sábado, 4 de febrero de 2023

Jn 11,54

 Por eso Jesús dejó de andar en público entre los judíos y se fue de allí a la región cercana al desierto, a Efraín, una ciudad así llamada, y allí se quedó con los discípulos.

Ante la sentencia de la institución judía contra él, Jesús, desde Betania, donde muchos partidarios del régimen habían visto su actuación, se marcha a una ciudad cercana al desierto.

Como en las ocasiones anteriores (6,1; 10,40), Jn da al alejamiento de Jesús un sentido figurado, utilizando de nuevo el lenguaje del AT. En este caso, Jesús (nombre hebreo y en griego se identifica con el de Josué), se va a una ciudad llamada Efraín. Él, como Moisés, ha pasado el mar, es decir, ha salido de la tierra de la esclavitud (6,1) y, como Josué, ha atravesado el Jordán, llegando a la tierra prometida (10,40). Ahora, ante el rechazo definitivo de la institución judía, Jesús, como Josué, recibe su heredad por voluntad de Dios; cf. Jos 19,49-50 LXX: <<Los israelitas dieron a Josué, hijo de Nun, una heredad en medio de ellos. Siguiendo la orden del Señor, le dieron la ciudad que pidió: Timná Séraj, en la tierra de Efraín. Él construyó la ciudad y se instaló allí>>. Las autoridades de Israel no admiten a Jesús en medio de ellos, pero, por orden de Dios, él tiene su heredad fuera de <<los suyos>> (1,11). Jn la identifica con Efraín, otro nombre de Samaría, el pueblo que lo recibió (4,30.39). Jesús fue reconocido allí como salvador del mundo (4,42). Efraín se opone al mundo judío. Es fuera de él donde Jesús tendrá su ciudad. Su comunidad emigra, pues donde está él están sus discípulos, que pertenecerán a la tierra entera (10,16; 11,52).

En el texto de Jr 38,8 (LXX), donde se prometía la reunificación para el día de la pascua (11,52 Lect.), Dios llama a Efraín su primogénito (Jr 31,9; 38,9 LXX). Jn alude también aquí a este texto profético: entre los hijos de Dios, que serán reunidos por Jesús, la primacía será Efraín, es decir, Samaría, que ya lo ha recibido.

Con esta mención de Efraín/Samaría termina el segundo ciclo, como había terminado el primero. En ambos casos, al rechazo de los suyos (4,1-3; 11,47-53) responde la acogida de los demás pueblos, representados por el primogénito.

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Jn 21,24-25

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