domingo, 5 de septiembre de 2021

Jn 3,13

 a) Fuente de vida

Nadie sube al cielo para quedarse más que el que ha bajado del cielo, este Hombre.

<<Subir al cielo para quedarse>> significa el triunfo, la victoria definitiva del Mesías y, por tanto, el estadio final del reino de Dios. La respuesta a la expectación mesiánica comienza enunciando quién es el verdadero Mesías, el que logrará ese triunfo.

Ya se ha explicado que las expresiones de Jn sobre <<el cielo>> no deben ser tomadas en sentido espacial. Significa la esfera divina, caracterizada en cuanto excelente (superioridad) e invisible, aunque no inaccesible a la experiencia del hombre. Así, en 14,23 puede afirmar Jesús que el Padre y él vendrán al discípulo y vivirán con él. No es que el Padre abandone <<el cielo>>, sino que este término carece en Jan de su connotación local. Ya a partir de la bajada del Espíritu sobre Jesús, el lenguaje es figurado (1,32). Cuando Jesús, por tanto, se describe a sí mismo como <<el que bajó del cielo>>, quiere decir que su origen no es simplemente humano, sino que procede de Dios (8,23).

La frase: el que ha bajado del cielo, está en paralelo con 1,32: el Espíritu que bajaba como paloma desde el cielo. <<Haber bajado del cielo>> equivale a haber recibido la plenitud del Espíritu, que ha hecho de Jesús el nuevo santuario (2,19.21), el lugar de la presencia divina (1,14). El reino de Dios se sitúa en la esfera divina (8,23: lo de arriba) y sólo conduce a él aquel que procede de ella, Jesús, el Hombre que realiza el proyecto divino (1,1c) y es el prototipo de hombre.

Nicodemo había admitido que la misión de Jesús era divina (3,2; has venido de parte de Dios); pero no lo es sólo su misión, sino también su origen (el que ha bajado del cielo).

No hay que esperar otra clase de Mesías sino el Hombre en quien se ha manifestado todo el amor contenido en el proyecto de Dios (1,14). El Mesías es aquel que, por ser el Hombre, es capaz de amar hasta el don de sí mismo, revelando así la gloria-amor del Padre. Sólo él puede obtener y asegurar el triunfo definitivo, instaurar el reinado de Dios, la sociedad humana que corresponde al proyecto creador (3,3.5).

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Jn 21,24-25

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