domingo, 14 de noviembre de 2021

Jn 4,33-34

 Los discípulos comentaban: <<¿Acaso le habrá traído alguien de comer?>> Jesús le dijo: <<Para mí es alimento realizar el designio del que me mandó, dando remate a su obra>>.

Los discípulos no entienden que Jesús pueda tener alimento por sí solo. Si ha rechazado el que ellos traen, suponen que lo habrá recibido de otro. Conocen sólo el alimento que perece, no el que dura dando vida definitiva (6,27).

Jesús afirma que existe un designio de Dios que no está aún realizado, una obra que no está completada. Esta última frase se refiere a Gn 2,2: Para el día séptimo había concluido Dios toda su tarea / todas sus obras. Como ya se ha visto, el esquema teológico en que coloca Jn el día del Mesías es el del día sexto de la creación, y su labor será precisamente terminar la creación del hombre. Esa es la obra que falta para llevar a cabo el designio del que lo envió. Es aquí la primera vez que aparece en el evangelio el designio de Dios, que es dar al hombre vida definitiva (6,38-40). Había aparecido en el prólogo el designio humano (1,13: de una carne cualquiera, de un varón cualquiera), que daba sólo una vida perecedera.

La frase con que Jesús responde a sus discípulos recuerda la manera de referirse a la Ley como alimento (Sal 119,103; Prov 9,5). El alimento que Jesús tiene sustituye al de la Ley, como su agua sustituía la del pozo ( = la Ley). Su alimento consiste en realizar el designio del Padre trabajando en favor del hombre; este designio ha sido traicionado por aquellos que, absolutizando la Ley, lo han rechazado en Judea (4,1-3). En el ciclo siguiente tendrá lugar la polémica entre los que utilizan la Ley para impedir la realización de la obra de Dios y Jesús, que lleva a cabo su designio (cf. 5,16-18).

En el contexto de este episodio, el designio del Padre consiste para Jesús en dar el agua / Espíritu (4,14); su obra, en ir actualizando su propia respuesta de amor al Espíritu recibido (1,32s), por medio de esta actividad en favor del hombre (cf. 19,28.30.34). Habrá también para los hombres una obra que Dios requiere que se cumpla, y será la adhesión a Jesús, su enviado (6,29). En ambos pasajes se describe la obra de Dios como alimento, es decir, como factor que comunica vida. Aquí Jesús <<se asimila>> (come) el designio del Padre y de esa identificación recibe vida; allí, el hombre <<se asimila>> a Jesús. Hay, por tanto, una doble asimilación o identificación, la de Jesús con el Padre y la de los discípulos con Jesús (cf. 14,20; 17,23). Es el circuito de la vida, como se expresa en 6,57: Como a mí me envió el Padre que vive y, así, yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí.

La metáfora <<comer>> significa, por tanto, para Jesús, su identificación con el Padre como fuente de vida; para el discípulo, su aceptación de Jesús y su adhesión a él como dador de vida. Ambas se traducen en la actividad, llevando a cabo el designio de Dios.

A Samaría, el pueblo antes abandonado (Os 1,9: <<Llámalo ´No-pueblo-mío´, porque vosotros no sois mi pueblo y yo no estoy con vosotros>>), Jesús ha mostrado el amor del Padre (Os 2,1: <<En lugar de llamarlos No-pueblo-mío, los llamarán hijos del Dios vivo>>; 2,3: <<Llamad a vuestro hermano Pueblo-mío y a vuestra hermana Compadecida>>).

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