domingo, 29 de noviembre de 2020

Jn 1,1a

 Al principio ya existía la Palabra.

Al usar la expresión al principio, enlaza Jn su evangelio con el relato de la creación del mundo (Gn 1,1ss), ofreciendo ya una línea de interpretación de su escrito. Lo que en él va a narrarse está en relación con la obra creadora de Dios.

Jn declara la existencia de una realidad anterior al principio descrito por el Génesis: <<Al principio creó Dios el cielo y la tierra>> (1,1). Precediendo a la creación misma, existía una Palabra divina que había de guiar y realizar la creación entera. Asume Jn la idea expresada en el libro de los Proverbios (LXX) refiriéndose a la Sabiduría: <<El Señor me estableció como principio de sus caminos para (realizar) sus obras, me constituyó al principio antes que existiera el tiempo, antes de crear la tierra (8,22-24). <<Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo con él>> (8,27). Según este libro, la Sabiduría precedió a la creación y acompañaba a Dios en su obra, hasta terminarla con la existencia de los hombres (8,31). La consecuencia moral propuesta por el autor es que el hombre debe ajustar su vida a esa sabiduría primordial, debe escucharla para tener vida; quien la odia, ama la muerte (8,32-36).

Siguiendo la línea de los Proverbios, Jn coloca la existencia del Logos antes de la creación efectiva. El significado del término griego se desdobla así en dos: proyecto (hokmah, hekma, sophia) en cuanto representa el designio de Dios en la creación (thelêma en el resto del evangelio, cf. 4,34; 5,30; 6,39s, etc.) y palabra (dabar, memra) en cuanto formula el proyecto y lo ejecuta. Es la palabra creadora del Génesis (1,3.6.9, etc; y dijo Dios), literariamente personificada en la literatura targúmica, la que realiza el proyecto divino.

Cuando Jn habla del Logos (proyecto / palabra), lo supone conocido de sus lectores (<<la Palabra>>, con artículo), quienes de hecho han podido contemplarlo (1,14) en su llegada histórica.

En el principio absoluto existe, pues, al lado de Dios, su palabra, que es su proyecto formulado. Su contenido irá realizándose en la obra creadora. Es designio primordial, palabra divina absoluta, original, que relativiza todas las demás. Las dirigidas por Dios al hombre en la Ley y los profetas no eran más que expresión parcial de su plenitud. Si se llega a conocer esta Palabra, expresión perfecta de Dios, todas las demás pierden su fuerza, al percibirse su fragmentariedad y su imperfección.

Lo mismo vale en cuanto proyecto: todas las maneras de concebir al hombre, los ideales humanos propuestos en la antigua alianza, en particular la realización del hombre por medio de la Ley (cf. 3,3-8), quedarán superados cuando se conozca el verdadero y entero proyecto de Dios sobre el hombre en Jesús Mesías.

El esquema sapiencial, que sirve de matriz literaria al prólogo, llegó a incluir en algunas versiones más recientes (Eclo 24,23; Ba 4,1) la identificación de la Sabiduría con la Ley de Moisés. Según este esquema, la Sabiduría que estaba junto a Dios en la obra creadora, que finalmente escogió como morada la heredad de Israel (Eclo 24,8), tiene su última concreción histórica en el <<libro>> de la Ley. Esta misma concepción aflora con frecuencia en las escuelas rabínicas: abundan las opiniones que se refieren a la Ley de Moisés como preexistente y como principio creador.

Es claro que Juan tiene en cuenta tales opiniones y que polemiza con el esquema sapiencial introduciendo en él un elemento corrector: no es la Ley de Moisés la manifestación última y cabal de la Sabiduría; la expresión cumplida de la gloria / esplendor divinos es la Palabra en su concreción humana (1,14.17).

GÉNESIS. CAPÍTULO 1.

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