Al enterarse de que estaba enfermo, se quedó, aún así, dos días en el lugar donde estaba.
El retraso de Jesús es deliberado. Con su pasividad, deja que el hecho de la muerte se consume. Él no ha venido a alterar el ciclo normal de la vida física, liberando al hombre de la muerte biológica, sino a dar a ésta un nuevo sentido. Comunica una vida cuya potencia supera la muerte misma y anula sus efectos. Así, la muerte deja de ser motivo de temor.
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