domingo, 16 de octubre de 2022

Jn 11,12-13

 Le dijeron los discípulos: <<Señor, si se ha dormido, se salvará>>, (Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural).

Los discípulos, en su temor, encuentran pretexto para disuadir a Jesús de su propósito. Es buen síntoma que un enfermo concilie el sueño. Para ellos <<salvarse>> significa evitar la muerte física. Jesús, en cambio, ha usado este verbo como sinónimo de <<tener vida definitiva>>, la que vence la muerte. Ésta es el destino de <<la carne>> débil y perecedera: el que ha nacido del Espíritu (3,6) ha superado la condición de <<carne>> y ha obtenido la verdadera salvación: la muerte física no pone fin a su existencia. Los discípulos no han comprendido aún la calidad de vida que comunica Jesús, siguen aferrados a la antigua concepción de la muerte. De ahí su temor al riesgo que pueden correr en Judea.

El equívoco en que caen los discípulos es además un recurso literario que subraya la interpretación de la muerte como sueño dada por Jesús.

Jn 11,11

 Esto dijo y después añadió: <<Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero voy a despertarlo>>.

Después de haber quitado los motivos de temor, Jesús expone la razón para ir a Judea; informa a los discípulos de la muerte de Lázaro con un lenguaje ambiguo, aunque conocido; en su boca no es un mero eufemismo, pues para él la muerte no es definitiva. Este modo de hablar era común en las comunidades cristianas (1 Cor 7,39; 11,30; 15,6.18.20.51; 1 Tes 4,13; etc.).

<<Amigo>>, como <<hermano>>, era un modo de llamarse los cristianos entre sí, al menos en las comunidades joánicas (cf. 3 Jn 15: Recuerdos para ti de los amigos. Saluda tú a los amigos uno por uno). Jesús designa a Lázaro como un miembro de su grupo y, en continuidad con las expresiones anteriores (11,3.5; cf. 15,14s), señala cuál es la relación entre los discípulos y él. No establece diferencias: Jesús se hace miembro de su comunidad de iguales (nuestro amigo).

Estas palabras indican el motivo de su ida a Judea: no abandonar al amigo. Es el pastor que desafía el peligro por amor a los suyos (10,12). Jesús va a despertar a Lázaro. Ha llegado el momento de mostrar hasta dónde llega el designio del Padre (6,39s).

 

 

 

Jn 11,9-10

 Replicó Jesús: <<¿No hay doce horas de día? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, si uno camina de noche, tropieza, porque le falta la luz>>.

Jesús responde, en primer lugar, al miedo de los discípulos. Las doce horas de día representan el período de su actividad, la duración del día <<sexto>>, que simbólicamente comenzó en Caná (2,1) y al que ha aludido más tarde (8,56: este día mío). Su actividad va a terminar con la resurrección de Lázaro y la decisión de matarlo por parte de las autoridades (11,54); entonces comenzará <<su hora>>, la hora final de su día, cuando llevará a término su obra con el don de su vida. Mientras dure el día, sigue la actividad, y hay que aprovechar la ocasión para realizar las obras del Padre (9,3s), sin miedo al peligro.

Para su explicación Jesús toma pie del ritmo natural. El período de actividad para el hombre es el día, mientras la noche no es propia para el trabajo por la carencia de luz. <<El día>> designa, por tanto, el tiempo de su vida, en que él realiza su obra. En este nivel de lenguaje, la luz expresa la posibilidad de trabajo para Jesús, como la noche significará la cesación de su actividad (cf. 13,30). La frase la luz de este mundo no tiene, por tanto, aquí el mismo significado que Yo soy la luz del mundo (8,12); el evangelista añade el demostrativo precisamente para evitar el paralelo.

Sin embargo, dado que este principio se aplica también a los discípulos, la comparación adquiere un segundo sentido. Para ellos, el tiempo de la actividad requiere la presencia de Jesús, que es su luz; indirectamente, por tanto, la comparación revierte al simbolismo de la luz expresado en 8,12 (21,3 Lect.).

Jn 11,8

 Los discípulos le dijeron: <<Maestro, haca nada querían apedrearte los judíos, y ¿te marchas otra vez allí?>>

Los discípulos objetan. Tienen miedo por Jesús (cf. 10,31-39), piensan que su muerte será el final de todo y debe ser evitada a toda costa. No llegan a comprenderla. Sólo ven el peligro, no el motivo y, mucho menos, el fruto de una muerte aceptada por amor. No creen que Jesús disponga de su propia vida (10,18) ni que sea capaz de vencer la muerte. Quieren protegerlo del peligro, y, al mismo tiempo, protegerse ellos.

Jn 11,7

 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: <<Vamos otra vez a Judea>>.

Jesús escoge su momento, su acción se realiza cuando él lo decide. 

El término Judea evoca la oposición a Jesús. Tuvo que abandonar aquella región ante la sospecha farisea (4,1-3.47.54); tuvo que mantenerse alejado de ella porque los dirigentes judíos trataban de matarlo (7,1). Judea estaba bajo el control inmediato de Jerusalén, donde había tenido el último encuentro con sus adversarios en el templo (10,22-39), después del cual se había retirado Jesús a la Transjordania. Ahora, sin embargo, decide volver allá, para no abandonar a su amigo.

Jn 11,6

 Al enterarse de que estaba enfermo, se quedó, aún así, dos días en el lugar donde estaba.

El retraso de Jesús es deliberado. Con su pasividad, deja que el hecho de la muerte se consume. Él no ha venido a alterar el ciclo normal de la vida física, liberando al hombre de la muerte biológica, sino a dar a ésta un nuevo sentido. Comunica una vida cuya potencia supera la muerte misma y anula sus efectos. Así, la muerte deja de ser motivo de temor.

Jn 11,5

 Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Se describe la relación de Jesús con el grupo de hermanos. Las hermanas habían afirmado el amor de Jesús por el enfermo (11,3), y se había descrito la muestra de afecto de María hacia Jesús (11,2). Ahora, abarcando a los tres, se subraya una vez más el vínculo de Jesús con ellos.

En la enumeración, sin embargo, se omite el nombre de María, antes en primer lugar (11,1.2); ésta es ahora presentada como la hermana de Marta. Lázaro, que ocupaba al principio el primer lugar (11,1), queda ahora en el último. El cambio de orden y la omisión del nombre indican la unidad del grupo. No existe precedencias, la igualdad es tal que da lo mismo comenzar por uno o por otro. Cada uno de los personajes es central en el grupo según los momentos. Son comunidad y cada uno representa un aspecto de ella. El gesto de María (11,2), atribuido naturalmente a un personaje femenino, expresaba el amor del grupo a Jesús; Jesús corresponde al amor de cada uno (11,3) y al del grupo (11,5).

Hay una ligera diferencia entre los verbos usados en el texto. Las hermanas han expresado el amor de Jesús a Lázaro en términos de amistad, que colocan en primer lugar la relación de afecto; en cambio, el verbo usado en este versículo es <<amar>> (traducido <<querer>>), e indica un amor que se traduce en actividad y que comunica vida (cf. 14,15). Jesús, por tanto, no sólo está unido a los suyos por un vínculo de afecto, sino por una actividad de amor.

Jn 11,4

 Al oírlo, dijo Jesús: <<Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios; así se manifestará por ella la gloria del Hijo de Dios>>.

Jesús comenta la noticia recibida. Esta enfermedad, por ser de uno que ha dado su adhesión a Jesús, no tiene como término la muerte. El encuentro con Jesús cambia la situación y el futuro del hombre. Él entiende que hay otra enfermedad que lleva a la muerte, cuyo tipo es la del paralítico (5,5), causada por el pecado: la sumisión a la Ley de un sistema injusto. De ahí la severa advertencia que, después de la curación, Jesús le hizo al encontrarlo en el templo: No peques más (pecado = sumisión), no sea que te ocurra algo peor, la muerte (5,14 Lect.).

<<Muerte>> significa cesación de vida, la que produce <<el pecado>> (8,21). Para los que han salido del pecado, es decir, han dado su adhesión a Jesús, la vida ya no cesará, pues él comunica vida definitiva. Ésta al ser percibida manifestará la gloria de Dios y la del Hijo de Dios, presencia de Dios entre los hombres.

La mención de la manifestación de la gloria-amor alude a la escena de Caná (2,11), donde, por primera vez, manifestó Jesús su gloria. El fruto del amor, que allí prometía para <<su hora>> (2,4), se anticipa con la resurrección de Lázaro. Como todas las señales que Jesús realiza (2,11 Lect.), también ésta anticipa los efectos de su muerte (10,18) para dar vida a los suyos. Será entonces, el último día (6,39; 7,37 Lects.), cuando Jesús, al comunicar el Espíritu (19,30.34), dará al que se adhiere a él la vida y la resurrección.

La frase, sin embargo (Esta enfermedad no es para muerte), era susceptible de ser mal interpretada; los discípulos pueden pensar que Lázaro no está en peligro de morir.

Jn 11,3

 Las hermanas le enviaron recado: <<Señor, mira que tu amigo está enfermo>>.

Se menciona a las hermanas sin dar sus nombres y sin añadir el posesivo (<<sus hermanas>>); quedan así elevadas a categoría para significar la comunidad de Jesús, que muestra su interés por uno de sus miembros. En este contexto de amor fraterno va a ejercerse la acción de Jesús.

No hay petición explícita, les basta con informarlo (cf. 2,3). La comunidad se dirige a él con el título de <<Señor>>. Tiene plena confianza en él, porque conoce su amor y sabe que no puede dejar de acudir a la necesidad. No mencionan el nombre del hermano, sólo recuerdan a Jesús la relación que lo une con él (tu amigo / aquel a quien tú quieres). El vínculo de Jesús con cada uno de los suyos se describe como una relación de afecto y amistad (cf. 11,11; 15,14s). La enfermedad que lo lleva a la muerte no se debe a la falta de amor de Jesús.

Jn 11,2b

 (y su hermano Lázaro estaba enfermo).

María vuelve a ser el centro: lo mismo que Marta era <<su hermana>>. Lázaro es <<su hermano>>. Se subraya el carácter inclusivo de la figura de María en cuanto comunidad. Sobre el parentesco carnal de los tres personajes, prevalece así la común pertenencia a la comunidad de Jesús, señalada ya desde el principio (11,1: era de Betania). El vínculo de amor, implícito en <<hermano>>, estará fundado en el amor que Jesús les tiene (11,5).

Jn 11,2a

 (María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con el pelo...).

María es un personaje conocido de los lectores por el homenaje que rindió a Jesús. Se anticipa en la escena de 12,1-3, donde se describen las mismas acciones casi en los mismos términos; sólo allí se dirá que ungió con perfume los pies de Jesús, mientras aquí la unción tiene como término su persona. La unción con perfume, símbolo de vida y amor, señala el amor de la comunidad hacia Jesús, que le ha dado la vida; la mención de los cabellos, por su parte, significa el amor de Jesús por su comunidad (12,3 Lect.). Se indican aquí, brevemente, las relaciones de intimidad y afecto que existen entre Jesús y los suyos, y que nacen del don de la vida y de la gratitud que experimentan los discípulos. En 12,1-3, la descripción será más detallada.

Jn 11,1

 Había cierto enfermo, Lázaro, que era de Betania, de la aldea de María y Marta su hermana.

Con el episodio de Lázaro, Jn, por decirlo así, enlaza con la narración de 1,43ss, donde después que Jesús invita a Felipe a seguirlo, se añade: Felipe era de Betsaida, del pueblo de Andrés y Pedro. El episodio de Lázaro va a mostrar, por tanto, la acción de Jesús con los que lo siguen, la comunicación de una vida que vence a la muerte (8,51). Allí tuvo lugar la llamada, aquí va a describirse el alcance de la obra de Jesús con los que responden a ella. Va a realizarse lo dicho por Jesús a Natanael: cosas más grandes verás (1,50).

El enfermo Lázaro resume y personifica, por una parte, a todos los enfermos presentados hasta ahora, comenzando por el hijo del funcionario, que estaba a punto de morir (4,46b). La enfermedad de Lázaro representa la amenaza de la muerte física, de la cual no está exento el discípulo.

Se describe una situación. De los tres personajes mencionados, María ocupa el centro. Es una figura más conocida que Lázaro; se puntualiza que Betania era su aldea; Marta se pone en relación con ella por ser hermana. Por el momento, de Lázaro sólo se afirma que es de la misma aldea, aunque pronto se dirá que era hermano suyo (11,2). Los tres personajes forman, por tanto, un grupo de iguales, son todos hermanos y del mismo pueblo.

Se omite la mención de que Lázaro fuese hermano de María y Marta para establecer el paralelismo con 1,44, donde Felipe es presentado solamente como coterráneo de Andrés y Pedro. El autor quiere mostrar que Lázaro, como Felipe, es discípulo de Jesús.

Es la primera vez que un enfermo tiene nombre propio; el hijo del funcionario (4,46b), el inválido (5,3ss) y el ciego (9,1) han sido personajes anónimos: nuevo rasgo que caracteriza a Lázaro como ya perteneciente a la comunidad de Jesús, que lo ha llamado por su nombre para sacarlo fuera de la institución judía (cf. 10,3).

La localización de <<Betania>> pone el episodio en relación con el anterior, donde Jesús se había establecido más allá del Jordán, en el lugar donde Juan había estado bautizando al principio (19,40). Aquel lugar se llamaba Betania (1,28). La coincidencia de nombres indica una topografía simbólica. Betania es la localización de la comunidad creada por Jesús.

Marta era hermana de María. <<Hermano>> es uno de los modos de llamarse entre los discípulos e indica, como ya el lugar (Betania), la pertenencia de Marta a la comunidad de Jesús y la relación de amor y de igualdad vigente entre sus miembros. Otro modo de llamarse será <<amigo>> (cf. 11,11).

Jn 10,40-42

 

Jn 10,42

 Y allí muchos le dieron su adhesión.

<<Allí>>, en oposición a Jerusalén y al templo, donde han querido apedrearlo (10,31) y prenderlo (10,39). Los que acuden han visto en la actividad de Jesús la del Padre y, en ella, la manifestación de su amor fiel al hombre (2,11). Reconocen por sus obras su calidad de Mesías (10,25) y le dan su adhesión.

Para dársela han de pasar una frontera. Ya durante la actividad del Bautista era Betania un lugar de ruptura. Los que no salgan, no creerán.

SÍNTESIS

Como expresa Jn con diferentes formulaciones, la comunidad de Jesús, alternativa al mundo de opresión y muerte, no se confunde con éste, tiene su frontera, representada simbólicamente por el Jordán. Es la tierra donde el hombre goza de libertad y vida, en la actividad y la entrega del amor a los demás. El alejamiento de Jesús es simbólico, sus comunidades estarán en medio del mundo, pero sin pertenecer a él. Para creer en Jesús hay que seguirlo en su éxodo.

Jn 10,41b

 y decían: <<Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste era verdad>>.

Se vuelve a insistir en el papel de Juan, precursor del Mesías. Su actividad fue un testimonio; no hizo señales porque no era él el realizador de la esperanza, sólo su anunciador. Es Jesús quien puede invocar la realidad de sus obras. Juan era sólo una voz (1,23), pero esa voz fue veraz; Jesús ha cumplido plenamente lo que anunciaba Juan: él había de ser el portador del Espíritu, que quitaría el pecado, la esclavitud del mundo, la sumisión de la humanidad a la tiniebla.

Hasta aquí, la actividad de Jesús ha mostrado la salvación que propone y ha atraído a un pueblo que no lo conocía. La que sigue (11,1ss) describirá la realización del designio de Dios en los que ya se han acercado a él.

Jn 10,41a

 Acudieron a él muchos.

Si en la primera etapa del éxodo fue una multitud la que acudió a Jesús (6,5), aquí, en la segunda etapa, los que acuden están individualizados (muchos); el éxodo de Jesús empieza a ser una realidad, la nueva comunidad comienza a existir. Son los que él ha hecho salir de la institución; él va delante y ellos lo siguen, porque conocen su voz (10,4), que es su mensaje de vida. Han optado por él frente a aquellos que lo persiguen a muerte.

Jn 10,40b

 al lugar donde Juan había estado bautizando al principio, y se quedó allí.

Este lugar se llama Betania (1,28). El pasaje ilumina el contenido del anuncio de Juan y el sentido de su bautismo con agua. Al situarse más allá del Jordán, Juan anunciaba la comunidad mesiánica. Ejercía su actividad en el término del éxodo de Jesús para pedir adhesión a la realidad que se avecinaba. Su localización significa, por tanto, un alejamiento de la institución judía y una exhortación a la ruptura con ella. Fue su presencia y actividad en aquel lugar la que motivó el interrogatorio a que fue sometido (1,19ss). Es la última mención de Juan en el evangelio. Se cierra un arco y se torna al lugar de los primeros acontecimientos.

Jesús se quedó allí. Se responde a la pregunta de los dos discípulos: Maestro, ¿dónde vives? (1,38s). Jesús, que no pertenece al orden aquel (8,23), reside fuera de la institución judía, creando el lugar del Espíritu. La frase: y aquel mismo día se quedaron a vivir con él (1,39) significa que los discípulos entraron a formar parte de su comunidad, que optaron por Jesús separándose de su pasado. Donde está el pastor está el rebaño (10,16).

Jn 10,40a

 Se fue esta vez al otro lado del Jordán.

Como se ha dicho explicando el contenido, Jesús, después del rechazo definitivo por parte de la institución judía, efectúa la segunda etapa de su éxodo, simbolizando la entrada en la tierra prometida. Esta representa su propia comunidad, el lugar de la vida plena (5,24b; 6,21 Lect.; 10,9.10b). Sin embargo, atraviesa el río en sentido contrario al de Josué, saliendo de los límites de Israel, pues la que fue tierra prometida se ha convertido en tierra de esclavitud (6,1 Lect.).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25