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domingo, 5 de marzo de 2023

Jn 12,44a-50

 

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  • Jn 12,50
  • Después del rechazo por parte de Israel como pueblo, Jesús deja abierta su invitación a los individuos. Resumen del significado y consecuencias de la actividad de Jesús. Tercera vez que habla gritando (cf. 7,28.37), para afirmar el origen divino de su mensaje (44). No hay más Dios que el que se ve en Jesús (45). Exigencias (47), cf. 6,63.68. Afirma una vez más el carácter únicamente liberador/salvador de su misión. Subraya la libertad del hombre (48), que es responsable de su suerte. Jesús enfrenta al hombre (48), que es responsable de su suerte. Jesús enfrenta al hombre con esa realidad para estimularlo a la opción positiva, haciéndole ver las consecuencias de su rechazo. El último día, el de la muerte de Jesús (cf. 7,37), cuando dará la prueba definitiva de su amor al hombre. Ese día, el mensaje propuesto por Jesús juzgará a los hombres; es decir, una vez dada la prueba del amor supremo, no habrá excusa válida para rechazarlo.
  • Origen divino de su mensaje (49); alusión a Dt 18,18. Los “mandamientos” (50) o encargos del Padre a Jesús (10,17s) son un modo de expresar la misión mesiánica.
  • Síntesis. Jesús es la única revelación plena de Dios (cf. 1,18). Toda idea o teoría sobre Dios que no sea compatible con lo que se ve en Jesús es falsa. Dios no es una idea, es el Padre, persona, vida y amor, y se manifiesta en Jesús y en su actividad a favor de los hombres.
  • La misión de Jesús es ofrecer a los hombres una alternativa a su estado de frustración y fracaso, darles la posibilidad de salir de la opresión. El hombre queda en libertad de aceptar su ofrecimiento, pero el rechazo de la vida lleva en sí la opción por la muerte.

Jn 12,50

 y sé que su mandamiento significa vida definitiva; por eso, lo que yo propongo, lo propongo exactamente como me lo dejó dicho el Padre.

Los <<mandamientos>> o encargos del Padre a Jesús son un modo de expresar la misión mesiánica. En 10,17s exponía Jesús el mandamiento referente a su persona: Yo entrego mi vida y así la recobro ... Este es el mandamiento que recibí de mi Padre. Con ese don de sí continuo hasta el final completa Jesús la consagración mesiánica recibida (17,19), manifestando un amor que en su muerte llega a ser igual al del Padre (19,28 Lect.): es la realización plena del Hombre-Dios (19,30: Queda terminado), principio de la nueva humanidad.

Este segundo mandamiento o encargo se refiere a la actividad de Jesús con los hombres: encierra <<la doctrina que no es suya, sino del Padre>> (7,16.17; cf. 8,28), <<los mandamientos suyos>> a sus discípulos, que corresponden a los del Padre a Jesús (15,10). Pero este mandamiento no es independiente del primero: es el mensaje y la exigencia de un amor por el hombre igual al suyo, la invitación a entregarse como él se ha entregado (12,24-26; cf.13,34). Propone a los hombres que realicen también ellos el designio de Dios: que, dándole adhesión, tengan vida definitiva (6,39s). De ahí la expresión que sigue: sé que su mandamiento significa vida definitiva. Jesús no se desvía ni por un momento de ese mensaje (lo propongo exactamente), del que depende la existencia de la humanidad nueva.

Vuelve Jesús a subrayar su fidelidad al Padre y su identidad de propósito con él (4,34; 5,30; 6,38; 8,28s; 10,30.38). Deshace toda ilusión de acceso a Dios o de fidelidad a él apoyados en modos de obrar diferentes del suyo. Los que rechazan su mensaje no cumplen el designio de Dios y, en consecuencia, no tienen vida (cf. 6,53). La antigua Ley ha caducado. Advierte que no cabe relativizar sus palabras: él transmite exactamente lo que el Padre le ha comunicado (8,28.38.40). No existe una voluntad o un designio de Dios que pueda oponerse a lo que expone Jesús, ni instancia superior a él a quien pueda apelarse en contra suya, pues el Padre está identificado con él y él con el Padre (10,38).

Denuncia implícitamente la ignorancia y la mala fe de sus adversarios que, bajo capa de fidelidad a la antigua Ley, se oponen a Dios (5,37s; 7,19; 8,54s). Lo demuestran al rechazarlo. Ellos viven para su propia gloria y desconocen y desprecian la gloria de Dios (5,44; 12,43).

Moisés en su última alocución había prometido vida a los que pusieran por obra todos los artículos de la Ley (Dt 32,46ss): <<porque no son palabra vacía para vosotros, sino que por ella viviréis y prolongaréis la vida en la tierra que vais a tomar en posesión después de pasar el Jordán>>. Jesús ha venido a sustituir aquella Ley por el mensaje que da la vida definitiva (cf. 5,24).

SÍNTESIS

Jesús es la única relevación plena de Dios; por eso la adhesión a él es la adhesión al Padre. Toda idea o teoría sobre Dios que no sea compatible con lo que se ve en Jesús es falsa; Dios no es una idea, es el Padre, persona, vida y amor, y se manifiesta en Jesús y en su actividad en favor del hombre. Los enemigos de Jesús son los de Dios, lo que siguen a Jesús son hijos de Dios, como él es <<el Hijo>>.

La misión dada por el Padre a Jesús es ofrecer al hombre una alternativa a su estado de frustración y fracaso, dar la posibilidad de salir de la opresión en que vive bajo un orden injusto que se le impone y lo maltrata (la tiniebla).

Jesús no discrimina; su misión no se limita a un pueblo, se extiende a la humanidad entera, objeto del amor del Padre, el Dios creador. El hombre, sin embargo, queda en libertad de aceptar su ofrecimiento; pero el rechazo de la vida lleva en sí la opción por la muerte. Su  mensaje es el del Padre, y es vida definitiva. No existe otro mensaje de vida más que el de Jesús: amar hasta el límite como él ha amado.

Jn 12,49

 Porque yo no he propuesto lo que se me ha ocurrido, sino que el Padre que me envió me dejó mandado él mismo lo que tenía que decir y que proponer.

La suerte del hombre depende, por tanto, de su actitud ante Jesús. Lo decisivo de la opción se debe a que el mensaje que Jesús transmite no es invención humana, sino mensaje del Padre, de Dios, que es vida y amor.

En la redacción de este versículo alude Jn a Dt 18,18, donde Dios se dirigía a Moisés: <<Suscitaré un profeta de entre tus hermanos, como tú. Pondré (lit. daré) mis palabras (lit. mi palabra/mandamiento) en su boca y les dirá lo que yo le mande>>. Jesús se presenta como el que ha recibido un mandamiento de Dios, que anula los antiguos.

Jn 12,48

 Cuando uno me rechaza y no acepta mis exigencias, tiene quien le dé sentencia; el mensaje que he propuesto dará sentencia contra él el último día.

Subraya Jesús la libertad del hombre. Dios no se impone, el hombre es responsable de su suerte. Quien rechaza a Jesús renuncia a la plenitud de vida. El mismo ofrecimiento gratuito que hace Jesús será testigo en contra del que no lo acepte. Al no hacer caso al mensaje de la vida, quedará sin ella.

Este juicio se verificará el último día. Ya se ha analizado el contenido de este dato temporal, que se conecta sobre todo con la resurrección (6,39 Lect.; cf. 6,40.44.54; 11,24) y que aquí aparece por última vez. El sentido tradicional, en que Marta lo interpretaba, del último día de los tiempos, había sido corregido por Jesús (11,24s). A la luz de 7,37-39, aparece el último día como aquel en que termina la creación del hombre (19,30), el de la muerte de Jesús, cuando sea levantado de la tierra (12,32) y fluya de él el agua del Espíritu (19,34). Este día creador por excelencia se prolongará en un continuo presente. Siendo el día en que Jesús dará la prueba total y definitiva de su amor al hombre, será perpetuo como ese amor mismo. Así lo simboliza la permanencia del costado abierto después de la resurrección (20,27).

El mensaje que ha pronunciado Jesús juzgará al hombre el último día; es decir, una vez dada esa muestra de amor supremo, no habrá excusa válida para rechazar su mensaje (cf. 8,28).

Jn 12,47

 Si uno escucha mis exigencias y no las cumple, yo no doy sentencia contra él, porque no he venido para dar sentencia contra el mundo, sino para salvar al mundo.

Las exigencias de Jesús son Espíritu y son vida (6,63) y comunican vida definitiva (6,68). Por oposición a las de Moisés, son las verdaderas exigencias de Dios; la prueba es que comunican el Espíritu (3,34). Jesús las ha propuesto, pero respeta la libertad del hombre: la respuesta al amor ha de ser libre. No da sentencia, porque su misión es salvar, comunicando vida (cf. 8,15). La experiencia del amor que vivifica lo convierte en norma para el hombre; ésa es la exigencia de Jesús. Él salva dando la capacidad de amar, es decir, de desarrollar el propio ser, haciéndose semejante al Padre (1,12).

Quien no hace suya la exigencia de Jesús, él mismo se malogra, porque no se realizará nunca como hombre; frustra en sí el proyecto de Dios. Ésa es su sentencia, dictada por él mismo. Jesús es pura oferta de salvación (3,17). No existe discriminación alguna entre los hombres por parte de Dios ni predestinación a la muerte; su amor se extiende a la humanidad entera (3,16) y a todos ofrece la vida en su Hijo. La discriminación la hacen los hombres según la calidad de su respuesta.

Jn 12,46

 Yo he venido al mundo como luz; así, nadie que me da su adhesión permanece en la tiniebla.

El tema luz-tiniebla (1,4.5) ha aparecido desde el prólogo. Jesús se ha identificado con la luz del mundo (8,12; 9,5; 12,35s). La luz de la vida saca de las tinieblas de la muerte, el ámbito dominado por los enemigos de Jesús, el sistema político-religioso judío (5,16.18; 7,1.7.19.32; 8,13ss.37.40.59; 9,24ss; 10,31ss; 11,53). La adhesión a Jesús es la alternativa a la opresión, cuyo instrumento es la ideología, que extingue en el hombre la aspiración a la plenitud (la tiniebla).

Jn 12,45

 <<y cuando uno me ve a mí ve al que me ha mandado>>.

No existe diferencia alguna entre Jesús y el Padre, pues la persona y actividad de Jesús explican lo que es Dios (1,18). No se conoce a Dios si no se acepta a Jesús (7,28; 8,19.54s), ni existe otro Dios más que el que se ve en Jesús: el Padre que está a favor del hombre. El dios reflejado por la Ley, en cuyo nombre los dirigentes se oponen a Jesús (5,16-18; 8,19; 9,16a.24.29; 10,33), es un dios falso.

No dice Jesús que él se parece o que es igual a Dios, sino al contrario, que Dios es como él. No hay más modo de conocer a Dios que mirar a Jesús. Hay que renunciar a toda idea preconcebida de Dios. Éste se ha manifestado plenamente sólo en Jesús, a quien ha comunicado la plenitud de su gloria-amor (1,14.18).

Jn 12,44b

 <<Cuando uno me da su adhesión, no es a mí a quien la da, sino al que me ha mandado>>.

La adhesión a Jesús es adhesión al Padre (14,1), porque significa reconocer en él al Hijo de Dios (1,34; 3,16-18), el proyecto creador realizado (1,14). En la adhesión a él se reconoce y acepta el amor del Padre por el hombre, y se expresa el agradecimiento por ese amor. Estar con Jesús es estar con el hombre y con Dios, no estar con Jesús es oponerse al hombre y a Dios.

Jn 12,44a

 Jesús dijo gritando:

En lo sucesivo, Jesús hablará sólo con sus discípulos o con los que lo interrogan. Estas palabras de Jesús, las últimas dirigidas al hombre en general, carecen de toda determinación de lugar y tiempo. Las hace así válidas para toda época y hombre como el grito de la propia conciencia. Será el testimonio de la comunidad cristiana sobre Jesús, perpetuado en la historia.

Jesús resume su misión y la interpreta, dejando abierta a cada uno su opción personal. Queda en pie su mensaje, que será el que juzgue al hombre.

Es la tercera y última vez que hace una declaración gritando, y está en relación con las dos anteriores (7,28.37). En el primer grito Jesús afirmaba con fuerza su misión divina y su conocimiento personal del que lo había enviado. En el segundo (7,37) exponía el resultado de su misión, el don del Espíritu, e invitaba a acercarse a él para recibirlo, anticipando lo que habría de suceder en la hora de su muerte, al manifestar su gloria (7,39). Este tercer grito recuerda, por tanto, los dos primeros, resumiendo la misión divina de Jesús (12,44b), y el mandamiento del Padre, que significa vida definitiva por el don del Espíritu que en <<su hora>> va a ser comunicado a los hombres (12,50; 17,3 Lect.).

Jn 12,37-43

 

  • Jn 12,37
  • Jn 12,38
  • Jn 12,39-40
  • Jn 12,41
  • Jn 12,42
  • Jn 12,43
  • El evangelista comenta lo que acaba de suceder (37). A pesar de la evidencia de las señales liberadoras (su fuerza/su brazo), el pueblo no ha dado su adhesión a Jesús; en ello ve Jn el cumplimiento de Is 53,1 (38), que el profeta aplicaba al Servidor de Dios. La razón del rechazo está formulada con el texto de Is 6,9s (39-40). Pero, a diferencia de Is, es la Ley, apoyo e instrumento del régimen judío, la que ha cegado al pueblo; la gran tragedia de éste es haber hecho suya la ideología del sistema que lo oprime; no yo los cure, como al paralítico (5,6.9.11.13). Isaías vio la gloria de Jesús (Is 6,3) (41), porque ésta es la del Padre. Tremenda responsabilidad de los dirigentes (42-43), que, por miedo a perder su posición, callan, traicionando al pueblo (cf. 5,44). Han visto que lo que creían verdadero era falso, pero siguen defendiéndolo; aceptar la gloria/amor al hombre que perciben en Jesús significa perder su posición de privilegio.

    Síntesis. Dilema del hombre cuando la acción de Dios derriba sus antiguas seguridades doctrinales: o se fía de Dios y acepta el riesgo, o se cierra al Espíritu y se aferra a sus convicciones pasadas, aun sabiendo que carecen de validez. Es la opción entre luz y tinieblas. El hombre se juega en ello su porvenir.

Jn 12,43

 pues prefirieron la gloria humana a la gloria de Dios.

Habiendo percibido en Jesús la gloria de Dios, el resplandor de su amor por el hombre, se encuentran ante un dilema. Aceptar esa gloria como norma de su vida significa perder su situación de privilegio. En la alternativa optan por continuar donde estaban, renunciando a la vida (12,25; 3,36), a ser hijos de Dios (1,12). Verifican la acusación hecha por Jesús (5,44: ¿Cómo os va a ser posible creer a vosotros que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que se recibe de Dios sólo? Su posición social los tiene atados. Así, aunque saben que Dios está por el hombre, como lo ha manifestado Jesús, ellos, conscientemente, siguen siendo opresores del hombre.

Existen, pues, dos causas de la incredulidad. Una, en el pueblo, la tradición que le han enseñado (12,34). En definitiva, los responsables principales de la situación son los jefes, pues ellos son los que tienen sometido al pueblo con su prestigio y su doctrina, impidiéndole ver la realidad.

SÍNTESIS

La gran tragedia del pueblo oprimido es haber asimilado la ideología del sistema que los oprime, aceptando como valores los principios de muerte que éste propone. Quedan ciegos para ver y apreciar toda realidad que de alguna manera la contradiga.

De ahí la enorme responsabilidad de los dirigentes. En la perícopa aparece la traición al pueblo por parte de muchos jefes judíos, que, convencidos ya de que Dios estaba de parte de Jesús, el condenado por su sistema, no se atreven a ser honrados consigo mismos y permanecen públicamente en el bando opuesto, por miedo a perder su posición.

Se dibuja en la perícopa el dilema que se presenta ante el hombre, cuando la acción de Dios derriba sus antiguas seguridades doctrinales. Es el momento en que se juega su entero porvenir: o bien ha de fiarse de Dios y aceptar el riesgo, o bien se cierra al Espíritu aferrándose a su propio pasado, aunque ya no le conste su validez. Es la opción de todo hombre entre la luz y las tinieblas. Quien entonces no se acerca a la luz, por motivos más o menos inconfesables, empezará a odiar la luz, que es Jesús, el Hijo de Dios.

Jn 12,42

 Con todo, sin embargo, precisamente de los jefes muchos le dieron su adhesión, pero por causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga.

Los jefes se distinguen de los fariseos (3,1; 7,26.28) y designan a los miembros del Consejo supremo, pertenecieran o no a este grupo. Ellos habían constatado las muchas señales que Jesús realizaba (11,47); tenían así una respuesta a la petición de una señal que le habían hecho en el templo (2,18),. Muchos de ellos habían comprendido y estaban de parte de Jesús, pero, por miedo a los fariseos, no se pronunciaban. Éstos, al arrogarse el monopolio de la interpretación de la Ley, se imponen a todos (cf. 9,22). En nombre de ella podían expulsar de la sinagoga. Su ascendiente ha sido ya señalado varias veces en el evangelio (7,32. 45,,; 9,13; 11,46s).

La adhesión a Jesús comportaba la ruptura con las instituciones (8,23s.31; 10,3s). No tienen valor para dar el paso, ven la luz y la reconocen, pero se quedan en las tinieblas, temiendo las consecuencias de su decisión.

Es su gran crisis: haber llegado a ver que lo que creían verdadero era falso, pero seguir defendiéndolo por miedo al riesgo del futuro. Jn describe la hipocresía, fingir creer lo que ya no se cree, para no arrostrar las consecuencias de la verdad. Cometen la traición a sí mismos, malogran su vida, pero, además, traicionan al pueblo por apego a ella (12,25). Su adhesión pública a Jesús habría hecho posible la del pueblo, que, al fin y al cabo, se fiaba de ellos (7,26: ¿Será que los jefes se han convencido de que es éste el Mesías?; cf. 12,34). Pero, al permanecer alineados con los enemigos de Jesús, proponen como luz lo que saben ser tinieblas, desorientan al pueblo y le impiden alcanzar la liberación que Jesús le ofrece. Por eso tienen pecado, porque, sin ser ciegos, ciegan al pueblo (9,40s). Ocultan la verdad, para conservar su posición.

En la perícopa anterior, hablaba Jesús de <<el jefe del orden este>>; ahora Jn, a poca distancia, menciona <<los jefes>> del pueblo. La aproximación no es casual; éstos son la realidad de aquel símbolo. Con su conducta, que establece como valor supremo el propio interés, por encima de la verdad que ya perciben y del bien del pueblo, muestran tener por padre al Enemigo, principio inspirador del sistema de dinero y poder: como él, son embusteros proponiendo como verdad lo que saben es mentira, y asesinos, pues privan al pueblo de la vida que les ofrece Jesús (8,44) y lo llevan con ellos a la ruina (7,33s; 8,21.23).

Jn 12,41

 Esto lo dijo Isaías porque vio su gloria, y así habló de él.

El texto de Isaías que acaba de citarse sigue, en efecto, a la visión de Dios en el templo (Is 6,3), donde los serafines lo aclamaban con el triple Santo. El templo estaba lleno de su gloria (6,1) y lo mismo la tierra (6,3).

<<Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo (LXX: y lleno estaba el templo/la casa de su gloria) ... ¡la tierra está llena de su gloria!>>.

La gloria que vio Isaías se identifica con la que posee Jesús, por ser la que el Padre le ha dado (17,4.22). Él es el santuario, lleno del amor fiel de Dios (1,145), que los suyos han contemplado (1,14: hemos contemplado su gloria). Es la gloria que llega a toda la tierra, el amor de Dios por la humanidad entera (3,16). La resistencia de Israel al mensaje profético anticipaba lo que tendría lugar ante el mensaje del Mesías.

La ceguera del pueblo está en oposición a la visión de la gloria, que narrará el testigo, ante la figura de Jesús en la cruz (19,35 Lect.), y que continuará en su comunidad (1,14).

martes, 28 de febrero de 2023

Jn 12,39-40

 Y no podían creer por aquello que dijo en otra ocasión Isaías: <<Les ha cegado los ojos y les ha embotado la mente, para que sus ojos no vean ni su mente perciba ni se conviertan y yo los cure>>.

La razón de tal rechazo la ve Jn explicada en otro texto del profeta, que pertenece a la escena de su llamamiento (Is 6,9s). Sin embargo, el texto que presenta Jn no corresponde exactamente al hebreo ni a la traducción griega (LXX). Véase la traducción del texto hebreo, donde Dios da esta orden al profeta:

<<Embota el corazón (la mente) de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón (mente) no entienda, que no se convierta y sane>>.

Y la traducción griega:

<<El corazón (la mente) de este pueblo se ha embotado; son tardos de oído, ha cerrado los ojos, para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con el corazón (la mente) ni convertirse y que yo los cure>>.

Jn omite, en primer lugar, las frases que se refieren al oído. Para él, lo importante son los ojos y la mente (el corazón) porque se trata de ver señales y de interpretarlas (12,37). No han cerrado sus oídos a una doctrina, sino los ojos a una realidad.

Existe una notable diferencia entre los tres textos. En el hebreo es el profeta quien, con su anuncio, ha de cegar al pueblo, por orden de Dios, para procurarles la ruina que será su castigo (Is 6,11-13). El imperativo de Dios al profeta es retórico; lo que se propone como finalidad divina es, en realidad, efecto del endurecimiento del pueblo mismo. Debido a la mala disposición, cuanto más les hable el profeta, mayor será la resistencia que encuentre.

En la traducción griega, por el contrario, el pueblo resulta responsable de su ceguera, son ellos mismos los que han cerrado los ojos e impiden su propia curación.

De hecho, la negativa de Israel a ver y oír es tema común en los profetas. Así, por ejemplo, Is 42,18: <<Sordos, escuchad y oíd; ciegos, mirad y ved>>.

Jr 5,20-23: <<Escúchalo, pueblo necio y sin juicio, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye ... este pueblo es duro y rebelde de corazón, y se marcha lejos>>.

Ez 12,2: <<Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tiene ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen; pues son casa rebelde>>.

Según estos y otros textos, la responsabilidad de la ceguera recae sobre el pueblo; a veces, sin embargo, retóricamente, se expresa como un designio de Dios provocado por su cólera.

En Jn 12,40, sin embargo, existe un agente externo que ciega al pueblo e impide que Jesús lo cure. Su acción es precisamente la contraria de la que hizo Jesús cuando abrió los ojos al ciego (9,1.10.14, etc.; 10,21; 11,37). Habiendo sido ésta una obra de Dios (9,3s), la acción de cegar no puede venir de él. El Hijo enviado por Dios al mundo (3,17) es la luz que ilumina a todo hombre (1,9; 3,19); Dios no discrimina, pues no lo ha enviado para juzgar al mundo (= la humanidad), sino para que el mundo por él se salve (3,17; 12,47). Por tanto, el causante de la ceguera no puede ser de ningún modo Dios, como, de hecho, tampoco lo era en el AT. Ha de ser un antagonista suyo.

El contexto lo identifica sin lugar a dudas: el adversario de la luz/verdad es la tiniebla (12,35), que, usando <<la mentira>> (8,44), deja al hombre ciego, incapaz de percibir el esplendor de la vida a que Dios lo destina (1,5). Concretamente, la causa inmediata que ha impedido al pueblo reconocer a Jesús por Mesías ha sido la Ley, con su doctrina sobre el Mesías que no debía morir (12,34).

Pero la Ley, a su vez, es el instrumento del sistema de poder, personificado en <<el jefe del orden este>> (12,31). Los agentes humanos de la ceguera del pueblo son, por tanto, los dirigentes que encarnan ese sistema, en particular los fariseos (cf. 12,19.42). Ellos utilizan la Ley, prometiendo al pueblo un Mesías futuro continuador de las instituciones existentes; asimilan el futuro al pasado y programan de antemano la intervención de Dios en la historia; así mantienen al pueblo en la ceguera y le impiden reconocer al enviado de Dios (7,25-29.40-43). Son ellos, interesados en mantener su posición (11,48c Lect.), los primeros que rechazan a Jesús y, de hecho, ya han acordado matarlo (11,53). Son ciegos voluntarios, porque se han negado a aceptar la luz; pero, además, hacen alarde de ver y proponen al pueblo la falsa luz (9,41 Lect.).

Jesús ha venido a dar la salud, a curar al pueblo (cf. 5.9.13), liberándolo de la opresión que ejercen las instituciones (2,14-16; 5,1ss), pero el pueblo, dependiente de sus maestros (12,34; cf. 5,39s.46s), no acepta la vida que le ofrece Jesús.

La frase final: ni yo los cure, alude al inválido de la piscina (5,6.911.13). El pueblo estaba representado por la multitud de enfermos que vacían en los pórticos, figura de la Ley (5,2-3). No pueden caminar, porque no tienen fuerza ni libertad: la Ley, manejada por los dirigentes, los paraliza, prohibiéndoles la salud y la vida (5,10). Su tradición los mantiene en la esclavitud (8,34).

Esa Ley que los distancia de Dios y oculta su amor (2,.3.6 Lects.) les hace incomprensible la muerte del Mesías. No pueden entender que Dios ame al hombre hasta el punto de dar la vida por él. No perciben que es así como se manifiesta su gloria, que no es la del poder, sino la del amor leal.

Jn 12,38

 así se cumplieron las palabras que dijo el profeta Isaías: <<Señor, ¿quién ha creído nuestro anuncio? y ¿a quién se le ha descubierto la fuerza del Señor?>>.

En lo que sucede, Jn ve el cumplimiento de un texto de Isaías (53,1), que el profeta aplicaba al Siervo de Dios. Describe así el rechazo del mensaje de Jesús, y, en consecuencia, la imposibilidad de interpretar sus señales liberadoras (su brazo / su fuerza). Era la fuerza de Dios mismo, pues las obras que realizaba eran las del Padre (5,36; 9,4; 10,25.38), que mostraba con ellas su amor al hombre.

Jn 12,37

 A pesar de tantas señales como llevaba realizadas delante de ellos, se negaban a darle su adhesión.

El evangelista comenta lo que acaba de suceder. Israel, que había aclamado a Jesús, no le ha dado su adhesión. Muchas señales había realizado Jesús, de las que Jn ha relatado sólo una selección significativa (20,30; 21,25), pero el pueblo se niega a leerlas y lo rechaza. No se acercan a la luz, se quedan en la tiniebla y así pesa sobre ellos la reprobación de Dios (3,36).

Jn 12,12-36

 

  • Jn 12,12
  • Jn 12,13a
  • Jn 12,13b
  • Jn 12,14-15
  • Jn 12,16
  • Jn 12,17-18
  • Jn 12,19
  • Jn 12,20
  • Jn 12,21-22
  • Jn 12,23
  • Jn 12,24
  • Jn 12,25
  • Jn 12,26a
  • Jn 12,26b
  • Jn 12,26c
  • Jn 12,27a
  • Jn 12,27b
  • Jn 12,28a
  • Jn 12,28b
  • Jn 12,29
  • Jn 12,30
  • Jn 12,31
  • Jn 12,32-33
  • Jn 12,34a
  • Jn 12,34b
  • Jn 12,35
  • Jn 12,36a
  • Jn 12,36b
  • La capital, repleta de peregrinos (12). Los ramos de las palmas (13), que se agitaban en la fiesta de las Chozas, la gran fiesta mesiánica (septiembre) (7,2). Jn une así el éxodo-liberación (Pascua) con el mesianismo (Chozas). Gritos que expresan el anhelo de salvación (Sal 118,25s), la que esperan de Dios por medio del Mesías; rey de Israel (cf. 6,15), horizonte nacionalista. Jesús reacciona a la aclamación montándose en un borriquillo (14-15): se alude a Sof 3,16; Miq 4, 6-8; Zac 9,9 (No temas, en lugar de “Alégrate”); el Mesías viene a liberar a los oprimidos del temor (cf 7,13). Al tomar el borrico por montura desmiente Jesús toda expectación de violencia y de grandeza mundana (Zac 9,9).
  • Los discípulos no comprenden (cf 2,17.22); comprenderán cuando manifieste su gloria/amor en la cruz; el letrero (19,19: “Jesús Nazareno, el rey de los judíos”) les hará comprender cuál es su mesianismo.
  • Vuelve a describirse con más detalle la escena inicial (17-18), precisando el motivo de las aclamaciones; la multitud son “los muertos que oyen su voz” (5,25); esperanza de liberación. La presencia de Jesús hace salir de la ciudad a los que habían acudido a la fiesta, centrada en el templo. Se ha acercado a Jerusalén (12), centro de la opresión /10,3s; Sof 3,18s), para vaciarla.
  • Los fariseos (Ley/ideología/tiniebla) no participan (19: entre ellos): se reprochan el éxito de Jesús (no adelantáis nada). La multitud pasa de las tinieblas a la luz (Jesús).
  • Griegos, no judíos, prosélitos o simpatizantes (20-22). Subían para dar culto, pero al encontrar a Jesús renuncian a su propósito. Felipe y Andrés, de Betsaida (“lugar de pesca”, posible alusión a la misión) (1,44). Felipe consulta a Andrés y, los dos, a Jesús: dificultad de las comunidades en decidirse a difundir el mensaje entre los paganos (cf. Zac 9,13; Sof 3,9).
  • Jesús no habla directamente a los griegos (23): la misión con los paganos tocará a sus seguidores. La hora final, la de su muerte, manifestará su gloria/amor y permitirá la misión. No se produce vida/fruto sin da la propia (24); amar es darse sin escatimar, hasta desaparecer, si es necesario. Solamente el don total libera las capacidades del hombre. Esta muerte no es un suceso aislado, sino la culminación de un proceso de donación de sí mismo. La fecundidad no depende de la transmisión de una doctrina, sino de una muestra extrema de amor (si no muere, permanece él solo). Sólo quien no teme a la muerte (25) puede entregarse hasta el fin, llevando su vida a su completo éxito. Infundir temor, la gran arma del orden injusto; el apego a la vida lleva a todas las abdicaciones. Ser discípulo significa colaborar en la tarea de Jesús (26), aun en medio de la hostilidad y persecución; el que colabora se encuentra, como Jesús, en la esfera del Espíritu, en el hogar del Padre (7,34; 8,29). El hombre libre posee su vida, su presente, y en cada presente puede entregarse del todo: la entrega total en cada momento es el significado de “morir”. Lo honrará el Padre, como a hijo.
  • El ser de Jesús se rebela ante su muerte (27), paroxismo del odio y máximo de la injusticia; horror del amor ante el odio, pero su muerte dará sentido a su vida entera; su amor supera la debilidad de la carne. Reacciona reafirmando su decisión de llevar a cabo su obra (28); por eso, pide al Padre que manifieste su amor en su propia entrega. La respuesta confirma la actitud de Jesús. Voz significa también “trueno” (Éx 19,16.19). La bajada del Espíritu (1,32: bajar del cielo) fue la manifestación del amor del Padre a Jesús; ahora habrá una manifestación visible para todos, la nueva teofanía, el Hombre en la cruz, de quien fluirá la vida (3,14s; 7,37-39). Interpretaciones (29): amenaza (trueno, cf. Sal 29,3ss) o mensaje de Dios a Jesús (ángel). El mensaje es para ellos (30) y les revela la misión de Jesús.
  • El orden este (31), el sistema de poder enemigo de Jesús y de sus discípulos (cf. 8,23). Su jefe personifica el círculo de poder, mostrando su común motivación y la unidad de intento; son los dirigentes, hijos y agentes del Enemigo (“el diablo”), que designa al dios-dinero (el tesoro del templo, 8,44). Jesús vino para abrir un proceso contra el orden este (9,39); ahora existe la sentencia (cf. 3,19). Echado fuera de la esfera de Dios, pues, en su cruz/exaltación, Jesús se convertirá en centro que atraerá a los hombres (Os 11,4) a una entrega como la suya, la del Hombre-Dios, para formar una sociedad conforme al designio divino (32-33).
    La Ley (34) = los escritos del AT, que incluían la idea de un reinado sin fin (Sal 89,4s; Sal 110,1; Is 9,6). Extrañeza que anuncia el rechazo. La multitud judía, educada en la Ley, que ha aclamado a Jesús como Mesías (12), espera la solución definitiva del gobierno de un rey davídico perpetuo (7,42). Esperan una gloria (23) que no es la del amor; en el ser levantado en alto (329 ven solamente la muerte; no comprenden ese mesianismo. La ley no los ha estimulado a la libertad ni a la responsabilidad personal. Buscan un rey glorioso; esperan la salvación del poder, que no les exige compromiso. Pero la salvación no viene del poder de uno, sino del amor de todos. Desean la reforma de las instituciones; no entran en su horizonte el cambio personal ni la plenitud humana.
  • Jesús les recuerda (cf 7,33) la urgencia de la opción (35-36). Es el último aviso. Esperan liberación, pero según los falsos principios del sistema (la tiniebla, cf. Is 59,9s) (34: hemos aprendido de la Ley), no la que Jesús les ofrece (la luz, cf. Is 2,5; 9,1; 42,16; 55,9s; 60,19, etc.) (cf. 8,12).
  • Jesús se aleja. Ha terminado su contacto con Israel, que no lo acepta como Mesías (1,11). La Ley (34), enseñada por los fariseos (19), les impide ver.
  • Síntesis. Se oponen dos concepciones de la salvación: la del pueblo, que concibe al Mesías en términos de poder y realeza humana; la de Jesús, que la pone en la plenitud del hombre, en la entrega por amor. La multitud no quiere un Mesías que los haga libres para llegar a la plenitud humana, sino a uno a quien obedecer, eximiéndose de la responsabilidad. No quieren libertad responsable, sino sumisión a un poderoso que se encargue de arreglar la sociedad.

Jn 12,36b

 Así habló Jesús. Luego se fue, ocultándose de ellos.

Después del aviso que ha dado, Jesús se aleja. Ha terminado su contacto con Israel, que no le ha dado su adhesión como Mesías; <<los suyos>> no lo han recibido (1,11). Ha querido darle la última oportunidad de escapar de la muerte que los domina, pero la Ley (12,34) enseñada por los fariseos (12,19) les impide ver. Los muertos han oído su voz, pero no la han escuchado (5,25).

SÍNTESIS

La perícopa propone la opción de Israel ante su Mesías, que acaba siendo negativa. Se oponen dos concepciones mesiánicas: el pueblo, modelado en la tradición que transmiten los dirigentes, concibe al Mesías en términos de realeza humana y, por tanto, de poder. Jesús, en cambio, se presenta como el Mesías que cumple las promesas del AT, pero interpretadas a otra luz, la de Dios creador. Por eso identifica al Mesías como <<el Hombre>>, que lleva su amor hasta el límite dando su vida para salvar al hombre, llevándolo a su plenitud. Anuncia, por eso, su muerte como componente esencial de su mesianismo. Advierte al mismo tiempo a sus discípulos que seguirlo en esa entrega es la condición para la fecundidad en la misión.

Aparece ahora con más claridad el significado de la escena de Betania (12,1ss). Es allí donde Jn describe por anticipado la relación del Mesías con su pueblo comunidad. No será el Señor que domina, sino el amigo que toma puesto a la mesa con los suyos: el Esposo que recibe el homenaje de la esposa; el dador de vida centro de la comunidad de los vivos. El marco no son grandiosas instituciones, sino el ámbito doméstico; el horizonte de su comunidad no es la grandeza humana, sino el amor a los pobres.

Jn 12,36a

 <<Mientras tenéis luz, prestad adhesión a la luz, y así seréis partícipes de la luz>>.

Jesús insiste en que prescindan de ideas preconcebidas y den su adhesión a la luz, para poseer la luz de la vida (8,12). Participar de la luz es efecto de su comunicación. La luz se posee como propia, igual que el agua recibida de Jesús, que en cada uno se convierte en un manantial interior (4,14)d. La luz, que es la vida, se integra en la persona.

domingo, 19 de febrero de 2023

Jn 12,35

 Les contestó Jesús: <<Todavía un poco de tiempo va a estar la luz entre vosotros, caminad mientras tenéis la luz, para que no os coja la tiniebla, pues el que camina en la tiniebla no sabe adónde va>>.

Jesús vuelve a advertirles la urgencia de la opción; el tiempo apremia (cf. 7,33). Es ya el último aviso, luego se consumará la ruptura (12,37ss). Los exhorta a la reflexión. Ellos, víctimas del sistema de poder, esperaban la liberación, pero, siguiendo los falsos ideales (tiniebla/mentira) propuestos por los dirigentes (12,34: hemos aprendido de la Ley), la esperan de otro poder y no aceptan la que les ofrece Jesús. Habían dado el primer paso, acercándose a él; los exhorta a seguir el camino que habían empezado, mientras él, la luz de la vida, está presente.

La tiniebla los circunda y está al acecho, y van a tener por poco tiempo la luz que les permite salir de ella: cuando lo prendan a él, no habrá opción posible para Israel como pueblo. Los dirigentes la habrán hecho en su lugar. Jesús exhorta al pueblo a separarse de los dirigentes, que han optado contra la vida (11,53); a salir del pecado que los lleva a la muerte (8,21).

Este pasaje se refiere directamente a 8,12: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en la tiniebla, tendrá la luz de la vida. La exhortación a caminar y la oposición tiniebla-luz ponen en relación estrecha ambos dichos de Jesús. Vuelve a presentarles la opción allí propuesta, pero con mayor urgencia (poco tiempo). La luz significa la salvación, el Mesías como alternativa y como Ley. Pero ellos han opuesto su propia Ley, que los mantiene en la tiniebla.

Si cae de nuevo e irremediablemente bajo el dominio de la mentira, Israel quedará ciego y perderá el rumbo (el que camina en la tiniebla no sabe adónde va), no habrá meta (8,12).

La salvación viene repetidamente anunciada en Isaías bajo la metáfora de <<la luz>> (Is 2,5; 9,1; 42,16; 59,9-10; 60,1-3.19-28). La luz, al mismo tiempo que ilumina, congrega (2,5: <<Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor>>). La salvación se ofrece en términos de liberación (9,1: <<El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz>>) y el que cumpla esta promesa será un sucesor de David (9,5s). Una salvación semejante se atribuye en Isaías a la obra de Dios por medio de su Siervo (42,16: <<Conduciré a los ciegos por un camino que desconocen, los guiaré por senderos que ignoran. Ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano>>). La luz brillará en la Jerusalén ideal, centro de convergencia de todas las naciones, que ofrecerá una salvación universal (60, 1-3: <<¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!>>, etc.). La luz será el Señor mismo (60,19: <<Será el Señor tu luz perpetua>>).

Por lo contrario, la situación del pueblo alejado de Dios se describe como estar en la tiniebla (59, 9-10: <<Por eso está lejos de nosotros el derecho y no nos alcanza la justica: esperamos la luz, y vienen tinieblas; claridad, y caminos a oscuras. Como ciegos vamos palpando la pared, andamos a tientas como gente sin vista; en pleno día tropezamos como al anochecer, en pleno vigor estamos como muertos>>).

En el episodio de Nicodemo, el Hombre levantado en alto era punto de referencia, ofrecimiento de salvación para todos (3,14s); ante él, como luz, se dividían las opciones (3,19-21). En este episodio, en cambio, el Hombre levantado aparece como centro de atracción y de convergencia, en paralelo con la luz de Is 2,5; 60,1ss. En ambos casos, el obstáculo para aceptar a Jesús, el Hombre, es la Ley (3,10 Lect.).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...