y la vida era la luz del hombre.
Al identificarse con la vida, recibe la luz un sentido metafórico: es la evidencia de la vida, esta misma en cuanto puede conocerse. La vida es la luz, no al contrario. Es decir, no existe para el hombre una luz que no sea el brillo de la vida misma; al ver la luz, lo que se percibe es la vida. Son inseparables: no describe Jn la luz-verdad como algo visible y reconocible anterior a la vida o independiente de ella, es la vida misma la que es visible y reconocible. En otros términos: no afirma que la verdad lleve a la vida, sino que para el hombre la única luz-verdad (artículo exclusivo: <<la luz>>) es el resplandor de la vida.
La luz es, por tanto, la vida en cuanto perceptible. La verdad es la vida misma en cuanto se puede experimentar y formular. La revelación que viene a traer Jesús es la de la vida, que se impone por su evidencia (verdad) y puede ser expresada, al menos por aproximación, por tratarse de una vivencia. De ahí la riqueza de los símbolos en este evangelio; el autor pretende mostrar al lector la luz, es decir, la experiencia de vida, suya y de su comunidad.
La vida, al ser la luz de los hombres, físicamente vivos, adquiere un significado que desborda la mera existencia: es la plenitud de vida (cf. 10,10), la vida definitiva (cf. 3,15), en contraposición con una vida que no merece ese nombre.
La luz del hombre es su orientación y su guía, la que le muestra su meta y lo atrae a ella. Esa luz o perceptibilidad de la vida ha de encontrarse necesariamente en el interior del hombre, es decir, éste lleva dentro un anhelo de plenitud que lo incita a realizarse. Por estar la vida contenida, en el proyecto divino, según el cual el hombre ha sido creado, el anhelo de vida es constitutivo de su ser. El hombre percibe que está destinado a la plenitud y que tal debe ser el objetivo de su existencia y actividad.
El término <<luz>> era uno de los modos ordinarios de designar la Ley de Moisés en el ambiente judío. La Ley como luz es la norma que guía la conducta del hombre. Así Sal 119,105: <<Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero>>; Sab 18,4: <<La luz incorruptible de la Ley>>; Eclo 45,17 (LXX); <<Le confió los mandamientos para que iluminase al pueblo con la Ley>>. En el pasaje de Nm 6,25: <El Señor te muestre su rostro radiante>>, la luz que irradiaba del rostro de Dios se interpretaba como a Ley. Lo mismo en los apócrifos; Apoc. de Baruc 77,16: <<Cuando miráis a la Ley y prestáis atención a la sabiduría, no os falta una luz>>; 59,2: <<En su tiempo (de Moisés) brillaba la luz de la Ley, que vale para siempre, para todos los que estaban en tinieblas>>.
El dicho de Jn la vida era la luz del hombre invierte la concepción rabínica, que enunciaría la frase al revés: la luz (= la Ley) es la vida del hombre. Primero habría que conocer la Ley, como luz y guía, su práctica llevaría a la vida (cf. 7,49). Jn propone exactamente lo contrario: lo que se conoce es la vida misma, y ese conocimiento y experiencia es la luz del hombre, la que guía sus pasos, la que se constituye en norma de su vida y conducta.
Jn, por tanto, con su enunciado, alude de nuevo a la Ley de Moisés, y, en general, al mensaje del AT, ya relativizado al utilizar el término <<la Palabra>>. No es una Ley externa al hombre, es la vida misma como objetivo y experiencia la que lo orienta. El conflicto entre la Ley y la vida como norma del hombre se plantea explícitamente en 5,1ss y 9,1ss (cf. Lect.). Mientras Jesús lo resuelve a favor de la vida, los dirigentes judíos se deciden a favor de la Ley.
Toda la actividad de Jesús con individuos determinados consistirá en una comunicación de vida, como se anuncia en la perícopa programática del hijo del funcionario real (4,46bss). Los episodios siguientes irán explicitando diversos aspectos. Así, el del invitado (5,3ss), el del pan en Galilea (6,1ss), el del ciego de nacimiento (9,1ss), el de Lázaro (11,1ss). La vida precede a la doctrina, a la verdad. Esta, por tanto, no es nunca teórica, sino explicación o defensa de un hecho de vida ya existente.
Aceptar a Jesús es aceptar la vida tal y como se manifiesta en su persona y se expresa en sus obras (1,38 Lect.). La experiencia de esta vida hecha presente y manifestada en Jesús se convierte en norma de toda la actividad del hombre.
El tema vida-luz se desarrollará en la perícopa de Nicodemo, precisamente en relación con la Ley (3,1-21). Allí, el Hombre levantado en alto será presentado como la fuente de la vida definitiva (3,13-15) y en ese sentido es luz (3,19-21), por ser la manifestación del amor gloria de Dios a la humanidad (3,16). En 8,12, Jesús se proclama la luz del mundo, después de haber invitado a recibir el Espíritu-vida que él va a comunicar (7,37-39).
Sabiduría CAPÍTULO 17,1-18,4.
Eclesiástico CAPÍTULO 45.
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