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viernes, 8 de septiembre de 2023

Jn 21,23

 De ahí que se corriera la voz entre los hermanos de que el discípulo aquel no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: <<Si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa?>>.

Se deshace un equívoco. Los cristianos se llaman ahora <<hermanos>>. En esta escena final, el evangelista designa a Jesús por su nombre, no por el título de <<Señor>> que le han dado los discípulos (21,7.12). En la comunidad de hermanos, Jesús es un hermano (20,17).

Termina el evangelio repitiendo el dicho de Jesús que recuerda a todos la libertad que él da, y extiende a todos la advertencia hecha a Pedro. Recalca así la dignidad de cada discípulo y su vinculación a Jesús.

SÍNTESIS

Explica esta perícopa el seguimiento de Jesús y el obstáculo que a él presenta cierta mentalidad, tipificada por Pedro.

Hay una actitud que lleva a abandonar a Jesús: considerarlo como un líder a quien se debe el sacrificio de sus súbditos y a quien se presta una adhesión personal independiente de la comunidad y del mundo. Esta concepción es incompatible con la realidad de Jesús, quien, por el contrario, considera a los suyos no súbditos, sino amigos, y se pone a su servicio, como ellos han de hacer unos con otros. Y no existe verdadera adhesión sino se traduce en la entrega a una labor como la suya, llegando hasta el don de la vida.

Sólo renunciando a toda ambición de preeminencia, por saber adónde lleva el camino que Jesús traza y aceptarlo como manifestación del amor salvador de Dios, se puede comenzar su seguimiento. Sólo en esta óptica adquiere sentido la vida y muerte de Jesús y se orienta la propia existencia. Tal es el compromiso expresado en la eucaristía.

Para terminar el relato evangélico subraya el evangelista la libertad y responsabilidad del discípulo en su seguimiento de Jesús. El vínculo de amistad con él es personal. Cada cual ha de recorrer su propio camino y afrontar su propia responsabilidad expresándole así su amor. Su presencia está asegurada. El discípulo se va realizando con su seguimiento en la espera de la etapa definitiva junto al Padre, que verá la culminación del proyecto de Dios en la creación terminada.

domingo, 20 de agosto de 2023

Jn 20,23

 <<A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados>>.

Este dicho de Jesús, dirigido a la comunidad como tal, señala el resultado positivo y negativo de la misión, paralelo con el de la suya.

Ante todo, para comprender su contenido, hay que tener presente el concepto de pecado en Jn. <<El pecado>> (1,29; 8,21.34) consiste, como se ha visto (8,23 Lect.), en integrarse voluntariamente en el orden injusto. <<Los pecados>> son las injusticias concretas a que conduce la adhesión a éste y a sus principios.

El individuo que acepta un sistema injusto puede hacerlo voluntariamente o por no conocer otra posibilidad. Cada uno de estos casas está representado por uno de los inválidos/sometidos que han aparecido en el evangelio: el paralítico (5,3ss) y el ciego de nacimiento (9,1ss). El primero, que no había estado siempre inválido (5,5: treinta y ocho años enfermo), había sido capaz de decisión y pecado por su adhesión voluntaria a la institución opresora (5,13 Lect.); Jesús lo liberó dándole la fuerza que le permitiera salir de ella. El ciego, en cambio, no tenía pecado, por serlo de nacimiento y no haber tenido nunca posibilidad de opción; Jesús se la da mostrándole lo que significa ser hombre (9,6).

Por el contrario, existe el caso de los fariseos (9,40: cf. 10,19: <<los Judíos>>), quienes, ante la actividad de Jesús en favor del hombre, la condenan. Son los enemigos del hombre. A ellos les declara Jesús que su pecado permanece (9,41).

Aparecen así los modelos de actuación que Jesús transmite a su comunidad:

a) Con los oprimidos que nunca han conocido la dignidad humana (ciego de nacimiento), la comunidad ha de mostrarles el proyecto divino sobre el hombre, y que Jesús es capaz de realizarlo.

b) Con los oprimidos que han perdido la libertad por su adhesión voluntaria al sistema injusto (paralítico), la comunidad les ofrece la posibilidad de salir de él, rompiendo así con su conducta anterior (sus pecados).

c) Con los que se niegan a ponerse de parte del hombre y se obstinan en su conducta opresora (fariseos), la comunidad denuncia su modo de obrar perverso (cf. 7,7) (sus pecados).

Los discípulos continúan la obra de Jesús, pues él les confiere su misma opinión (20,21). Por el Espíritu que reciben de él, son sus testigos ante el mundo (15,26s). Su actividad, como la de Jesús, es la manifestación con la obra del amor gratuito y generoso del Padre (9,4). Ante este testimonio, sucederá lo mismo que sucedió con Jesús: habrá quienes lo acepten y den su adhesión a Jesús y quienes se endurezcan en su actitud hostil al hombre, rechacen el amor y se vuelvan contra él, llegando incluso a perseguir y dar muerte a los discípulos en nombre de Dios (15,18-21; 16,1-4). No es misión de la comunidad, como no lo era de Jesús, juzgar a los hombres (3,17; 12,47). Su juicio, como el de Jesús, no hace más que constatar y confirmar el que el hombre da sobre sí mismo. Repetidas veces ha enunciado Jn este principio: Sí, os aseguro que quien escucha mi mensaje y así da fe al que me mandó, posee vida definitiva y no está sujeto a juicio: ya ha pasado de la muerte a la vida (5,24); el que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en calidad de Hijo único de Dios (3,18).

Misión de la comunidad es hacer brillar en el mundo la gloria-amor del Padre (17,22) y así hacer presente a Jesús. Ante él, que es la luz, los hombres han de pronunciarse positiva o negativamente. Dado el testimonio del grupo cristiano, toca al hombre dar el paso, rompiendo con la injusticia del mundo en que ha vivido (la tiniebla). El rechazo de la luz es la sentencia: Ahora bien, ésta es la sentencia, que la luz ha venido al mundo y los hombres han preferido la tiniebla a la luz, porque su modo de obrar era perverso. Todo el que obra con bajeza, odia la luz y no se acerca a la luz, para que no se le eche en cara su modo de obrar (3,19-20).

Jesús crea su comunidad como la alternativa de salvación. Los discípulos conocen que un hombre ha roto con el pecado y desea pasar a la luz cuando se acerca, reconoce a Jesús y se propone vivir según su mensaje. A éste, al ser admitido en el grupo cristiano, rompiendo así efectivamente con el orden injusto, declara que su pasado ya no cuenta, que sus pecados ya no pesan sobre él. En cambio, ante los que rechazan el testimonio persistiendo en su injusticia, se les imputan sus pecados, que prueban con el hecho de no dar adhesión a Jesús ni a su mensaje (16,9). No se trata de una imputación pública o judicial, sino de la evidencia misma de su actividad perversa en contraste con la actividad en favor del hombre que ejerce el grupo cristiano. Esto es lo que mantiene objetivamente la imputación del pecado. La comunidad puede expresarla gracias al testimonio del Espíritu, que le confirma que <<el jefe del orden éste ha salido condenado>> (16,11).

Aparece aquí una mediación de la comunidad respecto a los que desean acercarse a Jesús. Como él, no echa fuera a ninguno que se acerca (6,37). La asimilación a Jesús que produce el Espíritu permite a la comunidad discernir la autenticidad de los que manifiestan su adhesión a él (17,20). Al interiorizar a Jesús en los discípulos, interpretándoles su persona y mensaje (14,26), el Espíritu hace que sea Jesús su criterio para discernir las actitudes y hechos que encuentran. No se trata de una <<potestad>>, sino de una capacidad que se mide por su sintonía con Jesús por el Espíritu.

La actitud que el hombre toma ante Jesús y que la comunidad discierne, queda refrendada por Dios (quedan libres, les quedan imputados; cf. 5,26-27 Lect.). Las dos fórmulas tienen correspondencias en varios pasajes del evangelio. En primer lugar, la libertad definitiva de los pecados la da el Espíritu, que es la purificación (19,34 Lect.) y consagra al hombre dándole la fidelidad en el amor (17,16-17a Lect..). La permanencia del don de Dios es comparable a la expresada por Juan Bautista a propósito de Jesús: He contemplado al Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo; y se quedó sobre él (1,32). La permanencia del Espíritu en el hombre es la que crea su estado de libertad. Se expresa en el evangelio de otras muchas maneras: tener vida definitiva (3,36) haber pasado de la muerte a la vida (5,24); estar donde está Jesús (14,3; 17,24); estar unido a la vid (15,4); permanecer en su amor (15,9). Es la condición que existe a partir del nuevo nacimiento (3,3.5).

La segunda fórmula: les quedarán imputados, está en relación con lo afirmado en otro pasaje: quien no hace caso al Hijo no sabrá lo que es vida: no, la reprobación de Dios queda sobre él (3,36 Lect.). Esta reprobación, bajo la cual permanece el hombre por negarse a salir de la tiniebla, es la que da el carácter definitivo a la imputación de sus pecados.

Resumiendo lo expuesto, puede decirse:

Jn no concibe el pecado como una mancha, sino como una actitud del individuo: pecar es ser cómplice de la injusticia encarnada en el sistema opresor. Cuando el individuo cambia de actitud y se pone en favor del hombre, cesa el pecado (15,3: Vosotros estáis ya limpios, por el mensaje que os he comunicado; cf. Lect.).

Según la declaración de Juan Bautista, Jesús, el Cordero de Dios, quita el pecado del mundo (1,29), bautizando con Espíritu Santo (1,33 Lect.); es decir, comunicando al hombre la capacidad de amar hasta el extremo.

Crea Jesús así un espacio humano donde, en lugar de la injusticia, reina el amor mutuo; es la comunidad alternativa que permite a los hombres salir del sistema que los lleva a cometer la injusticia.

La comunidad prolonga el ofrecimiento de vida que hace el Padre a la humanidad en Jesús. Ante él, el hombre ha de hacer su opción. La opción positiva lo separa ya del sistema injusto, pero sólo la admisión en al alternativa del amor da realidad a la ruptura con su pasado (dejar libres de sus pecados). El Padre, a través de Jesús, confirma la decisión del hombre y de la comunidad comunicando el Espíritu.

La opción negativa pone en evidencia el pecado del hombre, su adhesión a la injusticia. La existencia de la comunidad es la imputación objetiva de su modo de obrar. La persistencia en la injusticia hace que el hombre permanezca bajo la reprobación de Dios.

Aspecto eucarístico de la perícopa

El relato de la aparición de Jesús a los discípulos tiene muchos puntos de contacto con la celebración de la eucaristía. En primer lugar, aparece la comunidad como algo distinto del mundo y Jesús en su centro; su presencia viviente lleva en ella, sin embargo, el recuerdo de su muerte; su costado, abierto en la cruz, es la expresión permanente de su amor. La experiencia comunitaria del amor de Jesús, expresado en su muerte, y de su victoria sobre ella, es precisamente la de la eucaristía. Ésta es también la fuente del Espíritu para la comunidad por su asimilación a la carne y sangre de Jesús e, inseparablemente, el compromiso para la misión, continuando la actividad de su amor entre los hombres.

Se presenta así también la eucaristía como éxodo, no por el alejamiento del mundo, donde se desarrolla la misión, sino por la identificación con Jesús, que hace que no se pertenezca al mundo. La comunidad que la celebra se encuentra así en la tierra prometida (6,21 Lect.). Ésta es al mismo tiempo punto de llegada y camino incesante hacia el Padre, secundando la obra del Espíritu que recibe con la entrega cada vez mayor al bien del hombre. Así esta tierra prometida se transformará en la definitiva, cuando suba con Jesús al Padre.

Otro dato eucarístico es la hora en que se sitúa la escena, ya anochecido, y el día primero de la semana, que las primeras comunidades adoptaron para celebrar la reunión cristiana.

SÍNTESIS

La comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús vivo y presente, crucificado y resucitado. Él está en su centro otorgándole confianza y seguridad al mostrarle los signos de su victoria sobre la muerte. Su presencia es activa; de él, que se ha entregado por los hombres, brota la fuerza de vida que anima a la comunidad en su misión. Ésta, como la de Jesús, es la actividad liberadora del hombre, hasta la entrega total.

La comunidad, alternativa que Jesús ofrece, da testimonio ante el mundo de la realidad del amor del Padre. La aceptación o rechazo de este amor es para ella criterio de discernimiento y hace resonar dentro del hombre mismo su propia liberación o su propia sentencia.

martes, 4 de julio de 2023

Jn 18,23

 Le replicó Jesús: <<Si he faltado en el  hablar, declara en qué está la falta; pero, si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?>>.

Jesús se dirige al guardia prescindiendo del juicio que ha dado sobre su respuesta. Le recuerda sus propias palabras y le pide que las analice sin prejuicios. Lo llama a la razón, haciéndole comprender su irracionalidad; lo invita a fijarse en la realidad de los hechos, fundamento del juicio personal y de la libertad (cf. 7,31). La esclavitud del subordinado empieza con la renuncia a ver la realidad por sí mismo, aceptando una sumisión acrítica y supersticiosa al de arriba. Al interiorizar su condición de súbdito ha perdido la libertad.

domingo, 21 de mayo de 2023

Jn 15,23

 <<Odiarme a mí es odiar a mi Padre>>.

Jesús hace presente a Dios (12,45), sus palabras son las que ha oído a su Padre (8,38; 12,50), pero ellos no las han escuchado, porque no son de Dios (8,47). Por sus palabras, los han odiado a él (5,18; 8,40; 10,33). Con eso odian al Padre, pues no existe un Dios diferente del que se hace presente en Jesús y habla por Jesús.

domingo, 23 de abril de 2023

Jn 14,23

 Jesús le contestó: <<Uno que me ama, cumplirá mi mensaje, y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él>>.

La venida de Jesús no será un alarde de poder ni una reivindicación de la injusticia cometida con él. La transformación de la sociedad humana que él propone no se hace por la fuerza. Forma su comunidad con los que quieren responder al ofrecimiento de la vida. Por eso, en respuesta a Judas, repite lo antes dicho, formulándolo de modo parecido. Su mensaje es el del amor al hombre y se despliega en sus mandamientos. Insiste en que el amor a su persona lleva necesariamente a la actividad, que uno y otra son inseparables (14,15.21). Jesús explica de nuevo la calidad de su manifestación, que no es del mismo género que la que ellos han conocido o la que esperan. Quien guarda su mensaje responde a su amor, acogiéndolo, y su amor es su presencia y la del Padre.

Esta presencia se experimenta como una cercanía. El Padre y Jesús, que son uno, establecerán su morada con el discípulo. Vivirán juntos, en la intimidad de la nueva familia.

Remite este texto al principio del capítulo (14,2-3). La misma realidad se formula allí en sentido contrario; Jesús iba a preparar sitio para los suyos en el hogar del Padre, significando bajo esa imagen la condición de hijos que iba a obtener para los suyos. Aquí son el Padre y Jesús los que vienen a vivir con el discípulo; la condición de hijo se expresa en términos de amor (mi Padre le demostrará su amor), pues es el amor la actitud del Padre respecto al Hijo (3,35: El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano; 10,17: Por eso el Padre me demuestra su amor, porque yo entrego mi vida y así la recobro). Quien cumple el mensaje del amor se hace hijo de Dios (1,12; cf. 14,2b). Se trata, por tanto, de una promesa para esta vida, la de la compañía, el contacto personal entre el Padre, Jesús y cada discípulo. Corresponde a la experiencia comunitaria descrita en términos de identificación (14,20).

Una de las características del camino en el antiguo éxodo era la presencia de Dios en medio del pueblo, localizada en <<la morada>> (hebreo ha-miskan), situada en la tienda del Encuentro (Éx 26ss, passim). En el nuevo éxodo, cada miembro de la comunidad será morada de Dios; así, la comunidad entera será el lugar de la manifestación de la gloria (17,22). Jesús, el nuevo santuario, hace participar de su calidad a todos y cada uno de los suyos.

Nótese también que la expresión vivir con él es la misma aplicada antes al Espíritu (14,17: vive con nosotros), que vivía con los discípulos gracias a la presencia de Jesús. Se promete, por tanto, una presencia de Jesús y del Padre en todo semejante a la que tenía Jesús con los suyos, pero interiorizada. Todo será efecto del don del Espíritu (ibíd.: estará con vosotros).

El amor a Jesús y la venida de Jesús y el Padre a vivir con el discípulo no son más que dos descripciones de la misma realidad, una desde cada extremo. Amar a Jesús es acercarse a él para identificarse con él; puede describirse así como un movimiento del hombre hacia Jesús, aunque supone un acercamiento previo de Jesús al hombre, puesto que el ofrecimiento de Jesús ha precedido a la respuesta.

La respuesta al amor de Jesús se expresa en el amor a los demás hombres (cumplir el mensaje). El Padre y Jesús responden a la fidelidad del discípulo dándole la experiencia de su compañía; esto se expresa con la imagen <<venir y quedarse a vivir con él>>.

Por eso no va a manifestarse al mundo, porque su manifestación supone la aceptación de su amor y la correspondencia a él; el mundo, en cambio, lo odia (7,7; 15,18).

sábado, 25 de marzo de 2023

Jn 13,23

 Uno de sus discípulos estaba reclinado inmediato a Jesús; era el que Jesús quería.

Según las costumbres del tiempo, en las comidas solemnes se comía reclinado sobre divanes, apoyándose en el codo izquierdo; el cuerpo quedaba, por tanto, ligeramente vuelto hacia la izquierda. El lugar más cercano e íntimo respecto a un comensal era aquel que se encontraba a su derecha en la mesa, y este puesto lo ocupaba el discípulo a quien Jesús quería.

Se menciona por primera vez a este discípulo, que no llevará nunca nombre (Jn 19,26; 20,2; 21,7.20). Se le caracteriza con la misma expresión usada para Marta, su hermana y Lázaro (11,5: Jesús quería a Marta, etc.), que representaban una comunidad de Jesús. La frase en relación con 1,18, donde se dice que Jesús estaba de cara al Padre. Existe, por tanto, una semejanza de relación entre Jesús y el Padre por un lado y este discípulo y Jesús por otro (cf. 10,14s: conozco a las mías y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre), la de intimidad y confianza. La relación entre los dos textos queda también aclarada por 14,20: yo [estoy] identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. La identificación del discípulo con Jesús se expresa por el puesto que ocupa; la de Jesús con él, por el amor que le tiene. El discípulo se mantiene en el amor de Jesús (15,9). Ocupar el puesto inmediato a Jesús es lo propio del discípulo, y la cercanía se debe a sentirse amado por él; se podría expresar como una relación de intenso afecto mutuo que produce una especial sensibilidad. Tal discípulo es el confidente de Jesús, a quien él no oculta sus secretos, porque es capaz de percibirlos. La figura de este discípulo se contrapone a la de Simón Pedro (cf. 18,15; 20,2ss; 21,7.20-23). Acepta el amor de Jesús y responde a él con su cercanía. Pedro, en cambio, no lo ha aceptado en el lavado de los pies.

El discípulo parece encarnar a la comunidad en la figura del amigo de Jesús (15,13.15). Su amor penetra los secretos de Jesús y le da una sensibilidad intima para <<descubrir>> la presencia del Señor (21,7). Por eso en esta escena, sorprendentemente, no habrá delación del traidor. Lo identifica el discípulo que ama; pero, porque lo ama, no lo delata.

Este discípulo, figura de la comunidad como <<doble>> de Jesús, reaparecerá en 18,15, donde entrará con Jesús en el atrio del sumo sacerdote (18,15b Lect.).

domingo, 5 de febrero de 2023

Jn 12,23

 Jesús les respondió: <<Ha llegado la hora de que se manifieste la gloria de este Hombre>>.

Jesús no habla directamente con los griegos, se dirige a sus discípulos, a su comunidad. A ella tocará la misión con los paganos.

Declara, en primer lugar y por primera vez, que <<la hora>> anunciada desde el principio (2,4) ha llegado, y que en ella manifestará la gloria de <<el Hombre>>, su amor fiel hasta el don de la vida, realizando hasta el fin el proyecto de Dios (9,35b Lect.). La gloria que en él va a manifestarse es la misma del Padre (1,14). Es su humanidad el lugar de la teofanía; está salvada la distancia entre el hombre y Dios (1,51 Lect.).

Es precisamente el hecho de que Jesús va a manifestar la gloria del Hombre lo que permitirá la misión. No va a proponer una doctrina ni una ideología, sino a mostrar el designio creador de Dios, que significa la plenitud humana. Quiere devolver al hombre su valor fundamental por encima de toda ideología. En este terreno no hay barreras culturales ni raciales.

La manifestación de la gloria indica la existencia del nuevo templo, que será el lugar de reunión de todos, donde brilla el amor y la vida. La multitud, judía y pagana, que había ido en peregrinación al templo de Jerusalén, encuentra que la gloria de Dios reside en <<el Hombre>> (9,38 Lect.).

viernes, 6 de enero de 2023

Jn 11,23

 Jesús le dijo: <<Tu hermano resucitará>>.

Jesús responde a Marta, restituyéndole la esperanza. La muerte de su hermano no es definitiva. Contra lo que ella habría deseado, no le dice <<yo resucitaré a tu hermano>>, sino simplemente <<resucitará>>, sin prometer acción personal suya. Esta frase parece contrastar con lo que había dicho Jesús exponiendo el designio del Padre: que todo el que reconoce al Hijo y le presta adhesión tenga vida definitiva, y lo resucite yo el último día (6,40). La oposición es sólo aparente. La identificación del último día con el de su muerte (6,39 Lect.), cuando con el Espíritu va a comunicar la vida definitiva, hace que la resurrección no sea más que la persistencia de esa vida y que, en realidad, no exija ninguna acción especial por parte de Jesús. La perennidad de la vida había sido dada a Lázaro con la vida misma que da el Espíritu.

sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,23

 y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Como antes había andado por Galilea, la región de la libertad (7,1), se pasea ahora Jesús en el templo, el lugar donde lo quisieron apresar (7,30.32.44; 8,20). En él había denunciado el poder opresor (8,21-58) e intentaron apedrearlo (8,59). Es el reducto de sus enemigos, los que quieren darle muerte (7,1.19.25; 8,37.40). Jesús muestra su libertad paseándose públicamente.

La mención del pórtico pone esta escena en relación con la de la primera piscina (5,2: cinco pórticos). El templo es el lugar de los dirigentes, la piscina era su prolongación: el lugar del pueblo moribundo, oprimido por ellos por medio de la Ley (5,2 Lect.).

El pórtico de Salomón corría por la fachada oriental del gran patio exterior. La mención del nombre del rey, constructor del primer templo, recuerda la primera consagración o dedicación, que tuvo lugar precisamente en la fiesta de las Chozas. Nuevo vínculo entre ambas fiestas. Por otra parte, la mención de Salomón recuerda también su ascendencia, a su padre David, el Ungido (Mesías) del Señor (Sal 18,51; 132,17).

martes, 16 de agosto de 2022

Jn 9,23

 Por eso dijeron sus padres: <<Ya es mayor de edad, interrogadlo a él>>.

Estas personas viven atemorizadas, no se atreven a desafiar a sus opresores. Según los dirigentes, es malo que el ciego haya visto, porque el hecho se opone a su Ley. Se oponen así ellos a la experiencia humana, invierten los valores elementales. Los padres no pueden manifestar alegría ni mostrarse agradecidos a Jesús. Podrían ser considerados como renegados y apóstatas.

domingo, 7 de agosto de 2022

Jn 8,23

 Él continuó: <<Vosotros pertenecéis a los de aquí abajo, yo pertenezco a lo de arriba; vosotros pertenecéis a este orden, yo no pertenezco al orden este>>.

El comentario que acaban de hacer revela en qué plano se mueven. Jesús les explica ahora en qué consiste su pecado, el que va a destruirlos, y dónde está a diferencia radical entre ellos y él.

Ellos pertenecen a lo de abajo, Jesús a lo de arriba, es decir, a la esfera de Dios, que es la del Espíritu (1,32: desde el cielo). Ellos, por tanto, están fuera de la esfera del Espíritu, son <<carne>> (3,6; 8,15). Para estar donde está Jesús (7,34b Lect.) tendrían que nacer de arriba (3,3). La esfera de abajo es la de la muerte; la de arriba, la de la vida. De ahí la opción de cada uno: ellos se adhieren al sistema de muerte (este orden); Jesús, por el contrario, no pertenece a él.

En las palabras de Jesús se distinguen, por tanto, dos aspectos del pecado: uno <<objetivo>> y otro <<subjetivo>>.

El primero está en relación con la existencia de dos esferas contrapuestas: <<la de arriba>>, que es la de Dios, la del Espíritu, y <<la de abajo>>, caracterizada por la ausencia de Dios. Esta oposición (abajo-arriba) en términos espaciales, inspirada en la de tierra-cielo, equivale a las que se hacen en términos cualitativos entre espíritu-carne, luz-tiniebla, vida-muerte. Los miembros negativos (carne, tiniebla, muerte), que se encuadran en la esfera de abajo, se refieren, desde diversos aspectos, a la realidad objetiva de <<el pecado>>. Este cristaliza en <<el mundo>>, que en esta acepción peyorativa denota una sociedad humana organizada por un dinamismo de muerte y de mentira (8,44 Lect.).

El segundo aspecto del pecado está en relación con la libertad de opción del hombre (pertenecer). Ante <<el mundo>> el hombre puede optar integrándose en él o bien saliendo de él por la adhesión a Jesús. No existe en Jn opción intermedia, como no la hay entre estar en favor del hombre o en contra de él. La opción por <<el mundo>> constituye el pecado subjetivo; es, al mismo tiempo, la propia sentencia (3,19).

Como Jn insinuaba ya en el prólogo (1,10), el pecado es la oposición al proyecto creador de Dios. Equivale, por tanto, a disminuir o suprimir la vida, procurando la muerte en sí mismo y en los demás. Jesús denuncia aquí este pecado subjetivo en relación con el pecado objetivo, el sistema de muerte. Se identifica con la pertenencia a un orden injusto, ejerciendo o apoyando la opresión que somete al hombre y lo priva de la vida. Corresponde a la infracción de la única norma de moralidad que admite Jesús: el bien del hombre, la realización en él del designio creador.

El pecado, para los dirigentes judíos, se concreta en la complicidad con la injusticia institucional. Ahora, ante la llegada de Jesús que ofrece en toda su plenitud la alternativa de la vida, su pecado se manifiesta y se agrava (15,22). Al rechazar a Jesús, renuevan de manera consciente y refleja su adhesión al sistema de muerte. Para estar con Jesús hay que salir del orden injusto (lo de abajo) y entrar en la esfera del Espíritu (lo de arriba).

domingo, 17 de abril de 2022

Jn 6,23

 Llegaron de Tiberíades otros botes cerca del lugar donde habían comido el pan cuando el Señor pronunció la acción de gracias.

Entre tanto, se le ofrece una solución; hay nuevas barcas que llegan de Tiberíades cerca del lugar donde estaban, donde habían comido. La nueva mención de la acción de gracias de Jesús muestra su importancia. El hecho del día anterior se resume ahora así: fue posible comer por obra de la acción de gracias pronunciada por Jesús (6,11 Lect.). La denominación <<el Señor>>, que, excepto en boca de un personaje, es insólita en Jn (sólo en 11,2; 20,20; 21,12), indica que el autor está leyendo el episodio desde la praxis eucarística de la comunidad. Por eso también menciona de nuevo <<el lugar>> (6,10a Lect.) donde Jesús manifiesta su amor al hombre.

La nueva mención de Tiberíades, que, como se ha indicado, parece aludir a la población pagana de Galilea (6,1 Lect.), unida a la constante incredulidad de aquel ambiente judío (6,36.41-42.66; 7,5), podría dar un valor particular a esta mención: son los no judíos los que facilitan el acceso a Jesús.

domingo, 6 de marzo de 2022

Jn 5,23

 <<para que todos honren al Hijo como lo honran a él. Negarse a honrar al Hijo significa negarse a honrar al Padre que lo mandó>>.

No se puede, por tanto, distinguir entre Jesús y Dios. En sentido descendente, de Dios al hombre, la norma que el Padre propone es Jesús y sólo él; en sentido ascendente, del hombre a Dios, el honor tributado a Dios se identifica con el tributado a Jesús. No existe un Dios que se constituya en instancia superior a Jesús y a quien se pueda apelar contra él. Él es la presencia del Padre en la tierra: no hay más Dios que el manifestado por él. Para los judíos, la Ley era norma que viene de Dios, criterio de bien y de mal, modo de honrar a Dios y de asegurar la relación con él. En todos sus aspectos queda sustituida por Jesús: él es la presencia misma de Dios, la norma, el criterio de bien y de mal; la relación con Dios se identifica con la relación con él.

martes, 31 de agosto de 2021

Jn 2,23

 Mientras estaba en Jerusalén, durante las fiestas de Pascua,  muchos prestaron adhesión a su figura, al presenciar las señales que él realizaba.

Jn no ha descrito el día de Pascua ni ha hecho alusión alguna a ceremonias o ritos religiosos. Las festividades de Pascua, sin embargo, prosiguen, y con ellas la concurrencia de gente en la capital. La actuación de Jesús en el templo ha tenido gran resonancia, pero su actividad no se ha detenido ahí, ha continuado durante las fiestas. Esto hace que muchos tomen partido por él, por descubrir en él la figura del Mesías reformador. En paralelo con la interpretación dada a su actuación por sus propios discípulos (2,17 Lect.).

El motivo de la adhesión eran las señales que estaba realizando, señales suyas propias, características. La expulsión de los mercaderes tuvo, por tanto, una continuación, que el evangelista no menciona más que globalmente. Estas señales no interesan en sí mismas, prolongan la intervención en el templo; ésta da la clave para interpretar el resto de la actividad de Jesús durante las fiestas.

La señal dada en el templo era claramente mesiánica; así lo demuestra el uso del azote de cuerdas (<<el azote del Mesías>>), el cumplimiento de la profecía de Zac 14,21, la alusión al Sal 2,6-7 (la casa de mi Padre). Como en el episodio de Caná, donde lo sucedido se identifica como <<señal>> sólo al final del episodio, lo mismo ocurre aquí: el autor llama <<señales>> a los sucesos del templo (cf. 2,18: estas cosas) sólo después de haber narrado toda la escena. En el episodio de Caná explicó Jn cómo la señal fundaba la fe de los discípulos y, paradigmáticamente, en qué sentido las señales de Jesús sirven de fundamento a la fe; esto es, en cuanto manifestación de su gloria-amor (2,11). Para Jn, la clave de lectura de las señales es su relación con la muerte de Jesús (2,4: su hora; 2,19; suprimid este santuario); ellas <<adelantan>> su muerte por ser una prueba veraz del amor que, en su muerte, va a manifestarse en plenitud.

Muchos prestaron adhesión a su figura, pero de una manera equivocada, interpretando mal sus señales; su adhesión/ fe no es la que requiere Jesús. Aceptan un Mesías poderoso que desafía el poder; no pueden imaginar que el poder de Jesús es un amor hasta la muerte. Lo consideran Mesías según la señal del templo, pero asimilándolo a sus categorías mesiánicas. Jesús había mostrado su intención de liberar al pueblo de la explotación (religiosa), pero dando a los dirigentes la oportunidad de rectificar (2,16 Lect.). En cambio, los ahora partidarios de Jesús no han visto que la señal manifieste su amor fiel al hombre ni que anuncie una sustitución del templo por su humanidad (su cuerpo), que, por ser la expresión máxima del amor de Dios, se convierte en el santuario donde en adelante brillará su gloria (2,19.21); han interpretado su gesto como un enfrentamiento con los dirigentes como enemigos. Jesús, el Hijo, no ha venido, sin embargo, para pronunciar sentencia, sino para que el mundo por él se salve (3,17). Han visto en su actuación una sentencia condenatoria, mientras era la invitación de la luz, para que le diesen su adhesión (3,19). Jesús ha denunciado la injusticia que representa el templo, para que comprendan. Son los dirigentes, con su reacción contraria a Jesús, quienes han preferido la tiniebla (ibíd.).

jueves, 19 de agosto de 2021

Jn 1,23

 Declaró: <<Yo, una voz que grita desde el desierto. ´Enderezad el camino del Señor´>> (como dijo el profeta Isaías).

Juan pronuncia su declaración positiva. Ellos le han pedido que hable de sí mismo, pero él se define como una mera voz, anunciada desde antiguo.

<<Voz>> es término relacional que supone oyente; lo importante es su contenido, dirigido en este caso a las autoridades, pues Juan da a la comisión la respuesta que ha de transmitir (1,22: tenemos que llevar una respuesta). Juan, como voz, no habla de sí, sino de ellos; sus palabras son un apremio y, al mismo tiempo, una denuncia. Al identificarse con la voz anunciada por Is 40,3, Juan conecta con la tradición profética, se hace representante de ella en este momento. Él es el profetizado por Isaías, que transmite el mensaje escrito por el profeta. El Señor va a recorrer su camino y debe encontrarlo libre de obstáculos.

El texto del profeta no está citado a la letra (Is 40,3 LXX: <<preparad el camino del Señor, enderezad las sendas de nuestro Dios>>; cf. Mt 3,3; Mc 1,3). Juan niega a los dirigentes toda misión preparatoria; los exhorta solamente a quitar los obstáculos que ellos mismos han puesto.

Los que han torcido el camino del Señor son, por tanto, las autoridades judías de Jerusalén a cuyos representantes habla Juan. Para los jefes de la institución judía, Juan tiene este único mensaje. Son ellos los que crean obstáculos al Señor y los que deben eliminarlos (2,16 Lect.). Desde este momento, Jn representa a las autoridades como opuestas al Señor que viene, que se identificará con Jesús, aquel cuya gloria vio Isaías mismo (12,41).

El pasaje de Is 40,3 se encuentra en el contexto de un éxodo liberador. Es el Señor quien, caminando a la cabeza de su pueblo, va a sacarlo de la esclavitud de Babilonia (40,1-11). Los dirigentes, por tanto, impiden la liberación que el Señor quiere hacer, manteniendo al pueblo en la esclavitud. Se oponen a la luz-vida de la que Juan da testimonio, son tiniebla (1,5).

La apelación de Juan al texto de Isaías será infructuosa, pues para los dirigentes judíos los profetas han muerto (8,53). Hay una sola voz que ellos escuchan, la de Moisés en la Ley (3,31); aunque no la cumplen (7,19), se profesan sus discípulos (9,28), pues han hecho de ella un instrumento de su poder (2,6 Lec.; 5,10).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...