Esto hizo Jesús esta vez como segunda señal al llegar de Judea a Galilea.
La segunda señal es un nuevo punto de partida. Recuerda el principio de las señales (2,11), que anunciaba la sustitución de la alianza y el don del amor; éste establecerá la nueva relación entre Dios y el hombre y creará la nueva comunidad humana. La señal de la boda queda siempre en vigor; lo que cambia es el modo como Jesús va a realizar su obra después del rechazo de los suyos. Por eso la segunda señal supone la anterior y se realiza como ella desde Caná. El objetivo va a ser el mismo, manifestar la gloria / amor (2,11); pero ante una institución que rechaza el plan de Dios, Jesús va a dar vida al hombre directamente, fuera del marco institucional judío, realizando así su éxodo.
La señal es segunda, no porque haga serie con la primera, sino porque anuncia, como ella, un comienzo y un programa de actividad. Por eso las que hizo en Jerusalén (2,13-23) y lo mismo las que seguirán a partir del capítulo 5º, siendo continuación o explicitación de las programáticas, no son de su mismo género ni hacen número con ellas. Como después de la primera, Jesús va a subir a Jerusalén, pero con otro propósito.
SÍNTESIS.
El episodio anuncia el modo como Jesús va a emprender su tarea de salvación. En el primer ciclo, en el contexto de la antigua alianza con Israel, había propuesto el cambio de relación entre Dios y el hombre, con la desaparición de todas las antiguas instituciones, sustituidas por su persona, para comenzar la nueva época de la humanidad. Ante el rechazo y la incomprensión de los jefes, Jesús cambia su programa. No se dirigirá más a las instituciones; en lo sucesivo irá en busca del hombre necesitado de vida, prescindiendo del marco institucional en que se encuentra. Usando una figura del pasado de Israel, esta actitud se expresa en categoría de éxodo.
Sin embargo, las acciones de Jesús carecerán de toda ostentación de poder. No será la suya una actividad que ayude al hombre de manera extrínseca, sino la comunicación de una fuerza de vida que lo renueve desde dentro. Su acción no necesitará su presencia física; será su mensaje el que comunique vida.
La clave antropológica de este ciclo está puesta de relieve por el desplazamiento progresivo que se nota en la narración evangélica: desde Judea, el pueblo de la antigua alianza, región de los suyos que no lo reciben, a Samaría, el pueblo cismático procedente del tronco de Israel, que lo acepta, para terminar con un hombre y su casa, realidad común a toda cultura.
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