martes, 1 de diciembre de 2020

Jn 1,7

 éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, de modo que, por él, todos llegasen a creer.

La misión de Juan, conferida por Dios, era dar testimonio, es decir, declarar en favor de la luz, avivar la percepción de su existencia y el deseo de alcanzarla. Implícitamente es una denuncia de la tiniebla y de su actividad.

Dado que la luz es el resplandor de la vida (1,4), Juan está encargado de señalar la posibilidad de la vida, despertando en todos el deseo y la esperanza. La misión de Juan muestra hasta qué punto había sido dañina y eficaz la acción de la tiniebla, que había cerrado el horizonte, haciendo desesperar de toda posibilidad de salir de la situación de muerte (cf. 5,7). Por medio de Juan se sabrá que existe la zona de la luz y que va a ser posible escapar de la tiniebla. Esta será su enemiga (1,9ss; 3,24).

Al repetir el texto el objeto de la misión, en forma de sustantivo (un testimonio) y de verbo (dar testimonio), indica su importancia para comprender la figura de Juan. Su misión es universal (todos), aunque, de hecho, en su contexto histórico, él la definirá como limitada a Israel (1,31). Esto confirma la amplitud del término <<la tiniebla>>, que, si en el evangelio está tipificada por la institución judía, tiene, sin embargo, alcance universal.

La misión de Juan, descrita aquí como dar testimonio de la luz, es decir, provocar la expectación de la vida, será descrita por él mismo como <<bautizar con agua>>, para que el que llegaba detrás de él se manifestase a Israel (1,31). Su bautismo simbolizará, por tanto, la ruptura con la tiniebla, es decir, con la situación mantenida por la institución judía, y el paso, en deseo, a la zona de la luz-vida, que será inaugurada por el que va a quitar el pecado del mundo (1,29).

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Jn 21,24-25

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