Algún tiempo después, Jesús fue a buscarlo en el templo y le dijo: <<Mira, has quedado sano. No peques más, no sea que te ocurra algo peor>>.
Ha pasado algún tiempo y Jesús se encuentra con el hombre a quien había liberado de su enfermedad. La localización, en el templo, recoge la del verso anterior, en el lugar. El templo ha dejado de ser el lugar donde está Dios y Jesús se propone sacar de él al pueblo (2,15b Lect.). Mantenerse en su recinto significa aceptar ser explotado y renunciar a la libertad. Ese templo y su culto han de desaparecer (4,21); es incompatible con Jesús, cuya persona va a sustituirlo (2,19). El templo, además, impone la Ley al pueblo entero, reduciéndolo a la miseria y a la impotencia (5,2 Lect.).
Al encontrarlo allí, Jesús le da un aviso: No peques más, no sea que te ocurra algo peor. Estas palabras indican, en primer lugar, que su enfermedad, y, lo mismo la de los demás enfermos, el pueblo, estaba causada por su pecado. Por otra parte, su contrario, la salud, viene de la palabra de Jesús y significa fuerza que libera, permitiéndole salir de la postración causada por el dominio de los que controlan la Ley. El pecado consiste, pues, en aceptar voluntariamente el dominio de la institución, avalando con la sumisión el régimen de injusticia.
El pecado de este hombre era el pecado del mundo (1,29), es decir, la renuncia voluntaria a la vida, la sumisión a las tinieblas no reconociendo la luz (1,10). Jesús lo ha liberado de las tinieblas-muerte, del sistema opresor. Para los dirigentes, pecado era ir contra su Ley; para Jesús, ir contra la vida, que va realizando el proyecto creador de Dios.
Sí, después de haber descubierto la libertad, sigue dando su adhesión al régimen injusto, puede sucederle algo peor, no ya la enfermedad sino la muerte misma. Jesús, sin embargo, no fuerza su decisión; lo mismo que dejó a su iniciativa el levantarse, cargar con su camilla y echar a andar, ahora no le impide dar un paso atrás, que sería definitivo. Frente al dominio e imposición de los dirigentes, Jesús se presenta como el que restablece la libertad respetándola. Él no se impone al hombre ni lo domina. Lo mismo sucederá al final con Judas; Jesús pondrá en sus manos su propia vida, dejándole la opción de adherirse a él o de entregarlo a la muerte (13,26s Lect.).
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