No era él la luz, vino sólo para dar testimonio de la luz.
Se insiste ahora sobre la persona y el papel de Juan de un modo negativo. Aunque enviado por Dios, Juan no es la luz; tiene sólo una misión respecto a ella. Esta insistencia delata que había quienes identificaban a Juan con la luz. No era él la luz porque no realizaba en sí plenamente el proyecto divino, porque no contenía la vida ni podía comunicarla. De hecho, la afirmación no era él la luz está en paralelo con la declaración de Juan: Yo no soy el Mesías (1,19). La luz siempre existente, la plenitud de vida, ideal que brilla para el hombre (1,4), va a tener una manifestación histórica. Esa persona hará posible colmar esa aspiración, pero no se identifica con Juan.
El testimonio de éste se apoya en la aspiración del hombre (la luz perenne) y anuncia al mismo tiempo la posibilidad de su realización (la luz histórica, el Mesías). Suscita la esperanza y anuncia el cumplimiento.
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