Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, por haber visto personalmente todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Jesús vuelve a Galilea, la región menos hostil, donde puede moverse con libertad (cf. 1,43). La acogida de los galileos está inspirada por su actuación en Jerusalén, que había tenido resonancia nacional. Se muestran favorables a Jesús; continúa la adhesión que él no había aceptado en la capital (2,23-25), por fundarse en una idea mesiánica reformista. Tampoco los galileos lo comprenden; aunque en menor grado que Judea, contrastan también ellos con Samaría, que ha aceptado su mensaje y reconocido su universalismo (el salvador del mundo), por encima de las barreras nacionalistas. Hasta ahora, únicamente los heterodoxos han recibido al Mesías en su verdadero carácter.
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