Cayó en la cuenta el padre de que había sido aquella la hora en que le había dicho Jesús: <<Tu hijo vive>>, y creyó él con toda su familia.
El hombre ve la eficacia de las palabras de Jesús. Éste no ha accedido a su deseo, pero no se ha desentendido del enfermo. Cuando constata que no se trataba de mejoría, sino de curación (se le quitó la fiebre), comprende todo el alcance de las palabras de Jesús, y que es <<su hijo>> el que vive. A esta comprensión puede corresponder la denominación <<el padre>>, explicada en el prólogo como la de aquel que comunica al hijo único toda su riqueza, haciéndolo igual a él (1,14; 3,35). Esta interpretación revela la causa que privaba de vida al enfermo/pueblo: el dominio del poderoso, que creaba la dependencia y suprimía la libertad. La dependencia expresada al principio ha desaparecido. Entonces cree en Jesús, él y toda su familia. Al percibir la vida que da Jesús, la manifestación de su gloria (2,11), llega a la fe, le da su adhesión verdadera.
La entrevista del funcionario con Jesús y la aceptación de su palabra puede representar el horizonte final que se abre ante el éxodo de Jesús, no sólo fuera de las instituciones, sino también fuera de los límites del Israel tradicional (11,54 Lect.). Así se explicaría la frase: creyó él y toda su familia / casa. En los episodios precedentes se hablaba de Judea (3,21) o de Samaría (4,4). Entre los paganos, sin embargo, para designar una comunidad no se la podía mencionar como <<raza>> o <<pueblo>>, había que recurrir a la unidad <<casad / familia>>, común a todos los pueblos. El término evoca, por contraposición, <<la casa de Israel>>, la de los suyos que no lo recibieron. La perspectiva se ensancha: cualquier <<casa>> puede recibir el mensaje de vida.
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