miércoles, 1 de septiembre de 2021

Jn 3,10

 Repuso Jesús: <<Y tú, siendo el maestro de Israel, ¿no conoces estas cosas?>>.

El diálogo revela la tensión. Al reconocimiento inicial de Nicodemo (3,2) responde Jesús echando abajo sus presupuestos (3,3); ante su réplica irónica (3,4) ha insistido sin mitigaciones (3,5-8). A la segunda reacción adversa de Nicodemo (3,9) responde Jesús con una ironía. Después de su primera seguridad, Nicodemo se mantiene a la defensiva. Sólo hace preguntas, que muestran su escepticismo. Al fariseo y jefe no le cabe en la cabeza la ruptura con el pasado ni la novedad del Espíritu.

Jesús lo llama <<el maestro de Israel>>, título que ellos daban a Moisés, el único de quien se profesaban discípulos (9,28s), la única voz que seguía resonando (3,31: que es de la tierra). Siendo Nicodemo una figura representativa, engloba el magisterio fariseo, característico de la sinagoga, que exalta y perpetúa a Moisés como legislador y maestro. Pero Moisés fue más que maestro, anunció un futuro (5,46: de mí escribió Moisés); y, además, la tradición profética ofrecía datos que hacían comprensible las afirmaciones de Jesús (cf. Jr 31,31ss; Ez 36,25ss: >>Os rociaré con agua pura ... Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo ... Os infundiré mi espíritu>>; cf Jn 5,39: Son las Escrituras las que dan testimonio en mi favor). Pero ellos habían mutilado el AT (5,40: no queréis acercaros a mí; 5,47: si no dais fe a sus escritos), reduciéndolo a una enseñanza legal (el maestro de Israel); incluso al Mesías lo esperaban como maestro (3,2). Con el apego a un código que excluía de antemano toda novedad, se habían cerrado al Espíritu y a la acción de Dios. Habían sustituido el Espíritu por la letra, su dinamismo por el Libro.

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Jn 21,24-25

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