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martes, 5 de septiembre de 2023

Jn 21,5

 Les preguntó Jesús: <<Muchachos, ¿acaso tenéis algo para acompañar el pan?. Le contestaron: <<No>>.

Como en 20,26, cuando estaba pendiente la cuestión de Tomás, Jesús, al hacerse presente, se dirige al grupo entero y a todos dará la indicación, sin destacar a Pedro entre los demás. El problema de éste será tratado a continuación, una vez terminada la tarea y la comida comunitaria (21,15ss).

El término que usa Jesús para dirigirse a ellos indica afecto: Muchachos (chiquillos). Con su llamada, interrumpe la infructuosa labor. Les pregunta si tienen algo para acompañar el pan. El alimento de Jesús consistía en llevar a cabo el designio del Padre, en dar remate a su obra en el hombre (4,34). Tal es el que pide a los discípulos. Por parte de Jesús, la obra está terminada (19,30); él tendrá pan y pescado, que les ofrecerá más tarde, pero ellos tienen que contribuir continuando su misión (21,9-10).

El grupo entero está desorientado ante el fracaso, puesto en evidencia por la pregunta de Jesús. A su interpelación responden secamente, todos a una, mostrando su decepción. En ausencia de Jesús no pueden realizar el designio del Padre.

sábado, 5 de agosto de 2023

Jn 20,5

 <<Asomándose vio puestos los lienzos; sin embargo, no entró>>.

El discípulo ve puestos los lienzos, como sábanas en el lecho nupcial (19,40 Lect.); distingue, por tanto, la señal de la vida, pero no la comprende.

Los detalles mencionados por Jn en esta perícopa hacen de ella una especie de continuación de lo sucedido con Lázaro. Allí Jesús mandó quitar la losa y desatar a Lázaro para dejarlo marcharse (11,39.44). Aquí encuentran que la losa está quitada y que los lienzos ya no atan a Jesús (cf. 19,40). Deberían deducir que se ha marchado por sí solo. Pero, como entonces Marta y María (11,21.32.39), los discípulos no conciben que la vida pueda superar la muerte.

El discípulo no entra en el sepulcro. No lo hará hasta que no haya entrado Simón Pedro. Al ceder el paso a Pedro le muestra su diferencia y su amor, al que lo lleva su sintonía con Jesús. Después de las negaciones de Pedro en el atrio del sumo sacerdote (18,15-17.25), es un gesto de aceptación y reconciliación. Habiendo seguido a Jesús dispuesto a morir con él (18,15-16), no afirma su superioridad frente al que lo ha negado, sino que, al contrario, lo deja entrar antes para que exprese primero su amor a Jesús. La vez anterior, él lo había conducido (18,16); ahora debe acercarse a Jesús sin intermediarios.

miércoles, 5 de abril de 2023

Jn 14,5

 Tomás le dijo: <<Señor, no sabemos adónde te marchas, ¿cómo podemos saber el camino?>>.

Tomás había aparecido por primera vez en el episodio de Lázaro (11,16). En aquella ocasión estaba dispuesto a morir con Jesús, pero creía que su viaje a Judea terminaría en la muerte. Ahora es claro que va a morir, pero Tomás no ve cómo la muerte pueda expresarse en términos de paso que permite alcanzar una meta; para él ella misma es la meta y el final del viaje. De ahí que no sepa adónde se marcha Jesús. Aun después de la resurrección le costará verlo (20,24ss). Está desconcertado y no encuentra su propio camino.

domingo, 19 de marzo de 2023

Jn 13,5

 Echó luego agua en el barreño y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con el paño que llevaba atado.

El lavado de los pies era un servicio que se hacía para mostrar acogida y hospitalidad o deferencia. De ordinario, lo hacía un esclavo no judío o una mujer, la esposa a su marido, los hijos e hijas al padre. Cuando se menciona el lavado de los pies en relación con una comida, siempre se hace antes, no durante ella, como en este caso (cf. Lc 7,44; Gn 18,4s; 24,32s). Esto muestra que Jesús no presta un servicio cualquiera.

No pide ayuda, él mismo va ejecutando cada una de las acciones preparatorias al trabajo servil. Se pone a lavar los pies de los discípulos. No se indica quién es el primero ni cuál va a ser el último; entre los discípulos no hay orden de precedencia. El evangelista vuelve a mencionar el paño ceñido. Con esta insistencia muestra la actitud de Jesús, que va a ser definitiva, pues, terminado el lavado, aunque toma de nuevo el manto, no se dirá que deje el delantal (13,12). Éste se convierte, por tanto, en atributo permanente de Jesús: su amor-servicio no cesará con su muerte, por eso su costado, del que brota el Espíritu, quedará abierto (20,25.27). La descripción desciende a detalles mínimos, lo cual confirma la intención del autor; asimismo, las dos menciones del paño se colocan al final de frase, acentuando su importancia; es más, la segunda mención: que llevaba atado, es literariamente innecesaria.

Va a mostrar a los discípulos su amor, que es el del Padre, con quien está identificado (10,30.38). Al ponerse Jesús, Dios entre los hombres, a los pies de sus discípulos, destruye la idea de Dios creada por la religión. Dios no actúa como soberano celeste, sino como servidor del hombre. Así lo había expresado Jesús en 5,17: Mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando (en favor del hombre) y yo también trabajo. Esta escena muestra que el trabajo de Dios en favor del hombre no se hace desde arriba, como limosna, sino desde abajo, levantando al hombre al propio nivel. Jesús es <<el Señor>> por definición; pero, al lavar los pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de señor. Su servicio, por tanto, se propone dar la libertad (Señor) y crear así la igualdad, eliminando todo rango. En la sociedad que él funda, cada uno ha de ser libre: son todos señores por ser todos servidores; el amor produce la libertad. El futuro servicio de los suyos tendrá el mismo objetivo: crear condiciones de igualdad y libertad entre los hombres por la práctica del servicio mutuo. Esa es la obra del amor.

Ni el deseo de hacer el bien puede justificar el ponerse por encima del hombre. La actitud de Jesús se opone diametralmente a la del poder opresor de los <<hijos del diablo>>, que somete al hombre (8,44); crea así el punto de referencia que se expresará en su mandamiento: amarse como él los ha amado (13,34). Ponerse por encima del hombre es ponerse por encima de Dios, que sirve al hombre y lo eleva hasta sí. Destruye así Jesús todo dominio y quita la justificación a toda superioridad. Su comunidad no es piramidal, con estratos superpuestos, sino horizontal, todos al servicio de todos, a imitación de Dios y de Jesús.

No es, por tanto, que Jesús se abaje, sino que no reconoce desigualdad o rango entre los hombres. La grandeza humana no es un valor al que él renuncia por <<humildad>>, sino una falsedad e injusticia que él no acepta (cf. 5,41.44; 7,18). La única grandeza está en ser como el Padre, don total y gratuito de sí mismo (3,16).

Esta escena está en paralelo con la de Betania (cf. 12,1s). En ambas ocasiones se trata de una cena (12,2; 13,2), se mencionan <<los pies>> (12,3: de Jesús; 13,5: de los discípulos), aparece el verbo <<secar>> (12,3; 13,5); se contraponen, en cambio, los verbos <<ungir>> (12,3) y <<lavar>> (13,5). Allí la comunidad, representada por María, rendía homenaje a Jesús (le ungió los pies), expresándole su amor (el perfume), que se extendía a la comunidad entera (12,3: se llenó la casa). Aquí Jesús muestra su amor a los suyos con su servicio. Así se corresponden Jesús y su grupo. El servicio de los discípulos, en cambio, no se dirigirá a Jesús, lo harán unos a otros, y a los pobres, como ya se anunció en la escena de Betania (12,8 Lect.).

El lavado de los pies significa aceptación, hospitalidad, acogida fraterna, como lo explicará Jesús (13,20). El amor fraterno se expresa en acogida, y ésta, a su vez, en servicio.

     

domingo, 16 de octubre de 2022

Jn 11,5

 Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Se describe la relación de Jesús con el grupo de hermanos. Las hermanas habían afirmado el amor de Jesús por el enfermo (11,3), y se había descrito la muestra de afecto de María hacia Jesús (11,2). Ahora, abarcando a los tres, se subraya una vez más el vínculo de Jesús con ellos.

En la enumeración, sin embargo, se omite el nombre de María, antes en primer lugar (11,1.2); ésta es ahora presentada como la hermana de Marta. Lázaro, que ocupaba al principio el primer lugar (11,1), queda ahora en el último. El cambio de orden y la omisión del nombre indican la unidad del grupo. No existe precedencias, la igualdad es tal que da lo mismo comenzar por uno o por otro. Cada uno de los personajes es central en el grupo según los momentos. Son comunidad y cada uno representa un aspecto de ella. El gesto de María (11,2), atribuido naturalmente a un personaje femenino, expresaba el amor del grupo a Jesús; Jesús corresponde al amor de cada uno (11,3) y al del grupo (11,5).

Hay una ligera diferencia entre los verbos usados en el texto. Las hermanas han expresado el amor de Jesús a Lázaro en términos de amistad, que colocan en primer lugar la relación de afecto; en cambio, el verbo usado en este versículo es <<amar>> (traducido <<querer>>), e indica un amor que se traduce en actividad y que comunica vida (cf. 14,15). Jesús, por tanto, no sólo está unido a los suyos por un vínculo de afecto, sino por una actividad de amor.

sábado, 20 de agosto de 2022

Jn 10,5

 <<A un extraño, en cambio, no lo seguirán, huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños>>.

Lo mismo que el timbre de voz del pastor invita a la libertad, la voz del extraño anuncia robo y violencia (10,1), y las ovejas huyen de él. Opone Jesús su mensaje de vida a la mentira de muerte que proponen los dirigentes (8,44). Jesús les da un aviso: son ellos los extraños, y no podrán recuperar a los que él ha hecho salir de su dominio.

domingo, 14 de agosto de 2022

Jn 9,5

 <<Mientras esté en el mundo, soy luz del mundo>>.

Este dicho de Jesús continúa el de 8,12: Yo soy la luz del mundo. Como en aquel pasaje, esta metáfora define su misión de Mesías, por referencia a la misión liberadora del Siervo de Dios según los dos pasajes de Isaías (42,6ss; 49,6ss), que, por una parte, definen al siervo como luz de las naciones y, por otra, su misión, como abrir los ojos a los ciegos, acción que figura, como lo indican los paralelismos establecidos por los mismos textos, la liberación de la opresión (cf. 9,7b Lect.).

La declaración de Jesús rebasa, sin embargo, el marco de la opción de Israel; será norma para la actividad posterior de sus discípulos. Las obras del que lo envió no pueden realizarse sin su presencia, cuando falta la luz (cf. 21,3: aquella noche no cogieron nada).

sábado, 30 de julio de 2022

Jn 7,5

 De hecho, tampoco su gente le daba su adhesión.

La razón que propone el evangelista para explicar esta actitud es que no tomaban partido por Jesús. Éste ha llegado al mínimo de su popularidad: por una parte, los dirigentes lo persiguen; por otra, su grupo ha sufrido una crisis; finalmente, sus paisanos no están de su parte, se muestran escépticos e irónicos.

sábado, 29 de enero de 2022

Jn 5,5

 Había un hombre allí que llevaba treinta y ocho años con su enfermedad.

Era un inválido que apenas podía moverse (5,7) y que, como aparecerá en seguida, estaba postrado en una camilla o camastro. Este hombre tiene una enfermedad. Dos veces aparece en Jn este sustantivo (astheneia); la segunda vez designará la enfermedad de Lázaro, que no era para muerte (11,4). Esta sí lo es, como se verá a continuación por el significado de los <<treinta y ocho años>>. La entera muchedumbre sufre de la misma enfermedad, pues las tres precisiones (ciegos, tullidos, resecos) se aplican a todos los individuos que la componen. Esto señala al enfermo como figura representativa: este hombre encarna la muchedumbre. La curación que va a efectuar Jesús no va dirigida únicamente a un individuo, es el signo de la liberación de la multitud de marginados, miserables, sometidos a la Ley. Así se explica la violenta reacción de los dirigentes, que, inmediatamente, pensarán en matarlo (5,18).

La cifra treinta y ocho ha de interpretarse en su relación con cuarenta. Cuarenta años equivalían a una generación; en el AT se usa esta cifra para indicar un período largo y homogéneo, por ejemplo, el de un reinado o un tiempo de paz. En este contexto equivaldrían a la vida entera del individuo, en su condición de invalidez. Está, pues, al final de su vida, y es en este momento cuando se le acerca Jesús. Referidos al pueblo, recuerdan sobre todo los cuarenta años de estancia en el desierto, donde murió la entera generación que había salido de Egipto (Nm 32,13; Jos 5,6; Sal 95,10), sin llegar a la tierra prometida. La situación de esta muchedumbre es la de quienes van a morir sin haber salido del desierto, sin haber conocido la felicidad que Dios prometía. La precisión de los treinta y ocho años se encuentra en Dt 2,14,indicando el tiempo que duró aquella generación; esto muestra de nuevo el carácter representativo del inválido: los treinta y ocho años de enfermedad significan que el pueblo está a punto de muerte, como lo estaba el enfermo de Cafarnaún (4,46b).

Sin embargo, la expresión <<en su enfermedad>> (en lugar de simplemente <<enfermo>>, indica que él es de algún modo responsable de ella; de hecho, este individuo <<ha pecado>> (5,14: No peques más): esto es lo que produce su estado de muerto en vida. No es solamente ciego (cf. 9,1-3), sino que su ceguera lo lleva a la invalidez y a la falta de vitalidad. Representa, por tanto, al pueblo que da fe a la ideología propuesta por los dirigentes (<<los Judíos>>), a la doctrina oficial de la Ley (la tiniebla), y no reconoce el proyecto divino sobre el hombre (1,10). Al reprimir la aspiración a la vida, se ve reducido a un estado de muerte (5,24), que lo llevará a la muerte definitiva. Aparece así el episodio como una escenificación de lo anunciado por Juan Bautista a propósito de Jesús: el que va a quitar el pecado del mundo (1,29).

domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 4,5

 Llegó así a un pueblo de Samaría que se llamaba Sicar, cerca del terreno que dio Jacob a su hijo José.

Cerca de este pueblo estaba el terreno cedido por Jacob a su hijo José (Gn 33,19; 48,22), donde éste había sido enterrado (Jos 24,32). La ciudad existente en tiempos de Jacob se llamaba Siquén (Gn 33,18-20); Jos 24,32; Os 6,9) y cerca de ella había surgido la ciudad más moderna de Sicar. Siquén había sido destruida hacía ya más de un siglo.

Jesús está atravesando una tierra cargada de una historia que se remontaba a los orígenes de Israel, anterior a la división entre judíos y samaritanos. Si los habitantes eran despreciados por los judíos, su territorio participaba, sin embargo, de las glorias de los comienzos. Ambos pueblos, judíos y samaritanos, estaban unidos en aquellos orígenes.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Jn 3,5

 Repuso Jesús: <<Pues sí, te lo aseguro: Si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios>>.

Ante el rechazo de Nicodemo, Jesús hace su segunda declaración, reforzando la primera y explicándola al mismo tiempo. Repite su afirmación anterior sin concesión alguna, pero sustituye el adverbio de nuevo/de arriba por otra expresión: [nacer] de agua y Espíritu, que es su explicación. En adelante, sin embargo, hablará solamente de <<nacer del Espíritu>> sin más mención del agua. Esta reducción, unida al significado <<de arriba>>, aclara el sentido de la expresión de agua y Espíritu. <<Nacer de arriba>> significa nacer del que está levantado en alto, es decir, de Jesús en la cruz. Así lo indica el paralelo entre 3,7: Tenéis que nacer de nuevo/de arriba, y 3,14: Tiene que ser levantado en alto este Hombre; a una necesidad corresponde la otra: él tiene que ser levantado para que los hombres puedan nacer de arriba.

El dicho a Nicodemo anticipa la escena de la cruz, cuando del costado de Jesús, traspasado por la lanza, saldrá sangre y agua (cf. 19,34 Lect.). El agua es el Espíritu (cf. 7,37-39), el amor que él comunica al hombre, el bautismo que él iba a conferir, según lo anunciaba Juan Bautista (1,33). En esta frase: nacer de agua y Espíritu, Jesús aproxima los dos símbolos de la misma realidad: es el agua-Espíritu que baja de arriba, de él muerto en la cruz.

El Espíritu es fuerza divina de amor; sólo él hace nacer a una vida nueva y sólo quien ha nacido de él puede entrar en el reino de Dios. No está destinado a un pueblo como tal; no bastará ser israelita, ni siquiera buen israelita de cualquiera de las tendencias; no bastará la observancia escrupulosa de la Ley ni la identificación con ella: hace falta recibir un nuevo principio de vida. Existe un punto de partida: el agua-Espíritu, para llegar al reino.

Nicodemo pensaba que el hombre podría acabarse a sí mismo, por su fidelidad a la Ley. Jesús afirma que la creación ha de ser terminada por Dios, infundiendo al hombre el aliento de la vida definitiva (20,22 Lect.). Sólo cuando el hombre esté hecho del todo podrá empezar a vivir con plenitud y será apto para el reino de Dios. Toda empresa humana que tome como base el hombre aún no acabado está abocada al fracaso.

Este nacimiento se identifica con <<nacer de Dios>> (1,13) y <<recibir de su plenitud>> (1,16: de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor). El Espíritu, amor que él comunica de su plenitud de gloria, hace nacer de nuevo. Tal es la obra de Jesús Mesías, por oposición a Moisés (1,17 Lect.).

Para Nicodemo, había que volver atrás, hacia un pasado, para entrar en el seno materno y nacer después; entrar en un pasado y nacer en un presente sin horizonte ni porvenir. Para Jesús, primero es nacer, para entrar después en el futuro del reino.

El reino de Dios es un ámbito donde hay que entrar. Se expresa así en términos espaciales (entrar) el cambio radical que ha de verificarse en el hombre, la adquisición de una nueva identidad, de una nueva vida (nacer de nuevo). Es la calidad que Jn llama, en contraposición a <<la carne>>, ser espíritu (cf 3,6). Al nacer del Espíritu entra el hombre en ese ámbito donde Dios se le comunica, no ya a través de mediadores -la Ley, como expresión de su voluntad, y los maestros a su servicio (cf. 3,2)-, sino de modo inmediato en Jesús (cf. 1,14; 2,19). El reino es el espacio donde esa comunicación es posible, el que Jesús mismo delimita con su presencia. Entrar significa, por tanto, adherirse y vincularse de un modo estable a Jesús, en quien Dios se hace presente como fuerza de vida que se comunica (3,14ss). Así como los conceptos de Ley, templo, verdad, vida se encierran en Jesús, de igual modo el de reino. Jesús mismo es el espacio donde los nacidos de nuevo entran y permanecen. Este concepto se desarrollará en el cap. 15 con la imagen tradicional del pueblo de Dios, la vid verdadera en la que el hombre ha de insertarse y en la que ha de permanecer.

El reino, como Jesús, está presente en la historia y es visible en la nueva comunidad humana creada por el dinamismo del Espíritu, fuerza vital que se recibe de Jesús, la participación del amor del Padre. El amor crea la nueva relación humana. Nace así la sociedad nueva, donde el orden y la organización no van de fuera adentro, sino de dentro afuera. Pero ese <<dentro>> en la comunidad y en el individuo nuevo es Jesús mismo, que vive en ella y hace presente la gloria-amor del Padre, como fuerza que brota del interior y se manifiesta en la actividad.

El concepto nuevo de reino de Dios, en oposición a la mentalidad común, es correlativo a la concepción de la realeza de Jesús. Él se confiesa rey sólo cuando su situación excluye toda semejanza con la realeza de este mundo (18,36); al aceptar la muerte confirma su rechazo de todo poder dominador, y hace presente la potencia del amor de Dios que vence la muerte, dando la propia vida. Al ser levantado en alto, queda para siempre en la posición propia suya como rey de la nueva comunidad (19,19).

martes, 24 de agosto de 2021

Jn 2,5

 Su madre dijo a los sirvientes: <<Cualquier cosa que os diga, hacedla>>.

Aparecen nuevos personajes, los sirvientes, y la madre del Mesías les dice que se pongan a la completa disposición de éste (cualquier cosa que os diga). Ella no conoce los planes de Jesús, pero afirma que hay que aceptar su programa sin condiciones y estar preparados para seguir cualquier indicación suya.

En el contexto de alianza en que se desenvuelve la escena, el orden de la madre a los sirvientes adquiere todo su significado. Su frase hace alusión a la que pronunció el pueblo en el Sinaí, comprometiéndose a cumplir todo lo que Dios le mandase (Ex 19,8: Haremos cuando dice el Señor; cf 24,3.7). La madre/Israel, que ha sido fiel a aquel compromiso, comprende, sin embargo, por las palabras de Jesús que la antigua alianza ha caducado y que el Mesías va a inaugurar la alianza nueva; pide, pues, a los sirvientes, es decir, a los que colaboran con el Mesías (cf. 12,26), que den su fidelidad a la alianza que él va a promulgar.

martes, 1 de diciembre de 2020

Jn 1,5

 esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha extinguido.

La luz no ha cesado de brillar, pero su brillo no es pacífico y sin obstáculos, tiene lugar en un cerco de tinieblas que intenta sofocarla. La tiniebla es la anti-luz y, por tanto, la anti-vida. No es una mera ausencia de luz, sino una entidad activa y maléfica, una fuerza de muerte, enemiga de la vida que estimula a la humanidad, irreconciliable con la plenitud que muestra la luz. Intenta extinguirla, invadirla para que cese su brillo, pero no lo consigue: su actividad está bajo el signo de la derrota.

La tiniebla, entidad negativa, es hostil a la luz, y quiere aniquilarla. La luz no lucha, no fuerza ni violenta, tiene su identidad positiva, es evidente por sí misma; se muestra, atrayendo a la opción. 

La vida sigue brillando. Se establecen así dos polos antagónicos: luz-vida y tiniebla-muerte. La dialéctica vida-muerte está presente en la historia. Pero, a diferencia de lo narrado en el Génesis, donde la tiniebla era un dato primordial y la luz fue creada para constituir un cielo con ella (1,3-5), Jn no menciona la tiniebla sino después de haber afirmado la existencia de la vida como luz del hombre: es ésta el dato primordial, componente de su ser. Sólo el hombre, oponiéndose a ella, puede crear la tiniebla. Esta no se opone a la vida directamente, sino en cuanto ésta es luz-verdad que puede ser conocida. Se sitúa, pues, la tiniebla en la línea del conocimiento: es una antiverdad, una falsa ideología (8,44: la mentira) que, al ser aceptada, ciega al hombre, impidiéndole conocer el proyecto creador, expresión del amor de Dios por él, y sofocando su aspiración a la plenitud de vida.

Existen, por tanto, dos esferas contrapuestas, como dos países limítrofes: el de la vida plena (luz) y el de la muerte en vida (tiniebla). La obra de Dios en Jesús dará al hombre la posibilidad de salir de la tiniebla en que se encuentra y pasar a la zona de la luz / vida. La luz es el ámbito del amor de Dios, y el que entra en él recibe el don de ese amor (1,16). La zona de la tiniebla está bajo la reprobación de Dios, y quien permanece en ella voluntariamente se encuentra bajo esa reprobación (3,36).

A pesar de sus esfuerzos, la tiniebla no ha logrado extinguir la luz; la aspiración a una vida plena ha existido y existe siempre en el hombre, se inserta en su mismo ser (1,3). Será la condición para dar la adhesión a Jesús, y se formulará en el evangelio con expresiones como <<escucha la voz del Padre>> (5,37b), <<aprender del Padre>> (6,45), el Dios que ha creado al hombre para realizar en él su proyecto (1,1c). Los que sienten este deseo y responden a él son los que el Padre entrega a Jesús (6,37). Lo contrario será propio de los dirigentes judíos (5,37b; 8,19). <<Escuchar al Padre>> significa responder a la aspiración que el mismo acto creador ha colocado en el interior del hombre. Aquí se encuentra su disposición más profunda, la que decidirá de su suerte: quien anhela la vida, al encontrarse con la luz-vida, optará por ella; quien, por razones inconfesables, la reprime, odiará la luz y optará por la tiniebla (3,19-21).

Dado que el anhelo de vida pertenece al ser del hombre, reprimirlo significa obrar contra la propia naturaleza, frustrar el propio desarrollo y malograr el designio de Dios. En esto consistirá el pecado de la humanidad (1,10 Lect.; 3,19; 8,21.23).

En el evangelio, la luz se identificará con Jesús (8,12: Yo soy la luz del mundo); él es la alternativa a la tiniebla (ibid., el que me sigue no andará en la tiniebla). Será la institución judía la que pretende extinguir la luz dando muerte a Jesús a propuesta del sumo sacerdote en persona (11,50.53). Es esta institución, por tanto, la que propone y encarna en este evangelio la ideología enemiga de la vida, que se concretará en la Ley absolutizada (5,10 Lect.) y el culto explotador (2,16 Lect.), cuyo baluarte es el templo (2,14; 5,2 Lect.). Jn, sin embargo, no la considera exclusiva de la institución judía; ésta representa únicamente un caso particular, que históricamente se enfrentó con Jesús. La tiniebla designa en realidad la ideología de todo sistema de poder que impide al hombre realizar en sí mismo el proyecto creador, la plenitud de vida. Aparece claramente esta universalidad por ser <<el mundo / orden éste>>, en sentido peyorativo (7,7; 8,23; 9,39, etc.), el ámbito de la tiniebla, haciéndola rebasar las fronteras del sistema judío. Si el caso de las autoridades judías es más escandaloso, se debe a que en este pueblo se había preparado, a lo largo de una historia secular, la realización del proyecto divino para toda la humanidad. La tiniebla, sin embargo, lo había invadido; las autoridades fueron responsables de haber torcido el camino (1,23).

Resumiendo lo anterior puede decirse que la identificación luz-vida impone la de tiniebla-muerte. Si la luz es el resplandor de la vida, la tiniebla es la opacidad de la muerte. Existe así una clase de vida que se llama luz y una clase de muerte que se llama tiniebla y se opone a la vida-luz. A pesar del esfuerzo por extinguirla, la vida-luz sirve de orientación y de meta a la humanidad para salir de su situación. El hombre puede comprender qué significa una existencia plenamente humana; a ella ha aspirado siempre, aun cuando por culpa de otros hombres tuviera que vivir sometido a una condición inhumana. La tiniebla, enemiga de la vida, es agente de muerte. Los dominados por ella son muertos en vida.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...