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jueves, 7 de septiembre de 2023

Jn 21,13

 <<Llega Jesús, coge el pan y se lo va dando, y lo mismo el pescado>>.

Este versículo, que adquiere un relieve particular por la concatenación de verbos en presente, es el punto en que culmina la perícopa.

Nótese la expresión: Llega Jesús, como en las dos manifestaciones anteriores (20,19: llegó; 20,26: llega, cf. nota). La presencia de Jesús en la comunidad es una llegada continua, que se percibe en la eucaristía y que durará hasta el momento en que deje de llegar (21,22: mientras sigo viniendo), porque tendrá lugar la subida definitiva al Padre (20,17: aún no he subido con el Padre para quedarme), llevando a su estadio final la creación y el reino de Dios.

Si se compara esta escena con la del reparto de los panes y peces (6,11), aparecen claramente los paralelos: es el mismo alimento, pan y pescado, y se describen las mismas acciones de Jesús: coger el pan, distribuirlo, y lo mismo el pescado.

En aquella ocasión, las acciones de Jesús describían su acción en la historia a través de su comunidad; enseñaba a los suyos la manera de proceder en el futuro. La escena prefiguraba la acción de la comunidad con Jesús en favor del mundo; Jesús se hacía tipo de la comunidad que se ofrece, compartiendo hasta la propia vida. Enseñaba cómo hay que ejercer el amor concreto y cotidiano, dándose a sí mismo en el don del pan, siendo el límite la necesidad de los hombres (6,11: todo lo que querían). Repartió entonces a la multitud dos clases de pan (cf. 6,27), el pan material que poseía el grupo y el pan de su amor, que se expresaba y comunicaba en el primero.

En este pasaje, en cambio, Jesús se da a los suyos; les reparte su mismo cuerpo, continuando el don de sí mismo ya realizado en la cruz. Este pan, vehículo del Espíritu, es un don permanente, la carne del Cordero en la nueva Pascua.

Jesús es ahora el centro de la comunidad de donde irradia la fuerza de vida y amor que hace capaces a los suyos de entregarse como él. Les da el pan de la nueva creación, el maná de su éxodo (6,32s) que los mantiene en su camino.

lunes, 7 de agosto de 2023

Jn 20,13

 Le preguntaron ellos: <<Mujer, ¿por qué lloras?>>. Les dijo: <<Se han llevado a mi Señor y no sé donde lo han puesto>>.

Al contrario del texto del Cantar citado antes, no es María la que pregunta a los guardianes, sino ellos a María. Siendo mensajeros, si ella les preguntara, le darían la información que poseen. Pero son ellos los que la interpelan, preguntándole el motivo de su llanto; su misma presencia gloriosa demuestra que el llanto es infundado; ellos saben lo que ha ocurrido; pero María, obsesionada con su desesperanza, repite la frase que expresa su desorientación y su pena. Bajo esta descripción poética, subraya fuertemente Jn la dificultad que experimentó el grupo de discípulos en tomar conciencia de la resurrección de Jesús.

El vestido y la pregunta de los ángeles muestran que no hay razón para el luto. Parece ser ésta la última oposición entre Jesús y Moisés. En efecto, entre las leyendas judías acera de Moisés se hablaba del dolor de Josué y de Dios mismo por su muerte, así como del duelo de los ángeles.

Los mensajeros de Dios, en cambio, están aquí vestidos de blanco, color de la alegría y de la gloria. Su pregunta indica a María que no hay razón para el luto ni las lágrimas. El mediador de la antigua alianza murió para reunirse con sus padres (Dt 32,16). Jesús, que funda la nueva alianza (1,17), tiene la vida y es fuente de vida para los suyos.

Se dirigen a ella con el apelativo Mujer, que Jesús había usado con su madre en Caná (2,4) y en la cruz (19,26), y con la samaritana (4,21), la esposa fiel y la esposa infiel de la antigua alianza. Los ángeles ven en María a la esposa de la nueva alianza, que busca al esposo desolada, pensando que lo ha perdido, María, de hecho, llama a Jesús mi Señor (cf. 20,2: al Señor), como mujer al marido, según el uso de entonces.

La respuesta de María delata su estado de ánimo; se encuentra en la misma situación que cuando llegó por primera vez al sepulcro (20,2). Siendo en esta escena el único representante de la comunidad, habla en singular: no sé (cf. 20,2: no sabemos). Sigue pensando que con la muerte de Jesús todo ha terminado.

viernes, 21 de julio de 2023

Jn 19,13

 Al oír Pilato aquellas palabras, condujo fuera a Jesús. Se sentó en un escaño, en un lugar que llamaban <<el Enlosado>> (en la lengua del país, Gábbata).

La escena que sigue está en íntima conexión con los gritos que han precedido. Pilato va a hacer el último intento de liberar a Jesús. Convencido de que éste tiene razón de su parte y de que su realeza es verdadera, va a enfrentar a Israel con su rey. No se atreve a dar la sentencia que pide la justicia: va a dejar la decisión en manos de los sumos sacerdotes.

Conduce a Jesús fuera. La frase siguiente: se sentó en un escaño, precisamente por la indeterminación (en un escaño), muestra que no es Pilato quien se sienta, ocupando su escaño oficial de juez, sino Jesús mismo quien toma la iniciativa y se sienta como rey en su trono. El término bêma (escaño) significaba el asiento del juez, el tribunal. Representa al mismo tiempo el trono de Jesús y el tribunal desde donde, como rey, va a dictar la sentencia.

La escena anticipa la de la cruz y propone una explicación teológica de la misma; de ahí los numerosos temas que en ella superpone Jn, apoyados en alusiones a textos del AT. Para facilitar la lectura, es preferible dar desde el principio un resumen.

Jn figura en esta escena la entronización y exaltación de Jesús, el rey de los judíos, Mesías prometido y Esposo que inaugura la nueva alianza. Ante él va a tener lugar el juicio del pueblo, representado por sus jefes. En este rey no brilla el esplendor humano, sino la gloria de Dios mismo.

El tema de la realeza, significado ya por el escaño-trono, está apoyado además por la alusión al Cantar contenida en el término Lithostrôton (Enlosado). El Cantar describe al esposo bajo la figura del rey Salomón: <<El rey Salomón se hizo construir un palanquín con maderas del Líbano, ... con asiento de púrpura, taraceado por dentro (LXX: lithostrôton, empedrado), ¡Muchachas de Sión, salid para ver al rey Salomón, con la rica corona con que lo coronó su madre el día de su boda, el día de fiesta de su corazón!>> (Cant 3,9-11).

Se unen aquí los dos temas: el de la realeza y el de la boda (alianza). Jesús aparece como el descendiente de David (Salomón, cf. 10,23), cumplimiento de la promesa dinástica (2 Sm 7,12s) y el nuevo Esposo (3,29), el Mesías que inaugura la nueva alianza.

La exaltación del rey está indicada por el término Gábbata, que no significa <<enlosado>> (lithostrôton no es su traducción), sino <<promontorio, altura>>. Al sentarse Jesús en la altura ocupa el lugar que corresponde al Hombre levantado en alto (3,14; 8,28; 12,32); es una alusión a la cruz, que será el lugar de su exaltación, como lo indicará el letrero colocado en ella (19,19).

El tema de la gloria que resplandece en Jesús está indicado por el mismo término enlosado (lithostrôton), que recuerda también la bajada de la gloria de Dios sobre el templo el día de su Dedicaci´don: <<La gloria del Señor llenó el templo ... Los israelitas, al ver que el fuego y la gloria del Señor bajaban al templo, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento (lithostrôton) y adoraron y dieron gracias al Señor, <<porque es bueno, porque es eterno su amor>> (hebr. hesed, cf. 1,14 cf. 2 Cr 7,2-3).

Jesús, el santuario de Dios (2,17.19) en quien habita la plenitud de la gloria (1,14), se ha sentado en este enlosado delante de los jefes de Israel. La reacción de ellos a esta manifestación del amor del Padre no será, sin embargo, la postración y la alabanza, como en tiempo de Salomón, sino el rechazo. Éste constituirá su juicio y su sentencia.

La relación con la cruz es manifiesta: ella será su trono (19,19: Jesús el Nazareno, el rey de los judíos), ante el cual se verificará el juicio del <<jefe del orden este>> (12,31). En ella, colmo del oprobio, brillará hasta el extremo el amor de Dios por el hombre (la gloria). Allí será sacrificado el Cordero de Dios, que inaugura la Pascua de la nueva alianza.

Al nombre arameo Gábbata (la altura) corresponderá en la perícopa siguiente el de Gólgota (la calavera). La muerte de Jesús será su exaltación.

domingo, 2 de julio de 2023

Jn 18,13

 <<y lo condujeron primero a presencia de Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquel>>.

Anás había sido sumo sacerdote en los años 6-15 d.C., y sus cinco hijos ocuparon el cargo después de él. Su ambición, riqueza y codicia eran conocidas. Era el jefe de la familia, que manejaba los hilos entre bastidores, el personaje más importante entre las autoridades del tiempo.

Jn aplica el título de sumo sacerdote a Anás (18,15.16.19.22) y a Caifás (18,13.24). De hecho, aunque hubiesen sido depuestos, los sumos sacerdotes conservaban el título y los privilegios del rango.

También en Hch 4,6 se llama a Anás <<el sumo sacerdote>>. Era título de cortesía, atestiguado por la Misná y Josefo, aunque también podía pesar la razón de que, siendo el cargo de suyo vitalicio (Nm 35,24), no se aceptaba la destitución hecha por los romanos. Se trata aquí del sumo sacerdote primado, pues la denominación se aplicaba también a los miembros de las familias de la aristocracia sacerdotal que ocupaban los cargos principales de la administración del templo (cf. 7,32.45; 11,47.57; 12,10; 18,3).

Sin embargo, la intención del evangelista va más allá del puro dato histórico, como lo muestra la razón que aduce: porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquel. La causal porque no se explica a primera vista, habría bastado un relativo o equivalente: <<que era suegro>>. Lo mismo la precisión sobre Caifás, ahora repetida por tercera vez: sumo sacerdote el año aquel (cf. 11,49.51). Se establece así una oposición entre lo efímero del sacerdocio en cargo (posible alusión a las frecuentes destituciones por intervención del poder romano) y el vínculo permanente entre Anás y Caifás: suegro. No siendo Caifás hijo de Anás, el evangelista menciona la relación suegro-yerno, la más cercana a la de padre-hijo. Alude sin duda a 8,44: Vosotros procedéis de ese padre que es el Enemigo y queréis realizar los deseos de vuestro padre. Él ha sido homicida desde el principio, y nunca ha estado en la verdad, porque en él no hay verdad; cuando expone la mentira, le sale de dentro, porque es mentiroso y el padre de la mentira.

Allí denunciaba Jesús que, detrás de los dirigentes judíos a quienes se dirigía, había una fuerza que inspiraba su perverso modo de obrar (7,7). Se la ha llamado de diversas maneras: el Enemigo (8,44; 13,2 Lects.), Satanás (13,27), el Perverso (17,12). Representa el dinero-poder, principio inspirador de la institución judía apoyada en el ingente capital del templo (8,20 Lect.). A esta realidad de poder y ambición sirven los dirigentes, representados por Caifás, el sumo sacerdote en cargo, jefe del círculo de poder (<<el jefe del mundo>>). Ella permanece, ellos son transitorios. De ahí la insistencia en que Caifás era sumo sacerdote el año aquel. En su cargo oficial, es un agente del dios del sistema, el dinero-poder (2,16: no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios), y ejecutor de sus designios de mentira y muerte (18,14). Anás es figura de la ambición de dinero y poder que mueve las acciones de los dirigentes. Caifás ha sido públicamente el promotor de la condena de Jesús (11,49) y será su ejecutor (18,24: Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote).

De hecho, en griego, existe un juego etimológico entre el jefe (ho arkhôn) del mundo, por una parte, y por otra, el sumo sacerdote (ho arkhiereus, el sacerdote jefe), la figura del maestresala (2,8.9: ho arkhitrilinos, el jefe del banquete), que en la escena de Caná simbolizaba a los dirigentes del pueblo, y la denominación <<los jefes>> (hoi arkhontes, 7,26.48; 12,42), aplicada a los miembros del Consejo. Todos los <<jefes>> dependen de <<el jefe del mundo>> u orden político-religioso; pero éste sigue en su manera de actuar la inspiración del que manda entre bastidores, el dinero-poder, personificado en esta perícopa en Anás.

Esta es la razón de que sea Anás el personaje judíos que trata con Jesús (porque era suegro de Caifás). En este momento se descubre la realidad de aquella institución, dirigida por <<el Enemigo>> del hombre. Caifás, que detenta el poder, es su instrumento: el año aquel.

Al identificar al Enemigo con el sumo sacerdote (18,19), denuncia Jn la institución religioso-política como el máximo enemigo del hombre y, en consecuencia, de Dios, el mayor obstáculo a la realización de su designio (19,7 Lect.). Pero al colocar la figura del <<comandante>>, jefe de las tropas romanas, entre los que entregan a Jesús a Anás, muestra que todo poder tiene por padre el mismo principio explotador (19,11b Lect.).

domingo, 18 de junio de 2023

Jn 17,13

 <<Pero ahora me voy contigo, y hablo así en medio del mundo para que estén colmados de mi propia alegría>>.

Menciona Jesús de nuevo su marcha, que ocasiona su oración. El tema de la alegría ha aparecido ya en el discurso de la cena en varias ocasiones; con una formulación casi idéntica, en 15,11: Os dejo dicho esto para que llevéis dentro mi propia alegría, y así vuestra alegría llegue a su colmo.

Era la alegría del que recoge fruto y experimenta el amor de Jesús y del Padre (15,11 Lect.). La condición para ello era mantenerse en el amor de Jesús por la práctica de sus mandamientos (15,10). Aquí, una vez que ha pedido al Padre que los guarde unidos a su persona para que sean uno (17,11b), es la alegría de saberse queridos por el Padre, que los hará objeto de su solicitud (cf. 15,1); ve Jesús en esa unión la promesa del fruto, que causará ulterior alegría. Se insinúa lo que va a ser explicitado después: será la unión entre los discípulos la que mueva el mundo a creer en Jesús como enviado del Padre: así recibirán los hombres la vida definitiva (17,2).

La unión de los discípulos en el ámbito del Padre supone la experiencia continua de su amor (el Espíritu), que los lleva a la actividad del amor con los demás. Ese flujo de vida incesante recibida y comunicada es la causa de la alegría y crea el ambiente de fiesta propio de la Pascua que va a inaugurar el Cordero de Dios.

jueves, 25 de mayo de 2023

Jn 16,13

 <<Cuando llegue él, el Espíritu de la verdad os irá guiando en la verdad toda, porque no hablará por su cuenta, sino que os comunicará cada cosa que le digan y os interpretará lo que ha de venir>>.

Hay mucho terreno inexplorado en la verdad de Jesús, que sólo podrá ser conocido a medida que la experiencia coloque a la comunidad delante de nuevos hechos o circunstancias; éstas irán iluminando el sentido de su muerte-exaltación.

El Espíritu comunicará lo que oiga a Jesús, será su profeta (14,25-26 Lect.). El pasaje hace alusión a los mensajes proféticos dentro de la comunidad; en la misión, el Espíritu le comunica la verdad, es decir, explica y aplica el mensaje, lo que Jesús es y significa como manifestación del amor del Padre. No se trata de una doctrina nueva, sino de la propuesta continua a la comunidad de la realidad de Jesús, que será el contenido de su testimonio y la orientación de su actividad. La comunidad percibirá la voz del Espíritu (3,8), que es la de Jesús mismo.

Lo que ha de venir es la etapa nueva de la historia a partir de <<el último día>> (6,39 Lect.), el de la muerte y exaltación de Jesús, que la inaugura; en ella ha de ir tomando realidad el proyecto de Dios. El Mesías Hijo de Dios era el que tenía que venir al mundo (11,27); el reino mesiánico es lo que ha de venir cuando dé remate a su obra. Jn lo concibe como una escatología presente en la historia. Como los antiguos profetas interpretaban la historia a la luz de la alianza, el Espíritu, haciendo conocer a Jesús, cuyo amor funda la nueva alianza, da la clave de lectura de la historia como dialéctica entre el <<mundo>> y el proyecto de Dios. Al partir de la muerte-exaltación de Jesús y penetrando cada vez más su significado, la comunidad podrá descubrir en los acontecimientos <<el pecado del mundo>>, su espíritu mentiroso y homicida (8,44), percibiendo al mismo tiempo la progresiva ejecución de la sentencia que lo condena al fracaso (16,8-11).

La interpretación del Espíritu guía a los discípulos en su actividad en favor del hombre. Para acertar en lo que conviene han de estar abiertos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que se la interpreta. La actividad del amor se diversificará de mil maneras; así cumplirán <<sus mandamientos>> (14,15; 15,10).

domingo, 14 de mayo de 2023

Jn 15,13

 <<Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que entrega su vida por ellos>>.

Señala Jesús cuál es la cima del amor, la que va a verificarse en su muerte próxima. Sin embargo, la frase que usa es indeterminada: uno que entrega su vida. Con esto, Jesús propone el principio para todos sus discípulos; es el grado sumo del amor, que acaba de explicar el contenido de su mandamiento. Igual que yo os he amado (13,34; 15,12) significa la disposición a dar la vida, la decisión de no poner límite a la entrega.

domingo, 19 de marzo de 2023

Jn 13,13

 <<Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y con razón, porque lo soy>>.

No se permitía a los discípulos llamar a su maestro por su nombre. Se dirigían a él con el título de Maestro (Rabbí; cf. 1,38) o el de Señor (Mar). Pedro acaba de llamarlo <<Señor>> dos veces (13,6.9). Existe una diferencia entre Jesús y sus discípulos; todos son conscientes de ella. Jesús se la recuerda para hacerles comprender en qué consiste verdaderamente ser maestro y señor. Ante todo, en su comunidad la diferencia no crea rango; las dotes o funciones no justifican superioridad alguna. Siendo el Maestro y el Señor, los ha colocado a ellos en su mismo nivel. Los hace iguales y los trata como iguales. No hay más funciones que las que requiere la eficacia del amor mutuo, y éstas nunca eclipsan la relación personal de hermanos (20,17; 21,23).

martes, 16 de agosto de 2022

Jn 9,13

 Llevaron a los fariseos al que había sido ciego.

Entre los dirigentes judíos, de los que forman parte, los fariseos son los más activos (cf. 4,1-3; 7,32.47; 8,13), los que tienen de hecho el control sobre el pueblo. El ambiente de la escena no refleja tanto un conflicto con el poder central judío (cf. 5,1: fiesta; 5,14: templo; 5,16.18, etc.: dirigentes judíos), cuanto el de la comunidad cristiana con la sinagoga.

sábado, 6 de agosto de 2022

Jn 8,13

 Los fariseos le replicaron: <<Tú haces de testigo en causa propia, tu testimonio no es válido>>.

Los fariseos, que hasta entonces habían actuado unidos a los sumos sacerdotes (7,32.45ss), se enfrentan ahora directamente con Jesús. Son ellos los que se han negado a reconocerle cualquier misión divina, no ya la del Mesías, sino incluso la de profeta (7,52), considerándolo un impostor (7,47) y habiendo hecho lo posible por detenerlo (7,32.45).

La declaración de Jesús les ha tocado en lo vivo y reaccionan inmediatamente intentando descalificarla. Ellos, los profesionales de la Ley, no pueden tolerar que Jesús se arrogue títulos que lo pongan por encima de ella. Objetan que su declaración no tienen aval y, por tanto, no es admisible. Le atribuyen un carácter polémico y se sienten atacados, porque derriba el sistema legal que ellos defienden. Al dañar los intereses de ellos, estiman que Jesús, con su declaración, abre un litigio; éste habría de ser dirimido en forma judicial, y en tal caso el testimonio de Jesús sobre sí mismo carece de valor jurídico (cf. Dt 19,15: No es válido el testimonio de uno solo contra nadie).

domingo, 31 de julio de 2022

Jn 7,13

 Pero nadie hablaba de él en público por el miedo a los dirigentes.

Hay simpatizantes y enemigos de Jesús, pero domina el miedo a las autoridades (cf. 9,22). La gente conoce la postura de éstas respecto a Jesús y no se atreve a expresar opiniones en voz alta. Aparece aquí la presión que ejercían los dirigentes sobre la opinión pública. Quien se pronuncia en contra de ellos puede estar sujeto a sanciones. El pueblo no tiene libertad para expresarse.

viernes, 15 de abril de 2022

Jn 6,13

 Los recogieron y llenaron doce cestos con trozos de los cinco panes de cebada que habían sobrado a los que habían estado comiendo.

Los discípulos recogen lo que ha sobrado. El número doce es evidentemente una alusión a Israel (las doce tribus); compartiendo, puede satisfacerse el hambre de la nación entera.

Se insiste en la clase de panes (de cebada), detalle mencionado antes, como alusión a la historia de Eliseo (6,9). El motivo de la repetición es claro. En los comentarios contemporáneos a Sal 72,16: <<Que abunden las mieses del campo y ondeen en lo alto de los montes>>, se afirmaba que en tiempo del Mesías, como señal de abundancia, estaría el suelo cubierto de panes de cebada. Esta alusión hace ver que lo sucedido no es sólo un signo profético, sino mesiánico. Lo perciben únicamente los discípulos, que recogen los trozos. Habían reconocido ya a Jesús como Mesías (1,14.45.49); Jesús a su vez, les hace ver la manera como él realiza la abundancia mesiánica.

domingo, 20 de febrero de 2022

Jn 5,13

 El que había sido curado no sabía quién era, pues, como había mucha gente en el lugar, Jesús se había escabullido.

Se insiste en el hecho de la curación (El que había sido curado). El enfermo se había fiado de un hombre (5,12: Quién es el hombre) y ha encontrado su liberación. El que había perdido la esperanza de encontrar un hombre que le ayudase (5,7) lo ha encontrado en Jesús y, al fiarse de él, ha recobrado su propia humanidad. Antes no hallaba solidaridad, es decir, amor. La Ley no lo había dado; al contrario, utilizada por los dirigentes, lo impedía (cf. 2,4: no tienen vino). Ahora, en Jesús, comienza a brillar el amor leal de Dios.

<<El lugar>> es expresión consagrada para designar el templo (4,20; 11,48), donde debería haberse manifestado la gloria de Dios. Pero Dios no está ya presente en aquel templo, convertido en un mercado (2,16). Este <<lugar>> comprende la piscina (la ciudad), simbólicamente abarcada por los pórticos del templo que la domina (5,2); es el atrio (10,1) donde están las ovejas (2,14s; 5,2: la Ovejera) destinadas a la muerte. Es allí donde hay <<mucha gente>>, la muchedumbre descrita al principio (5,3).

Jesús se había escabullido. No busca popularidad, sólo pretende dar vida. Ha devuelto al hombre su fuerza, sin exigirle nada. Amor es don gratuito.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Jn 3,13

 a) Fuente de vida

Nadie sube al cielo para quedarse más que el que ha bajado del cielo, este Hombre.

<<Subir al cielo para quedarse>> significa el triunfo, la victoria definitiva del Mesías y, por tanto, el estadio final del reino de Dios. La respuesta a la expectación mesiánica comienza enunciando quién es el verdadero Mesías, el que logrará ese triunfo.

Ya se ha explicado que las expresiones de Jn sobre <<el cielo>> no deben ser tomadas en sentido espacial. Significa la esfera divina, caracterizada en cuanto excelente (superioridad) e invisible, aunque no inaccesible a la experiencia del hombre. Así, en 14,23 puede afirmar Jesús que el Padre y él vendrán al discípulo y vivirán con él. No es que el Padre abandone <<el cielo>>, sino que este término carece en Jan de su connotación local. Ya a partir de la bajada del Espíritu sobre Jesús, el lenguaje es figurado (1,32). Cuando Jesús, por tanto, se describe a sí mismo como <<el que bajó del cielo>>, quiere decir que su origen no es simplemente humano, sino que procede de Dios (8,23).

La frase: el que ha bajado del cielo, está en paralelo con 1,32: el Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo. <<Haber bajado del cielo>> equivale a haber recibido la plenitud del Espíritu, que ha hecho de Jesús el nuevo santuario (2,19.21), el lugar de la presencia divina (1,14). El reino de Dios se sitúa en la esfera divina (8,23: lo de arriba) y sólo conduce a él aquel que procede de ella, Jesús, el Hombre que realiza el proyecto divino (1,1c) y es el prototipo de hombre.

Nicodemo había admitido que la misión de Jesús era divina (3,2; has venido de parte de Dios); pero no lo es sólo su misión, sino también su origen (el que ha bajado del cielo).

No hay que esperar otra clase de Mesías sino el Hombre en quien se ha manifestado todo el amor contenido en el proyecto de Dios (1,14). El Mesías es aquel que, por ser el Hombre, es capaz de amar hasta el don de sí mismo, revelando así la gloria-amor del Padre. Sólo él puede obtener y asegurar el triunfo definitivo, instaurar el reinado de Dios, la sociedad humana que corresponde al proyecto creador (3,3.5).

viernes, 27 de agosto de 2021

Jn 2,13

 Estaba cerca la Pascua de los Judíos y Jesús subió a Jerusalén.

Es la primera de las tres Pascuas que se mencionarán en el evangelio (cf. 6,4; 11,55). La Pascua era una de las fiestas que requerían la peregrinación a Jerusalén, la capital. Aunque, en la primera época de Israel, era una fiesta familiar, después de la centralización del culto se había obligado a sacrificar el cordero en el templo, y todos los israelitas mayores de doce años estaban obligados a ir a la capital. Acudían también judíos del extranjero. En tiempo de Pascua, Jerusalén aumentaba considerablemente su población. Siendo de unos 55 000 habitantes, podía recibir como media hasta 125 000 peregrinos por Pascua. El total aproximado de víctimas pascuales que se sacrificaban eran de 18 000. El año 6 d. C la Pascua fue la ocasión para el levantamiento de Judas Galileo; era, pues, momento propicio para la exaltación política nacionalista.

La denominación usual en Jn, <<la Pascua/la fiesta de los Judíos>>, es intencionada. No se encuentra nunca en el AT, donde siempre es <<la Pascua o la fiesta del Señor>>. El sentido peyorativo que tiene ordinariamente en Jn la expresión <<los Judíos>> muestra la intención del evangelista. Se trata de la fiesta oficial, regida y utilizada por las autoridades. La denominación <<de los Judíos>> aparecerá en 5,1; 6,4; 7,2 y, por última vez, en 11,55. Se aplica, por tanto, a tres Pascuas (2,13; 6,4; 11,55) y a dos fiestas intermedias (5,1, no especificada; 7,2, la fiesta de las Chozas). Cada fiesta oficial desencadenará un conflicto entre los judíos del régimen y Jesús, respondiendo a menudo a una acción de éste. Las antiguas fiestas israelitas, celebradas en honor de Dios, en las que el pueblo era protagonista, han pasado a ser fiestas oficiales, impuestas, donde el pueblo no tiene nada que celebrar, dada la opresión en que se encuentra. Esto será visible sobre todo en 5,1 y 6,4. A partir de 11,55, última mención de la Pascua de los Judíos, esta fiesta se llamara simplemente <<la Pascua>>, puesto que va a ser la Pascua de Dios, en la que será inmolado el Cordero de Dios.

La Pascua, en su origen, había sido la fiesta de la liberación de Egipto, celebrando el fin de la esclavitud y la fundación de Israel como pueblo. La denominación <<de los Judíos>>, que la hace fiesta del régimen opresor, muestra que su sentido se ha desvirtuado: ya no queda más que la fachada de la fiesta, el pueblo ha vuelto a la esclavitud. Será Jesús quien proponga su Éxodo en la segunda Pascua (6,4) y lo lleve a efecto con su pasión y muerte (18,1 Lect.). Él será el liberador que haga entrar a los suyos en la tierra prometida (6,49 Lect.).

Esta denominación peyorativa crea también una distancia. Esta Pascua no lo es para Dios ni para Jesús; tampoco para los destinatarios del evangelio, que descubren su verdadera índole. Jn distancia al lector de las fiestas, como Jesús se distancia de la Ley judía (7,19: Moisés os dejó la Ley; cf. 8,17; 15,25), que las fundaba.

Jesús escoge una ocasión clamorosa para comenzar su vida pública y revelar su mesianidad. Al estar Jerusalén llena de peregrinos, su actuación tendría inmediatamente resonancia a escala nacional.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Jn 1,13

 los que no han nacido de mera sangre derramada ni por mero designio de una carne ni por mero designio de un varón, sino que han nacido de Dios.

Jn anticipa la respuesta a una objeción que puede surgir de la afirmación central del verso siguiente: Así que la Palabra se hizo hombre, donde el término empleado (sarx, lit. <<carne>>, denota la fragilidad humana que se manifiesta sobre todo en la muerte. La contemplación de la gloria está vinculada a la <<hora>> de la muerte (1,14; cf. 12,27s) y ésta tuvo una realización violenta, donde la sangre derramada es la señal de la vida manifestada (cf 19,34 Lect.).

La frase adversativa (no ... ni ... ni ... sino que) opone dos tipos de nacimiento. Aunque el primero se formula de tres modos distintos; la oposición se establece entre nacimiento humano (triple formulación) y nacimiento divino (única formulación).

En efecto, si los tres primeros principios vitales: carne, sangre, varón, fueran independientes, el hombre podría tener tres orígenes diversos. Ante esta imposibilidad, hay que identificar de algún modo los tres principios del primer nacimiento y preguntarse por qué razón Jn los ha especificado y separado.

Nótese, en primer lugar, la diferencia entre este pasaje y 3,3-6, donde también se distingue entre dos nacimientos: el primero se llama <<nacer de nuevo / de arriba>> (3,3), <<de agua y Espíritu>> (3,5) o simplemente <<del Espíritu>> (3,6), mientras el segundo, el nacimiento humano, se describe únicamente como <<nacer de la carne>> (3,6),  mientras en 1,13 aparecen en oposición compleja: nacer de sangre, carne, varón / nacer de Dios.

Por otra parte, en 1,13 se habla de <<nacer de Dios>>; en 3,6 de <<nacer del Espíritu>>, que equivale a <<nacer de nuevo / de arriba>> (3,3). El nacimiento del Espíritu viene de arriba, es decir, de Jesús, el Hombre, levantado en alto (3,13 Lect.). El elemento activo de ese nacimiento es el Espíritu, dado por designio de Jesús, el portador del Espíritu (1,32) y su fuente (del agua-Espíritu: 7,37-39; 19,30.34; cf. 20,22). Jesús es carne y sangre (realidad humana) + Espíritu (vida divina, cf. 4,24). El hombre no puede tener vida divina, definitiva, si no es a través de Jesús, por el Espíritu que él comunica a través de su realidad humana (6,53s: si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva), aceptándola como don (6,51: el pan que yo voy a dar es mi carne, para que el mundo viva), el don del Padre a la humanidad (6,32: mi Padre os da el verdadero pan del cielo [cf. 3,16]).

En la cruz aparece, por otra parte, que Jesús da el Espíritu cuando entrega su cuerpo / carne y derrama su sangre. La única forma de nacer de nuevo es, por tanto, aceptar a Jesús que da su vida por el hombre, aceptar su condición humana y asimilarse a ella.

<<Nacer de Dios>> equivale, por tanto, a nacer del Espíritu que procede de la carne y sangre de Jesús, aceptando su carne y su sangre, su vida y su muerte. Es solamente por el designio de Jesús (carne + sangre + Espíritu) de dar vida, que se identifica con el designio del Padre (6,39s) y se traduce en su entrega voluntaria a la muerte (10,18), como es posible al hombre el nuevo nacimiento.

El que nace de Dios, lo hace del Dios que se manifiesta y actúa en Jesús: su expresión cumplida en la debilidad de la <<carne>> y en el acto de su entrega en la cruz. Por lo mismo nace de la sangre de Jesús, pero no de mera sangre, sino de aquella que, derramada en la cruz, contiene la fuerza vivificadora de Dios; nace de la carne, débil y mortal que es Jesús, pero no de mera carne, puesto que es la morada de Dios, de donde brota el manantial de vida, indestructible, nuevo lugar de encuentro con el Padre; nace de un varón, pero no de un mero varón, sino del hijo único del Padre, heredero de su gloria.

Este nacimiento de Dios, que se obtiene por la aceptación de la humanidad de Jesús (lo aceptaron), permitirá al hombre, por su fidelidad a él (a esos que mantienen la adhesión a su persona), llegar a ser hijos de Dios.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...