y la Palabra era Dios.
En este momento del prólogo, la Palabra significa el proyecto formulado, aún no llegado a ejecución. La frase puede traducirse, por tanto, también de esta manera: y un Dios era el proyecto. El designio de Dios consiste en que el hombre sea la expresión de su misma realidad divina. Cuando se pronuncie en la historia como palabra eficaz y se realice su proyecto, existirá el hombre-Dios.
En el prólogo, Jn evita cuidadosamente el uso del verbo <<hacer / crear>> (poieô), pues un ser divino no puede ser creado; la metáfora que usa es la de <<nacer / engendrar>> (1,13.18), que indica comunicación de la vida propia del que engendra (Dios). La vida divina que se comunica se designará como <<gloria / amor y lealtad>> (1,14), <<el Espíritu>> (1,32s, que será su presencia en él, cf. 4,24). Jesús será la plena realización del proyecto (1,14) por eso será el Dios engendrado (1,18). A través de él y participando de su plenitud (1,16), los hombres podrán <<nacer de Dios>> (1,13), por el don del Espíritu (1,33), y estarán así capacitados para <<hacerse hijos de Dios>> (1,12), realizando en sí mismos el proyecto divino. Todo ideal del hombre que esté por debajo de éste mutila el proyecto de Dios sobre él.
El desconocimiento absoluto del proyecto divino, es decir, del amor de Dios por el hombre, será el que lleve a los dirigentes judíos a querer matar a Jesús, acusándolo de blasfemia, por hacerse igual a Dios (5,18) o hacerse Dios (10,33). Será precisamente la Ley la que impida ser hijos de Dios (19,7), mientras en esto culminará la obra de Jesús (20,17).
La calidad del proyecto divino hace equivalentes las denominaciones <<Dios creador> y <<Padre>>, pues esta última denota en Jn a Dios que por amor comunica su propia vida, y tal es precisamente el objetivo de la creación. <<Dios creador>> no aparece en el evangelio.
Conocer el proyecto realizado, el hombre-Dios, equivaldrá a conocer a Dios, y será el único medio de conocerlo como es en sí (1,18; cf. 12,45; 14,9).
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