pueblo mismo; mientras el templo se ha convertido en una casa de negocios (2,16) y acumula sus bienes en el tesoro (8,20), el pueblo está reducido a la miseria y a punto de muerte (5,3). Con esta imagen denuncia la violencia y dureza de los dirigentes que explotan al pueblo sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida.

Jn 10,9

 <<Yo soy la puerta, el que entre por mí quedará a salvo, podrá entrar y salir y encontrará pastos>>.

Usando la misma imagen, describe Jesús, en segundo lugar, su relación con el hombre. Para el individuo, entrar por la puerta que es Jesús es lo mismo que <<acercarse a él>>, <<darle su adhesión>> (6,35), seguirlo o atenerse a su mensaje (8,31.51), lo que incluye, como en el caso anterior, asimilarse a él en la entrega al bien del hombre.

Respecto a los que entrar por él, Jesús es la alternativa que permite escapar a la muerte: quedará a salvo, porque él da vida definitiva (3,15ss; 5,21.24.40; 6,27.40.51.54; 7,37ss). Esta puerta se abre a la tierra de la vida, la del amor leal. El hombre quedará libre de la explotación a que estaba sometido.

Jesús se propone él mismo como alternativa al orden injusto, él crea el ámbito donde el hombre puede ser libre y gozar de la vida-amor que él comunica. Es la tierra prometida, la nueva comunidad humana de amor muto (6,21 Lect.), punto de llegada de su éxodo.

El hombre ejercerá su actividad a través de esa puerta, como lo expresa la frase: podrá entrar y salir; tendrá libertad de movimientos, pues Jesús hace andar a los inválidos (5,8.9.11.12; cf. 8,32.36).

La expresión encontrará pastos equivale a nunca pasará hambre, nunca pasará sed (6,34). El <<pasto>> de que habla Jesús se identifica con el pan de la vida que es él mismo. Hay un juego de palabras entre <<pasto>> (gr. nomê) y <<Ley>> (gr. nomos). La antigua Ley está sustituida por este <<pasto>> que encuentra el discípulo, que por contener el Espíritu, se convierte en la nueva Ley, la del amor leal (1,17; 13,34s).

La alternativa de Jesús es, pues, su comunidad, el lugar de la vida (quedará a salvo), de la actividad y libertad (podrá entrar y salir) y del amor y solidaridad mutua (el pasto).

Jn 10,7-8

 Entonces añadió Jesús: <<Pues sí, os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos, pero las ovejas no les han hecho caso>>.

En esta unidad utiliza Jesús de nuevo el símbolo de la puerta, pero aplicado ahora a sí mismo. Ha hablado de la puerta antigua, la del recinto de Israel, que sirve sólo para dejar entrar a Jesús y sacar las ovejas. Es una puerta cuyo papel habrá terminado una vez que se efectúe el éxodo del Mesías.

Se declara él ahora la nueva puerta, en primer lugar en relación con los dirigentes, en segundo lugar en relación con los que lo siguen.

En relación con los dirigentes, declara ser él el único lugar de acceso legítimo a las ovejas. Esta afirmación tiene dos sentidos: Primero, no hay ni ha habido legitimidad si no es en función del Mesías, como preparación a su venida, que era el papel de la Ley misma. Esto conduce al segundo sentido: sólo asumiendo la actitud del Mesías, la disposición a dar la vida, se puede tener acceso a las ovejas. Ellos habían concebido su relación con el pueblo como la de poder y dominio (cf. 4,46bss) que llevaban a la explotación y causaban la muerte (ladrones y bandidos). Hay que cambiar la concepción y la praxis. Entrar por Jesús significa poner el bien del hombre como valor supremo (8,31-32 Lect.) y, por tanto, entregarse sin límite a procurarlo. Quien no adopta ese principio es inevitablemente un opresor (8,46b Lect.).

La declaración de Jesús es muy dura. Los que se han atribuido ser líderes del pueblo han usado el dominio y la violencia para explotarlo (cf. 2,16). El present4e <<son>>, en lugar de un pasado, refiere el dicho de Jesús, sobre todo, a la época contemporánea suya. Pero las ovejas no les han hecho caso. El pueblo está sometido por el miedo (7,13; 9,22), no por convicción.

Jn 10,6

 Esta semejanza les puso Jesús, pero ellos no entendieron a qué se refería.

Los dirigentes no entienden la semejanza; no ven porque están ciegos; no conocen su voz, porque no son de sus ovejas (10,26), y no entienden su lenguaje porque no son capaces de escuchar el mensaje de vida que los privaría de su situación y seguridad (8,43).

Instalados en sus instituciones y con la conciencia de ser los jefes legítimos del pueblo, no son capaces de entender la denuncia que Jesús hace de ellos ni la necesidad o posibilidad del éxodo que va a realizar.

Jn 10,5

 <<A un extraño, en cambio, no lo seguirán, huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños>>.

Lo mismo que el timbre de voz del pastor invita a la libertad, la voz del extraño anuncia robo y violencia (10,1), y las ovejas huyen de él. Opone Jesús su mensaje de vida a la mentira de muerte que proponen los dirigentes (8,44). Jesús les da un aviso: son ellos los extraños, y no podrán recuperar a los que él ha hecho salir de su dominio.

Jn 10,4

 <<cuando ha echado fuera a todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz>>.

A todos los suyos Jesús los echa, los empuja fuera. La frase está en paralelo con la del templo, cuando echó de allí a todas las ovejas y bueyes (2,15b Lect.), gesto simbólico que anunciaba su programa, y con el aviso que dio al paralítico curado (5,14). El templo, lugar de la explotación, era el lugar de la muerte para el pueblo, representado por el ganado que allí se vendía.

Jesús, que echa a los suyos fuera del recinto de la institución, se opone a los dirigentes que echan fuera de ella al que había sido ciego (9,34). Con su frase les advierte que, en realidad, no han sido ellos lo que lo han expulsado, sino él quien lo ha sacado. Al conseguir la vista, el ciego estaba ya fuera de su dominio.

Él mismo les marca el camino y ellos lo siguen. <<Seguir>> describe la actitud del discípulo respecto a Jesús. Él mismo es el camino (14,6) que los suyos han de recorrer. Su voz les da seguridad, porque comunica vida (6,63: las exigencias que os he estado exponiendo son espíritu y son vida); la experiencia de vida lleva al seguimiento.

Pero Jesús no mete a sus ovejas en otro recinto. No va a crear una institución paralela a la antigua, sino a dar libertad. Los suyos vivirán con él (1,39), unidos a él (15,1ss).

Las ovejas no podían salir solas, porque no había alternativa. Jesús las saca ofreciéndoles la vida. Los que oyen su voz son los que el Padre le entrega (6,37), por eso son suyos propios. A ésos comunica vida definitiva, en ellos cumple el designio del Padre (6,39s).

Jn 10,2-3

 <<Quien entra por la puerta es pastor de las ovejas; a ése le abre el portero y las ovejas oyen su voz. A las ovejas propias las llama por su nombre y las va sacando>>.

A los ladrones y bandidos que saltan el muro se opone el pastor. Se distingue porque él entra por la puerta y el guarda (el portero) reconoce su derecho a entrar. Bajo los trazos del pastor, Jesús se describe a sí mismo como el único que tiene derecho a entrar en el templo-institución y el único a quien se le reconoce. Su derecho se identifica con su misión divina. En Ezequiel, el papel de pastor correspondía en primer lugar a Dios (34,11s.15) y luego al futuro David o rey mesiánico (34,23). Jesús, implícitamente, se declara de nuevo Mesías. Al contraponerse a los dirigentes afirma que la autoridad que ellos se arrogan es ilegítima.

El pastor entra para cuidar de las ovejas, no para explotarlas. Por eso las ovejas escuchan su voz (5,25) y le hacen caso, como se lo ha hecho el ciego. La voz de Jesús es un mensaje que significa liberación, la del Mesías, que saca de la tiniebla-muerte (8,12). Su voz no se dirige a una multitud anónima, es una llamada personal: las llama por su nombre. No existe la masa para Jesús (6,10a Lect.), cada uno tiene rostro y nombre.

La actividad del pastor enviado por Dios consiste en sacar de la institución judía a los que responden a su llamada. Expresa Jesús de nuevo la calidad de su éxodo, significado anteriormente por el paso del mar (6,1 Lect.). La institución judía se ha convertido en el lugar de las tinieblas, dominado por el interés económico; el dinero ha tomado el puesto del Padre (2,16: una casa de negocios). Él conduce al pueblo fuera, para librarlo de la muerte (cf. 5,14). Pero no lo hace subrepticia, sino abiertamente, porque ésa es la misión que el Padre le ha confiado. Entra y llama; los que responden a su invitación a la libertad son los suyos y los conduce fuera. Jesús no pretende instalarse en la antigua institución ni continuarla. No ha venido a renovar las instituciones de Israel, sino a crear una comunidad humana nueva.

Jn 10,1

 <<Sí, os lo aseguro: Quien no entra por la puerta en el atrio de las ovejas, sino trepando por otro lado, ése es un ladrón y un bandido>>.

Reaparece el tema de las ovejas, ya insinuado en 2,15 (a todos los echó del templo, lo mismo a las ovejas que a los bueyes) y en 5,2 (la Ovejera), donde se identificaban con la muchedumbre de enfermos tirados en los pórticos de la piscina (5,3). Son, por tanto, el pueblo dominado por los dirigentes.

La declaración de Jesús se dirige a los mismos fariseos que lo acaban de interpelar. De hecho, la escena terminará con una división (10,19), paralela a la ocurrida anteriormente (9,16) y con una alusión a la curación del ciego (10,21; cf. 9,10.14). Jesús comienza una comparación alegórica cuyo significado, en el contexto, es claro. El atrio representa el templo o, más ampliamente, la institución judía, en la cual se han arrogado puestos de poder individuos que carecen de todo derecho y que son en realidad explotadores del pueblo (ladrones y bandidos).

Abre su exposición con un principio general: existe un solo modo legítimo de acercarse a las ovejas: entrando por la puerta del recinto donde se encuentran. Quien penetra por otro lado, no lo hace por amor a ellas, sino para explotarlas en propio beneficio. Éste es el pecado de los dirigentes.

<<Ladrón>>, término aplicado a los dirigentes y a Judas, es quien se apropia de lo que pertenece a todos (12,6 Lect.); se opone a lo que es Jesús y a lo que hace practicar a los suyos: hacer de todos los que pertenece a cada uno (6,11 Lect.). Ellos le quitan al pueblo lo que es suyo. Fue la denuncia hecha por Jesús en su primera visita al templo (2,13ss).

<<Bandido>>, que se aplica a los dirigentes y a Barrabás (18,40), es el que usa la violencia. Los dirigentes son homicidas (8,44) como van a probarlo con la muerte de Jesús (cf. 11,53; 12,10); ellos someten al pueblo con la violencia de sus sistema (7,13; 9,22: el miedo), reduciéndolo a un estado de muerte (5,3.21.25); la han usado para expulsar al ciego curado (9,34b).

La acusación de Jesús significa, por tanto, que los que se arrogan ser dirigentes del pueblo son explotadores (ladrones) que usan de la violencia (bandidos) para someter al pueblo manteniéndolo en un estado de miseria. Recuérdese que el Enemigo, <<el diablo>> padre de los dirigentes, que inspira su conducta, encarnado en el tesoro del templo, es el afán de lucro y el poder del dinero (8,20; 8,44a Lect.).

Jn 9,41

 Les contestó Jesús: <<Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero es ahora cuando decís que veis: vuestro pecado persiste>>.

Jesús los coge con su misma afirmación. No es pecado ser ciego (cf. 9,3), sino serlo voluntariamente, es decir, rechazar la luz cuando ésta brilla ante los ojos. Con estas palabras describe lo ocurrido con los fariseos con motivo del proceso del hombre curado. La división en el grupo fariseo (9,16s), que reflejaba la lucha interna ante la interpelación planteada por la curación del ciego, ha mostrado que no eran incapaces de ver. Ellos, ante el hecho que los interpelaba (9,16), podían haber abierto los ojos a la luz, pero los han cerrado, rechazando la evidencia (9,24). Alardean, sin embargo, de una visión, que es falsa (9,24b: A nosotros nos consta). No sólo no quieren ver, sino que imponen su mentira como verdad; así lo expresaba Is 5,20: <<¡¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!>>. Su pecado se apoya, por tanto, en una doble mala fe: por un lado, distinguen la luz y la rechazan; por otro, proponen como luz lo que saben ser contrario a la luz que conocen. Hacen una opción consciente y torcida (3,19: la luz ha venido al mundo, y los hombres han preferido la tiniebla a la luz, porque su modo de obrar era perverso). Son ciegos voluntarios que buscan cegar a los demás. Son la tiniebla, que, proponiendo la mentira, apaga la verdad y con ella la vida.

No obran inconscientemente, saben muy bien lo que pretenden. Son ellos los que van a quedar definitivamente ciegos, excluyéndose para siempre de la luz-vida; cuando llegue la noche (9,4), que ellos mismos van a provocar con su rechazo definitivo de Jesús, su sentencia será irrevocable.

Su pecado es el mismo que Jesús había denunciado en 8,21: vuestro pecado os llevará a la muerte (8,23 Lect.). Ellos se obstinan en su mentira, y su pecado permanece. Habían declarado a Jesús pecador (9,24), mientras son ellos los que conscientemente practican el pecado (8,34). Los que en nombre de Dios expulsan son los reprobados por Dios.

El ciego de nacimiento no tenía pecado (9,3). Los fariseos, que tienen la posibilidad de responder a la luz, lo tienen. Aparece la diferencia entre oprimidos y opresores. El oprimido es ciego porque lo han privado de la posibilidad de ver. El opresor, en cambio, propone la mentira (8,44), y con ella ciega al pueblo. Viendo los efectos de su acción (5,3: una muchedumbre, los enfermos; ciegos, tullidos, resecos), deberían rectificar, pero no tienen amor (5,42); no les importa el hombre, sino su posición y su dominio (5,44). Su pecado persiste.

miércoles, 17 de agosto de 2022

Jn 9,40

 Se enteraron de esto aquellos fariseos que habían estado con él, y le preguntaron: <<¿Es que también nosotros somos ciegos?>>.

Estos fariseos se han hecho jueces del ciego y lo han expulsado. Han obrado así en nombre de su Ley, utilizada injustamente (7,24) en contra del hombre. Su pregunta delata incredulidad y autosuficiencia. Jesús había predicho que, como consecuencia del proceso que él abre, quedarían ciegos; ellos preguntan irónicamente si lo son ya, negándose a creer que quienes poseen el conocimiento basado en la Ley puedan ser ciegos ni vayan a perder nunca la luz.

Jn 9,39b

 <<así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos>>.

El proceso que instituye Jesús va a trastornar las situaciones establecidas: aquellos que nunca han podido conocer, como el ciego de nacimiento, conocerán, porque van a experimentar la acción de Dios, y con ella su amor. En cambio, los que podían conocer, pero engañaban y explotaban al pueblo con una falsa doctrina, van a quedar ciegos, al consumar su rechazo de Jesús (3,19s Lects.).

Jn 9,39a

 Añadió Jesús: <<Yo he venido a abrir un proceso contra el orden este>>.

La frase de Jesús anuncia el efecto de su venida. No es misión suya juzgar a la humanidad (3,17; 12,47), pero su presencia y su actividad denuncian el modo de obrar del <<mundo>> (7,7) y abren un proceso contra el orden opresor. El proceso está ya incoado, pues obliga a definirse; quienes estén por el hombre estarán de parte de Jesús, sus opresores se ponen en contra. Los fariseos y los dirigentes judíos han expulsado al ciego curado por no renegar de Jesús (9,34b). Éste, que había desafiado a los dirigentes a echarle en cara pecado alguno (8,46), acciones contra el bien del hombre, ahora va a echarles en cara su pecado, la explotación y opresión del pueblo. La mención de <<el orden este>> recoge la frase de 8,23b: vosotros pertenecéis a este orden, yo no pertenezco al orden este. Ese orden es incompatible con Jesús (17,14), lo odia (7,7) y quiere matarlo (7,1.19.25; 8,37.40). La actitud de los dirigentes es ya resultado del proceso que Jesús ha abierto. Su desenlace será la sentencia que ellos mismos se darán (12,48; cf. 3,19).

Jn 9,35a-38

 

Jn 9,38

 Él declaró: <<Te doy mi adhesión, Señor>>. Y se postró ante él.

El verbo <<postrarse>> es en griego el mismo que en 4,20s se ha traducido <<dar culto/adorar>>. Jesús había anunciado a la samaritana que el culto en Samaría y Jerusalén sería abolido por el culto al Padre con espíritu y lealtad. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia del Padre (2,19-21; cf. 12,45; 14,9). El antes ciego, expulsado de la sinagoga como pecador, enemigo de Dios, ha quedado excluido de las instituciones religiosas (sinagoga, templo), que monopolizan el culto a Dios. A cambio, encuentra el nuevo santuario, Jesús, donde se rinde el culto anunciado a la samaritana. Éste no se localiza en un edificio, sino en el Hombre, porque consiste en la práctica del amor leal (4,23a Lect.), en trabajar con Jesús realizando las obras del que lo envió (9,4). La adhesión a Jesús ha desembocado en la adhesión al hombre (9,4 Lect.). Es un adorador de los que el Padre busca (4,23).

SÍNTESIS

En el episodio del ciego se expone el aspecto central de la liberación que Jesús lleva a cabo en el hombre y que funda su éxodo. Consiste en devolverle la conciencia de su propio valor y, en consecuencia, del valor de todo hombre. Esto no lo hace Jesús a través de una enseñanza doctrinal, sino a través de su acción, al manifestar al hombre el amor de Dios, expresado en su designio sobre él. Son las obras de Dios el vehículo de su amor; ellas hacen descubrir la propia dignidad y libertad, y muestran en Jesús la meta de la plenitud humana. En esto consiste el verdadero saber, la luz.

El encuentro con Jesús es un encuentro con Dios en el hombre o con el hombre que hace presente a Dios como actividad de amor. Esta experiencia desplaza el culto del templo al Hombre, que es ahora el lugar de la manifestación de Dios.

Pueden relacionarse con estos conceptos otros encontrados antes en el evangelio. Dios, el Padre, se manifiesta en el interior del hombre como un dinamismo de amor que lleva a una respuesta de amor (1,16: un amor que responde a su amor), es decir, se experimenta desde dentro como fuerza que impulsa hacia los demás.

A esta presencia dinámica Jn la llama Espíritu, y quien la acepta en sí nace de Dios, tiene una nueva vida. Al ser experimentada, revela al hombre su propia profundidad humana, que en él adquiere realidad y dimensión gracias a ese Dios que en él actúa, haciéndolo consciente de u propia dignidad y libertad; en otras palabras: de su condición de hijo. Es una vivencia directa de su entera realidad (carne y Espíritu), que lo coloca por encima de toda definición y sujeción esclavizadora.

                                   *    *       *   *       *    *

Los capítulos 5 y 9 describen dos acciones de Jesús con el hombre que presentan muchos rasgos comunes y, al mismo tiempo, una diferencia fundamental: el inválido (afectado también de ceguera, cf. 5,3), había pecado (5,14); el ciego de nacimiento, no (9,3). Son tipos de dos situaciones humanas: la de los que están privados de vida y actividad (5,3: tullidos, resecos) por haber dado su adhesión a una ideología opresora (5,3: ciegos) y la de los que viven bajo la opresión sin haber conocido nunca otra posibilidad de existencia (9,1: ciego de nacimiento).

En el caso del inválido y en el del ciego la iniciativa pertenece a Jesús, el hombre experimenta el efecto de su acción como un bien físico: salud y libertad de movimientos en el caso del inválido, visión e independencia en el caso del ciego. En ambos casos desaparece Jesús de la escena y el individuo curado no sabe quién es o dónde está; este recurso literario común subraya el desinterés, la gratuidad del beneficio; pone en primer plano el favor concedido, despojándolo de toda intención proselitista. Finalmente, por iniciativa de Jesús, se produce un encuentro con él y el reconocimiento de su persona.

Además de acentuar la gratuidad, la distancia temporal entre la experiencia del bien recibido y el reconocimiento de Jesús señala también, de forma paradigmática, el proceso psicológico del sujeto. En primer lugar ha tenido la experiencia de un bien humano (salud, visión) independientemente de toda profesión de fe; ha recibido ese bien gratuitamente, pues Jesús ha tomado la iniciativa y no ha puesto condiciones para obtenerlo; la conclusión primera a que llega es la bondad del don y el amor del dador. Sólo más tarde, como segundo paso, descubre en Jesús, realizador de ese bien, una presencia más que humana, reconociéndolo como el hombre en el que vive Dios y en quien se le rinde culto. Es en este momento cuando el ciego adquiere la visión completa. No descubre, sin embargo, algo nuevo; solamente es capaz de dar nombre al amor que ya había experimentado.

En ambos casos, por tanto, el contacto con Jesús no se hace a nivel de ideas o doctrina, sino a través de la experiencia de un bien recibido, que se percibe simplemente como un bien humano. Esa experiencia es innegable, se impone por sí misma, más allá de toda ideología. Así, pues, el primer contacto se verifica con Jesús-hombre (9,11) que actúa en favor del hombre. El segundo paso descubre, a través de la experiencia del bien recibido, la plenitud del amor de Dios, el dinamismo de Dios creador que llena a Jesús y que en él actúa; se le reconoce entonces como santuario de Dios (9,38).

La manifestación del amor de Dios en Jesús, o manifestación de la gloria, que funda la fe, se hace gratuitamente, sin exigir respuesta. El amor no se vende ni la fe se compra. La manifestación de amor a escala humana, al ser aceptada por el hombre, le descubrirá interiormente una nueva dimensión de su ser y del de los demás, que antes no sospechaba. Acabará descubriendo la calidad del amor, que de hecho procede de Dios mismo. Formulará o no esta conclusión: sólo el encuentro con Jesús la llevará a su plena claridad.

La diferencia que establece el hecho de haber pecado (inválido) o no (ciego) muestra que Jn desarrolla en estos episodios dos aspectos de la obra de Jesús. En el caso del inválido, el más común (85,3: una muchedumbre), expone cómo Jesús quita el pecado del mundo (1,29) dando al hombre la fuerza (el Espíritu, cf. 1,33) para salir de la opresión en que vive (5,14: el templo).

En el caso excepcional del ciego (9,1: un hombre ciego de nacimiento) no se trata de quitar el pecado, que no existe, sino de completar la creación: del hombre-carne, débil y víctima de toda opresión, hace Jesús el hombre-espíritu (3,6: de la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu). Éste, por la libertad que le da su nueva visión de Dios y del hombre, se emancipa del dominio de los dirigentes (9,30-33) y resulta incompatible con su sistema (9,34: y lo echaron fuera).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25