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miércoles, 2 de agosto de 2023

Jn 19,34

 <<Sin embargo, uno de los soldados, con una lanza, le traspasó el costado, y salió inmediatamente sangre y agua>>.

Como el vinagre representaba el odio (19,29s), así la lanza. La acción del soldado era innecesaria, pero la hostilidad sigue. Ahora es el pagano quien la expresa. Lo soldados se habían burlado de la realeza de Jesús y lo habían escarnecido (19,1-3), se habían repartido su ropa (19,23-24). Ahora, la punta de la lanza quiere destruirlo definitivamente. La expresión de odio permite la del amor que produce vida. Lo mismo que al vinagre del odio respondió Jesús con su muerte aceptada por amor (19,30: reclinando la cabeza), cuyo fruto fue la entrega del Espíritu, así ahora, a la herida de la lanza, sucede la efusión de la sangre y el agua.

El hecho es de una importancia excepcional, como aparece por el solemne testimonio que de él da a continuación el evangelista. Hay que esperar, por tanto, una gran riqueza de significado.

La sangre que sale del costado de Jesús figura su muerte, que él acepta para salvar a la humanidad (cf. 18,11). Es la expresión de su gloria, su amor hasta el extremo (1,14; 13,1), el del pastor que se entrega por las ovejas (10,11), del amigo que da la vida por sus amigos (15,13). Esta prueba máxima de amor, que no se detiene ante la muerte, es objeto de contemplación para la comunidad de Jn (1,14: hemos contemplado su gloria).

Es así Jesús, en la cruz, la Tienda del Encuentro del nuevo Éxodo (2,21). En ella se verifica la suprema manifestación de la gloria, según la petición de Jesús al Padre (17,1; cf. 7,39; 12,23; 13,31s). De su costado fluye el amor, que es al mismo tiempo e inseparablemente suyo y del Padre.

El agua que brota representa, a su vez, el Espíritu, principio de vida que todos podrían recibir cuando manifestase su gloria, según la invitación que hizo Jesús el gran día de la fiesta (7,37-39). Se anunciaba allí el cumplimiento de la profecía de Ezequiel. En aquella escena, Jesús, puesto de pie, postura que anunciaba la de la cruz, invitaba a acercarse a él el último día para beber el agua que había de brotar de su entraña. Es Jesús en la cruz el nuevo templo de donde brotan los ríos del Espíritu (7,38; cf. Ez 47,1.12), el agua que se convertirá en el hombre en un manantial que salta dando vida sin término (4,14).

Puede cumplirse así lo anunciado en el prólogo (1,16): de su plenitud todos nosotros hemos recibido, un amor (el agua-Espíritu) que responde a su amor (la sangre-muerte aceptada). La sangre simboliza, pues, su amor demostrado; el agua, su amor comunicado.

La alusión a la frase del prólogo es tan clara que existe posiblemente un juego de palabras entre 1,14: plêrês; 1,16: plêroma (lleno, plenitud), y 19,34: pleura (costado): <<de su plenitud todos nosotros hemos recibido>>, <<de su costado salió sangre y agua>>.

Aparece aquí ahora la señal permanente, el Hombre levantado en alto, cuyo tipo había sido la serpiente levantada por Moisés en el desierto, para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva (3,14s). De él baja el agua del Espíritu (3,5), para que el hombre nazca de nuevo y de arriba (3,3) y comience la vida propia de la creación terminada, siendo <<espíritu>> (3,6; cf. 7,39), amor y lealtad (1,17).

Se ha sacrificado el Cordero de la nueva Pascua, el que libera al hombre de la opresión, quitando así el pecado del mundo (1,29; 8,21.23 Lects.). Según los textos de Zacarías a que se aludirá más tarde (19,37), la fuente de agua que aquí se abre, la del Espíritu, será la que purifique del pecado (1,33 Lect.). Esta purificación se prometió en Caná, combinando los símbolos de agua y vino (2,7 Lect.) y se opone a la que vanamente buscaban en el recinto del templo los peregrinos que habían acudido a Jerusalén para la Pascua (11,55b Lect.).

La nueva Pascua significa la nueva alianza, anunciada en Caná (2,4). Ha llegado la hora en que Jesús da el vino de su amor. Empieza la boda definitiva. Como antiguamente Moisés, está ahora Jesús de pie promulgando la Ley. Es la del amor leal (1,17) que él manifiesta en la cruz, expresa en su mandamiento (13,34: Igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros, cf. 15,12) e infunde con el Espíritu, que se identifica con él.

El proyecto divino ha quedado terminado en Jesús (19,28-30); ahora se prepara su terminación en los hombres. El Espíritu que brota será el que transforme al hombre dándole la capacidad de amar y hacerse hijo de Dios (1,12). Con estos hombre nuevos se formará la comunidad mesiánica.

La descripción de la muerte de Jesús como un sueño (19,30: reclinando la cabeza; cf. 11,11-13) y el uso del término pleura (costado) relacionan este pasaje con el de la creación de la mujer en Gn 2,21s: <<El Señor Dios echó sobre el hombre un letargo y el hombre se durmió. Le sacó una costilla (LXX: mian ton pleurôn autou) ... de la costilla ... formó una mujer>>.

Del costado de Jesús, el Hombre terminado (cf. 19,30) el Hombre-Dios, procede el agua del Espíritu que completará al hombre de carne (9,6 Lect.). Por este nacimiento de agua-Espíritu (3,5) se formará la comunidad de Jesús, representada en figura de mujer-esposa (cf. 20,13.15) por María Magdalena (19,25). El encuentro de la nueva pareja primordial tendrá lugar en el huerto/jardín el primer día de la nueva creación (20,16).

La primera mujer era carne de la carne de Adán y hueso de sus huesos (Gn 2,23); la nueva esposa del Hombre es espíritu del Espíritu de Jesús (1,16: de su plenitud todos nosotros hemos recibido; 3,6: del Espíritu nace espíritu; cf. 7,39: aún no había espíritu, porque la gloria de Jesús aún no se había manifestado).

En este último día, el de la creación terminada (19,30 Lect.), Jesús da al hombre con el Espíritu la vida que vence la muerte: ésta es la resurrección prometida (6,39.40.44.54; cf. 11,25).

jueves, 6 de julio de 2023

Jn 18,34

 Contestó Jesús: <<¿Dices tú eso como cosa tuya o te lo han dicho otros de mí?>>.

Jesús le pregunta a su vez si ha llegado él mismo a esa conclusión o si repite simplemente lo que otros le han dicho, es decir, si ha actuado por propia convicción o como instrumento de otros. Quiere que su interlocutor razone su postura y lo invita a considerar su propia responsabilidad de juez.

domingo, 8 de enero de 2023

Jn 11,34

 y preguntó: <<¿Dónde lo habéis puesto?>>. Le contestaron: <<Ven a verlo, Señor>>.

Pregunta Jesús por el lugar del sepulcro y lo invitan a ir a verlo personalmente. Esta última frase es idéntica a aquella con la que Felipe invitó a Natanael a convencerse por experiencia de la realidad de Jesús; aquí, en cambio, invitan a Jesús a constatar la realidad de la muerte. Son dos movimientos contrarios: el del hombre que se acerca a Jesús y el de éste que se acerca al hombre. Por primera vez presenta Jn a Jesús ante la cruda realidad de la muerte, destino del hombre, débil y enfermo (11,1). El movimiento del hombre hacia Jesús es la fe; el de Jesús hacia el hombre, la vida. El Hijo de Dios va a manifestar su gloria, su amor al hombre (11,4). La condición humana llevaba inexorablemente a la muerte. A esa muerte trágica, fracaso y frustración, responde el llanto de María y de los judíos. La pregunta de Jesús: ¿Dónde lo habéis puesto?, muestra que son ellos los que han colocado a Lázaro en el sepulcro sin esperanza.

sábado, 27 de agosto de 2022

Jn 10,34

 Les replicó Jesús: <<¿No está escrito en vuestra Ley: ´Yo he dicho: Sois dioses´?>>.

Jesús los rebate con su propia Ley, distanciándose de nuevo de las instituciones de Israel (vuestra Ley: cf, 7,19; 8,17; 15,25). El término <<Ley>> designa a menudo el AT entero o cualquier parte de él (cf. 12,34; Mt 5,18; Lc 16,17) y, de hecho, Jesús cita como <<Ley>> un salmo.

El pasaje aducido pertenece a Sal 82,6: Yo declaro: Sois dioses e hijos del Altísimo todos. El salmo contiene una requisitoria a los jefes; se les llama dioses por haber recibido un nombramiento divino para ejercer una función, la de juez, que competía primordialmente a Dios (cf. Éx 7,1: <<El Señor dijo a Moisés: Mira, te hago un dios para el Faraón>>; Dt 1,17; 19,7.17).

El título divino no era, por tanto, exclusivo; se aplicaba a aquellos a quienes se atribuía una particular semejanza con Dios; en el AT, a quienes reflejaban su poder. Por eso se distancia Jesús del texto que cita. La semejanza con Dios no está en el poder, sino en el amor.

     

     

     

lunes, 8 de agosto de 2022

Jn 8,34

 Les replicó Jesús: <<Pues sí, os aseguro que todo el que practica el pecado es esclavo>>.

Jesús contesta categóricamente. El pecado, ya mencionado anteriormente (8,21), es la injusticia que impide la vida del hombre, la obra y el designio de Dios creador (5,16.21.24; 6,40). Para los adictos al régimen judío, se identificaba con la pertenencia a aquel orden represivo y opresor (5,10; 7,1.13; 8,23; etc.).

Asumir los principios de ese orden injusto, inspirando en ellos la propia actividad y fundando la propia visión del hombre y del mundo, impide la experiencia del amor; es más, hace connatural el proceder injusto que lleva a la muerte (8,21). Semejante concepción del hombre y del mundo, atribuida a la voluntad de Dios, convierte a éste en el tirano que somete al hombre y lo hace esclavo suyo.

La adhesión a Jesús y el don del Espíritu, dinamismo del amor creador, rescatan al hombre de la condición de esclavo al darle, a través de la actividad de ese amor, la experiencia de Dios como Padre.

Quien no tiene experiencia del amor de Dios a través de su amor a los demás no puede concebirlo como Padre, sino como Soberano, y él mismo queda reducido a la condición de esclavo. En lugar de la relación inmediata y familiar propia del hijo, existirá una relación distante y mediata a través de instituciones y personas que encarnan la soberanía de Dios y expresan su dominio sobre el hombre. La Ley se convierte así en un medio de someterlo: el hombre se subordina a ella, como expresión de la voluntad de Dios Soberano, en vez de estar ella al servicio del hombre. Cuando éste es hijo, encuentra la voluntad de Dios expresada en el Hijo, Jesús, y en la propia experiencia de hijo.

domingo, 24 de abril de 2022

Jn 6,34

 Entonces le dijeron: <<Señor, danos siempre pan de ése>>.

Ante la declaración de Jesús, la gente reacciona pidiéndole aquel pan, que él miso había de dar (6,27: el que os va a dar este Hombre). Lo llaman <<Señor>>, creen en sus palabras, adivinan que Jesús puede satisfacer todos sus anhelos. Con respeto y deseo se lo piden, pero no se comprometen al trabajo, no acaban de darle su adhesión. Siguen en su actitud pasiva, dependiente, buscando el beneficio propio. Quieren recibir el pan sin trabajarlo, encontrar la solución hecha, sin colaboración personal.

domingo, 17 de octubre de 2021

Jn 3,34

 y es que el enviado de Dios propone las exigencia de Dios, dado que comunican el Espíritu sin medida.

La lealtad de Dios, su fidelidad a sus promesas, anunciadas por la antigua Escritura, se verifica a través de su enviado. Éste expone las exigencias de Dios, que sustituyen las de la antigua Ley; las verdaderas exigencias divinas no se reducen a palabras, sino que comunican el Espíritu.

Para el que acepta las exigencias de Jesús, la recepción del Espíritu no está limitada al momento de nacer de nuevo; la práctica de ellas va comunicándolo continuamente y sin límite alguno. Cuanto mayor es la respuesta del hombre en el amor a los demás, mayor es la efusión del Espíritu sobre él, que lo va realizando como hijo de Dios (1,12; 10,18 Lect.). Aquí está la diferencia entre el pasado y el presente. No solamente las exigencias antiguas no reflejaban el ser de Dios, por no proceder de un conocimiento directo de él, sino que, además, quedaban en mera norma externa. Se describe la experiencia de la comunidad; la práctica de las exigencias de Jesús comunica un dinamismo vital, el Espíritu (6,63.68). Es a partir de esa experiencia como llega a conocer que son exigencias de Dios y que Jesús es su enviado. Es, por tanto, la vida experimentada la que lleva al conocimiento de la verdad; el testimonio de Jesús (3,32) no es un testimonio externo, sino que el creyente lo escucha dentro de sí: es el testimonio del Espíritu.

sábado, 21 de agosto de 2021

Jn 1,34

 <<Pues yo en persona lo he visto y dejo testimonio de que éste es el Hijo de Dios>>.

Encontramos aquí el solemne testimonio de Juan Bautista, cuyo paralelo será el del evangelista sobre el agua y la sangre que salen del costado de Jesús (19,35). Ambos hechos son objeto de visión y de testimonio: Juan ha visto bajar sobre Jesús la plenitud del Espíritu, que es la plenitud de amor y lealtad del Padre, y anuncia que será él quien bautice con Espíritu Santo. El evangelista, por su parte, verá la realización del amor leal hasta el extremo (13,1): la sangre que sale del costado de Jesús (el don de su vida por el hombre) y la realidad del agua-Espíritu para comunicar al hombre la vida (19,34). La plenitud de amor recibida por Jesús se ha manifestado en la cruz; el bautismo con Espíritu está ya disponible en el agua que corre de su costado. Ambos testimonios forman una inclusión: representan el anuncio y el término de la misión de Jesús.

Juan deja testimonio, cumpliendo así su propia misión: dar testimonio de la luz, Jesús Mesías. Es el testimonio que resuena en la comunidad cristiana y que va a ser completado con la frase final: éste es el Hijo de Dios (cf. 1,14).

Jesús es el Hijo de Dios porque el Padre lo ha engendrado, comunicándole su misma vida, el Espíritu. Es la conclusión que saca Juan de la escena que ha presenciado. Jesús posee la plenitud de la vida del Padre, toda su riqueza, su amor y lealtad. Por eso es uno con el Padre (10,30) y su presencia en el mundo es la de Dios mismo (12,45; 14,9).

Desde que aparece por primera vez en este evangelio, Jesús es ya el Hijo de Dios, el Mesías consagrado. Esta perícopa muestra su llegada a su casa (1,11), pronto a comenzar su obra. Él es Dios en la tierra, el proyecto divino hecho realidad humana, el hombre-Dios. Esta es, pues, la idea de Mesías que presenta Juan Bautista, paralela a la presentada en el prólogo: el proyecto divino hecho realidad humana (1,14) se describe aquí como la bajada del Espíritu sobre Jesús, constituyendo al Hombre-Dios (1,1c). El Mesías es la cumbre de la humanidad y su misión consiste en comunicar a los hombres la vida divina que él posee en plenitud (1,16s), para que puedan realizar en sí el proyecto. Será misión suya liberar al hombre del pecado, la esclavitud a que está sometido por los sistemas opresores. Él será el cordero pascual, el que con su sangre inaugure la nueva pascua, el nuevo éxodo y alianza, la nueva Ley, el que constituya la nueva comunidad humana, la de los hijos de Dios, ofreciendo su carne como alimento en el nuevo éxodo. Su misión será llevar a su pueblo a la nueva tierra prometida, el reino de Dios.

Nótese, para terminar, los paralelos que establece la perícopa: dos títulos caracterizan la persona de Jesús: <<el Cordero de Dios>> y <<el Hijo de Dios>>, y dos frases describen su actividad: <<el que va a quitar el pecado del mundo>> y <<el que va a bautizar con Espíritu Santo>>. Así como las frases presentan el efecto y la causa de la actividad liberadora de Jesús, así también los títulos están relacionados. Jesús es el Cordero de Dios por ser el don de Dios a la humanidad: Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único (3,16a), que dará su propia vida (3,14: el hombre levantado en alto). El objetivo de ese don de Dios es hacer posible al hombre escapar de la muerte y obtener la vida: para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca (3,16b; cf. 3,15).

Juan Bautista menciona a Israel (1,31) solamente como el área de la manifestación del Mesías por medio de su testimonio. No llama a Jesús <<el rey de Israel>>, es decir, no traduce la experiencia que ha tenido de Jesús en términos nacionalistas ni institucionales. Él se ha enfrentado con las instituciones, denunciado a los dirigentes como obstáculo para la llegada del Señor, y ellos lo consideran sospechoso; se ha colocado simbólicamente en una tierra fuera del territorio judío, al otro lado del Jordán. Él anuncia la llegada del Mesías desde fuera de la sociedad de Israel, como atrayendo con su bautismo a una ruptura con las instituciones existentes.

Para Juan no existe más que un mundo sujeto al pecado (1,29). Su visión del Espíritu le muestra que el Mesías es algo nuevo y distinto de lo anterior, una intervención directa de Dios en la humanidad, que no pasa por institución alguna; es consciente de que la misión del Mesías desborda los límites de Israel para extenderse a la humanidad entera (1,29: el pecado del mundo). Por eso, aunque toda la perícopa describe al Mesías y a su obra, no pronuncia el título, que podía suscitar ecos nacionalistas. No existe para él continuidad entre la realidad existente y lo nuevo que llega. La cita del profeta Isaías (1,23) le ha servido solamente para mostrar a las autoridades que Dios ha sido siempre el mismo y reprocharles su infidelidad; pero, a pesar de ellas, las promesas van a cumplirse, pues el Señor va a entrar en la historia del pueblo.

SÍNTESIS

En esta declaración, que conserva su validez en toda época, expone Juan el designio de Dios y la identidad del Mesías Jesús, que ha de realizarlo.

Dios se propone sacar a la humanidad de la situación de esclavitud en que se encuentra (quitar el pecado del mundo). Utilizando un símbolo de la cultura, el cordero pascual, describe Juan la misión del Mesías: él será, con su muerte, el liberador y el alimento de los que lo sigan en el éxodo que va a realizar. La época que comienza es festiva (pascua), por tener la alegría de la libertad, y representa la verdadera alianza de Dios con la humanidad.

Para esta misión Jesús ha recibido su investidura, su unción de Mesías, que es la plenitud del Espíritu, fuerza de vida-amor, comunicación personal de Dios. Así, la Palabra se hace hombre, se realiza plenamente el proyecto divino. Él es por eso el Hijo de Dios, Dios entre los hombres, el enviado del Padre, el que ha bajado del cielo. Participando de la plenitud que él posee, los que se adhieran a él nacerán del Espíritu, recibiendo la fuerza de vida-amor que los liberará de la opresión del pecado.

La declaración de Juan es una invitación a los hombres de toda época: les hace saber que en Jesús se encuentra la vida, que por él pueden liberarse de la opresión.

Jn 21,24-25

  Jn 21,24a Jn 21,24b Jn 21,25  La comunidad presenta el testimonio del evangelista. Autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. ...