<<Vosotros decís que aún faltan cuatro meses para la siega, ¿verdad? Pues mirad lo que os digo: Levantad la vista y contemplad los campos dorados para la siega>>.
La estación del año sirve a Jesús para hacer una oposición metafórica, comparando dos cosechas: la del campo, todavía lejana, y la de la fe de Samaría, ya a punto de ser recogida.
Invita a sus discípulos a darse cuenta de la nueva realidad. La presencia y el mensaje de la mujer a los suyos han sido la siembra profetizada en Os 2,25: <<Y me la sembraré en el país, me compadeceré de Incompadecida y diré a No-pueblo-mío: ´Eres mi pueblo´ y él responderá: ´Dios mío´>>.
Las palabras de Jesús son un canto de triunfo. La esterilidad de Jerusalén y de Judea se ha cambiado en la fecundidad de Samaría. El Mesías / Esposo ha encontrado aquí a la esposa. Si en Judea nadie aceptaba su testimonio (3,32), aquí, en cambio, ya están en camino los que lo aceptan (4,30). La cosecha ya presente invita a la siega y es un estímulo para los discípulos. La frase de Jesús explica y confirma lo sucedido con la mujer.
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