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lunes, 3 de julio de 2023

Jn 18,17

 Le dice entonces a Pedro la sirvienta que hacía de portera: <<¿Acaso eres también tú discípulo de ese hombre?>>. Dijo él: <<No lo soy>>.

Pedro, conducido por el otro discípulo, está dentro del atrio del sumo sacerdote. La portera, encargada de reconocer el derecho a entrar, pregunta a Pedro si es discípulo, es decir, si entra con la misma disposición que Jesús y el otro. Al decir: también tú, alude al otro discípulo, que era conocido como tal. Ser conocido como discípulo es consecuencia de una conducta. Pedro, por tanto, no lleva el distintivo de discípulo (13,34s; cf. 21,7 Lect.). De ahí que la portera haya de preguntarle.

Su pregunta coloca a Pedro ante la opción, lo obliga a definirse: o se declara discípulo y entra con Jesús, dispuesto a seguirlo, o bien lo niega, rompiendo abiertamente con él.

Toda su arrogancia ha desaparecido, se asusta ante una muchacha. Teme las posibles consecuencias de confesarse partidario del preso. Su adhesión se dirigía en realidad a su propio Mesías, que esperaba ver encarnado en Jesús. Una vez que éste ha defraudado su expectación, no se siente vinculado a él. Se encuentra Pedro en la misma situación de los discípulos que desertaron en Galilea, después del discurso sobre el pan de vida, en que Jesús pedía la asimilación a su vida y muerte (6,53s.60); como ellos, lo abandona (6,66), a pesar de haber aceptado en principio sus exigencias y confirmado su adhesión en nombre de todos (6,68s). Pedro es discípulo, pero no de verdad, según el dicho de Jesús: Para ser de verdad mis discípulos tenéis que ateneros a ese mensaje mío, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (8,31s). El que se ha opuesto a la muerte de Jesús por el pueblo (18,10s.14) no entiende el mensaje del amor al hombre ni lo practica. Por eso no conoce la verdad ni es libre.

La portera ha llamado a Jesús <<ese hombre>>. Es el hombre que va a morir por el pueblo (18,14). Pero Pedro no acepta esa muerte. Niega su identidad de discípulo y queda sin identidad alguna: No lo soy. Su negación se opone a la afirmación de Jesús en el huerto, respondiendo a los que iban a prenderlo: Soy yo, reconociendo su misión de Mesías davídico (el Nazareno, 18,5a Lect.), con todas sus consecuencias. Pedro no puede decir como Jesús: Soy yo, a los que dudaban de su identidad (9,9), pues la había adquirido aceptando el amor de Jesús. Pedro, que no se deja amar, no la ha adquirido aún. Jesús arriesga su vida declarando ser lo que es; Pedro se apega a sí mismo y se pierde (12,25).

viernes, 26 de mayo de 2023

Jn 16,17

Comentaron entonces algunos de sus discípulos: <<¿Qué significa eso que nos dice: ´Dentro de poco dejaréis de verme, pero un poco más tarde me veréis aparecer´?, ¿y eso de: ´Me marcho con el Padre´?>>.

El comentario de algunos discípulos revela que no han comprendido ni siquiera lo que significa la ausencia de Jesús, su marcha con el Padre. Su subraya mucho su desconcierto, pues la frase se repite prácticamente cuatro veces (16,16.17.18.19). Esa insistencia del evangelista indica de nuevo que no se refiere solamente a la suerte de Jesús, sino también a la de la comunidad. Esta no se espera los tiempos difíciles que le tocará soportar.

Las preguntas de los discípulos corresponden exactamente a una frase anterior a Jesús (16,10: Y la prueba es que me marcho con el Padre y dejaréis de verme). No comprenden que su marcha con el Padre es la garantía de su futura presencia (16,7) y la prueba de su razón frente al mundo. Siguen pensando que la muerte es el final de todo; como antes Tomás (14,5 Lect.), no entienden que sea camino. Por eso la ausencia de Jesús es para ellos motivo de tristeza (16,6), en vez de serlo de alegría (14,28).

domingo, 14 de mayo de 2023

Jn 15,17

 <<Esto os mando: que os améis unos a otros>>.

Para terminar la sección sobre el amor, repite Jesús su mandamiento (15,12), condición para estar vinculados con él y producir fruto. La repetición, que subraya la unicidad del mandamiento, lo convierte en prototipo y punto de origen de todo mandamiento (15,10) y exigencia (15,7). Si este mandamiento se cumple, se actualizará entre ellos la presencia de Jesús (13,17 Lect.), cuyo amor impulsará al grupo y lo sostendrá en su actividad en favor del hombre. Es al mismo tiempo un aviso: si existe esta calidad de amor, la comunidad puede reconocerse como la de Jesús; si no, falta lo esencial. Ninguna otra realidad puede sustituirlo ni la fidelidad a Jesús puede expresarse más que por la práctica del amor mutuo.

SÍNTESIS

Identificado con Jesús y su mensaje, el grupo tiene su plena solidaridad y apoyo. El amor del Padre se manifiesta en el fruto que produce la comunidad; la actividad de ésta no es más que la prolongación del amor de Dios que ofrece vida al hombre para que salga de la situación de muerte en que se encuentra.

Jesús propone en otra clave la misión de la comunidad y la condición de su fecundidad. En la perícopa anterior las había expuesto bajo la imagen de los sarmientos (discípulos) que han de dar fruto (misión) por su unión con la vid (Jesús), plantada por el labrador (el Padre). Ahora cambia la imagen por la de los amigos elegidos por colaborar en su trabajo. Es condición mantenerse unidos a él con el vínculo del amor.

Jesús realiza los mandamientos del Padre, expresando así su amor hacia él. Los discípulos realizan los de Jesús, recibidos del Padre: expresan así su amistad con él y quedan vinculados al Padre.

Este nuevo modo de exponer la relación entre el Padre, él y los discípulos quita cualquier ambigüedad a la vinculación expresada anteriormente bajo la imagen de la vid. Se hace por un amor que es respuesta al suyo, pero Jesús excluye expresamente el amor y la adhesión propia de siervos: es amistad que llega hasta dar la vida por los amigos. La misión de la comunidad adquiere así una dimensión nueva: los discípulos no la ejercen como asalariados, contratados para realizar el trabajo de un señor y ejecutar sus órdenes, sino como amigos que comparten su alegría en la tarea común.

martes, 21 de marzo de 2023

Jn 13,17

 <<¿Lo entendéis? Pues dichosos vosotros si lo hacéis>>.

Pedro no lo entendía (13,7). Después de haber explicado el sentido de su gesto (13,12-15) y hecho la advertencia que impide toda escapatoria (13,16), Jesús incluye a Pedro en su pregunta.

No le basta a Jesús la adhesión de principio (cf. 8,31), se requiere la práctica de su mensaje, traduciendo las actitudes interiores en modos de proceder. Expresa su exigencia en forma de bienaventuranzas: dichosos vosotros si lo hacéis. En el amor está la plenitud de vida, y quiere que los discípulos lo comprendan. Disipa el espejismo de felicidad que propone el poder. No se es feliz dominando, sino amando; no siendo superiores, sino iguales. La felicidad verdadera nace de la experiencia del amor en una comunidad de hermanos.

Esta bienaventuranza prepara la que pronunciará Jesús en su reproche a Tomás (10,29: Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer). La práctica del amor mutuo dará a los discípulos la experiencia del amor de Jesús vivo y presente. Éste es el verdadero fundamento de la fe, no una experiencia extraordinaria como la que pedía Tomás (20,29 Lect.).

viernes, 6 de enero de 2023

Jn 11,17

 Al llegar Jesús, lo encontró que llevaba ya cuatro días en el sepulcro.

Se pensaba que la muerte era definitiva a partir del tercer día, cuando la descomposición empezaba a borrar los rasgos del difunto. Cuando llega Jesús, Lázaro está definitivamente muerto, nadie puede dudar de ello.

Sin embargo, según el valor simbólico de la cifra <<cuatro>> (totalidad indeterminada) la frase llevaba ya cuatro días en el sepulcro parece indicar la situación en que Jesús encuentra a Lázaro. El sepulcro significa la ausencia de vida (por eso lo hará salir Jesús de él); los cuatro días significarían la totalidad del tiempo pasado: el sepulcro ha sido el destino de la humanidad desde el principio. La muerte de Lázaro ha sido asimilada por los suyos a la muerte de siempre, sin esperanza, según la condición común de la humanidad, de la que Jesús ha venido a sacar al hombre. Esta interpretación se verá confirmada por el significado de la <<cueva>> (11,38b Lect.) y por la repetición de la cifra <<cuatro>> en 11,39.

SÍNTESIS

El grupo de Jesús es una comunidad de hermanos y amigos en la que rigen relaciones de afecto y el amor es activo. El afecto de Jesús e igualmente el de los discípulos debe afrontar el riesgo para ayudar al que lo necesita. La comunidad cristiana, que aún ve en la muerte la interrupción de la vida, no ha alcanzado la plenitud de la fe, por no haber comprendido la calidad de vida que Jesús comunica. El miedo a la hostilidad del mundo nace precisamente de esa falta de fe, que teme morir. Jesús no elimina la muerte física; pero, para quien ha recibido de él la vida, la muerte no es más que un sueño.

martes, 16 de agosto de 2022

Jn 9,17

 Le preguntaron otra vez al ciego: <<A ti te ha abierto los ojos ¿qué piensas tú de él?>>. El respondió: <<Es un profeta>>.

En esta división, acuden al hombre y le preguntan su parecer, como testigo de excepción. Lo expresa con toda sencillez: Jesús es un profeta. No ha descubierto toda la realidad de Jesús, pero para él es indiscutible que no está separado ni en contra de Dios; es un enviado suyo y actúa en su nombre. Es el mismo proceso de reconocimiento de Jesús que siguió la samaritana (4,19).

sábado, 6 de agosto de 2022

Jn 8,17

 <<y también en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos es válido>>.

Jesús se distancia de nuevo de las instituciones judías (vuestra Ley, cf. 7,19), pero los enfrenta con las prescripciones de su propia Ley (Dt 19,15: <<Sólo por la declaración de dos o tres testigos se podrá fallar una causa>>; cf. Dt 17,6; Nm 35,30). Si el Padre los acusa junto con Jesús, tienen que reconocer que su sentencia es justa y válida. Jesús insiste continuamente en el origen de su misión y de su actividad, pues no están dispuestos a reconocer en su obra liberadora la obra de Dios (5,36-38).

domingo, 31 de julio de 2022

Jn 7,17

 <<El que quiera realizar el designio de Dios apreciará si esta doctrina es de Dios o si yo hablo por mi cuenta>>.

Jesús no prueba su afirmación con argumentaciones ni citando textos del AT. El criterio para discernir la verdad de su doctrina está en el hombre mismo, y a él se remite Jesús. Él no se impone, cada uno tiene que encontrar la certeza. El criterio que Jesús propone, independiente de su persona, es la fidelidad a Dios creador, el deseo de realizar su designio cooperando en la obra creadora, con el trabajo por el bien del hombre. Quien considere el bien del hombre como valor supremo, relativizando toda otra norma, y esté dispuesto a dedicarse a él, tendrá la evidencia de que la doctrina de Jesús viene de Dios. Es decir, en quien busca la plenitud de vida, la doctrina de Jesús produce una experiencia que le hace percibir su verdad. El convencimiento es, por tanto, personal, no por testimonio ajeno y, mucho menos, por imposición externa. Es el criterio ya propuesto por Jesús en otras ocasiones (5,36-38; 6,44-45).

domingo, 6 de marzo de 2022

Jn 5,17

 Jesús les replicó: <<Mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando y yo también trabajo>>.

Era doctrina corriente en el judaísmo que Dios no podía haber interrumpido del todo su actividad el séptimo día, pues su actividad funda la de cualquier ser creado.

Jesús amplía esta concepción: El Padre no conoce sábado, no ha cesado de trabajar, porque mientras el hombre esté oprimido y privado de libertad, es decir, mientras no tenga plenitud de vida, no está realizado su proyecto creador. Él sigue comunicando vida al hombre, su amor leal está siempre activo. Jesús, por su parte, actúa como el Padre, no reconoce leyes que limiten su actividad en favor del hombre.

Jesús no nombra el precepto legal. Éste no es más que un caso particular, anulado por el principio de que la actuación de Dios en bien del hombre no conoce pausa ni límite. Llama a Dios su Padre (cf. 2,16), afirmando su relación particularísima y exclusiva con él. <<Padre>> implica origen (3,16), semejanza (1,14; 12,45), amor de Dios por Jesús (3,35). Su actuación está legitimada por la del Padre; es más, la hace presente. La actitud de ellos, en cambio, carece de legitimación. Con esto, Jesús declara que una doctrina religiosa que prescinde del bien del hombre no viene de Dios, y las obligaciones que impone, tampoco.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Jn 3,17

 Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para el mundo por él se salve.

La doble formulación, positiva y negativa, que aparecía en 3,16: para que ... tenga vida definitiva y ninguno perezca, vuelve a encontrarse aquí formando un quiasmo: no para dar sentencia ... sino para que se salve. Pero la manifestación del amor de Dios y el don del Hijo único (3,16) se describen ahora en términos de misión (envió ... al mundo). En ambos casos hay un mismo sujeto, Dios; un mismo destinatario, el mundo, la humanidad. El amor de Dios fue el móvil del envío del Hijo y su finalidad era salvar a todo hombre; toda intención negativa queda excluida, el propósito divino es enteramente positivo y universal (el mundo). El Mesías no trae una misión judicial ni excluye a nadie de la salvación: en el Hijo, don y prueba del amor de Dios, brilla únicamente su gloria, su amor y su lealtad al hombre. No viene a discriminar dentro de Israel, pero tampoco entre Israel y los otros pueblos. Ha terminado el privilegio del pueblo escogido. La salvación está destinada a la humanidad entera.

Salvarse es pasar de la muerte a la vida definitiva, y eso es posible a través de Jesús, el dador del Espíritu.

Aparece por primera vez la denominación <<el Hijo>> aplicada a Jesús. Esta resume las dos anteriores: <<el Hombre>> (el Hijo del hombre, 3,13.14) y <<el Hijo único de Dios>> (3,16.18; cf 1,18: el único engendrado). Jesús es <<el Hijo>>, en el cual se unen la raíz humana y la procedencia divina, el máximo exponente del hombre que hace presente la plenitud de Dios.

domingo, 29 de agosto de 2021

Jn 2,17

 Se acordaron sus discípulos de que estaba escrito: <<La pasión por tu casa me consumirá>>.

La primera reacción al gesto de Jesús es la de los discípulos, que aparecen como espectadores de la escena y la asocian con el texto de Sal 69,10 (LXX 68,10; salmo usado con sentido mesiánico en 15,25 y 19,28s). Como en otras ocasiones, Jn adapta el texto, cambiando aquí el pasado (LXX) por el futuro (la pasión por tu casa me consumió/consumirá). El futuro que los discípulos ponen en el antiguo texto señala el presente de Jesús. La palabra clave es <<celo>> (gr. zêlos, interés, ardor, pasión), de la que derivaron el adjetivo <<zelota>>, el observante y defensor acérrimo de la Ley (2 Mac 4,2) y el verbo correspondiente (confróntese 1 Mac 2,26.27.50.58). Tal apelativo caracterizó a los nacionalistas fanático que fomentaron la guerra contra los romanos hasta la destrucción de Jerusalén (70 d. C).

Sin embargo, en el AT, el <<celo>> se asocia particularmente con el profeta Elías y puede decirse que es su característica. En el episodio del monte Horeb responde así a Dios, que lo interpela: <<Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas>> (1 Re 19,10.14). Dios le encarga entonces consagrar reyes y un profeta sucesor suyo que castiguen a los prevaricadores (1 Re 19,15-18). La matanza final, en cumplimiento de este encargo, se narra en 2 Re 10, 1-28 (cf. v.17).

El celo violento de Elías queda retratado en Eclo 48,1-11: <<Entonces surgió un profeta como un fuego, cuyas palabras eran un horno encendido: les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó ... ¡Qué terrible eres, Elías! ¿Quién se te compara en gloria?>>.

Precisamente en relación con el templo aparece en Mal 3,1ss el mensajero de la alianza, que había de purificarlo, restableciendo el culto auténtico. Este mensajero había de preparar el camino del Señor. Después del reproche por la falta de observancia de la Ley (3,7ss) y la exhortación a practicarla (3,22), se pone en paralelo el envío de Elías, antes del día del Señor (3,23s), con el del primer mensajero (3,1).

Estos datos, asociados al concepto de <<celo/pasión>>, permiten la interpretación del gesto de Jesús como el de un Mesías animado por el celo de Elías y reformador de las instituciones centradas en el templo. Así lo interpretan los discípulos, seguidos más tarde por los muchos que darán su adhesión a Jesús en Jerusalén (2,23-25) y, en particular, en el aspecto de Mesías-maestro, custodio e intérprete de la Ley, por el grupo fariseo representado por Nicodemo (3,1ss).

La interpretación que dan los discípulos responde a datos ya encontrados. Según la declaración de Felipe a Natanael, Jesús era el Mesías según la Ley y los anuncios proféticos (1,45). No es extraño, por tanto, que vean en su gesto la afirmación del ideal nacionalista y en su persona al sucesor de David (1,49) que había de purificar las instituciones y ocupar el poder en Jerusalén.

Pero Jesús no se presenta como un reformista, él no pretende apoderarse del templo ni destituir a sus autoridades. Denuncia la situación para hacer comprender al pueblo el verdadero carácter del culto oficial. Él viene a sustituirlo, ya que la nueva alianza va a tomar el puesto de la antigua, a la que pertenecía el templo. Así lo ha anunciado al expulsar a las ovejas. No va a restaurar la pureza de las instituciones. Éstas han de desaparecer ante la nueva realidad, la manifestación plena y definitiva de la gloria/amor de Dios en él.

         

sábado, 23 de enero de 2021

Jn 1,17

porque la Ley se dio por medio de Moisés, el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.

La conjunción explicativa <<porque>> no se refiere exclusivamente al verso anterior, sino que introduce un resumen explicativo de toda la sección precedente. Juan expone sintéticamente, mediante paralelismos antitéticos, la superación de la antigua economía por la nueva y el contraste entre ambas: la Ley / el amor  y la lealtad. En el verso siguiente subyace implícitamente la misma contraposición de las dos alianzas y la de sus mediadores respectivos: Moisés (siervo de Dios) / Jesús (hijo único del Padre).

La primera parte de este versículo es clara: la Ley se dio por medio de Moisés. La segunda, en cambio, necesita explicación: el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías. La construcción de la frase la pone en paralelo con 1,3: mediante ella existió todo, y 1,10: el mundo existió mediante ella. Como en estos dos casos, se trata, pues, de una actividad creadora: la creación del hombre llevada a su término por medio de Jesús Mesías, la Palabra hecha hombre.

Gracias a la actividad de Jesús Mesías han existido el amor y la lealtad en los hombres. Se había mencionado, en primer lugar, la plenitud existente en la Palabra hecha hombre: plenitud de amor y lealtad. A continuación, se han expuesto el don que hace a los suyos, comunicándoles de su plenitud un amor que responde a su amor (1,16). Ahora se explica que este amor recibido es la obra propia del Mesías. Representa, al mismo tiempo, la culminación de la obra creadora de Dios, realizada, desde el principio, por medio de su Palabra, y la característica de la nueva alianza, a diferencia de la de Moisés.

Se pueden analizar ahora las tres oposiciones que se establecen entre los dos miembros del versículo: Ley - amor y lealtad / se dio - ha existido / Moisés - Jesús Mesías.

a) La primera oposición se establece entre la Ley, exterior al hombre, y el amor leal, realidad interior al hombre que lo transforma, haciéndose constitutivo de su ser. Se aprecia inmediatamente la resonancia del conocido texto de Jr 31 (LXX 38), 31-34, donde se anuncia la nueva alianza en estos términos: <<Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré una alianza nueva con Israel y con Judá; no será como la alianza que hice con sus padres cuando los agarré de la mano para sacarlos de Egipto; la alianza que ellos quebrantaron y yo mantuve -oráculo del Señor-; así será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro -oráculo del Señor-: Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo "Tienes que conocer al Señor", porque todos, grandes y pequeños, me conocerán -oráculo del Señor-, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados>>.

La sustitución de la alianza caducada, anunciada en el texto de Jeremías, es la que Jn constata en este versículo como ya verificada. Ha sido Jesús Mesías el instaurador de la nueva alianza. En el pasaje profético, la diferencia fundamental entre ambas es la que media entre una Ley externa, como la que dio Moisés, y una Ley interna grabada en el corazón. Esta Ley nueva es precisamente el amor leal, obra de Jesús Mesías. El amor, grabado en el corazón, pasa a ser componente del hombre; su comunicación entra por ello en el ámbito de la obra creadora, efectuada desde el principio por la Palabra, encarnada ahora en Jesús.

El amor y la lealtad, atribuidos aquí a la obra creadora del Mesías, son el mismo amor que la comunidad ha recibido en su plenitud (1,16). La obra de Jesús Mesías consiste en comunicar la realidad divina presente en él mismo; es lo que antes se ha llamado <<nacer de Dios>> (1,13). Comienza entonces, según la profecía (todos ... me conocerán), un conocimiento nuevo, inmediato y experimental, en cada uno de los que reciben este amor: la intimidad con Dios, propia de los hijos (17,3; cf. 10,15).

Otro aspecto de la alianza nueva, anunciado por el profeta y que estará presente en el evangelio, es el de la purificación. El pecado, obstáculo a la intimidad con Dios, quedará perdonado y olvidado, haciendo inútiles las purificaciones de la antigua alianza (2,6; 13,10; 15,3).

La Ley mosaica se contrapone al amor y la lealtad, como lo externo y caduco a lo constitutivo y permanente. Ante la nueva realidad del hombre, el código externo pierde su validez y su razón de ser. La Ley nueva será una inclinación interior del mismo hombre, fruto del Espíritu que recibe. Es conocido el pasaje de Ezequiel 36,25-28, inspirado en el de Jeremías 31 antes citado: <<Os rociaré con agua pura que os purificará; de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y pongáis por obra mis mandamientos. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres; vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios>>.

La transformación que Dios efectúa en el hombre está simbolizada por el cambio de corazón (de piedra / de carne). La Ley interior de que hablaba Jeremías se identifica en Ezequiel con el don del Espíritu. Así, Jn 1,17 está en paralelo con 7,39: aún no había espíritu, porque la gloria de Jesús aún no se había manifestado. <<Espíritu>> en este pasaje significa el fruto del nuevo nacimiento (f. 3,6: de la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu), es decir, el hombre que por haberlo recibido, ha sido creado del todo y es capaz de amar haciéndose hijo de Dios (1,12). <<No había espíritu>> porque el amor y la lealtad, es decir, el hombre nacido de arriba (3,3), existió por primera vez cuando Jesús manifestó su gloria, en la hora de su muerte (17,1s; 19,30.34).

Se notará en estos pasajes proféticos el simbolismo del agua pura y purificadora, que corresponde a la simbología del Espíritu en Jn (3,5; 4,14; 7,37-39; 19,34).

b) La segunda oposición se establece entre se dio y ha existido. La forma impersonal (se dio) reduce al mínimo la actividad de Moisés, mero transmisor (Dt 9,11; 10,4). La Ley era separable del legislador, un legado suyo al pueblo (7,19: ¿No fue Moisés quien os dejó la Ley?). El amor leal, en cambio, procede de la acción de Jesús; éste no es mero transmisor, sino agente de la existencia de esta nueva realidad. Y esta acción no se interrumpe; la comunicación del Espíritu es incesante (15,5), creando una comunicación de vida como la que existe entre él y el Padre (17,1 Lect.).

c) El título Mesías aplicado a Jesús (cf. Mc 1,1) lo pone en relación con el cumplimiento de las promesas y el término de la etapa de la Ley. El Mesías había de realizar el éxodo definitivo, inaugurando la nueva edad que desembocaría en el reinado de Dios. Ante el Mesías, la antigua alianza, promulgada por Moisés, queda clausurada.

Ha empezado la nueva alianza, no fundada en la Ley externa, sino en el corazón nuevo. No es contractual, basada en un código que delimite las obligaciones de los contrayentes y se interponga entre ellos; su estatuto es la relación personal del amor, demostrado por Dios en Jesús Mesías y comunicado por él a los suyos, que responden con el mismo amor (1,16). De ahí que para designar a esta alianza se emplee únicamente la imagen nupcial (1,15 Lect.).

Jn va delineando la imagen del Mesías, que quedará completada en el verso siguiente: el único Dios engendrado. El liberador que Dios envía a la humanidad, el Mesías, es la realización de su proyecto creador (1,14), es decir, posee la plenitud de la vida (1,4) por la comunicación del ser de Dios (1,14: el amor leal; 1,32: el Espíritu), y así él mismo es Dios (1,1c.18; 20,28). Su obra liberadora consistirá en dar vida (1,16-17: amor leal; 1,13: nacer de Dios), para que el hombre por el libre ejercicio del amor llegue a ser hijo de Dios (1,12), realizando en sí mismo el proyecto divino (1,1c). Jesús creará la alternativa al <<mundo>> (sistemas opresores) que impide la vida del hombre y comenzará una humanidad nueva y definitiva (nueva alianza).

Aunque Jn utiliza para Jesús el antiguo título <<Mesías>>,, se descubre la distancia que media entre esta concepción y la que había transmitido la tradición judía. El Mesías no sigue la línea de la Ley, viene a sustituirla por el amor y la lealtad, no será un dominador temporal, sino que, dando su vida, completará la creación del hombre para que éste sea libre y autónomo en el amor; la obra mesiánica se dirige a todo hombre, no a un pueblo particular. Su acción con los suyos será comunicarles vida de su propia plenitud, para que ellos recorran con él el camino que él traza.

La concepción del Mesías que Jn presenta explica la incomprensión por parte de aquellos que se aferran a la concepción tradicional (1,45; 2,17; 3,2; 6,15; 7,27; 8,19.25; 9,16; 10,24; 12,34; 13,8.37; 18,10).

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...