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viernes, 8 de septiembre de 2023

Jn 21,25

 <<Pero hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, pienso que los libros que se escribieran no cabrían en el mundo>>.

La hipérbole usada tiene su sentido. Declara que lo escrito es sólo una muestra de las muchas cosas que hizo Jesús. No interesa saber, por tanto, todo lo que hizo, sino penetrar su significado.

En el primer colofón se afirmaba que el escrito ofrece datos suficientes para dar la adhesión a Jesús como Mesías e Hijo de Dios (20,31). La declaración es aquí más explícita: para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica, basta llegar a su interior y comprender su significado esencial. Importa conocer cuál es la incidencia de Jesús sobre el hombre y su vida; la obra ha condensado la vida de Jesús, pero ha dado su entero mensaje, expresado íntegramente en el mandamiento del amor. Por eso ha expuesto su figura como la manifestación y realización del amor de Dios al hombre.

SÍNTESIS

La comunidad define la obra del evangelista como un testimonio y se hace garante de su veracidad; con esto afirma tener una experiencia propia, que confirma la verdad del testimonio, e invita a participar de ella.

Testimonio es la declaración del que ha presenciado un hecho o tiene experiencia directa de algo ocurrido. Pero el testimonio acerca de Jesús no se limita a declarar que ciertos hechos, materialmente presenciados, se han verificado; se refiere al efecto que éstos han producido en el testigo.

Así, el evangelista, testigo de la muerte de Jesús (19,35), ve en lo sucedido el cumplimiento de profecías (19,36-37); esto supone una visión que va más allá de lo inmediatamente perceptible. Percibe esa muerte como un acto de amor y una fuerza que se comunica, y expresa esa experiencia bajo los símbolos de la sangre y el agua que salen del costado.

De modo semejante, el testimonio de la comunidad, que ratifica el del evangelista, extendiéndolo a la obra entera (21,24), no es tampoco una constatación material de la correspondencia exacta de los hechos narrados con episodios de la vida de Jesús, sino que se sitúa en la misma línea de experiencia. Habiendo aceptado el testimonio dado por el evangelista, ha llegado a una vivencia semejante, que le confirma la veracidad del primer testigo.

De hecho, para poder dar esta clase de testimonio hay que entrar en la esfera de Jesús, la del amor, mediante la opción en favor del hombre. Para ser testigo de que Jesús es el enviado de Dios hay que haber aceptado su obra y experimentado su eficacia (3,34; 17,6-8). No hay testimonio humano que pueda llevar a esa certeza (5,34), sólo es válido el testimonio del Padre (5,32.36s), que en sus obras manifiesta la actividad de su Espíritu; éstas son las obras de Jesús, que continúan y despliegan la eficacia de su obra suprema, su muerte en cruz, fuente de vida; ellas transforman al hombre, y la experiencia de esa transformación es el contenido del testimonio (cf. 1,16).

El evangelio, por tanto, no pretende ser una mera enseñanza doctrinal o la exposición de una ideología, ni tampoco la formulación jurídica de una norma de vida a la que hay que ajustarse. Es, ante todo, el testimonio de una comunidad que se ha visto transformada por el seguimiento de Jesús, es decir, por una experiencia de amor, a través de la cual ha descubierto que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (20,31 Lect.).

La experiencia es intransferible. El testimonio sólo pretende, por tanto, invitar al encuentro con Jesús, que producirá una experiencia semejante en el que acepta su Espíritu y practica el amor.

Jesús no es una figura del pasado, sigue presente entre los suyos como centro de donde irradia la vida de su comunidad y la capacita para entregarse como él al servicio del hombre hasta la muerte.

No basta, para llegar a la adhesión a Jesús, la mera reconstrucción histórica de su actividad y enseñanza, si por ello se entiende hacer la crónica de su vida. El hecho cristiano se remite, sin duda alguna, al personaje histórico Jesús, que murió condenado en la cruz por las autoridades de su tiempo. Pero su verdadera dimensión histórica se expresa en la capacidad transformadora que deriva de aquel acontecimiento. Queda anclado en la historia, pero no aprisionado en su momento histórico ni encerrado en un período. El lugar natural de su manifestación y presencia es la comunidad humana que a él se remite. Aceptando el testimonio de aquellos que han experimentado su acción transformadora, se puede llegar, por el encuentro con él, a la misma experiencia.

sábado, 29 de julio de 2023

Jn 19,25

 <<Estaban presentes junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena>>.

La presencia junto a la cruz de Jesús de dos mujeres contrasta con la del verso siguiente, donde estarán presentes la madre y el discípulo a quien Jesús quería.

Esta presencia significa fidelidad. La madre, que representa, como en Caná (2,1.3.5; cf. 2,12), al Israel que espera el cumplimiento de las promesas, muestra su fidelidad precisamente acompañando a Jesús en su muerte. Ella reconoció al Mesías y, al decir a los sirvientes que hicieran todo lo que él les dijera, mostraba aceptar desde el principio todo el programa de Jesús, que lo ha llevado a ser condenado a muerte. En este momento, cuando ella sola, en medio del rechazo del pueblo (12,34-40), acepta a un Mesías que ha invalidado la concepción del rey terreno, va a ser acogida en la comunidad mesiánica. Su designación, <<la de Cleofás>>, puede ser su patronímico.

La segunda mujer es María Magdalena. El adjetivo significa <<natural de Magdala>>, junto a Tiberíades, en el lago de Galilea. María Magdalena aparecerá en la escena de la resurrección, donde representará a la nueva comunidad como esposa del Mesías (20,1.11s).

Cada una de las dos mujeres representa la comunidad de una alianza: la madre, la de la alianza antigua, el resto de Israel, la esposa fiel de Dios (2,4: Mujer); María Magdalena, la comunidad de la nueva alianza, la esposa del Mesías (20,13.15: Mujer). El resto de Israel es admitido en la alianza nueva.

El papel de la madre, la antigua comunidad, termina en la cruz; el de María Magdalena comienza en ella (cf. 21,1.11-18). La identidad de nombre significa también el común papel de esposa. María de Betania anticipaba la figura de la nueva esposa, precisamente en la muerte y resurrección de Lázaro (11,1-2; 12,3), que preanunciaban las de Jesús.

Con este juego de personajes, afirma Jn que la nueva comunidad (María Magdalena) es hermana de la antigua (la madre de Jesús). Existe, pues, una relación de parentesco, de fraternidad, entre el pueblo antiguo y fiel y la nueva comunidad, que es la esposa de Jesús. Es decir, Israel, que ha dejado de ser un pueblo privilegiado (18,33 Lect.), es parte de la comunidad humana que forma el Mesías y entre en ella en pie de igualdad.

martes, 4 de julio de 2023

Jn 18,25

 Estaba, pues, Simón Pedro allí parado y calentándose. Le dijeron entonces: <<¿Acaso eres también tú discípulo suyo?>>. Lo negó él diciendo: <<No lo soy>>.

Jesús ha continuado su itinerario hacia el Padre. Pedro no se ha movido del lugar donde estaba. El temor de la muerte lo ha hecho incapaz de seguirlo (13,36; 21,7 Lect.).

Arriba se ha tenido el interrogatorio de Jesús, abajo se tiene el de Pedro. Jesús se remitía a los que lo habían escuchado; Pedro, que es uno de ellos, está quieto, calentándose, sin llamar la atención. Han preguntado a Jesús por sus discípulos y Pedro niega serlo, ahora no sólo a la portera, sino ante todos los presentes. Es ya la apostasía pública. Mientras Jesús no cede en ningún momento ni da un paso atrás, Pedro se va desdibujando como discípulo.

Al encuadrar el interrogatorio de Jesús entre las dos escenas de la negación de Pedro, Jn quiera acentuar el contraste. Mientras Jesús afronta la situación con pleno dominio de sí, aparece un Pedro atenazado por el miedo, mendigando un poco de calor, mezclado anónimamente con aquellos que en el huerto habría querido exterminar, sin atreverse a afrontar su propia situación. El que está suelto, está en realidad atado, mientras Jesús, atado, no ha perdido su libertad. Como Jesús está preso, Pedro ya lo da por derrotado. Cuando es imposible utilizar el machete y no hay líder por quien luchar, Pedro, que por ellos se definía, ya no es nadie, se anula, negando su identidad.

sábado, 1 de julio de 2023

Jn 17,25

 <<Padre justo, el mundo no te ha reconocido; yo, en cambio, te he reconocido, y éstos han reconocido que tú me enviaste>>.

En este verso expone Jesús la razón del deseo expresado en el verso anterior. El adjetivo <<justo>>, raro en Jn (5,30: sentencia de Jesús; 7,24; sentencia justa), aplicado aquí al Padre, está en relación con la diferencia entre Jesús y los suyos, que lo reconocen, y el mundo, que se niega a reconocerlo. Recoge lo dicho en 12,26: El que quiera ayudarme, que me siga, y así, allí donde yo estoy estará también el que me ayuda. A quien me ayude lo honrará el Padre. Jesús recuerda al Padre la respuesta y fidelidad de sus discípulos, en contraste con la incredulidad del mundo, para que el Padre los honre concediéndoles estar donde está él, es decir, gozar también de la condición de hijos. De ahí el apelativo: Padre justo.

El reconocimiento de que habla Jesús se ha expresado antes como convencimiento y fe (17,8b) y no se limitaba a la aceptación de principio, sino que se basaba en la práctica del amor mutuo (17,6.8a). Esta es la fidelidad a que Jesús se refiere, contraria a la conducta perversa del mundo opresor (17,6a), que niega a Dios con su modo de obrar.

sábado, 27 de mayo de 2023

Jn 16,25

 <<De esto os he venido hablando en comparaciones. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os informaré sobre el Padre claramente>>.

La hora a que se refiere Jesús es la de su vuelta (16,22). Su información sobre el Padre, sin embargo, no va a consistir en explicaciones de Palabra, sino en la comunicación de su propia experiencia del Padre por el don del Espíritu. Éste hará superfluas todas las comparaciones; el conocimiento del Padre les será connatural (17,3 Lect.). Equivale esta frase a la de 16,23a: Ese día no tendréis que preguntarme nada.

domingo, 21 de mayo de 2023

Jn 15,25

 <<Pero así se cumple el dicho que está escrito en la Ley de ellos: ´Me odiaron sin razón´>>.

Las palabras que cita Jesús pertenecen a Sal 35,19 y 69,5. Como en otra ocasión (10,34), bajo el nombre de <<Ley>> se incluyen todas las Escrituras judías, de las que Jesús, en cuanto se consideran Ley, se distancia de nuevo (en la Ley de ellos, cf. 7,19; 8,17; 10,34).

Ninguna otra cita del AT se introduce con una fórmula semejante a ésta, que une tres aspectos: el dicho (logos), lo escrito y la mención de la Ley. Prepara así Jn la escena de la muerte de Jesús (19,28 Lect.). Jesús ve cómo sus adversarios, por haber tergiversado el sentido de la Escritura (la Ley de ellos), se identifican con los que en ella se oponen al designio de Dios. Al profesarse fieles a la Ley deformada, la cumplen precisamente odiando. Al mensaje de Jesús, que es el del Padre (14,23s: logos), mensaje del amor gratuito (1,14: kharis), Jn contrapone el dicho o mensaje (logos) de esa Ley, el del odio gratuito.

Ese mensaje de odio está escrito definitivamente en la Ley, y escrito también definitivamente quedará el mensaje de Jesús, su nombre puesto sobre la cruz, expresión suprema de su amor (19,19).

SÍNTESIS

La paz entre un sistema injusto y la comunidad de Jesús es imposible. Los discípulos, por serlo, han roto con ese <<mundo>>, o, mejor dicho, Jesús los ha sacado de él. Esto provoca el odio de los opresores, inevitable, como el que tuvieron a Jesús. El sistema de muerte se alarma de la defección de sus súbditos y aborrece a los desertores. De ahí se sigue la persecución, declarada o solapada. El grupo cristiano se encuentra presionado; es un grupo sospechoso, al que se aplicarán, como a Jesús, los peores epítetos (cf. 8,48; 10,20). La razón de la hostilidad a los discípulos es la que ese <<mundo>> tiene contra Dios mismo, al que no quiere reconocer tal como se ha manifestado en Jesús. Acepta a un dios que legitime la injusticia, pero no al que se presenta en Jesús, liberando de su opresión (5,3ss), denunciando su maldad (7,7) y sacando a la gente de su dominio (6,1ss).

domingo, 5 de febrero de 2023

Jn 12,25

 <<Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden éste es conservarse para una vida definitiva>>.

Dar la propia vida, condición para la fecundidad, es la suprema medida del amor. Explica Jesús a los discípulos que tal decisión no es una pérdida para el hombre, sino su máxima ganancia; no significa frustrar la propia vida, sino llevarla a su completo éxito. Infundir temor es la gran arma del orden injusto. Quien no teme ni a la propia muerte, lo desarma; es soberanamente libre y está libre para amar totalmente.

El temor a perder la vida es el gran obstáculo a la entrega; Jesús advierte que poner límite al compromiso por apego a la vida es llevarla al fracaso. La única línea de desarrollo para el hombre es la actividad del amor, y alcanzará su cima cuando el amor llegue a su expresión suprema. El apego a la vida lleva a todas las abdicaciones; llegará el momento en que el hombre ceda ante la amenaza. No solamente le será imposible amar hasta el límite, sino que acabará cometiendo la injusticia o callando ante ella.

El amor leal consiste en olvidarse del propio interés y seguridad, en seguir trabajando por la vida, dignidad y libertad del hombre en medio y a pesar del sistema de muerte. El ámbito donde se ha desarrollado la actividad de Jesús y va a continuar la de sus discípulos (15,18) es <<el mundo>> que lo odia, porque él denuncia que su modo de obrar es perverso (7,7). Jesús se declara dispuesto a su enfrentamiento último. Para dar vida está dispuesto a dar la suya propia. Así muestra la grandeza y la fuerza de su amor, que es el de Dios mismo.

El fruto supone una muerte; la entrega exige fe en la fecundidad del amor.

sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,25

 Les replicó Jesús: <<Os lo he dicho, pero no lo creéis. Las obras que yo realizo en nombre de mi Padre, ésas son las que me acreditan>>.

La respuesta de Jesús es neta. Aunque sin pronunciar el título, se ha declarado Mesías muchas veces y con suficiente claridad: en primer lugar, con su afirmación constante de ser el enviado del Padre; en segundo lugar, ha declarado que los antiguos símbolos e instituciones dejaban de existir para ser sustituidos por su persona (7,37: dador del agua/Espíritu = nuevo templo, Ley; 8,12: la luz del mundo = Mesías, Ley; 10,11.14; pastor modelo = nuevo David, cf. Ez 43,23; Sal 78,70-71). Pero Jesús no se aplica título ni reclama derechos. Tampoco prueba su misión de Mesías apoyándose en la Escritura. Sus únicas credenciales son sus obras; ellos deben considerarlas y concluir por sí mismos, comprometiéndose con un acto libre. Piden, en cambio, una solución a nivel de enunciado.

El mesianismo de Jesús no se propone en abstracto para someterlo a discusión. Para hablar de él se exige una condición previa: reconocer que la actividad de Jesús es la de Dios mismo, la del Padre. Dado que sus obrar procuran la dignidad, libertad y vida plena del hombre, por encima de toda institución o doctrina, quien pretenda abordar la cuestión de su mesianismo tendrá que pronunciarse primero sobre esta cuestión fundamental: si el hombre y su bien valen más y están por encima de toda otra realidad social e institucional; reconocer que sólo procede de Dios y es designio suyo aquello que favorece la libertad y la vida del hombre, y que toda Ley, institución o sistema que no cumpla estas condiciones no puede pretender en absoluto ser reconocido por Dios (cf. 5,36).

Al proponer las obras como credenciales, Jesús les está pidiendo que definan su actitud. Mientras no contesten a esta pregunta preliminar no puede tratarse la cuestión de su mesianismo. Pero ésta es la pregunta a la que ellos no responderán nunca, porque o bien tendrían que renegar de sus intereses o bien confesar que están contra el hombre y contra Dios. No quieren reconocer su propia injusticia.

El mesianismo de Jesús no es una cuestión académica como ellos quieren hacerla, sino vital. Quieren discusión sin compromiso, y Jesús no la acepta.

Las credenciales que él ofrece no son jurídicas, sino objetivas; son hechos, sus obras en favor del hombre. Demuestra su derecho con su fidelidad al designio del Padre. Por eso dirá más adelante que no crean a sus palabras, sino a sus obras (10,38). Es más, como ha afirmado en otra ocasión, el criterio para distinguir la pretensión auténtica de la falsa está en que el individuo obre o no con justicia (cf. 5,43; 7,18). Jesús tira abajo toda legitimidad que no se apoye en el modo de obrar: quien está con el hombre sin reservas, está con Dios; quien está de alguna manera contra el hombre, aunque invoque el nombre de Dios, está contra él.

Tampoco legitima Jesús su calidad de Mesías apelando a una tradición (5,34ss). La acción de Dios se discierne en el presente, porque el criterio es siempre el mismo: donde hay amor y lealtad al hombre, allí está Dios, que es Padre (cf. 1,14.17).

martes, 16 de agosto de 2022

Jn 9,25

 Replicó entonces él: <<Si es pecador o no, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo>>.

El hombre opone el hecho a la teoría. Él no se mete en cuestiones teológicas. Lo que sabe es que su estado actual es indiscutiblemente mejor que el de antes; eso no puede negarlo.

El ciego experimenta en sí mismo la libertad y la integridad humana como un bien. Su experiencia ha sido la del amor gratuito, la de una relación personal comunicadora de vida. Es esto lo que le abre en realidad los ojos y lo hace más sabio que los maestros fariseos. Él sabe ahora (más allá de aquella teología y moral legalista) lo que es el hombre y lo que es Dios. Él ve, los maestros están ciegos. Es curioso que, mientras ellos le hablan de Dios, él, ante su propia evidencia, se desentiende de lo que le predican. Se diría que no le importa ese Dios, sino <<el hombre>> en quien ha <<visto>> el amor gratuito. En Jesús está presente el Padre.

domingo, 17 de abril de 2022

Jn 6,25

 Lo encontraron al otro lado del mar y le preguntaron: <<Maestro, ¿desde cuándo estás aquí?>>

Jesús está de nuevo entre la gente. Se dirigen a él con un título de respeto: Rabbi/Señor/Maestro. Es la primera vez que la multitud habla con Jesús, y muestra deseo de aprender de él. Siguen considerándolo el Profeta-Maestro (6,14). No se explican cómo es que Jesús se encuentra en esta orilla del lago.

domingo, 6 de marzo de 2022

Jn 5,25

 <<Sí, os aseguro que se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado, en que los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchan tendrán vida>>.

Tercera declaración solemne que introduce otro tema. Esa vida que anuncia Jesús para el hombre empieza a ser realidad. La humanidad vive en la zona de la muerte (tiniebla), pero esos muertos en vida (alusión a la muchedumbre de 5,3) van a oír la voz del Hijo de Dios, que es su mensaje (5,24) y el del Padre. Los que lo escuchen, es decir, los que le den su adhesión, pasarán a la zona de la vida.

Su voz y su mensaje son su palabra al inválido (5,8: legei; 5,24: logon), por la que lo invitaba a levantarse, a ser libre (carga con tu camilla) y a comenzar su actividad (echar a andar). El inválido escuchó sus palabras e hizo lo que Jesús le decía. La voz del Hijo de Dios que comunica vida es un mensaje de libertad y de iniciativa (5,8s), que lleva a romper con las dependencias y a vivir por sí mismo, en la adhesión a Jesús (5,15 Lect.). Así encuentra el hombre la vida plena.

martes, 12 de octubre de 2021

Jn 3,25

 Entablaron una discusión los discípulos de Juan con un judío sobre ritos de purificación.

En esta situación estable, se produce un hecho que plantea el problema: la discusión de los discípulos de Juan con un judío.

Es extraño que aparezca un grupo de adeptos de Juan después que Jesús ha inaugurado su actividad de manera clamorosa (2,13ss). Como el mismo Juan lo había afirmado, su misión consistía en dar testimonio para que el Mesías se manifestase a Israel (1,31); es decir, su bautismo con agua no tenía más finalidad que preparar el terreno al que llegaba detrás de él. Estos discípulos que siguen apegados a Juan muestran no haber comprendido su mensaje, pues no se han ido con Jesús, como habían hecho otros (1,35: dos discípulos, Lect.). Por otra parte, así como éste se presenta en Judea acompañado de sus discípulos, Juan aparece en Enón solo. Al contrario que en los primeros días (1,35) estos discípulos no forman círculo alrededor de él. Pueden estar en otro sitio. La declaración de Juan (3,27-30) será una nueva invitación a pasarse a Jesús.

En la discusión, toman la iniciativa los discípulos de Juan; indica un contraste de opiniones. Estos discípulos, fieles a Juan, a quien tienen por maestro, se ponen a discutir con un judío. Este, hombre de Judea, región donde está Jesús, les comunica la noticia de su actividad, que ellos antes ignoraban. Así lo muestran su reacción y su recurso indignado a Juan (333,326).

Se origina la discusión. Los discípulos de Juan y el judío no interpretan los bautismos de Juan y de Jesús como símbolos de adhesión a la esperanza del Mesías o a su persona. al no entender este significado, los discípulos de Juan lo tienen por un rito purificatorio más; el judío, por su parte, figura que alude a 2,6 (para la purificación de los Judíos); siendo un adepto de la Ley, los ve también así. Uno y otros siguen en la mentalidad de la antigua alianza.

Si se priva a Juan de su relación con Jesús, la de precursor, queda reducido a un personaje más de la antigua alianza, integrado en el régimen de la Ley.

martes, 31 de agosto de 2021

Jn 2,25

 no necesitando que nadie hiciera declaraciones sobre el hombre, pues él conocía lo que el hombre llevaba dentro.

El conocimiento de Jesús (2,24: por conocerlos a todos) no procedía de información, sino de su penetración de las aspiraciones y tendencias del hombre. Su clarividencia lo llevaba a rechazar la adhesión que se le ofrecía.

Jesús sabe perfectamente que se le interpreta a partir de ideologías que deforman la realidad; lo identifican con sus expectaciones, imponiéndole el programa mesiánico tradicional, que se formulaba en categorías de poder y dominio, de juicio y discriminación entre judíos y paganos y, aun dentro del pueblo judío, entre <<puros>> y colaboracionistas con el poder romano. La discriminación actuaba también en el terreno de la pureza de linaje y en el de la observancia de la Ley. Esperan de él la deposición de las jerarquías existentes, la reforma de las instituciones, el triunfo sobre los invasores, la restauración de la monarquía davídica, el esplendor nacional.

Pero Jesús, en primer lugar, no viene a condenar ni a excluir, sino a ofrecer a todos una posibilidad de salvación (3,17). Tampoco pretende reformar el templo y con él la entera institución, sino sustituirla. Ha dado a entender que el lugar de la presencia de Dios, el lugar natural de su habitación, es el mismo hombre: él (1,14: la tienda donde habita la gloria de Dios) y los suyos detrás de él (17,22: yo, la gloria que tú me has dado se la dejo a ellos). Dios no será ya el Dios del templo y de la nación, sino el Dios del hombre.

jueves, 19 de agosto de 2021

Jn 1,25

 y le hicieron esta pregunta: <<Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres tú el Mesías ni Elías ni el Profeta?>>.

Las respuestas negativas desconciertan a la comisión, pues al no identificarse con ninguno de los personajes previsibles y pretender, sin embargo, ser enviado de Dios, Juan parece colocarse fuera de la tradición de Israel. Ya que no invoca títulos tradicionales, quieren saber la razón de tal bautismo y a título de qué lo hace. Vuelven a enunciarse los tres personajes: el Mesías, Elías, el Profeta. El autor quiere mostrar a sus contemporáneos que Juan no se atribuía ninguno de esos papeles. Serán los que después de la llegada de Jesús sigan llamándose discípulos de Juan quienes quieran atribuírselos (3,25 Lect.), ignorando sus repetidas declaraciones.

La pregunta que hacen a Juan es casi una acusación: lo tratan de usurpador. Se menciona por primera vez su actividad como bautista, y era ésta la que provocaba la alarma de las autoridades (Entonces, ¿por qué bautizas?). El hecho de bautizar estaba asociado de algún modo a las tres figuras mencionadas.

El bautismo o inmersión en agua era un símbolo utilizado en la vida religiosa y en la civil. Dentro de la institución religiosa se usaba como rito de purificación; por ejemplo, para un enfermo curado de su enfermedad (Lv 14,8) o para los que habían incurrido en faltas legales de carácter sexual (Lv 15,16.18); era rito simbólico correspondiente a la idea primitiva de la mancha, y el baño tenía sentido de lavado. En la vida civil, y en la conversión religiosa, por el contrario, figuraba ante todo el cambio de estado. El simbolismo subyacente era el de muerte, y el bautismo significaba sepultar un pasado para empezar una vida diferente.

Existía, por ejemplo, el baño/bautismo que indicaba el paso de la esclavitud a la libertad. Lo mismo para los prosélitos del judaísmo, significando el abandono de las prácticas y creencias religiosas anteriores y la adhesión a las judías; en Jerusalén solía practicarse en la piscina de Siloé (cf. 9,7.11). El bautismo expresaba en estos casos un cambio de lealtades o de dueño. Su carácter preciso estaba especificado por la circunstancia.

A la luz de este significado del bautismo/baño, se entiende el del bautismo de Juan. Este venía a dar testimonio de la luz, para que, por su medio, todos llegasen a creer. Pedía así la adhesión a la vida-luz, es decir, a la persona del Mesías, que comportaba la ruptura con la tiniebla/muerte. Era un bautismo de afiliación.

A diferencia de los bautismos/baños ordinarios, aparece en este caso, tanto en Jn como en los sinópticos, la figura del <<bautizador>>: Recibir el bautismo de manos de Juan significaba reconocerlo por enviado de Dios y aceptar su mensaje. Se ve aquí la razón del interrogatorio de Juan, donde las tres figuras que se mencionan se consideraban investidas de misión divina. De ahí la pregunta irritada de los fariseos: Entonces, ¿por qué bautizas? Pensaban haber agotado los casos posibles de enviados de Dios y, comprendiendo que el bautismo de Juan pide la ruptura con las instituciones, pretendiendo tener misión divina, le piden una explicación.

El bautismo de Juan aparece como símbolo de un movimiento que aviva o cristaliza el descontento existente respecto a las instituciones. Era un profesión pública del cambio de lealtad y el símbolo de una liberación. La misión de Juan incluía la denuncia de las autoridades y la emancipación del pueblo sometido a ellas, dando su adhesión al Señor que viene (1,23). Esto hace de Juan propugnador y centro de una expectación que va reclutando adeptos. Empieza a verificarse la opción por la Luz de los que viven en tinieblas (1,5.9), se suscita el deseo de pasar de la muerte a la vida.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...