sábado, 1 de enero de 2022

Jn 4,48

 Le contestó Jesús: <<Como no veáis señales portentosas, no creéis>>.

Con su respuesta, descubre Jesús la mentalidad del funcionario real, que le es común con los de su clase (no creéis). Este extraño plural, que señala la categoría de los instalados en el poder, es otro dato que hace penetrar más allá de la superficie episódica. Jesús, en el funcionario, se dirige a los poderosos y, más en general, a aquellos que esperan la salvación de la demostración de poder. Para ellos, la fe sólo puede tener como fundamento el despliegue de fuerza, el espectáculo taumatúrgico. El funcionario estará dispuesto a adherirse a él cuando vea los efectos prodigiosos de su acción. Como individuo poderoso sólo entiende el lenguaje del poder. Busca en Jesús la intervención del Dios omnipotente que actúa sin contar con el hombre y que, con un acto espectacular, remedia la situación desde fuera.

La expresión señales portentosas y la designación <<funcionario real>> aluden a diversos pasajes del libro de Daniel. Así Dn 3,31-33: <<El rey Nabucodonosor, a todos los pueblos ... Quiero contar los signos y prodigios ( = señales portentosas) que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Qué grandes son sus signos, qué admirables sus prodigios!>>. Y la alabanza del rey a Dios después que recobró la razón fue ésta (4,32): <<Su reino es eterno, su imperio dura de edad en edad; no cuentan los que habitan la tierra, y trata como quiere al ejército del cielo; nadie puede atentar contra él ni exigirle cuentas de lo que hace>>. El rey absoluto se rinde ante un Dios a quien concibe como más poderoso y más absoluto que él mismo. El poder reconoce a un poder superior.

Respecto al funcionario, la expresión de Jesús ha puesto al descubierto su mentalidad de poderoso; pero muestra, al mismo tiempo, cómo Jesús mismo rechaza un determinado modo de remediar la debilidad del hombre y, por contraste, la manera como él va a efectuarla.

De hecho, la expresión señales portentosas (signos y  prodigios) es también típica de la actuación de Dios por medio de Moisés para salvar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, Éx 7,3: <<Yo ponderé terco al Faraón y haré muchos signos y prodigios ( = señales portentosas) contra Egipto>>. Lo miso en 7,9; 11,9.10; 11,11 (LXX).

La negativa de Jesús a ejercer una actividad parecida a la de Moisés muestra el sentido del episodio. Su tema es, como en el Éxodo, la liberación de una esclavitud. En el funcionario aparece la figura del poder, en el muchacho enfermo la del hombre en situación extrema y próximo a la muerte (correspondiente del antiguo Israel en Egipto); la figura de Jesús se opone a la de Moisés, que salvó al pueblo de manera prodigiosa, insinuando que el Mesías del que se esperaba la renovación de los prodigios del éxodo lo realizará de forma diversa.

Jesús no accede al deseo del funcionario de que baje a Cafarnaún ni al despliegue de poder que él cree necesario para que el hijo escape de la muerte. No propone la imagen de Dios reflejada en el Éxodo ni en el libro de Daniel. El esplendor del Mesías no será el de los signos prodigiosos, sino el del amor fiel (1,14).

La respuesta de Jesús contiene uno de los temas centrales de la perícopa: su actividad excluye las señales portentosas. Jn <<desmitifica>> ya de antemano las señales que van a seguir; según él mismo, no serán prodigios; Jesús, para salvar, no hará ningún alarde de poder.

    DANIEL. CAPÍTULO 3.

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Jn 21,24-25

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