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viernes, 8 de septiembre de 2023

Jn 21,18

 <<Sí, te lo aseguro: Cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás los brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde no quieres>>.

Jesús, que ha exhortado a Pedro a demostrarse su amistad entregándose al servicio del hombre, dispuesto a dar incluso su vida, le predice ahora qué va a significar en concreto su aceptación: dará la vida en la cruz, como él la ha dado. Pedro llegará a morir con Jesús como los dos que fueron crucificados con él (19,18.32). Así se asociará hasta el final a la misión del pastor.

<<Extender los brazos>> se refiere probablemente a la costumbre de que los que iban a ser crucificados llevasen sobre los hombros el travesaño de la cruz; el cinturón sería la cuerda atada a la cintura con que eran conducidos. 

Jesús caracteriza al Pedro de pasado (Cuando eras joven) como al que actuaba a su arbitrio, sin ir guiado por un objetivo (ibas adonde querías). Le anuncia, sin embargo, un hecho futuro (cuando llegues a viejo) que condiciona su presente (adonde no quieres). Pedro no puede obrar ya sin orientación; tiene que aceptar desde ahora la suerte que le espera en el seguimiento de Jesús y obrar coherentemente, aunque le cueste (adonde no quieres). Si la cruz, el suplicio infamante, va a ser el desenlace de su vida, ya desde ahora debe renunciar a todo afán de ser protagonista. Y ha de orientar su vida hacia un servicio que pueda culminar, como el de Jesús, en la suprema manifestación de su amor por el hombre.

martes, 8 de agosto de 2023

Jn 20,18

 María fue anunciando a los discípulos: <<He visto al Señor en persona>>, y que le había dicho aquello.

Por boca de su representante, la comunidad recibe noticias de la resurrección de Jesús, María, que lo ha visto, se convierte en mensajera (cf. 20,12). Su anuncio parte de la experiencia personal de Jesús y del mensaje que él comunica. No es anuncio que nace de la lectura de un hecho (20,8), sino mensaje recibido de Jesús vivo y presente.

Con este mensaje comienza la nueva comunidad de hermanos, cuyo centro es Jesús, que manifiesta su gloria (17,24), expresada en la cruz con el derroche de su amor; esta comunidad contempla la Escritura nueva y definitiva, la persona de Jesús que da la vida por los suyos (19,20-22). El desposorio celebrado anuncia la fiesta de bodas; la nueva creación tiene ya a su estado definitivo.

SÍNTESIS

Aparece claramente en esta perícopa la concepción que Jn tiene de la obra de Jesús: consiste en la creación de una humanidad y un mundo nuevos. Simboliza esta idea con el encuentro en el huerto de la nueva pareja primordial que le da origen. Jesús está vivo y presente entre los suyos, que son las primicias de la nueva creación

La creación que comienza ha de ser continuada, está destinada a toda la humanidad. Por eso la presencia de Jesús en la comunidad no absorbe sus energías, sino que la proyecta hacia fuera, enviándola a un anuncio que se prolongará en la misión.

Existe una realidad nueva, ya presente, pero en tensión hacia el futuro. No hay sólo esperanza, sino posesión de una vida que se desarrolla en la actividad del amor. Existe ya el reino de Dios, pero ha de crecer hasta su estadio final, en que culminará la realidad que se ha vivido y preparado. Están realizados los desposorios, pero la unión definitiva queda en el futuro, cuando los discípulos hayan recorrido el camino de Jesús.

jueves, 27 de julio de 2023

Jn 19,18

 <<Allí lo crucificaron y, con él, a otros dos, a un lado y a otro; en medio, a Jesús>>.

No se especifica quienes lo crucificaron. Son todos culpables de su muerte. En primer lugar, los sumos sacerdotes (19,16a: se lo entregó a ellos para que fuese crucificado), que la tenían decidida (11,53) y la han obtenido. Pero también Pilato ha traicionado al hombre por temor a perder su puesto.

En la cruz, Jesús no va a estar solo: con él crucificaron a otros dos. A diferencia de los otros evangelistas, Jn no identifica a los dos compañeros de suplicio ni los califica de manera alguna. Son éstos los que van a morir con Jesús; las palabras con él recuerdan las de Tomás el Mellizo: Vamos también nosotros a morir con él (11,16). Figuran a los discípulos que siguen a Jesús hasta el final y dan con él la vida por el hombre.

La especificación: a un lado y a otro; en medio, a Jesús, muestra la corte del rey, pues Jn no ha mencionado que hubiesen quitado a Jesús los atributos reales (19,2.5). Los puestos a la derecha y a la izquierda del personaje principal correspondían a las personas de mayor rango. Los que mueren con Jesús condenados por <<el mundo>> (15,20) son los que lo poseen en su comunidad. Pero Jn no distingue entre derecha e izquierda; expresa una localización que indica la igualdad.

Estos son los discípulos que están donde está Jesús (14,3; 17,24) por haber recorrido su camino (14,4.6). El Hombre levantado en alto ha tirado de ellos hacia sí y los ha levantado con él hasta la cumbre de la entrega (12,32). Son granos de trigo que, caídos en la tierra, van a morir para dar mucho fruto (12,24).

Al principio del evangelio aparecieron dos discípulos que siguieron a Jesús y se quedaron a vivir con él (1,39); al final, dos hombres lo han acompañado hasta el término de su camino y van a morir con él. Como aquéllos representaban la comunidad ideal, así éstos figuran el término de su itinerario. De hecho, será la cruz la muerte que Jesús anuncie a Pedro, cuando, en la escena final, éste se decida a aceptar el amor de Jesús y sea invitado a seguirlo (21,18-19).

lunes, 3 de julio de 2023

Jn 18,18

 <<Se habían quedado allí los siervos y los guardias, que, como hacía frío, tenían encendidas unas brasas, y se calentaban. (Estaba también Pedro entre ellos, allí parado calentándose).

Pedro ha renunciado a ser discípulo, pero ante Jesús no cabe la indiferencia; romper con él significa pasarse al mundo enemigo, se apresado por él (6,17; 12,35). No hay zona intermedia entre la luz y las tinieblas, entre la libertad y la esclavitud. No cumplía la condición para ser amigo de Jesús (15,15; 18,10a Lect.) y se encuentra a hora en el grupo de los que sirven al Enemigo. No habiendo alcanzado la libertad, está entre los siervos; se mezcla con los agentes del jefe del mundo, los que fueron a prender a Jesús.

El frío, como la noche (13,30), la tiniebla (1,5; 12,35) y el invierno (10,22) son símbolos de muerte. A los faroles y antorchas que trataban de vencer la tiniebla (18,3) corresponden las brasas que intentan vencer el frío.

El paralelo entre las frases: También Judas, el que lo entregaba, estaba presente con ellos (18,5); Estaba también pedro con ellos, allí parado y calentándose, parece dar remate al paralelo establecido tres veces entre Judas y Pedro por el nombre <<Simón>> (6,68: la confesión de Simón Pedro, y 6,71: la identificación de Judas de Simón Iscariote, instrumento de la traición, y 13,6: Simón Pedro, que se negará a dejarse lavar los pies; 13,24: Simón Pedro investiga la identidad del traidor, y 13,26: Jesús da el trozo a Judas de Simón Iscariote, y Satanás entra en él). Aunque de manera diferente a la de Judas, Pedro, por su ideal de Mesías dominador, es también partidario de un sistema de poder, que pertenecería, como todos, <<al orden este>> (cf. 18,36).

viernes, 30 de junio de 2023

Jn 17,18

 <<Igual que a mí me enviaste al mundo, también yo los he enviado a ellos al mundo>>.

La consagración de los discípulos, como la de Jesús, tiene por objetivo la misión (10,3l6; 17,3: a tu enviado, Jesús Mesías). Los discípulos no forman un grupo que se aísla, desentendiéndose de la realidad que los circunda e indiferente al dolor del hombre. Han de constituir la alternativa que ofrezca a todos libertad y vida. Desde la unión con el Padre y Jesús (14,23; 17,11c) y como miembros de la comunidad de amigos dispuestos a dar la vida (15,13), entran en la sociedad, llevando como testimonio la experiencia de vida y alegría (17,13) y la entrega al bien del hombre (9,4). La misión ha de producir fruto y fruto que dure (15,16). Es tan necesario, que el Padre corta el sarmiento que no lo produce (15,2). No existe vida cristiana sin la actividad de la misión. Tienen que sacar a los hombres del mundo, proclamando el mensaje del Padre (17,6), entrar en el <<atrio>> para echar fuera a las ovejas víctimas de la explotación (10,2s).

La misión de los discípulos tiene el mismo fundamento que la de Jesús: la consagración con el Espíritu, y las mismas consecuencias: la persecución por parte del mundo hostil (15,18-25; 16,1-4a). El amor del Padre, que ha brillado en Jesús, ha de brillar igualmente en los suyos (17,10).

viernes, 26 de mayo de 2023

Jn 16,18

 Y se preguntaban: <<¿Qué significa ese ´Dentro de poco´? No sabemos de qué habla>>.

La insistencia en el <<Dentro de poco>> y la imagen sucesiva de la mujer que da a luz colocan las palabras de Jesús sobre el trasfondo de Is 26,14ss, en especial 26,20: <<Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos y cierra la puerta por dentro (cf. Jn 20,19.26), escóndete un breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va a salir de su morada para castigar la culpa de los habitantes de la tierra: la tierra descubrirá la sangre derramada y ya no ocultará a los asesinados en ella>>.

domingo, 21 de mayo de 2023

Jn 15,18

 <<Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me ha tomado odio a mí>>.

<<El mundo>>, nombre colectivo, designa el círculo o sistema de poder que organiza la sociedad y sus adeptos. En el relato evangélico se identifica con la institución religiosa, con su centro en Jerusalén (7,1.7), aunque, en este contexto, sin determinación alguna y dentro de la perspectiva de la misión, su significado se amplía, para incluir todo sistema injusto. Continúa el estilo profético. Se aprecia que la comunidad sufre persecución, y Jn le recuerda, por boca de Jesús, que ésta es la continuación inevitable de lo sucedido con Jesús mismo.

Ese odio es el que siente hacia la luz que lo denuncia todo el que obra con bajeza (3,20), es decir, contra el hombre. <<El mundo>> odia a Jesús precisamente por la denuncia que éste hace de su modo de obrar (7,7).

martes, 21 de marzo de 2023

Jn 13,18

 <<No lo digo por todos vosotros, yo sé bien a quiénes elegí, pero así se cumple aquel pasaje: ´El que come el pan conmigo me ha puesto la zancadilla´>>.

Jesús sabe que hay entre los suyos quien no está dispuesto a cumplir el mensaje de igualdad y de amor que acaba de transmitirles. Hay quien no está limpio (13,11). La mención del traidor en este momento muestra el reverso de la felicidad que él promete y recalca la importancia y seriedad del aviso anterior. Al hablar de la elección recuerda el dicho de 6,70: ¿No os elegí yo a vosotros, los Doce? Y, sin embargo, de vosotros, uno es enemigo. Se refería a Judas de Simón Iscariote, pues éste, siendo uno de los Doce, lo iba a entregar. Jesús conoce a los que han sido objeto de su elección. A ninguno que se le acerque buscando vida lo rechaza Jesús (6,37), aunque tenga una idea equivocada de lo que busca. En este momento, sin embargo, las posiciones se aclaran. El ejemplo de amor en el servicio que él les ha dado discernirá las actitudes. Entre los discípulos se encuentra el caso extremo, Judas, a quien va a ofrecer la última oportunidad.

<<El que como el pan conmigo ....>>. Jn adapta al contexto del evangelio el texto del Sal 41,10: Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba y que compartía mi pan, es el primero en traicionarme. Hay una alusión clara a 6,58: Quien come pan de éste vivirá para siempre, pero Jesús no dice que Judas coma su pan, sino que come pan con él. La eucaristía, de hecho, es un signo con significado: el signo es la comida en común de los hermanos; el significado es la comunión fraterna que tiene como centro y fuente a Jesús, es decir, la amistad de los miembros de la comunidad (15,13.15: amigos) y el compromiso con Jesús, la asimilación a su vida y muerte. Judas se ha mantenido en lo formal del signo, la participación en la misma mesa, pero ha traicionado la amistad y no ha seguido a Jesús. Más tarde Jesús le ofrecerá su propio pan (13,26s), última invitación a seguirlo, y eso lo decidirá a consumar su traición.

El pasaje refleja la situación de las comunidades. Hay quienes externamente pertenecen a la comunidad y participan en la eucaristía, pero no siguen la línea marcada por Jesús.

viernes, 6 de enero de 2023

Jn 11,18

 Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros.

Aunque el nombre de Betania, como se ha visto, figura la localización de la comunidad de Jesús (11,1 Lect.), esta Betania, cercana a Jerusalén, no se identifica con la situada más allá del Jordán (10,40; cf. 1,28). Existe, pues, una comunidad de discípulos, personificada en los tres hermanos, que vive aún dentro de la frontera de Israel. La doble localización simboliza, pues, dos estados en las comunidades cristianas: el de aquellos que han creído saliendo de la antigua institución, y el de otros que, habiendo dado la adhesión a Jesús, y siendo, por tanto, discípulos, aún no han roto con su pasado judío.

Se ve aquí el motivo de la conexión de esta perícopa con la de Felipe y Natanael (11,1 Lect.). Felipe era figura del discípulo llamado directamente por Jesús, sin haber escuchado el mensaje del Bautista. La descripción que hace de Jesús como Mesías lo asimila al AT: Al descrito por Moisés en la Ley, y por los profetas, lo hemos encontrado (1,45). Éste último plural designaba a aquellos que, habiendo respondido a la llamada de Jesús, conservaban la mentalidad del pasado, como será el caso de Marta.

Jesús vuelve a acercarse a la capital, aunque esta vez no entra en ella. Es allí donde se cierne la amenaza de muerte (10,31.39).

sábado, 6 de agosto de 2022

Jn 8,18

 <<Soy yo el testigo en mi causa y, además, es testigo en mi causa el Padre que me mandó>>.

Resume Jesús los dos aspectos de la cuestión: para declarar su misión y anunciarse Mesías basta su propio testimonio, pero si en esa declaración ven ellos una sentencia, también está asegurada la validez de ésta, pues de todos modos el Padre, que envió a Jesús, está siempre con él (8,16: no estoy solo). Él, como Mesías-luz, ofrece el amor del Padre al mundo; quien rechaza ese ofrecimiento rechaza también al Padre, porque no se puede honrar al Padre sin honrar al Hijo (5,23); la sentencia de ambos es una y la misma, como su designio (5,30; 6,38-40).

En resumen, Jesús, para afirmar lo que es, no necesita apoyo de otro, ni puede tenerlo; le basta su experiencia interior del Padre, como origen de su misión y final de su camino. Para actuar, en cambio, tiene al Padre con él, que lo avala con su testimonio.

domingo, 31 de julio de 2022

Jn 7,18

 <<Quien habla por su cuenta busca su propia gloria; en cambio, quien busca la gloria del que lo ha mandado, ése es de fiar y en él no hay injusticia>>.

<<La propia gloria>> es exterior y, por tanto, constatable; de ahí que su búsqueda o la renuncia a ella pueda servir de criterio para juzgar la procedencia de una doctrina. La búsqueda del propio prestigio delata que la doctrina que se propone no procede de Dios, sino del hombre mismo; es un medio para favorecer sus propios intereses.

Este criterio completa el primero expuesto en el versículo anterior. Aquél se dirigía a quien escucha la doctrina de Jesús, y consistía en la experiencia interna que ésta provoca en quien está por el hombre. Pero, para el público al que Jesús hablaba, existía otra doctrina oficial que pretendía también autoridad divina, la Ley, interpretada y manejada por los círculos de poder. Por eso añade un criterio externo: los intereses que defiende el que propone una doctrina; éstos permitirán juzgar su validez. La doctrina refleja la actitud del que la enseña; es expresión de la persona e inseparable de ella.

Responde este criterio a la concepción de Jn; Jesús no propone una doctrina abstracta, él mismo es la verdad, con sus obras y, sobre todo, con su muerte, en cuanto, en su vida y en su muerte, hace presente a Dios mismo, manifestando la eficacia de su amor leal. Las palabras o exigencias de Jesús son siempre una explicación de lo que él es y hace: sus obras dan el sentido de sus palabras; éstas se comprenden en relación con sus obras (5,36; 10,37s; 14,10s). Dios no se revela en él a través de formulaciones, sino manifestando su presencia en la actividad de Jesús (5,36; 10,30.37s).

Cuando la doctrina sobre Dios viene propuesta por uno que no busca manifestar la gloria de Dios, sino favorecer la suya propia, manipula a Dios. El criterio último de verdad es la actividad en favor del hombre, porque la verdad de Dios es ser Padre, amor al hombre como presencia activa y efectiva.

La palabra ha de comunicare la presencia y la acción de Dios. De ahí que las palabras/exigencias de Jesús sean Espíritu y sean vida (6,63). Quien con su hablar no pretende comunicar vida, sino promover su propio prestigio, ése no conoce a Dios ni tiene experiencia de él; no sólo no reflejará lo que es Dios, sino que, al ponerlo al servicio de su interés, necesariamente lo falsificará.

No se puede hablar de Dios distanciándose de él, porque Dios no es una fórmula, sino una presencia. Sólo es formulable cuando la expresión se mantiene en el ámbito de su presencia y actividad; la palabra se convierte entonces en signo que las expresa y las transmite. Cuando rompe este contacto, se convierte en ideología y necesariamente deforma a Dios: ofrece como dios lo que es un sonido vacío o un invento humano al servicio del propio interés.

El que no busca su gloria, sino que quiere manifestar la de Dios, su amor leal al hombre, es de fiar; en él no hay injusticia, que es el pecado (8,46: ¿Quién de vosotros podrá echarme en cara pecado alguno?). Quien va guiado por ese valor supremo no explota al hombre ni manipula una Ley. Sus palabras son dignas de fe (5,31) y su conducta es leal (cf. 3,33). Entre los dos miembros de la frase hay una relación de consecuencia; ésta, al mismo tiempo, remite a la causa y la confirma.

Por el contrario, quien buscando su prestigio intenta ponerse por encima de los demás comete injusticia; tal es el caso de los dirigentes, que se valen de la Ley para conservar su posición de privilegio. Así se ha descrito en el episodio del paralítico curado: condenan al hombre, invocando su Ley (5,10), y lo mismo a Jesús, llegando a planear su muerte (5,18). Jesús, en cambio, curando al inválido, había manifestado su criterio para interpretar la Ley y juzgar las actitudes: la fidelidad al designio de Dios; por ella, su sentencia es justa (5,30 Lect.).

Estos criterios acusan, pues, a los dirigentes. Ellos no aceptan la doctrina de Jesús porque no quieren realizar el designio de Dios; es más, lo impiden con la opresión que ejercen (5,10 Lect.), sin detenerse ante el homicidio (5,18; 7,1). Además, su doctrina no es de Dios: ninguna doctrina que redunda en propio beneficio merece crédito.

domingo, 17 de abril de 2022

Jn 6,18

 ... además el mar, por un fuerte viento que soplaba, estaba picado).

Otra razón para no emprender el viaje: el peligro de la navegación. Eran tres, por tanto, las razones que se oponían a la decisión de los discípulos: la noche, la ausencia de Jesús y el estado del lago. Es tal, sin embargo, su decepción ante lo sucedido, que deciden sin más abandonar a Jesús y volverse a la ciudad.

Jesús se había hecho servidor de la multitud; los discípulos no lo entienden, participan de la confusión general. Ante esa incomprensión, Jesús se ha retirado. El viento fuerte que agita el lago y hace peligrosa la navegación, es decir, pone en peligro la comunidad de Jesús, representa al mismo tiempo el mal espíritu que agita a los discípulos. La falsa concepción mesiánica es enemiga del proyecto de Dios (tiniebla) y puede hacer fracasar la obra de Jesús.

domingo, 6 de marzo de 2022

Jn 5,18

 Más aún, en vista de esto, los dirigentes judíos trataban de matarlo, ya que no sólo suprimía el descanso de precepto, sino también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose él mismo igual a Dios.

Semejante negación de las bases teológicas de su poder produce en los dirigentes el deseo de matar a Jesús. No basta una represión, hay que eliminarlo. Respecto al sistema religioso-político que representan, Jesús es un sedicioso. En primer lugar, muestra con su actuación que el amor de Dios llega al hombre directamente, sin intermediarios, y que la fidelidad del hombre a Dios no consiste en la observancia de preceptos. Queda así negado a la Ley todo papel mediador. El amor de Dios, hecho realidad en Jesús, toma su puesto (1,17). Los representantes de la Ley, sus intérpretes y custodios, pierden su función.

Pero la declaración de Jesús, como ellos entienden muy bien, va aún más lejos. Al llamar a Dios Padre suyo propio, afirma que Dios está con él y, en consecuencia, en contra de ellos, que se le oponen. Declara con esto que la institución regida por ellos, que se arroga autoridad divina, es legítima. Dado que la actividad de Jesús es la de Dios mismo, la enseñanza de ellos, que la contradice, es contraria a Dios. Para colmo, ven que Jesús se coloca en la categoría divina (llamaba a Dios su propio Padre), se hace igual a Dios, y les resulta intolerable. En esto se descubre su ignorancia, pues tal es precisamente el proyecto creador (1,1c Lect.; 1,18: el único engendrado). Pero ellos tienen mentalidad de siervos, no de hijos (3,36b Lect.; 8,,34s). Al llamar a Dios <<mi Padre>>, Jesús se proclama su único representante. Es la ruina de su poder religioso.

Por eso conciben la idea de matarlo. Jesús ha dado salud y libertad. Entran en conflicto dos intereses: uno, por el bien del hombre; otro, por el prestigio de la institución. Los dirigentes no dudan por un momento. Si Jesús se pone de la parte del pueblo y con eso amenaza su poder, ha de ser eliminado. Los que así piensan son los que se proclaman representantes legítimos de Dios, los que se opusieron a Jesús en el templo, porque denunciaba su culto explotador (2,18). Invocan ahora la fidelidad al mandamiento de Dios (5,10). Al ver amenazada su hegemonía, conciben sin más la idea del homicidio. Bajo capa de religión, defienden sus propios intereses.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Jn 3,18

 El que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en su calidad de Hijo único de Dios.

La responsabilidad recae así sobre el hombre, no sobre Dios, cuyo amor no hace excepciones. Empieza a describirse, por eso, la actitud del hombre, que pasa a ser sujeto gramatical. Dos actitudes son posibles: o se está a favor de Jesús o en contra; no existe la indiferencia. Ante el ofrecimiento del amor no cabe más que responder a él o negarse a aceptarlo.

Nicodemo había objetado que no es posible nacer de nuevo (3,4). Sin embargo, por parte de Dios todo está dispuesto; toca al hombre tomar su decisión. Si de hecho hay excluidos de la salvación, se debe al rechazo del ofrecimiento que Dios hace en Jesús. El que presta su adhesión a Jesús, secundando el plan de Dios, no está sometido a juicio, porque Dios no actúa como juez, sino como dador de vida. El que se niega a prestársela, él mismo se da sentencia. A la negativa radical y definitiva a dar la adhesión a Jesús corresponde la definitividad de la exclusión.

La Ley establecía con Dios la relación Señor-siervos. Entre los dos términos se interponían los maestros (3,2: maestro; 3,10: el maestro de Israel) y la jerarquía de los jefes (3,1: jefe). El contacto con Dios necesitaba intermediarios.

El hombre levantado en alto, por el contrario, hace presente el amor de Dios al mundo. Ya no hay que ser fiel más que al amor de Dios, encarnado en el Hijo único (3,15.16.18). La relación con el Padre, presente en Jesús, es inmediata; no es la propia de siervos, sino la de hijos.

La adhesión verdadera a Jesús ve en él al Hijo único de Dios. Al dar Dios a su Hijo, ofrece a la humanidad la plenitud de vida que está en él: así, a través del Hijo único, tendrá otros hijos (1,12; 14,2s Lect.) por identificación con el único. Este los hace nacer con el Espíritu, dándoles la capacidad de hacerse hijos por una práctica de amor como la suya.

No bastaba la adhesión como Mesías reformador surgida en Jerusalén a raíz de su actuación en el templo (2,23). No es al reformador de las instituciones, sino al dador de vida a quien ha de prestarse; la sociedad nueva será el fruto y la expresión del hombre nuevo, hijo de Dios.

Dar la adhesión a Jesús como a Hijo único de Dios es creer en las posibilidades del hombre, en el horizonte que le abre el amor de Dios, pues él es el modelo de los hijos que nacen por su medio.

b) Norma de conducta

Los tres versículos que terminan la perícopa están separados de lo anterior (Ahora bien) y utilizan un vocabulario distinto. Vuelve a usarse la oposición luz-tiniebla encontrada en el prólogo. El paso al tema de la luz está justificado.

En el prólogo, la vida ha sido identificada con la luz (1,4: y la vida era la luz del hombre), por no ser ésta más que la vida misma en cuanto esplendente y visible. La tiniebla, por oposición, evoca muerte; es un poder activo y mortífero que produce la noche y domina en ella (3,2).

Al presentar a Jesús levantado en alto como la localización de la vida que brota de él (3,15), y como signo a la vista de todos (3,14), uniendo la visibilidad a la vida, era normal que, en coherencia con su teología, pasase Jn al tema de la luz. Ésta, una vez más, no es la doctrina que expone Jesús, sino él mismo como fuerza de vida, en cuanto visible y perceptible por todos. La luz de la vida es al mismo tiempo la gloria (resplandor) del amor de Dios que se manifiesta en Jesús.

En el prólogo, los que contemplan su gloria/amor leal (1,14) son los que han recibido de su plenitud un amor que responde a su amor (1,16); paralelamente, los que miran/se adhieren a la señal levantada (3,14-15, paralelo serpiente/Hombre) y ven en ella la manifestación y la prueba suprema del amor/gloria de Dios (3,16) reciben vida definitiva (ibíd.), equivale al Espíritu-amor.

La luz brillaba en medio de la tiniebla (1,5), llegaba hasta el mundo, iluminando a todo hombre (1,9); ahora ha venido (1,11) y está en el mundo (3,19: el Hombre levantado en alto, manifestación de la gloria/amor de Dios), y algunos se acercan a ella abandonando la tiniebla (3,21).

En el prólogo se acentuaba más la naturaleza de la Palabra y su misión que la actividad del hombre. Se contemplaba la gloria (1,14), que era la vida brillando como luz (1,4.5) y que iluminaba (1,9). En esta perícopa se pone el acento en el papel del hombre y en su iniciativa. Aceptar, no acoger (1,12.11), pasan a ser amar u odiar (3,19) y, en consecuencia, acercarse o no a la luz (3,20.21).

El amor o el odio a la luz tienen su raíz en el modo de obrar. La vida que se manifiesta como luz divide así los campos. Aquel cuya actividad se opone a la vida no se acerca a ella para evitar el contraste delator. Quien favorece la vida no teme acercarse.

En el prólogo, la vida aparece como una realidad que se comunica y, en términos de luz, como iluminadora. Aquí, en cambio, su papel es penetrar en la tiniebla y distinguir actitudes. Acercarse a la luz es abandonar la tiniebla. Nicodemo, que fue a ver a Jesús de noche, iba identificado con la tiniebla.

domingo, 29 de agosto de 2021

Jn 2,18

 Respondieron entonces los dirigentes judíos, diciéndole: <<¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas?>>.

Segunda reacción. En el templo, los dirigentes son los sumos sacerdotes, los que enviarán satélites para detener a Jesús (18,3). Son ellos los que ahora le responden, identificándose con los vendedores a quienes él ha exhortado a poner fin al comercio sacro.

No hacen caso de la exhortación. Reaccionan pidiéndole credenciales: exigen una señal que acredite el derecho de Jesús para actuar así. En cuanto autoridades, se erigen en jueces, le piden pruebas que lo convenzan de la legitimidad de su actuación. Parten de una posición de fuerza, de derecho adquirido; son los dueños del templo: ven en Jesús un rival y en su actuar una intromisión. Ellos están acreditados por la institución misma; quieren saber quién lo acredita a él.

Ni por un momento se les ocurre dudar de la legitimidad de su posición; no se preguntan si la denuncia de Jesús está justificada. No miran lo real, sino únicamente lo jurídico. En este terreno piensan tener el triunfo asegurado. No admiten que una crítica pueda estar acreditada por la evidencia de los hechos.

Sin embargo, la función de un templo consistía en significar la presencia activa de Dios; la manifestación de esa gloria/presencia había sido la característica del antiguo tabernáculo. Así aparece en Éx 40,34.38: <<Entonces la nube cubrió la Tienda del Encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario. Cuando la nube se alzaba del santuario, los israelitas levantaban el campamento en todas las etapas. Pero cuando la nube no se alzaba, los israelitas esperaban hasta que se alzase. De día la nube del Señor se posaba sobre el santuario, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel>>. Los dirigentes, al convertir la cas de Dios en un mercado, han suprimido su presencia. Han anulado así la función del templo y la suya propia. La protesta estaba justificada en sí misma. Pero ellos, los que han perdido sus títulos, siguen exigiendo credenciales.

Las señales que acreditarán a Jesús serán las que realice en beneficio del hombre (5,36; 10,25.38; 14,11); únicas pruebas que él aducirá para demostrar la legitimidad de su misión.

sábado, 23 de enero de 2021

Jn 1,18

 A la divinidad nadie la ha visto nunca; el único Dios engendrado, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación.

Moisés y con él todos los intermediarios de la antigua alianza habían tenido un conocimiento mediato de Dios. Moisés fue sólo un mediador que no hablaba de Dios por experiencia directa, sino por encargo. No vio el rostro de Dios (Éx 33,20.23), solamente oyó una descripción hecha por Dios mismo (Éx 34,6; 1,14b Lect.). Intentó transcribir en una Ley el conocimiento intelectual que había adquirido, pero no consiguió reflejar el ser de Dios. Esta Ley debía haber sido una etapa preparatoria a la revelación plena; pero, al ser absolutizada, considerándola un fin en sí misma, se hizo pantalla que velaba el verdadero ser de Dios y obstáculo para su manifestación; de ahí su fracaso.

Todas las explicaciones de Dios dadas antes de Jesús eran parciales o falsas (nadie lo había visto nunca), y las expresiones en que se afirma que algunos personajes vieron al Dios de Israel (Éx 24,10-11 hebr., suavizada por los LXX; cf. Éx 33,1; Nm 12,6-8; Dt 34,10) han sido relativizadas. El evangelista limita la validez del AT: era anuncio, preparación o figura del tiempo del Mesías y no puede absolutizarse en modo alguno. La misión de la Escritura era igual a la de Juan Bautista: dar testimonio de Jesús (5,39). Moisés mismo escribió de él (5,46). La Escritura contenía una esperanza y una promesa; con Jesús Mesías ha llegado la realidad que la cumple. Obstinarse en la perpetuidad de la Ley es oponerse al plan de Dios, como se verá más adelante al comentar 3,22-4,3.

Al contrario que en Éx 33,20, donde Dios dice a Moisés: mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida, Dios no sólo admite al hombre en su presencia sin que muera, sino que le comunica la riqueza de su ser, su amor leal (1,14) y, al infundirle así su propia vida, se convierte en Padre (primera vez que en el evangelio se aplica esta denominación directamente a Dios; cf. 1,14).

Propone aquí Jn la superación de la antigua teología del hombre-imagen de Dios. Dios no termina su designio creador dando existencia al hombre modelado de arcilla y animado por un aliento de vida (Gn 2,7); lo acaba al engendrar al Hijo, comunicándole su propia divinidad. La acción creadora alcanza su cumbre en la paternidad de Dios. La comunicación de su gloria es una efusión de amor que hace participar de su mismo ser, realizando la íntima comunión entre el Hijo y el Padre (10,30.38; 14,10.11; 17,21.22). El Hijo está de cara al Padre, acogido en su intimidad; y esta relación no es momentánea o accidental, sino que define la postura connatural del Hijo en la presencia del Padre.

Solamente Jesús, el Dios engendrado, por su experiencia personal e íntima, puede expresar lo que Dios es (cf. 6,46). La verdadera experiencia de Dios lo reconoce como el Padre que está total e incondicionalmente en favor del hombre (1,1c). Hay que desaprender lo que se sabía de Dios para aprender de Jesús, que es su explicación. Lo explican su persona y su actividad; su enseñanza no es teórica, sino existencial. Jn tiene siempre ante los ojos la muerte de Jesús, manifestación suprema de la gloria-amor de Dios y su explicación plena de su ser (17,1).

La frase: él ha sido la explicación, que termina el prólogo, abre el relato evangélico que sigue. Jn invita al lector a prestar atención a la persona de Jesús, pues en él va a poder conocer la humanidad, por primera vez, el verdadero ser de la misteriosa divinidad. Sin embargo, no hay que partir de una idea preconcebida de Dios, para concluir que Jesús es exactamente igual a él, como si pudiera tenerse un concepto verdadero de Dios independientemente de Jesús; Jn afirma que el punto de partida es Jesús Mesías, Dios, el Padre, es como Jesús, único dato de experiencia al alcance del hombre. Toda idea de Dios que no pueda verificarse en Jesús, es un a priori humano sin valor alguno. Jesús, el Hombre-Dios, el Dios engendrado, hace presente al Padre y es la única fuente para conocerlo como es.

A la denominación: el único Dios engendrado, corresponderá al final del evangelio la exclamación de Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! (20,28), la fe que finalmente ha llegado a conocer a Jesús (cf. 14,9).

Jesús es así, de modo inseparable, la verdad del hombre y la verdad de Dios no como doctrina, sino como presencia de ser y actividad. Revela lo que es el hombre por ser la realización plena de proyecto creador: el Hombre acabado, el modelo de Hombre (el Hombre / el Hijo del hombre). Revela lo que es Dios dando su vida para dar vida al hombre, haciendo así presente y visible el amor incondicional del Padre (el Hijo de Dios).

SÍNTESIS

Es tan grande la riqueza del prólogo de Jn que hay que limitarse a señalar algunas líneas fundamentales, que servirán de claves de interpretación para el cuerpo del evangelio.

a) En primer lugar, Jn comienza su evangelio con la mención de <<el principio>>, referencia a la creación. Sitúa así toda la obra de Jesús en esa perspectiva. El Dios que crea el mundo, realizando su proyecto de vida, es el que se manifiesta en Jesús. Esta es su última y definitiva intervención. Su obra corona la actividad creadora y manifiesta a Dios como amor fiel, que se realiza en la comunicación de vida. 

Se remonta así Jn más allá de la Ley, que es ya parte de la historia. Si se pone en primer plano al Dios de la Ley, se corre el riesgo de olvidar que Dios, antes que legislador, fue creador, y de oponer la Ley al designio de la creación. Tal oposición, real en los dirigentes judíos, motiva la oposición a Jesús, que manifiesta al Dios de la creación y de la vida (cf. 5,16; 9,29).

El designio de Dios creador es comunicar su vida, que se identifica con su amor. Si se le concibe, en cambio, principalmente, como dador de la Ley, su designio será imponerla y custodiar el orden que ella fija. Varía así, según la concepción de Dios, el criterio para distinguir entre el bien y el mal. En la línea de Dios creador, el criterio es la vida misma: es bueno lo que favorece a la vida, el desarrollo de la creación. El hombre tiene como punto de referencia la experiencia de vida en sí mismo y en el mundo. En la línea del Dios legislador, el criterio es la Ley y su interpretación admitida. El punto de referencia obligado y exterior al hombre es el código, mediado por los que lo interpretan.

Al imponer su voluntad desde fuera (el código), el Dios de la Ley vacía al hombre, haciéndolo renunciar a la propia voluntad e iniciativa. El Dios creador, por el contrario, potencia la vida del hombre acrecentando su libertad y su capacidad de acción.

La incompatibilidad entre los dirigentes judíos y Jesús radica en la oposición entre uno y otro Dios. Jesús y su mensaje ponen en contacto con Dios comunicando vida. Para <<los Judíos>>, la fidelidad a la Ley, aunque matara al hombre, era valor supremo; así hicieron de la Ley un instrumento de muerte.

b) Otra clave de interpretación para el evangelio es el proyecto creador de Dios sobre el hombre, realizado en Jesús, el Dios engendrado por la comunicación de la gloria-amor del Padre. Es el modelo de Hombre, el Hijo de Dios Por un nuevo nacimiento, que lleva a término en el hombre la obra creadora, quien responde a Jesús recibe la calidad de vida y la capacidad de amar (el Espíritu) que le permite recorrer su camino, siguiendo a Jesús hasta el don total de sí mismo, y realizar así la total semejanza con el Padre. Dios quiere que el hombre alcance su plenitud humana y de ese modo llegue a ser su hijo.

La persona de Jesús es la interpelación y el mensaje de Dios a la humanidad, el ofrecimiento de la plenitud de vida. Siempre ha existido en el hombre este anhelo, conforme al proyecto divino, pero queda continuamente frustrado por el dominio que sobre el mundo ejercen ciertos grupos humanos (la tiniebla), que no sólo apagan la vida, sino que intentan suprimir incluso la esperanza.

Toda la obra de Jesús en el evangelio consistirá en capacitar al hombre, por el don de la vida-amor, para que pueda realizar en sí mismo el proyecto de Dios, la semejanza con el Padre. De ahí que la escena principal del relato evangélico sea la de Jesús en la cruz, de cuyo costado mana la sangre de su amor y el agua del Espíritu, la vida-amor que él comunica al hombre. El relato evangélico será la explicación anticipada de los efectos y consecuencias de este don de Jesús: el don de su vida para comunicarla.

c) Una tercera clave de lectura se encuentra en la identificación de la luz con la vida (1,4). La luz, en cuanto realidad perceptible y reconocible, es una metáfora para designar la verdad que guía e ilumina al hombre. El prólogo declara, por tanto, que la vida precede lógicamente a la verdad y no viceversa. No se afirma que la luz (verdad) es la vida del hombre, sino que la vida es su luz (verdad). No es la verdad la que lleva a la vida, el brillo de la vida es la verdad. En consecuencia, la Palabra creadora no revela una supuesta verdad cuyo conocimiento produciría la vida; ella da una vida que, experimentada y reconocida, se revela como verdad.

Se previene así la interpretación intelectualista, que originaría una lectura <<al revés>> de todo el evangelio. Tal lectura convierte a Jesús en <<el Revelador>> de verdades ocultas, en las que estaría el secreto de la vida. Por el contrario, él se  manifiesta como el dador de vida, cuya fuerza y actividad elimina la muerte. Por eso, la prueba de su misión no es la sublimidad de su doctrina, sino la eficacia de sus obras (5,36; 10,38). Reconocer la vida que comunica es reconocer la verdad.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...